Re: El rincòn de los ex-adventistas
Carta abierta a nuestros amigos y a nuestra familia
Gregory E. Taylor
Ex-pastor ASD
PARTE I
El testimonio
A menudo, la gente me ha hecho esta pregunta: "¿Cómo puede alguien jamás abandonar la Iglesia Adventista del Séptimo Día?" En el pasado, yo mismo me he hecho esta pregunta. "¿Cómo pudo una persona apartarse de este mensaje después de haber llegado a conocer todo lo que la iglesia enseña?" Yo había observado que, cuando la gente dejaba el Adventismo, era porque había perdido su dirección espiritual, o había caído en algún estilo de vida pecaminoso. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado en años recientes. Más y más personas están abandonando el Adventismo y al mismo tiempo dedicando más sus vidas a Cristo. Esto no tiene sentido para muchos en la iglesia porque ellos creen que el Adventismo es "la verdad". ¿Cómo puede una persona dejar "la verdad" y todavía seguir a Jesús? Aún más extraña a este modo de pensar es la idea de que alguien pueda realmente salir del Adventismo como parte de su proceso de crecimiento espiritual. Esta es la pregunta que deseo responder en las pocas páginas siguientes. Espero que se escuche la historia de mi viaje y que con oración se examine lo que tengo que decir. Compárese lo que digo con las Escrituras para ver si estas cosas son así.
Nací y me crié Adventista. Asistí a escuelas Adventistas desde la primaria hasta que obtuve mi maestría. Aunque me aparté por un tiempo durante mi adolescencia y cuando tenía poco más de veinte años de edad, mi nombre nunca fue borrado de los libros de la Iglesia Adventista. Fui criado en un hogar legalista que seguía muy de cerca las enseñanzas de E.G. White. Yo sabía mucho de la ley, pero poco de la gracia. Yo era uno de esos muchachos que quería hacer el bien, pero no parecía poder hacerlo. Así que, con el correr del tiempo, el no poder vivir a la altura de todas las reglas me desanimó. Cuando terminé la escuela secundaria en una institución patrocinada por la iglesia, o academia, como se les llama (en realidad me expulsaron), huí de Dios y de la iglesia. Esta decisión casi destruye mi vida, y terminé convirtiéndome en adicto a las drogas y al alcohol. Durante casi cuatro años, soporté este estilo de vida adictivo, sin esperanzas y con la salud deteriorada. Mi vida se estaba haciendo pedazos por completo. Decidí acercarme a Jesús una noche en que estaba en drogas, y desde entonces nunca he sido el mismo. El Señor extendió su mano y tocó este duro corazón mío a pesar de mi desesperada situación, y me inspiró nueva vida. Me convertí en una nueva criatura de Dios. ¡Por siempre alabaré el nombre de Jesús por su inagotable amor por mí!
Tan pronto me convertí en cristiano, ingresé a un centro de recuperación cristiano, llamado Bridge Fellowship, en el estado de Kentucky. Allí comencé a leer la Palabra de Dios y a crecer como cristiano, así como a purificarme (volverme sobrio). Después de siete meses allí, el camino se abrió, por medio de mis padres, para que asistiese a la Southern Adventist University (entonces conocida como S.C.). Asistí allí como cristiano que desconfiaba de la denominación, pero ansioso de aprender acerca de Dios. Interesado en prepararme para poder compartir las buenas nuevas con otros, quise aprovechar las oportunidades para estudiantes de ministerio que había en la institución, y me encontré con muchos amigos cristianos.
Fue mientras estaba en Southern cuando me hice Adventista por convicción. Estudié educación porque sentía una pasión por enseñar en una escuela superior de la iglesia y ayudar a otros jóvenes a aprender acerca de Jesús, más bien que sólo reglas legalistas de la iglesia. Pero cuando era estudiante de último año, los dirigentes de la conferencia local me preguntaron si me gustaría convertirme en pastor. Ahora estaba dispuesto a considerar la posibilidad de servir como pastor, algo hacia lo cual yo había sentido desde mi niñez que Dios me había estado guiando, pero que yo había resistido aún durante la mayor parte de mi experiencia en la escuela superior. Acepté el llamado, y serví como interno durante un año en una de las iglesias locales allí.
En esa época ocurrió en la iglesia una crisis teológica. Desmond Ford fue expulsado de su puesto como profesor de PUC [Pacific Union College] a causa de sus puntos de vista relativos al Juicio Investigador. Walter Rea fue expulsado de su puesto de pastor por haber revelado hasta dónde había copiado material E.G. White al escribir sus muchos libros. Llamar devastador al impacto que esto tuvo en la comunidad Adventista es quedarse corto.
Descorazonado, el pastor que era mi jefe terminó abandonando el sistema ASD. Entré al seminario preguntándome si yo era Adventista. Una cosa estaba clara. Por mis propias investigaciones de los documentos manuscritos en borrador, yo sabía que, efectivamente, E.G. White había tomado prestado abundante material de otros autores, y que, a menudo, les añadía la frase "Se me mostró".
También sabía que la doctrina del Juicio Investigador tenía serios problemas. Así que asistí al Seminario Teológico de Andrews sabiendo que yo estaba en una precaria situación por lo que concernía a la iglesia. Tomé mi nueva esposa, con la cual había estado casado por 18 meses, y me fui a Berrien Springs.
Me sucedieron varias cosas en la Universidad de Andrews que me llevaron al ministerio ASD. Primero, varios profesores me colmaron de gracia. Ivan Blazen fue una bendición. Prosperé con sus enseñanzas. También fui bendecido por Raoul Dederen y Hans La Rondelle. Estos hombres me ayudaron a ver que el perfeccionismo de los miembros de la iglesia que se oponían a Ford no era la posición de todos los profesores.
Después, pude estudiar el Juicio Investigador, y se me dieron algunas explicaciones plausibles que, por el momento, calmaron mis preocupaciones. Ahora sé que estas soluciones eran burdamente inadecuadas, pero me ayudaron en ese momento. Es más, algunos expertos de la Fundación White vinieron a la universidad con el informe de los abogados exonerando a E.G. White de toda culpabilidad legal en relación con las acusaciones de plagio. Aunque hoy sé que esto fue sólo a causa de los vacíos legales en las leyes de su tiempo, no porque no era ilegal ni erróneo, aún así mi pensamiento se tranquilizó.
El factor final y más importante fue mi primera esposa, quien, después de poco más de dos años de matrimonio, decidió que ya no le interesaba estar casada. Cuando se fue, justo antes de la mitad del semestre de invierno, mi principal preocupación el año y medio siguiente era sobrevivir.
Tuve que dejar de lado mis diferencias con la iglesia para poder sobrevivir. Durante muchos años, no me involucré con los puntos teológicos en disputa. Sin embargo, mi confianza en E.G. White nunca fue la misma después de aquéllo. Sabía que había graves problemas con su autoridad. Todavía leía el Deseado de Todas las Gentes y el Camino a Cristo, pero sabía que utilizarla a ella como comentario bíblico al mismo nivel que la Escritura era ignorar los problemas con su credibilidad.
Mientras estuve en Andrews, conocí a una joven y atractiva estudiante de comunicaciones llamada Paula Wesner. Conversamos mucho, y nos conocimos por medio de actividades ministeriales en la universidad. Aunque nunca salimos juntos sino después de que me gradué del Seminario, cultivamos una buena amsitad. Después de salir de Andrews, iniciamos una relación a larga distancia que terminó cuando nos casamos en marzo de 1985.
Paula y yo nos sumergimos en el ministerio. Al principio, pastoreamos un par de congregaciones distritales. Llevábamos a cabo reuniones evangelísticas, etc. Me sentía más y más incómodo con los métodos evangelísticos tradicionales, que se enfocaban en los acontecimientos de los últimos días y la interpretación profética. Sentí que mi llamado era a alcanzar a la gente con el evangelio de Jesucristo, para llevarles a Él como Salvador, y ayudarles a vivir en correcta relación con Él. Lo que más me encontré en el enfoque tradicional fue a personas que ya pertenecían a alguna iglesia en alguna parte. Las sesiones sólo tenían una o dos noches dedicadas al evangelio, y el resto a nuestras doctrinas distintivas. Me parecía que mucha de la metodología de ocultar nuestro nombre y usar un salón público era engañosa. Gran parte del contenido de seminarios y series de conferencias estaba basado en textos de prueba que yo sabía eran sospechosos. No estaban apoyados por el contexto. Comencé a sentirme frustrado con el pastorado distrital, y cuando llegó una oportunidad para ser un pastor joven de tiempo completo, me apresuré a aprovecharla. Nos mudamos a Kettering, Ohio, y serví a los jóvenes de aquella iglesia por seis años y medio.
Junto con los niños, llegó el reconocimiento de que no podíamos continuar en el ministerio para los jóvenes y guardar el equilibrio. Teníamos una familia propia a la que ahora teníamos que ministrar. También teníamos la profunda sensación de que Dios nos estaba llamando a algo especial. Un día, el llamado llegó para que fuéramos a Asheville, North Carolina.
Allí había una iglesia que estaba tratando de establecer métodos más contemporáneos de evangelismo. Estaban usando principios del ministerio para los jóvenes para llegar a los adultos y llevarles a Jesús. Estaban ensayando métodos usados por la Iglesia de la Comunidad de Willow Creek en Chicago. Oramos mucho acerca de esta decisión, porque nos dábamos cuenta muy bien de los peligros de intentar una transición a un modelo más contemporáneo. Muchos han tratado, y pocos han tenido éxito. Así que oramos intensamente pidiendo la dirección de Dios. Después de muchas y claras indicaciones de su providencia, nos mudamos a North Carolina. Esto inició una temporada de ministerio intensa pero remuneradora.
Tuvo lugar en nosotros un tremendo crecimiento personal y espiritual. Dios bendijo nuestra iglesia también. Aunque unas 50 personas nos dejaron durante la transición a un modelo más contemporáneo, crecimos desde un promedio de asistencia de 120 personas antes de la transición hasta lo que ahora somos, una vibrante congregación de 500 miembros. Realmente vimos la mano del Señor en la renovación de la iglesia de Foster. Mi don del evangelismo pudo ser usado de tal manera que no me obligó a usar los métodos tradicionales. Paula pudo usar sus dones de hospitalidad y comunicación creativa, y nuestros muchachos pudieron disfrutar de muchos amigos y una gran comunidad.
Durante mucho tiempo, tuve problemas con la idea de que los Adventistas fuesen la única iglesia remanente. Pensaba que el centro de atención era demasiado pequeño, y creía que el concepto de un mensaje remanente, más bien que el de una "iglesia remanente", era una interpretación más realista de Apocalipsis 12.
El problema de la falta de renovación espiritual en la mayoría de las iglesias ASD, y la presencia de vida abundante en otras iglesias fuera de la nuestra, me seguía molestando. Después de como cinco años en Foster, comenzamos a estabilizarnos en nuestro crecimiento. Todavía éramos una iglesia vibrante, pero parecía que no estábamos alcanzando realmente el grupo que era nuestro blanco, la gente que no pertenecía a ninguna iglesia. Aunque sí alcanzamos a algunos de los sin iglesia, la mayoría de ellos tenían algún antecedente Adventistas. No es que este no es un grupo importante de alcanzar, sino que eran casi todos los que estábamos alcanzando.
Oraba y oraba acerca de esto. Mi don del evangelismo ardía dentro de mí, pero parecía que algo estaba impidiendo mi efectividad. Comencé a pensar que debía haber algo malo conmigo. Pasé mucho tiempo escudriñando mi alma. ¿Es sólo el ego lo que me hace desear una iglesia grande, o es la compasión por los perdidos lo que me impulsa? Busqué algún consejo cristiano que fuese de lo más útil para resolver algunos puntos de mi pasado de los cuales no era consciente, y los puntos de éxito/fracaso con los que lidiaba. Pude mirar las partes de mí mismo que necesitaban sanación y las confesé ante el Señor, y recibí su perdón.
Mientras tanto, la iglesia estaba estancada. Descubrí que yo no estaba tan interesado en el tamaño de la iglesia como en usar los dones evangelísticos que Dios me había llamado a usar. Éste fue un tiempo de profundo escudriñamiento del alma. Sabía que algo estaba estorbando el plan de Dios para usar este don en mi vida, pero no sabía qué era. Exploramos algunos llamados, pero no sentimos que el Señor nos estuviese guiando en ese momento. Participaba en retiros espirituales, con ayuno y oración, pidiendo a Dios que me guiase. Invocaba a Lucas 11:11-13 pidiendo la presencia del Espíritu Santo y una clara dirección divina.
Más o menos por esta época, un amigo en un ministerio similar hizo que Carl George, un especialista en evangelismo y crecimiento de iglesias, fuera a su iglesia para que la estudiase. El crecimiento de sus iglesias se había estancado también. La evaluación de Carl George fue que no podían entrar a la comunidad que no asistía a ninguna iglesia a causa de los puntos en disputa relativos al sábado. Esta era una barrera demasiado grande para la mayoría de la gente no criada en el Adventismo o no casada con un Adventista. Para los pastores que son llamados a alcanzar a la gente para Jesús, esto parecía problemático. Tenemos que alcanzar el mundo, pero encontramos una barrera que es parte de la estructura misma del Adventismo. En ese tiempo, yo aceptaba que, si Dios quería usarnos para alcanzar a la gente fuera del sistema, Él prepararía el camino.
Mientras tanto, un par de amigos míos en ministerios similares abandonaron el Adventismo para fundar iglesias no denominacionales. Su separación inicial de la iglesia ASD fue el resultado de desacuerdos financieros entre ellos y la conferencia a la cual pertenecían. Estaban luchando para sostener un ministerio de iglesia a tiempo completo y al mismo tiempo enviar el 100% de sus diezmos a la conferencia. Este es un problema que todo pastor Adventista confronta, así que yo simpaticé con su situación. Sin embargo, poco después dejaron de tener culto los sábados y comenzaron a tenerlo los domingos. Tengo que aceptar que, en ese momento, me enojé con ellos. No me enfurecí, pero pensé que habían puesto una mancha oscura en el ya inestable movimiento evangelístico contemporáneo dentro de la iglesia. Había estado mucho menos preocupado cuando abandonaron la iglesia a causa de puntos en conflicto relativos a los diezmos, pues es verdad que el sistema ASD estrangula severamente los recursos de las iglesias locales. Desde los más conservadores hasta los más progresistas, los pastores Adventistas tienen problemas con eso. Yo había esperado que estos pastores demostrasen que las iglesias pueden tener éxito sin ser parte financiera del sistema. Pero el problema del sábado les desacreditaba ante mis ojos y ante los ojos de la mayor parte de la comunidad de la iglesia ASD. Les dije lo que pensaba. Ambos escucharon cortésmente mis preocupaciones, compartieron algunas de sus ideas conmigo, y actuaron conmigo como caballeros cristianos.
Cuando estos pastores amigos míos abandonaron el Adventismo y más tarde el sábado, entré en un período de estudio. Mi principal razón de ser Adventista era el sábado. Hasta ese momento, yo había creído que el Adventismo era la iglesia que más cerca estaba de enseñar la verdad bíblica. Por esta razón, yo era sólidamente Adventista por convicción, a pesar de mis preocupaciones relativas a las enseñanzas sobre Ellen White, el Juicio Investigador, y la iglesia remanente. Estaba convencido de que el sábado era el día especial de Dios. En esta época, mis sermones estaban claramente dirigidos a este punto. También enseñaba a los nuevos creyentes que, aunque el Adventismo no era una iglesia perfecta, era lo más cercano a la verdad bíblica como yo la entendía. Por lo tanto, no tenía problemas para llamar a la gente a comprometerse a convertirse en parte de la iglesia Adventista. A menudo, continuaba diciendo que, si algún día descubría una verdad mayor en la Biblia, la seguiría.
Estudié los materiales que me habían recomendado los amigos que habían abandonado la denominación. También estudié intensamente los materiales escritos por teólogos Adventistas, incluyendo Samuel Bacchiocchi, la mayor autoridad sobre el sábado de la IASD. Además, consulté a dos de los más respetados profesores y escritores de nuestra denominación con el decidido propósito de demostrar dónde se habían equivocado mis amigos. Leí, estudié, y me convencí de que los Adventistas tienen la verdad sobre el sábado. Yo también creía que E.G. White tenía el don espiritual de profecía, aunque no era de confianza como intérprete de las Escrituras. Vi que los Adventistas tienen un mensaje remanente, aunque no exclusivo, y que el Juicio Investigador de 1844, aunque complicado, podía hacerse concordar con la posición de E.G. White con algo de imaginación creativa y textos de prueba. Pero la piedra angular para mí era el sábado. Si se elimina, desaparece la IASD. ¡Después de todo, es parte de su nombre!
Más o menos por esta época, mi familia y yo nos preparábamos para iniciar una gira sabática. Habíamos planeado viajar por los Estados Unidos viendo parques nacionales y visitando iglesias los sábados. Eso es exactamente lo que hicimos. Tuvimos un viaje maravilloso. Durante todo el camino, le pedimos al Señor que nos mostrase lo que Él quería que hiciésemos con nuestras vidas. Queríamos estar abiertos a su dirección y seguirle, sin importar el costo. Tener un verano entero para estudiar, orar, escuchar, y observar, parecía una manera grandiosa de escuchar la voz de Dios. Y fue un verano maravilloso. Yo oraba y escuchaba todos los días. En cada ocasión, sentía que el Señor sólo me decía que esperase. A través del estudio profundo y la oración, el Señor me hizo saber que lo que Él deseaba que yo aprendiese de la experiencia sabática me llegaría de una sola vez, y sería diáfano y bíblico.
Durante el verano, nos llamó la atención la falta de vitalidad espiritual en todas las iglesias Adventistas que visitamos. Aunque la gente era sincera, había tal ausencia de vida que era descorazonador. Era casi como si sólo actuaran mecánicamente al ser miembros de iglesia. Las iglesias dominicales eran lo opuesto. Con excepción de una que visitamos, todas ellas tenían tanta vida y tanto gozo que era contagioso. Nos regocijamos cuando estábamos en estas iglesias de varias denominaciones o comunidades independientes. Cuando visitábamos las iglesias ASD, nos sentíamos muy tristes y desanimados. Recuerdo haber orado: "Señor, si el sábado es tan importante y parte de tu ley moral, que es obligatoria para todos los cristianos, ¿por qué bendices claramente a otras iglesias, mientras las iglesias Adventistas sólo se sostienen en el mejor de los casos?" Regresamos de nuestra gira sabática vigorizados por una parte, y entristecidos por la otra. Estábamos muy contentos de regresar a nuestra iglesia, donde había alguna vibración. Antes de regresar al trabajo, pasé tres días solo en un retiro espiritual, estudiando y orando para que Dios me guiase en la siguiente temporada de ministerio.
Estudié, oré, y reflexioné. Todavía continuaba recibiendo la misma respuesta: "Sabrás lo que quiero que aprendas, y será pronto. Tengo un plan para tu vida, y te lo revelaré por medio de mi Palabra".
Nada podía haberme preparado para lo que sucedió después. Recibí una llamada de un pastor Adventista, amigo de mucho tiempo, que yo sé que ama a Jesús como pocos de los que he conocido en mi vida. Tengo gran respeto por su caminar con el Señor y su devoción para seguirle sin importar el costo. Se sinceró conmigo, y me confió que había estado estudiando el sábado y no estaba seguro de que nuestra posición ASD estaba bíblicamente basada en el Nuevo Testamento. Me quedé de una pieza, por decir lo menos, pero él mencionó las mismas dificultades que yo había estado teniendo en cuanto a que era obvio que las iglesias que no guardaban el sábado eran ungidas por el Espíritu de Dios, mientras que las nuestras estaban luchando. Les confié mis luchas con esta cuestión. Para no alargar la historia, varios amigos que yo sé están comprometidos con Jesús tuvieron los mismos problemas simultáneamente.
Eso inició para mí un período de intenso estudio. Regresé a los materiales que había estudiado para argumentar con antiguos colegas Adventistas, y esta vez decidí estudiar los materiales con ellos con la Biblia abierta y una mente también abierta. Quizás Dios estaba tratando de decirme algo. Lo que aprendí de la Palabra de Dios literalmente ha vuelto mi mundo al revés. Al mismo tiempo, ha sido el estudio más liberador y satisfaciente para mi alma en que jamás me haya embarcado. Fiel a su Palabra, Dios ha transformado radicalmente mi manera de pensar. Paula ha sido bendecida profundamente por este estudio también. Hemos llegado a entender la Biblia de una manera nueva y poderosa.
¡Amor para todos vosotros!
En Cristo Jesús, nuestra Seguridad y nuestro Reposo.
Greg y Paula Taylor
(CONTINUARÀ, LA SEGUNDA PARTE, EN EL PROXIMO MENSAJE).....