Escrito originalmente por daniel brion
Estimado Jetonius,
¿La Iglesia es un hombre o un conjunto de ellos que conforman un Cuerpo guiado por el Espíritu?
Lo segundo.
Por ello aunque existieran doctos o ignorantes católicos que propusieran variantes al Canon de la Escritura la versión generalmente aceptada es la que la Iglesia terminó de definir dogmáticamente en Trento ante el efectivo recorte de Lutero.
Note usted que aunque adhiero a la definición que propone, no hago otro tanto con su corolario. Primero, porque no hubo tal recorte de Lutero, segundo porque no reconozco la validez de Trento, y tercero porque el resto de los cristianos no pertenecientes a la institución romana tampoco suscribe el dicho canon.
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Incluso, si hombres de la Iglesia pudieran diferir en el origen de algunos textos antes de Trento, la cuestión NI SIQUIERA HOY ha podido ser aclarada. Ni lo será.
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Para el católico, no puede ni podrá ser aclarada en tanto adhiera ciegamente a lo resuelto en Trento. No quiere decir que el problema sea insoluble para todos.
Claro que estos eruditos que Ud. cita pudieran tener opiniones personales respecto del tema que nos ocupa, pero la que primó fue la opinión del Espíritu Santo en la Iglesia.
Esta es una petición de principio, es decir que da por sentado precisamente lo que se discute. En tal caso habría que aceptar que un puñado de obispos (muy inferior al de cualquier concilio verdaderamente ecuménico) encarnaron la "opinión" del Espíritu Santo.
Y si esto es cierto, deberíamos aceptar también que de estos obispos,
24 (veinticuatro) fueron inspirados por el Espíritu
15 (quince) fueron inspirados por Lutero (según su tesis)
16 (dieciseis) no recibieron inspiración de ningún tipo y se abstuvieron.
Según el historiador jesuíta Hubert Jedin, el concilio "ecuménico" de Trento se inauguró "el 13 de diciembre de 1545, con la asistencia de sólo 31 obispos, en su mayoría italianos" (
Breve historia de los concilios. Barcelona: Herder, 1963, p. 115).
Las decisiones de los antiguos concilios ecuménicos se consideraban vinculantes para la iglesia universal precisamente porque en ellos participaban muchos obispos y de toda la Iglesia. En comparación con los 318 de Nicea, los casi 200 de Éfeso y hasta los 150 de I Constantinopla, el exiguo número de obispos, mayormente italianos, de Trento, es una parodia muy pobre de concilio ecuménico. Hasta una parodia previa, que pasa por XVIII Ecuménico para Roma, el V de Letrán de 1512, había reunido 15 cardenales y casi 80 obispos...
Aún así, si estas divergencias que señala hubieran sido graves se hubiera celebrado un Concilio mucho antes de Lutero, por cuanto un tema tan trascendente no podía dejarse de lado.
Durante la mayor parte de la Edad Media el sentido crítico con respecto al Canon brilló por su ausencia, como los estudios lingüísticos bíblicos en general; hasta los más grandes teólogos escolásticos se conformaban con leer las Escrituras en el latín de la Vulgata.
Precisamente cuando el estudio de la Biblia en sus idiomas originales resurgió, el problema salió a la superficie, manifiestamente a partir de los estudios de eruditos católicos como los que he citado (Lorenzo Valla, Erasmo, Ximenes de Cisneros).
Justamente Trento surgió por la grave amenaza de Lutero y no solo respecto de las Escrituras.
Esto es cierto sólo en parte. A causa de la corrupción del Papa, la Curia y los príncipes eclesiásticos, el clamor por una reforma de la Iglesia era generalizado antes de aparecer Lutero en escena.
Precisamente por temor a las consecuencias tanto León X como Clemente VII se hicieron los zonzos a la hora de convocar un concilio y el honesto pero desafortunado Adriano VI reinó demasiado poco (entre León y Clemente) como para hacerlo, aunque en su breve pontificado (1522-1523) alcanzó a darse cuenta y declarar que la corte romana era la fuente de todas las corrupciones de la Iglesia.
Es decir que si bien lo que decidió finalmente a Paulo III, creyente en la astrología, a convocar el concilio fue el avance del protestantismo en Italia, el estado de desbarajuste general de la Iglesia renacentista lo hubiese justificado ampliamente aún sin Lutero.
Lo que se señala de Lutero es que él, ha diferencia de otros de su tiempo que pudieran pensar parecido, SI SE ATREVIO a excluír del Canon corriente esos libros. Y a quitarlos.
Y la razón es clara: poder exhibir una Escritura aunque sea "algo" distinta de la de la Iglesia.
Pues que había resultado terco e impasible ante la evidencia...
Lutero hizo lo mismo que Jerónimo mucho antes que él y que su propio contemporáneo, el Cardenal Ximenes de Cisneros: Incluir los deuterocanónicos/apócrifos pero separados de los libros protocanónicos.
A ver si se entera: LUTERO NO LOS QUITO DE SU TRADUCCION DE LA BIBLIA.
Lutero mostró su aceptación de la distinción de Jerónimo entre las dos categorías de libros del Antiguo Testamento por medio de reunir los apócrifos juntos en su Biblia alemana como una especie de apéndice al Antiguo Testamento (1534) ... Fueron en gran medida traducidos por auxiliares, mientras que él mismo compuso los prefacios. La sección que los contenía fue titulada: "Los Apócrifos: Libros que no han de tenerse como iguales a la Sagrada Escritura, pero que son útiles y buenos para leer".
F.F. Bruce, The Canon of Scripture. Downers Grove: InterVarsity Press, 1988, p. 102.
Mucho antes que los libros hoy llamados "deuterocanónicos" entraran por la trastienda del canon en Trento, por cierto que se los empleaba en la Iglesia pero se los llamaba "eclesiásticos" y se los consideraba generalmente a un nivel inferior al de los libros canónicos.
Esto ya lo había enunciado claramente Jerónimo, quien once siglos antes había hecho lo mismo de lo que se acusa a Lutero.
Y note usted, que es católico y argentino, que la versión
El Libro del Pueblo de Dios (3a Ed. Buenos Aires: Ediciones Paulinas, 1987) de los presbíteros Levoratti y Trusso, si bien no niega, como es natural, su carácter canónico, los coloca asimismo -incluidas las adiciones a Esther y Daniel- todos juntos al final del Antiguo Testamento. Algo similar hacen las versiones
Dios habla hoy con Deuterocanónicos (Sociedades Bíblicas Unidas, con el aval del CELAM) y la
Nueva Versión Latinoamericana (Madrid/Navarra: Paulinas/Verbo Divino).
Estos son los hechos. Si usted prefiere seguir calumniando a Lutero, es su decisión.
Y a pesar de que como señala las Escrituras Orientales incluyan mas libros que las de los Latinos, según Ud. menciona y yo desconozco, el hecho es que los deuterocanónicos SI son Libros inspirados para los Orientales. Y esto es lo que se discute.
No, que yo sepa no era esto lo que se discutía, sino si alguien fuera de la Iglesia Católica acepta el canon del AT establecido en Trento. Los protestantes no, ya que adherimos al más breve canon hebreo -único válido ya que las Escrituras le fueron entregadas a ellos en primer lugar- y los Orientales por su parte incorporan los "deuteros" pero también admiten otros libros que la Iglesia de Roma nunca aceptó.
Por lo demás, tal vez le interese saber que esto ocurrió tardíamente, en contra de la tradición establecida por Melitón de Sardis (siglo II), Orígenes (siglo III), Atanasio de Alejandría (siglo IV), el concilio de Laodicea (siglo IV), Cirilo de Jerusalén (siglo IV), Gregorio de Nacianzo (siglo IV) Anfiloquio de Iconio (siglo IV), Epifanio de Salamina (siglo IV-V), etc. Todavía a principios del siglo VII, Leoncio de Bizancio, quien fue juzgado como "el más cumplido teólogo de su tiempo" da una lista detallada que reconoce solamente el canon hebreo del AT.
Parece que la confusión se sembró en el Concilio llamado Trulano de 692 que, de manera implícita, sancionó a la vez dos listas canónicas disímiles entre sí, una que excluía y otra que incluía los apócrifos. Esto sugiere que el canon del Antiguo Testamento no figuraba entre las principales preocupaciones de los obispos orientales de fines del siglo VII.
Los escritores orientales posteriores muestran una inconsistencia parecida, puesto que cuando deben formular una lista de libros canónicos uniformemente excluyen los apócrifos; pero los utilizan en sus escritos. Esto demuestra que las citas no bastan para demostrar por sí mismas la opinión que sostiene el autor acerca de la canonicidad del libro citado. De esto es un buen ejemplo Juan de Damasco, el último de los Padres griegos (m. hacia 750), quien suscribe el canon hebreo, aunque cita Sabiduría (libro que tiene por bueno y noble, pero no profético).
Focio, patriarca de Constantinopla, en un resumen de las leyes de la Iglesia, se refiere a las listas de libros canónicos dadas por los "Cánones Apostólicos" y los Concilios de Cartago y Laodicea como si fueran las mismas. El mismo tipo de confusión se observa en Zonaras, historiador y teólogo bizantino del siglo XII, en sus contemporáneos Alejo Aristeno y Teodoro Balsamon, y en el siglo siguiente, en el patriarca de Constantinopla, Arsenio.
A pesar de esto, uno de los títulos que se le dio a la Biblia en la Iglesia griega fue «Los Sesenta Libros» que, según antiguos manuscritos, se contaban como sigue: Sabiduría, Eclesiástico, Macabeos, Judit y Tobit quedaban expresamente fuera, como también Ester. La lista omitía mencionar Apocalipsis. La llamada Esticometría de Nicéforo (fines del siglo IX) menciona a todos los apócrifos excepto Baruc como "libros disputados".
Aún más tarde (1333) Nicéforo Calixto se basa en gregorio de Nacianzo y Anfiloquio quien da una lista del canon hebreo excepto Ester. No menciona como dudosos los apócrifos salvo Judit y Tobit.
El patriarca reformador de Constantinopla, Cirilo Lucar (1572-1638), da en su Confesión de Fe una definición de los libros canónicos, que para el AT corresponden al canon hebreo. De los apócrifos dice que "tienen ese nombre por esta razón, que no poseen la misma ratificación del Santísimo Espíritu, como la tiene los libros que son propia e indisputablemente canónicos".
La misma posición es confirmada por Metrófanes Critopulus, quien da una lista del AT conforme al canon hebreo en su
Confesión de la Iglesia Católica y Apostólica Oriental. Añadió:
pero los restantes libros que algunos pretenden incluir en la Sagrada Escritura, tales como Tobit, Judit, la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Jesús hijo de Sirá (Eclesiástico), Baruc y los libros de los Macabeos, no los consideramos merecedores de ser desechados, pues muchos preceptos morales, mereceores de la mayor alabanza, se contienen en ellos; pero la Iglesia de Cristo nunca los recibió como canónicos y auténticos, como dan testimonio muchos otros, pero especialmente San Gregorio el Teólogo, y San Anfiloquio, y finalmente San Juan de Damasco. Por tanto no nos esforzamos en establecer doctrinas de éstos, sino de los treinta y tres libros canónicos y auténticos, los cuales también llamamos inspirados y Sagrada Escritura.
Confesión... citado por Westcott, The Bible in the Church, 3a Ed, 1870, p. 228-229
Esta opinión es suscrita y citada con aprobación por Platón, obispo de la Iglesia Ortodoxa Rusa; en el catecismo ortodoxo ruso se sostiene el canon hebreo, aunque no se desechan los apócrifos para edificación.
Tan tardíamente como en el siglo XVII sínodos orientales reunidos en Jasi (1642) y Jerusalén (1672) declararon como "genuinas partes de la Escritura" a 1 Esdras (incluido en el apéndice a la Vulgata como 3 Esdras y nunca reconocido por la Iglesia Católica), Tobit, Judit, 1, 2 y 3 Macabeos (este último fuera del canon romano), Sabiduría, Jesús ben Sirá, Baruc y la carta de Jeremías. Esto ocurrió sobre todo (como Trento contra Lutero) como reacción a las enseñanzas del ya nombrado Cirilo Lucar. Sin embargo, un sínodo contemporáneo de Constantinopla adhiere a la posición verdaderamente tradicional, al decir que "aquellos libros que no son incluidos en la enumeración de los Escritores Sagrados, no son rechazados y tratados como paganos y profanos; sino descritos como buenos y excelentes".
Por otra parte Bruce (o.c., p. 82) nota que "La mayor parte de los eruditos ortodoxos de hoy, sin embargo, siguen a Atanasio y otros en poner a los libros del «plus de la Septuaginta» en un nivel de autoridad menor que los escritos «protocanónicos».
Es decir que, en la práctica, los teólogos ortodoxos tienden a la posición histórica, de la cual Lutero estaba más cerca que los obispos tridentinos.
Ello es pruebla INDUBITABLE de que no era tan poco claro ese Canon como Ud. intenta proponer.
Dios lo bendiga.
Como verá. lo INDUBITABLE es que las cosas no son tales como usted simplistamente las presenta.
Quien ignora los hechos, difícilmente pueda albergar dudas.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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