Interesante:Dice: "Ustedes escudriñan las Escrituras porque creen con ellas tendrán vida eterna, pero son precisamente ellas las que dan testimonio de Mí, pero no quieren venir a mi para que pueda darles esa Vida"
Si hicieras caso a Juan 5:39, sabrías que Jesús llama a los agentes libres como tú: "cabritos" y a los que viven en rebaño que no son autosuficientes de si mismos, sino que viven guiados por pastor, "ovejas".
Eso diferencia a cabritos de ovejas, la autosuficiencia, el no obedecer a nadie.
Pero en el juicio final se separa a cabritos de ovejas, los primeros irán a la condenación eterna, los segundos serán salvados.
Gracias por citar Juan 5:39. Es una palabra profunda: “Escudriñáis las Escrituras… y ellas son las que dan testimonio de mí, pero no queréis venir a mí para tener vida”. Jesús no habla de ignorantes, sino de religiosos fervientes —que amaban la letra, pero rechazaban al Autor.
Pero hay que leer con cuidado el resto del capítulo. En los versos 40–47, Jesús no llama “cabritos” a quienes escudriñan las Escrituras. Él dice: “No queréis venir a mí para tener vida… No tenéis el amor de Dios en vosotros… Buscáis la gloria los unos de los otros, y no la gloria del Dios único”.
La oveja no se define por “no ser autosuficiente”, sino por oír la voz de su Pastor y seguirla (Juan 10:3–4, 27). Y esa voz no es una opinión, una tradición, ni siquiera una correcta interpretación bíblica —es Cristo mismo, presente en su Palabra y en su Espíritu.
Cuando Jesús habla de ovejas y cabritos en Mateo 25:31–46, no está juzgando por “independencia vs. sumisión”, sino por el fruto de la fe real:
— Las ovejas alimentaron al hambriento, visitaron al preso, vistieron al desnudo —sin saber que lo hacían a Cristo.
— Los cabritos no lo hicieron —y, más grave aún, dijeron: “Señor, ¿cuándo te vimos… y no te servimos?”.
No fueron condenados por ser “autosuficientes”, sino por no reconocer a Cristo en el hermano necesitado —lo cual revela que nunca lo conocieron en verdad (Mateo 7:23).
La autosuficiencia espiritual no se mide por si uno debate o estudia solo. Se mide por si, al final, uno viene a Cristo —no a una doctrina, no a un sistema, no a una identidad religiosa, sino a Él, el que dice: “Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, nunca tendrá hambre”.
Y Él mismo promete: “El que viene a mí, no lo echo fuera”.
No por mérito. No por docilidad. Por gracia.
Así que, con todo respeto: no es si eres “oveja o cabrito” lo que decides hoy.
Es si, al leer estas palabras, tu corazón dice:
“Señor, si tú eres quien dices ser… ven, y llévame a las aguas de reposo”.
Porque el Pastor ya vino. Y su voz aún suena:
“Hoy, si oyereis su voz, no endurezcá is vuestros corazones”.
Bendiciones
עֶלְיוֹן
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P.A.E.