Estimado Hurkaway:
Estimado Hurkaway:
Aunque yo vivo en las antípodas de la India, las noticias en el mundo hoy corren rápido, por lo que diría que hindúes y budistas más que ir de la mano con lamentable frecuencia se van a las manos. Claro, tampoco aparecen todas las sangrientas confrontaciones, sino apenas aquellas que por su envergadura ameritan estar en las noticias. Así, de las Cruzadas y las sangrientas guerras religiosas entre los cristianos existe mucha documentación, porque en la “civilizada” Europa se escribían detalladas crónicas de las mismas; mientras que del resto del mundo, hemos de suponer que, o bien, las diferentes religiones mutuamente se toleraban, o que, guerreando entre sí tanto o más que las otras, no nos legaron la historia de las mismas. No solamente los conquistadores españoles masacraron a los indígenas del Nuevo Mundo, sino que desde hacía siglos estos ya venían combatiendo unos contra otros en guerras despiadadamente crueles y sangrientas. Y por otro lado, jamás se vieron en el mundo emprendimientos más justos, pacíficos, tolerantes y no beligerantes como los de muchos anabaptistas en el Siglo XVI y los cuáqueros en el XVII. Pero en el sudeste asiático son demasiadas notorias las diferencias dentro de las dos tradiciones mayores del budismo: los theravadas y los mahayanas.
La distancia que establecí entre los grandes maestros religiosos y el Señor Jesucristo, es porque advirtiendo que todos ellos son tan lejanos a Él, esa medida en años luz era la mayor que yo podía concebir. Aunque puedan mostrarse ciertas afinidades y paralelismos, la diferencia que distingue a Jesús de aquellos es tal que resulta imposible parangonarlos.
Ahora, si hay algo en las demandas de Cristo que yo no puedo aceptar porque descubren en mí aspectos de los que no me quiero arrepentir ni corregir definitivamente, entonces conservaré a un “Cristo” a mi propia hechura y flirtearé con los demás profetas y maestros religiosos. Quizás sus libros sagrados sean más condescendientes con mis humanas debilidades que lo que suele ser la rigurosa Biblia. ¡Dios me libre de caer en tal apostasía!
Tú eres libre de proponer lo que quieras, que yo lo recibiré con sumo respeto. Pero no que llames a tu propuesta de razón, porque ni con mi mejor esfuerzo puedo hallarla razonable.
¿Dónde se centra el problema entre nosotros? Veamos:
Si te fijas bien, siete veces en tu mensaje te refieres a “mi fe”; en cambio yo, ninguna. ¿Por qué? ¿Por qué no tengo fe? No, sino porque la mía es la “fe de Jesús”, siendo Él su autor y perfeccionador, y yo solamente el receptor de ese don recibido de la Palabra de Dios por pura gracia divina. En cambio, lo que tú tomas por tu “fe” – y sin intención alguna de desvirtuarla -, lo veo sólo como un sistema ideológico que se aviene bien a tu propio gusto, situación y conveniencia, sin las fastidiosas asperezas de la doctrina cristiana.
Tu fe, tal como la describes, parece ser una especie de sentimiento intuitivo, que tras el oír o el leer, te provoca tal paz que te guía a aprobar, o tal inquietud que merece tu desaprobación. Todo esto va bien con la religión natural profesada por la humanidad que comenzó a construir la torre de Babel, porque atiende a su propia satisfacción y gusto. Pero nada tiene que ver con la verdad de Dios expuesta en su Palabra y el Evangelio de Jesucristo. Leyendo un poco del Bhagavad-Gita, tuve que recorrer varias páginas para extraer algún pensamiento moral con algún valor semejante a un solo versículo del libro de los Proverbios de Salomón. ¡Esa es la maravilla de la Biblia! Uno se sorprende una y otra vez de que en tan estrecho espacio puedan caber conceptos tan ricos y sublimes.
Fíjate también, que no que “Con Jesús se ha hecho algo lamentable” – como dices -, sino que tú mismo los haces al despojarle de la cualidad de Camino que Él es, haciendo de su mensaje apenas un camino. No es que los cristianos le atribuyeran un atributo que no le es propio, sino que tú como tantos otros orientalistas se lo quitan para relegarlo al mismo nivel de sus dioses y maestros.
En cuanto a la intransigencia, es común a todas las religiones y no patrimonio exclusivo del monoteísmo judío, cristiano e islámico
En el citado Bhagavad-Gita (Krishna el 'señor' en cuestión) se revela a sí mismo como Dios omnipotente. Krishna es, de ese modo, “el único actor real en el universo y el único objeto posible de devoción”. De esta manera se excluye a los demás candidatos a disputarle la deidad.
Si por sólo un momento pensáramos siquiera en la posibilidad que la Biblia pudiera mentirnos, ¿qué quedaría entonces para todos los demás libros sagrados de las diferentes religiones?
Ningún otro libro ha sido más traducido, más publicado, más leído, más estudiado, comentado y criticado que la Biblia; ni tantos han sido perseguidos, torturados y muertos por el delito de tener un ejemplar. Ninguno tan amado y tan odiado como la Biblia.
¿Y los demás libros sagrados? Pues su lectura se hace pesada y bastante árida. Quizás si hubiésemos nacido en la misma tradición, idioma y cultura, les hallásemos más sentido.
Yo tampoco permitiría “que la megalomanía de ciertos personajes de la historia haga de mi fe un depósito de caprichos excluyentes” – como finalizas diciendo -, antes bien, “yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2Timoteo 1:12).
Recibe mis atentos saludos.
Ricardo.