Estimados hermanos:
Aunque este tema es bastante añejo; pero como alguno lo ha reflotado; daré mi opinión… a “pastorsita” (pastorcita)
Primero que nada, estimada pastorsita, partió mal… venir a un foro a preguntar si esta bien o no desear ser pastora; …denota un discernimiento espiritual muy pobre… por lo menos para sus anhelos (ser pastora)… porque esto debe preguntárselo a Dios y no a nosotros.
Sin embargo le responderé … aunque mi respuesta no es si usted puede o no puede… solo procuraré darle algunas indicaciones para que su deseo lo encamine como realmente corresponde.
Primero, debe usted asegurarse por la Palabra si es lícito o no el ministerio de “pastora”; …cosa que no debiera serle difícil, pues entiendo que para desear ser pastora… usted debe manejarse bien en la Palabra de Dios. Y aunque le cueste escudriñar e interpretar imparcialmente lo que su palabra enseña en cuanto a este ministerio en una mujer… debe esforzarse en descubrirlo, y asegurarse bien en su ánimo; …porque partir a realizar una tarea de este tipo, sin la seguridad, por lo menos, de que su Palabra la autoriza, …sería un desacierto; emprender una labor de esta envergadura solamente apoyada en un “parecer” o “deseo”… inevitablemente le augura un rotundo fracaso.
Segundo, debe tener usted la absoluta y completa seguridad que su deseo cuenta con la aprobación de Dios, es decir, que existe “el llamado” de parte de Dios a ejercer tal o cual ministerio. “¿Como predicarán si no fueren enviados?” (Rom. 10:15) Si es cierto que el llamado a predicar su evangelio es para todos los creyentes sin distinción, no es menos cierto que el llamado a un ministerio, no lo es para todos. Por lo tanto necesitará usted mucho tiempo a las plantas del Señor, para lograr la seguridad de que su deseo de ser pastora, no obedece solo a un sentimiento o a un deseo solo de su corazón, y no a un propósito de Dios. Debe entrar usted en el consejo secreto del Señor.
Mi consejo sería que, paralelamente a buscar el “secreto consejo de Dios” para saber si tiene usted el llamado o no;… busque claridad en lo que dice su Palabra. Por ejemplo, aunque esta enseñanza va dirigida a los varones, bien la puede tomar usted, porque el deseo es el mismo; su palabra dice lo siguiente:
“Palabra fiel, si alguno apetece obispado, buena obra desea.” (1 Tim. 3:1) … según esto no iría usted tan mal… hasta ahora…
Pero…. allí su Palabra nos enseña que cuando algún varón, ha sentido en su corazón el “deseo” (aunque su Palabra dice “apetito”) de un obispado, aunque reconoce que es “buena obra”; seguidamente le pone una larga lista de requisitos que el “postulante” debe presentar: “irreprensible, marido de una sola mujer, solícito, templado, compuesto, hospedador, apto para enseñar; no amador del vino, no heridor, NO CODICIOSO DE TORPES GANANCIAS, moderado, no litigioso, AJENO DE AVARICIA, que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad, no un neófito, que tenga buen testimonio de los extraños (mundanos)” (vers. 2 al 7). Este pasaje, nos enseña entonces que: cuando el hombre desea pastorado (no Dios) el Señor lo considera un “apetito” (“el que apetece”) y sabemos que todo apetito es de la carne. También nos enseña que, cuando este apetito viene del hombre, Dios le exige que presente condiciones,.. cualidades, virtudes, etc. más al contrario, cuando es El quien ha llamado a un instrumento a un obispado (pastorado) entra en “el trato de Dios” y Dios lo hermosea con estas cualidades, requisitos, condiciones. virtudes… para un buen desempeño y ser instrumento en las manos de Dios, excelente, PARA EDIFICACIÓN DE SU PUEBLO.
Como usted puede ver, la seguridad del llamado es demasiado importante, porque de eso depende el respaldo que Dios da a quien él llama: “No se puede salir con diez mil, al que viene contra el con veinte mil” (Luc. 14:31) Con Dios de nuestro lado, tenemos victoria y éxito seguro. (Lea Isaías 41) “No temas, TE LLAMÉ y te dije: mi siervo eres tu” (vers.9)
Pero cuando salimos solo porque tenemos “el deseo”… es fracaso garantizado: “Sin mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5)
Tercero;… Seguridad de la Unción de Dios. Disponerse a servir a Dios sin contar con la Unción divina, es solamente exponerse a gustar el sabor amargo del fracaso; “la Unción de Dios”, es aquello indefinible e indescriptible, que concede al hombre de Dios la idoneidad para desempeñarse en su servicio, con la seguridad que Dios está detrás de el;… la Unción es aquello que hace que la Palabra de Dios se transforme en “viva y eficaz y más penetrante que toda espada de dos filos” (Heb. 4:12) La Unción es lo que le da al predicador, al ministro, precisión en sus palabras, agudeza y poder; y que puede agitar y despertar a las congregaciones muertas, esta Unción permite que la Palabra de Dios en las manos del ungido, sea embellecida y encendida por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo de Dios, y que alcance hasta partir el alma y el espíritu y la conciencia y quebrante el corazón de los oyentes. La Unción es la que le da al pastor una sincera y profunda empatía con el rebaño del Señor a su cargo.
La Unción divina, es la característica que separa y distingue la genuina predicación del evangelio; de todo otro método humano de presentar la verdad del evangelio, y que abre un profundo abismo entre el pastor que es de Dios y el que no lo es. La Unción, es lo divino en el hombre que sirve a Dios, que hace del predicador un niño en Cristo, pero que le permite vivir como un gigante. La Unción de Dios, no se encuentra en las salas de un Seminario, de un Instituto Bíblico o de una Universidad; no es la elocuencia de un orador ni es el don del genio; es el sello de Dios en el mensajero, la gracia inigualable del que sirve genuinamente a Dios, y esta Unción , desciende del cielo y destila como aceite… en respuesta a una vida de oración, permanente oración, abundante e incansable oración.
Y por último , estimada “pastorsita”, debe usted asumir el costo o el precio de ser un instrumento en las manos de Dios. “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente” (Salm. 126:6) El pastor debe servir a Dios en el campo, en la ciudad, en los caminos, junto al rebaño, y donde el Señor quiera enviarle, y por lo tanto debe tener en mente asumir el costo de servir en ese plano a Dios: debe estar dispuesto a enfrentar dificultades, peligros, necesidades, calumnias, vergüenza, deshonra, pobrezas, necesidades, amarguras, decepciones, sombras de muerte… por el evangelio y por su ministerio.
Nuestro Señor Jesucristo nunca adornó el camino del cristiano, mucho menos el de un ministro; nunca presentó un camino atrayente al gusto del ser humano, y siempre tuvo el cuidado de presentar la realidad del camino: “Si alguno quiere ir en pos de mi….” Y ciertamente con mayor razón, a quienes llevan un ministerio les presentó el costo de servir allí, como asimismo les pasó por el “cedazo”, presentándoles las condiciones duras y adversas del servicio.
Cuando vino uno diciéndole que “le seguiría donde quiera que fuere” (Lucas 9:57); Jesús le respondió similarmente a esto: “¿Dices que estas dispuesto a seguirme donde quiera,… a todo lugar?; pero… ¿estas dispuesto a seguirme sin ningún tipo de comodidades materiales de este mundo? .. pues mira… las zorras tienen más comodidades que yo, tienen cuevas; y las aves tienen nido, que bien podrían decir: “es mi nido”, pero yo, el Creador de todo lo que ves, …no tengo hogar en este mundo; ¿estas dispuesto a sacrificar la seguridad de tu hogar, el calor de tu familia por seguirme?... Pues, yo no tengo hogar en este mundo;… ¿estas dispuesto a renunciar a tus legítimos derechos en esta vida por seguirme?; yo, no tengo donde recostar mi cabeza” … La Palabra de Dios, no dice más nada sobre este hombre que prometía seguirle “donde fuere”.
Este es el costo de servir a Jesús; quien no está dispuesto a renunciar a todo; si la ocasión lo requiere y fuere necesario; esta destinado a ganarse el triste epitafio: “No apto para el reino de los cielos”.
Pues ahora usted dirá;…
Por lo pronto le aconsejo que busque respuesta de Dios para su deseo.
Dios le bendiga
