A que comparare esta generacion. Mi generacion. Tu generacion

Originalmente enviado por: Maripaz
SOY REALISTA y veo lo que hay a mi alrededor, como muchos están abriendo los ojos. Pronto lo harás tú, lo sé.

Pues no te veo realista, esa afirmación viniendo de tí, que no desconoces la Reforma, es tendenciosa.




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dice Jonathan usando la Escritura:

20:17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre._
-


Y remarca Maripaz

el Espíritu Santo os ha puesto por obispos

Jonathan, puestos por el Espíritu Santo.....¡¡¡ tal y como yo te he dicho !!! ¿ lo ves o no ?


Ahora solo falta que veas cuántos son los que NO ESTÁN PUESTOS POR DIOS, y que Dios está derribando para limpiar Su Pueblo.

Cap problema, los que no esten puestos por Dios el los quitará como quitó a Saul, y yo como David no tocaré un pelo de su ungido.

¿Y cuando te he dicho yo que no tiene que ser el Espíritu Santo?
¿Cuando te he dicho algo diferente?
 
Originalmente enviado por: Maripaz
No, claro, si las iglesias no se miden por el numero de conversiones, ¿por que se miden? ¿por el numero de campañas de evangelización o por lo bien que cantan? ;)

No por el fruto del Espíritu. (Sabes la cita) Por su la obra de su fe el trabajo de su amor y la constancia de su esperanza. No por el número de conversiones ¿de donde sacas eso?
 
Originalmente enviado por: Maripaz



¿Cuándo dices "nosotros" a quienes te refieres? :confused:


Lo malo es que hay muchos convencidos y pocos convertidos (nacidos de nuevo), mi opinión es que ese es uno de los motivos de la falta de vida en las congregaciones, una gran proporción de sus miembros no son nacidos de nuevo y por lo tanto muertos espirituales entre algunos "llenos de vida", de la "vida de Cristo".................es por eso que hay que salir de las iglesias institución y buscar la Iglesia de Cristo.

Tú no puedes juzgar si alguien es nacido de nuevo ¿o sí?

Si no recuerdo mal a Malcom le has dicho que no, el te dijo que sí ¿?

De todas formas ya te lo dije una vez, por la realidad de nuestro país, creo sinceramente que la gran mayoría de los miembros de las congregaciones son hijos del altísimo y coherederoscon Cristo.

Y mi opinión es tan respetable como la tuya, que no deja de ser algo subjetivo, una impresión tuya, algo que no debes ir diciendo porque en el fondo si 100 miembros de una iglesia an confesado a Cristo y tu dices que realmente no han nacido de nuevo… pues eso tiene nombre.
 
Originalmente enviado por: Jonathan Navarro
quote:
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Transformas un hecho en una consecuencia de unos actos que son (algunos) cicustanciales y los coges como legislativos.
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El hecho: Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos

lo transformas en consecuencia de:
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.

De los cuales estos son circustanciales (o sea dados por circustancias):
en el templo
en las casas
tenían todas las cosas en común.

Y estas las transformas en legislativas.



Comentarios bíblicos:

Hechos 2.46,47 Una comunidad cristiana saludable atrae a las personas a Cristo. El celo de la iglesia de Jerusalén en la adoración y amor fraternal fue contagioso. Una iglesia saludable y amorosa crece en cantidad de discípulos. ¿Qué está haciendo para que su iglesia sea la clase de lugar que atraiga a otros a Cristo?


Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.



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Es la comunión los unos con los otros, la koinonia una unidad producida por el Espíritu Santo,En la koinonia, el individuo mantiene íntimas relaciones de compañerismo con el resto de la sociedad cristiana. La koinonia une firmemente a los creyentes al Señor Jesús y a los unos con los otros.


Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.


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2.44,45 Tenían en común todas las cosas: Esta frase pone de manifiesto la benevolencia espontánea y voluntaria de los creyentes como resultado de la verdadera comprensión del amor de Dios.


Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.


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Originalmente enviado por: Jonathan Navarro


Tú no puedes juzgar si alguien es nacido de nuevo ¿o sí?

Si no recuerdo mal a Malcom le has dicho que no, el te dijo que sí ¿?

De todas formas ya te lo dije una vez, por la realidad de nuestro país, creo sinceramente que la gran mayoría de los miembros de las congregaciones son hijos del altísimo y coherederoscon Cristo.

Y mi opinión es tan respetable como la tuya, que no deja de ser algo subjetivo, una impresión tuya, algo que no debes ir diciendo porque en el fondo si 100 miembros de una iglesia an confesado a Cristo y tu dices que realmente no han nacido de nuevo… pues eso tiene nombre.


Yo no juzgo pues no personalizo, y como bien te he dicho es mi opinión personal, que lamentablemente, los hechos corroboran.

Confesar a Cristo, no es nacer de nuevo.

"No todo el que me dice Señor, Señor......sino el que hace la Voluntad de mi Padre"
 
Originalmente enviado por: Maripaz




Comentarios bíblicos:

Hechos 2.46,47 Una comunidad cristiana saludable atrae a las personas a Cristo. El celo de la iglesia de Jerusalén en la adoración y amor fraternal fue contagioso. Una iglesia saludable y amorosa crece en cantidad de discípulos. ¿Qué está haciendo para que su iglesia sea la clase de lugar que atraiga a otros a Cristo?


Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.



Jeje, que sorpresa, comentarios…

Bueno por mucho comentario que pongas en la Palabra no encontrarás nada de eso. Piensa por tí misma :D (es broma…)


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Estos otros los veo más realistas, pero no les veo una exacta relación con el tema.


Es la comunión los unos con los otros, la koinonia una unidad producida por el Espíritu Santo,En la koinonia, el individuo mantiene íntimas relaciones de compañerismo con el resto de la sociedad cristiana. La koinonia une firmemente a los creyentes al Señor Jesús y a los unos con los otros.


Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.


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2.44,45 Tenían en común todas las cosas: Esta frase pone de manifiesto la benevolencia espontánea y voluntaria de los creyentes como resultado de la verdadera comprensión del amor de Dios.


Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.


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Originalmente enviado por: Jonathan Navarro


No por el fruto del Espíritu. (Sabes la cita) Por su la obra de su fe el trabajo de su amor y la constancia de su esperanza. No por el número de conversiones ¿de donde sacas eso?


Pablo habla constantemente de sus hijos espirituales, y en el NT encontramos que las congregaciones crecían y se ensanchaban, el Evangelio se expandía de forma descomunal, ¿que es lo que ha frenado ese crecimiento? LA INSTITUCIONALIZACIÓN que llegó con el romanismo, y de la que los protestantes todavía llevamos el "lastre". Hubo una Reforma, pero no fue total, y ahora estamos sufriendo las consecuencias de no habernos deshecho TOTALMENTE de su influencia.
 
Originalmente enviado por: Maripaz



Yo no juzgo pues no personalizo, y como bien te he dicho es mi opinión personal, que lamentablemente, los hechos corroboran.

Confesar a Cristo, no es nacer de nuevo.

"No todo el que me dice Señor, Señor......sino el que hace la Voluntad de mi Padre"

¿que quieres una guerra de citas?

Y sí personalizas, porque los que se congregan son personas, con nombres y apellidos. Los conozcas o no.

"Y todo aquel que confiese que Jesucristo es el Señor…"

Los hechos no corroboran nada, ¿tú a los Corintios no los hubieses llamado dignos, como Pablo ¿verdad?.

De todas formas es tu opinión…

De todas formas esto empieza a ser un dimequetedireque, sin mucha base Bíblica
 
Originalmente enviado por: Maripaz



Pablo habla constantemente de sus hijos espirituales, y en el NT encontramos que las congregaciones crecían y se ensanchaban, el Evangelio se expandía de forma descomunal, ¿que es lo que ha frenado ese crecimiento? LA INSTITUCIONALIZACIÓN que llegó con el romanismo, y de la que los protestantes todavía llevamos el "lastre". Hubo una Reforma, pero no fue total, y ahora estamos sufriendo las consecuencias de no habernos deshecho TOTALMENTE de su influencia.

Pablo nunca alaba a una congregación por la cantidad de gente que se convierte, si no por su amor por su fe y por su espernaza y por predicar el evangelio y llevar las buenas nuevas de Cristo a sus vecinos.
 
,quote:
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Gloria a Dios que el Señor añade cada día a la Iglesia a los que han de ser salvos, pero lamentablemente, se produce con cuentagotas.


¿Cuál es la causa? no vivimos conforme el modelo que los apóstoles aprendieron de Cristo, conviviendo con Él y estando juntos....y ese fue exactamente el modelo que los apóstoles practicaron en los albores del cristianismo.
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Ese no es el modelo de todo el N.T. ni esa es la causa.




Permíteme que mi respuesta sea un cut & paste, que te aconsejo que imprimas y leas; el texto en sí, es largo, unas cuarenta páginas, pero bien fundamentado. Ya me dirás.................a no ser que te conformes con leer escritos de D. Ernesto Trenchard ;)






REGRESANDO A LA IGLESIA (RODRIGO ABARCA)

www.aguasvivas.cl

...................


¿Mas, no fueron los apóstoles quienes estuvieron a cargo desde el principio? ¿No hubo un Pablo y un Bernabé que fundaron y establecieron iglesias?
Por cierto, pero los apóstoles fueron preparados por el Señor para andar en el Espíritu. Durante tres años, bajo su cuidado constante, fueron despojados, lavados y purificados de todos sus proyectos personales, motivos ocultos, buenas ideas, ambiciones, deseos de poder, individualismo, y autosuficiencia. Los hombres que recibieron el Espíritu Santo en el aposento alto eran vasos dóciles, quebrantados y conscientes de su propia debilidad y fracaso. Habían sido formados para andar en el Espíritu y permitir que él asumiera el control de toda la situación. Sin duda, eran los obreros encargados de establecer el fundamento de la iglesia y en sus manos estaba la misión de darle una expresión visible y concreta, pero para ello no exhibían más credenciales que el conocer a Cristo de una manera profunda y experimental y el ser hombres dóciles a la dirección de su Espíritu. Hombres que se movían cuando él se movía, pero que también se estaban quietos cuando él lo hacía. Obreros absolutamente conscientes de su propia incompetencia y plenamente conscientes de la competencia de Dios.
Sólo esta clase de hombres estaba capacitada para ejercer el apostolado y cargar con la responsabilidad de establecer la casa de Dios en la tierra.
Los hombres que vinieron tras ellos, ancianos, profetas y maestros, quienes lideraron en las iglesias establecidas por los apóstoles, fueron formados a partir del mismo patrón de experiencia. El Espíritu Santo los preparó en el contexto de la vida de iglesia. Allí aprendieron a caminar con él en plena confianza y dependencia junto con todos sus hermanos, experimentando como la vida actúa y se expresa a través de todo el cuerpo según las diferentes funciones de cada miembro. Aprendieron a reconocer esa vida, sujetarse a ella en las diferentes circunstancias y entregarse plenamente a su dirección, tal como lo habían aprendido de Cristo los apóstoles y así mismo enseñaron en todas las iglesias que establecieron.

En conclusión, la iglesia, tanto en su naturaleza como en su expresión práctica, no puede contener nada que tenga un origen meramente terrenal. Y para realizar una obra de tal envergadura, sólo existe uno capaz y suficiente, el Espíritu Santo de Dios. Pero, se ha visto también, que para realizar su tarea el Espíritu requiere la participación conjunta del todo el cuerpo de Cristo. Pero además, con miras al establecimiento de dicho cuerpo, requiere primero el ministerio de los apóstoles del Señor con prioridad sobre cualquier otra cosa, ya que, como se ha dicho, toda obra nacida en Dios debe tener un signo distintivo de su origen espiritual.
¿Qué puede certificar ese origen? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos? La respuesta a estas preguntas es extremadamente importante, pues nos lleva directamente a uno de los asuntos esenciales de su obra. Para ello debemos profundizar en la tarea singular de quiénes son el instrumento específico que Dios ha designado para el establecimiento de su iglesia en la tierra. Nos referimos, por cierto, a los apóstoles u obreros del Señor.
Notas
1. “Dios no ha dejado nada a la imaginación o voluntad humana. No es nuestro lugar, entonces, el de sugerir cómo pensamos que la obra divina debe ejecutarse, sino preguntar en todo: ¿Cuál es la voluntad del Señor?”. La Iglesia Normal, Watchman Nee.

Capítulo IV
¿Quién es Suficiente?
«Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor» (Ef. 2:20-21).
«Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles» (1Co. 12:28).
«Yo (Pablo) como perito arquitecto puse el fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica» (1Co. 3:10).
«Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?» (2Co. 2:16).
El Señor ha designado apóstoles para establecer su iglesia en la tierra, pues en el orden divino ellos son los iniciadores, los obreros encargados de poner el fundamento de Jesucristo.
En la analogía paulina, la iglesia es representada como un edificio cuyo cimiento, Jesucristo, es colocado por los apóstoles y profetas. Nuestra atención se concentrará, por ahora, en los apóstoles o enviados. Más adelante nos ocuparemos de los profetas, cuando consideremos la vida y la práctica de las iglesias locales.
Constituyó primero apóstoles
Ahora bien, el componente primordial de una edificación es el fundamento. Antes de levantar cualquier otro aspecto de un edificio debe resolverse la cuestión del cimiento. Más aún, el éxito y la supervivencia de la estructura superior dependen de la base que la sustenta.
El Señor nos habló acerca de esto en la parábola del hombre que levantó su casa sobre la arena y de aquel otro que lo hizo sobre la roca. El producto del esfuerzo de cada uno fue probado sucesivamente por las lluvias, los vientos y los ríos. ¿El resultado? Mientras la casa de uno permaneció intacta, la otra quedó absolutamente arruinada. La diferencia entre ambas, nos dice el Señor, estaba en el fundamento. Uno era de arena; el otro, de roca sólida e inconmovible. Lo importante, en conclusión, es edificar sobre el fundamento correcto.
Ya hemos visto que el fundamento eterno de la iglesia es Cristo. De él procede todo cuanto ella es. Por otra parte, hemos considerado también que la obra de Dios tiene una dimensión práctica y experimental. Todo cuanto ha sido consumado en Cristo ha de tener una expresión visible e histórica, pues la iglesia, eterna y celestial, ha de manifestarse concretamente en la tierra.
Dicha expresión, no obstante, no es una cuestión opcional o trivial, que depende de la iniciativa de los hombres. Existe solo una forma capaz de dar expresión plena al deseo de Dios y esta quedó registrada en las páginas del Nuevo Testamento, en el ejemplo específico de las iglesias fundadas por los apóstoles. Si queremos caminar según el corazón del Señor, sin duda buscaremos volver no sólo al contenido sino también a los principios originales. Y en ese caso, nuestra búsqueda nos conducirá a aquellos que Dios puso como iniciadores. A los hombres llamados por él para poner el fundamento de la iglesia: los apóstoles de Jesucristo.
Si queremos ver nuestra experiencia cristiana restaurada al patrón original no podemos soslayar este punto, pues, como se ha dicho, los principios de Dios no cambian jamás. La restauración de la vida y práctica de la iglesia a su forma primordial, tal cual ha sido pensada por él, requiere antes que cualquier otra cosa la obra específica de estos obreros del Señor.
La iglesia, nos dice Pablo, se edifica sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Nadie más está capacitado y comisionado para hacer esta obra. Ellos son las piedras que primero se elevan sobre el fundamento, es decir, los dones que Dios puso primero en la iglesia según el orden de edificación. Sobre ellos y su obra ha de elevarse toda la casa.
No obstante, en la perspectiva de Dios, dicho lugar «principal», no tiene una connotación jerárquica, ni dice relación con una cadena de mando. Ellos no son, en ningún sentido, la cabeza de una organización llamada «iglesia». Por cierto, representan en cierto modo la expresión más alta de la autoridad divina, mas dicha autoridad es funcional y espiritual.
¿Qué queremos decir? Recordemos que la iglesia es un cuerpo, y como tal, algo muy distinto de una organización humana. Sin embargo, la mente natural está habituada a concebir la autoridad como una cadena de mando, donde la «máxima autoridad» se encuentra en la cima jerárquica de dicha cadena, llámese ésta presidente, gerente general, comandante, obispo, pastor principal o cualquier otro nombre que se le asemeje. Pero en la iglesia de Cristo el asunto es completamente distinto, pues ella fue creada para que Cristo tuviese la preeminencia sobre todas las cosas. Nadie puede constituirse en “cabeza visible» de la iglesia, sin quebrantar esta verdad, pues el cuerpo tiene y tendrá siempre una sola cabeza: Jesucristo. Ninguno más que él tiene derecho a ocupar ese lugar de privilegio. «El primero de vosotros, - les dijo el Señor, será vuestro servidor».
Por ello, los apóstoles, quienes representan en la práctica la autoridad espiritual más alta, han sido puestos como las primeras piedras y en cierto sentido, como los postreros de todos. Su lugar es una completa paradoja que hace resaltar el poder de Dios. Ellos han sido enviados con la autoridad de establecer la iglesia de Cristo en la tierra, mas para ello no pueden contar con otras armas que aquellas que provee el Espíritu de Dios. Su obra ha de ser completamente espiritual. Nada que sea meramente humano, ninguna capacidad, fortaleza o autoridad meramente natural puede introducirse en su tarea, pues han sido comisionados para hacer una obra que no les pertenece en absoluto. Otro les envía, y junto con ello le señala tanto la forma como el contenido de su misión. Nada se deja a su propia iniciativa o improvisación.
Para comprender mejor su singular posición podríamos imaginar tal vez la siguiente escena, con un fin puramente explicativo: el Señor reúne a sus obreros y extiende delante de ellos un plano maravilloso. «Esta es mi iglesia», les dice, «y esto que ustedes ven acá, en la base, es el fundamento. Grábense bien su forma, sus medidas y cada uno de sus detalles hasta lo más ínfimo, pues ustedes tienen la misión de ir y hacer reales estos planos. No pueden, ni deben agregar o quitar nada a lo que les ha sido mostrado, pues no es su obra la que van a establecer. No obstante, antes de ir deben saber que ustedes no tienen ni la fuerza, ni la capacidad para realizar esta obra. Así pues mi Espíritu vendrá sobre ustedes para recordarles todo lo que han visto y capacitarles para su tarea. Cada día de su vida deben morir a sí mismos y entregarse a su vida y dirección. Solo así podrán asegurarse el logro de su misión; de otra manera fracasarán.
Ahora bien, su tarea es ir por todo el mundo y establecer mi iglesia. En cada ciudad deben poner el fundamento que han visto y trabajar hasta que mi iglesia sea levantada. Pero en ese preciso momento, cuando por fin comiencen a ver el fruto de su labor, deberán permitir, que otros hombres se hagan cargo de edificar sobre el fundamento que ustedes han colocado en ella. Deben estar atentos para reconocer a aquellos hombres, y cuando llegue el momento, entregarles la responsabilidad de cuidar de mi casa en cada localidad. Nunca deberán ceder a la tentación de apropiarse de mi casa, ni usar su mayor conocimiento y experiencia para ponerse a la cabeza de ella. Yo mismo seré la cabeza de mi iglesia en cada pueblo y ciudad. Sin embargo, sobre ustedes recaerá la responsabilidad por el estado general de todas las iglesias, pues serán los primeros, y de la calidad de su trabajo dependerá la calidad de todo el edificio. Vayan, pues, con mi autoridad y he aquí yo estaré con vosotros hasta la consumación de todo».
En nuestra escena imaginaria encontramos que la comisión apostólica es específica y corre por cauces bien definidos. Su ministerio, como se ha visto, resulta absolutamente esencial. Sin ellos la iglesia jamás será edificada según la voluntad de Dios. ¿Por qué razón? Porque Dios ha establecido a los apóstoles como los iniciadores, lo cual quiere decir que sólo por su intermedio el fundamento de Cristo puede ser colocado adecuadamente.
Pablo nos dice que «nadie puede establecer otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo». Y establecer ese fundamento en la vida de la iglesia es el aporte específico de los apóstoles de Cristo. Nadie más está capacitado para una tarea semejante. No podemos cambiar este hecho. Los ancianos, maestros e incluso los profetas deben trabajar a partir de la obra de los apóstoles, nunca sustituirla, pues en rigor dichos dones nacen de Cristo por intermedio del trabajo de estos obreros del Señor.
Con todo, el Señor ha provisto que ningún hombre ni ministerio tenga hegemonía en su iglesia. Por ello, una característica esencial de sus apóstoles es el «no tener morada fija». Ellos ponen el fundamento y luego se van a hacer lo mismo una vez más en otra parte. Nunca se quedan en un mismo lugar por mucho tiempo; a lo sumo, el necesario para realizar su labor, pues su misión no es erigir una iglesia que gire en torno a su ministerio sino una cuyo centro sea Cristo1. El sello característico de su servicio es la vida que imparten por donde quiera que van; vida que brota de un profundo conocimiento del Señor, de su cruz y el poder de su resurrección.
Ciertamente los apóstoles no se improvisan, ni son el resultado de un curso rápido en pocas semanas. Se requieren un llamamiento, una comisión específica del Espíritu y años, muchos años, de caminar bajo su disciplina y formación. «De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida» (2Co. 4:12) escribe Pablo a los corintios, mostrándoles el principio que rige todo su servicio en el Señor, ya que impartir la vida de Cristo es la tarea principal de un apóstol.
No obstante, para entender mejor esta afirmación debemos considerar una vez más la matriz original de donde surgió la iglesia.
Estableciendo un modelo
¿Cómo se establece el fundamento de Cristo? ¿Cuáles son sus elementos constitutivos? ¿Qué experiencia y que práctica debe ser puesta en primer lugar cuando se establece la iglesia en una localidad específica? ¿Cómo se edifica la iglesia? ¿Cuál es la norma o modelo concreto? Y más aún ¿Quién es suficiente para estas cosas?
Para responder estas preguntas quizá se necesite un apóstol de la época bíblica. Sin embargo, ya no tenemos a uno de esos hombres entre nosotros y sólo podemos de intentar una respuesta a partir de lo que las Escrituras registraron sobre las prácticas, normas de conducta y principios de los obreros neotestamentarios. Nuestra base para un intento semejante se encuentra en la misma enseñanza de los apóstoles, pues existe una firme y persistente convicción a través de todas sus cartas de que no sólo sus palabras, sino también sus principios de conducta constituyen el fundamento de vida para la iglesia:
«Lo que has oído de mí ante mucho testigos, esto encarga a hombres fieles» (2Tim. 2:2).
«El cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias» (1Co. 4:17).
“Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos” (2Ts. 2:7).
“Sino para daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis” (2Ts. 2:9).
«Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (2Cor. 11:1).
“Pero en aquello a que hemos llegado sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa” (Fil. 3:16).
“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Fil. 3:17).
«Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros» (2Tim. 2:14).
«Pero tú que has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, … « (2Tim. 3:10).
Estos y otros pasajes similares nos permiten asumir que en el ejemplo sobre cómo los apóstoles establecieron la iglesia en el primer siglo, el Espíritu Santo nos ha dado una norma permanente para todos los tiempos porvenir. Nada nos permite pensar que Dios ha cambiado su modo de obrar en nuestros días, sino todo lo contrario.
De acuerdo con el Nuevo Testamento, debemos ceñirnos no sólo a las palabras, sino también al ejemplo apostólico. La causa de esta convicción se encuentra en que ellos aprendieron de Cristo mismo la forma de establecer la iglesia. Simplemente procuraban ser fieles al modelo original que habían visto, oído, contemplado y palpado con el Señor (1Jn.1:1-4). Nos referimos, por cierto, a aquel núcleo original que conformó la matriz histórica de la iglesia: los doce discípulos.
No comenzaron como apóstoles, sino sencillamente como hombres comunes que, llamados por Jesús, debieron abandonarlo todo y seguirle. Así comenzó su extraordinaria aventura, destinada a cambiar un día todo el curso de la historia. No obstante, nada sospechaban entonces del alto designio al que estaban llamados, pues, entendámoslo bien, eran hombres ordinarios cuyos nombres hubiesen permanecido para siempre en el anonimato a no mediar su encuentro con Jesucristo.
Tampoco sospechaban que con ellos Dios estaba estableciendo una norma de vida y experiencia, que vendría a ser el patrón básico para la iglesia: la vida corporativa centrada en Jesucristo. Pues, los doce discípulos fueron apartados, en primer lugar, para estar con Cristo (Mr.3:13-14). No para ejercer un ministerio, ni un servicio determinado, ni nada parecido; sino simplemente para estar con Jesucristo, conocerle y experimentar su vida.
Durante tres años estuvieron abocados casi exclusivamente a esto. Semana tras semana, día tras día, hora tras hora, vivieron para conocer a Cristo en medio de todas las circunstancias posibles. Aquella fue una experiencia profunda, intensa y gloriosa, pues era a Dios mismo a quien podían ver, tocar, y escuchar en una forma que nadie soñó jamás.
Pero no todo fue gloria durante aquellos años. También hubo fracasos, crisis, roces, peleas, y todo aquello de lo que es capaz la naturaleza humana cuando se la expone.
Y tiene que ser así. Una y otra vez fueron puestos a prueba, sólo para descubrir su propia incapacidad, debilidad y fracaso. Como se ha dicho antes, sus motivos y deseos más ocultos fueron puestos en evidencia en el contraste con la luz que emanaba del Señor. Así conocieron cuán egoístas, débiles y pecaminosos eran realmente. Este es uno de los resultados inmediatos de la vida en común con el Señor. Tarde o temprano termina manifestándose quienes somos realmente, por mucho que nos esforcemos en ocultarlo.
Algo similar nos ocurre en el matrimonio. Ante de casarnos, muchos creemos ser personas muy espirituales (por cierto, esta es una tentación más común en los solteros por la razón que se verá más adelante). No obstante, una vez que comenzamos a vivir junto a otra persona, muy pronto empiezan las dificultades. Nuestro verdadero carácter sale a luz y ya no parecemos tan amorosos, humildes y pacientes como antes.
¿Qué nos ha ocurrido? ¿Nos hemos vuelto menos espirituales? Por supuesto que no. A decir verdad, nunca fuimos tan espirituales. Nuestro problema estaba en que no lo sabíamos. Mas, una vez expuestos, todo lo artificial se derrumba.
¿Para qué? Hay una sola razón para ello, y tiene que ver precisamente con la verdadera naturaleza de la iglesia.
La operación decisiva de la cruz
Hemos dicho que la iglesia fue creada para contener y expresar la vida divina. Sin embargo, existe un gran obstáculo para que este designio se realice en nosotros. ¿Es el pecado? No ¿El mundo quizá? Tampoco ¿Satanás, entonces? Ni siquiera él. Se trata de algo mucho más sutil, apreciado y absolutamente ignorado por una gran mayoría de cristianos. Me refiero, concretamente, a nuestra propia naturaleza humana, repleta de legítimos afectos, nobles ideales, temores, esperanzas y completamente inútil para Dios, a la cual algunos han llamado también vida del yo. Ella y sólo ella puede frustrar y estorbar más que cualquier otra cosa el propósito de Dios.
Antes de servir de algo para el Señor y estar preparados para experimentar la vida de iglesia, los apóstoles debieron ser tratados en este aspecto fundamental, porque todo se reduce finalmente a una sola cosa: o vivimos por medio de nuestra propia vida (en cuyo caso yo soy quien está en el centro de todo), o nos entregamos a vivir por medio de la vida divina (en cuyo caso Cristo está en el centro de todo). Y ninguno que no se haya despojado primero de su propia vida está en condiciones de experimentar a Cristo como su nueva vida en el contexto del cuerpo. A esto se refería el Señor cuando dijo: «el que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará» (Mt. 10:39); y también al decir: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc. 9:23). .........................................................
 
Stop

Please Maripaz, me estoy empezando a marear con tanta respuesta cortita y toma y dale que llevamos.

Veo que en general son apreciaciones tuyas, no encuentro que tengas una verdadera base bíblica. Es mi opinión.

También que eres muy dura con tus hermanos (yo al menos los considero hermanos) Con la misma vara…

Bueno, que no me convences, la Iglesia del Señor, hoy no es perfecta, pero lo será, y El ya nos ve como si lo fuesemos.

Que hay que estar siempre reformandonos? claro, pero creo que te equivocas en el fondo y la forma.

Pero por lo menos, al final, hemos podido dialogar sin descalificaciones.

Buen viaje por Argentina.

Un abrazo a Jetonius de mi parte.

DTB
 
PD:
Permíteme que mi respuesta sea un cut & paste, que te aconsejo que imprimas y leas; el texto en sí, es largo, unas cuarenta páginas, pero bien fundamentado. Ya me dirás.................a no ser que te conformes con leer escritos de D. Ernesto Trenchard

Ya sabes que no soy forofo de Don Ernesto!!!!!! :confused: :D