Integristas islámicos amenazan a mujeres en Alicante por no seguir sus costumbres fundamentalistas
El centro de Alicante se ha convertido en zona de residencia mayoritariamente árabe, lo que ha desembocado en graves problemas de convivencia. Al margen de la incipiente delincuencia callejera, 81 mujeres vecinas y trabajadoras de la zona han presentado denuncias al sentirse amenazadas por la comunidad islámica porque éstas no siguen el estilo de vida que marcan las más estrictas leyes fundamentalistas.
L. D. / David Lozano.- Al margen de los actos delictivos en el centro tradicional de Alicante, surge un problema de origen “mental” que viene preocupando a vecinos y comerciantes del centro tradicional de Alicante: los ciudadanos de origen musulmán que habitan en la zona tratan de imponer a la sociedad las costumbres fundamentalistas islámicas que tanto “atentan” contra lo que entendemos en pleno siglo XXI como libertad de las personas –sobre todo de las mujeres– del mundo occidental.
Según publica el semanario La Prensa, que se edita en Alicante, la voz de alarma la lanzó la Coordinadora para la Recuperación del Centro de Alicante, entidad que puso sobre la mesa casi un centenar de denuncias de mujeres residentes o trabajadoras de la zona centro “hartas ya de sufrir vejaciones, amenazas, insultos e incluso agresiones por el mero hecho de ser mujer occidental y desarrollar su vida cotidiana”, según recogía el propio texto de la denuncia.
El documento no expresaba con la crudeza de la realidad lo que a diario está ocurriendo en estas calles del centro de Alicante: San Francisco, Gabriel Miró, Bazán, Barón de Finestrat, Quevedo, Cid, San Fernando... son algunos ejemplos de calles en las que se ha ido imponiendo un auténtico gueto que traspasa la barrera de problemas sociales o carencias económicas, un gueto que trata de imponer un fundamentalismo islámico entre vecinos, residentes y comerciantes, ciudadanos europeos que poco o nada tienen que ver con el integrismo o con las ideas del Islam.
La realidad del día a día en esta “zona caliente” de la ciudad –como así lo reconocen los responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado– pasa por la palabra “temor”. Muchas de las mujeres que transitan por la zona son insultadas por el mero hecho de caminar libremente. Si, además, éstas mujeres llevan faldas o minifaldas, los insultos han pasado a ser amenazas, algunas de ellas graves, e incluso intentos de agresión, como así consta en las denuncias presentadas en la Comisaría de Policía y en la Subdelegación del Gobierno de Alicante.
Marta es una joven de 26 años que trabaja en unas oficinas ubicadas en la calle Castaños “por lo que paso por esta zona todos los días, aunque la verdad es que trato de evitarlo cuando puedo”, explica. Nos cuenta cómo a finales del mes de agosto “un magrebí me dio un manotazo y me gritó porque estaba fumando. Después tres o cuatro compatriotas suyos comenzaron a gritarme y con una tremenda cara de rabia me hicieron salir corriendo de la zona. Realmente no pasó nada pero el susto y la cara de esta gente no se me olvidará nunca. Mi pecado era ir fumando por la calle, es realmente increíble”, asegura. Marta afirma conocer a más compañeras que han sido insultadas, aunque ninguna de ellas está entre las firmantes de la denuncia masiva presentada ante las autoridades.
El ambiente hostil que se respira frente a la presunta “corrupción Occidental” escenifica hechos insólitos, como el continuo acoso a mujeres de la zona centro por el pecado de trabajar diariamente fuera de sus domicilios. Situación que ha terminado por dejar casi desiertas las calles de esta zona. Pasear por ellas en plena mañana laboral supone el tropezar casi exclusivamente con ciudadanos árabes, principalmente argelinos y marroquíes que tampoco ven con buenos ojos la presencia de cámaras y periodistas.
Mientras las autoridades estudian las denuncias presentadas por ciudadanos y diversos colectivos cívicos y comerciales, la realidad evidencia que han adquirido locales, bajos, comercios y viviendas para concentrar en pocas calles casi el 95% de población islámica de la ciudad de Alicante. Y poco a poco se ha ido consiguiendo. Un problema de fondo, porque lejos de integrarse a las costumbres Occidentales –que nada tiene que ver con olvidar sus raíces– parece que la “avanzadilla” islámica trata de imponer sus propias leyes, aquellas Sunnas del Corán que más chocan con los progresos de 21 siglos de civilización. Y así se han producido –y producirán– estos conatos de enfrentamiento social entre dos mundos muy distintos.
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Los vamos a tener que volver a echar de este país a patadas. Y si no me creéis, tiempo al tiempo
Aldebarán, explícanos la bondad de esa noticia, por favor. Dinos cuántos imanes sauditas van a venir a ayudar a las alicantinas contra esa chusma
El centro de Alicante se ha convertido en zona de residencia mayoritariamente árabe, lo que ha desembocado en graves problemas de convivencia. Al margen de la incipiente delincuencia callejera, 81 mujeres vecinas y trabajadoras de la zona han presentado denuncias al sentirse amenazadas por la comunidad islámica porque éstas no siguen el estilo de vida que marcan las más estrictas leyes fundamentalistas.
L. D. / David Lozano.- Al margen de los actos delictivos en el centro tradicional de Alicante, surge un problema de origen “mental” que viene preocupando a vecinos y comerciantes del centro tradicional de Alicante: los ciudadanos de origen musulmán que habitan en la zona tratan de imponer a la sociedad las costumbres fundamentalistas islámicas que tanto “atentan” contra lo que entendemos en pleno siglo XXI como libertad de las personas –sobre todo de las mujeres– del mundo occidental.
Según publica el semanario La Prensa, que se edita en Alicante, la voz de alarma la lanzó la Coordinadora para la Recuperación del Centro de Alicante, entidad que puso sobre la mesa casi un centenar de denuncias de mujeres residentes o trabajadoras de la zona centro “hartas ya de sufrir vejaciones, amenazas, insultos e incluso agresiones por el mero hecho de ser mujer occidental y desarrollar su vida cotidiana”, según recogía el propio texto de la denuncia.
El documento no expresaba con la crudeza de la realidad lo que a diario está ocurriendo en estas calles del centro de Alicante: San Francisco, Gabriel Miró, Bazán, Barón de Finestrat, Quevedo, Cid, San Fernando... son algunos ejemplos de calles en las que se ha ido imponiendo un auténtico gueto que traspasa la barrera de problemas sociales o carencias económicas, un gueto que trata de imponer un fundamentalismo islámico entre vecinos, residentes y comerciantes, ciudadanos europeos que poco o nada tienen que ver con el integrismo o con las ideas del Islam.
La realidad del día a día en esta “zona caliente” de la ciudad –como así lo reconocen los responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado– pasa por la palabra “temor”. Muchas de las mujeres que transitan por la zona son insultadas por el mero hecho de caminar libremente. Si, además, éstas mujeres llevan faldas o minifaldas, los insultos han pasado a ser amenazas, algunas de ellas graves, e incluso intentos de agresión, como así consta en las denuncias presentadas en la Comisaría de Policía y en la Subdelegación del Gobierno de Alicante.
Marta es una joven de 26 años que trabaja en unas oficinas ubicadas en la calle Castaños “por lo que paso por esta zona todos los días, aunque la verdad es que trato de evitarlo cuando puedo”, explica. Nos cuenta cómo a finales del mes de agosto “un magrebí me dio un manotazo y me gritó porque estaba fumando. Después tres o cuatro compatriotas suyos comenzaron a gritarme y con una tremenda cara de rabia me hicieron salir corriendo de la zona. Realmente no pasó nada pero el susto y la cara de esta gente no se me olvidará nunca. Mi pecado era ir fumando por la calle, es realmente increíble”, asegura. Marta afirma conocer a más compañeras que han sido insultadas, aunque ninguna de ellas está entre las firmantes de la denuncia masiva presentada ante las autoridades.
El ambiente hostil que se respira frente a la presunta “corrupción Occidental” escenifica hechos insólitos, como el continuo acoso a mujeres de la zona centro por el pecado de trabajar diariamente fuera de sus domicilios. Situación que ha terminado por dejar casi desiertas las calles de esta zona. Pasear por ellas en plena mañana laboral supone el tropezar casi exclusivamente con ciudadanos árabes, principalmente argelinos y marroquíes que tampoco ven con buenos ojos la presencia de cámaras y periodistas.
Mientras las autoridades estudian las denuncias presentadas por ciudadanos y diversos colectivos cívicos y comerciales, la realidad evidencia que han adquirido locales, bajos, comercios y viviendas para concentrar en pocas calles casi el 95% de población islámica de la ciudad de Alicante. Y poco a poco se ha ido consiguiendo. Un problema de fondo, porque lejos de integrarse a las costumbres Occidentales –que nada tiene que ver con olvidar sus raíces– parece que la “avanzadilla” islámica trata de imponer sus propias leyes, aquellas Sunnas del Corán que más chocan con los progresos de 21 siglos de civilización. Y así se han producido –y producirán– estos conatos de enfrentamiento social entre dos mundos muy distintos.
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Los vamos a tener que volver a echar de este país a patadas. Y si no me creéis, tiempo al tiempo
Aldebarán, explícanos la bondad de esa noticia, por favor. Dinos cuántos imanes sauditas van a venir a ayudar a las alicantinas contra esa chusma