Algunos Testimonios de los Padres de la Iglesia acerca de la Eucaristía

Hermano Jetonius: Unas palabras que me llegaron atraves de la internet. Son para considerar respecto este tema.

De un capítulo del Tomo I de la obra "Textos
Eucarísticos Primitivos" de Jesús Solano publicada en la BAC.

SAN JUSTINO († c.165)

Oriundo de una familia griega pagana, nació en Flavia Neapolis (hoy Nabulus), la antigua Siquem y luego Sicar de los tiempos bíblicos en Samaria de Palestina. Buscó apasionadamente la verdad en los sistemas
filosóficos de los estoicos, de los peripatéticos, de los pitagóricos
y, sobre todo, de los platónicos, pero la halló sólo en la doctrina
de Cristo. Con su manto de filósofo recorrió tierras enseñando la
verdad y fundó en Roma una escuela. Aquí murió, mártir de su fe
cristiana, hacia el año 165, siéndole cortada la cabeza junto con
otros varios fieles. Es considerado como el mayor apologeta del siglo II.
La `Apología primera´, dedicada al emperador Antonio Pío, al Senado y
al pueblo romano fue escrita en Roma hacia el año 153. En una primera
parte apologética rechaza las acusaciones hechas contra los
cristianos y expone luego sus doctrinas y su culto. En este último
apartado trata del bautismo y a continuación de la Eucaristía. Sobre
las calumnias acerca de la Eucaristía refiere San Justino en su `Apología segunda´ y en el `Diálogo con el judío Trifón´ que entre
otras cosas se calumniaba a los cristianos de deleitarse en comer carnes humanas y en embriagarse de sangre. Un testimonio indirecto de la primer acusación puede verse tal vez en la `Apología primera´. Fue
ésta, con todo, una acusación que no raramente se hizo en estos
primeros siglos a varias sectas.
La importancia de los tres capítulos eucarísticos mencionados es
capital para la liturgia, pues es la primera descripción detallada de
la celebración eucarística, descripción hecha además por una persona
culta que escribía en Roma y había conocido muy diversas comunidades
cristianas; pero juntamente tienen estos capítulos una significación
altísima para el dogma eucarístico. Además de que la Eucaristía celebrada por la Iglesia expresamente la refieren al mandato de Jesús
en la última cena, aparece en estas palabras de San Justino un presidente de la reunión de los fieles, que era el que consagraba el
pan y el vino mezclado con agua, y al cual asistían diáconos para distribuir la comunión entre los presentes y llevarla a los ausentes, y aparecen participando de la Eucaristía solo los fieles bautizados y
que vivan según las enseñanzas de Jesucristo.
El alimento de pan y vino aguado "se llama Eucaristía" dice con toda
sencillez San Justino, testigo irrecusable de una evolución semántica decisiva. Este alimento no es uno de tantos, sino que realmente es "carne y sangre de aquel Jesús hecho carne". Tan realmente es la
Eucaristía la carne de Jesucristo como es real la carne que el Señor
tomó en su encarnación y como es real la carne de nosotros que se alimenta de la Eucaristía. Nótese lo cómodo que hubiera sido para San Justino dar un sentido simbólico a la Eucaristía, con lo cual hubiera
desvanecido las calumnias que tan perfectamente sabía él que se
hallaban esparcidas entre los paganos. Sin embargo, dirigiéndose al
emperador y al Senado y al mundo gentil profesa con absoluta claridad
el realismo de la carne y sangre de Jesucristo que son alimento de
los cristianos.
Para explicar la posibilidad de la fe de los cristianos en que la Eucaristía no era un alimento ordinario, sino la carne de Cristo,
acude San Justino a la fuerza omnipotente del Verbo. Este término "Verbo" (logos) reviste muy diversos matices bajo la pluma
del santo Apologeta. Al Verbo, fuerza divina, atribuye San Jerónimo la obra de la encarnación, como se lo atribuirán otros escritores de los primeros siglos. Y al verbo o palabra de oración (las palabras de
la consagración eucarística), que tiene su origen en Cristo y trae su
fuerza de Cristo, atribuye San Justino el que la Eucaristía sea la carne y la sangre del mismo Salvador.
Respecto a la conversión eucarística, San Justino con toda claridad excluye, por de pronto, la permanencia del pan junto con la carne del Señor. El paralelismo de ideas y de frases le llevaba a decir que así
como Jesucristo tuvo carne y sangre, así el alimento eucarístico ES
la carne y la sangre de Jesús. Esta expresión no sólo excluye la permanencia del pan, sino que en su sentido obvio indica el cambio,
la conversión del pan en la carne del Señor; ya no es pan sino que ha
cambiado en la carne de Jesús. Lo confirma el empleo que inventa San Justino para la palabra "dar gracias" (euvcaristein): hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa en forma pasiva: "alimento
eucaristizado", que al pie de la letra traduciríamos: alimento hecho
acción de gracias, hecho eucaristía. Esta pasiva tan dura inventada
por San Justino, unida al cambio de construcción que acabamos de
señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento ordinario, en virtud del cual cambio el pan es ahora carne de Cristo.
Otra idea de gran trascendencia aparece en estos capítulos. Existe
todavía un paralelismo más. Jesucristo, nuestro Salvador, tomó carne
y sangre "para nuestra salvación"; de la Eucaristía, carne y sangre
de Cristo, se alimenta nuestra carne y sangre "con arreglo a nuestra
transformación". Se refiere aquí San Justino a que la Eucaristía transforma nuestros cuerpos, haciéndolos inmortales, en cuanto que la Eucaristía les hará resucitar en el último día; pensamiento al que
nos hemos referido hablando de San Ignacio y que volverá a aparecer
con fuerza inimitable en San Ireneo, para irse repitiendo a lo largo
de la tradición patrística. Ni falta en esta primera descripción de
la Eucaristía la unión entre los divinos misterios y el ejercicio de
la caridad desinteresada a favor de los hermanos necesitados. El `Diálogo con el judío Trifón´, algo posterior a la `Apología
primera´, contiene en forma literaria un diálogo sostenido por San Justino con un judío culto de su época, tal vez el rabino Tarfón, que vivió en tiempo del levantamiento de Bar-Kochba (132-135). La primera
parte refuta los prejuicios judíos sobre la ley mosaica, la cual está
ya abrogada por la ley de Cristo, el Mesías prometido. La segunda parte habla de Jesucristo, Dios-Hombre y Redentor. La tercera muestra en la Iglesia al verdadero Israel de las promesas divinas.
El c. 41 pertenece a la primera parte, y en él se contiene la expresión más clara de San Justino acerca de la Eucaristía como
sacrificio, pues no sólo dice que estaba figurada en la oblación por
la lepra, sino que decididamente aplica la profecía de Malaquías sobre la abrogación de los demás sacrificios y la venida de un
sacrificio puro a la Eucaristía, a la cual designa con el mismo nombre técnico se sacrificio, con que había designado los antiguos sacrificios judíos.
El c.70, en la segunda parte, aplica a la Eucaristía un texto del profeta Isaías, y es lo más probable ver en la expresión ajvrton
poiein (hacer el pan) con su contexto, teniendo en cuenta los otros
capítulos citados del mismo Diálogo, un equivalente de "ofrecer en
sacrificio el pan". No solamente esta expresión tiene ese sentido en
otros Padres sino que en ese sentido la habían empleado el propio San Justino unos capítulos antes hablando también de la Eucaristía, a saber, en el comienzo del c.41, cuyo sentido sacrifical acabamos de
declarar.
En los c.116 y 117 insiste en la Eucaristía como el verdadero sacrificio profetizado por Malaquías, que ofrecen a Dios los
cristianos, "la verdadera raza sacerdotal de Dios", gracias a nuestro "sacerdote" Jesucristo. En este contexto afirma que "también los cristianos han recibido por tradición el hacer solamente estos
sacrificios [oraciones y acciones de gracias]" (c.117). No se sigue
de estas palabras necesariamente que niegue la realidad sacrifical
del pan y vino eucarísticos como materia del sacrificio; puede
únicamente querer hacer resaltar el carácter espiritual del sacrificio cristiano, en contraposición a la materialización de los
sacrificios que habían tenido lugar entre el pueblo judío, y de la que el mismo Yahveh se había quejado con expresiones tan absolutas
que parecían querer decir que Dios quería sólo la limpieza de vida y
no aquellos sacrificios de animales, los cuales, sin embargo, continuaba Él exigiendo de su pueblo (véase, p.e, Amos 5,21-24; Os
6,6; Mic 6,7s; Jer 7,21ss; Is 1,11-17).
Pero lo que prueba que de hecho San Justino no limitó la materia del
sacrificio a algo puramente espiritual como serían las oraciones y acciones de gracias, es la reflexión siguiente. El pan y el vino
hecho cuerpo y sangre de Cristo no sólo eran para San Justino por excelencia "eucaristía", es decir, acción de gracias, sino que ahí
mismo hemos advertido como él fue el inventor de una forma pasiva, gramaticalmente durísima, para hablar de ese alimento como de
algo "eucaristizado", "hecho acción de gracias". Ante tales datos, no
sólo hemos de decir que San Justino no disocia de la materia el sacrificio acepto a Dios el pan y el vino consagrados, sino que su pensamiento ni siquiera prescinde de estos elementos corporales; es
más, para él, la materia por antonomasia del sacrificio era precisamente esa "acción de gracias" por excelencia, la cual, según
él mismo, es el cuerpo y la sangre de Jesús. Así se explica que, al hablar en este c.117 de "oraciones y acciones de gracias",
explícitamente nombre "aun la conmemoración que hacen [los cristianos] con su alimento seco y líquido".


atte. tejano
 
Hermano Jetonius: Otras palabras para su consideracion.
Del 1er Tomo de la
Obra "Textos Eucarísticos Primitivos" (BAC, Jesús Solano).
Al final del texto de Solano aparecen las citas de los escritos del
santo.


San Ignacio de Antioquía (+ c.110)


En tiempo del emperador Trajano (98-117) fue llevado a Roma, para ser
devorado por las fieras, el santo obispo de Antioquia, la entonces
célebre capital de Siria, hoy en ruinas, y que sólo en parte coincide
con la Antakije actual, en las cercanías de Alepo.
Las siete cartas que escribió camino de Roma son el único testimonio
que poseemos de su carácter e incluso de su vida; sin ellas no nos
hubiera quedado sino el nombre vacío de uno de los primeros obispos y
mártires.
La carta de los fieles de Efeso, en el Asia Menor, hoy Turquía, nos
habla de la Eucaristía como centro de las reuniones de los cristianos
bajo el obispo y los presbíteros; a mediados del siglo II encontramos
bellamente realizada esta práctica en Roma. Presenta San Ignacio a la
Eucaristía como "medicina de inmortalidad". ¿Pensará el Santo aquí
no sólo en la preservación de la muerte del alma, sino en la
resurrección de la carne como efecto de la Eucaristía? Sería, en tal
caso, el primero en presentar una idea que repetirán San Justino, San
Ireneo y tantos otros Padres, y que no hace sino recoger la promesa
eucarística del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo le resucitaré en el último día (Jn 6,54)
Insiste en esta unión que han de tener todos los fieles con su obispo
y con sus presbíteros y diáconos para celebrar la Eucaristía en la
carta a los de Filadelfia, ciudad no muy distante de la actual
Esmirna de Turquía. Da como razón que una es la carne de Nuestro
Señor Jesucristo, uno el cáliz que nos une con su sangre y uno el
altar. Esta razón prueba obviamente que para San Ignacio la
Eucaristía era la carne de Jesucristo, y que el beber el cáliz
durante la celebración eucarística se unían los cristianos con la
sangre del Señor. El hablar de "un altar" nos hace pensar en la idea
de un sacrificio litúrgico. A los diáconos aquí mencionados llama en
otra carta: "ministros que son de los misterios de Jesucristo"
(Tralianos 2,3 que cita 1 Cor 4,1). ¿Aludirá también a su oficio de
distribuir la Eucaristía, cosa que aparece evidente en San Justino?
Ruega con otra carta a los fieles de Roma que no intercedan por su
libertad, pues no desea sino morir. "Dejadme ser pasto de las fieras,
por las cuales se alcanza a mi Dios. Trigo soy del Señor, y en los
dientes de las fieras debe ser molido para convertirme en pan
purísimo para Cristo". El pensamiento de que ningún sabor tienen ya
para él los manjares terrenos trae a su pluma el recuerdo de aquel
pan de Dios que es la carne de Cristo, y de la bebida de su sangre.
¿Se refería el santo a su unión con Jesús en el cielo? Es posible.
Pero emplea expresiones que suponen que hay un pan, que es la carne
del Señor, y una bebida, que es su sangre.
El testimonio más expreso de la realidad eucarística nos lo ofrece la
carta a los cristianos de la entonces, y también hoy, populosa ciudad
del Asia Menor Esmirna, junto al mar Egeo. Pone en guardia a los
fieles contra el docetismo, error que nos es conocido por diversas
fuentes de estos primeros siglos, y del que parecen encontrarse
trazos marcados en alguna alusión de las cartas del mismo apóstol San
Juan. Según los gnósticos docetas, Jesús no había tenido cuerpo
verdadero, sino solo aparente; por este error, dice San Ignacio, no
querían tomar parte en las reuniones cristianas, en las que a la
oración acompañaba la celebración de la Eucaristía; así morían
espiritualmente por resistirse a recibir el don de Dios.
Por de pronto aparecen los docetas separándose del pueblo cristiano,
el cual frecuentaba la Eucaristía en la persuasión de que aquella era
la verdadera carne del Señor. Tal era, pues, la fe en la Iglesia,
según San Ignacio.
La frase del santo es bien categórica: "La Eucaristía es la carne de
nuestro Señor Jesucristo". Ofrece, sin embargo, un reparo serio el
hecho de que San Ignacio llama "carne" de Jesucristo a cosas que
ciertamente no lo eran en sentido propio. En la carta a los
filadelfios dice: "Adhiriéndome al Evangelio como a la carne de
Jesucristo". A los de Trales escribe: "Vosotros, revistiéndoos de
mansedumbre, regeneraos por la fe, que es la sangre del Señor, y por
la caridad, que es la sangre de Jesucristo". Recojamos, para ser
completos, un texto de la carta a los filadelfios, del que, sin
embargo, caben varias lecturas: "a la que [a la Iglesia] saludo yo en
la sangre de Jesucristo, la cual es mi gozo eterno e imperturbable".
Pero más razonable y más fiel al texto original es referir "la cual"
a Iglesia, no a sangre.
De que un autor use a veces una palabra en sentido simbólico no se
sigue que siempre la haya de usar en ese sentido. No menos de treinta
y siete veces emplea San Ignacio la palabra "carne" y "sangre". El
último pasaje citado de la carta a los filadelfios en realidad no
tiene sentido simbólico alguno, aun admitiendo la lectura menos
probable que hace concordar "la cual" con "sangre". Se trataría
simplemente de una metáfora como las que a cada paso usamos en la
conversación. "La sangre de Cristo" es mi gozo; nadie piensa, al oír
esta frase, en identificar la sangre del Señor con el gozo subjetivo
mío, sino todos entienden que la sangre –real, no simbólica- es causa
u objeto de mi gozo.
La primera cita de la carta a los filadelfios no identifica
simplemente el evangelio y la carne del Señor, pues san Ignacio dice
adherirse al evangelio COMO a la carne de Jesús. Acerca del único
texto restante (Tralianos c8) no faltan autores en nuestros días que,
con razón, creen referirse en él San Ignacio precisamente a la
Eucaristía, fundamentándose en la relación que existe, según el
santo, entre la Eucaristía y la caridad. Y todavía hay otras
explicaciones. Pero admitamos la dificultad en toda su fuerza.
El contexto deberá decidir. En los casos aducidos, el contexto mismo
indica que "carne" no puede tener sentido real, pues se la identifica
con cosas inmateriales que evidentemente no pueden ser la sangre del
Señor en sentido real: "el evangelio" es la doctrina que predicaron
los apóstoles, "la fe" y la "caridad" son actos espirituales del
creyente.
El caso del texto eucarístico que estudiamos (Esmirneos c7) es
enteramente diferente. Sabemos por otras fuentes literarias que los
docetas negaban la realidad de la carne del Señor. Luego, cuando San
Ignacio rechaza su doctrina, no va a entender "carne" en sentido
simbólico, ya que en tal sentido no la negaban los docetas. Además,
desde el principio hasta el capítulo 7 inclusive, insiste San Ignacio
con fuerza insuperable en la realidad de la carne del Señor, con
expresiones como ésta: "plenamente poseídos de que el Señor nuestro
en verdad es de la familia de David según la carne.... [Rom 1,3] y
que fue engendrado de verdad de una Virgen... y de verdad bajo Poncio
Pilato y Herodes tetrarca fue enclavado por nosotros en carne... Y no
padeció, como algunos incrédulos pretenden sólo en apariencia.... Yo,
ciertamente sé, y en ello pongo mi fe, que también después de la
resurrección está en carne..." En este contexto, en el capítulo 7,
tiene San Ignacio la afirmación de que la Eucaristía es la carne del
Salvador; casi es imposible enmarcar esta frase en un contexto más
realista y más alejado de toda mera apariencia y de todo simbolismo.
Aún hay más. No contento con afirmar San Ignacio que la Eucaristía es
la carne del Salvador, añade determinaciones concretísimas: "la que
padeció por nuestros pecados, la que por bondad resucitó el Padre".
Recordemos la insistencia del Santo en afirmar líneas más arriba que
el Señor no padeció en apariencia y que resucitó en verdadera carne.
Sólo podría oponerse que la palabra "eucaristía" debe designar
también en San Ignacio "acción de gracias", como en los libros del
Nuevo Testamento y como pide la etimología y el sentido natural del
término en aquella época.
Tan convincente es el contexto y tan clara es la frase que
analizamos, que nos veríamos forzados a decir que San Ignacio
emplearía aquí ya el primero el término eucaristía, en sentido no de
una acción de gracias, sino del alimento convertido en la carne del
Señor, que es el sentido que posteriormente adquirió ese término.
Pero no hace falta tanto. El escritor judío Filón, muerto a mediados
del siglo I, designa con el término "eucaristía" al sacrificio
matutino y vespertino del templo de Jerusalén y a las víctimas
mismas. Hacia el año 140, poco después de San Ignacio, la traducción
griega de Aquila empleaba el mismo término para indicar una clase de
sacrificios del Antiguo Testamento. San Justino escribirá con toda
claridad, hacia el año 150: "Y este alimento entre nosotros se llama
Eucaristía"
El modo de hablar, tan fuertemente realista, de San Ignacio, que ve
en el evangelio la carne de Cristo y en la fe y en la caridad su
carne y su sangre parece ha de explicarse por la verdad que tan hondo
había calado en su espíritu, de la realidad concreta de aquel Jesús
que, siendo Dios, se hizo verdadero hombre con verdadera carne y
verdadera sangre. Recogemos aquí un eco, en la edad subapostólica, de
aquellas palabras nostálgicas y triunfadoras del anciano San
Juan: "Lo que contemplamos y nuestras manos tocaron acerca del Verbo
de la vida" (1 Jn 1,1)


Carta a los Efesios

Procurad, pues, reuniros en mayor número para la Eucaristía de Dios y
para sus alabanzas. Porque cuando os congregáis numerosos vosotros en
un mismo lugar, se quebrantan las fuerzas de Satanás, y su poder
demoledor queda desecho con la concordia de vuestra fe. Nada hay
mejor que la paz, con la cual se reduce a nada toda la guerra que nos
hacen los poderes celestes y terrestres.

.... partiendo un mismo pan, que es medicina de inmortalidad,
antídoto para no morir, sino vivir por siempre en Cristo Jesús.


Carta a los Filadelfios

Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una
sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno solo es el cáliz
para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto
con el presbiterio y con los diáconos consiervos míos; a fin de que
cuanto hagáis, todo lo hagáis según Dios.


Carta a los Romanos

No siento placer por la comida corruptible ni por los deleites de
esta vida. El pan de Dios que quiero, que es la carne de Jesucristo,
el del linaje de David; y por bebida quiero la sangre, de él, el cual
es caridad incorruptible.


Carta a los Esmirneos

De la Eucaristía y de la oración se apartan [los docetas], porque no
confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador
Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que por bondad
resucitó del Padre. Por tanto, los que contradicen al don de Dios
litigando, se van muriendo. Mejor les fuera amar para que también
resucitasen.

Sólo aquella Eucaristía ha de tenerse por válida, que se celebra
bajo el obispo o aquel a quien él se lo encargase... No es lícito sin
el obispo bautizar ni celebrar ágapes.


tejano
 
Bueno, por lo menos ahora "no caen del cielo", la pregunta es "¿caen de España?"
 
"La Verdad, venga de quien venga,
viene del Espíritu Santo"


Más todavía en este caso, que es
LA VERDAD SOBRE LA EUCARISTIA,
QUE ES EL MISMO QUE DIJO:

"YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA"


Juan Manuel
en los

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&
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Jesús presente en la Eucaristía,
ruega por nosotros.
 
Estimado Tejano:

De veras son extraordinarias las cosas que pueden llegar a recibirse por Internet. ¿lo bajó de algún sitio específico? En tal caso me encantaría contar con el URL.

En todo caso, y aunque no sea original suyo, es providencial este aporte ante una discusión que languidece por falta de respuestas.

El texto provee además la oportunidad de explorar con mayor profundidad un aspecto de la teología de Ignacio, obispo y mártir. De modo que vayamos al grano.

Del 1er Tomo de la
Obra "Textos Eucarísticos Primitivos" (BAC, Jesús Solano).
Al final del texto de Solano aparecen las citas de los escritos del santo.

San Ignacio de Antioquía (+ c.110)

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La carta de los fieles de Efeso, en el Asia Menor, hoy Turquía, nos habla de la Eucaristía como centro de las reuniones de los cristianos bajo el obispo y los presbíteros; a mediados del siglo II encontramos bellamente realizada esta práctica en Roma.

(Jetonius) Sin entrar a discutir por el momento si la palabra “eucaristía” poseía ya en Ignacio el sentido específico referido a la santa comunión que es atestiguado en textos posteriores, hay que notar que la fuente primaria para conocer cómo se celebraba en Roma en la segunda mitad del siglo II es la descripción de Hipólito de Roma en su obra La tradición apostólica.

Es muy significativo que en esta obra, que describe las creencias y prácticas de la Iglesia de Roma del siglo II, no se halla la más mínima alusión a una transformación del pan y del vino; por el contrario, se dice expresamente que representan el cuerpo y la sangre de Cristo, como un memorial o anamnesis.

Hipólito (c.170-235) fue el último gran escritor romano en escribir en griego. Muchas de sus obras se han perdido, pero en el tema que nos ocupa revisten interés algunas partes de “La Tradición Apostólica”, obra cuyo contenido es esencialmente litúrgico. Ya que escribió en Roma, resulta de particular interés su referencia eucarística a los “símbolos” que “representan” el cuerpo y la sangre del Señor. Lo que se ofrece con acción de gracias es pan y vino.

Cito de la versión directa (bilingüe) efectuada por el cuerpo de traductores de Editorial Lumen, Buenos Aires 1981; las negritas se han añadido para dar énfasis a algunos pasajes.

La tradición apostólica
4. ...
Mientras él ofrendaba su sufrimiento voluntario a fin de destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para hollar con sus pies el infierno, para conducir a los justos a la luz, para fijar las reglas de la fe y manifestar la resurrección, tomando el pan te agradecía, diciendo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo que he partido por vosotros”; y del mismo modo el cáliz, diciendo: “Esta es mi sangre que se ha vertido por vosotros. Cuando hacéis esto, hacedlo en mi memoria.”
Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos este pan y este cáliz, dándote las gracias por habernos juzgado dignos de estar ante ti y servirte como sacerdotes.
Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa Iglesia. Reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios para estar henchidos del Espíritu Santo, para la afirmación de su fe en la verdad, a fin de que te alabemos y glorifiquemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu gloria y tu honor con el Espíritu Santo en tu santa Iglesia, ahora y por los siglos. Amén.

21.
... Entonces será presentada la oblación al obispo y él dará gracias sobre el pan porque es el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado, porque es la imagen de la sangre que se derramó por todos los que creen en él ...
Todas estas cosas el obispo las explicará a los que reciben la comunión. Cuando parte el pan, al presentar cada trozo, dirá: “El pan del cielo en Cristo Jesús” y el que recibe responderá: “Amén.”
... si es necesario recordar alguna otra cosa, el obispo lo dirá bajo el [sello del] secreto a los que recibieron la Eucaristía. Los infieles no deben tener conocimiento de todo esto. Sólo podrán tenerlo después de recibir la Eucaristía. Esta es la piedra blanca de la que Juan dijo: “Un nombre nuevo está escrito allí, que nadie lo conozca a excepción de aquél que recibirá la piedra” [Apocalipsis 2:7].

41.
El que estuviere en su casa, que ore y alabe a Dios en la hora tercera. El que en ese momento estuviera en otra parte, que eleve una plegaria a Dios en su propio corazón, ya que en esa hora se vio a Cristo atado al madero. También en el Antiguo Testamento, la Ley prescribió ofrecer y presentar el pan de la proposición en la hora tercera, como símbolo del cuerpo y de la sangre de Cristo: la inmolación del irracional cordero es la representación del cordero perfecto. Siendo Cristo el Pastor, es también el maná que descendió del cielo.


(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

Presenta San Ignacio a la Eucaristía como "medicina de inmortalidad". ¿Pensará el Santo aquí no sólo en la preservación de la muerte del alma, sino en la resurrección de la carne como efecto de la Eucaristía? Sería, en tal caso, el primero en presentar una idea que repetirán San Justino, San Ireneo y tantos otros Padres, y que no hace sino recoger la promesa eucarística del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6,54).

(Jetonius) He aquí el texto en cuestión:

Efesios 20:2.

Si os congregáis, repito, para mostrar vuestra obediencia al obispo y al colegio de ancianos con indivisible pensamiento, rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo.

Habría que notar el tono fuertemente especulativo de nuestro autor católico, que pregunta en lugar de afirmar, y luego se lanza a conjeturar libremente. Esto es desde luego comprensible, porque el texto no da tanto de sí. Ignacio habla claramente del pan , sin sugerir en modo alguno su transformación. Y por cierto, no dice que el pan consagrado sea Jesucristo. Por tanto, cabe pensar que, como dirían luego Justino e Hipólito, la clave está en la acción de gracias (Eucaristía) que hacen del pan algo más que pan ordinario y representa nuestra unión con Cristo para vida eterna. Por cierto que es posible que, como sugiere Solano, Ignacio estuviese pensando en Juan 6, ya que la Eucaristía representa sacramentalmente la realidad espiritual enseñada allí por el Señor.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

Insiste en esta unión que han de tener todos los fieles con su obispo y con sus presbíteros y diáconos para celebrar la Eucaristía en la carta a los de Filadelfia, ciudad no muy distante de la actual Esmirna de Turquía. Da como razón que una es la carne de Nuestro Señor Jesucristo, uno el cáliz que nos une con su sangre y uno el altar. Esta razón prueba obviamente que para San Ignacio la Eucaristía era la carne de Jesucristo, y que el beber el cáliz durante la celebración eucarística se unían los cristianos con la sangre del Señor.

(Jetonius) He aquí el texto de Ignacio:

Filadelfos 4:1.
Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía, pues una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos. De esta manera, todo cuanto hiciereis, lo haréis según Dios.

El obvio propósito del texto es subrayar la unidad de la congregación : una sola acción de gracias (= eucaristía) , una sola carne de Jesucristo, un solo cáliz, un solo altar, un solo obispo... Lo justifica porque la carne de Jesucristo es una , lo que nos recuerda las palabras del Apóstol Pablo, “¿Acaso está Cristo dividido?” El cáliz, dice, tiene como propósito que nos unamos con su sangre. ¿Habrá que entenderlo en sentido craso o misterioso? Dado el estilo y el pensamiento de Ignacio, lo último es mucho más probable.
A los mismos filadelfos los saluda “en la sangre de Jesucristo” [en haimati ‘Iêsou Jristou] . En Magnesios 13:2 habla del sometimiento al obispo y los unos a los otros, “al modo que Jesucristo está sometido, según la carne [kata sarka] a su Padre, y los Apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que haya unidad tanto carnal como espiritual”. De igual modo, a los tralianos les recomienda “que uséis sólo del alimento cristiano y os abstengáis de toda hierba ajena, que es la herejía” (Tral. 6:1). Se refiere aquí a la doctrina.
En la misma carta exhorta más adelante: “Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El hablar de "un altar" nos hace pensar en la idea de un sacrificio litúrgico. A los diáconos aquí mencionados llama en otra carta: "ministros que son de los misterios de Jesucristo"
(Tralianos 2,3 que cita 1 Cor 4,1). ¿Aludirá también a su oficio de distribuir la Eucaristía, cosa que aparece evidente en San Justino?

(Jetonius) Con respecto a la última pregunta, la respuesta es probablemente no. A los diáconos tralianos les recuerda Ignacio que “no son ministros de comidas y bebidas, sino servidores de Dios” (Tral. 2:3). Con referencia a lo primero, antes de saltar a conclusiones injustificadas , hay que ver cómo emplea Ignacio el término “altar” [thysiastêrion].

En Efesios 5:2 declara que “Si alguno no está dentro del ámbito del altar, se priva del pan de Dios” (Cristo). En Magnesios 7:2 dice que hay “un solo templo, un solo altar, un solo Jesucristo, del solo Padre”. A los tralianos les enseña que “El que está dentro del altar es puro” (Tral. 7:2), y por el contexto se refiere a la Iglesia en comunión, no a un presunto “sacrificio eucarístico”. Por tanto, la referencia al altar se relaciona primariamente con el núcleo de la nueva comunidad de fe, a la que llama “templo” y “altar”.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

Ruega con otra carta a los fieles de Roma que no intercedan por su libertad, pues no desea sino morir. "Dejadme ser pasto de las fieras, por las cuales se alcanza a mi Dios. Trigo soy del Señor, y en los dientes de las fieras debe ser molido para convertirme en pan
purísimo para Cristo". El pensamiento de que ningún sabor tienen ya para él los manjares terrenos trae a su pluma el recuerdo de aquel pan de Dios que es la carne de Cristo, y de la bebida de su sangre.
¿Se refería el santo a su unión con Jesús en el cielo? Es posible. Pero emplea expresiones que suponen que hay un pan, que es la carne del Señor, y una bebida, que es su sangre.

(Jetonius)

Según el testimonio expreso del obispo de Antioquía, su único deseo –yo diría su obsesión- era padecer el martirio para de ese modo imitar a Jesús y ser digno de él (noción que habrá que ponderar cuidadosamente en otra ocasión; una cosa es estar dispuesto al martirio, y otra anhelarlo fervientemente como el buen Ignacio). Les ruega a los romanos: “No me procuréis otra cosa fuera de permitirme inmolar por Dios, mientras hay todavía un altar preparado...” (2:2). A los tralianos escribió, “Por vosotros se ofrece como víctima mi espíritu” (13:3); y a los efesios, “Víctima vuestra soy y por vosotros me ofrezco en sacrificio, ¡oh efesios!, iglesia celebrada por los siglos” y “Yo soy precio de rescate por vosotros y por los que mandasteis ... a Esmirna”(Efesios 8:1; 21:1).

A los tralianos exhortaba Ignacio:

Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).

En cuanto al texto en cuestión, es el siguiente:

Romanos 7: 2-3.

... Mi amor está crucificado y no queda ya en mí fuego que busque alimentarse de materia; sí, en cambio, un agua viva que murmura dentro de mí y desde lo íntimo me está diciendo: «Ven al Padre».
No siento placer por la comida corruptible ni me atraen los deleites de esta vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, del linaje de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.

El autor Solano admite la posibilidad de que Ignacio se refiriese a su anhelo de unirse con Jesús en el cielo, mas objeta, sin citar precisamente el texto: “Pero emplea expresiones que suponen que hay un pan, que es la carne del Señor, y una bebida, que es su sangre”.

Ahora bien, como vimos antes, Ignacio llama “la carne del Señor” a la fe, y a la caridad, “la sangre del Señor” (Tral. 8:1). La expresión “pan de Dios” [arton theon] se refiere sin duda a Jesucristo, y sugiere que está pensando en Juan 6:33 antes que en la celebración eucarística. Esto queda corroborado por el hecho de que “la bebida, que es su sangre” es expresamente llamada “amor incorruptible”. De todo el pasaje debiera resultar evidente que Ignacio no tiene aquí la mente en la celebración de la cena del Señor, sino en la más plena comunión con Cristo, con su carne y con su sangre, a través de su propio martirio a imagen de la pasión del Señor.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El testimonio más expreso de la realidad eucarística nos lo ofrece la carta a los cristianos de la entonces, y también hoy, populosa ciudad del Asia Menor Esmirna, junto al mar Egeo. Pone en guardia a los fieles contra el docetismo, error que nos es conocido por diversas
fuentes de estos primeros siglos, y del que parecen encontrarse trazos marcados en alguna alusión de las cartas del mismo apóstol San Juan. Según los gnósticos docetas, Jesús no había tenido cuerpo verdadero, sino solo aparente; por este error, dice San Ignacio, no
querían tomar parte en las reuniones cristianas, en las que a la oración acompañaba la celebración de la Eucaristía; así morían espiritualmente por resistirse a recibir el don de Dios.Por de pronto aparecen los docetas separándose del pueblo cristiano, el cual frecuentaba la Eucaristía en la persuasión de que aquella era la verdadera carne del Señor. Tal era, pues, la fe en la Iglesia, según San Ignacio.

(Jetonius)

Precisamente este contexto antidocético es el que deberá tenerse muy en cuenta para entender rectamente este texto de Ignacio. En sus cartas el mártir insiste una y otra vez en la realidad humana y corporal de Jesucristo:

Efesios 7:2
Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y luego impasible.

También insiste en que los cristianos han de estar unidos a Jesucristo, como diríamos hoy, “en cuerpo y alma”; pero su expresión es “carnal y espiritualmente” (sarkikôs kai pneumatikôs):

...que en toda castidad y templanza permanezcáis en Jesucristo corporal [carnalmente = sarkikôs] y espiritualmente. (Efesios 10:3)

...en estas cadenas ... voy entonando un himno a las Iglesias, en las que hago votos por la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo [sarkos kai pneumatos ‘Iêsou Jristou], vida nuestra que es para siempre; unión, otrosí, en la fe y la caridad, a la que nada puede preferirse y, lo que es más principal, con Jesús y con el Padre. (Magnesios 1:2)

Someteos a vuestro obispo, y también los unos a los otros, al modo que Jesucristo está sometido, según la carne [kata sarka], a su Padre, y los Apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que haya unidad tanto corporal [ “carnal” = sarkikê] como espiritual (Magnesios 13:2).

Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues muy bien me di cuenta de cuán aprecibidos estáis con fe inconmovible, bien así como s estuviérais clavados, en carne y en espíritu [sarki te kai pneumati] sobre la cruz de Cristo, y qué afianzados en la caridad por la sangre del mismo Cristo (Esmirn. 1:1)

De igual modo, en su saludo a los tralianos declara “que goza de paz en la carne y en el espíritu [en sarki kai pneumati] por la pasión de Jesucristo”. Y de los cristianos fieles dice: “¡Que a ellos los honre el Señor Jesucristo, en quien esperan con cuerpo [carne = sarki], alma, espíritu, fe, caridad, concordia!”

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

La frase del santo es bien categórica: "La Eucaristía es la carne de nuestro Señor Jesucristo". Ofrece, sin embargo, un reparo serio el hecho de que San Ignacio llama “carne de Jesucristo” a cosas que ciertamente no lo eran en sentido propio. En la carta a los
filadelfios dice: "Adhiriéndome al Evangelio como a la carne de Jesucristo" [V,1]. A los de Trales escribe: "Vosotros, revistiéndoos de mansedumbre, regeneraos por la fe, que es la sangre del Señor, y por la caridad, que es la sangre de Jesucristo". Recojamos, para ser
completos, un texto de la carta a los filadelfios, del que, sin embargo, caben varias lecturas: "a la que [a la Iglesia] saludo yo en la sangre de Jesucristo, la cual es mi gozo eterno e imperturbable". Pero más razonable y más fiel al texto original es referir "la cual" a Iglesia, no a sangre.

(Jetonius) Depende de lo que se entienda por razonable; a mí me parece más razonable pensar que la sangre de Cristo, y no una congregación local, son lo que Ignacio llama “gozo eterno e imperturbable”.

La cita de la carta a los tralianos está mal. Debe decir: “Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).

Faltaría mencionar “para ser completos” como dice Solano, otros textos como el de la carta de Ignacio a los de Éfeso, donde dice que “han recobrado la vida por la sangre de Dios” (1:2); a los de Esmirna, cuando escribe que están “afianzados en el amor por la sangre del mismo Cristo” (1:1); cuando llama “amor incorruptible” a la sangre de Cristo (Rom 7:3).

Asimismo, es notable que Solano omita de su lista “completa” los siguientes textos:

...en estas cadenas ... voy entonando un himno a las Iglesias, en las que hago votos por la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo [sarkos kai pneumatos ‘Iêsou Jristou], vida nuestra que es para siempre; unión, otrosí, en la fe y la caridad, a la que nada puede preferirse y, lo que es más principal, con Jesús y con el Padre. (Magnesios 1:2)

Saludo a vuestro obispo, digno de Dios; al divino colegio de ancianos, y a los diáconos, consiervos míos, y a todos los del pueblo en general, en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre [kai tê sarki autou kai tô haimati], en su pasión y resurrección corporal [carnal = anastasei sarkikê] a par que espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros... (Esmirn. 12:2).

Si alguno se siente capaz de permanecer en castidad para honrar la carne del Señor [tês sarkos tou kyriou], que permanezca sin engreimiento (Policarpo 5:2).

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

De que un autor use a veces una palabra en sentido simbólico no se sigue que siempre la haya de usar en ese sentido. No menos de treinta y siete veces emplea San Ignacio la palabra "carne" y "sangre".

(Jetonius) Sí, yo cuento 39 ocasiones de las palabras “carne”, “carnal”, “carnalmente” y “sangre”. Para los interesados aquí va una lista:

Efesios 1:2 (la sangre de Dios)
Efesios 7:2 (carnal, carne)
Efesios 8:2 (según la carne)
Efesios 10:3 (carnalmente)
Efesios 16:2 (según la carne)
Efesios 20:2 (según la carne)

Magnesios 1:2 (la carne y el espíritu de Jesucristo)
Magnesios 3:2 (carne)
Magnesios 6:2 (según la carne)
Magnesios 13: 1 (en la carne y en el espíritu)
Magnesios 13:2 (según la carne; carnal y espiritual)

Tralianos Saludo (en la carne y en el espíritu)
Tralianos 8:1 (la fe, carne del Señor; la caridad, su sangre)

Romanos Saludo (carnal y espiritualmente)
Romanos 2:1 (amor a mi carne)
Romanos 7:3 (el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo; su sangre... amor incorruptible)
Romanos 8:3 (según la carne)
Romanos 9:3 (carnalmente)

Filadelfos Saludo (mi saludo en la sangre de Jesucristo)
Filadelfos 4:1 (eucaristía, una sola carne, un solo cáliz para unirnos con su sangre)
Filadelfos 5:1 (refugiado en el Evangelio como en la carne de Jesús)
Filadelfos 7:1 (engañarme según la carne)
Filadelfos 11:2 (...esperan con carne, alma, espíritu, fe, caridad, concordia)

Esmirniotas 1:1 (en carne y espíritu; del linaje de Dios según la carne)
Esmirniotas 3:1,3 (en su carne ... era hombre de carne)
Esmirniotas 5:1 (confesar que lleva una carne)
Esmirniotas 6:1 (si no creen en la sangre de Cristo)
Esmirniotas 7:1 (la eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo)
Esmirniotas 12:2 (en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre)

Policarpo 1:2 (diligencia de carne y espíritu)
Policarpo 2:2 (eres carnal a par que espiritual)
Policarpo 5:1 (que se contenten con sus maridos en la carne y en el espíritu)
Policarpo 5:2 (castidad ... para honrar la carne del Señor)

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El último pasaje citado de la carta a los filadelfios en realidad no tiene sentido simbólico alguno, aun admitiendo la lectura menos probable que hace concordar "la cual" con "sangre". Se trataría simplemente de una metáfora como las que a cada paso usamos en la conversación. "La sangre de Cristo" es mi gozo; nadie piensa, al oír
esta frase, en identificar la sangre del Señor con el gozo subjetivo mío, sino todos entienden que la sangre –real, no simbólica- es causa u objeto de mi gozo.

(Jetonius) Me cuesta seguir la idea del autor. Dice que no tiene nada de simbólico, pero a continuación explica que se trata de una metáfora, es decir, una figura del lenguaje. A menos que consideremos que Ignacio de veras se gozaba en los glóbulos y el plasma de nuestro Señor, deberemos entender que se refiere, naturalmente y por metonimia, a la expiación obrada por el derramamiento de la sangre de Cristo, es decir, por su muerte sacrificial.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

La primera cita de la carta a los filadelfios no identifica simplemente el evangelio y la carne del Señor, pues san Ignacio dice adherirse al evangelio COMO a la carne de Jesús. Acerca del único texto restante (Tralianos c8) no faltan autores en nuestros días que,
con razón, creen referirse en él San Ignacio precisamente a la Eucaristía, fundamentándose en la relación que existe, según el santo, entre la Eucaristía y la caridad. Y todavía hay otras
explicaciones. Pero admitamos la dificultad en toda su fuerza.

(Jetonius) Me parece muy honesto que el autor admita “la dificultad en toda su fuerza”. Si el texto de Tralianos 8:1 se refiere a la eucaristía, por cierto sería una comprensión plenamente espiritual de ella. Es cierto que la cita de Filadelfos 5:1 es una doble comparación:

Sin embargo, vuestra oración me hará perfecto ante Dios, para que alcance la herencia que misericordiosamente me cupo en suerte, después de haberme refugiado [prosfygôn en el evangelio como en la carne de Cristo [ôs sarki ‘Iêsou] y en los Apóstoles como en el senado [presbyteriô] de la iglesia.

Cabe señalar que aunque Solano entiende la acción como adhesión (“adhiriéndome”), del verbo griego prosfyô, tanto Ruiz Bueno como la serie Ante-Nicene Fathers (1: 82) entiende que proviene de prosfeugô, refugiarse. Ahora hay que preguntarse qué quiere decir Ignacio con “refugiarse en el Evangelio” y “refugiarse en la carne de Cristo”. A mi entender, se refiere a buscar consolación en la Buena Nueva de salvación, y en la verdad de la plena humanidad perfecta de nuestro Señor, respectivamente.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El contexto deberá decidir. En los casos aducidos, el contexto mismo indica que "carne" no puede tener sentido real, pues se la identifica con cosas inmateriales que evidentemente no pueden ser la sangre del Señor en sentido real: "el evangelio" es la doctrina que predicaron
los apóstoles, "la fe" y la "caridad" son actos espirituales del creyente.

(Jetonius) El hecho de que en muy diversos textos las palabras ‘carne’ y sangre’ se empleen figuradamente no excluye obviamente su empleo en sentido, real, como lo muestra el hecho de que en diversas ocasiones Ignacio emplea ‘carne’ y vocablos derivados para referirse a lo humano, corporal o material. Pero obviamente, tal admisión tampoco demuestra en qué sentido lo usa en un caso en particular.
De todos modos, cabe subrayar que Ignacio emplea las expresiones carne y sangre en sentido no craso y referidas a Jesucristo o a Dios en numerosas oportunidades: Efesios 1:2; Tralianos 8:1; Filadelfos 1:2; 5:1; Esmirniotas 1:1, 12:2; Romanos 7:3; Magnesios 1:2; Policarpo 5:2.
En ninguno de estos casos hay una referencia inequívoca a la carne o la sangre del Señor entendida en sentido literal. Las que existen en ese sentido son aquellas encaminadas a subrayar la realidad de la naturaleza humana de Jesús.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El caso del texto eucarístico que estudiamos (Esmirneos c7) es enteramente diferente. Sabemos por otras fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne del Señor. Luego, cuando San Ignacio rechaza su doctrina, no va a entender "carne" en sentido
simbólico, ya que en tal sentido no la negaban los docetas. Además, desde el principio hasta el capítulo 7 inclusive, insiste San Ignacio con fuerza insuperable en la realidad de la carne del Señor, con expresiones como ésta: "plenamente poseídos de que el Señor nuestro
en verdad es de la familia de David según la carne.... [Rom 1,3] y que fue engendrado de verdad de una Virgen... y de verdad bajo Poncio Pilato y Herodes tetrarca fue enclavado por nosotros en carne... Y no padeció, como algunos incrédulos pretenden sólo en apariencia.... Yo, ciertamente sé, y en ello pongo mi fe, que también después de la
resurrección está en carne..." En este contexto, en el capítulo 7, tiene San Ignacio la afirmación de que la Eucaristía es la carne del Salvador; casi es imposible enmarcar esta frase en un contexto más realista y más alejado de toda mera apariencia y de todo simbolismo.

(Jetonius) Es cierto que en varias de sus cartas, y señaladamente a los esmirniotas, Ignacio subraya, contra los docetas, la realidad y la verdad de la encarnación, la muerte y la resurrección del Señor.

Y es que os vi llenos de certidumbre en lo tocante a nuestro Señor, el cual es, con toda verdad, del linaje de Dios según la carne..."”(1:1)

Yo, por mi parte, sé muy bien sabido, y en ello pongo mi fe, que, después de su resurrección, permaneció el Señor en su carne ... Es más, después de su resurrección, comió y bebió con ellos, como hombre de carne que era, si bien espiritualmente estaba hecho una cosa con el Padre (Esm 3:1,3).

Porque ¿de qué me aprovecha que alguien me alabe a mí, si maldice de mi Señor al no confesar que lleva una carne? (Esm 5:1)

Que nadie se lleve a engaño: aun las potestades celestes y la gloria de los ángeles y los príncipes, visibles o invisibles, si no creen en la sangre de Cristo están también sujetos a juicio (Esm. 6:1).

De aquí también la detallada despedida “en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre, en su pasión y resurrección corporal a par que espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros... (Esm. 12:2).

El autor afirma: “El caso del texto eucarístico que estudiamos (Esmirneos c7) es enteramente diferente. Sabemos por otras fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne del Señor. Luego, cuando San Ignacio rechaza su doctrina, no va a entender "carne" en sentido simbólico, ya que en tal sentido no la negaban los docetas.

El primer punto a considerar es que justamente habría que determinar si de veras se trata de un “texto eucarístico” (en el sentido técnico de referirse a la cena del Señor), cuestión sobre la cual el propio autor confiesa sus dudas más abajo.

El segundo aspecto es la cuestión de que bien puede estar pensando Ignacio en la carne de Jesús como la realidad, tal como lo ha enseñado en la misma y en otras cartas, y en la eucaristía como el símbolo patente de dicha realidad. Esta lectura no es por cierto incompatible con el resto de las expresiones corrientes en Ignacio

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

Aún hay más. No contento con afirmar San Ignacio que la Eucaristía es la carne del Salvador, añade determinaciones concretísimas: "la que padeció por nuestros pecados, la que por bondad resucitó el Padre". Recordemos la insistencia del Santo en afirmar líneas más arriba que el Señor no padeció en apariencia y que resucitó en verdadera carne.
Sólo podría oponerse que la palabra "eucaristía" debe designar también en San Ignacio "acción de gracias", como en los libros del Nuevo Testamento y como pide la etimología y el sentido natural del término en aquella época .

(Jetonius) Aquí no puedo menos que notar como Solano, honestamente, reconoce algunas importantes objeciones a su propio argumento:

1. La palabra “eucaristía” significa etimológicamente “acción de gracias”.

2. Se empleaba con dicho sentido en el Nuevo Testamento (Hechos 24:3; 1 Corintios 14:16; 2 Corintios 4:15; 9:11,12; Efesios 5:4; Filipenses 4:6; Colosenses 2:7; 4:2; 1 Tesalonicenses 3:9; 1 Timoteo 2:1; 4:3,4; Apocalipsis 4:9; 7:12). Lo mismo puede decirse del verbo respectivo. eujaristeô que se emplea 38 veces en el Nuevo Testamento.

3. Aparece en igual sentido en otros documentos contemporáneos. Por ejemplo, el sustantivo y el verbo se emplean –tanto en el contexto de la cena del Señor como fuera de ella- en la Didajê (9:1-3; 10:1,2,4, 7; 14:1).


(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

Tan convincente es el contexto y tan clara es la frase que analizamos, que nos veríamos forzados a decir que San Ignacio emplearía aquí ya el primero el término eucaristía, en sentido no de una acción de gracias, sino del alimento convertido en la carne del Señor, que es el sentido que posteriormente adquirió ese término. Pero no hace falta tanto.

(Jetonius) Nótese el uso de tiempo potencial. El autor probablemente percibe que es un anacronismo adjudicarle la idea de una transformación del pan en la carne de Cristo a Ignacio. Por eso también dice que “No hace falta tanto”. La simple verdad es que no es posible llegar tan lejos. No sobre la base de todo lo que Ignacio tiene para decir al respecto.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El escritor judío Filón, muerto a mediados del siglo I, designa con el término "eucaristía" al sacrificio matutino y vespertino del templo de Jerusalén y a las víctimas mismas. Hacia el año 140, poco después de San Ignacio, la traducción griega de Aquila empleaba el mismo término para indicar una clase de sacrificios del Antiguo Testamento. San Justino escribirá con toda claridad, hacia el año 150: "Y este alimento entre nosotros se llama Eucaristía"

(Jetonius) De Justino ya nos hemos ocupado. En cuanto a Filón, en efecto en su tratado Sobre las leyes especiales (De Specialibus Legibus 1:171) dice:

“Más aún, el más fragante de todos los inciensos se ofrecía dos veces al día en el fuego, siendo quemado dentro del velo, tanto cuando sale como cuando se pone el sol, antes del sacrificio de la mañana y después del sacrificio de la tarde, de modo que los sacrificios de sangre demuestran nuestra gratitud por nosotros mismos como seres compuestos por sangre, pero las ofrendas de incienso muestran nuestra gratitud por la parte dominante en nosotros, nuestro espíritu racional, el cual fue formado según el modelo arquetípico de la imagen divina.”

Cabe subrayar que Filón da interpretaciones fuertemente alegóricas de todo el sistema sacrificial, en conformidad con sus ideas platónicas.

(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)

El modo de hablar, tan fuertemente realista, de San Ignacio, que ve en el evangelio la carne de Cristo y en la fe y en la caridad su carne y su sangre parece ha de explicarse por la verdad que tan hondo había calado en su espíritu, de la realidad concreta de aquel Jesús
que, siendo Dios, se hizo verdadero hombre con verdadera carne y verdadera sangre.
Recogemos aquí un eco, en la edad subapostólica, de aquellas palabras nostálgicas y triunfadoras del anciano San Juan: "Lo que contemplamos y nuestras manos tocaron acerca del Verbo de la vida" (1 Jn 1,1)


(Jetonius) Bien, aquí tocamos terreno firme, en el cual se puede hacer pie en una coincidencia. Aunque haya requerido un largo rodeo y una serie de consideraciones particulares, concuerdo en que el modo de hablar de Ignacio, realista hasta la crudeza, se encamina a reconocer tanto los aspectos espirituales como los materiales de la obra de Cristo, y en consecuencia de nuestra redención. De allí a querer forzar sus vehementes palabras para transformarlo en testigo de una doctrina que se desarrolló siglos después de su muerte, hay una intransitable distancia.

Bendiciones en Cristo,
Jetonius
<{{{><
 
Excelente aporte hermano Jetonius, permítame citarlo:

El hermano Jetonius dice:


..De allí a querer forzar sus vehementes palabras para transformarlo en testigo de una doctrina que se desarrolló SIGLOS DESPUÉS de su muerte, hay una intransitable distancia.


Y a propósito, de querer mostrar enseñanzas antiguas como fundamento válido de la especulación filosófica mas joven, preguntar nuevamente al que pueda responder:


¿Cuándo y quién inventó la doctrina de la TRANSUBSTANCIACIÓN, a la cual se refiere explícitamente el amoroso y cristiano concilio de Trento que se cita más abajo?

CONCILIO DE TRENTO

Sesión 7:

III - SOBRE LA EUCARISTÍA

(canon 24):
"Si alguien dijere que en el sacramento de la eucaristía permanece la sustancia de pan y vino junto con el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y negare la conversión de toda la sustancia del pan en cuerpo y toda la sustancia del vino en sangre, que la iglesia católica llama transubstanciación: SEA MALDITO"

(canon 1):
"Si alguien negare que en el sacramento de la eucaristía se contiene verdaderamente, realmente y sustancialmente el cuerpo y la sangre de Jesucristo: SEA MALDITO"


Sesión 21:

(canon 1):
Sobre la comunión bajo las dos especies

"Si alguien dijere que es precepto divino o necesario para la salvación recibir el sacramento de la eucaristía bajo las dos especies (pan y vino): SEA MALDITO


Sesión 22:

(canon 1).
Sobre la misa como sacrificio

"Si alguien dijere que en la misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio: SEA MALDITO "

(canon 3).
" La misa es un sacrificio propiciatorio por los pecados "

(canon 2).
" Si alguien dijese que Cristo no instituyó a los apóstoles sacerdotes y que ellos mismos ordenaron a otros sacerdotes para ofrecer su cuerpo y su sangre: SEA MALDITO"
----------------------------


¿Será esto de la transubstanciación de antes del siglo X, es decir, antes de que la teología escolástica aristotélica entrara a roma y se anidara en ella hasta nuestros días?

En Cristo
Rogelio
 
Estimado Tejano


¿Usted de verdad cree que con las enseñanzas de los hombres antiguos se puede justificar y fundamentar la especulación filosófica que ha animado a Roma en estos últimos nueve siglos?

En Cristo
Rogelio
 
<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por tejano:
Hermano Jetonius y otros: Siguen algunos aportes al respecto.

tejano
[/quote]

Estimado Tejano:

Aunque ya había hecho algunas observaciones sobre Justino, y citado los textos pertinentes, ante este capítulo que ha obtenido de Internet (recuerde proveerme el URL del sitio donde se halla el texto completo) he debido ampliar mis comentarios.

Me interesa saber qué dice el autor que cita acerca de la enseñanza de la Didajê o "Doctrina de los doce Apóstoles" y acerca de Hipólito de Roma, otros dos testigos primitivos.

Mucho más me interesa, sin embargo, su propia opinión sobre los textos pertinentes y lo que de ellos se puede aprender.
Comentar los capítulos que transcribió me ha llevado algún tiempo, y quisiera que el esfuerzo fructificase para la gloria de Dios.

Que Él le bendiga ricamente,

Jetonius

<{{{><

Sola Gratia
Sola Fide
Solus Christus
Sola Scriptura
Soli Deo Gloria!


De un capítulo del Tomo I de la obra "Textos Eucarísticos Primitivos" de Jesús Solano publicada en la BAC.
(Solano)

SAN JUSTINO († c.165)

...snip...

La `Apología primera´, dedicada al emperador Antonio Pío, al Senado y al pueblo romano fue escrita en Roma hacia el año 153. ...

El alimento de pan y vino aguado "se llama Eucaristía" dice con toda
sencillez San Justino, testigo irrecusable de una evolución semántica decisiva. Este alimento no es uno de tantos, sino que realmente es "carne y sangre de aquel Jesús hecho carne". Tan realmente es la Eucaristía la carne de Jesucristo como es real la carne que el Señor tomó en su encarnación y como es real la carne de nosotros que se alimenta de la Eucaristía. Nótese lo cómodo que hubiera sido para San Justino dar un sentido simbólico a la Eucaristía, con lo cual hubiera desvanecido las calumnias que tan perfectamente sabía él que se hallaban esparcidas entre los paganos. Sin embargo, dirigiéndose al emperador y al Senado y al mundo gentil profesa con absoluta claridad el realismo de la carne y sangre de Jesucristo que son alimento de los cristianos.

(Jetonius)
Suele despertar mis sospechas cuando, tratándose de un tema debatido, el autor comenta la fuente sin citarla textualmente. Por tanto, y para entendernos, he aquí las palabras de Justino:

Apología I
65. (2) Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz.
(3) Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
(4) “Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”
(5) Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.

Como puede verse, Justino se refiere sencillamente al pan y al vino, consagrado con la larga acción de gracias o eucaristía, tanto que ya en esta época la celebración adopta este nombre. Lo mismo reitera más adelante:

Apología I

67. (3) El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
(4) Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
(5) Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias y todo el pueblo exclama diciendo “amén”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes.

(Solano)
Para explicar la posibilidad de la fe de los cristianos en que la Eucaristía no era un alimento ordinario, sino la carne de Cristo, acude San Justino a la fuerza omnipotente del Verbo. Este término "Verbo" (logos) reviste muy diversos matices bajo la pluma del santo Apologeta. Al Verbo, fuerza divina, atribuye San Jerónimo la obra de la encarnación, como se lo atribuirán otros escritores de los primeros siglos. Y al verbo o palabra de oración (las palabras de la consagración eucarística), que tiene su origen en Cristo y trae su fuerza de Cristo, atribuye San Justino el que la Eucaristía sea la carne y la sangre del mismo Salvador.
Respecto a la conversión eucarística, San Justino con toda claridad excluye, por de pronto, la permanencia del pan junto con la carne del Señor. El paralelismo de ideas y de frases le llevaba a decir que así como Jesucristo tuvo carne y sangre, así el alimento eucarístico ES
la carne y la sangre de Jesús. Esta expresión no sólo excluye la permanencia del pan, sino que en su sentido obvio indica el cambio, la conversión del pan en la carne del Señor; ya no es pan sino que ha cambiado en la carne de Jesús. Lo confirma el empleo que inventa San Justino para la palabra "dar gracias" (euvcaristein): hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa en forma pasiva: "alimento eucaristizado", que al pie de la letra traduciríamos: alimento hecho acción de gracias, hecho eucaristía. Esta pasiva tan dura inventada por San Justino, unida al cambio de construcción que acabamos de señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento ordinario, en virtud del cual cambio el pan es ahora carne de Cristo.

(Jetonius) De nuevo, llama la atención la falta de cita textual de las palabras de Justino. Son estas:

Apología I

66. (1) Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
(2) Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por virtud de la oración al Verbo que Dios procede, el alimento sobre que fue dicha la acción de gracias –alimento del que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado.
(3) Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así les fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: Esta es mi sangre, y que sólo a ellos les dio parte.

(Jetonius) De un examen minucioso del texto, no se desprende en modo alguno que , como quiere Solano, “San Justino con toda claridad excluye, por de pronto, la permanencia del pan junto con la carne del Señor.” Muy por el contrario. El no dice que luego de la acción de gracias el pan ya no sea pan, ni el vino sea vino. Lo que dice es que no lo consideramos pan y bebida ordinarios (ou gar ôs koinon arton oude koinon poma tauta lambanomen). Es decir que, además de ser pan y vino, devienen algo más. Justino traza a continuación un paralelo entre la función nutritiva para el cuerpo (“nuestra carne y sangre”) que tienen el pan y el vino, y la divina nutrición operada por la carne y la sangre de Cristo. Sobre esto se basa sencillamente y por e, sin intentar dar mayores explicaciones, en las palabras de los Evangelios o memorias, y todos los cristianos podemos simplemente decir ¡Amén!

En efecto, de lo primero, “alimento”, dice, “de que, por transformación , se nutren nuestra sangre y nuestras carnes” (ex ês haima kai sarkes kata metabolên trefontai êmôn); de lo segundo, que este mismo alimento sobre el cual se pronunció la acción de gracias “es la carne y la sangre de aquel mismo Jesús encarnado”.


(Solano)
Otra idea de gran trascendencia aparece en estos capítulos. Existe todavía un paralelismo más. Jesucristo, nuestro Salvador, tomó carne y sangre "para nuestra salvación"; de la Eucaristía, carne y sangre de Cristo, se alimenta nuestra carne y sangre "con arreglo a nuestra transformación". Se refiere aquí San Justino a que la Eucaristía transforma nuestros cuerpos, haciéndolos inmortales, en cuanto que la Eucaristía les hará resucitar en el último día; pensamiento al que nos hemos referido hablando de San Ignacio y que volverá a aparecer con fuerza inimitable en San Ireneo, para irse repitiendo a lo largo de la tradición patrística. Ni falta en esta primera descripción de la Eucaristía la unión entre los divinos misterios y el ejercicio de la caridad desinteresada a favor de los hermanos necesitados.

(Jetonius) Aquí el autor yerra por completo el sentido del texto, atribuyéndole lo que no está ahí. Como dije antes: La idea aquí es que del mismo modo en que, por el metabolismo (“transformación”), es decir, el proceso fisiológico de digestión, absorción e incorporación de sustancias, el pan y el vino son una fuente de nutrición física, al ser santificados estos elementos por la oración y acción de gracias poseen un efecto análogo en el ámbito espiritual. Justino dice que nutren nuestros cuerpos, y por tanto conservan sus propiedades químicas; pero afirma que en virtud de su consagración, el pan y el vino se tornan en más que pan y vino ordinarios.
Si la interpretación ofrecida por Solano fuese cierta, de ella se desprendería que los efectos de la participación en la Eucaristía serían primariamente físicos, afectando nuestra sangre y nuestras carnes.

Este punto de vista de la Eucaristía expresado por Justino, llamado metabólico, parece haber sido el más común al principio. El traductor y editor de la Apología en la serie Ante-Nicene Fathers cita al papa Gelasio I, de fines del siglo V: “Por los sacramentos somos hechos participantes de la naturaleza divina, y aún así la sustancia y naturaleza del pan y del vino no cesan de estar en ellos...” No es sorprendente que esta afirmación de Gelasio no halla sido incluida en el Denzinger... Tampoco aparece su decreto (contra los maniqueos) ratificando la recepción de la Eucaristía bajo las dos especies [mencionado en The Catholic Encyclopedia, s.v. Gelasius I, pope]. En cambio sí aparecen otros documentos suyos.

(Solano)

El `Diálogo con el judío Trifón´, algo posterior a la `Apología primera´, contiene en forma literaria un diálogo sostenido por San Justino con un judío culto de su época, tal vez el rabino Tarfón, que vivió en tiempo del levantamiento de Bar-Kochba (132-135). La primera parte refuta los prejuicios judíos sobre la ley mosaica, la cual está ya abrogada por la ley de Cristo, el Mesías prometido. La segunda parte habla de Jesucristo, Dios-Hombre y Redentor. La tercera muestra en la Iglesia al verdadero Israel de las promesas divinas.

El c. 41 pertenece a la primera parte, y en él se contiene la expresión más clara de San Justino acerca de la Eucaristía como sacrificio, pues no sólo dice que estaba figurada en la oblación por la lepra, sino que decididamente aplica la profecía de Malaquías sobre la abrogación de los demás sacrificios y la venida de un sacrificio puro a la Eucaristía, a la cual designa con el mismo nombre técnico se sacrificio, con que había designado los antiguos sacrificios judíos.

(Jetonius) De nuevo, vayamos a los textos originales, antes de considerar la explicación ofrecida:

Diálogo con Trifón

41. (1) La ofrenda de la flor de harina, señores –proseguí- que se mandaba a hacer por los que se purificaban de la lepra, era figura del pan de la Eucaristía que nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión que él padeció por todos los hombres que purifican sus almas de toda maldad, a fin de que juntamente demos gracias a Dios por haber creado el mundo y cuanto en él hay por amor del hombre, por habernos a nosotros librado de la maldad en que nacimos y haber destruido con destrucción completa a los principados y potestades de aquel que, según su designio, nació pasible.
(2) De ahí que sobre los sacrificios que vosotros entonces ofrecíais, dice Dios, por boca de Malaquías, uno de los doce profetas: No está mi complacencia en vosotros –dice el Señor- , y vuestros sacrificios no los quiero recibir de vuestras manos. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y sacrificio puro. Porque grande es mi nombre en las naciones –dice el Señor-, y vosotros lo profanáis [Malaquías 1:10-12].
(3) Ya entonces, anticipadamente, habla de los sacrificios que nosotros, las naciones, le ofrecemos en todo lugar, es decir, del pan de la Eucaristía y lo mismo del cáliz de la Eucaristía, a par que dice que nosotros glorificamos su nombre y vosotros lo profanáis.

Notemos en primer lugar que es cierto que Justino traza un paralelo entre los sacrificios del Antiguo Testamento y los del Nuevo, asunto sobre el cual Justino tendrá más para decirnos más adelante. Ahora fijémonos en sus palabras precisas : “era figura del pan de la Eucaristía que nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión que él padeció por todos los hombres que purifican sus almas de toda maldad.” (typos ên tou artou tou artou tês eujaristias, hon eis anamnêsin tou pathous, ou epathen hyper tôn kathairomenôn tas psyjas apo pasês ponêrias anthrôpôn, ‘Iêsous Jristos ho kyrios êmôn paredôke poiein). Nuevamente, el pan es pan, y es un memorial o anamnesis y, a diferencia de la interpretación “carnal” que ofrece Solano, nos habla Justino de la purificación de las almas.

(Solano)

El c.70, en la segunda parte, aplica a la Eucaristía un texto del profeta Isaías, y es lo más probable ver en la expresión ajvrton poiein (hacer el pan) con su contexto, teniendo en cuenta los otros capítulos citados del mismo Diálogo, un equivalente de "ofrecer en sacrificio el pan". No solamente esta expresión tiene ese sentido en otros Padres sino que en ese sentido la habían empleado el propio San Justino unos capítulos antes hablando también de la Eucaristía, a saber, en el comienzo del c.41, cuyo sentido sacrifical acabamos de declarar.

(Jetonius) He aquí, como ya es costumbre, para no hablar en el aire, el texto correspondiente:

Diálogo con Trifón

70. 4. Ahora bien, es evidente que también habla en esta profecía [Isaías 33:13-19] acerca del pan que nuestro Cristo nos mandó celebrar en memoria de haberse hecho él hombre por amor de los que creen en él –por los que también se hizo pasible- , y del cáliz que en recuerdo de su sangre nos mandó igualmente consagrar con acción de gracias. (negritas añadidas).

Justino habla literalmente (a diferencia de la traducción de Ruiz Bueno y en concordancia con Solano) del “pan” que Cristo nos mandó “hacer”. Que esta expresión tenga sentido sacrificial en Justino es dudoso, ya que como mostré el capítulo 41 al que apela Solano por cierto no respalda tal interpretación. Y, desde luego, tampoco el presente texto. Tanto del pan primero, como del vino a continuación, dice con todas las letras Justino que son memoriales. No hay forma de transformarlos en un sacrificio de la carne y la sangre de Cristo.

(Solano)

En los c.116 y 117 insiste en la Eucaristía como el verdadero sacrificio profetizado por Malaquías, que ofrecen a Dios los cristianos, "la verdadera raza sacerdotal de Dios", gracias a nuestro "sacerdote" Jesucristo. En este contexto afirma que "también los cristianos han recibido por tradición el hacer solamente estos sacrificios [oraciones y acciones de gracias]" (c.117). No se sigue de estas palabras necesariamente que niegue la realidad sacrifical del pan y vino eucarísticos como materia del sacrificio; puede únicamente querer hacer resaltar el carácter espiritual del sacrificio cristiano, en contraposición a la materialización de los sacrificios que habían tenido lugar entre el pueblo judío, y de la que el mismo Yahveh se había quejado con expresiones tan absolutas que parecían querer decir que Dios quería sólo la limpieza de vida y no aquellos sacrificios de animales, los cuales, sin embargo, continuaba Él exigiendo de su pueblo (véase, p.e, Amos 5,21-24; Os 6,6; Mic 6,7s; Jer 7,21ss; Is 1,11-17).

Pero lo que prueba que de hecho San Justino no limitó la materia del sacrificio a algo puramente espiritual como serían las oraciones y acciones de gracias, es la reflexión siguiente. El pan y el vino hecho cuerpo y sangre de Cristo no sólo eran para San Justino por excelencia "eucaristía", es decir, acción de gracias, sino que ahí mismo hemos advertido como él fue el inventor de una forma pasiva, gramaticalmente durísima, para hablar de ese alimento como de algo "eucaristizado", "hecho acción de gracias". Ante tales datos, no sólo hemos de decir que San Justino no disocia de la materia el sacrificio acepto a Dios el pan y el vino consagrados, sino que su pensamiento ni siquiera prescinde de estos elementos corporales; es más, para él, la materia por antonomasia del sacrificio era precisamente esa "acción de gracias" por excelencia, la cual, según él mismo, es el cuerpo y la sangre de Jesús. Así se explica que, al hablar en este c.117 de"oraciones y acciones de gracias", explícitamente nombre "aun la conmemoración que hacen [los cristianos] con su alimento seco y líquido".

(Jetonius)
El capítulo 116 poco da de sí sobre el tema que nos ocupa. Justino asevera que los cristianos en su conjunto, despojados de sus vestiduras sucias –sus pecados, aclara- y purificados por fuego por su palabra, son “el verdadero linaje de los sumos sacerdotes de Dios, como el mismo Dios lo atestigua diciendo que en todo lugar le ofrecemos en las naciones sacrificios a Él agradables y puros. Ahora bien Dios no acepta sacrificios más que de sus sacerdotes.” (116:2). La naturaleza de estos sacrificios quedará clara en el siguiente capítulo, que paso a transcribir.


Diálogo con Trifón

117. (1) Así, pues, Dios atestigua de antemano que le son agradables todos los sacrificios que se le ofrecen por el nombre de Jesucristo, los sacrificios que éste nos mandó ofrecer, es decir, los de la Eucaristía del pan y del vino, que celebran los cristianos en todo lugar de la tierra. En cambio, Dios rechaza los sacrificios que vosotros le ofrecéis por medio de vuestros sacerdotes, cuando dice: Y no recibiré de vuestras manos vuestros sacrificios, porque desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado –dice- en las naciones y vosotros lo profanáis.

Los sacrificios que Dios acepta son pues, los de la acción de gracias o eucaristía del pan y del vino. Rechaza en cambio los sacrificios judíos.

Diálogo con Trifón

117. (2) Vosotros seguís aún ahora diciendo porfiadamente que Dios dice no recibir los sacrificios que se le ofrecían en Jerusalén por los israelitas que en aquel tiempo la habitaban; sí, en cambio, las oraciones que le hacían los hombres de aquel pueblo que se hallaban en la dispersión, y estas oraciones son las que llama sacrificios. Ahora bien, que las oraciones y acciones de gracias hechas por hombres dignos son los únicos sacrificios perfectos y agradables a Dios, yo mismo os lo concedo.

Aquí Justino establece el punto, fundamental en su postura ante Trifón, que los únicos sacrificios aceptos a Dios son los que ofrecen los cristianos: oraciones y acciones de gracias (así, en plural).

Diálogo con Trifón
117. (3) Justamente ésos solos son los que los cristianos han aprendido a ofrecer hasta en la consagración del pan y del vino, en que se recuerda la Pasión que por su amor sufrió el Hijo de Dios...

De nuevo, y bien clarito, Justino declara que estos sacrificios espirituales, que incluyen los de la consagración de su “alimento seco y húmedo”, son ante todo un memorial o anamnesis. No insinúa aquí tampoco ninguna transformación del pan o del vino.

(5) En cambio, no hay raza alguna de hombres, llámense bárbaros o griegos o con otros nombres cualesquiera, ora habiten en casas o se llamen nómadas sin viviendas o moren en tiendas de pastores, entre los que no se ofrezcan por el nombre de Jesús crucificado oraciones y acciones de gracias al Padre y hacedor de todas las cosas.

(Jetonius) Lo que Justino dice aquí es perfectamente conforme a la interpretación metabólica ya mencionada. Precisamente las oraciones y las acciones de gracias (lo que significa “eucaristía”) son los sacrificios válidos. La eucaristía es además synaxis (reunión) y anamnesis (memoria) de la pasión de Cristo. Tienen su valor por el espíritu agradecido en el que son ofrecidos, como recuerdo perpetuo de la obra de Cristo.
El pan y el vino, que son capaces de nutrir el cuerpo, nutren también las almas al ser consagrados por la acción de gracias. Es precisamente esta acción de gracias lo que constituye un sacrificio agradable a Dios (Diálogo con Trifón, 117).
Cito de la edición de Padres Apologetas Griegos de Daniel Ruiz Bueno (Madrid:BAC); las negritas se han añadido.
Por eso reitero mi conclusión inicial: ¡De la eucaristía como “actualización” del sacrificio de Cristo, nada; de la transubstanciación, menos!

Un punto final que cabe destacar es que Justino dice que la celebración eucarística está a cargo del “presidente” (ho proestôs). En ningún caso dice que se trate de un obispo en el sentido monárquico que lo entendía Ignacio.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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Gracias Jetonius por sus aportes. Entre los cristianos, son invaluables por lo que aprendemos. Entre los católicos son invaluables porque si quieren, también pueden aprender, aunque por alguna extraña razón (¿conocimiento entenebrecido?) no quieran reconocerlo explícitamente.

DTB

PD: Lo único malo es que voy a necesitar comprar más disco duro, jejejejeje
 
Jetonius:
Se me olvidaba, si es que recibes algo de la fuente del escrito (y si se es sincero), creo que será una dirección de correo, no una URL.

DTB