Estimados hermanos
Jesús mandó a predicar el evangelio a toda criatura, y es una tarea que involucra a TODOS los que hemos creído, …absolutamente a todos.
Hacer discípulos, obviamente es un trabajo de aquellos que tienen la capacidad de enseñar o transmitir doctrina, pero para esto no se necesita ser solo apóstol. Un maestro hace discípulos, y su palabra al maestro no lo califica como apóstol, sin embargo lo capacita para hacer discípulos; … y no solo eso, todos los ministerios dados por Dios al creyente, están destinados a formar discípulos: “Y él mismo dio unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores; PARA perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; HASTA que todos lleguemos a la unidad de la fe…” (Efesios 4:11,12,13)
Sin embargo la expresión “haced discípulos” o “doctrinad a todos los gentiles” (como dice la V. Reina Valera 1909) no se refiere tanto a la formación integral de una persona recién convertida o que recién se acerca al conocimiento de Dios; sino, se refiere a entregar el conocimiento suficiente y necesario como para que aquellos a quienes les alcanza el evangelio, reciban el bautismo…y luego… busquen a Dios. Sería una tarea titánica que se forme o “discipúle” a todos cuantos se interesen por seguir el evangelio para luego ser bautizados, pues discipular como realmente corresponde, no es una tarea de dos o tres días; … tarea que por cierto…vendrá después…
El apostolado, aparte del significado propiamente tal del término apóstol (mensajero o enviado); es aquella persona capacitada en todas las áreas espirituales y que lo faculta para desempeñarse en cualquiera de todos los siguientes ministerios que vienen bajo la investidura de apóstol. Es decir,… el apóstol es: pastor, evangelista, profeta, misionero, doctor, maestro, etc. y esta capacitado para desempeñarse idóneamente en cualquiera de estos ministerios. El apostolado no es una facultad restringida a solo los apóstoles de Cristo; traspasó aquellas fronteras, cuando su Palabra registra (someramente) alrededor de 16 o 17 apóstoles; y por cierto, sin lugar a dudas, no es una investidura que se “traspase” por “sucesión”. Es un llamamiento sujeto a la exclusiva soberanía de Dios, y que Dios seguirá delegando a favor de la iglesia y en aquellos varones de Dios que solo el, en cuanto al conocimiento y soberana voluntad quiera llamar a tan excelso ministerio y de tan alta responsabilidad. Seguirá siendo un ministerio vigente hasta tanto exista iglesia de Cristo sobre esta tierra y mientras haya creyentes que discipular o santos que perfeccionar.
Aún a pesar de ésta realidad, el apostolado, insisto, es un ministerio delegado de Dios y por un llamado directo de Dios; no es una “auto-investidura”,… ya que hoy, sin llegar ni a la cuarta parte de la estatura de aquellos primeros apóstoles, algunos, no solo se llaman asimismo apóstoles, sino ellos, en su ignorancia, “sobrepasan” la medida, pues algunos se atreven a llamarse “super” apóstol, …. Y otros “gran” apóstol.
La predicación del evangelio en tanto, es una tarea sin restricción, es para todos aquellos que hemos llegado al conocimiento de Dios y hemos experimentado una obra regeneradora y salvadora en nuestra vida: “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19) Su palabra menciona casos en que algunos, sin “discipulado” alguno, predicaron el evangelio, y con resultados que ya los quisiéramos hoy nosotros; por ejemplo la mujer samaritana, que muchos creyeron por “el dicho” de ella. Tenemos también un caso curioso, el del “endemoniado gadareno”, ¿Qué preparación tenía? ¡absolutamente ninguna”, pero el Señor lo facultó para predicar en razón a su propio testimonio, solo eso fue suficiente como “material” para predicar a Jesús a los de su pueblo: “Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; más Jesús le despidió, diciendo: vuélvete a tu casa, y cuenta cuan grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuan grandes cosas había hecho Jesús con él” (Lucas 8:38,39) La razón del porque Jesús no le permitió seguirle, se entiende fácilmente si consideramos el echo que los ciudadanos de aquel lugar le rogaron que Jesús se fuese de allí (“Y cuando le vieron, le rogaban que se saliese de sus términos” Mateo 8:34) por tanto. Aquel hombre sería el único testigo que Jesús tendría allí.
Así, podemos encontrar muchas enseñanzas que muestren la libertad que tenemos todos de anunciar el evangelio; y algunos, de discipular a los creyentes.
Dios les bendiga.
