Dios los cubra en su abundante gracia.
Estaba esperando el momento indicado para compartir en los foros, sobre mi tiempo en el adventismo, y qué ocurrió, que salí de ese movimiento.
Lo haré a modo de narración, y a la vez, de enseñanza. Quiero enfatizar que esto no es un cuento, es una experiencia de mi vida. No lo hago para denigrar a nadie, simplemente para testificar de la verdad del evangelio, y la intervención continua de Dios por acercarnos a Él.
Me crié en el pequeño pueblo de Hormigueros, Puerto Rico. Raras veces, se celebraban en ese pueblo, festividades o eventos de trascendencia, a excepción de las tan sonadas fiestas patronales. Éstas se celebraban durante las primeras semanas de septiembre, si mal no recuerdo, y se ¨armaban¨ al lado de la plaza pública; en un enorme lote vacio, propiedad del Municipio.
Nosotros vivíamos como a dos bloques y medio (Calculando distancias aquí.) de esa plaza y terreno, por lo que era para mi y mis hermanos, de suma alegría esa temporada. Se llenaba el área circunyacente a nuestro apartamento, de vehiculos y de personas provenientes de distintos puntos de la isla, durante los días que duraban las fiestas. Al llegar las 5:00 de la tarde, estábamos ya ansiosos, pues, las máquinas, caballitos, sillas voladoras y la ¨magestuosa estrella¨, comenzaban a ser activadas por los operarios; anticipando una noche más, llena de niños haciendo fila con sus ¨tickets¨, jóvenes comiendo pinchos y algodones de azúcar, adultos jugando en las ¨picas¨ y engullendo los famosos bacalaitos fritos.
Horas más tarde, desde la plataforma de la plaza pública, a casi 15 metros de la estatua de Segundo Ruíz Belvis, se escucharía la voz del moderador de la fiesta, haciendo los anuncios sobre la orquesta o ¨artista¨ invitado de esa noche. El jolgorio se extendía casi hasta las dos de la mañana.
Como éramos de recursos excasos, y, nueve hijos, las carreras en las máquinas para montar, eran todo un lujo para nosotros. Sólo el día en que se regalaban boletos en la escuela pública, para montar, disfrutábamos bastante de las ¨machinas¨, como les llamábamos.
Cada año era ese el evento de mayor trascendencia para nosotros, al igual que el día de Navidad.
Pero hubo un año, en el cuál el terreno al lado de la plaza, fué ocupado para otro evento. No era Septiembre, pero sí recuerdo que era para tiempo de verano. Una gran lona, parecida, por lo menos en anchura, a la que usan los circos, había sido montada en el área que usualmente era ocupada por el ¨Tempest¨, una máquina famosa de las fiestas patronales.
Yo tenía como 10 años, y creí que se trataba de un circo. Pero días después, frente a aquella lona, se había levantado un gran rótulo de vinilo con un anuncio parecido a este: Cruzada de Integridad Familiar.
No era un circo; era una actividad con énfasis en la vida de la familia. Unas cuántas personas, bien vestidas, y de amable hablar, estarían tocando las puertas de cada apartamento en el residencial Gabriel Soler, en esos días, y dejando formalmente invitaciones a cada residente, para asistir a las actividades que comenzarían ese fin de semana, bajo aquella lona.
A mi mamá, y a nosotros, desde luego, nos intrigó. Y además, era algo no visto durante mis años de existencia, en el pueblito de Hormigueros. Iríamos.
Para ese entonces, yo no sabía que era una actividad organizada por el movimiento adventista. Ni siquiera había escuchado ese término antes. Pero de eso, compartiré en mi próxima narración.
Finálmente llegó el esperado viernes, y con la mejor ropa que tenía, recuerdo entrar por esa lona, junto a mi madre y varios de mis hermanos.
Continuará...
En Cristo..........Erskine.
Copyright2008 Erskine
Estaba esperando el momento indicado para compartir en los foros, sobre mi tiempo en el adventismo, y qué ocurrió, que salí de ese movimiento.
Lo haré a modo de narración, y a la vez, de enseñanza. Quiero enfatizar que esto no es un cuento, es una experiencia de mi vida. No lo hago para denigrar a nadie, simplemente para testificar de la verdad del evangelio, y la intervención continua de Dios por acercarnos a Él.
Me crié en el pequeño pueblo de Hormigueros, Puerto Rico. Raras veces, se celebraban en ese pueblo, festividades o eventos de trascendencia, a excepción de las tan sonadas fiestas patronales. Éstas se celebraban durante las primeras semanas de septiembre, si mal no recuerdo, y se ¨armaban¨ al lado de la plaza pública; en un enorme lote vacio, propiedad del Municipio.
Nosotros vivíamos como a dos bloques y medio (Calculando distancias aquí.) de esa plaza y terreno, por lo que era para mi y mis hermanos, de suma alegría esa temporada. Se llenaba el área circunyacente a nuestro apartamento, de vehiculos y de personas provenientes de distintos puntos de la isla, durante los días que duraban las fiestas. Al llegar las 5:00 de la tarde, estábamos ya ansiosos, pues, las máquinas, caballitos, sillas voladoras y la ¨magestuosa estrella¨, comenzaban a ser activadas por los operarios; anticipando una noche más, llena de niños haciendo fila con sus ¨tickets¨, jóvenes comiendo pinchos y algodones de azúcar, adultos jugando en las ¨picas¨ y engullendo los famosos bacalaitos fritos.
Horas más tarde, desde la plataforma de la plaza pública, a casi 15 metros de la estatua de Segundo Ruíz Belvis, se escucharía la voz del moderador de la fiesta, haciendo los anuncios sobre la orquesta o ¨artista¨ invitado de esa noche. El jolgorio se extendía casi hasta las dos de la mañana.
Como éramos de recursos excasos, y, nueve hijos, las carreras en las máquinas para montar, eran todo un lujo para nosotros. Sólo el día en que se regalaban boletos en la escuela pública, para montar, disfrutábamos bastante de las ¨machinas¨, como les llamábamos.
Cada año era ese el evento de mayor trascendencia para nosotros, al igual que el día de Navidad.
Pero hubo un año, en el cuál el terreno al lado de la plaza, fué ocupado para otro evento. No era Septiembre, pero sí recuerdo que era para tiempo de verano. Una gran lona, parecida, por lo menos en anchura, a la que usan los circos, había sido montada en el área que usualmente era ocupada por el ¨Tempest¨, una máquina famosa de las fiestas patronales.
Yo tenía como 10 años, y creí que se trataba de un circo. Pero días después, frente a aquella lona, se había levantado un gran rótulo de vinilo con un anuncio parecido a este: Cruzada de Integridad Familiar.
No era un circo; era una actividad con énfasis en la vida de la familia. Unas cuántas personas, bien vestidas, y de amable hablar, estarían tocando las puertas de cada apartamento en el residencial Gabriel Soler, en esos días, y dejando formalmente invitaciones a cada residente, para asistir a las actividades que comenzarían ese fin de semana, bajo aquella lona.
A mi mamá, y a nosotros, desde luego, nos intrigó. Y además, era algo no visto durante mis años de existencia, en el pueblito de Hormigueros. Iríamos.
Para ese entonces, yo no sabía que era una actividad organizada por el movimiento adventista. Ni siquiera había escuchado ese término antes. Pero de eso, compartiré en mi próxima narración.
Finálmente llegó el esperado viernes, y con la mejor ropa que tenía, recuerdo entrar por esa lona, junto a mi madre y varios de mis hermanos.
Continuará...
En Cristo..........Erskine.
Copyright2008 Erskine