Para hablar así se requiere una experiencia personal con Cristo como la experimentó el asesino de los discípulos de Cristo en su camino a Damasco, Saulo de Tarso.
Una experiencia que marco su vida para siempre y lo transformó en el apóstol Pablo.
Esa noche antes del operativo en Damasco, Saulo se acostó tarde pensando en la misión de la cual era responsable como efectivo activo de la policía del Sanedrín.
Ya tenía las cartas que autorizaban los allanamientos selectivos de las distintas sinagogas en aquella ciudad firmadas por el sumo sacerdote como jefe supremo del tribunal de justicia de Israel conocido como el Sanedrín.
No era su primer operativo, por algo era el jefe de los fariseos encargados de sanear la insurrección generada a partir del robo del cuerpo de Jesús, que sus discípulos decían que había resucitado.
Y ahí va ese varón celoso de su religión judía, rumbo a Damasco comandando el pelotón de jinetes a su cargo.
El no entiende aún que viene siendo monitoreado por Cristo desde el vientre de su madre (Gal.1:15).
Cristo preparó todo para que sus padres se trasladasen de Tarso, una colonia romana a Jerusalén siendo aún un niño de corta edad.
¿Acaso no fue educado a los pies de Gamaliel para su inserción en el Sanedrín?
Cristo lo venía preparando para que estuviese cerca de él, en sus recorridos, formando parte de aquellos fariseos que habían sido comisionados para seguir a Jesús, no para aprender de él, sino para vigilar cualquier palabra que Jesús dijera en contra de la ley para acusarle y así pasaron tres años, de manera que este requisito que menciona Pedro aquí:
Hch 1:21 Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,
Lo cumple el apóstol pero como policía del Sanedrín oculto a los ojos de Pedro.
Y ahí va el hombre con su cuadrilla de malignos acercándose a Damasco.
Pero súbitamente el resplandor refulgente de la gloria de Cristo lo derriba de su cabalgadura y lo ciega.
Y estando en el suelo escucha una voz, que no es cualquier voz, como estruendo de muchas aguas:
-"Saulo, Saulo, por qué me persigues"--
-"YO SOY Jesús al que tú persigues, dura cosa te es dar coces contra el aguijón"-
Cristo acaba de descender del cielo para evangelizar a Saulo de Tarso y transformarlo en su siervo.
Como un relámpago le vino a la mente la escena aquella cuando el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y las palabras del Señor vinieron a su mente con una fuerza arrolladora:
"VINIENDO EN LAS NUBES DEL CIELO"
Mat 26:64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Su Presencia en la tierra en este mismo momento le confirmaba la autenticidad de sus Palabras como Aquel Soberano a quien el profeta Daniel identificó como el Hijo del Hombre heredero de todas las naciones, cuyo reino no tendría fin (Dn.7:13; Lc.1:32-33) pero ahora Saulo está derribado, y ciego, por cuanto es necesario que la Palabra de Dios le abra los ojos, para que el Espíritu Santo pueda llevar a cabo las palabras de Cristo en él:
Hch 9:15 El Señor le dijo: Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;
Fue capacitado durante varios años de práctica y cuando ya estuvo listo el Espíritu Santo lo escoge junto con Bernabé en la asamblea de Antioquía (Hch.13:1-3).
Un encuentro personal con el Señor, es necesario para entenderlo, amarlo y obedecerlo como aquel que Juan ve venir sobre las nubes del cielo a la tierra, con poder y gloria, que se identifica como el "Traspasado" como el "Alfa y la Omega" como Dios Todopoderoso (Ap.1:7-8).
Mientras no tengamos acceso a Cristo de manera contundente, que podamos inferir su Presencia activa en cada uno de nosotros, mientras no lo hagamos, seremos los esclavos de un sistema religioso engañador, con apariencia de piedad adorando otros dioses de personas ya muertas, que nos separa de Cristo (Is.42:8).