La trinidad no surgió de hoy para mañana, sino del consenso de un cristianismo perseguido en las catacumbas, con un imperio con triada capitolina que sentía su final por la presión de los bárbaros.
Es en el año 325 cuando se celebra un concilio cristiano en Nicea, el emperador del imperio romano no dejó presidir a un obispo, sino que el mismo se nombró presidente para que se declarara que Cristo era Dios.
En el año 371 el concilio de Constantinopla I, con todo a favor y aunque Constantino ya había muerto, se declara que el Espíritu Santo también es persona y también es Dios, para poder cerrar la trinidad que sustituiría a la triada capitolina, Júpiter, Juno y Minerva.
