Este “un solo hombre” al que se refiere Pablo es Adán, como lo deja claro Romanos 5:14. La Escritura presenta que fue Adán, no Eva, quien pecó contra Dios y trajo la separación de Dios y la muerte a toda la humanidad. Adán intentó culpar a Eva indirectamente (Génesis 3:12), pero a Adán se le atribuye la entrada del pecado en el mundo.
Hay varias razones por las que Adán es culpable de la caída de la humanidad. Adán fue creado primero, y su esposa fue creada para ser una “ayuda idónea” (Génesis 2:18, NVI). Dios responsabilizó a Adán por su familia, como se ve en el hecho de que Dios lo buscó específicamente (Génesis 3:9). Además, en su conversación con Adán y Eva, Dios cuestionó primero a Adán (Génesis 3:9-13), a pesar de que Eva pecó antes que él. Adán, como líder de la familia, fue considerado responsable de lo que sucedió en su familia.
Además, el mandato original de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal le fue dado a Adán antes de que Eva fuera creada (Génesis 2:17). Eva conocía la restricción (Génesis 3:2-3) —Adán obviamente se la había informado—, pero fue Adán quien la escuchó directamente de la boca de Dios.
En 1 Timoteo 2:14, Pablo hace una sutil distinción entre el pecado de Adán y el de Eva:
«Adán no fue engañado, sino la mujer la que fue engañada y se convirtió en pecadora». Eva cayó en pecado debido a un engaño; sin embargo, Adán no fue engañado, lo que significa que eligió pecar. Cuando Adán tomó el fruto de su esposa, sabía perfectamente lo que hacía. No fue mal informado ni engañado; simplemente decidió rebelarse contra el mandato de Dios. Optó por escuchar a su esposa en lugar de a Dios (Génesis 3:17).
El Nuevo Testamento enseña que, como el primer hombre, Adán representó a toda la humanidad. Él era la cabeza de la raza humana, y «todos morimos porque todos pertenecemos a Adán» (1 Corintios 15:22, NTV). El sufrimiento y la muerte resultantes del pecado de Adán enfatizan nuestra necesidad de un Salvador, a quien la Escritura se refiere como el «último Adán» (1 Corintios 15:45). Ese título para Cristo, y las múltiples comparaciones de Adán con Cristo, carecerían de sentido si el pecado original hubiera venido por medio de Eva.
Aunque Eva fue la primera en pecar, la solución al pecado vino por medio de «su Simiente» (Génesis 3:15, NVI). La Simiente, Jesucristo, nació de una virgen llamada María (Mateo 1:18-25). Él pagó el precio del pecado y redimirá a quienes reciban la salvación que ofrece (Juan 3:16). Así como el pecado y la muerte vinieron por medio de un solo hombre, Adán, también es por medio de un solo hombre, Jesucristo, que la gracia y la justicia son dadas como dádivas a los pecadores creyentes. Por medio de Adán recibimos una maldición, pero por medio de Jesús recibimos una bendición.
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