Muchos ignoran la manera como fueron recibidas por Elena G. de White las visiones dadas por Dios. Así que para todos ellos, para que se queden sin excusas en el ajuste de cuentas de Dios en el día final, les dejo este escrito.
Las visiones y el testimonio
Un profeta puede recibir visiones durante el día, acompañadas por fenómenos físicos, (Dan. 10) o en la noche mediante sueños; (Dan. 7) luego comunicará el mensaje oralmente, en entrevistas o por escrito.
Hay, pues, dos asuntos inseparables: la recepción del mensaje, de la luz, y el testimonio que da validez o sea la presentación del mensaje, de la luz recibida del Espíritu Santo.
Puede ser que no se le permita comunicar inmediatamente el mensaje, pues quizá deba retenerlo hasta que sucedan ciertos acontecimientos; o bien la luz recibida es para orientar al profeta, quien no está en libertad de comunicar todo lo que ha recibido.
Por lo tanto, su mente puede ser un “depósito” del cual – previas circunstancias especiales – puede sacar y hablar. Pero a menudo hay necesidad inmediata de que comunique su mensaje.
Cómo recibió la luz Elena G. de White
Nótese la sencillez del lenguaje usado por E. G. de White para describir la forma en que recibió su primera visión: “Mientras estaba orando… el Espíritu Santo descendió sobre mí, y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del tenebroso mundo. Miré hacia la tierra para buscar al pueblo adventista, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: ‘Vuelve a mirar un poco más arriba.’ Alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero, en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo” (PE, 14).
Observemos cómo y cuándo entra en visión: “El Espíritu Santo descendió sobre mí.” Aunque permaneció corporalmente en la sala en donde oraba, le parecía
1. que se elevaba por encima del mundo;
2. que volvía su mirada hacia la tierra;
3. que no podía ver lo que buscaba;
4. que escuchaba una voz que le hablaba;
5. que obedecía la orden de esa voz;
6. que levantaba su mirada y veía al pueblo adventista en marcha;
7. que contemplaba su lugar de destino;
8. que se unía a ellos cuando se regocijaban por el galardón
9. NO RESPIRABA
.
Es muy claro que las experiencias en la visión fueron reales para ella: vio, sintió, escuchó, obedeció y actuó en lugares lejanos; participaba en la acción, aunque corporalmente permanecía en la sala. Pero los que la acompañaban en ese momento, nada vieron, nada escucharon. Y más tarde relataba o escribía en sus propias palabras sus experiencias.
A menudo, ya en visión, era conducida a un hogar o a una institución, y luego llevada de salón en salón o de un departamento a otro. Le parecía estar en los comités y contemplar las acciones de sus miembros, escuchar sus palabras y observar el medio ambiente.
En 1887 escribió desde Europa a uno de los obreros en cuanto a las normas inadecuadas de una de las instituciones. ¿Cómo recibió la información? “Me levanté a las tres de esta madrugada con un gran peso en mi mente… En mis sueños me encontraba en –, y mi Guía [/B [un ángel] ]me dijo que tomara en cuenta y observara todo cuanto viera. Me hallaba en un lugar apartado, desde donde no podía ver pero sí escuchar todo lo que sucedía en el salón. Las personas discutían con usted en cuanto a los presupuestos, y oí que disputaban con usted por los altos cobros de la pensión, el hospedaje y el tratamiento. Escuché que usted con voz firme y decidida rehusó rebajar lo que se cobraba. Yo estaba atónita de ver cuán alto era este cobro” (Carta 30, 1887).
A veces veía edificios aún no construidos, pero que serían parte de una institución. Ella se refirió a éstos en una carta escrita en 1903: “He estado pensando cómo, después que comenzamos el Sanatorio de Battle Creek, me fueron mostrados en visión los edificios del sanatorio, listos para ser ocupados. El Señor me instruyó en cuanto a cómo debe hacerse el trabajo en estos edificios para que ejerzan una influencia salvadora sobre los pacientes.
“Todo esto me parecía muy real, pero cuando me levanté, encontré que el trabajo aún no había sido hecho, que los edificios no habían sido construidos.
“En otra oportunidad se me mostró un edificio grande que se construía en el lugar sobre el cual se levantaría el Sanatorio de Battle Creek. Los hermanos estaban muy preocupados en cuanto a quién se haría cargo de la obra. Me sentí muy apesadumbrada. Una de las autoridades se levantó en medio de nosotros, y dijo: ‘Aún no. Ustedes no están listos para invertir fondos en ese edificio, o para hacer planes para su dirección futura.’
“En este tiempo se había colocado el fundamento del sanatorio. Pero necesitábamos aprender la lección de esperar” (Carta 135, 1903).
Aclaratoria: así como Dios llamó la atención del pueblo profeso acerca de la misión de Moisés por medio de señales o prodigios, igualmente, al comienzo, así lo hizo con Elena White.
Continuará.
Las visiones y el testimonio
Un profeta puede recibir visiones durante el día, acompañadas por fenómenos físicos, (Dan. 10) o en la noche mediante sueños; (Dan. 7) luego comunicará el mensaje oralmente, en entrevistas o por escrito.
Hay, pues, dos asuntos inseparables: la recepción del mensaje, de la luz, y el testimonio que da validez o sea la presentación del mensaje, de la luz recibida del Espíritu Santo.
Puede ser que no se le permita comunicar inmediatamente el mensaje, pues quizá deba retenerlo hasta que sucedan ciertos acontecimientos; o bien la luz recibida es para orientar al profeta, quien no está en libertad de comunicar todo lo que ha recibido.
Por lo tanto, su mente puede ser un “depósito” del cual – previas circunstancias especiales – puede sacar y hablar. Pero a menudo hay necesidad inmediata de que comunique su mensaje.
Cómo recibió la luz Elena G. de White
Nótese la sencillez del lenguaje usado por E. G. de White para describir la forma en que recibió su primera visión: “Mientras estaba orando… el Espíritu Santo descendió sobre mí, y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del tenebroso mundo. Miré hacia la tierra para buscar al pueblo adventista, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: ‘Vuelve a mirar un poco más arriba.’ Alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero, en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo” (PE, 14).
Observemos cómo y cuándo entra en visión: “El Espíritu Santo descendió sobre mí.” Aunque permaneció corporalmente en la sala en donde oraba, le parecía
1. que se elevaba por encima del mundo;
2. que volvía su mirada hacia la tierra;
3. que no podía ver lo que buscaba;
4. que escuchaba una voz que le hablaba;
5. que obedecía la orden de esa voz;
6. que levantaba su mirada y veía al pueblo adventista en marcha;
7. que contemplaba su lugar de destino;
8. que se unía a ellos cuando se regocijaban por el galardón
9. NO RESPIRABA
.
Es muy claro que las experiencias en la visión fueron reales para ella: vio, sintió, escuchó, obedeció y actuó en lugares lejanos; participaba en la acción, aunque corporalmente permanecía en la sala. Pero los que la acompañaban en ese momento, nada vieron, nada escucharon. Y más tarde relataba o escribía en sus propias palabras sus experiencias.
A menudo, ya en visión, era conducida a un hogar o a una institución, y luego llevada de salón en salón o de un departamento a otro. Le parecía estar en los comités y contemplar las acciones de sus miembros, escuchar sus palabras y observar el medio ambiente.
En 1887 escribió desde Europa a uno de los obreros en cuanto a las normas inadecuadas de una de las instituciones. ¿Cómo recibió la información? “Me levanté a las tres de esta madrugada con un gran peso en mi mente… En mis sueños me encontraba en –, y mi Guía [/B [un ángel] ]me dijo que tomara en cuenta y observara todo cuanto viera. Me hallaba en un lugar apartado, desde donde no podía ver pero sí escuchar todo lo que sucedía en el salón. Las personas discutían con usted en cuanto a los presupuestos, y oí que disputaban con usted por los altos cobros de la pensión, el hospedaje y el tratamiento. Escuché que usted con voz firme y decidida rehusó rebajar lo que se cobraba. Yo estaba atónita de ver cuán alto era este cobro” (Carta 30, 1887).
A veces veía edificios aún no construidos, pero que serían parte de una institución. Ella se refirió a éstos en una carta escrita en 1903: “He estado pensando cómo, después que comenzamos el Sanatorio de Battle Creek, me fueron mostrados en visión los edificios del sanatorio, listos para ser ocupados. El Señor me instruyó en cuanto a cómo debe hacerse el trabajo en estos edificios para que ejerzan una influencia salvadora sobre los pacientes.
“Todo esto me parecía muy real, pero cuando me levanté, encontré que el trabajo aún no había sido hecho, que los edificios no habían sido construidos.
“En otra oportunidad se me mostró un edificio grande que se construía en el lugar sobre el cual se levantaría el Sanatorio de Battle Creek. Los hermanos estaban muy preocupados en cuanto a quién se haría cargo de la obra. Me sentí muy apesadumbrada. Una de las autoridades se levantó en medio de nosotros, y dijo: ‘Aún no. Ustedes no están listos para invertir fondos en ese edificio, o para hacer planes para su dirección futura.’
“En este tiempo se había colocado el fundamento del sanatorio. Pero necesitábamos aprender la lección de esperar” (Carta 135, 1903).
Aclaratoria: así como Dios llamó la atención del pueblo profeso acerca de la misión de Moisés por medio de señales o prodigios, igualmente, al comienzo, así lo hizo con Elena White.
Continuará.