Re: respuestas a criticas soble los adventistas y Elene G. White.
Estimado Manuel5. Saludos cordiales.
Si eres estudioso de la Palabra de Dios, sabrás que los discípulos cometieron muchos errores, pero el Señor no los desecho por ello. En 1831, Guillermo Miller, de Low Hampton, estado de Nueva York, llegó, por un fervoroso y perseverante estudio de las profecías, a la conclusión de que se acercaba a su fin la era evangélica. Pensaba que esta terminación ocurriría al fin de los períodos proféticos, hacia el ano 1843. Extendió más tarde esa fecha al otoño de 1844. Sus investigaciones fueron un estudio perseverante y lógico de las profecías, porque adoptó una regla de interpretación sana. En ésta se basa toda reforma religiosa, y todo progreso en el conocimiento profético. Dicha regla consiste en tomar todo el lenguaje de las Escrituras como el de cualquier otro libro, en su sentido literal a menos que el contexto o las leyes del lenguaje requieran que se lo entienda figurativamente, y dejar que los pasajes de las Escrituras se expliquen unos a otros. Es verdad que se equivocó en un punto vital, como se explicará más adelante; pero en principio, y en gran número de detalles, tenía razón. Seguía el camino correcto, e hizo un progreso inmenso en comparación con todos los sistemas teológicos de su época. Cuando empezó a proclamar sus opiniones, fueron recibidas muy favorablemente, y se produjeron grandes despertares religiosos en diferentes partes del país. Pronto una multitud de colaboradores se reunió en derredor de su estandarte. Entre ellos pueden mencionarse hombres como F. G. Brown, Carlos Fitch, Josías Litch, J. V. Himes y otros, que eran entonces hombres eminentes por su piedad y por la influencia que ejercían en el mundo religioso. El lustro transcurrido entre 1840 y 1844 fué una época de intensa actividad y de gran progreso en esa obra. Se proclamó al mundo un mensaje que tenía todas las características requeridas para ser el cumplimiento de la proclamación de Apocalipsis 14:6, 7. Fué en verdad aquel Evangelio del reino que Cristo declaró habría de predicarse en todo el mundo como testimonio a todos los gentiles, y entonces vendría el fin. (Mateo 24:14.) El cumplimiento de cualquiera de estos dos pasajes implica la predicación de la inminencia del fin. El Evangelio no podría predicarse a todas las naciones como señal del fin sin ser reconocido como tal, y la proximidad del fin era por lo menos uno de sus temas principales. El Advent Herald expresó claramente la verdad al respecto en el lenguaje siguiente: "Como indicación de la inminencia del fin, se había de ver, sin embargo, 'otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo.' (Apocalipsis 14:6.) La misión de este ángel era predicar el mismo Evangelio que había sido proclamado antes, pero con él se relacionaba el motivo adicional de la proximidad del reino, pues decía 'en alta voz:
“Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y la mar y las fuentes de las aguas.” (Vers. 7.) Ninguna sencilla predicación del Evangelio, sin anunciar la proximidad del fin, podría cumplir este mensaje
Las personas que se dedicaban a este movimiento suponían que era cumplimiento de una profecía, y aseveraban que estaban dando el mensaje de Apocalipsis 14:6, 7.
El mensaje: 'Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida,' en un sentido estricto y literal. Estamos ahora al final de aquel postrer día concerniente al cual el apóstol dice: 'Por lo cual sabemos que es el último tiempo.'. . . Nos hallamos en el anochecer de aquel día, estamos en la última hora de él; y está muy cerca, muy cerca, aun a las puertas.”
“Miller se equivocó de acontecimiento, pero: “El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del desengaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso y demostraban que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista, y al poner de manifiesto la situación y la obra de su pueblo le indicaba cuál era su deber de allí en adelante” (CS, 476).
El error cometido por los adventistas en 1844 no se refería al tiempo, como bien lo han demostrado los argumentos referentes a las 70 semanas y a los 2.300 días de Daniel 8 y 9. Se refería a la naturaleza del acontecimiento que había de ocurrir al fin de aquellos días, según se ha comprobado al estudiar lo relativo al santuario de Daniel 8. Suponiendo que la tierra era el santuario, cuya purificación se había de realizar por fuego cuando se manifestase el Señor del cielo, esperaban naturalmente que viniese Cristo al fin de aquellos días. A causa de su equivocación acerca de eso, sufrieron una desilusión aplastante, predicha en la Escritura misma, aunque todo lo que la profecía declaraba, y todo lo que ellos debieran haber esperado, se realizó con exactitud absoluta en ese tiempo. Empezó la purificación del santuario; pero esto no trajo a Cristo a esta tierra, porque la tierra no es el santuario; y su purificación no entraña la destrucción de la tierra, porque la purificación del santuario se realiza con la sangre de una ofrenda o sacrificio, y no por fuego. Esta fué la amargura del librito para la iglesia. (Apocalipsis 10:10.) Esta fué la venida de Uno como el Hijo del hombre, no a esta tierra, sino al Anciano de días. (Daniel 7:13, 14.) Esta fué la llegada del esposo a las bodas, que se presenta en la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25.
“Las vírgenes fatuas dijeron entonces a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan." Las prudentes respondieron: "Id antes a los que venden, y comprad para vosotras. Y mientras que ellas iban a comprar, vino el esposo." Esta no es la venida de Cristo a esta tierra, porque es una venida que precede a las bodas; pero las bodas, es decir la recepción del reino (véanse los comentarios sobre Apocalipsis 21), deben preceder su venida a esta tierra para recibir a sus hijos, que han de ser los convidados a la cena de bodas. (Lucas 19:12; Apocalipsis 19:7-9.) Esta venida de la parábola debe ser por lo tanto la misma que la venida del Anciano de días mencionada en Daniel 7:13,14.
"Las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta." Después que llega el esposo a las bodas, se realiza el examen de los convidados para ver quiénes están listos para participar en la ceremonia, según la parábola de Mateo 22:1-13. Como última cosa antes de las bodas, el Rey entra a ver a los convidados, para averiguar si están todos debidamente ataviados con el vestido de bodas; todo aquel que, después del debido examen, es encontrado con el vestido puesto y aceptado por el Rey, no pierde ya esa vestidura, sino que tiene asegurada la inmortalidad. Pero la idoneidad para el reino es determinada únicamente por el juicio investigador del santuario.
La obra final que se realiza en el santuario, que es la expiación o purificación del mismo, no es por lo tanto otra cosa que el examen de los convidados para ver quiénes tienen el vestido de bodas. Por consiguiente, hasta que se haya terminado esta obra, no se habrá determinado quiénes están "listos" para entrar a las bodas. "Las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas." Esta expresión nos hace pasar, desde el tiempo en que llega el esposo a las bodas, a través del período abarcado por la purificación del santuario, o el examen de los convidados. Cuando este examen haya terminado, cesará el tiempo de gracia, y se cerrará la puerta.
Queda ahora aparente la relación que hay entre la parábola y el mensaje que estamos examinando. Presenta un período durante el cual se preparan los convidados a las bodas del Cordero, y es la obra del juicio a la cual el mensaje nos lleva cuando declara: "La hora de su juicio es venida." Este mensaje ha de ser proclamado con fuerte voz. Se proclamó con el poder así indicado entre los años 1840 a 1844, y más especialmente en el otoño de este último año, que nos trajo al fin de los 2.300 días, entonces la obra del juicio se inició al empezar Cristo la purificación del santuario.
Como ya se ha demostrado, esta obra no nos llevó al fin del tiempo de gracia, sino al comienzo del juicio investigador. En esta hora del juicio estamos viviendo ahora. Hoy, como en el período al cual nos hemos referido ya, el mensaje del juicio se está proclamando por toda la tierra. Hoy repercute la solemne proclamación del juicio "a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas." (Apocalipsis 14:6,7.)
El gran Chasco profético Apocalipsis 10: 10
“Y la voz que oí del cielo hablaba otra vez conmigo, y decía: Ve, y torna el librito abierto de la mano del ángel que está sobre el mar y sobre la tierra. Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito, y él me dijo: Toma, y trágalo; y él te hará amargar tu vientre, pero en tu boca será dulce como la miel. Y tomé el librito de la mano del ángel, y lo devoré; y era dulce en mi boca como la miel; y cuando lo hube devorado, fue amargo mi vientre.”
Pero la desilusión no demostraba que el movimiento no fuese del Señor, porque en este capítulo 10 de Apocalipsis él anticipa aquello mismo que se experimentó entonces, y en el último versículo señala a sus hijos una tarea de extensión mundial que debían cumplir antes de su gloriosa aparición, porque su obra no había terminado aún. Esta obra se presenta con mucha amplitud en los mensajes de los tres ángeles del capítulo 14. (Véanse las cosas similares que experimentaron los profetas, en Jeremías 15:16-18; Ezequiel 3:1-3)
La obra de los Adventistas no ha terminado aún, Ap. 10:11 "Él me dijo: «Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo