Cómo poder predicarle a una persona que lee el Corán con su mismo Corán. Por favor vayan aportando.
Si quieres predicarle a alguien que cree en el Corán, no empieces atacando su libro. Empieza escuchándole. Muchos musulmanes viven con una carga pesada: temen que sus buenas obras no basten, que Alá no se apiade de ellos al final. Ese temor es una puerta —no para aprovecharte, sino para servirle con la verdad.
Pide ante al Espíritu Santo discernimiento y que te guíe, que sea quien ponga las palabras indicadas en tu boca antes de predicarle a quienes no conocen quien es Jesús.
El Corán mismo te da puntos de apoyo. Habla de Jesús como “Palabra de Dios” y “Espíritu de Dios” —títulos que no da a nadie más. Pregúntale con respeto: “¿Por qué crees que Jesús es tan único para Alá?” Luego abre Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne…” No le impones la Trinidad; le muestras que, si Jesús es la Palabra viva de Dios, entonces Él mismo es la revelación más clara del Padre.
También el Corán insiste en que Alá es el Clemente, el Misericordioso —pero también justo, que no perdona la asociación (shirk).
Allí late la gran pregunta no resuelta: ¿Cómo puede Dios ser justo y, a la vez, perdonar al pecador?
Guíalo a Romanos 3:26: “Para manifestar su justicia, a fin de que Él sea el justo, y a la vez el que justifica…” En la cruz, Cristo carga el pecado, y Dios satisface su justicia y desborda su misericordia. No es teoría: es amor en acción.
No discutas si fue crucificado o no. Mejor pregúntale: “Si Jesús no murió, ¿por qué sus discípulos —que antes huían— dieron la vida afirmando que lo vieron resucitado? ¿Qué los cambió?” La fe cristiana no se basa en una revelación nueva, sino en un hecho histórico:
Jesús resucitó. Y Él mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). No un camino. El camino.
Al final, no le pidas que abandone su fe de golpe. Invítale a probar: “Lee el Evangelio de Juan como buscarías agua en el desierto. Y mientras lees, ora: ‘Señor Jesús, si tú eres quien dices ser, muéstrate a mí’. Porque Él prometió: “El que me busca, me hallará” (Jeremías 29:13).
No depende de tu elocuencia. Depende de Su fidelidad.
Y tú, mientras siembras, te vuelves más como Él —que es el mayor fruto de todos.
עֶלְיוֹן
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P.A.E.
