¿Cómo encontrarse con Jesús?
Si quieres tener un encuentro real con Jesús de Nazaret, no imaginario en el que uno piensa que por estar en determinada iglesia o religión ya tiene un encuentro con él, o que está en buen camino, deben reconocer el mundo y ver sus catástrofes. Deben ver en su interior y ver su propia catástrofe. Este encuentro es muy importante y lo pueden tener ustedes personalmente. Por eso yo invito a todas las personas a que sondeen la realidad del mundo y su propia realidad. Porque aunque se habla del bien y del mal, de buenos y malos, hay que llegar a un conocimiento más preciso de lo que significa eso. No es que haya seres buenos y malos, es que el bien y el mal están dentro de cada una de las personas, de cada uno de nosotros. Y es nuestro consciente, el que se deja llevar por los mandatos de estos “seres” que conviven en nuestra mente y en nuestra alma.
Yo no hablo de catástrofes venideras, me conformo con la catástrofe actual. ¿Queremos aún más catástrofes? La vida normal de las gentes, de sus ciudades, de sus países, de sus culturas, de sus luchas por la vida, de sus sufrimientos, de sus hambres, de sus enfermedades y de sus muertes creo que son bastante catastróficas como para desear o temer más catástrofes. Lo que vengo a decir es que la vida actual es una catástrofe consentida por Dios para enseñarnos que estamos mal situados. Que hemos caído en el infierno. Y si uno no se entera durante la vida de esto, nada puede hacer por solucionarlo. El que no acepta su situación, difícilmente puede querer salir de ella. Y tenemos tantos datos, que parece imposible que no nos demos cuenta.
Dios nos ha puesto en este mundo para ver qué hacemos. Si nuestra respuesta es aún el intentar arreglarlo económicamente, políticamente, científicamente, es que aún no estamos preparados para encontrarlo a Él. Es cuando nos convencemos que EL MUNDO NO TIENE SOLUCIÓN, cuando tenemos una buena actitud. Y entonces Él aparece y te enseña el camino de vuelta a casa. Recuerda la parábola del hijo pródigo. Recuerda las palabras de Jesús “déjalo todo y sígueme”. O estas otras “Deja que los muertos entierren a sus muertos y tú sígueme a mí”. (no literal).
Dios construyó este mundo y este recipiente de vida (el cuerpo humano) con el fin de dar la posibilidad de regenerarse al hombre caído y que no podía seguir viviendo en el paraíso. No porque Dios no quisiera, sino porque no podía físicamente mantenerse allí. Y porque de esta manera, contribuía a elevarlo, a dotarlo de un cuerpo físico donde poder hacer la trasferencia de personalidades. Pero el hombre ha tomado este sitio (el mundo) como su única alternativa. Ya no recuerda de donde vino. Ya no recuerda quien es él. Ya no recuerda para que ha venido. Si tú lo sabes, pues me alegro en el corazón, pero la mayoría de los habitantes de este mundo aún no saben cuál es su misión. Y se engañan con misiones domésticas de la vida. Pero hay que advertir que el demonio, como quieran llamarlo o como se lo puedan representar, NO QUIERE SOLTAR A SU PRESA. Por eso hace ver que el mundo es nuestra única oportunidad y deriva todas nuestras energías hacia su arreglo y mejora. Recuerda las tentaciones de Jesús en el desierto, cuando el diablo le decía “todo esto te daré si postrándote ante mí, me adoras...”. Esta pregunta crucial nos la va a hacer el diablo a cada uno de nosotros. No es un cuento para niños. Pero al que se la hace, es porque está cortando sus lazos con el mundo y esto al demonio no le sienta nada bien. Los demás, los que no se dan cuenta de ello, el demonio no necesita tentarlos directamente, porque YA HACEN SU VOLUNTAD.
¿Esto quiere decir que no arreglemos el mundo, que no ayudemos a nuestros semejantes materialmente también? Nada de eso. Esto quiere decir que tenemos que hacer lo que hemos venido a hacer a este mundo, y que lo primero que tenemos que hacer es saber qué cosa tenemos que hacer. Y si durante la vida, podemos socorrer a otros materialmente, mientras no perdemos de vista nuestro objetivo, pues también. Porque puede llegar el caso de que hagamos todo para nuestros semejantes, pero no hagamos lo que tenemos que hacer con nosotros mismos. Esto es una paradoja, pero es una piedra de tropiezo en la que la mayoría de los cristianos cae. Y el demonio es el primer interesado de que así sea.
Mientras, en un aspecto vegetativo, es necesario ayudar y curar las enfermedades del cuerpo. Pero no me gusta la palabra evolución. Evolución se emplea para explicar la supuesta evolución de las especies. Yo prefiero decir desarrollo. Porque es el desarrollo de algo que se lleva dentro. Es como el crecimiento de una semilla que ya llevamos dentro. Es una semilla que, al crecer, tropieza con todo lo malo que tenemos dentro y lo expulsa fuera, para poder crecer.
[]Cedesin>
Si quieres tener un encuentro real con Jesús de Nazaret, no imaginario en el que uno piensa que por estar en determinada iglesia o religión ya tiene un encuentro con él, o que está en buen camino, deben reconocer el mundo y ver sus catástrofes. Deben ver en su interior y ver su propia catástrofe. Este encuentro es muy importante y lo pueden tener ustedes personalmente. Por eso yo invito a todas las personas a que sondeen la realidad del mundo y su propia realidad. Porque aunque se habla del bien y del mal, de buenos y malos, hay que llegar a un conocimiento más preciso de lo que significa eso. No es que haya seres buenos y malos, es que el bien y el mal están dentro de cada una de las personas, de cada uno de nosotros. Y es nuestro consciente, el que se deja llevar por los mandatos de estos “seres” que conviven en nuestra mente y en nuestra alma.
Yo no hablo de catástrofes venideras, me conformo con la catástrofe actual. ¿Queremos aún más catástrofes? La vida normal de las gentes, de sus ciudades, de sus países, de sus culturas, de sus luchas por la vida, de sus sufrimientos, de sus hambres, de sus enfermedades y de sus muertes creo que son bastante catastróficas como para desear o temer más catástrofes. Lo que vengo a decir es que la vida actual es una catástrofe consentida por Dios para enseñarnos que estamos mal situados. Que hemos caído en el infierno. Y si uno no se entera durante la vida de esto, nada puede hacer por solucionarlo. El que no acepta su situación, difícilmente puede querer salir de ella. Y tenemos tantos datos, que parece imposible que no nos demos cuenta.
Dios nos ha puesto en este mundo para ver qué hacemos. Si nuestra respuesta es aún el intentar arreglarlo económicamente, políticamente, científicamente, es que aún no estamos preparados para encontrarlo a Él. Es cuando nos convencemos que EL MUNDO NO TIENE SOLUCIÓN, cuando tenemos una buena actitud. Y entonces Él aparece y te enseña el camino de vuelta a casa. Recuerda la parábola del hijo pródigo. Recuerda las palabras de Jesús “déjalo todo y sígueme”. O estas otras “Deja que los muertos entierren a sus muertos y tú sígueme a mí”. (no literal).
Dios construyó este mundo y este recipiente de vida (el cuerpo humano) con el fin de dar la posibilidad de regenerarse al hombre caído y que no podía seguir viviendo en el paraíso. No porque Dios no quisiera, sino porque no podía físicamente mantenerse allí. Y porque de esta manera, contribuía a elevarlo, a dotarlo de un cuerpo físico donde poder hacer la trasferencia de personalidades. Pero el hombre ha tomado este sitio (el mundo) como su única alternativa. Ya no recuerda de donde vino. Ya no recuerda quien es él. Ya no recuerda para que ha venido. Si tú lo sabes, pues me alegro en el corazón, pero la mayoría de los habitantes de este mundo aún no saben cuál es su misión. Y se engañan con misiones domésticas de la vida. Pero hay que advertir que el demonio, como quieran llamarlo o como se lo puedan representar, NO QUIERE SOLTAR A SU PRESA. Por eso hace ver que el mundo es nuestra única oportunidad y deriva todas nuestras energías hacia su arreglo y mejora. Recuerda las tentaciones de Jesús en el desierto, cuando el diablo le decía “todo esto te daré si postrándote ante mí, me adoras...”. Esta pregunta crucial nos la va a hacer el diablo a cada uno de nosotros. No es un cuento para niños. Pero al que se la hace, es porque está cortando sus lazos con el mundo y esto al demonio no le sienta nada bien. Los demás, los que no se dan cuenta de ello, el demonio no necesita tentarlos directamente, porque YA HACEN SU VOLUNTAD.
¿Esto quiere decir que no arreglemos el mundo, que no ayudemos a nuestros semejantes materialmente también? Nada de eso. Esto quiere decir que tenemos que hacer lo que hemos venido a hacer a este mundo, y que lo primero que tenemos que hacer es saber qué cosa tenemos que hacer. Y si durante la vida, podemos socorrer a otros materialmente, mientras no perdemos de vista nuestro objetivo, pues también. Porque puede llegar el caso de que hagamos todo para nuestros semejantes, pero no hagamos lo que tenemos que hacer con nosotros mismos. Esto es una paradoja, pero es una piedra de tropiezo en la que la mayoría de los cristianos cae. Y el demonio es el primer interesado de que así sea.
Mientras, en un aspecto vegetativo, es necesario ayudar y curar las enfermedades del cuerpo. Pero no me gusta la palabra evolución. Evolución se emplea para explicar la supuesta evolución de las especies. Yo prefiero decir desarrollo. Porque es el desarrollo de algo que se lleva dentro. Es como el crecimiento de una semilla que ya llevamos dentro. Es una semilla que, al crecer, tropieza con todo lo malo que tenemos dentro y lo expulsa fuera, para poder crecer.
[]Cedesin>