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El imán Hassan Chalghoumi, de Drancy, cerca de París, está asombrado por lo que Israel está haciendo actualmente en Irán. Y así escribe:
Yo, hijo de Ismael, imán, musulmán, hombre de paz, presento aquí mi testimonio sincero sobre este pueblo extraordinario:
Debo admitirlo, creo en las religiones y en los milagros. Pero hay algo en este pueblo —el pueblo de Israel— que realmente se siente como un milagro viviente.
Es un pueblo al que intentaron borrar los faraones hace 3.000 años… y fracasaron.
Un pueblo que los babilonios intentaron destruir hace 2.500 años… y fracasaron.
Un pueblo que los romanos quisieron aniquilar hace 2.000 años… y también fracasaron.
Un pueblo que los nazis exterminaron hace 80 años… sin lograr borrarlo.
Un pueblo al que los árabes enfrentaron en cinco guerras para borrarlo del mapa… y fracasaron.
Es un pueblo pequeño en número, pero con una fuerza única, una bendición divina. Donde pone su mano, tiene éxito. En finanzas, comercio, ciencia, filosofía, literatura… Una tierra desértica que convirtió en un paraíso, sin petróleo ni gas, pero con libertad, democracia, inteligencia y voluntad.
Es un pueblo que dio al mundo a Einstein, Newton, Kafka, Karl Marx, Nietzsche, Spinoza, Freud… y muchos otros que dejaron huella en la humanidad.
Hay realidades que ni la razón ni la lógica pueden explicar. Solo hay una palabra para esto: milagro.
Desde hace dos años y medio, este pueblo combate en cinco frentes. Dijeron que se estaba cansando, que estaba a punto de colapsar… y sin embargo, sorprende al mundo abriendo un nuevo frente contra un enemigo iraní que atemoriza incluso a muchos regímenes árabes.
Este pueblo, a pesar de su pequeño número, tiene el coraje de los nobles, la sabiduría de los profetas, la paciencia de los justos y la determinación de los sobrevivientes. ¿Cómo podría ser de otra manera, si se sabe que son descendientes de Abraham, Salomón, David, Moisés, Jacob, José… y de 1.523 profetas y enviados de su linaje?
Es un pueblo que trajo al mundo el monoteísmo y la fe en un solo Dios. Un pueblo impulsado por la sed de vida, trabajo, innovación y continuidad, que perdura hace más de 4.000 años.
De verdad, no encuentro otra palabra para describirlo que no sea: pueblo milagroso.
Si los árabes tuvieran una visión clara, elegirían unirse a este pueblo, aprender de él, cooperar con él… tal vez se contagiaran de su conocimiento, su sabiduría, su dignidad.”
