¿Existe el Infierno?

Re: ¿Existe el Infierno?

Insisto aunque veo que mi predica no surte mucho efecto entre los "cristianos".
El infierno es un invento que en su momento pudo ser positivo.Actualmente esa doctrina igual que la del demonio ya no hacen falta,entonces el hombre ve con mas claridad cual es el camino de la verdad
 
Re: ¿Existe el Infierno?

El infierno no existe pero existirá.

Ahora las almas de todas aquellas personas que han muerto sean o no creyentes han dejado de existir, porque la persona es un alma viviente antes de morir.

Me explico:

La Idea de la Inmortalidad del alma existe en casi todas las religiones paganas del mundo, tanto de la antiguedad como de hoy, La filosofía Griega - especialmente el neoplatonismo - transmitió al cristianismo esa creencia heredada del paganísmo.

Una nueva alma surge a la existencia cada vez que nace un niño. Cada nacimiento representa una nueva unidad de vida diferente y separada de otras unidades similares. la nueva unidad nunca podrá fundirse en otra unidad. siempre será ella misma.

Puede haber incontables individuos como ella, pero ninguno es exactamente esa unidad. Esta originalidad de la individualidad parece ser la idea que se destaca en el vocablo hebreo néfesh.

Para mi es más acertado decir que una persona es un alma, que decir que tiene un alma. Esto se expresa claramente en Génesis 2

"Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fué el hombre en alma viviente."

Versión Reina - Valera 1909.

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Una vez más le digo:

No encuentro en las escrituras apoyo suficiente para afirmar que en este momento existe un infierno donde muchos, miles de pecadores se están quemando y se quemarán por toda una eternidad.

Eso va contra las escrituras ya que primero esas personas deben ser juzgadas y después condenadas.

Además existen varias razones para decir con apyo Biblico que actualmente no existe un infierno y que este existirá después de la segunda venida de Cristo y no será por toda la eternidad.

Veamos:

1.- Porque la vida eterna es una Dádiva de Dios.

"Porque la paga del pecado es muerte: mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro."

Romanos 6:23

Los malos no poseen ni poseerán vida eterna:

"El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."

Juan 3:36

Además la Biblia es clara al decir:

"Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna perteneciente en sí"

Por lo tanto., si los malos no tienen vida eterna en sí mismos, tampoco pueden sufrir por la eternidad.

¿Que opina usted respecto de esto ?

Hasta pronto y Bendiciones

Domingo Antonio Montecinos Inzunza (DAMI)
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Hay algo que tambien me pone a pensar en la doctrina del infierno,
y es el hecho de que si el infierno existe ¿porque Dios no les advirtio al pueblo de Israel el cual era tan rebelde y desobediente?

Si para la teologia hebrea el infierno existiera estarian ofreciendo sacrificios de animales ahora mismo, preocupados por el perdon de sus pecados, pero veo que ellos toman livianamente el hecho de los sacrificios de animales,

se que no tienen templo ahora mismo pero si ellos creyeran en el infierno ¿no estarian haciendo todo lo posible por restaurar el templo por el bien de sus familias?
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Hola Félix,

me parece una pregunta muy interesante. la verdad es que me hace pensar, pero yo no tengo la respuesta.
Quízás haya alguien experto en temas judíos que nos pueda contestar
 
Re: ¿Existe el Infierno?

La paz a Felix y a todos:

Todavía en las sinagogas de judios hacen sacrificio de animales. Las sinagogas de ahora no estan diseñadas para esto como el templo de Jerusalen, sin embargo, todavía sacrifican animales. Este es el link del testimonio en video de una judia que describe los sacrificios de animales que ella vio en su sinagoga:

http://video.google.es/videosearch?q=nacio+judia+fue+evangelica

La siguiente es una explicacion perfecta sobre el alma:

El alma no es el pensamiento. El alma es el espíritu, es el principio inmaterial de la vida, el principio impalpable, pero verdadero que anima a todo hombre y que sobrevive a él. Por esto se le llama inmortal. Es algo tan sublime que el mismo pensamiento aunque poderoso es nada en su comparación. El pensamiento tiene fin. Pero el alma aunque tiene principio, no tiene fin. Felices los que saben conservarla pura, o los que hacen que sea pura otra vez después de haberla ensuciado, para devolverla a su Creador en el estado en el que El la entregó al hombre para animar su ser.

Donde está el alma? En nosotros. Es prisionera? Es esclava? No!, es reina!. En el pensamiento eterno el alma, el espíritu es la que reina en el hombre, en el animal llamado hombre. Ella que vino del Rey y Padre de todos los reyes y padres, su hálito y su imagen, su don y su derecho, tiene por misión hacer del ser llamado hombre, un rey del gran reino eterno, hacer de la criatura llamada hombre, un dios y después de esta vida, un "viviente" en la morada del Sublime y único Dios. El alma es creada reina, con autoridad y con destino de reina. Sus esclavas son las virtudes y facultades del hombre. Su ministro la buena voluntad, su siervo el pensamiento, siervo y alumno. El pensamiento adquiere su fuerza y veracidad del espíritu, de éste adquiere justicia y sabiduría y puede subir a una perfección real. Un pensamiento privado de la luz del espíritu, tendrá siempre lagunas y tinieblas; jamás podrá caer en cuenta de verdades que son mas incomprensibles que los misterios, porque se separó de Dios al haber perdido la realeza de su alma. El pensamiento humano será ciego, será necio, si le falta este punto, este fermento indispensable para comprender, para levantarse, dejando la tierra y lanzarse a lo alto, al encuentro de la Inteligencia, de la Potencia y de la Divinidad en una palabra. Si el alma frenara o dominara al hombre y al pensamiento, le quitaría la libertad y sería una opresora, sin embargo el pensamiento y el hombre si pueden pretender callar al alma y hacerla esclava. El pensamiento Divino quería que el alma no conociese la esclavitud.

Sed como niños nuevamente. ¿Podremos volvernos tan pequeños para regresar a la pureza de entonces? ¿Se puede retroceder el tiempo? No se puede. Imposible. Tiempo pasado, tiempo que jamás regresa. No puede uno volver a el, sin embargo no es necesario.

Algunos de vosotros sois de lugares donde se conoce la teoría de la escuela pitagórica. Teoría de errores. Las almas, después de su viaje por la tierra, no entran a ningún cuerpo. No regresan al de un animal, porque no es conveniente que algo tan sobrenatural, venga a vivir en el cuerpo de un bruto. No regresa al de otro hombre porque ¿cómo podría premiarse al cuerpo unido con un alma en el último juicio, si esa alma tuvo diversos cuerpos, cual vestidos? Se dice, según los seguidores de tal teoría, que el último cuerpo es el que goza, porque por purificaciones sucesivas, en vidas diversas, el alma, sólo en la última reencarnación, llega al estado perfecto para poder ser premiada. ¡Error y ofensa! Es un error y es una ofensa contra Dios, porque se admite que no pudo haber creado sino un limitado número de almas. Error y ofensa contra el hombre, al juzgarlo tan corrupto que difícilmente puede ser premiado. No recibirá el premio inmediatamente, la mayor parte de las veces deberá purificarse al final de la vida. Purificación es prepararse al gozo. Por lo tanto el hombre que se purifica, es uno que se ha salvado. Y si se salva, gozará, después del último día, con su cuerpo. No podrá tener sino un cuerpo para su alma, sino una vida que compartirá con el cuerpo que le dieron sus padres y con el alma que el Creador le dio para vivificarlo.

No es posible reencarnarse, así como no es posible retroceder en el tiempo. Pero si es posible volver uno a crearse a si mismo con un acto de libre voluntad y Dios lo bendice y ayuda. Veréis entonces que el pecador, el vicioso, el delincuente, el ladrón, el corruptor, el homicida, el sacrílego, el adultero bajo el arrepentimiento, renace espiritualmente, destruye la pulpa corrupta del hombre viejo, derrota el "yo" del pensamiento todavía más corrupto, como si la voluntad de redimirse fuese un ácido que atacase y destruyese la envoltura malsana donde se oculta un tesoro y se pone al descubierto el espíritu, purificado, sano, revestido con un nuevo pensamiento, con un vestido nuevo, puro, bueno, infantil. ¡Oh! Un vestido con el que puede acercarse a Dios, con el que puede cubrir dignamente al alma re-creada, protegerla y ayudarla hasta la super-creación de sí misma que es la santidad alcanzada y que el día de mañana –un mañana tal vez lejano, si se le considera a la manera humana o muy cercano si se le contempla con el pensamiento de la eternidad—será gloriosa en el Reino de Dios.

Todos pueden, si quieren, volver a crear en sí al niño puro de los años infantiles, que era amoroso, humilde, franco bueno, al que su madre estrechaba contra su pecho, a quien el ángel de Dios amaba y a quien Dios miraba con amor. ¡Vuestras madres! Fueron mujeres virtuosas… Dios no dejará que su virtud no sea premiada. Tratad, pues, de alcanzar iguales virtudes para poder uniros con ellas cuando para todos los virtuosos habrá una sola casa: el Reino de Dios.

Texto de: María Valtorta. El Hombre-Dios, vol 9 pág. 601-604. 1989
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Mira en los evangelios cuando tocan el tema del infierno en:
-Mateo. Mt 5.22, 29, 30; Mt 10.28; Mt 11.23; Mt 18.9; 37, Mt 23.15, 33; Mr 9.43, 45, 47; Lc 10.15; Lc 12.5; Ro 10.7; Stg 3.6; 2 P 2.4; Ap 9.1-2, 11; Ap 11.7; Ap 10.1-3. Un abrazo y Dios te bendiga,

Ana

Si, Ana,

Todos esos texto hablan del infierno de fuego como lo vierte los traductores de la palabra griega 'Gehena' que no era otra cosa que el basusero del valle a las afueras de Jerusalen. No significa la sepultura o hades ni Seol, Jesús usó este valle como una metáfora para referirse a la destrucción eterna de los impios. Asiq ue no es un lugar literal donde se atormenta a las supuestas almas humanas despues de la muerte. No, la Biblia dice claramente que los muertos estan inconscientes (Ecle 9:5,10), y por lo tanto no pueden sufrir no ser atormentados.

No se debe interpretar las palabras de Jesus literalmente ya que Jesus hablaba por medio de parabolas y metáforas. Con un poco de mentalidad uno se podria dar cuenta de esto porque en llamado lago de fuego de Apocalipsis se dice que simblos como la bestia salvaje, la muerte y el hades tambien son atirmentados para siempre, pero cualqueire que tenga cincos dedos de frente se da cuenta que la bestia salvaje, la muerte y el hades no son personas sino cosas o símbolos.

Asi que el infierno literal de fuego no existe en ningun lugar, sino en la mente imaginaria de los que enseñan esa falsedad pagana, que mal interpretan las Escrituras.

Un saludo y no le hagas caso a tus pastores que usan esa enseñanza para atemorizar a los creyentes para no perder los diezmos.
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Papias, como casi todos aqui, yo creo que tu eres ex-católico. Como te podrás acordar, la mayoria de católicos no paga los diezmos y le roba a Dios. Así que si los sacerdotes hablan del infierno, definitivamente no es por dinero, sino porque es una verdad eterna. Se crea o no se crea en él, existe. Jesús habla del Infierno y nos advierte sobre él. Jesús dice: No tema al aquel que puede matar el cuerpo, tema a aquel que puede matar el cuerpo y alma, y mandarlo al fuego eterno, donde es el rechinar de Dientes, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

El infierno es la muerte eterna. Para entenderlo mejor, aqui está el testimonio de una vidente a la que el Señor Jesús le mostró el infierno:

El señor me dijo: "¡Oliva ven!, besa mis pies, pues todos mis enemigos están sometidos bajo mis pies, se los besé y El los separó. Dice ella, no supe que paso, pero vi que un hueco inmenso se abría bajo los pies del Señor y escuche gritos, lamentos, había desesperación, aquel lugar era terrible del pavor, y dije, ¡ay de mí Señor!, ¿donde estoy?. Entonces vi una hornilla como la boca de un volcán y de ellas salían llamas inmensas, era como fondo donde se cocina la caña para hacer miel, como un lago de azufre hirviendo a borbollones. Había allí mucha gente que gritaba y pedía auxilio sin ser escuchados. Unos insultaban, otros estaban vestidos lujosamente y otros estaban sin ropa. Creo que estaban con la ropa que los enterraron. Un hombre muy rico con mantos y anillos en los dedos y cadenas en el cuello, sacaba la mano y mostraba un gajo de cebolla y decia: "salvenme por esto", pero las llamas comenzaban a consumir el gajo de cebolla hasta quemarle los dedos. creo que fue algo que dio pero sin amor, o lo único que dio en su vida. El tormento era cruel, no había paz. Le pregunté al Señor: ¿Este es el rechinar de Dientes?, me contestó: "No!, todavía no es, es solo parte del sufrimiento de los condenados". Al rededor de la hornilla, habían demonios con las piernas cruzadas, todos tenían un trinche largo, su aspecto era horrible, sus ojos rojos, boca malvada, sonrisa malévola, de un color casi negro como gris, fumaban y fumaban algo que los hacia mas rebeldes y bebían un líquido rojizo que los llenaba de soberbia. De pronto, todos se colocaron de pie en posición firme, los condenados deseaban desaparecer, se consumían en el lago de fuego, era una multitud incontable, el infierno se estremeció, todo tembló, por una puerta entraba un demonio como de 2 metros de alto, más horrible que los otros demonios, este tenía cuernos, garras, cola y alas como de murciélago. Los demás no tenían nada de eso. Gritó y zapateo y todo volvió a temblar. Pregunté quien era y me dijo el Señor: "Es Satanás, Lucifer, rey del infierno". Hasta los demás demonios le tenían miedo, a una orden dada por él, todos corrieron hacia él, con el trinche en la mano, en fila como un batallón de soldados. Les dijo algo que no alcancé a escuchar, pues tenía demasiado miedo y no le pregunté al Señor. Si el Señor no me hubiera sostenido en ese momento, yo hubiera muerto de terror. El señor me dijo: aquí no hay paz ni un segundo, aquí no hay nada de amor, es el reino del odio. Aquí vienen todos aquellos que me han despreciado cuando estaban vivos, libre y voluntariamente. Prefirieron el mal, en lugar del bien. Ahora observa bien, pues para algunos empieza el rechinar de dientes, sufrimiento y muerte eterna, gusano que no muere y fuego que no se apaga. Pues el que no está conmigo, está muerto. Esa es la verdadera muerte, no la que llaman ustedes muerte. Los demonios corrieron hacia la hornilla, después de la orden de Satanás y metían el trinche, sacaban a los condenados tranpasados por los trinches, se movían como gusanos o culebras, sin poder soltarse; gritaban se contorsionaban, les salía sangre, algunos fueron traspasados por la espalda, otros por las piernas, otros por la cabeza, agarraban los trinches queriendo salir, sin lograrlo. Pregunté al Señor ¿Por qué esas almas tienen sangre? Y me dijo. Al infierno vienen en cuerpo y alma, como al cielo van en cuerpo y alma y ya fueron juzgados. Estamos en el primer infierno, aquí están todos los condenados, desde la creación del mundo, hasta el diluvio. Los demonios colocaban a los condenados en una lámina como decir galvanizada y los agarraban a trinchazos entre 3 o más demonios. Luego como con un cortaúñas un poco más largo, les desprendían pedazos de carne y poco a poco les arrancaban las uñas, dedos, el pelo, los gritos eran desesperados, eran gritos que terminaban en lamentos. Para que no gritaran, sacaron una especie de arma no vista acá en la tierra por mi, se la metían en la boca y el arma se abrió como una mano y al cerrarse le agarró la lengua y se la arrancaban bien torciéndola o tirándola. Luego con un cuchillo muy afilado los empezaban a volver cecina, a destazar, volver pedazos como de bistec. Los condenados no podían gritar, sus ojos parecían salirse de ellos, y sus mandíbulas pegaban unas con otras, haciendo un rechinar de dientes horrible. Después de desprender la carne, trozaban los huesos y los volvía nada. Por ultimo partían la cabeza hasta quedar trizas, todo parecía nada en lámina, sangre, carne en trozos, huesos, aquello era horrible y en los huesos había gusanos. Entonces dije al Señor: ¡Pobres personas, creí que no iban a morir! ¡Al fin murieron! ¡Aunque los pedazos de carne se mueven!. El me dijo: "Aquí no hay muerte, aquí no existe la muerte, ¡fíjate bien!". Los demonios tomaron aquella lámina y echaron los trozos de la persona en un hueco donde había llamas y hierros filosos, una especie como de molino para volver todo polvo. En la parte de abajo de ese hueco estaba otra vez el hueco de la hornilla, al caer otra vez vi que ese polvo volvía a tomar la forma del cuerpo y el que se dejaba agarrar por el trinche, volvía a padecer lo mismo. Entonces pregunté al Señor: ¿qué pasa? ¿Por qué tienen que volver a vivir?, el me dijo: "La muerte ya no existe como los hombres la llaman, aquí se padece la muerte eterna que es la separación de Dios, y para llegar a este lugar de tormentos, cada uno llegó aquí libre, esa fue la elección de ellos, yo ya no puedo hace nada por ellos, cuando podía, ellos me despreciaron y llegaron a este lugar no creado para los hombres, para los hombres fue creado el cielo, éste lugar fue creado para Satanás y sus ángeles". Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento, cada uno paga según sus deudas y cada uno tiene castigos diferentes, pero todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que más pecan es con el que más sufren. Algunos se hundían en el lago de fuego para no dejarse agarrar con el trinche, y aparecían en un lugar de arenas candentes, y el calor era sofocante, imposible de respirar y gritaban !Tengo sed! y entonces el demonio se le subia a la nuca y con las manos le abría la boca hasta desgarrarla hasta lo oídos. Otro demonio agarraba aquella arena caliente para que la bebiera. Era tal el desespero que corrían sin control en aquella oscuridad iluminada únicamente por las arenas. Chocaban con otro condenado y peleaban ferozmente como perros callejeros. Al legar al final había rocas con puertas, cada uno miraba solo una puerta y al abrirla había un hueco donde estaban animales ponzoñosos y los miedos que tenían cuando estaban en la tierra. Son castigos psicológicos creados por los propios temores. Oh pobres condenados, que desesperación, que pesadilla sin fin. Cuando logran salir de allí, se ven esos animales en su cuerpo y que les salen en su boca y por todo lugar. Lo único que pueden correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se cortaban y al final había una planada y el que no lograba pararse rápidamente, una piedra redonda los aplastaba como una cucaracha. Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había y caían nuevamente a la hornilla del inicio y todo volvía a repetirse. El Señor me dijo: "Te diste cuenta que aquí no hay descanso ni paz, ni siquiera un segundo? Hasta ahora mostró un castigo general que padecería cualquiera que llegara allá, ahora te voy a mostrar otro lugar que esta esperando a esta generación malvada y perversa. Te voy a mostrar quienes sufren más y quienes van por el camino del infierno.



Ana
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Se crea o no se crea en él, existe. Jesús habla del Infierno y nos advierte sobre él. Jesús dice: No tema al aquel que puede matar el cuerpo, tema a aquel que puede matar el cuerpo y alma, y mandarlo al fuego eterno, donde es el rechinar de Dientes, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. El infierno es la muerte eterna. Para entenderlo mejor, aqui está el testimonio de una vidente a la que el Señor Jesús le mostró el infierno:Ana


Ana,

Todavia no entiendes que el Señor habló con metáforas y simbolismos. No existe el fuego del infierno de forma literal sino simbólico. La Biblia realmente en seña:

"Porque los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado. Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde vas." Eclesiastes 9:5,10
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Papias. La paz sea contigo. Nuestro Señor Jesús hablaba en parábolas para que nosotros les saquemos provecho. Es el Maestro de los maestros, y cualquiera que es profesor estaria feliz si puediera ingeniar un tipo de enseñanza donde diera las bases, dejando la responsabilidad sobre el alumno, de sacar el mayor provecho de esas bases tan completas que podrían generar la perfecta sabiduria, tan claras y tan fáciles que nunca se olvidaran. Y el alumno que no quiere aprender, no hace nada y nada obtiene.

La Sabiduria da enseñanzas incontables e infinitas de las parábolas del Señor, en los corazones de los hombres donde encuentra voluntad de adherirse a Dios y donde la palabra de Dios se guarda en el corazón como un tesoro y como norma de vida se pone en práctica. Para el que tiene soberbia de inteligencia o corrupción en la carne o nada de voluntad de unirse a Dios, una parábola de Jesús en un simple cuentico que no le dice nada.

Ojalá no existiera el infierno. Pero lamentablemente si existe, y lo triste es que de las 80.000 personas que mueren en un día, muchas dejaron de ser hijos de Dios, para volverse hijos del enemigo de Dios, rebeldes a los mandamientos, repitiendo sus palabras y sus acciones, y actuando como sus fieles esclavos al difundir el pecado en las personas que les rodearon.

Algunas bases evangélicas sobre el infierno:

Mt 5,22: ...y quien dijere a su hermano "insensato", será reo de la gehena del fuego.
Mt 10,28: No temáis a los que matan el cuerpo… temed más bien a los que pueden arruinar el cuerpo y el alma en el fuego eterno.
Mc 9,43-48: ...más te vale entrar manco al Cielo, que entrar con las dos manos a la gehena, al fuego inextinguible.
Mt 13,50: ...y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes.
Mt 25,41: Apartaos de mi malditos al fuego eterno.
Mt 22,13: ...atadlo y echadlo fuera a las tinieblas, donde habrá llanto y crujir de dientes.
Mt 25,30: ...y el siervo inútil será arrojado a las tinieblas.
Lc16,28: ...para que no vengan también ellos a este lugar de tormento…
Mt 25,46: ...e irán estos al tormento eterno
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Amigo Félix:

Si, existe el infierno. En él estuvo Jesús por tres días (Hechos 2:27,31). Es posible que eso textos en versiones moderna diga HADES, porque eso es lo que dice el original griego. Hades realmente es un nombre propio. Es el nombre de un dios griego, que en latín es Plutón. Es el luiar sombrío donde, según la mitología griega, las almas de los muertos, tanto buenos como malos, iban a se presentados al dios de la muerte. La Divina Comedia resalta esos conceptos griegos, pero para Dante, Plutón es el mismo diablo.

Cuando, como el caso de Hechos 2:27, el texto es tomado del hebreo, la palabra es SEOL. De la misma forma, el Seol es el lugar de descanso de los humanos, malos y buenos. Su definición, como en Hades, es "morada de los muertos". En ese lugar, los muertos van a hacerle compañía a sus parientes fenecidos. Por eso a menudo en el AT, al morir alguine, se dice "se fue a reunir con su pueblo".

Fue en la Edad Media que se introdujo la idea de que ell ugar es exclusivo para los malos y se ideó que es un lugar de llamas eternas, donde el diablo está atormentando a las almas del os malos.

Lo que expone el amigo es muy razonable: caín, si la teoría fuera cierta, lleva casi 6,000 años tretorciéndose en las llamas infernales.L:a teología popular enseña que al fin, Caín y todos los muertos, que ya han sido castigados demasiado tiempo, serán resucitados para volver a ser echados en el "lago de fuego".

Si consideramos que el alma o el espíritu no tienen materia, ¿cómo pueden ser quemados, y aún peor, quemándose por siglos y siglos sin acabar de quemarse? Esta ridícula teoría es creída por la inmensa mayoría de la gente, cristianos y no cristianos. Yo prefiero creer por la Biblia, que los malos, al igual que los buenos, descansan en sus tumbas, que es lo que realmente significa el infierno, hasta la resurrección, cuando, en sus cuerpos reciban el pago: la vida eterna para los buenos y la muerte eterna para los malos.

La "muerte eterna" o "la muerte segunda" (Apoc. 21:8), consistirá en ser "devorados" por el fuego y azufre descendido del cielo, luego que los malos resuciten después del milenio (Apoc. 20:5, 7-9). De ellos no quedará "ni raíz ni rama", serán "cenizas" (Malaquías 4:1-3). Serán "como si nunca hubieran sido".

Félix, te felicito por ser razonable en este tema. Dios te bendiga.

Amén!!!
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Creo en el infierno porque Jesús nos advirtió de él, porque no nos quiere ahí.

Carta de un alma condenada

Imprimatur del original alemán: Brief aus dem Jenseits - Treves, 9-11-1953.N.4/53

CLARA, NO RECES POR MÍ, ESTOY CONDENADA. Si te doy este aviso - es más, voy a hablarte largamente sobre esto - no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aquí ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra "de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien". En realidad, me gustaría verte aquí, adonde llegué para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aquí, todos pensamos así. Nuestra voluntad está petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran "mal". Aún cuando pueda hacer algo "bien" (como yo lo hago ahora, abriéndote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intención.

¿Recuerdas? Hace cuatro años que nos conocimos, en M. Tenías 23 años y ya trabajabas en el escritorio desde seis meses antes, cuando yo ingresé. Varias veces me sacaste de apuros. Con frecuencia me dabas buenos avisos que a mí, principiante, me venían muy bien. Pero, ¿qué es "bueno"? Yo ponderaba, en aquel entonces, tu "caridad". Ridículo... Tus ayudas eran pura ostentación, algo que desde entonces sospechaba.

Aquí, no reconocemos bien alguno en absolutamente nadie. Pero ya que conociste mi juventud, es el momento de llenar algunas lagunas. De acuerdo con los planes de mis padres, yo nunca tendría que haber existido. Por un descuido se produjo la desgracia de mi concepción. Mis hermanas tenían 14 y 16 años cuando vine al mundo. ¡Ojalá no hubiera nacido! Ojalá pudiera ahora aniquilarme, huir de estos tormentos! No hay placer comparable al de acabar mi existencia, así como se reduce a cenizas un vestido, sin dejar vestigios. Pero es necesario que exista. Es preciso que yo sea tal como me he hecho: con el fracaso total de la finalidad de mi existencia.

Cuando mis padres, entonces solteros, se mudaron del campo a la ciudad, perdieron el contacto con la Iglesia. Era mejor así. Mantenían relaciones con personas desvinculadas de la religión. Se conocieron en un baile, y se vieron "obligados" a casarse seis meses después. En la ceremonia nupcial, recibieron solo unas gotas de agua bendita, las suficientes para atraer a mamá a la misa dominical unas pocas veces al año. Ella nunca me enseñó verdaderamente a rezar. Todo su esfuerzo se agotaba en los trabajos cotidianos de la casa, aunque nuestra situación no era mala. Palabras como rezar, misa, agua bendita, iglesia, sólo puedo escribirlas con íntima repugnancia, con incomparable repulsión. Detesto profundamente a quienes van a la Iglesia y, en general, a todos los hombres y a todas las cosas. Todo es tormento. Cada conocimiento recibido, cada recuerdo de la vida y de lo que sabemos, se convierte en una llama incandescente.

Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. Cómo me atormenta esto! No comemos, no dormimos, no andamos sobre nuestros pies. Espiritualmente encadenados, los réprobos contemplamos desesperados nuestra vida fracasada, aullando y rechinando los dientes, atormentados y llenos de odio. ¿Entiendes? Aquí bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Más que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas. Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece. Los hombres, en la tierra, que conocen a Dios por la Creación y por la Revelación, pueden amarlo. Pero no están obligados a hacerlo.

El creyente - te lo digo furiosa - que contempla, meditando, a Cristo con los brazos abiertos sobre la cruz, terminará por amarlo. Pero el alma a la que Dios se acerca fulminante, como vengador y justiciero porque un día fue repudiado, como ocurrió con nosotros, ésta no podrá sino odiarlo, como nosotros lo odiamos. Lo odia con todo el ímpetu de su mala voluntad. Lo odia eternamente, a causa de la deliberada resolución de apartarse de Dios con la que terminó su vida terrenal. Nosotros no podemos revocar esta perversa voluntad, ni jamás querríamos hacerlo.

¿Comprendes ahora por qué el infierno dura eternamente? Porque nuestra obstinación nunca se derrite, nunca termina. Y contra mi voluntad agrego que Dios es misericordioso, aún con nosotros. Digo "contra mi voluntad" porque, aunque diga estas cosas voluntariamente, no se me permite mentir, que es lo que querría. Dejo muchas informaciones en el papel contra mis deseos. Debo también estrangular la avalancha de palabrotas que querría vomitar. Dios fue misericordioso con nosotros porque no permitió que derramáramos sobre la tierra el mal que hubiéramos querido hacer. Si nos lo hubiera permitido, habríamos aumentado mucho nuestra culpa y castigo. Nos hizo morir antes de tiempo, como hizo conmigo, o hizo que intervinieran causas atenuantes.

Dios es misericordioso, porque no nos obliga a aproximarnos a El más de lo que estamos, en este remoto lugar infernal. Eso disminuye el tormento. Cada paso más cerca de Dios me causaría una aflicción mayor que la que te produciría un paso más rumbo a una hoguera.

Te desagradé un día al contarte, durante un paseo, lo que dijo mi padre pocos días antes de mi comunión: "Alégrate, Anita, por el vestido nuevo; el resto no es más que una burla". Casi me avergüenzo de tu desagrado. Ahora me río. Lo único razonable de toda aquella comedia era que se permitiera comulgar a los niños a los doce años. Yo ya estaba, en aquel entonces, bastante poseída por el placer del mundo. Sin escrúpulos, dejaba a un lado las cosas religiosas. No tomé en serio la comunión. La nueva costumbre de permitir a los niños que reciban su primera comunión a los 7 años nos produce furor. Empleamos todos los medios para burlarnos de esto, haciendo creer que para comulgar debe haber comprensión. Es necesario que los niños hayan cometido algunos pecados mortales. La blanca Hostia será menos perjudicial entonces, que si la recibe cuando la fe, la esperanza y el amor, frutos del bautismo - escupo sobre todo esto - todavía están vivos en el corazón del niño.

¿Te acuerdas que yo pensaba así cuando estaba en la tierra? Vuelvo a mi padre. Peleaba mucho con mamá. Pocas veces te lo dije, porque me avergonzaba. Qué cosa ridícula la vergüenza! Aquí, todo es lo mismo. Mis padres ya no dormían en el mismo cuarto. Yo dormía con mamá, papá lo hacía en el cuarto contiguo, donde podía volver a cualquier hora de la noche. Bebía mucho y se gastó nuestra fortuna. Mis hermanas estaban empleadas, decían que necesitaban su propio dinero. Mamá comenzó a trabajar. Durante el último año de su vida, papá la golpeó muchas veces, cuando ella no quería darle dinero. Conmigo, él siempre fue amable. Un día te conté un capricho del que quedaste escandalizada. ¿Y de qué no te escandalizaste de mí? Cuando devolví dos veces un par de zapatos nuevos, porque la forma de los tacos no era bastante moderna.

En la noche en que papá murió, víctima de una apoplejía, ocurrió algo que nunca te conté, por temor a una interpretación desagradable. Hoy, sin embargo, debes saberlo. Es un hecho memorable: por primera vez, el espíritu que me atormenta se acercó a mí. Yo dormía en el cuarto de mamá. Su respiración regular revelaba un sueño profundo. Entonces, escuché pronunciar mi nombre. Una voz desconocida murmuró: "¿Qué ocurrirá si muere tu padre?"

Ya no lo quería a papá, desde que había empezado a maltratar a mi madre. En realidad, no amaba absolutamente a nadie: sólo tenía gratitud hacia algunas personas que eran bondadosas conmigo. El amor sin esperanza de retribución en esta tierra solamente se encuentra en las almas que viven en estado de gracia. No era ése mi caso. "Ciertamente, él no morirá", le respondí al misterioso interlocutor. Tras una breve pausa, escuché la misma pregunta. "El no va a morir!", repliqué con brusquedad.
Por tercera vez, me preguntaron: "Qué ocurrirá si muere tu padre?". Me representé en ese momento en la imaginación el modo como mi padre volvía muchas veces: medio ebrio, gritando, maltratando a mamá, avergonzándonos frente a los vecinos. Entonces, respondí con rabia: "Bien, es lo que se merece. ¡Que muera!". Después, todo quedó en silencio.

A la mañana siguiente, cuando mamá fue a ordenar el cuarto de papá, encontró la puerta cerrada. Al mediodía, la abrieron por la fuerza. Papá, semidesnudo, estaba muerto sobre la cama. Al ir a buscar cerveza al sótano, debió sufrir una crisis mortal. Desde hacía tiempo que estaba enfermo. (¿Habrá hecho depender Dios de la voluntad de su hija, con la que el hombre fue bondadoso, la obtención de más tiempo y ocasión de convertirse?).

Marta K. y tú me hicieron ingresar en la asociación de jóvenes. Nunca te oculté que consideraba demasiado "parroquiales" las instrucciones de las dos directoras, las señoritas X. Los juegos eran bastante divertidos. Como sabes, llegué en poco tiempo a tener allí un papel preponderante. Eso era lo que me gustaba. También me gustaban las excursiones. Llegué a dejarme llegar algunas veces a confesar y comulgar. Para decir la verdad, no tenía nada para confesar. Los pensamientos y las palabras no significaban nada para mí. Y para acciones más groseras todavía no estaba madura.

Un día me llamaste la atención: "Ana, si no rezas más, te perderás". Realmente, yo rezaba muy poco, y ese poco siempre a disgusto, de mala voluntad. Sin duda tenías razón. Los que arden en el infierno o no rezaron, o rezaron poco. La oración es el primer paso para llegar a Dios. Es el paso decisivo. Especialmente la oración a Aquella que es la madre de Cristo, cuyo nombre no nos es lícito pronunciar. La devoción a Ella arranca innumerables almas al demonio, almas a las que sus pecados las habrían lanzado infaliblemente en sus manos.

Furiosa continúo, porque estoy obligada a hacerlo, aunque no aguanto más de tanta rabia. Rezar es lo más fácil que se puede hacer en la tierra. Y justamente de esto, que es facilísimo, Dios hace depender nuestra salvación. Al que reza con perseverancia, paulatinamente Dios le da tanta luz, y lo fortalece de tal modo, que hasta el más empedernido pecador puede recuperarse, aunque se encuentre hundido en un pantano hasta el cuello. Durante los últimos años de mi vida ya no rezaba más, privándome así de las gracias, sin las que nadie se puede salvar.

Aquí, no recibimos ningún tipo de gracia. Aunque la recibiéramos, la rechazaríamos con escarnio. Todas las vacilaciones de la existencia terrenal terminaron en esta otra vida. En la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de gracia. De la gracia, se puede caer al pecado. Muchas veces caí por debilidad; pocas, por maldad. Con la muerte, cada uno entra en un estado final, fijo e inalterable. A medida que se avanza en edad, los cambios se hacen más difíciles. Es cierto que uno tiene tiempo hasta la muerte para unirse a Dios o para darle las espaldas. Sin embargo, como si estuviera arrastrado por una correntada, antes del tránsito final, con los últimos restos de su voluntad debilitada, el hombre se comporta según las costumbres de toda su vida.

El hábito, bueno o malo, se convierte en una segunda naturaleza. Es ésta la que lo arrastra en el momento supremo. Así ocurrió conmigo. Viví años enteros apartada de Dios. En consecuencia, en el último llamado de la gracia, me decidí contra Dios. La fatalidad no fue haber pecado con frecuencia, sino que no quise levantarme más. Muchas veces me invitaste para que asistiera a las predicaciones o que leyera libros de piedad. Mis excusas habituales eran la falta de tiempo. ¿Acaso podría querer aumentar mis dudas interiores? Finalmente, tengo que dejar constancia de lo siguiente: al llegar a este punto crítico, poco antes de salir de la "Asociación de Jóvenes", me habría sido muy difícil cambiar de rumbo. Me sentía insegura y desdichada. Pero frente a la conversión se levantaba una muralla.

No sospechaste que fuera tan grave. Creías que la solución era tan simple, que un día me dijiste: "Tienes que hacer una buena confesión, Ani, todo volverá a ser normal". Me daba cuenta que sería así. Pero el mundo, el demonio y la carne, me retenían demasiado firme entre sus garras. Nunca creí en la influencia del demonio. Ahora, doy testimonio de que el demonio actúa poderosamente sobre las personas que están en las condiciones en que yo me encontraba entonces. Sólo muchas oraciones, propias y ajenas, junto con sacrificios y sufrimientos, podrían haberme rescatado. Y aún esto, poco a poco.

Si bien hay pocos posesos corporales, son innumerables los que están poseídos internamente por el demonio. El demonio no puede arrebatar el libre albedrío de los que se abandonan a su influencia. Pero, como castigo por su casi total apostasía, Dios permite que el "maligno" se anide en ellos. Yo también odio al demonio. Sin embargo, me gusta, porque trata de arruinarlos a todos ustedes: él y sus secuaces, los ángeles que cayeron con él desde el principio de los tiempos. Son millones, vagando por la tierra. Innumerables como enjambres de moscas; ustedes no los perciben. A los réprobos no nos incumbe tentar: eso les corresponde a los espíritus caídos.

Cada vez que arrastran una nueva alma al fondo del infierno, aumentan aún más sus tormentos. Pero, ¡de qué no es capaz el odio! Aunque andaba por caminos tortuosos, Dios me buscaba. Yo preparaba el camino para la gracia, con actos de caridad natural, que hacía muchas veces por una inclinación de mi temperamento. A veces, Dios me atraía a una Iglesia. Allí, sentía una cierta nostalgia. Cuando cuidaba a mi madre enferma, a pesar de mi trabajo en la oficina durante el día, haciendo un sacrificio de verdad, los atractivos de Dios actuaban poderosamente. Una vez fue en la capilla del hospital, adonde me llevaste durante el descanso del mediodía. Quedé tan impresionada, que estuve sólo a un paso de mi conversión. Lloraba. Pero, en seguida, llegaba el placer del mundo, derramándose como un torrente sobre la gracia. Las espinas ahogaron el trigo. Con la explicación de que la religión es sentimentalismo, como siempre se decía en la oficina, rechacé también esta gracia, como todas las otras.

En otra ocasión, me llamaste la atención porque, en lugar de una genuflexión hasta el piso, hice solamente una ligera inclinación con la cabeza. Pensaste que eso lo hacía por pereza, sin sospechar que, ya entonces, había dejado de creer en la presencia de Cristo en el Sacramento. Ahora creo, aunque sólo materialmente, tal como se cree en la tempestad, cuyas señales y efectos se perciben. En este interín, me había fabricado mi propia religión. Me gustó la opinión generalizada en la oficina, de que después de la muerte el alma volvería a este mundo en otro ser, reencarnándose sucesivamente, sin llegar nunca al fin.

Con esto, estaba resuelto el angustiante problema del más allá. Imaginé haberlo hecho inofensivo. ¿Por qué no me recordaste la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, en la que el narrador, Cristo, envió después de la muerte a uno al infierno y al otro al Cielo? Pero, ¿qué habrías conseguido? No mucho más de lo que conseguiste con todos tus otros discursos beatos. Poco a poco me fui fabricando un dios: con atributos suficientes para ser llamado así. Bastante lejos de mí, como para que no me obligara a tener relaciones con él. Suficientemente confuso, como para poder transformarlo a mi antojo. De este modo, sin cambiar de religión, yo podía imaginarlo como el dios panteísta del mundo o pensarlo, poéticamente, como un dios solitario.

Este "dios" no tenía Cielo para premiarme, ni infierno para asustarme. Yo lo dejaba en paz. En esto consistía mi culto de adoración. Es fácil creer en lo que agrada. Con el transcurso de los años, estaba bastante persuadida de mi religión. Se vivía bien así, sin molestias. Sólo una cosa podría haber roto mi suficiencia: un dolor profundo y prolongado. Pero este sufrimiento no llegó. ¿Comprendes ahora el significado de "Dios castiga a aquellos que ama"? Durante un domingo de julio, la Asociación de Jóvenes organizaba un paseo de A. Me gustaban las excursiones, pero no los discursos insípidos y demás beaterías. Otra imagen, muy diferente de la de Nuestra Señora de las Gracias de A., estaba desde hacía poco en el altar de mi corazón. Era el distinguido Max, del almacén de al lado. Ya habíamos conversado entretenidos, varias veces. Justamente ese domingo me invitó a pasear. La otra, con la que acostumbraba a salir, estaba enferma en el hospital.

El había comprendido que lo miraba mucho. Pero yo no pensaba en casarme todavía. Su posición económica era muy buena, pero también demasiado amable con todas las otras jovencitas. En aquel entonces yo quería un hombre que me perteneciera exclusivamente, como única mujer. Siempre conservé una cierta educación natural. (Eso es verdad. A pesar de su indiferencia religiosa, Ani tenía algo noble en su persona. Me desconcierta que también las personas "honestas" puedan caer en el infierno, si son deshonestas al huir del encuentro con Dios).

En ese paseo, Max me colmó de amabilidades. Nuestras conversaciones, es claro, no eran sobre la vida de los santos, como las de ustedes. Al día siguiente, en la oficina, me reprendiste por no haber ido al paseo de la Asociación. Cuando te conté mi diversión del domingo, tu primera pregunta fue: "¿Escuchaste Misa?". Tonta! ¿Cómo podríamos ir a Misa si salimos a las 6 de la mañana? Me acuerdo que, muy exaltada, te dije: "El buen Dios no es tan mezquino como lo son los curas". Ahora debo confesar que Dios, a pesar de su infinita bondad, considera todo con más seriedad que todos los sacerdotes juntos. Después de este primer paseo con Max, fui solamente una vez más a la Asociación, en las fiestas de Navidad. Algunas cosas me atraían. Pero en mi interior, ya me había separado de todas ustedes.

Los bailes, el cine, los paseos, continuaban. A veces peleábamos con Max, pero yo sabía cómo retenerlo. Odié mucho a mi rival que, al salir del hospital, se puso furiosa. En realidad, eso me favoreció. La calma distinguida que yo mostraba produjo una gran impresión en Max, que se inclinó definitivamente por mí. Conseguí encontrar la forma de denigrarla. Me expresaba con calma: por fuera, realidades objetivas, por dentro, vomitando hiel. Estos sentimientos y actitudes conducen rápidamente al infierno. Son diabólicos, en el sentido estricto del término. ¿Por qué te cuento todo esto? Para explicarte que así me aparté definitivamente de Dios. En realidad, Max y yo no llegamos muchas veces al extremo de la familiaridad. Me daba cuenta que me rebajaría a sus ojos si le concedía toda la libertad antes de tiempo. Por eso, supe controlarme. Realmente, yo estaba siempre dispuesta para todo lo que consideraba útil. Tenía que conquistar a Max. Para eso, ningún precio era demasiado alto.

Nos fuimos amando poco a poco, porque ambos teníamos valiosas cualidades que podíamos apreciar mutuamente. Yo era habilidosa, eficiente, de trato agradable. Retuve a Max con firmeza y conseguí, al menos durante los últimos meses antes del casamiento, ser la única que lo poseía. En eso consistió mi apostasía, en hacer mi dios con una criatura. En ninguna otra cosa puede realizarse más plenamente la apostasía como en el amor a una persona del otro sexo, cuando ese amor se ahoga en la materia. Esto es su encanto, su aguijón y su veneno. La "adoración" que tenía por Max se convirtió en mi religión. En ese tiempo, en la oficina, yo arremetía virulentamente contra los curas, los fieles, las indulgencias, los rosarios y demás estupideces.

Trataste de defender con una cierta inteligencia todo lo que yo atacada, aunque quizás sin sospechar que en realidad el problema no estaba en esas cosas. Lo que yo buscaba era un punto de apoyo. Todavía lo necesitaba para justificar racionalmente mi apostasía. Estaba sublevada contra Dios. No te dabas cuenta. Creías que todavía era católica. Por otra parte, yo quería ser llamada así; inclusive pagaba la contribución para el culto. Porque un cierto "reaseguro" nunca viene mal. Es posible que tus respuestas a veces dieran en el blanco. Pero no me alcanzaban, porque no te concedía razón. A raíz de estas relaciones sobre bases falsas, fue pequeño el dolor de nuestra separación, con motivo de mi casamiento.

Antes de casarme, me confesé y comulgué una vez más. Era una formalidad. Mi marido pensaba igual. Si era una formalidad, ¿por qué no cumplirla? Ustedes dicen que una comunión así es "indigna". Bien, después de esa comunión "indigna", logré un cierto sosiego en mi conciencia. Esa comunión fue la última. Nuestra vida conyugal transcurría, en general, en armonía. En casi todos los puntos teníamos la misma opinión. También en esto: no queríamos cargar con hijos. En realidad, mi marido quería tener uno, uno solo, naturalmente. Finalmente conseguí que él renunciara a ese deseo. Lo que más me gustaba eran los vestidos, los muebles lujosos, las reuniones mundanas, los paseos en automóvil y otras distracciones. Fue un año de placer el que medió entre mi casamiento y mi muerte repentina.

Todos los domingos íbamos a pasear en auto o visitábamos a los parientes de mi marido. Me avergonzaba de mi madre. Esos parientes se destacaban en la vida social, igual que nosotros. Pero en mi interior, sin embargo, nunca fui feliz. Había algo indeterminado que me corroía. Mi deseo era que, al llegar la muerte - la que sin duda demoraría mucho todavía - todo acabara. Ocurría tal como yo lo había escuchado de niña, durante una plática: Dios recompensa en este mundo toda obra buena que se haga. Si no puede premiarla en la otra vida, lo hace en la tierra. Inesperadamente, recibí una herencia de la tía Lote. Mi marido tuvo la suerte de ver sus ingresos notablemente aumentados. Así pude instalar, confortablemente, una casa nueva.

Mi religión estaba muriendo, como un resplandor crepuscular en un firmamento lejano. Los bares de la ciudad, los hoteles y los restaurantes por los que pasábamos en nuestros viajes, no nos acercaban a Dios. Todos los que los frecuentaban vivían como nosotros: de fuera hacia adentro, no de dentro hacia afuera. Si durante los viajes de vacaciones visitábamos una célebre catedral, tratábamos de divertirnos con el valor artístico de sus obras primas. Los sentimientos religiosos que irradiaban - especialmente las iglesias medievales - yo los neutralizaba criticando circunstancias accesorias de un hermano lego que nos guiaba, criticaba su negligencia en el aseo, criticaba el comercio de los piadosos monjes que fabricaban y vendían licor, criticaba el eterno repique de campanas llamando a los sagrados oficios, diciendo que el único fin era ganar dinero...

Así era como conseguía apartar a la gracia, cada vez que me llamaba. Especialmente descargaba mi mal humor frente a algunas pinturas de la Edad Media representando al Infierno en libros, cementerios y otros lugares. Allí el demonio asaba a las almas sobre fuego rojo o amarillo, mientras sus compañeros, con largas colas, le traen más víctimas. Clara, el infierno puede ser dibujado, pero nunca exagerado! Siempre me burlaba del fuego del infierno. Acuérdate de una conversación durante la cual te puse un fósforo encendido bajo la nariz, preguntándote: "¿Así huele?"

Apagaste en seguida la llama. Aquí nadie consigue hacerlo. Te digo más: el fuego del que habla la Biblia no es el tormento de la consciencia. Fuego es fuego! Debe ser interpretado al pie de la letra cuando Aquel dijo: "Apartáos de mí, malditos, id al fuego eterno". Al pie de la letra! ¿Y cómo puede ser tocado un espíritu por el fuego material? Preguntarás. ¿Y cómo puede sufrir tu alma, en la tierra, si pones el dedo sobre una llama? Tampoco tu alma se quema, mientras tanto el dolor lo sufre todo el individuo. Del mismo modo, nosotros estamos aquí espiritualmente presos al fuego de nuestro ser y de nuestras facultades. Nuestra alma carece de la agilidad que le sería natural; no podemos pensar ni querer lo que querríamos.

No te sorprendas de mis palabras. Es un misterio contrario a las leyes de la naturaleza material: el fuego del infierno quema sin consumir. Nuestro mayor tormento consiste en saber que nunca veremos a Dios. ¿Cómo puede atormentarnos tanto esto, si en la tierra nos era indiferente? Mientras el cuchillo está sobre la mesa, no te impresiona. Le ves el filo, pero no lo sientes. Pero si el cuchillo entra en tus carnes, gritarás de dolor. Ahora, sentimos la pérdida de Dios. Antes, sólo pensábamos en ella.

No todas las almas sufren igual. Cuanto mayor fue la maldad, cuanto más frívolo y decidido, tanto más le pesa al condenado la pérdida de Dios, tanto más lo sofoca la criatura de que abusó. Los católicos que se condenan sufren más que los de otras religiones, porque recibieron y desaprovecharon, por lo general, más luces y mayores gracias. Los que tuvieron mayores conocimientos sufren más duramente que los que tuvieron menos. El que pecó por maldad sufre más que el que cayó por debilidad. Pero ninguno sufre más de lo que mereció. Oh, si esto no fuera verdad, tendría un motivo para odiar!

Un día me dijiste: nadie va al infierno sin saberlo. Eso le habría sido revelado a una santa. Yo me reía, mientras me atrincheraba en esta reflexión: "siendo así, siempre tendré tiempos suficiente para volver atrás". Esta revelación es exacta. Antes de mi muerte repentina, es verdad, no conocía al infierno tal como es. Ningún ser humano lo conoce. Pero estaba perfectamente enterada de algo: "Si mueres, me decía, entrarás en la eternidad como una flecha, directamente contra Dios; habrá que aguantar las consecuencias". Como te dije, no volví atrás. Perseveré en la misma dirección, arrastrada por la costumbre, con la que los hombres actúan cuanto más envejecen.

Mi muerte ocurrió así: Hace una semana - digo según las cuentas que llevan ustedes, porque si calculara por mis dolores, podría estar ardiendo en el infierno desde hace diez años - mi marido y yo salimos en otra excursión dominguera, que fue la última para mí. El día estaba radiante de sol. Me sentía muy bien, como pocas veces. Sin embargo, me traspasaba un presentimiento siniestro. Inesperadamente, en el viaje de regreso, mi marido y yo fuimos enceguecidos por los faros de un automóvil que venía en sentido contrario, a gran velocidad. Max perdió el control del vehículo. Jesús! Se escapó de mis labios, no como oración sino como grito. Sentí un dolor aplastante: comparado con el tormento actual, una bagatela. Después perdí el sentido.

¡Qué extraño! Aquella misma mañana, sin explicación, había surgido en mi mente este pensamiento. "Por una vez, podrías ir a Misa". Era como una súplica. Un "¡no!" claro y decidido cortó el curso de la idea. "Con esas cosas tengo que terminar definitivamente". Es decir, asumí todas las consecuencias. Ahora las soporto.

Lo que ocurrió después de mi muerte lo sabes. La suerte de mi marido, de mi madre, lo que ocurrió con mi cadáver, mi entierro, lo sé por una intuición natural que tenemos todos los que estamos aquí. Del resto de lo que ocurre en el mundo poseemos un conocimiento confuso. Sabemos lo que se refiere a nosotros. De este modo veo el lugar donde vives. Desperté de improviso en el momento de mi muerte. Me encontré inundada por una luz ofuscante. Era el mismo sitio donde había caído mi cadáver. Sucedió como en el teatro, cuando se apagan las luces de la sala, sube el telón y aparece una escena trágicamente iluminada. La escena de mi vida. Como en un espejo, mi alma se mostró a sí misma. Vi las gracias despreciadas y pisoteadas, desde mi juventud hasta el último "no" frente a Dios.

Me sentí como un asesino, al que llevan ante el tribunal para ver a la víctima exánime. ¿Arrepentirme? ¡Nunca! ¿Avergonzarme? ¡Jamás!

Mientras tanto, no conseguía permanecer bajo la mirada de Dios, a quien rechazaba. Sólo tenía una salida: la fuga. Así como Caín huyó del cadáver de Abel, así mi alma se proyectó lejos de esta visión de horror.

Este era el Juicio particular.

Habló el invisible juez: "APÁRTATE DE MI". De inmediato mi alma, como una sombra amarilla de azufre, se despeñó al lugar del eterno tormento.

http://www.unrealbug.com/especiales/alma_condenada_infierno.html
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Hola Félix,

me parece una pregunta muy interesante. la verdad es que me hace pensar, pero yo no tengo la respuesta.
Quízás haya alguien experto en temas judíos que nos pueda contestar

la ley de moises condena a muerte , no al infierno

la ley de Jesus si condena al infierno,MR 16.16 EL QUE CREA SERA SALVO EL QUE NO CREA SERA CONDENADO

busca una buena traduccion para que que leas

que los muertos estan en el abismo . no en el infierno

, los muertos se presentaran ante el trono blanco entonces si habra condenacion para el infierno , lago de fuego y azufre
 
Re: ¿Existe el Infierno?

La paz sea con todos ustedes! Textos sobre el infierno, de dos de nuestros más queridos y respetados profetas:

En el antiguo testamento: ISAIAS: Cap 16, versículo 24. "El gusano que los debora, no morirá y el fuego que los quema no se apagará y todos se sentiran horrorizados al verlo"

El precursor, JUAN EL BAUTISTA, hablando de Jesús: "El tiene en sus manos arnero y limpiará su trigo, que guardará en sus bodegas, quemando la paja en un fuego que no se apaga" Mt cap 3, versículo 12.


Un abrazo!

Ana


"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree" -San Antonio de Padua
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Re: ¿Existe el Infierno?

Ana:

Me da mucha pena por usted. Tiene su cabeza llena de esas mentiras escritas por gente alocada, embustera, en vez de llenar su mente de la Palabra de Dios. Es imposible que los muertos puedan hablar. Su boca, sus labios, su garganta, su lengua, todo esta en descomposición. Así dice la Palabra de Dios: "los muertos nada saben." (Eclesistés 9:5). ¿Cómo es posible que usted crea algo tan contrario a la Biblia? No cabe duda que la persona que escribe todas esas fantasías es muy inetligente. Sabe escribir. Sería una magnífica cuentista o ensayista. Pero de ahí a decir la verdad, hay una gran distancia. Compare esos escritos con la Biblia, hermana y de una bendita vez escuche la voz de Dios.

Que Dios se apiade de usted y le permita abrir sus ojos a la verdad.
 
Re: ¿Existe el Infierno?

La paz sea con todos ustedes! Textos sobre el infierno, de dos de nuestros más queridos y respetados profetas:

En el antiguo testamento: ISAIAS: Cap 16, versículo 24. "El gusano que los debora, no morirá y el fuego que los quema no se apagará y todos se sentiran horrorizados al verlo"

El precursor, JUAN EL BAUTISTA, hablando de Jesús: "El tiene en sus manos arnero y limpiará su trigo, que guardará en sus bodegas, quemando la paja en un fuego que no se apaga" Mt cap 3, versículo 12.


Un abrazo!

Ana



Rev 20:10 Y el Diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.


Rev 20:14 La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego - este lago de fuego es la muerte segunda -
Rev 20:15 y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.




"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree" -San Antonio de Padua
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Re: ¿Existe el Infierno?

Ana:

Me da mucha pena por usted. Tiene su cabeza llena de esas mentiras escritas por gente alocada, embustera, en vez de llenar su mente de la Palabra de Dios. Es imposible que los muertos puedan hablar. Su boca, sus labios, su garganta, su lengua, todo esta en descomposición. Así dice la Palabra de Dios: "los muertos nada saben." (Eclesistés 9:5). ¿Cómo es posible que usted crea algo tan contrario a la Biblia? No cabe duda que la persona que escribe todas esas fantasías es muy inetligente. Sabe escribir. Sería una magnífica cuentista o ensayista. Pero de ahí a decir la verdad, hay una gran distancia. Compare esos escritos con la Biblia, hermana y de una bendita vez escuche la voz de Dios.

Que Dios se apiade de usted y le permita abrir sus ojos a la verdad.

¿Quien le asegura a usted que Ellen White no sea esa persona cuentista y ensayista?

Eclesiastés 9:5 dice que los muertos NO VUELVEN A HACER NADA BAJO EL SOL, y eso es absolutamente cierto, los muertos no vuelven a encarnar su cuerpo ha sido dejado atrás.

Eclesiastés 9:6 Se acabaron hace tiempo su amor, su odio y sus celos, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol.


Pero el versiculo 6 dice que LOS MUERTOS JAMÁS RESUCITARÁN ¿Por que su religión omite el verso.6 diciendo que la resurrección es a futuro?

Pues si los muertos no tienen espíritu pues tampoco resucitarán JAMÁS, lea con atención por favor.

1Corintios 15:50-53
Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.
¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados.
En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.
En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad.


Sin ofender ¿será que tantos años siendo adventista le han endurecido el entendimiento? 1Co 15:50-53 refuta que el cuerpo físico vaya a resucitar jamás, ASI QUE OBVIAMENTE LA PROMESA DE RESURRECCIÓN NO SE REFIERE AL CUERPO SINO AL ESPÍRITU INMORTAL. un espíritu inmortal que ya posee en vida, Pablo "salió del cuerpo" para visitar el 3er cielo. (2Corintios 12:2)

DLB.
 
Re: ¿Existe el Infierno?

¿Porque la doctrina del infierno no aparece en el antiguo testamento?

viendo que la union de Roma con la Iglesia ha provocado montones de doctrinas de error, estoy analizando esta,

¿verdaderamente el infierno existe? ¿Castigara Dios "para siempre" a los que no le acepten?

¿si el infierno existe, no seria injusto que alguien de la epoca del diluvio este sufriendo desde entonces en un infierno y el diablo este suelto todavia?

si analizamos bien, esas personas van a estar mas tiempo que el mismo diablo en el infierno. ¿no es esto injusto?


¿no sera esto otro invento de la iglesia catolica el cual hemos arrastrado al cristianismo?

Espero sus aportes

Dios te bendiga.

Muchas cosas no aparecen en el antiguo testamento, por ejemplo la pelea entre los angeles por el cuerpo de Moises, ¿esto porque? por que gran parte esta dentro de la tradición Judia. Siempre fue asi, el judiasmo no surgio de la interpretación del antiguo testamento, ni tampoco el Cristianismo del nuevo testamento, la orden de sacerdotes, maestros y clerigos instruian el pueblo de Dios para su formación.

Si buscas solo en el texto escrito podras ver que muchas cosas no aparecen bajo ese nombre, puedes estudiar las costumbres Judias y tal vez ahi aparezca algo referido al infierno.

saludos.
 
Re: ¿Existe el Infierno?

Creo en el infierno porque Jesús nos advirtió de él, porque no nos quiere ahí.

Carta de un alma condenada

Imprimatur del original alemán: Brief aus dem Jenseits - Treves, 9-11-1953.N.4/53

CLARA, NO RECES POR MÍ, ESTOY CONDENADA. Si te doy este aviso - es más, voy a hablarte largamente sobre esto - no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aquí ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra "de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien". En realidad, me gustaría verte aquí, adonde llegué para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aquí, todos pensamos así. Nuestra voluntad está petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran "mal". Aún cuando pueda hacer algo "bien" (como yo lo hago ahora, abriéndote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intención.

¿Recuerdas? Hace cuatro años que nos conocimos, en M. Tenías 23 años y ya trabajabas en el escritorio desde seis meses antes, cuando yo ingresé. Varias veces me sacaste de apuros. Con frecuencia me dabas buenos avisos que a mí, principiante, me venían muy bien. Pero, ¿qué es "bueno"? Yo ponderaba, en aquel entonces, tu "caridad". Ridículo... Tus ayudas eran pura ostentación, algo que desde entonces sospechaba.

Aquí, no reconocemos bien alguno en absolutamente nadie. Pero ya que conociste mi juventud, es el momento de llenar algunas lagunas. De acuerdo con los planes de mis padres, yo nunca tendría que haber existido. Por un descuido se produjo la desgracia de mi concepción. Mis hermanas tenían 14 y 16 años cuando vine al mundo. ¡Ojalá no hubiera nacido! Ojalá pudiera ahora aniquilarme, huir de estos tormentos! No hay placer comparable al de acabar mi existencia, así como se reduce a cenizas un vestido, sin dejar vestigios. Pero es necesario que exista. Es preciso que yo sea tal como me he hecho: con el fracaso total de la finalidad de mi existencia.

Cuando mis padres, entonces solteros, se mudaron del campo a la ciudad, perdieron el contacto con la Iglesia. Era mejor así. Mantenían relaciones con personas desvinculadas de la religión. Se conocieron en un baile, y se vieron "obligados" a casarse seis meses después. En la ceremonia nupcial, recibieron solo unas gotas de agua bendita, las suficientes para atraer a mamá a la misa dominical unas pocas veces al año. Ella nunca me enseñó verdaderamente a rezar. Todo su esfuerzo se agotaba en los trabajos cotidianos de la casa, aunque nuestra situación no era mala. Palabras como rezar, misa, agua bendita, iglesia, sólo puedo escribirlas con íntima repugnancia, con incomparable repulsión. Detesto profundamente a quienes van a la Iglesia y, en general, a todos los hombres y a todas las cosas. Todo es tormento. Cada conocimiento recibido, cada recuerdo de la vida y de lo que sabemos, se convierte en una llama incandescente.

Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. Cómo me atormenta esto! No comemos, no dormimos, no andamos sobre nuestros pies. Espiritualmente encadenados, los réprobos contemplamos desesperados nuestra vida fracasada, aullando y rechinando los dientes, atormentados y llenos de odio. ¿Entiendes? Aquí bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Más que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas. Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece. Los hombres, en la tierra, que conocen a Dios por la Creación y por la Revelación, pueden amarlo. Pero no están obligados a hacerlo.

El creyente - te lo digo furiosa - que contempla, meditando, a Cristo con los brazos abiertos sobre la cruz, terminará por amarlo. Pero el alma a la que Dios se acerca fulminante, como vengador y justiciero porque un día fue repudiado, como ocurrió con nosotros, ésta no podrá sino odiarlo, como nosotros lo odiamos. Lo odia con todo el ímpetu de su mala voluntad. Lo odia eternamente, a causa de la deliberada resolución de apartarse de Dios con la que terminó su vida terrenal. Nosotros no podemos revocar esta perversa voluntad, ni jamás querríamos hacerlo.

¿Comprendes ahora por qué el infierno dura eternamente? Porque nuestra obstinación nunca se derrite, nunca termina. Y contra mi voluntad agrego que Dios es misericordioso, aún con nosotros. Digo "contra mi voluntad" porque, aunque diga estas cosas voluntariamente, no se me permite mentir, que es lo que querría. Dejo muchas informaciones en el papel contra mis deseos. Debo también estrangular la avalancha de palabrotas que querría vomitar. Dios fue misericordioso con nosotros porque no permitió que derramáramos sobre la tierra el mal que hubiéramos querido hacer. Si nos lo hubiera permitido, habríamos aumentado mucho nuestra culpa y castigo. Nos hizo morir antes de tiempo, como hizo conmigo, o hizo que intervinieran causas atenuantes.

Dios es misericordioso, porque no nos obliga a aproximarnos a El más de lo que estamos, en este remoto lugar infernal. Eso disminuye el tormento. Cada paso más cerca de Dios me causaría una aflicción mayor que la que te produciría un paso más rumbo a una hoguera.

Te desagradé un día al contarte, durante un paseo, lo que dijo mi padre pocos días antes de mi comunión: "Alégrate, Anita, por el vestido nuevo; el resto no es más que una burla". Casi me avergüenzo de tu desagrado. Ahora me río. Lo único razonable de toda aquella comedia era que se permitiera comulgar a los niños a los doce años. Yo ya estaba, en aquel entonces, bastante poseída por el placer del mundo. Sin escrúpulos, dejaba a un lado las cosas religiosas. No tomé en serio la comunión. La nueva costumbre de permitir a los niños que reciban su primera comunión a los 7 años nos produce furor. Empleamos todos los medios para burlarnos de esto, haciendo creer que para comulgar debe haber comprensión. Es necesario que los niños hayan cometido algunos pecados mortales. La blanca Hostia será menos perjudicial entonces, que si la recibe cuando la fe, la esperanza y el amor, frutos del bautismo - escupo sobre todo esto - todavía están vivos en el corazón del niño.

¿Te acuerdas que yo pensaba así cuando estaba en la tierra? Vuelvo a mi padre. Peleaba mucho con mamá. Pocas veces te lo dije, porque me avergonzaba. Qué cosa ridícula la vergüenza! Aquí, todo es lo mismo. Mis padres ya no dormían en el mismo cuarto. Yo dormía con mamá, papá lo hacía en el cuarto contiguo, donde podía volver a cualquier hora de la noche. Bebía mucho y se gastó nuestra fortuna. Mis hermanas estaban empleadas, decían que necesitaban su propio dinero. Mamá comenzó a trabajar. Durante el último año de su vida, papá la golpeó muchas veces, cuando ella no quería darle dinero. Conmigo, él siempre fue amable. Un día te conté un capricho del que quedaste escandalizada. ¿Y de qué no te escandalizaste de mí? Cuando devolví dos veces un par de zapatos nuevos, porque la forma de los tacos no era bastante moderna.

En la noche en que papá murió, víctima de una apoplejía, ocurrió algo que nunca te conté, por temor a una interpretación desagradable. Hoy, sin embargo, debes saberlo. Es un hecho memorable: por primera vez, el espíritu que me atormenta se acercó a mí. Yo dormía en el cuarto de mamá. Su respiración regular revelaba un sueño profundo. Entonces, escuché pronunciar mi nombre. Una voz desconocida murmuró: "¿Qué ocurrirá si muere tu padre?"

Ya no lo quería a papá, desde que había empezado a maltratar a mi madre. En realidad, no amaba absolutamente a nadie: sólo tenía gratitud hacia algunas personas que eran bondadosas conmigo. El amor sin esperanza de retribución en esta tierra solamente se encuentra en las almas que viven en estado de gracia. No era ése mi caso. "Ciertamente, él no morirá", le respondí al misterioso interlocutor. Tras una breve pausa, escuché la misma pregunta. "El no va a morir!", repliqué con brusquedad.
Por tercera vez, me preguntaron: "Qué ocurrirá si muere tu padre?". Me representé en ese momento en la imaginación el modo como mi padre volvía muchas veces: medio ebrio, gritando, maltratando a mamá, avergonzándonos frente a los vecinos. Entonces, respondí con rabia: "Bien, es lo que se merece. ¡Que muera!". Después, todo quedó en silencio.

A la mañana siguiente, cuando mamá fue a ordenar el cuarto de papá, encontró la puerta cerrada. Al mediodía, la abrieron por la fuerza. Papá, semidesnudo, estaba muerto sobre la cama. Al ir a buscar cerveza al sótano, debió sufrir una crisis mortal. Desde hacía tiempo que estaba enfermo. (¿Habrá hecho depender Dios de la voluntad de su hija, con la que el hombre fue bondadoso, la obtención de más tiempo y ocasión de convertirse?).

Marta K. y tú me hicieron ingresar en la asociación de jóvenes. Nunca te oculté que consideraba demasiado "parroquiales" las instrucciones de las dos directoras, las señoritas X. Los juegos eran bastante divertidos. Como sabes, llegué en poco tiempo a tener allí un papel preponderante. Eso era lo que me gustaba. También me gustaban las excursiones. Llegué a dejarme llegar algunas veces a confesar y comulgar. Para decir la verdad, no tenía nada para confesar. Los pensamientos y las palabras no significaban nada para mí. Y para acciones más groseras todavía no estaba madura.

Un día me llamaste la atención: "Ana, si no rezas más, te perderás". Realmente, yo rezaba muy poco, y ese poco siempre a disgusto, de mala voluntad. Sin duda tenías razón. Los que arden en el infierno o no rezaron, o rezaron poco. La oración es el primer paso para llegar a Dios. Es el paso decisivo. Especialmente la oración a Aquella que es la madre de Cristo, cuyo nombre no nos es lícito pronunciar. La devoción a Ella arranca innumerables almas al demonio, almas a las que sus pecados las habrían lanzado infaliblemente en sus manos.

Furiosa continúo, porque estoy obligada a hacerlo, aunque no aguanto más de tanta rabia. Rezar es lo más fácil que se puede hacer en la tierra. Y justamente de esto, que es facilísimo, Dios hace depender nuestra salvación. Al que reza con perseverancia, paulatinamente Dios le da tanta luz, y lo fortalece de tal modo, que hasta el más empedernido pecador puede recuperarse, aunque se encuentre hundido en un pantano hasta el cuello. Durante los últimos años de mi vida ya no rezaba más, privándome así de las gracias, sin las que nadie se puede salvar.

Aquí, no recibimos ningún tipo de gracia. Aunque la recibiéramos, la rechazaríamos con escarnio. Todas las vacilaciones de la existencia terrenal terminaron en esta otra vida. En la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de gracia. De la gracia, se puede caer al pecado. Muchas veces caí por debilidad; pocas, por maldad. Con la muerte, cada uno entra en un estado final, fijo e inalterable. A medida que se avanza en edad, los cambios se hacen más difíciles. Es cierto que uno tiene tiempo hasta la muerte para unirse a Dios o para darle las espaldas. Sin embargo, como si estuviera arrastrado por una correntada, antes del tránsito final, con los últimos restos de su voluntad debilitada, el hombre se comporta según las costumbres de toda su vida.

El hábito, bueno o malo, se convierte en una segunda naturaleza. Es ésta la que lo arrastra en el momento supremo. Así ocurrió conmigo. Viví años enteros apartada de Dios. En consecuencia, en el último llamado de la gracia, me decidí contra Dios. La fatalidad no fue haber pecado con frecuencia, sino que no quise levantarme más. Muchas veces me invitaste para que asistiera a las predicaciones o que leyera libros de piedad. Mis excusas habituales eran la falta de tiempo. ¿Acaso podría querer aumentar mis dudas interiores? Finalmente, tengo que dejar constancia de lo siguiente: al llegar a este punto crítico, poco antes de salir de la "Asociación de Jóvenes", me habría sido muy difícil cambiar de rumbo. Me sentía insegura y desdichada. Pero frente a la conversión se levantaba una muralla.

No sospechaste que fuera tan grave. Creías que la solución era tan simple, que un día me dijiste: "Tienes que hacer una buena confesión, Ani, todo volverá a ser normal". Me daba cuenta que sería así. Pero el mundo, el demonio y la carne, me retenían demasiado firme entre sus garras. Nunca creí en la influencia del demonio. Ahora, doy testimonio de que el demonio actúa poderosamente sobre las personas que están en las condiciones en que yo me encontraba entonces. Sólo muchas oraciones, propias y ajenas, junto con sacrificios y sufrimientos, podrían haberme rescatado. Y aún esto, poco a poco.

Si bien hay pocos posesos corporales, son innumerables los que están poseídos internamente por el demonio. El demonio no puede arrebatar el libre albedrío de los que se abandonan a su influencia. Pero, como castigo por su casi total apostasía, Dios permite que el "maligno" se anide en ellos. Yo también odio al demonio. Sin embargo, me gusta, porque trata de arruinarlos a todos ustedes: él y sus secuaces, los ángeles que cayeron con él desde el principio de los tiempos. Son millones, vagando por la tierra. Innumerables como enjambres de moscas; ustedes no los perciben. A los réprobos no nos incumbe tentar: eso les corresponde a los espíritus caídos.

Cada vez que arrastran una nueva alma al fondo del infierno, aumentan aún más sus tormentos. Pero, ¡de qué no es capaz el odio! Aunque andaba por caminos tortuosos, Dios me buscaba. Yo preparaba el camino para la gracia, con actos de caridad natural, que hacía muchas veces por una inclinación de mi temperamento. A veces, Dios me atraía a una Iglesia. Allí, sentía una cierta nostalgia. Cuando cuidaba a mi madre enferma, a pesar de mi trabajo en la oficina durante el día, haciendo un sacrificio de verdad, los atractivos de Dios actuaban poderosamente. Una vez fue en la capilla del hospital, adonde me llevaste durante el descanso del mediodía. Quedé tan impresionada, que estuve sólo a un paso de mi conversión. Lloraba. Pero, en seguida, llegaba el placer del mundo, derramándose como un torrente sobre la gracia. Las espinas ahogaron el trigo. Con la explicación de que la religión es sentimentalismo, como siempre se decía en la oficina, rechacé también esta gracia, como todas las otras.

En otra ocasión, me llamaste la atención porque, en lugar de una genuflexión hasta el piso, hice solamente una ligera inclinación con la cabeza. Pensaste que eso lo hacía por pereza, sin sospechar que, ya entonces, había dejado de creer en la presencia de Cristo en el Sacramento. Ahora creo, aunque sólo materialmente, tal como se cree en la tempestad, cuyas señales y efectos se perciben. En este interín, me había fabricado mi propia religión. Me gustó la opinión generalizada en la oficina, de que después de la muerte el alma volvería a este mundo en otro ser, reencarnándose sucesivamente, sin llegar nunca al fin.

Con esto, estaba resuelto el angustiante problema del más allá. Imaginé haberlo hecho inofensivo. ¿Por qué no me recordaste la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, en la que el narrador, Cristo, envió después de la muerte a uno al infierno y al otro al Cielo? Pero, ¿qué habrías conseguido? No mucho más de lo que conseguiste con todos tus otros discursos beatos. Poco a poco me fui fabricando un dios: con atributos suficientes para ser llamado así. Bastante lejos de mí, como para que no me obligara a tener relaciones con él. Suficientemente confuso, como para poder transformarlo a mi antojo. De este modo, sin cambiar de religión, yo podía imaginarlo como el dios panteísta del mundo o pensarlo, poéticamente, como un dios solitario.

Este "dios" no tenía Cielo para premiarme, ni infierno para asustarme. Yo lo dejaba en paz. En esto consistía mi culto de adoración. Es fácil creer en lo que agrada. Con el transcurso de los años, estaba bastante persuadida de mi religión. Se vivía bien así, sin molestias. Sólo una cosa podría haber roto mi suficiencia: un dolor profundo y prolongado. Pero este sufrimiento no llegó. ¿Comprendes ahora el significado de "Dios castiga a aquellos que ama"? Durante un domingo de julio, la Asociación de Jóvenes organizaba un paseo de A. Me gustaban las excursiones, pero no los discursos insípidos y demás beaterías. Otra imagen, muy diferente de la de Nuestra Señora de las Gracias de A., estaba desde hacía poco en el altar de mi corazón. Era el distinguido Max, del almacén de al lado. Ya habíamos conversado entretenidos, varias veces. Justamente ese domingo me invitó a pasear. La otra, con la que acostumbraba a salir, estaba enferma en el hospital.

El había comprendido que lo miraba mucho. Pero yo no pensaba en casarme todavía. Su posición económica era muy buena, pero también demasiado amable con todas las otras jovencitas. En aquel entonces yo quería un hombre que me perteneciera exclusivamente, como única mujer. Siempre conservé una cierta educación natural. (Eso es verdad. A pesar de su indiferencia religiosa, Ani tenía algo noble en su persona. Me desconcierta que también las personas "honestas" puedan caer en el infierno, si son deshonestas al huir del encuentro con Dios).

En ese paseo, Max me colmó de amabilidades. Nuestras conversaciones, es claro, no eran sobre la vida de los santos, como las de ustedes. Al día siguiente, en la oficina, me reprendiste por no haber ido al paseo de la Asociación. Cuando te conté mi diversión del domingo, tu primera pregunta fue: "¿Escuchaste Misa?". Tonta! ¿Cómo podríamos ir a Misa si salimos a las 6 de la mañana? Me acuerdo que, muy exaltada, te dije: "El buen Dios no es tan mezquino como lo son los curas". Ahora debo confesar que Dios, a pesar de su infinita bondad, considera todo con más seriedad que todos los sacerdotes juntos. Después de este primer paseo con Max, fui solamente una vez más a la Asociación, en las fiestas de Navidad. Algunas cosas me atraían. Pero en mi interior, ya me había separado de todas ustedes.

Los bailes, el cine, los paseos, continuaban. A veces peleábamos con Max, pero yo sabía cómo retenerlo. Odié mucho a mi rival que, al salir del hospital, se puso furiosa. En realidad, eso me favoreció. La calma distinguida que yo mostraba produjo una gran impresión en Max, que se inclinó definitivamente por mí. Conseguí encontrar la forma de denigrarla. Me expresaba con calma: por fuera, realidades objetivas, por dentro, vomitando hiel. Estos sentimientos y actitudes conducen rápidamente al infierno. Son diabólicos, en el sentido estricto del término. ¿Por qué te cuento todo esto? Para explicarte que así me aparté definitivamente de Dios. En realidad, Max y yo no llegamos muchas veces al extremo de la familiaridad. Me daba cuenta que me rebajaría a sus ojos si le concedía toda la libertad antes de tiempo. Por eso, supe controlarme. Realmente, yo estaba siempre dispuesta para todo lo que consideraba útil. Tenía que conquistar a Max. Para eso, ningún precio era demasiado alto.

Nos fuimos amando poco a poco, porque ambos teníamos valiosas cualidades que podíamos apreciar mutuamente. Yo era habilidosa, eficiente, de trato agradable. Retuve a Max con firmeza y conseguí, al menos durante los últimos meses antes del casamiento, ser la única que lo poseía. En eso consistió mi apostasía, en hacer mi dios con una criatura. En ninguna otra cosa puede realizarse más plenamente la apostasía como en el amor a una persona del otro sexo, cuando ese amor se ahoga en la materia. Esto es su encanto, su aguijón y su veneno. La "adoración" que tenía por Max se convirtió en mi religión. En ese tiempo, en la oficina, yo arremetía virulentamente contra los curas, los fieles, las indulgencias, los rosarios y demás estupideces.

Trataste de defender con una cierta inteligencia todo lo que yo atacada, aunque quizás sin sospechar que en realidad el problema no estaba en esas cosas. Lo que yo buscaba era un punto de apoyo. Todavía lo necesitaba para justificar racionalmente mi apostasía. Estaba sublevada contra Dios. No te dabas cuenta. Creías que todavía era católica. Por otra parte, yo quería ser llamada así; inclusive pagaba la contribución para el culto. Porque un cierto "reaseguro" nunca viene mal. Es posible que tus respuestas a veces dieran en el blanco. Pero no me alcanzaban, porque no te concedía razón. A raíz de estas relaciones sobre bases falsas, fue pequeño el dolor de nuestra separación, con motivo de mi casamiento.

Antes de casarme, me confesé y comulgué una vez más. Era una formalidad. Mi marido pensaba igual. Si era una formalidad, ¿por qué no cumplirla? Ustedes dicen que una comunión así es "indigna". Bien, después de esa comunión "indigna", logré un cierto sosiego en mi conciencia. Esa comunión fue la última. Nuestra vida conyugal transcurría, en general, en armonía. En casi todos los puntos teníamos la misma opinión. También en esto: no queríamos cargar con hijos. En realidad, mi marido quería tener uno, uno solo, naturalmente. Finalmente conseguí que él renunciara a ese deseo. Lo que más me gustaba eran los vestidos, los muebles lujosos, las reuniones mundanas, los paseos en automóvil y otras distracciones. Fue un año de placer el que medió entre mi casamiento y mi muerte repentina.

Todos los domingos íbamos a pasear en auto o visitábamos a los parientes de mi marido. Me avergonzaba de mi madre. Esos parientes se destacaban en la vida social, igual que nosotros. Pero en mi interior, sin embargo, nunca fui feliz. Había algo indeterminado que me corroía. Mi deseo era que, al llegar la muerte - la que sin duda demoraría mucho todavía - todo acabara. Ocurría tal como yo lo había escuchado de niña, durante una plática: Dios recompensa en este mundo toda obra buena que se haga. Si no puede premiarla en la otra vida, lo hace en la tierra. Inesperadamente, recibí una herencia de la tía Lote. Mi marido tuvo la suerte de ver sus ingresos notablemente aumentados. Así pude instalar, confortablemente, una casa nueva.

Mi religión estaba muriendo, como un resplandor crepuscular en un firmamento lejano. Los bares de la ciudad, los hoteles y los restaurantes por los que pasábamos en nuestros viajes, no nos acercaban a Dios. Todos los que los frecuentaban vivían como nosotros: de fuera hacia adentro, no de dentro hacia afuera. Si durante los viajes de vacaciones visitábamos una célebre catedral, tratábamos de divertirnos con el valor artístico de sus obras primas. Los sentimientos religiosos que irradiaban - especialmente las iglesias medievales - yo los neutralizaba criticando circunstancias accesorias de un hermano lego que nos guiaba, criticaba su negligencia en el aseo, criticaba el comercio de los piadosos monjes que fabricaban y vendían licor, criticaba el eterno repique de campanas llamando a los sagrados oficios, diciendo que el único fin era ganar dinero...

Así era como conseguía apartar a la gracia, cada vez que me llamaba. Especialmente descargaba mi mal humor frente a algunas pinturas de la Edad Media representando al Infierno en libros, cementerios y otros lugares. Allí el demonio asaba a las almas sobre fuego rojo o amarillo, mientras sus compañeros, con largas colas, le traen más víctimas. Clara, el infierno puede ser dibujado, pero nunca exagerado! Siempre me burlaba del fuego del infierno. Acuérdate de una conversación durante la cual te puse un fósforo encendido bajo la nariz, preguntándote: "¿Así huele?"

Apagaste en seguida la llama. Aquí nadie consigue hacerlo. Te digo más: el fuego del que habla la Biblia no es el tormento de la consciencia. Fuego es fuego! Debe ser interpretado al pie de la letra cuando Aquel dijo: "Apartáos de mí, malditos, id al fuego eterno". Al pie de la letra! ¿Y cómo puede ser tocado un espíritu por el fuego material? Preguntarás. ¿Y cómo puede sufrir tu alma, en la tierra, si pones el dedo sobre una llama? Tampoco tu alma se quema, mientras tanto el dolor lo sufre todo el individuo. Del mismo modo, nosotros estamos aquí espiritualmente presos al fuego de nuestro ser y de nuestras facultades. Nuestra alma carece de la agilidad que le sería natural; no podemos pensar ni querer lo que querríamos.

No te sorprendas de mis palabras. Es un misterio contrario a las leyes de la naturaleza material: el fuego del infierno quema sin consumir. Nuestro mayor tormento consiste en saber que nunca veremos a Dios. ¿Cómo puede atormentarnos tanto esto, si en la tierra nos era indiferente? Mientras el cuchillo está sobre la mesa, no te impresiona. Le ves el filo, pero no lo sientes. Pero si el cuchillo entra en tus carnes, gritarás de dolor. Ahora, sentimos la pérdida de Dios. Antes, sólo pensábamos en ella.

No todas las almas sufren igual. Cuanto mayor fue la maldad, cuanto más frívolo y decidido, tanto más le pesa al condenado la pérdida de Dios, tanto más lo sofoca la criatura de que abusó. Los católicos que se condenan sufren más que los de otras religiones, porque recibieron y desaprovecharon, por lo general, más luces y mayores gracias. Los que tuvieron mayores conocimientos sufren más duramente que los que tuvieron menos. El que pecó por maldad sufre más que el que cayó por debilidad. Pero ninguno sufre más de lo que mereció. Oh, si esto no fuera verdad, tendría un motivo para odiar!

Un día me dijiste: nadie va al infierno sin saberlo. Eso le habría sido revelado a una santa. Yo me reía, mientras me atrincheraba en esta reflexión: "siendo así, siempre tendré tiempos suficiente para volver atrás". Esta revelación es exacta. Antes de mi muerte repentina, es verdad, no conocía al infierno tal como es. Ningún ser humano lo conoce. Pero estaba perfectamente enterada de algo: "Si mueres, me decía, entrarás en la eternidad como una flecha, directamente contra Dios; habrá que aguantar las consecuencias". Como te dije, no volví atrás. Perseveré en la misma dirección, arrastrada por la costumbre, con la que los hombres actúan cuanto más envejecen.

Mi muerte ocurrió así: Hace una semana - digo según las cuentas que llevan ustedes, porque si calculara por mis dolores, podría estar ardiendo en el infierno desde hace diez años - mi marido y yo salimos en otra excursión dominguera, que fue la última para mí. El día estaba radiante de sol. Me sentía muy bien, como pocas veces. Sin embargo, me traspasaba un presentimiento siniestro. Inesperadamente, en el viaje de regreso, mi marido y yo fuimos enceguecidos por los faros de un automóvil que venía en sentido contrario, a gran velocidad. Max perdió el control del vehículo. Jesús! Se escapó de mis labios, no como oración sino como grito. Sentí un dolor aplastante: comparado con el tormento actual, una bagatela. Después perdí el sentido.

¡Qué extraño! Aquella misma mañana, sin explicación, había surgido en mi mente este pensamiento. "Por una vez, podrías ir a Misa". Era como una súplica. Un "¡no!" claro y decidido cortó el curso de la idea. "Con esas cosas tengo que terminar definitivamente". Es decir, asumí todas las consecuencias. Ahora las soporto.

Lo que ocurrió después de mi muerte lo sabes. La suerte de mi marido, de mi madre, lo que ocurrió con mi cadáver, mi entierro, lo sé por una intuición natural que tenemos todos los que estamos aquí. Del resto de lo que ocurre en el mundo poseemos un conocimiento confuso. Sabemos lo que se refiere a nosotros. De este modo veo el lugar donde vives. Desperté de improviso en el momento de mi muerte. Me encontré inundada por una luz ofuscante. Era el mismo sitio donde había caído mi cadáver. Sucedió como en el teatro, cuando se apagan las luces de la sala, sube el telón y aparece una escena trágicamente iluminada. La escena de mi vida. Como en un espejo, mi alma se mostró a sí misma. Vi las gracias despreciadas y pisoteadas, desde mi juventud hasta el último "no" frente a Dios.

Me sentí como un asesino, al que llevan ante el tribunal para ver a la víctima exánime. ¿Arrepentirme? ¡Nunca! ¿Avergonzarme? ¡Jamás!

Mientras tanto, no conseguía permanecer bajo la mirada de Dios, a quien rechazaba. Sólo tenía una salida: la fuga. Así como Caín huyó del cadáver de Abel, así mi alma se proyectó lejos de esta visión de horror.

Este era el Juicio particular.

Habló el invisible juez: "APÁRTATE DE MI". De inmediato mi alma, como una sombra amarilla de azufre, se despeñó al lugar del eterno tormento.

http://www.unrealbug.com/especiales/alma_condenada_infierno.html

¿Puede cambiar su forma de proceder en los escritos?
Dejar de seleccionar, copiar y pegar textos lo cual es demasiado facil y comodo de hacer, y no es el fiel reflejo de lo que anida en su corazón, si tiene un vacio en el, porque en lugar de recurrir a copiar lo de otros, no se humilla delante del Señor Jesús, para que por su única intermediación ante el padre, (porque no existe otro intermediario ante Dios el padre) el padre le llene ese vacio que hay en su corazón, y lo llene del conocimiento y sabiduria que de el proviene, para que así hable conforme a la palabras de Dios, y no de escritos de inspiración humana, donde ya no seleccionaria, ni copiaria y pegaria dichos textos.