Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

2 Mayo 2005
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Dios los cubra en su abundante gracia.


Estaba esperando el momento indicado para compartir en los foros, sobre mi tiempo en el adventismo, y qué ocurrió, que salí de ese movimiento.

Lo haré a modo de narración, y a la vez, de enseñanza. Quiero enfatizar que esto no es un cuento, es una experiencia de mi vida. No lo hago para denigrar a nadie, simplemente para testificar de la verdad del evangelio, y la intervención continua de Dios por acercarnos a Él.


Me crié en el pequeño pueblo de Hormigueros, Puerto Rico. Raras veces, se celebraban en ese pueblo, festividades o eventos de trascendencia, a excepción de las tan sonadas fiestas patronales. Éstas se celebraban durante las primeras semanas de septiembre, si mal no recuerdo, y se ¨armaban¨ al lado de la plaza pública; en un enorme lote vacio, propiedad del Municipio.

Nosotros vivíamos como a dos bloques y medio (Calculando distancias aquí.) de esa plaza y terreno, por lo que era para mi y mis hermanos, de suma alegría esa temporada. Se llenaba el área circunyacente a nuestro apartamento, de vehiculos y de personas provenientes de distintos puntos de la isla, durante los días que duraban las fiestas. Al llegar las 5:00 de la tarde, estábamos ya ansiosos, pues, las máquinas, caballitos, sillas voladoras y la ¨magestuosa estrella¨, comenzaban a ser activadas por los operarios; anticipando una noche más, llena de niños haciendo fila con sus ¨tickets¨, jóvenes comiendo pinchos y algodones de azúcar, adultos jugando en las ¨picas¨ y engullendo los famosos bacalaitos fritos.

Horas más tarde, desde la plataforma de la plaza pública, a casi 15 metros de la estatua de Segundo Ruíz Belvis, se escucharía la voz del moderador de la fiesta, haciendo los anuncios sobre la orquesta o ¨artista¨ invitado de esa noche. El jolgorio se extendía casi hasta las dos de la mañana.

Como éramos de recursos excasos, y, nueve hijos, las carreras en las máquinas para montar, eran todo un lujo para nosotros. Sólo el día en que se regalaban boletos en la escuela pública, para montar, disfrutábamos bastante de las ¨machinas¨, como les llamábamos.

Cada año era ese el evento de mayor trascendencia para nosotros, al igual que el día de Navidad.

Pero hubo un año, en el cuál el terreno al lado de la plaza, fué ocupado para otro evento. No era Septiembre, pero sí recuerdo que era para tiempo de verano. Una gran lona, parecida, por lo menos en anchura, a la que usan los circos, había sido montada en el área que usualmente era ocupada por el ¨Tempest¨, una máquina famosa de las fiestas patronales.

Yo tenía como 10 años, y creí que se trataba de un circo. Pero días después, frente a aquella lona, se había levantado un gran rótulo de vinilo con un anuncio parecido a este: Cruzada de Integridad Familiar.

No era un circo; era una actividad con énfasis en la vida de la familia. Unas cuántas personas, bien vestidas, y de amable hablar, estarían tocando las puertas de cada apartamento en el residencial Gabriel Soler, en esos días, y dejando formalmente invitaciones a cada residente, para asistir a las actividades que comenzarían ese fin de semana, bajo aquella lona.

A mi mamá, y a nosotros, desde luego, nos intrigó. Y además, era algo no visto durante mis años de existencia, en el pueblito de Hormigueros. Iríamos.

Para ese entonces, yo no sabía que era una actividad organizada por el movimiento adventista. Ni siquiera había escuchado ese término antes. Pero de eso, compartiré en mi próxima narración.

Finálmente llegó el esperado viernes, y con la mejor ropa que tenía, recuerdo entrar por esa lona, junto a mi madre y varios de mis hermanos.


Continuará...




En Cristo..........Erskine.

Copyright2008 Erskine
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Continuación.


¿Qué recuerdo? Que aun cuando ya sabía que no se trataba de un circo, pensaba encontrar las sillas organizadas en manera circular, mas, no era así. Estaban todas mirando en una misma dirección, hacia una plataforma. Varias personas vistiendo corbatas, nos recibieron. Fuimos de los primeros en llegar. A mi madre siempre le gustó llegar a tiempo a los lugares. Mientras esperábamos por la ¨función¨ ví una buena cantidad de libros sobre una mesa, a un lado. A la entrada, nos habían entregado unos cartoncitos y un boleto con números. Al cartoncito le habían hecho una pequeña perforación.

Seguían llegando personas; de ellas, muchas conocidas. Gente del residencial se animaron a venir y a ver lo que se iba a presentar esa noche en aquella carpa.
Cuando el lugar fue ocupado por bastantes personas, comenzaron el programa.

A cada uno se le había entregado un cartoncito y un número.

Uno de los organizadores tomó varios libros de aquella mesa, y de una caja, fue tomando números. Según los leía, preguntaba quién tenía el mismo número, y les regalaba uno de los libros. Aquello me gustó. Estaban regalando cosas.
Había que venir más. No recuerdo haberme ganado un libro en aquellas reuniones, pero, cada noche anticipábamos el momento de la lectura de los números.

Pero lo mejor, por lo menos desde mi mirada de adolescente de caserío, estaba por darse: una película.
No recuerdo exactamente de qué trató la de la primera noche, pero entre las que recuerdo haber visto, estaban algunas sobre los peligros del tabaco, el aborto y una serie de los institutos Moody, basada en la ciencia y un análisis bíblico.
Esas eran mis favoritas. Duraban entre 30 a 40 minutos.

Tengo distintas imágenes grabadas de aquel lugar, entre ellas, rostros;
especialmente el del principal orador de aquellas reuniones. Aunque su nombre no lo olvido, me referiré acá, únicamente por su apellido.

El señor Ortiz.

Me impactó la voz que tenía, y su carisma. De igual manera, tenía un rostro agradable y amistoso. Según las reuniones iban avanzando, hubo una declaración, que más tarde se convertiría en estribillo, en nuestras comunes conversaciones, que el orador repetía frecuentemente durante sus sermones.

Era: Si la biblia lo dice, lo creo. Si la biblia no lo dice, no lo creo.

El señor Ortiz, iba hablando de cosas que me resultaban familiares, y otras, nuevas. Enfatizaba sobre diez mandamientos, y en especial, uno de ellos que hacía referencia a un día especial.

También mencionaba nombres de personas que aunque no aparecían en la biblia, parecían ser de gran importancia en sus sermones; los Miller, y Elena G. White.

¿Quiénes eran ellos? Más tarde me lo enseñarían.

Las reuniones continuaron seguidas, cada noche, desde aquel viernes.

Llegábamos, nos saludaban, nos entregaban un número, y perforaban el cartoncito.

Fuí notando que la asistencia había disminuido en número.

Los temas ahora se enfocaban más en lo que nosotros mirábamos como, religión, y en unos libros que el orador citaba, y de los que leía desde la plataforma.

Hasta donde recuerdo, fuimos a cada reunión. Había unos premios para quienes tuvieran una asistencia perfecta. Por eso lo del cartoncito.

Entre mis recuerdos está, el de ver cómo a mi madre le entregaban una enorme biblia color blanca, con ilustraciones dentro, por haber ido a cada reunión.

En casa, esa biblia ocuparía un lugar de preeminencia. De igual manera, al cierre de aquella serie de actividades, el señor Ortiz nos haría una visita a casa, antes de despedirse de todos los que le habíamos conocido en la carpa.

Pero, la carpa no cerraría. Se mantendría abierta, y en sus funciones, aunque ya no cada día, pero sí con un énfasis cada vez más marcado, en lo que era ser adventista del séptimo día.


Continuará.


Erskine.

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Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Continuación



Una vez cesaron las reuniones de cada noche, hubieron varios cambios en la dinámica de aquella organización.

De entre los estéticos: El rótulo fué removido.

Ahora las reuniones se hacían ciertas noches, y hasta en horas del día, particularmente los sábados. La manera de desarrollar los temas, también había cambiado. Ahora era enfocado en la identidad de un pueblo, que a su vez tenía marcas muy peculiares. Yo a esa edad, estaba experimentando ser parte de algo. Por venir de un hogar, en donde la figura paterna era algo distante, y un ambiente a veces, difícil, las personas de aquel lugar y las reuniones, comenzaron a arraigarse en mi, con calor de hogar, y yo a ellas.

La palabra, ¨adventista¨, era repetidamente dicha, y poco a poco fuí asimilando el concepto.

Algo que me llamó la atención fueron los cánticos, tomados en su mayoría, de un himnario de tapa negra. Allí tuve mis primeras impresiones de himnos clásicos, y de cantos que parecían haber sido escritos por gente adventista, pues entre ellos, habían algunos que proclamaban las creencias de la organización.

Por años, había escuchado cánticos desde la plaza pública de mi pueblo, con una connotación más celebrada, en las campañas públicas de varios días que daba la iglesia pentecostal de Hormigueros. Pero, esos cánticos no los escuchaba en las reuniones dadas bajo aquella carpa. De hecho, se cantaba mayormente a ¨cappella¨ en aquel lugar.

Hubo un canto, no tomado de aquel himnario, que se volvió predilecto de las reuniones, en la medida en que éramos ¨enseñados¨ sobre el adventismo.

Decía así: Soy adventista; soy adventista,
del séptimo día soy.
Jesucristo era adventista,
por eso yo lo soy.

¿Jesucristo era adventista? Ese era un concepto totalmente desconocido para mí.
En mi mente juvenil, me preguntaba, ¿cómo nunca, ni en las películas de semana santa, se mencionaba ese hecho? Entonces, si Jesucristo era adventista, lo más lógicamente indicado era que debiámos serlo nosotros también.

Aquél concepto sí se metió en mi corazón.

(Claro, habrá algún lector que piense: Sí, pero es que adventismo indica algo o alguien que proclama un advenimiento, y Cristo proclamaba su retorno a la tierra continuamente. )

Puede ser obvio el concepto para quien maneja términos, y entiende de sus aplicaciones, pero, para gente que desconocían eso, y para jóvenes como yo, la idea que tomábamos era otra. Y ellos, los organizadores, sabían eso.
Era inofensivo, aparentemente, aplicarle el título de adventista al Señor Jesucristo, pero, no era una manera honesta de tratar de hacer adeptos. Hoy lo entiendo, en aquel entonces, acepté aquello como verdad absoluta.



Una pareja que había quedado a cargo del grupo de asistentes, comenzaron a visitarnos en los hogares. Allí, recuerdo, nos daban estudios bíblicos. Parecían tener respuestas a toda pregunta que hacíamos.

Teníamos conocidos pentecostales, y llegamos a preguntar sobre ellos y sus creencias, en distintas ocasiones, y casi siempre en las respuestas que recibíamos, el guardar un día en especial, era lo que hacía la diferencia. Ese sería otro punto que se arraigaría a mi corazón fuertemente; ya que, sería un distintivo que según ellos, marcaba a quien pertenecía al pueblo verdadero de Dios, Y yo quería ser parte de ese pueblo.


Continuará, Dios mediante.


Erskine.

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Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

(En esta narración hago declaraciones desde el punto de un adventista, como era yo. Cada vez que vea necesario hacer una aclaración, u, observación, lo haré en letra cursiva.)


(Continuación.)

Durante las semanas que siguieron, las reuniones bajo aquella carpa se formalizaron, y ahora de manera más abierta se explicaba que eran de doctrina adventista.

El tema en el que se enfatizó bastante, especialmente en las ahora organizadas clases para principiantes, o, ¨inconversos¨ fue el de la creación. Y el punto en el que notaba que se dedicaba mayor espacio en los cuadernos de texto, era aquel que hacía referencia al descanso de Dios en el día séptimo.

Fui teniendo la impresión, dado el énfasis, que era un día sumamente especial; mucho más que el día sexto, en el cual el hombre había sido creado. Una porción del himnario, tenía cánticos haciendo honor a la observancia del sábado.

Uno de ellos, que llegué a cantar cientos de veces, era el himno número 475.
Su primera estrofa decía así:

Señor, reposamos en tu santo día,
cumpliendo el mandato legado por tí.
Reposo buscamos, Dios nuestro, en tu seno;
que así ordenaste en el Sinaí,
que así ordenaste en el Sinaí.

Esto, precisamente, del Sinaí, sería más adelante clave, para yo entender acerca del nuevo pacto, en el que Cristo introducía a la humanidad una vez se dió en sacrificio.

Dios sí había santificado ese día. Lo había leído en Génesis. Entonces, era un día muy especial. Llegarían a enseñarme que el verdadero pueblo de Dios, guardaba ese día; Y años después, que ese era el sello del pueblo que Dios sí aprobaba.


Abrazé la idea. Era para mí un descubrimiento, que ansiosamente comenzé a compartir con mis amigos del caserío. Aunque, yo era tímido, con mis amigos más cercanos, era bastante extrovertido y expresivo.

El tema del sábado se convirtió en uno de mis predilectos. Y ¿cómo no? Me habían dicho que era lo que mostraba quién era del pueblo de Dios, y hice de ese concepto, uno que utilizaba para concluir quién era y quién no.

...¨Pero ella fué sanada de cáncer¨- Me diría algún amigo mio.

¨¿Guarda ella el sábado?¨- Preguntaba yo.

Si la respuesta era: no, mi conclusión era simple. El que no se reunía, o, guardaba ese día, no tenía la aprobación de Dios.

Cuando tomamos las clases acerca del decálogo, o, los diez mandamientos, me arraigé aún más a la doctrina sabática. Pero fue durante las lecturas, o citas de fragmentos de los libros de Elena G. De White, que ví el sábado como algo sumamente grande e imprescindible, inclusive, para la salvación.

Ya nos estaban explicando que esta mujer había sido escojida por Dios como profetiza, y que ella era el espíritu de profecía del tiempo final.

Entre las citas de la profeta adventista, que fueron leídas en nuestras reuniones de adoctrinamiento, estaba esta:

¨Se me mostró que todo el cielo contemplaba y observaba durante el sábado a los que reconocen los requerimientos del cuarto mandamiento y guardan el sábado. Los ángeles tomaban nota de su interés en la institución divina y su alta consideración por ella¨ Elena G. De White. Joyas de los testimonios pág. 289.

Entonces, sí era sumamente importante guardar el sábado. Todo el cielo mira hacia la tierra, y los ángeles toman nota de quién guarda ese día,- concluíamos.

Durante varios años, antes de que se levantara la carpa adventista en mi pueblo, una muy querida hermana pentecostal, a quien llamaré acá, Raquel, nos había estado visitando esporádicamente al hogar. Nos hablaba de la biblia, de manera informal, y se arodillaba a orar por nosotros. Recuerdo que hablaba en lenguas; algo que a veces a nosotros, como niños de un hogar no convertido al Señor, nos hacía reir. Llegó a llevarnos, con la aprobación de mi madre, a una que otra reunión en la iglesia pentecostal.

Raquel, quien también residía en aquel caserío, era conocida de todos, por su abierta declaración de servir a un Cristo vivo.

Años después, yo estaba dando los primeros pasos en el adventismo, mientras Raquel (razonaba yo) después de todo, estaba muy lejos de la verdad.
Ya yo, una vez ¨experto¨ en materia religiosa, podría explicarle a Raquel sobre el verdadero pueblo de Dios.

Para mí era simple. Raquel no era del pueblo de Dios. Ella no guardaba el sábado.


(Continuará, Dios mediante.)


Erskine.

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Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Paz en Cristo.

(Continuación.)


Pasando varias semanas desde la primera reunión bajo aquella carpa, los organizadores y pastores de la misma, anunciaron que nos trasladaríamos a otro sector del pueblo de Hormigueros.

Esta vez las reuniones comenzarían a celebrarse en una región conocida como ¨El cinco¨, y en un área llamada ¨Los ranchones¨.

Lunes, miércoles y viernes en la noche, y sábados en la mañana, desfilábamos ahora hacia aquel lugar, que nos quedaba un poco retirado de nuestra casa. A veces nos llevaban, en otras, caminábamos. En mi experiencia de niño todo aquello era tan innovador; tan diferente.

Disfrutaba las salidas al lugar de reunión, y me daba una puerta abierta a un ambiente muy diferente al que veía en el residencial público en el cual vivía.

Las reuniones no eran de las que alguien considerara alborotosas.
La intrumentación que se añadió, fue la de un piano.
No había panderetas, no habían baterías; ni siquiera guitarra. Nada que pareciera transgredir una sentencia que leían continuamente, para explicar ese silente estilo de culto.

Esta era:

¨Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de Él toda la tierra.¨
Habacub 2:20

Por la misma razón, no se exclamaba: Aleluya, ni otras expresiones, que a pesar de estar manifestadas en la adoración bíblica, eran evitadas por la Iglesia Adventista.

Ese verso de Habacub, fue uno de los primeros que me llegué a aprender de memoria, con cita y todo. Tienen una idea de cuánto se repetía.

No podía evitar comparar. Había presenciado las reuniones de los pentecostales, y sí abundaba la instrumentación; y las expresiones de alabanza no solamente eran abiertamente expresadas, sino que eran casi continuas. Más adelante me darían una explicación para calmar mi genuina observación juvenil.

Ya algunos rostros me eran familiares. Tenía nuevas amistades de mi edad. Y fue con esas amistades que fui siendo entrenado en el área de la exposición; en el terreno del análisis.

Aun cuando me encontraba en un movimiento que negaba verdades dadas por el Señor Jesucristo, a la Iglesia Primitiva, en el libro de los Hechos, Dios ya estaba tratando conmigo.

Inclusive, los mismos argumentos que se usaron para convencerme de la legitimidad de la doctrina adventista, como verdad divina revelada, serían los que Dios emplearía para inquietar mi alma a inquirir sobre la verdad.



La persona de Elena G. De White estaba tomando preeminencia en nuestras reuniones.

Recuerdo ser impresionado cuando nos mostraron un dibujo en el que aparecía esta mujer, con una luminiscencia alrededor de su cuerpo, mientras sostenía con su brazo elevado y recto una grande biblia.
Nos explicaron cómo en varias ocasiones esta mujer, frente a varios testigos, llegó a ser poseida de un poder especial en el cual citaba versos textualmente de la biblia, sin leerlos directamente, con su brazo sosteniendo una pesada biblia. Esto, nos decían, duraba 20 minutos y hasta más.

Me impresionó.

Claro, saber esto hacía que le diéramos credibilidad profunda a todo lo que ella había escrito en sus libros. Alguien con un poder así, definitivamente que tenía que haber sido inspirada por Dios; concluí.

Yo aún no había sido bautizado como adventista, y esa sería una experiencia que al vivirla, haría que me sintiera todo un adventista, y como tal, me volvería un fiel defensor de sus creencias.



(Continuará, Dios mediante.)



Erskine.

Copyright2008 Erskine
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones para todos.


(Continuación.)

Es relevante señalar, que con la adhesión de mi familia al movimiento adventista, que se estaba organizando en nuestro pueblo, se motivaban los esfuerzos que realizaba tal organización. ¿Por qué lo digo? Eramos 9 hijos, y con mi mamá, eran 10 miembros potenciales que ¨registraban¨ los adventistas de un sólo golpe.
Además, el mayor de mis hermanos tendría como 17 años, por lo que éramos todos, prácticamente, niños. Y eso, para el movimiento adventista, era promisorio y ventajoso para lograr una formación y lealtad en nosotros, que resultaran idóneas al mismo.

Los temas bíblicos fueron siendo acompañados con trazos históricos.
Una identidad secreta de la iglesia católica parecía ser ahora revelada por citas y notas que los maestros compartían. Nos enseñaban como ésta había sido responsable de grandes persecuciones contra la Iglesia de Cristo.

Era útil, y es útil saber estas cosas. Pero más adelante vería que una de las cosas más útiles para el adventismo, en la exposición de los horrores y errores de Roma, era vincular el haberse cambiado el reposo sabático al dominical, a otra estrategía papal católica.

Me parecía todo un privilegio ser considerado parte de esa iglesia. Y como niño, que no sabe uno agradecer bien en esa etapa inicial de la vida, yo pensaba que escaseaba en privilegios. Muy pocas veces la ropa que usábamos era nueva; tener una bicicleta en día de reyes parecía un sueño imposible, sin embargo, para otros niños del residencial, era una realidad disfrutada; mi papá no pasaba suficiente tiempo con nosotros, etc. Por eso, ahora que me encontraba en una iglesia, que hasta exponía las mentiras de la tan preeminente Iglesia Católica de mi pueblo,
(Y el que conoce el pueblo de Hormigueros, sabe que sobre una loma del mismo se levanta la famosa, bastante frecuentada y legendaria Iglesia de la Monserrate.)
... me sentía privilegiado. Ya nos estaban diciendo abiertamente que la Iglesia Adventista era la verdadera. Nuevamente.... ¡Que privilegiado me sentía!

¿Ponía yo eso en duda? Nunca.
¿Qué iglesia tenía un profeta que era la que la biblia había anunciado que sería el espiritu de profecía? La Adventista.
¿Qué iglesia tenía a una mujer que había escrito tantos libros ¨inspirados¨ por Dios?
La Adventista.
¿Qué iglesia tenía el verdadero sello de quién era el pueblo de Dios?
La Adventista, ya que era la que guardaba el día sábado, que según lo que me enseñaban, era el sello que identificaba al verdadero pueblo escogido.

Todo un privilegio, para un niño de alrededor de 10 años, que aunque de familia pobre, tenía ahora la riqueza de estar en la ¨verdad¨.

Por eso, cuando las clases bautismales se anunciaron, a esa edad yo quería participar. Tuve que esperar por espacio de un poco más de un año.

Pero pude presenciar los primeros bautismos. Miraba los rostros de los participantes para ver si había algún cambio inmediato. Pues recordaba cómo una paloma había descendido sobre Jesús al ser bautizado.
Ajeno estaba yo de que otras iglesias, incluyendo las que eran consideradas ¨no pueblo¨, también bautizaban adultos. Pero sí había escuchado, y leido el término: Bautismo en el Espíritu¨. De esto, no se hablaba mucho en la iglesia adventista.


Como disfrutaba de la lectura desde muy niño, hubo una serie de libros, que con esfuerzos mi madre compró a plazos a un colportor (Término también nuevo para mí.)
adventista, que se convirtieron en mi lectura predilecta. ¨Las bellas historias de la Biblia¨, que así se llamaban, eran una serie de libros por tomo, que narraban la historia bíblica de manera sencilla y con ilustraciones, especialmente para niños y jóvenes.

Su autor, Arthur Stanley Maxwell, era un renombrado autor adventista. Las ilustraciones dentro del libro también eran realizadas por un adventista, el pintor
Harry Anderson. ¿Tendrían algo de la doctrina o enfoque adventista esta serie de tomos?

Sí. Y junto a los libros de Elena G. De White, esta serie sería la que me daría una estructura adventista. Pero, Dios en su soberanía y sabiduría, usaría estas historias que ávidamente leía, de alguna manera, para irme abriendo los ojos a una verdad trascendental; verdad que los líderes adventistas, a adrede o no, me ocultarían por casi 10 años.


(Continuará, Dios mediante.)


Copyright2008 Erskine
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones para todos.


(Continuación.)

Es relevante señalar, que con la adhesión de mi familia al movimiento adventista, que se estaba organizando en nuestro pueblo, se motivaban los esfuerzos que realizaba tal organización. ¿Por qué lo digo? Eramos 9 hijos, y con mi mamá, eran 10 miembros potenciales que ¨registraban¨ los adventistas de un sólo golpe.
Además, el mayor de mis hermanos tendría como 17 años, por lo que éramos todos, prácticamente, niños. Y eso, para el movimiento adventista, era promisorio y ventajoso para lograr una formación y lealtad en nosotros, que resultaran idóneas al mismo.

Los temas bíblicos fueron siendo acompañados con trazos históricos.
Una identidad secreta de la iglesia católica parecía ser ahora revelada por citas y notas que los maestros compartían. Nos enseñaban como ésta había sido responsable de grandes persecuciones contra la Iglesia de Cristo.

Era útil, y es útil saber estas cosas. Pero más adelante vería que una de las cosas más útiles para el adventismo, en la exposición de los horrores y errores de Roma, era vincular el haberse cambiado el reposo sabático al dominical, a otra estrategía papal católica.

Me parecía todo un privilegio ser considerado parte de esa iglesia. Y como niño, que no sabe uno agradecer bien en esa etapa inicial de la vida, yo pensaba que escaseaba en privilegios. Muy pocas veces la ropa que usábamos era nueva; tener una bicicleta en día de reyes parecía un sueño imposible, sin embargo, para otros niños del residencial, era una realidad disfrutada; mi papá no pasaba suficiente tiempo con nosotros, etc. Por eso, ahora que me encontraba en una iglesia, que hasta exponía las mentiras de la tan preeminente Iglesia Católica de mi pueblo,
(Y el que conoce el pueblo de Hormigueros, sabe que sobre una loma del mismo se levanta la famosa, bastante frecuentada y legendaria Iglesia de la Monserrate.)
... me sentía privilegiado. Ya nos estaban diciendo abiertamente que la Iglesia Adventista era la verdadera. Nuevamente.... ¡Que privilegiado me sentía!

¿Ponía yo eso en duda? Nunca.
¿Qué iglesia tenía un profeta que era la que la biblia había anunciado que sería el espiritu de profecía? La Adventista.
¿Qué iglesia tenía a una mujer que había escrito tantos libros ¨inspirados¨ por Dios?
La Adventista.
¿Qué iglesia tenía el verdadero sello de quién era el pueblo de Dios?
La Adventista, ya que era la que guardaba el día sábado, que según lo que me enseñaban, era el sello que identificaba al verdadero pueblo escogido.

Todo un privilegio, para un niño de alrededor de 10 años, que aunque de familia pobre, tenía ahora la riqueza de estar en la ¨verdad¨.

Por eso, cuando las clases bautismales se anunciaron, a esa edad yo quería participar. Tuve que esperar por espacio de un poco más de un año.

Pero pude presenciar los primeros bautismos. Miraba los rostros de los participantes para ver si había algún cambio inmediato. Pues recordaba cómo una paloma había descendido sobre Jesús al ser bautizado.
Ajeno estaba yo de que otras iglesias, incluyendo las que eran consideradas ¨no pueblo¨, también bautizaban adultos. Pero sí había escuchado, y leido el término: Bautismo en el Espíritu¨. De esto, no se hablaba mucho en la iglesia adventista.


Como disfrutaba de la lectura desde muy niño, hubo una serie de libros, que con esfuerzos mi madre compró a plazos a un colportor (Término también nuevo para mí.)
adventista, que se convirtieron en mi lectura predilecta. ¨Las bellas historias de la Biblia¨, que así se llamaban, eran una serie de libros por tomo, que narraban la historia bíblica de manera sencilla y con ilustraciones, especialmente para niños y jóvenes.

Su autor, Arthur Stanley Maxwell, era un renombrado autor adventista. Las ilustraciones dentro del libro también eran realizadas por un adventista, el pintor
Harry Anderson. ¿Tendrían algo de la doctrina o enfoque adventista esta serie de tomos?

Sí. Y junto a los libros de Elena G. De White, esta serie sería la que me daría una estructura adventista. Pero, Dios en su soberanía y sabiduría, usaría estas historias que ávidamente leía, de alguna manera, para irme abriendo los ojos a una verdad trascendental; verdad que los líderes adventistas, a adrede o no, me ocultarían por casi 10 años.


(Continuará, Dios mediante.)


Copyright2008 Erskine
Gracias por tu testimonio bendiciones.
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

dios te vendiga...
hola mi nobre es Anyelo, muy interesante tu testimonio
me puedes contestar estas preguntas
¿eres cristiano?, ¿cuales son las mentiras que oculta la iglesia adventista?
y ¿como te enteraste de la verdadera religion ...cristiana...?
...vendiciones...
:rolleyes:
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones Javier Andrés.

Como dice en una parte de la escritura: No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

A tus preguntas, Anyelo, iré respondiendo en la medida que transcurra el testimonio.

Sí te puedo contestar de una vez, sirvo a Jesucristo, y por su gracia, nací de nuevo.

Luego regreso, Dios mediante, con la continuación.


Erskine.
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

bendiciones hermano
bueno hermano te espero
:sazul:
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

esperamos con ganas la continuación de tu testimonio.....es realmente interesante!!

pero te demoras mucho,jeje, Estamos ansiosos por continuar!
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones.

Saludos filvial.

Dios te bendiga isaac78. Tienes razón al decir que me demoro. Mantenme en oración para que las pausas que hago no me tomen más de un mes. :)




(Continuación.)

Ahora casi todos los días, durante la temporada escolar, nos levantábamos temprano. Domingos, por nuestra iniciativa, para ver los ´muñequitos¨ (comiquitas) cuando había televisor; de lunes a viernes para la escuela, y ahora los sábados se unían a la lista de los días en que saltábamos de la cama temprano. Había que estar a las nueve de la mañana en ¨Los ranchones¨, en donde se celebraban las reuniones adventistas.

Quisiera enfocarme en eso, en esta parte del testimonio, pues así, tendrán una idea de cuan arraigada quedó en mi familia y en mi persona, la conducta sabática, en los incios de nuestra afiliación y en los años que vendrían.

Escuchábamos la voz de mamá llamándonos: ¨Levántense que vamos pá la Iglesia.¨
Unos a restregarse la cara, otros a buscar en el barril la mejor prenda de ropa, algunas de mis hermanas a desenredarse el cabello, otros al baño, y luego, rotábamos, según se desocupaba. Unas galletas con queso, o harina de maíz y café, o chocolate, y salíamos en marcha a la iglesia.

Nos habían entregado unos libritos para los estudios sabáticos, y me parece que alguien en casa tenía biblia, aparte de la que mamá se había ganado en las reuniones.

Las clases, que ahora estaban organizadas por edades, eran dadas inmediatamente después de que se cantaba algún himno, y se oraba como congregación. Entonces, nos repartían.

En el caso de mi clase, la maestra usaba un fanelógrafo. Figuras de tela que ponía sobre una pizarra, forrada trambién de tela, cautivaron mi imaginación y hacían más reales, para mi, las historias que aquella mujer contaba. Fui familiarizándome con personajes como Zaqueo, Jairo, el ciego Bartimeo, y claro, con Jesús. También las historias en las que Moisés aparece y Elías, fuimos escuchando. Me gustaban las que envolvían a los valientes de la biblia, y las que enfocaban a Jesús.Y hablando de Él, como habían insinuado y hasta expresado que había sido adventista, la maestra hacía énfasis cada vez que leía o hablaba de las veces que Jesús se congregaba en la sinagoga, en el hecho de que lo hacía en el sábado.

Terminada la clase, nos reuníamos en el área general para concluir con la primera parte del servicio y esperar por la segunda.

Se paraba uno de los líderes y dirigía otro himno que cantábamos en pie. Sentados nuevamente, seguía una serie de anuncios, seguido de una pausa de varios minutos antes del mensaje.
En silencio esperábamos. A las notas repentinas del piano, nos poníamos de pie, mientras pasaban a la plataforma varios hermanos, junto al pastor de aquella misión adventista.

Cantado el himno que iniciaba la segunda parte del servicio, se recojían las ofrendas y los diezmos. Otro himno congregacional y se daba lugar a la predicación; ya fuera por el pastor, o por algún invitado.

El servicio regularmente concluía a las doce del mediodía. Pasábamos unos instantes hablando con nuestras nuevas amistades y hermanos, y nos llevaban a la casa.
Volveríamos a vernos el lunes en la noche.

Entrando a casa, muchas veces me asomaba por la galería (balcón de atrás) y veía a los compañeros de mi edad y residentes del caserío, jugando, pero no me sentía mal. No sentía que estaba siendo privado de los disfrutes del juego sabatino, ya que estaba sintiéndome complacido en saber que Dios miraba con agrado que yo también guardaba el sábado. No comprábamos nada en sábado. No se lavaba ropa, no se miraba televisión, no se organizaba la habitación, ya que el día anterior eso se había procurado tener hecho. Por una parte, interpretábamos felizmente que el sábado nos aliviaba de las tareas domésticas, y por otra, para algunos de mi familia, como una carga que impedía disfrutar, por ejemplo, el comprar desde un ¨limber¨ (jugo congelado dentro de un vasito plástico) en casa de Paola, y hasta un litro de leche, aún necesitándolo. Guardar el sábado incluía no cocinar, aunque sí se podía calentar la comida.

Aún cuando no quiero adelanterme a esta altura del testimonio, a exponer lo que es el verdadero reposo hoy para el pueblo de Dios, si puedo adelantar que el diseño en sí, el bíblico, fue dado por Dios con la intención de que el hombre se desligara de sus tareas cotidianas, aunque fuera por un día, y se presentara ante Dios en plena atención de culto y gratitud. Pero honestamente, el énfasis hecho en cada reunión y literatura adventista sobre el sábado, había hecho que en nuestras mentes el día girara en torno a sí mismo, y no en torno a Dios.


Nos habían entregado una tarjetita, en la que aparecía la hora en la que el sol bajaba cada día en ese año. Mirábamos y si notábamos que el sol se pondría a las 6:45, por ejemplo, de ese sábado, teníamos pendiente que ya a las 6:46, oficialmente podíamos comprar, jugar, mirar televisión, entre otras cosas, aunque aún estuviera claro.
Llegada la hora, nos reuníamos en la sala de la casa, y cantábamos algún himno que hiciera honor al séptimo día. Orábamos, y concluía el reposo sabatino.

Yo no pudiera hablar con exactitud, de la experiencia de mis hermanos en sus corazones, con la doctrina de guardar los sábados, pero en mi corazón sentía que hacíamos algo que nos identificaba con Cristo mismo.

En una biblia que me regalaron tiempo después; (Aún la tengo conmigo, aunque llega hasta apocalipsis capítulo 17, por las páginas que ha perdido por el paso de los años.) fui marcando cada verso que hablara del sábado. Ponía asteriscos al lado de los mismos; los marcaba con lápices de color rojo, y en la parte interna de la tapa de la biblia, escribía citas referentes a lo mismo. El 95% de las citas marcadas son del Viejo Testamento, y el otro porciento restante, del Nuevo, pero únicamente aluciones o referencias al mismo como costumbre. Eso, también lo iría notando con el tiempo, y me llevaría a la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué no se habla o se enseña claramente sobre el sábado en el Nuevo Testamento? Esa pregunta me la haría años después a mi mismo, y luego a algún compañero adventista.

(Continuará, Dios mediante.)


Copyright2008 Erskine
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones.

Saludos filvial.

Dios te bendiga isaac78. Tienes razón al decir que me demoro. Mantenme en oración para que las pausas que hago no me tomen más de un mes. :)

Qué bárbaro hermano nos tiene en la intriga, que Dios lo bendiga y lo ayude a terminar su relato pronto para que ya no nos tenga en "ascuas"
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

dios lo bendiga hermano; despues de su testimonio aprendi cosas importante,
aprendi a escuchar al projimo, tambien aprendi que no importa de que religion seas, lo que importa es creer en cristo jesus... nuestro señor ...amen
...gracias...


mail:[email protected]
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

(Continuación.)

Los escritos de la señora Elena G. De White, eran citados con más frecuencia en los sermones; y por el impacto que había causado en nosotros, la supuesta relación entre ella y el espíritu de profecía que anuncia la Biblia en Apocalipsis, nosotros mismos en nuestro momento, citaríamos de sus escritos, cuando nos viéramos en el ¨deber¨ de defender nuestras creencias adventistas.

Lo que mirábamos como novedades, iba tomando tamaño y forma en nuestra vida cotidiana. La comida de nuestra cultura puertorriqueña, por ejemplo, sería de repente modificada.

Me pareció interesante, en mi mente juvenil, clasificar cosas. Entender que las cosas tienen su orden, lugar, y uso en el esquema de la vida, me llamó la atención desde niño.
Y en varios sábados, el tema que se nos diera giró en torno a los hábitos alimenticios, y la voluntad de Dios respecto a eso. Y nos llevaron al capítulo 11 de Levítico en donde veríamos una clasificación de las carnes de consumo, y unas diferencias.

Las citas empleadas en esas enseñanzas, siempre se tomaron del Antiguo Pacto, o, testamento. Entonces, ¿comer carne de cerdo está prohibido?

Pasaban por mi mente, y me imagino, que aún más por la de mi madre, las muchas veces que habíamos comido mondongo en sopa, y los chicharrones que eran parte de las festividades de navidad. Y qué decir del famoso, celebrado y anticipado ¨lechón a la vara¨. Tenía que haber una buena explicación para que Dios restringiera esa carne.

Nos explicaron que primeramente era por salud. Y algo que repetidamente escuché, de líderes adventistas, por mucho tiempo, fue que entre los habitantes del mundo, los adventistas estaban entre los más saludables y los que más duraban. Yo aceptaba tales estadísticas. Mi madre, y demás familiares, también. Por lo que aunque doloroso el proceso, el cerdo fue desapareciendo de nuestras mesas paulatinamente.

Los versos del antiguo testamento, que nos mostraban en cuanto a la separación de las carnes, eran fuertes en su sentencia. En mis futuras polémicas con conocidos evangélicos, hacía uso de citas del Primer, o, Viejo Pacto, mientras ellos me citaban el Nuevo Pacto.
Y hacía lo que mis ¨maestros¨ me habían indicado que era lo propio como base a esa doctrina: citaba de Elena G. De White. ¿Por qué?

El punto que le dió trascendencia y carácter verdaderamente serio, a la doctrina de los alimentos inmundos o limpios, fue la lectura repetitiva, de supuestas visiones que Elena G. De White tuvo. En estas ¨revelaciones¨, hasta la salvación del alma estaba en juego, si uno no dejaba de comer cerdo, y en otras estancias, la carne en general.

(Quiero aclarar que mi decisión de volverme vegetariano, no fue inmediata. Aunque sí la de dejar la carne de cerdo. Unos años después, teniendo alrededor de 14 o 15 años, cuando decidí dejar del todo la carne, fue porque consideré que era mejor para mi salud. Pero en el fondo, sí me sentía más acepto ante Dios por esa determinación. Y eso, gracias a escritos de Elena.)

Varias citas de esta ¨profeta¨ adventista, en relación al consumo de ciertos alimentos;

¨Hay más religión en un buen pan de lo que muchos piensan. Hay más religión en una buena cocina de lo que muchos se imaginan. Queremos que aprendáis lo que es la buena religión, y que la practiquéis en vuestras familias. A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del cielo ingerir tales alimentos. ¨ Joyas de los testimonios, Tema: La temperancia cristiana, página 191. Palabras de Elena G. De White.

Hay otras más, que iré añadiendo según avanzo en el testimonio; pero citas así, supuestamente reveladas por Dios a esa mujer, nos llevaron a aceptar que sí podía interferir en la salvación de un alma, comer ciertos alimentos.
Por algo se llamaban alimentos inmundos. Según la enseñanza, te contaminaba ante Dios comer ciertos alimentos. Te hacían indigno de su favor.

Como nos habían acostumbrado más a leer del Viejo Testamento, yo, por lo menos, no cuestionaba, en esa fase de mi formación como adventista, la validez que tenían y tienen palabras del Nuevo Testamento como:

Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía haciendo limpios todos los alimentos.
Marcos 7: 18-19 (Palabras del Señor Jesucristo.)

Pero esos versos no eran tratados. Percibí que las palabras de la profeta adventista, tenían tanto o más autoridad que las de Jesús, en varias estancias. Y extrañamente, eso parecía aceptable.

Ella había escrito en uno de sus libros, que el mensaje del tercer ángel en Apocalipsis, tiene que ver con un avivamiento pro salud.

Cita de ella: en el libro, Joyas de los Testimonios; tema: La Reforma pro Salud, primer párrafo:
¨El 10 de diciembre del 1871 me fue mostrado que la reforma pro salud es un ramo de la gran obra que ha de preparar a un pueblo para la venida del Señor. Está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo.¨

Entonces, ahora teníamos dos señales para saber quienes agradaban a Dios: los que guardaban el sábado, y los que no comían carnes inmundas.

Ante unas preguntas que llegé a hacer sobre los milagros que se veían en el pueblo pentecostal, pueblo que sí comía carne de cerdo, la respuesta que llegué a recibir era: Son milagros hechos por las tinieblas.

¿Cómo podían personas que comían alimentos inmundos, que a la vez , los contaminaba ante Dios, ser usados por Él?

Entonces, parecían razonables, explicaciones como esas.

Continuará. Dios mediante.


Copyright2008 Erskine





En Cristo y en su perfecta sangre..... Erskine
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Hermano,
Dios quiera que pueda tener más tiempo para que nos siga contando su relato.
Saludos y bendiciones
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones leticiae, y gracias.


(Continuación.)


Un año interesante para mí, y parte de mis hermanos, fue aquel en el que un pastor, que tomaba la dirección de la ahora naciente obra adventista de mi pueblo, decidió poner a prueba, los talentos de la niñez de la pequeña congregación.
Mi padre y mi madre, tenían buen oido para la música, y Dios nos otorgó habilidades similares, pero no lo habíamos considerado, hasta que se formó el coro de niños. El pastor era pianista,y desde entonces, las prácticas del coro infantil, a dos voces, se hicieron parte de nuestra rutina semanal. Cuatro de mis hermanos, tres niños de otra familia, y yo, éramos los miembros iniciales del coro.

Lo encontraba interesante, emocionante; nos daba una ventana de escape a las a veces díficiles imágenes del residencial.

Para este tiempo, ya la congregación se reunía en una casa vieja, que se había habilitado como templo, justo al lado de la alcaldía de Hormigueros. Hoy, donde estaba esa casa, hay una extensión de la alcaldía.

Lo otro que también nos resultó sumamente innovador para nosotros, niños de una familia pobre del caserío, era que, los mismos integrantes del coro, íbamos a ser matriculados en una academia adventista. La academia adventista de Mayagüez se convertiría en otro auxiliar del movimiento adventista, en nuestra formación como tales.

Incluyo esto, para así establecer que nuestra participación y convicción en el adventismo, llegó a ser fuerte. Harían falta unas impresiones celestiales, junto a una docilidad y fe humana, para lograr ver más allá del adventismo.

Esta es la identificación que yo usaba, como estudiante de esa academia.
(Si no sale, ya que aquí no hay opción para editar los mensajes, una vez guardados, la pondré en otro espacio.)



Nunca supe cómo se costeaban los estudios nuestros. Pero sí llegué a participar de un programa de venta de material adventista, al año y medio siguiente, que aportaba, en parte, a cubrir gastos relacionados con la academia.

Llegado ese tiempo, en el que asumí una labor de venta de revistas adventistas, era yo ahora un colportor.
Durante el tiempo de verano y vacaciones, salíamos, en una camioneta ¨van¨, cargada de más jóvenes adventistas, a distintos pueblos de Puerto Rico, para vender materiales de la organización. Toda una aventura para mi; poder conocer pueblos y puntos de mi isla, que sólo de oidos sabía.

Para señalar un incidente que me ocurrió en el colportaje, debo señalar otro que me ocurrió siendo aún más niño.

Bajaba en una ocasión del supermercado, tomado de la mano por mi hermana mayor. Recuerdo que traía puestos unos zapatos que me quedaban grandes. Tendría en ese entonces como 8 años. Era temprano de mañana, y cuando llegaba al pie de una cuesta, que daba a la plaza pública de mi pueblo, me solté repentinamente de la mano de mi hermana, y comenzé a caminar casi por el centro de la plaza. Como los zapatos me quedaban grandes, para que no se me salieran, tenía que mantener el pie hacia delante, por lo que cada zapatazo era bien enfatizado. Pasé cerca de un perrro que dormía, y al parecer, los zapatazos que daba le irritaron, pues de repente saltó, ladrando en dirección hacia mí y con su boca tratando de morder mis piernas. Yo corrí gritando una gran distancia. De por sí, le tenía pavor a los perros. Y a raíz de esa experiencia, les tomé terror.


Volviendo a lo del colportaje. Eramos enviados en parejas a colportar, en áreas asignadas. En una ocasión, me tocó, junto a una compañera de la misma congregación, vender libros en un solitario campo, de un sector que no conocíamos. Yo tenía casi 13 años de edad.
Estando con **** Rodríguez, en un área de ese campo, notamos una enorme y elegante casa, al lado izquierdo de aquella ¨solitaria¨ carretera.

Recuerdo que me alegré, ya que juzgando por el tamaño de la casa, me dije, aquí vamos a vender revistas. Desde la distancia, noté que no habían vehículos en su enorme estacionamiento, y también que estaban los portones abiertos.
Cuando estoy comentando con mi compañera de colportaje, oigo ladridos de perros que vienen desde aquella casa, y veo que cuatro perros, tres grandes y uno mediano, vienen bajando y corriendo por el estacionamiento en dirección hacia donde nos encontrábamos nosotros: en medio de una carretera solitaria. No recuerdo si oré en ese instante; si recuerdo, quedarme petrificado en medio de la carretara, mientras los perros salían por los abiertos portones ladrando y en dirección a nosotros. Sin pretender inflar el incidente, eran perros grandes, (tres de ellos) guardianes, y aparentemente, a los dueños se les había olvidado cerrar sus portones. Rodríguez se escondió detrás de mi, y gritaba. Yo sentí un impulso de mirar a mis pies. Y allí había una piedra. Sólo una; como David, con la única que necesitó para derribar al gigante. La tomé en mi mano derecha, y como si una fuerza superior controlara mis instintos, esperé hasta que los perros estuvieran a pies de distancia de nosotros. Curiosamente venían en fila; con el más pequeño al frente.
Cuando ya estaban a unos 12 pies de distancia de nosotros, lancé la única piedra que tenía, en dirección hacia ellos, y ésta golpeó con una fuerza que no fue mía, al que estaba al frente de la ¨jauría¨, y dió un chillido espantoso mientras al mismo tiempo, se tornaba hacia atrás corriendo velózmente de vuelta a la mansión y junto a él, los otros tres grandes perros le siguieron, chillando como si ellos también hubiesen recibido el impacto de la piedra. Quedé por unos segundos atónito, y cuando reaccioné, salí corriendo, al igual que mi compañera, de aquel lugar.

Cuando compartí en la tarde nuestra experiencia, algunos la tomaron como señal de que el colportaje que realizábamos, de seguro era una amenaza al diablo y por ello, habíamos sido atacados. Otros minimizaron lo ocurrido. Y de seguro, otros ni creyeron.

Pero esa experiencia, junto a otras que viviría, me estaban indicando que el Dios del que yo estaba leyendo en la biblia, y en la colección de tomos de las historias bíblicas ilustradas, sí parecía intervenir sobrenaturalmente, aún a favor de unos jóvenes de recursos escasos.

Si, yo era adventista; ya bautizado bajo el ala de ese movimiento y defendiendo profecías de una mujer que tenía extrañas revelaciones que contradecían doctrinas novotestamentarias (de esto me daría cuenta luego), sin embargo, Dios me había protegido.

¿Era eso una señal de que yo andaba en la senda correcta? Y de no ser así, ¿por qué Dios intervino?

Lo cierto es que esa experiencia me hizo ver más viva la biblia. Después de todo, el Dios que había estado con David, había estado conmigo.

¿Qué más me concedería Dios ver, y con qué fin?

Continuará., Dios mediante.


Copyright2009 Erskine

En Cristo....Erskine.
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Foto de identificación de la academia.

my.php
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

Bendiciones leticiae, y gracias.


(Continuación.)

Hermano,
Que Dios lo bendiga y le repito, le de más tiempo para que pueda escribir más seguido.
 
Re: Yo estuve en el adventismo. (Testimonio personal.)

(Continuación.)


Una cosa que se nos repitió continuamente, fue que éramos de la religión adventista.
Se hacía énfasis de que habían muchas religiones en el mundo, pero que la adventista era la verdadera. Aparte de que se nos estaba recordando algo que era obvio, osea, en el sentido de que hay muchas religiones en nuestro mundo, producía eso en mí, la percepción de que prácticabamos algo. Estábamos anexos a algo. Ese énfasis en que éramos de esta religión, nos llevó a aceptar como lógica, que éramos religiosos.
No sólo los escritos de Elena G. de White, empleaban a cansar ese término, los cientos de escritos de autores adventistas hacían lo mismo.

Con naturalidad respondí, muchas veces, cuando me preguntaban sobre mi afiliación: ¨Yo soy de la religión adventista¨.

No veía que la Iglesia primitiva se presentara a sí misma, como religión; Cristo tuvo choque con gente religiosa. De hecho, fueron sus más acérrimos opositores.

Había algo más que prácticas y liturgias, pero, yo aún no sabía definir bien qué podía ser.

(Santiago hizo uso del término cuando señalaba a los que se declaraban religiosos y por eso les dijo: ¨La religión pura y sin mancha delante de Dios es esta¨... Y procedió no a mencionar una denominación, sino una actitud que debía tener quien se aferrara a la idea de ser religioso... ¨es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo¨. En otras palabras... ¿Insisten en ser religiosos?, pues, hagan esto. Santiago 1:26-27 )

Fué más fácil para mí, y creo que lo es para todo religioso, establecer un código de conducta basado en normas únicamente, y distanciarme de lo que se saliera de los marcos propios de la religión; aún cuando pareciera tener algo de virtud en si. El marco religioso facilitaba esa zona de ¨confort¨.

La casa que empleábamos como templo, quedaba sobre una cuesta, bastante cerca de la plaza pública de Hormigueros y fueron muchas las veces en que la Iglesia pentecostal, pidió permisos, para llevar a cabo campañas de evangelismo desde la tarima de dicha plaza. Las mismas duraban usualmente tres días. Yo notaba, la espontaneidad en los servicios pentecostales desde esa plaza, ya que se escuchaba relativamente claro desde nuestra casa; y las alabanzas, las repentinas alabanzas, no me parecían religión.

Eran extraños. Alababan demasiado, (pensábamos nosotros), y eso no era de buen gusto para una buena religión. Nuestras religiosas mentes no veían aquello como algo apetecible, ya que parecía desorden; y además, ser más comedidos al alabar, nos conservaba el prestigio adquirido; pero nos quedaba la sensación de que le tenían más confianza a Dios que nosotros. Pero estas cosas, se callaban.

El adventismo, debe mucho de su silueta y masa a los escritos de Elena G. De White. Ésta se tomó de su tiempo para cincelar, con sus escritos llenos de supuestas visiones, desde el nombre de la organización, hasta la manera en que se debe adorar a Dios.

En uno de ¨sus¨ libros, Joyas de los testimonios tomo 1, página 80, de un escrito del año 1861,
aseveró ella:

¨Recibí una revelación acerca de la adopción de un nombre por el pueblo
remanente.¨ Añade en el mismo escrito- ¨ No podríamos elegir un nombre más apropiado que el que concuerda con nuestra profesión, expresa nuestra fe y nos señala como pueblo peculiar. El nombre adventista del séptimo día es una reprensión permanente para el mundo protestante. En él se halla la línea de demarcación entre los que adoran a Dios y los que adoran la bestia y reciben su marca.¨

Ella estableció, como estaca para amarrar la tienda que ampara al que
busca la verdad , el nombre de la organización. Concluyó con la supuesta
revelación divina, diciendo en el mismo escrito:
¨ Me fue mostrado que casi todo anático que surge y que desea ocultar sus sentimientos a fin de arrastrar a otros, asevera pertenecer a la iglesia de Dios.¨


Con declaraciones así, y asegurando que Dios mismo se le había revelado con esto, sus escritos se tornaron y se han tornado en guía de conducta religiosa para la organización.
Lo fue para nosotros. Hubieron cientos de sermones que abundaron en citas de sus libros.

Los pastores adventistas, no se hubieran atrevido a objetar a las demarcaciones puestas por Elena; mucho menos la felígresía. Por lo que vivíamos, o por lo menos, tratábamos de vivir la religión lo más cerca posible a ellas.

En el área de la adoración y de la música, ella de igual manera demarcó. En uno de sus escritos expresó:
¨Las cosas que tú has descrito que están tomando lugar en Indiana, el Señor me ha mostrado que tomaría lugar…¨ Continúa diciendo- …¨Habrá gritos, con tambores, música y danza.¨ – Y unas líneas más adelante añade- ¨El Espíritu Santo nunca se revela a sí mismo con esos métodos, en tal locura de ruido¨.

Esto lo expresó ella, comentando sobre unos servicios de avivamiento que se celebraban en ese estado y en donde abundaba la adoración espontánea, acompañada de instrumentos.
Esto que ella mencionaba, y que enfatizaron líderes adventistas posteriormente, establecia el fundamento para limitar nuestras expresiones de alabanza, a un rotundo, Amén.
Estaba fuera de lugar exclamar, por ejemplo, ¨Aleluya¨.

Los pastores citaban líneas como éstas, para dejarnos dicho qué se podía usar como expresión de adoración y qué no.

Hubieron ocasiones en que mientras celebrábamos la reunión en el templo, se oían los cánticos y las alabanzas que elevaban en la plaza los pentecostales, y movíamos los pies inconscientemente. Una vez el pastor nos llamó la atención por ello.

Notaba los salmos de la Biblia, llenos de invitación y amonestación a la alabanza. Alabanza que en su contexto, no se limitaba a un amén, ni a un simple murmullo; pero el espíritu de profecía (Elena), y los ministros, habían hablado.

Lo acepté, tranquilamente, pues, ser religioso parecía ser lo más seguro.

Termino momentáneamente esta intervención con un incidente, de los tantos, que me dejó pensando.

En una reunión, habíendo terminado de cantar, estábamos en ese lapso en el que se espera a que los que van a estar a cargo del resto del servicio, suban al estrado.
Pasados unos minutos de silencio, se oyó una voz, desde la parte central de la grey, exclamando : ¡Gloria al que vive! ¡Aleluya!

Muchos miramos en aquella dirección. Era una señora que no había visto antes, pero que había sido invitada a estar allí por un hermano adventista. Al ver que la mirábamos de esa manera, preguntó : ¿Qué? ¿Aquí no alaban a Dios?

Un anciano adventista, volteó su cuerpo completamente hacia ella y le dijo:
Mas Jehová esta en su santo templo, calle delante de Él toda la tierra.
La señora entonces dijo- Pues si aquí no alaban al Señor, aquí yo no vuelvo.
Se levantó, y cumplió su determinación.

Yo quedé impactado. Sí, como joven adventista aquello me parecía una intromisión por parte de la señora, pero, qué libre de prejuicios, qué convicción noté en ella.
Tanto, que hasta el día de hoy, lo recuerdo claramente.

Lejos de mí estaba que años despúes, iba yo a estar adorando con la misma libertad, fe, gratitud y entendimiento, que vi en aquel rostro.



Continuará., Dios mediante.


Copyright2009 Erskine




En Cristo y en su amor....Erskine.



¡Bendito sea su Santo nombre!