Re: REMANECENCIAS CATOLICAS EN EL CRISTIANISMO EVANGELICO
Para que vea que no escondo la verdad ni mucho menos, le dejo esta noticia, como conclusión de ella decirle que lo que cometio´ese arzobispo fue grave y es pecado de omisión ante Dios y ante la Justicia. Pero también decirle que la Iglesia condena todo acto de pedofilia y no los encubre. (el error no viene del papado) Aunque concuerdo que debería ser todo más transparente aun. Saludos
http://www.diariocambio.com/10112005/columnas/nigromante.html
Jueves 10 de Noviembre de 2005
CURAS PEDERASTAS EN PUEBLA
Arturo Rueda
La historia del cura pederasta poblano toma un nuevo giro que debe ser investigado por las autoridades locales. ¡Con la Iglesia hemos topado!, diría el Quijote. Pero la iglesia católica también le debe respuestas a la sociedad, aunque la institución hasta hoy ha fingido demencia desdeñando las revelaciones hechas por el semanario Proceso # 1513, contenidas en el reportaje titulado "Piedad encubridora", en el que se responsabiliza a Norberto Rivera Carrera -quien fuera obispo de la diócesis de Tehuacán- de haber encubierto a Nicolás Aguilar Rivero, el cura de Cuacnopalan que violó a 60 niños en Puebla y 26 en los Estados Unidos.
Sobre el caso, Cambio y la reportera Selene Ríos Andraca han realizado su propia investigación, cuyo punto culminante se presente este día. Un párroco de la diócesis de Tehuacán -cuyo nombre se oculta para protegerlo de posibles represalias- responsabiliza también al arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco, de participar en el encubrimiento del cura Nicolás Aguilar Rivero. Según la fuente, Huesca conoció un caso de ultraje de los sesenta niños violados, y exigió a Norberto Rivera su traslado inmediato de la diócesis, aunque nunca dio a conocer el hecho delictivo ante las autoridades penales o eclesiásticas. Por intermediación del exobispo de Tehuacán, Nicolás Aguilar fue enviado a la arquidiócesis de Los Angeles, ciudad en la que cometió 26 violaciones más.
Rosendo Huesca no puede deslindarse de su responsabilidad por no haber denunciado los hechos. De alguna forma, es culpable por omisión. Su posición dentro de la estructura burocrática de la Iglesia Católica le permitió tomar la decisión, ya que de acuerdo al derecho canónico era el superior jerárquico de Rivera Carrera, al pertenecer la diócesis de Tehuacán a la Arquidiócesis de Puebla. Y en lugar de buscar la sanción a su compañero eclesiástico, ocultaron el tema y desterraron al cura pederasta, como si eso resolviera la vida a los 60 niños ultrajados. La acusación es gravísima e implica responsabilidades penales.
Sin duda es más grave todavía saber que en Puebla hay más casos de sacerdotes pedófilos, según el cura entrevistado. Dichos casos son bien conocidos dentro de la curia católica, pero son ocultados para evitar un escándalo de proporciones mayúsculas. ¿Cuántos niños poblanos más sufrirán abusos sexuales a manos de sacerdotes impunes? ¿Todo para proteger a la iglesia católica como guía moral de la sociedad? ¿De qué privilegios gozan los curas para no responder ante la sociedad por los hechos delictivos que comenten?
Por más escandaloso que parezca, el caso de los curas violadores de niños ya llegó a Puebla y comienza a destilar excrecencias justo en las narices de los píos poblanos. A nivel nacional otros casos han tratado de ser silenciados por la comunidad católica de este país, como ocurrió a Ciro Gómez Leyva con la congregación de los Legionarios de Cristo y su fundador, el padre Marcial Maciel. Por ello, la Procuraduría General de Justicia debe abrir una averiguación previa sobre el caso del pederasta poblano e interrogar a Rosendo Huesca por su responsabilidad, por más guía espiritual que sea.
El escándalo mayúsculo sobre los sacerdotes pederastas se dio en los Estados Unidos, en lo que se calcula un total de cuatro mil 450 curas católicos estuvieron involucrados en casos de abuso sexual en Estados Unidos entre los años 1950 y 2002, según un informe de la Conferencia Episcopal Católica, presidida por el obispo Wilton Gregory. Según el informe, más de la mitad de los religiosos imputados fueron acusados de abusos por menores al menos en una ocasión, el 25% -mil 112 curas- lo fueron en dos o tres ocasiones, y el 13% -578- lo fueron hasta en nueve ocasiones.
En los Estados Unidos, en total se registraron 11 mil acusaciones de abusos sexuales a menores, de las que seis mil 700 fueron investigadas. Otras mil fueron desestimadas, y las tres mil 300 restantes no fueron investigadas porque los sacerdotes involucrados habían muerto en el momento en el que se presentaron las acusaciones.
El mismo informe proporciona otros datos espeluznantes; el 78% de las víctimas sufrió los abusos entre los 11 y los 17 años; el 16% entre los 8 y los 10 años, y cerca del 6% cuando tenían menos de 7 años. Los responsables del informe consideran que el problema se acentuó por "la incapacidad para darse cuenta de su gravedad, el intento a toda costa por tratar de evitar el escándalo, la falta de centros en los que tratar a los curas pederastas, la voluntad errónea de perdonar y la falta de asunción de responsabilidades". En la mayoría de los abusos se llegó a arreglos extrajudiciales que le costaron a la Iglesia norteamericana 10,4 millones de dólares para impedir las sentencias penales y ahorrarles vergüenzas públicas a la curia.
El Vaticano siempre se negó a darle publicidad a los casos de ultraje y apostar por la sanción secreta. Así lo establece el volumen de las Acta apostolicae sedis (Actas de la sede apostólica del 2001), especie de boletín oficial del Vaticano, que recoge en latín las directrices para afrontar el problema, redactadas por el Papa y por la Congregación de la Doctrina de la Fe (la moderna Inquisición), presidida por el entonces cardenal Josep Ratzinger,
Benedicto XVI instó a las diócesis a informar a Roma de cualquier caso escandaloso y a someterlo a un tribunal de sacerdotes en el mayor secreto. Esas nuevas directrices para evitar los casos de abusos sexuales cometidos por religiosos (o al menos evitar que se hagan públicos) no ha obtenido la menor difusión en el Vaticano, pero que sí que se ocupa con gran despliegue informativo de las actividades del Pontífice.
La Iglesia Católica no puede quedar fuera de la demanda ciudadana de mayor transparencia y rendición de cuentas a las instituciones que los rodean. Así como los gobiernos deben informar, también deben hacerlo otras instituciones por más espirituales que parezcan. Rosendo Huesca debe aclarar los hechos ocurridos en 1986 y los casos de pederastia que actualmente están ocurriendo en Puebla
Para que vea que no escondo la verdad ni mucho menos, le dejo esta noticia, como conclusión de ella decirle que lo que cometio´ese arzobispo fue grave y es pecado de omisión ante Dios y ante la Justicia. Pero también decirle que la Iglesia condena todo acto de pedofilia y no los encubre. (el error no viene del papado) Aunque concuerdo que debería ser todo más transparente aun. Saludos
http://www.diariocambio.com/10112005/columnas/nigromante.html
Jueves 10 de Noviembre de 2005
CURAS PEDERASTAS EN PUEBLA
Arturo Rueda
La historia del cura pederasta poblano toma un nuevo giro que debe ser investigado por las autoridades locales. ¡Con la Iglesia hemos topado!, diría el Quijote. Pero la iglesia católica también le debe respuestas a la sociedad, aunque la institución hasta hoy ha fingido demencia desdeñando las revelaciones hechas por el semanario Proceso # 1513, contenidas en el reportaje titulado "Piedad encubridora", en el que se responsabiliza a Norberto Rivera Carrera -quien fuera obispo de la diócesis de Tehuacán- de haber encubierto a Nicolás Aguilar Rivero, el cura de Cuacnopalan que violó a 60 niños en Puebla y 26 en los Estados Unidos.
Sobre el caso, Cambio y la reportera Selene Ríos Andraca han realizado su propia investigación, cuyo punto culminante se presente este día. Un párroco de la diócesis de Tehuacán -cuyo nombre se oculta para protegerlo de posibles represalias- responsabiliza también al arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco, de participar en el encubrimiento del cura Nicolás Aguilar Rivero. Según la fuente, Huesca conoció un caso de ultraje de los sesenta niños violados, y exigió a Norberto Rivera su traslado inmediato de la diócesis, aunque nunca dio a conocer el hecho delictivo ante las autoridades penales o eclesiásticas. Por intermediación del exobispo de Tehuacán, Nicolás Aguilar fue enviado a la arquidiócesis de Los Angeles, ciudad en la que cometió 26 violaciones más.
Rosendo Huesca no puede deslindarse de su responsabilidad por no haber denunciado los hechos. De alguna forma, es culpable por omisión. Su posición dentro de la estructura burocrática de la Iglesia Católica le permitió tomar la decisión, ya que de acuerdo al derecho canónico era el superior jerárquico de Rivera Carrera, al pertenecer la diócesis de Tehuacán a la Arquidiócesis de Puebla. Y en lugar de buscar la sanción a su compañero eclesiástico, ocultaron el tema y desterraron al cura pederasta, como si eso resolviera la vida a los 60 niños ultrajados. La acusación es gravísima e implica responsabilidades penales.
Sin duda es más grave todavía saber que en Puebla hay más casos de sacerdotes pedófilos, según el cura entrevistado. Dichos casos son bien conocidos dentro de la curia católica, pero son ocultados para evitar un escándalo de proporciones mayúsculas. ¿Cuántos niños poblanos más sufrirán abusos sexuales a manos de sacerdotes impunes? ¿Todo para proteger a la iglesia católica como guía moral de la sociedad? ¿De qué privilegios gozan los curas para no responder ante la sociedad por los hechos delictivos que comenten?
Por más escandaloso que parezca, el caso de los curas violadores de niños ya llegó a Puebla y comienza a destilar excrecencias justo en las narices de los píos poblanos. A nivel nacional otros casos han tratado de ser silenciados por la comunidad católica de este país, como ocurrió a Ciro Gómez Leyva con la congregación de los Legionarios de Cristo y su fundador, el padre Marcial Maciel. Por ello, la Procuraduría General de Justicia debe abrir una averiguación previa sobre el caso del pederasta poblano e interrogar a Rosendo Huesca por su responsabilidad, por más guía espiritual que sea.
El escándalo mayúsculo sobre los sacerdotes pederastas se dio en los Estados Unidos, en lo que se calcula un total de cuatro mil 450 curas católicos estuvieron involucrados en casos de abuso sexual en Estados Unidos entre los años 1950 y 2002, según un informe de la Conferencia Episcopal Católica, presidida por el obispo Wilton Gregory. Según el informe, más de la mitad de los religiosos imputados fueron acusados de abusos por menores al menos en una ocasión, el 25% -mil 112 curas- lo fueron en dos o tres ocasiones, y el 13% -578- lo fueron hasta en nueve ocasiones.
En los Estados Unidos, en total se registraron 11 mil acusaciones de abusos sexuales a menores, de las que seis mil 700 fueron investigadas. Otras mil fueron desestimadas, y las tres mil 300 restantes no fueron investigadas porque los sacerdotes involucrados habían muerto en el momento en el que se presentaron las acusaciones.
El mismo informe proporciona otros datos espeluznantes; el 78% de las víctimas sufrió los abusos entre los 11 y los 17 años; el 16% entre los 8 y los 10 años, y cerca del 6% cuando tenían menos de 7 años. Los responsables del informe consideran que el problema se acentuó por "la incapacidad para darse cuenta de su gravedad, el intento a toda costa por tratar de evitar el escándalo, la falta de centros en los que tratar a los curas pederastas, la voluntad errónea de perdonar y la falta de asunción de responsabilidades". En la mayoría de los abusos se llegó a arreglos extrajudiciales que le costaron a la Iglesia norteamericana 10,4 millones de dólares para impedir las sentencias penales y ahorrarles vergüenzas públicas a la curia.
El Vaticano siempre se negó a darle publicidad a los casos de ultraje y apostar por la sanción secreta. Así lo establece el volumen de las Acta apostolicae sedis (Actas de la sede apostólica del 2001), especie de boletín oficial del Vaticano, que recoge en latín las directrices para afrontar el problema, redactadas por el Papa y por la Congregación de la Doctrina de la Fe (la moderna Inquisición), presidida por el entonces cardenal Josep Ratzinger,
Benedicto XVI instó a las diócesis a informar a Roma de cualquier caso escandaloso y a someterlo a un tribunal de sacerdotes en el mayor secreto. Esas nuevas directrices para evitar los casos de abusos sexuales cometidos por religiosos (o al menos evitar que se hagan públicos) no ha obtenido la menor difusión en el Vaticano, pero que sí que se ocupa con gran despliegue informativo de las actividades del Pontífice.
La Iglesia Católica no puede quedar fuera de la demanda ciudadana de mayor transparencia y rendición de cuentas a las instituciones que los rodean. Así como los gobiernos deben informar, también deben hacerlo otras instituciones por más espirituales que parezcan. Rosendo Huesca debe aclarar los hechos ocurridos en 1986 y los casos de pederastia que actualmente están ocurriendo en Puebla