Originalmente enviado por: MANUEL MORA:
Los arminianos creen que la voluntad del hombre precede a la de Dios.
(fuentes W.E.Best)
Estimado hermano Manuel:
Esta afirmación es absoluta e irremisiblemente falsa. Por lo demás, por lo que he leído del autor que menciona, pedirle a W.E. Best que explique el arminianismo es como pedirle a un Testigo de Jehová que explique la Trinidad.
Adjunto un artículo de John Wesley que traduje, como también los ilustremente desconocidos Cinco Artículos Arminianos.
Que Dios le bendiga,
Jetonius
La pregunta, “¿Qué es un arminiano?”
respondida por un amante de la gracia dada gratis
De la edición de Thomas Jackson de The Works of John Wesley [Las obras de John Wesley] , 1872.
1. Decir “Este hombre es un arminiano” tiene el mismo efecto en muchos oyentes que decir “Este es un perro rabioso.” Los aterroriza de inmediato: Huyen de él con toda velocidad y diligencia; y difícilmente se detendrán, como no sea para arrojar alguna piedra al temible y malévolo animal.
2. Cuanto más ininteligible es la palabra, mejor sirve al propósito. Aquellos a quienes se les endilga no saben qué hacer; No entendiendo lo que significa, no saben cómo defenderse, o cómo exonerarse de la acusación. Y no es fácil quitar el prejuicio que otros han instilado, quienes tampoco saben más de ella excepto que es “algo muy malo” si no es que “¡Todo eso es malo!”
3. Aclarar, por tanto, el significado de este término ambiguo, puede ser de utilidad para muchos. A aquellos que tan libremente prenden este nombre sobre otros, para que no digan lo que no entienden; a quienes los escuchan, para que no sean objeto de abuso por hobres que no saben lo que dicen, y a aquellos a quienes el nombre es adjudicado, para que sepan cómo responder por sí mismos.
4. Puede ser necesario observar, primero, que muchos confunden los arminianos con los arrianos. Pero esto es algo enteramente diferente; lo uno no se parece en absoluto a lo otro. Un ariano es quien niega la divinidad de Cristo; apenas necesitamos agregar, la divinidad suprema y eterna; porque no puede haber otro Dios que el Dios supremo y eterno, a menos que hagamos dos Dioses, uno grande y otro chiquito. Ahora, nadie jamás ha creído más firmemente, o afirmado con más fuerza, la divinidad de Cristo, que muchos de los (así llamados) arminianos; sí, y lo hacen hasta hoy. El arminianismo pues (sea lo que fuere) es totalmente diferente del arrianismo.
5. El origen de la palabra fue este: Jacobo Harmens, en latín, Jacobes Arminius, fue primero uno de los ministros de Amsterdam, y posteriormente profesor de teología en Leiden. Fue educado en Ginebra; pero en el año 1591 comenzó a dudar de los principios que hasta entonces había recibido. Y estando más y más convencido de que eran erróneos, cuando fue investido con el profesorado, públicamente enseñó lo que creía ser la verdad hasta que, en el año 1609, murió en paz. Pero unos pocos años después de su muerte, algunos hombres celosos con el príncipe de Orange a la cabeza, furiosamente asaltaron a todos los que sostenían las que fueron llamadas sus opiniones; y habiendo procurado que fuesen solemnemente condenados, en el famoso sínodo de Dort (no tan numeroso ni instruido, pero tan imparcial como el concilio o sínodo de Trento) algunos fueron ejecutados, algunos expulsados, algunos encarcelados de por vida, todos privados de sus empleos, y exonerados de todo oficio, tanto en la Iglesia como en el Estado.
6. Los errores de los que fueron acusados estos (usualmente denominados arminianos) por sus oponentes, son cinco: (1) Que niegan el pecado original; (2) que niegan la justificación por la fe; (3) Que niegan la predestinación absoluta; (4) que niegan que la gracia de Dios sea irresistible y (5) que afirman que un creyente puede caer de la gracia.
Con respecto a las primeras dos acusaciones, se declaran inocentes. Ellas son completamente falsas. Ningún hombre que haya existido, ni el mismo Juan Calvino, jamás ha afirmado el pecado original ni la justificación por la fe en términos más fuertes, claros y explícitos que Arminio. Estos dos puntos, por tanto, deben ser dejados fuera de la cuestión. En esto, ambas partes concuerdan. Al respecto no hay ni una brizna de diferencia entre el Sr. Wesley y el Sr. Whitefield.
7. Pero hay una diferencia innegable entre los calvinistas y los arminianos, con respecto a las tres otras cuestiones. Aquí se dividen; los primeros creen en una predestinación absoluta, los segundos sólo en una condicional. Los calvinistas sostienen que Dios ha absolutamente decretado, desde toda la eternidad, salvar a tales y cuales personas, y no a otras; y que Cristo murió por éstas, y por nadie más. Los arminianos sostienen que Dios ha decretado, desde toda la eternidad, concerniente a todos los que tienen la palabra escrita, “El que crea será salvo; el que no crea, será condenado.” Y para esto, “Cristo murió por todos, todos los que estaban muertos en transgresiones y pecados,” esto es, por cada hijo de Adán, ya que “en Adán todos murieron.” [Nota del traductor: en la posición calvinista, la obra de Cristo tiene potencialmente y de hecho menor alcance que el pecado de Adán: el pecado de Adán tiene alcance universal, mientras que la salvación en Cristo tiene eficacia restringida, cosa difícil de entender y de aceptar a la luz de Romanos 5:12-21].
8. En segundo lugar, los calvinistas sostienen que la gracia de Dios es absolutamente irresistible, que ningún hombre es más capaz de resistirla que de resistir el golpe de un relámpago. Los arminianos sostienen que, aunque pueda haber algunos momentos en que la gracia de Dios actúa irresistiblemente, aún así, en general, cualquier hombre puede resistir –y esto para su eterna ruina- la gracia por la cual era la voluntad de Dios que él hubiese sido eternamente salvo.
9. Tercero, los calvinistas sostienen que un verdadero creyente en Cristo no puede en modo alguno caer de la gracia. Los arminianos sostienen que un creyente verdadero puede “naufragar en la fe y en una buena conciencia”, que puede caer, no solamente en forma grave, sino definitiva, de modo de perecer para siempre.
10. De hecho, los dos últimos puntos, gracia irresistible y perseverancia infalible, son la consecuencia natural del primero sobre el decreto incondicional. Pues si Dios ha decretado eterna y absolutamente salvar a tales y cuales personas, se sigue tanto que ellas no pueden resistir a su gracia salvadora (de otro modo podrían no salvarse) y que no pueden caer definitivamente de aquella gracia que no pueden resistir. De modo que, en efecto, las tres preguntas se reducen a una, “¿Es la predestinación absoluta o condicional?” Los arminianos creen que es condicional; los calvinistas, que es absoluta.
11. ¡Fuera, pues, con toda ambigüedad! ¡Fuera con todas las expresiones que solamente oscurecen la causa! Que los hombres honestos hablen, y no jueguen con palabras duras que no entienden. ¿Y cómo puede cualquier hombre saber lo que enseñaba Arminio, si no ha leído una página de sus escritos? Que ningún hombre vocifere contra los arminianos, hasta que no sepa lo que el término significa; y entonces sabrá que arminianos y calvinistas están al mismo nivel. Y los arminianos tienen tanto derecho de enojarse con los calvinistas como los calvinistas con los arminianos. Juan Calvino fue un hombre piadoso, educado y sensato; y también lo fue Jacobo Harmens. Muchos calvinistas son hombres piadosos, educados y sensatos, y también lo son muchos arminianos. Es sólo que los primeros sostienen una predestinación absoluta, y los últimos una condicional.
12. Una palabra más: ¿No es la obligación de todo predicador arminiano , primero, nunca, en público o en privado, emplear la palabra «calvinista» como término de reproche, viendo que esto no es mejor ni peor que insultar? – una práctica que no es más coherente con el buen sentido o los buenos modales, de lo que lo es con el cristianismo. Segundo, ¿hacer todo lo que de él dependa para impedir que sus oyentes hagan semejante cosa, mostrándoles el pecado y la insensatez que esto implica, y tanto más fervorosa y diligentemente si ellos están habituados a hacerlo? ¡tal vez alentados por su propio ejemplo!
Los cinco artículos arminianos
Traducido de “The Creeds of Christendom – with a history and critical notes.”
Edited by Philip Schaff; revised by David S. Schaff
6th Ed. Grand Rapids: Baker Books, Reprint 1993; vol. 3, pp. 545-549.
Artículo 1. Dios, por un eterno e inmutable propósito en Jesucristo su Hijo, antes de la fundación del mundo, había determinado salvar , de la raza caída y pecaminosa de los hombres, en Cristo, por causa de Cristo y a través de Cristo a aquellos quienes, a través de la gracia del Espíritu Santo, creyeran en este su Hijo Jesús, y perseverasen en la fe, por medio de esta gracia, hasta el fin; y, por otra parte, dejar a los incorregibles e incrédulos en pecado y bajo ira, y condenarlos como separados de Cristo, según la palabra del Evangelio en Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; y el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”, y también según otros pasajes de la Escritura.
Artículo 2. En conformidad con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, murió por todos los hombres y por cada hombre, de modo que ha obtenido para todos ellos, por su muerte en la cruz, redención y el perdón de los pecados; sin embargo, nadie realmente goza de este perdón de los pecados excepto el creyente, según la palabra del Evangelio de Juan 3:16, “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna.” Y en la Primera Epístola de Juan, 2:2: “y Él es la propiciación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.”
Artículo 3: El hombre no tiene por sí mismo gracia salvífica, ni por al energía de su libre voluntad, en la medida en que, en el estado de apostasía y de pecado, no puede de sí y por sí ni pensar, ni desear, ni hacer cosa alguna que sea verdaderamente buena (como lo es eminentemente una fe salvífica); sino que está necesitado de ser nacido de nuevo de Dios en Cristo, a través de su Espíritu Santo, y de ser renovado en entendimiento, inclinación o voluntad, y en todas sus facultades, para que pueda rectamente entender, pensar, desear y efectuar lo que es verdaderamente bueno, según la Palabra de Cristo, Juan 15:5, “Sin mí nada podéis hacer.”
Artículo 4. Esta gracia de Dios es el comienzo, la continuación y la culminación de todo bien, aun hasta el punto de que el mismo hombre regenerado, sin gracia previniente, asistente, despertante, siguiente y cooperativa, ni hará lo bueno ni soportará ninguna tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones o movimientos que puedan concebirse deben ser adjudicadas a la gracia de Dios en Cristo. Pero en lo que respecta al modo de operación de esta gracia, no es irresistible, en la medida en que está escrito acerca de muchos, que han resistido al Espíritu Santo, Hechos 7 y en muchos otros lugares.
Artículo 5. Aquellos que son incorporados a Cristo por una fe verdadera, y así se han tornado partícipes de su Espíritu vivificante, tienen por esto capacidad plena para resistir contra Satanás, el pecado, el mundo y su propia carne, y para obtener la victoria; quedando bien entendido que es siempre a través de la gracia asistente del Espíritu Santo; y que Jesucristo los asiste a través de su Espíritu en todas las tentaciones, les extiende su mano, y si sólo ellos están dispuestos para el conflicto, y desean su ayuda; y no están ociosos, les guarda de caer, de modo que ellos no pueden, por argucia o poder alguno de Satanás, ser extraviados o arrebatados de las manos de Cristo, según la Palabra de Cristo, Juan 10:28, “Ninguno las arrebatará de mi mano.” Pero si ellos pueden, pr negligencia, abandonar los primeros principios de su vida en Cristo, retornar al presente mundo malo, apartarse de la santa doctrina que se les entregó, perder una buena conciencia, [y] tornarse privados de la gracia, esto debe ser determinado a partir de la Santa Escritura, antes de que nosotros mismos podamos enseñarlo con plena persuasión de nuestras mentes.