EL PECADO MORTAL Y EL SANTO ROSARIO.
El padre Eusebio Nierembergh informa que vivía en la ciudad de Aragona, Sicilia, una niña llamada Alexandra. Siendo noble y muy hermosa, Alexandra fue muy querida por dos jóvenes.
Motivados por los celos, estos jóvenes lucharon un día y se mataron. Sus parientes enfurecidos, a su vez, mataron a la pobre niña como la causa de tantos problemas. Le cortaron la cabeza y arrojaron sus restos en un pozo, desde donde se escucharon gritos y lamentaciones.
En aquel momento Santo Domingo de Guzmán, estaba predicando y tuvo un sueño la Santísima Virgen le dijo:
"Domingo, hay un sierva que siempre me ha honrado con el saludo que liberó a la humanidad del pecado. Su cabeza está en el pozo. Ella me honró con los 150 Ave Marías (Rosario) " Y continuó:
"Confiésala y dale la Sagrada Comunión. Prometí que nadie moriría sin recibir los Santos Sacramentos si rezaban el Rosario.
Unos días después, Santo Domingo de Guzmán, pasaba por ese lugar e inspirado por Nuestro Señor, se acercó al pozo y dijo: "Alexandra, ven. ".
Inmediatamente salió la cabeza del difunto, se posó al borde del pozo, y pidió al santo que escuchara su confesión.
Acostumbrado a fenómenos extraños, Santo Domingo escuchó su confesión y le dio la comunión, en presencia de un gran grupo de curiosos que se reunieron para presenciar el milagro.
Entonces el santo le pidió que le dijera por qué había recibido tanta gracia. Alexandra respondió que cuando fue decapitada, estaba en estado de pecado mortal y habría sido condenada al infierno. Pero por el rosario que ella era habitual de recitar, la Virgen María apareció y preservó su alma de tormentos interminables.
Durante dos días la cabeza de Alexandra sostuvo la vida y cuando fue convocada se fijó al borde del pozo, en presencia de todos, y luego el alma fue al purgatorio.
Quince días después, su alma apareció para Santo Domingo, hermosa y radiante como una estrella. Entonces le dije que una de las principales fuentes de alivio para las almas en el purgatorio es el rosario que se les recita; y que, en cuanto llegan al cielo, oran por quienes les aplican estas poderosas oraciones.