REFLEXIÓN
La Esperanza de la Iglesia: Comprada con Sangre, No Robada
La vida espiritual de un forista y la apreciación que tiene de Cristo se manifiesta en su forma de considerar la Esperanza de la Iglesia, que no es otra, sino el encuentro con su Señor en el aire, fuera de la tierra (1Ts.1:10; 4:17), fuera de todo escenario religioso, fuera de todo marco institucional, es el encuentro íntimo con Aquel que la compró a precio de sangre.
¿Por qué a precio de sangre?
Porque es a la Cruz a donde se dirige nuestra mirada de fe, el lugar donde fuimos comprados y justificados por Dios Padre, un lugar donde la misericordia y la verdad se encontraron: La justicia y la paz se besaron.
El apóstol Pedro habla de este momento con un respeto y una solemnidad única, al enfatizar el valor de la sangre de Jesús (Lev.17:11; Heb.10:4), por encima del oro y la plata, considerados como metales corruptibles y lo que más llama la atención, destinado como el Cordero de la expiación mundial, desde antes de la fundación del mundo, como profetiza Zac.3:9 y testifica Juan el bautista (Jn.1:29).
Pablo señala la importancia del ministerio dado por el Espíritu Santo y no por ninguna criatura alada, como hace el diablo:
Hch_20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.
Su Altísimo Sacerdocio incomparable, y eterno:
Heb_9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una sola vez en el lugar santísimo, habiendo obtenido, para nosotros, eterna redención.
La necesidad de abandonar el judaísmo y venir a Jesús llevando su vituperio:
Heb_13:12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo con su propia sangre, padeció fuera de la puerta.
Su retorno profético a la tierra, luego de haber recibido de Dios Padre las promesas señaladas en Daniel 7:14, leemos:
Apo_1:5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre.
AMONESTACIÓN FINAL
A los que se burlan de la Esperanza viva de la Iglesia, les decimos con dolor pero con firmeza: no están ridiculizando una doctrina, sino menospreciando al mismo Señor que prometió venir por los suyos. El encuentro en el aire no es un invento humano ni una estrategia de lucro, sino una promesa sellada con sangre divina, proclamada por el Espíritu Santo y esperada por los redimidos.
Quien confunde el arrebatamiento con el regreso glorioso de Cristo a la tierra, ignora la distinción profética entre la venida por la Iglesia y la venida con la Iglesia. El primero es para salvación (Heb.9:28), el segundo para juicio (Ap.19:11-16). El primero es un encuentro íntimo en las nubes (1Ts.4:17), el segundo una manifestación pública sobre la tierra (Zac.14:4). El primero es para tomar a los suyos consigo (Jn.14:3), el segundo para herir con la espada de su boca (Ap.19:15).
Y aunque el día del Señor vendrá como ladrón en la noche (1Ts.5:2), esa advertencia no aplica a la Iglesia, sino a los que están en tinieblas. Porque como dice el apóstol:
“Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.” (1Ts.5:4-5)
A los que llaman “robo” al arrebatamiento, les advertimos: están blasfemando contra el acto más tierno y glorioso del amor redentor. Están llamando secuestrador al que dio su vida por las ovejas. Están sembrando escarnio donde deberían sembrar esperanza.
Y como está escrito:
“En los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (2P.3:3-4)
Pero el Señor no retarda su promesa. Él vendrá. Y cuando venga, será demasiado tarde para retractarse.
Por eso, exhortamos a todos los que aún menosprecian esta esperanza: arrepiéntanse, y amen a Jesús considerando la sangre que los compró, y no se hallen entre los que serán avergonzados en su venida (1Jn.2:28).
1Co_16:22 El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.
Ojalá fuera hoy.