Re: ¿Existe el Infierno?
Como enfrentar y vencer un ataque de Satanás:
Dice Jesús:
Satanás se presenta siempre con un ropaje benévolo y en forma ordinaria. Si las almas están atentas y sobre todo en contacto espiritual con Dios, advierten el aviso que las pone alertas y prontas a combatir las asechanzas del demonio. Pero si las almas no hacen caso al aviso divino, se separan debido a pensamientos del todo humanos que entorpecen, si no buscan ayuda en la oración que las une a Dios y que da fuerzas al corazón humano; difícilmente pueden ver la trampa escondida bajo una apariencia inofensiva y helas aquí que caen. Librarse después de esta trampa sí que es difícil.
Los dos senderos más comunes de Satanás para llegar a las almas son el sentido y la gula. Siempre empieza por la materia. Cuando ésta ha sido derrotada y sujeta, el ataque continúa en las partes superiores del hombre. Primero la parte moral; el pensamiento con su soberbia y avidez; después el espíritu, al quitarle no solo el amor divino, que ya no existe desde el momento que ha sido sustituido por otros amores humanos, sino también el temor de Dios. Entonces es cuando el hombre se entrega a Satanás en alma y cuerpo con la condición de poder gozar de lo que quiera y gozar siempre. La forma en que me comporté con él en el desierto fue: Silencio y oración. Silencio. La razón es que si Satanás se presenta seductor, se le debe soportar sin tantas impaciencias ni temores inútiles. Es menester reaccionar con valor a su presencia y a su seducción con la plegaria.
Es inútil discutir con Satanás, vencería él, porque tiene una lógica más fuerte. Nadie, más que Dios puede vencerle y por eso es necesario recurrir a Dios que hablará por nosotros, a través de nosotros. Enseñar a Satanás aquel Nombre y aquella Señal, no tanto escritos en papel o grabados en madera, sino escritos y grabados en el corazón. Mi Nombre y mi Señal. Contraatacar a Satanás solo cuando insinúa que él es como Dios, usando las palabras de Dios. El demonio no las soporta. A continuación, después de la lucha, viene la victoria y los ángeles ayudan y defienden al vencedor contra el odio de Satanás. Lo confortan como roció del cielo, con la gracia que derraman a manos llenas en el corazón del hijo y la bendición que acaricia el alma. Es necesario tener voluntad de vencer a Satanás y fe en Dios y en su ayuda. Fe en el poder de la oración y en la bondad del Señor. Entonces no puede hacer ningún mal.
Las tentaciones de Jesús en el desierto
Jesús se encuentra sentado en una piedra dentro de un enorme peñasco que tiene casi la forma de una gruta, cerca de El, esta el saco que tomo antes de partir de Nazaret. Está todo lo que tiene. Como veo que esta vacío comprendo que se le han acabado los pocos alimentos que le había dado María. Jesús está muy flaco y pálido. Está sentado con los codos apoyados sobre las rodillas y los antebrazos que se ven delante, las manos unidas y los dedos entrelazados. De cuando en cuando levanta la vista, mira alrededor y de haber levantado la vista al sol los cierra y los apoya en al roca que le sirve de refugio, como si sintiera vértigo.
Veo que aparece el feo rostro de Satanás. No se presenta como siempre lo he imaginado, con cuernos, cola, etc. Parece un beduino envuelto en su vestido, y su gran manto le da aires de un personaje de teatro. Lleva el turbante en la cabeza, cuyos flancos blancos caen sobre sus espaldas y por la cara. De modo que así aparece un breve triángulo moreno, formando de los labios delgados, de los ojos negrísimos y sin fondo, llenos de resplandores magnéticos. Es todo lo contrario de los ojos de Jesús tan magnéticos y fascinadores que leen en los corazpnes y en los que uno a la vez puede ver su corazón, el amor y la bondad que encierran. Los ojos de Jesús son una caricia en el alma. Lo de Satanás son como un doble puñal que perfora y que quema.
Se acerca a Jesús: "¿Estas solo?"
Jesús lo mira pero no responde.
"¿Como has llegado hasta aquí? ¿Te perdiste?"
Jesús lo mira de pies a cabeza y calla.
"Si tuviese agua en la botija, te daría. Pero yo tampoco tengo. Se me murió el caballo y voy a pié al rio. Beberé y buscaré a alguien que me de pan. Conozco el camino. Ven conmigo. Te guiaré."
Jesús no alza ni siquiera los ojos.
"¿No me respondes? ¿No sabes que si te quedas aquí te mueres? El viento comienza a soplar. Habrá torbellino. ¡Ven!"
Jesús aprieta las manos en muda adoración.
"¡Ah! ¿Con que eres Tú exactamente? ¡Tanto que te buscaba! Y tanto que te seguía. Desde el momento en que te bautizaste. ¿Llamas al Eterno?... ¡Está lejos! Ahora está en la tierra y en medio de los hombres. Entre los hombres yo reino. Sin embargo me mueves a compasión y quiero ayudarte, porque eres y has venido a sacrificarte por nada. Los hombres te odiarán más por tu bondad. No saben otra cosa más que de oro, comida y sentidos. Sacrificio, dolor y obediencia son palabras más muertas para ellos que este polvo. Tan solo la serpiente puede esconderse aquí. En espera de morder, así como el chacal en espera de destrozar. Vete de aquí, no merecen que sufras por ellos. Los conozco mejor que Tú" Satanás se ha sentado enfrente de Jesús y lo escudriña con su horrible mirada, y en su boca se dibuja una sonrisa de serpiente. Jesús sigue callado orando en silencio.
"Desconfías de mí. Haces mal. Yo soy la sabiduría en la tierra. Puedo ser tu maestro para enseñarte a triunfar. Ves: lo importante es triunfar. Después, cuando uno se haya impuesto y el mundo ha sido engañado, entonces se le lleva a donde uno quiera. Pero ante todo es necesario ser como a ellos les gusta. Como ellos. Seducirlos haciéndoles creer que los admiramos y que los seguimos en sus pensamientos.
Eres Jóven y bello. Empieza por la mujer. Siempre se debe empezar por ella. Yo me equivoqué al inducir a la mujer a la desobediencia. Debía haberla aconsejado de otro modo. La habría convertido en un instrumento mejor y habría vencido a Dios. Tuve prisa. Pero ¡Tú! Yo te enseño, porque existió un día en que te miré con angelical alegría y me ha quedado un resto de aquel amor. Pero escúchame y aprovéchate de mi experiencia. Búscate una compañera. Donde Tú no seas capaz de llegar, lo será ella. Eres el nuevo Adán y debes tener tu Eva.
Y por otra parte ¿Cómo puedes comprender y curar las enfermedades de los sentidos, si no sabes que cosa son? ¿No sabes que ahí se esconde el meollo de donde nace la planta de la avidez y de la arrogancia? ¡Por qué quiere reinar el hombre? ¿Por qué quiere ser rico y poderoso? Para poseer a la mujer. Esta es como la alondra. Tiene necesidad de guiño para que se le atrape. El oro y el poder son como las dos caras del espejo que atraen a la mujer y la causa del mal en el mundo. ¡Mira! Detrás de mil delitos de todas clases, hay por lo menos 900 que tienen su raíz en el hambre de poseer a la mujer, o en la voluntad de una mujer que arde de deseo por el hombre que todavía no satisface o no lo satisfará jamás. Mira a la mujer si quieres que saber que cosa es la vida. Y solo después sabrás curar y aliviar las enfermedades de la humanidad. Es hermosa, sabes: ¡la mujer! No hay cosa más bella en el mundo. El hombre posee el pensamiento y la fuerza. Pero ¿la mujer! Su pensamiento es un perfume, su contacto es una caricia de flores, su belleza es como un vino que desciende, su debilidad es como una cuerda de seda o cordón de niño en manos de hombre, sus caricias son fuerza que se derrama sobre las nuestras y las encienden. El dolor, la fatiga, el desdén desaparecen cuando se está cerca de una mujer, y es como un manojo de flores en nuestros brazos. Pero ¡Qué tonto soy! Tú tienes hambre y yo te hablo de mujeres. Tu vigor esta agotado, por eso esta fragancia de la tierra, estas flores de lo creado, este fruto que produce y suscita amor, te parecen cosas sin ningún valor. Pero mira estas piedras. ¡Qué redondas! ¡Qué bien labradas! Doradas por el sol que desciende. ¿No te parecen panes? Tú, Hijo de Dios, no tienes más que decir: "Quiero" para que ellas se conviertan en un pan oloroso como el que ahora las panaderas sacan del horno para la cena de sus familias… estos espinos tan áridos, si Tú quieres ¡no pueden cubrirse de frutas, de dátiles o de miel? Sáciate, ¡oh Hijo de Dios! Tú eres dueño de la tierra. Ella se inclina para ponerse a tus pies y para calmar tu hambre.
¿Lo ves que palideces y sientes mareo tan solo de oír hablar de pan? ¡Pobre Jesús! ¡Eres tan débil de no poder ni siquiera ordenar que se haga un milagro? ¿Quieres que lo haga yo por Ti? No me puedo medir contigo, pero puedo hacer algo. Me privaré por un año de mi fuerza, la juntaré toda, pero te quiero servir porque eres bueno y yo siempre me acuerdo que eres mi Dios, aunque por ahora me he hecho indigno de llamarte como tal. Ayúdame con tu plegaria para que pueda…."
"¡Calla! ¡No solo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que viene de Dios"
El demonio tiene un arrebato de rabia. Rechina los dientes y cierra los puños. Luego se controla y cambia el rechino en sonrisa.
"Comprendo. Tú estás sobre las necesidades de la tierra y tienes horror de servirte de mí. ¡Lo tengo merecido! Pero… ven ahora y mira algo en la Casa de Dios. Mira como también los sacerdotes no rehúsan a transacciones entre el espíritu y la carne, porque al fin son hombres y no ángeles. Haz un milagro espiritual. Yo te llevo al pináculo del Templo y Tú te transformarás en belleza y luego llama a las cohortes de ángeles y di que te entrelacen sus alas para la peana de tus pies y te bajen en el pórtico principal. ¡Que te vean y se acuerden que existe Dios! De cuando en cuando es necesario manifestarse, porque el hombre tiene una memoria tan flaca, sobre todo en las cosas espirituales. ¡Qué felices se sentirán los ángeles de servir de peana a tus pues y de escalera sobre la que subas."
"No tentarás al Señor Dios tuyo ¡está escrito!"
"Comprendes que aún tu aparición no cambiará las cosas y que el Templo continuará siendo un mercado y una corrupción. Tú divina sabiduría conoce que los corazones de los ministros del Templo son un nido de víboras, que se desgarran y desgarran tan solo por dominar. No se les puede domar más que con la fuerza humana. Así pues, oye: ¡adórame! Te daré la tierra. Alejandro, Ciro, César, todos los más grandes dominadores que han vivido o que viven serán semejantes a cabecillas de miserables caravanas en comparación tuya, que tendrás todos los reinos bajo tu cetro y con los reinos todas las riquezas, todas las bellezas de la tierra y mujeres y caballos y armadas y templos. Podrás levantar en todas partes tu Señal, cuando seas Rey de reyes y Señor de señores en el mundo. Entonces serás obedecido y venerado por el pueblo y el sacerdocio. Todas las razas te honrarán y te servirán, porque serás poderoso y el único Señor… ¡Adórame un momento! Quítame esta sed que tengo de ser adorado ¡Es la que me perdió! Ja quedado en mí y me quema. Las llamas del infierno son como fresco aire matutino en comparación a este que me quema por dentro. Es mi infierno esta sed. Un momento… un momento solo ¡oh Cristo! Tu que eres bueno! ¡Un momento de alegría al eterno atormentado! Hazme sentir qué cosa se experimenta al ser Dios, y me tendrás por tuyo, obediente como un siervo por toda la vida y para todas tus empresas. ¡Un momento! ¡Un solo momento y no te atormentaré más!..." Y Satanás se arroja de rodillas pidiéndolo.
Jesús se ha puesto de pie. Enflaquecido durante estos días por el ayuno parece aún más alto. Su rostro se llena de severidad y poder. Sus ojos son como dos zafiros que queman, su voz es un trueno que repercute dentro de la cueva y que se derrama sobre las piedras y la llanura desolada cuando dice: "¡Lárgate Satanás! Está escrito: ¡Adorarás al Señor Dios tuyo y a El sólo servirás!"
Satanás con un aullido de condenado y de odio indescriptible se levanta; horrible es ver su furiosa figura llena de humo. Después desaparece con un aullido de maldito. Jesús se sienta cansado y apoya la cabeza sobre el peñasco. Parece exhausto y suda. Seres angélicos vienen a revolotear con sus alas con las que purifican y refrescan el aire caliente de la cueva. Jesús abre los ojos y sonríe. No veo que coma pero se diría que se nutre con el aroma del Paraíso y sale lleno de vigor.
El sol desaparece por el occidente. Jesús toma su bolsa vacía y se dirige hacia el oriente, mejor dicho al noroeste acompañado por los ángeles que suspendidos en el aire sobre su cabeza le proporcionan una luz suave mientras la noche desciende rapidísima. Tiene nuevamente su expresión habitual y el paso seguro. Solo le queda, después del largo ayuno, un aspecto más ascético en el rostro delgado y pálido y en los ojos una alegría que no es de este mundo.
Valtorta María. "El hombre-Dios" Volumen I. Pág. 276-282