http://www.protestantedigital.com/actual/claves.htm
Wenceslao Calvo
<CENTER>¡No es esto, no es esto!</CENTER>
Uno de los pensadores españoles más grandes de todos los tiempos fue José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista, quien escribió en el periódico Crisol uno de sus artículos más conocidos al ser toda una premonición de lo que apenas cinco años después ocurriría en España. Aunque el autor de La rebelión de las masas se había pronunciado a favor de la República proclamada el 14 de abril de 1931, saliendo elegido diputado a Cortes por la misma e incluso llegara a fundar un pequeño partido político denominado Agrupación al Servicio de la República, solamente tuvieron que pasar unos pocos meses para que Ortega se diera cuenta de que la República por él y por tantos deseada estaba tomando un sesgo que la desvirtuaba y que no auguraba nada bueno.
Con tal motivo, el 9 de septiembre de 1931 (esto es, apenas cinco meses desde su proclamación) escribiría el mencionado artículo en el que denunciaba el extremismo que los partidos políticos estaban imprimiendo a sus programas y a su acción. Las últimas palabras del artículo son bien esclarecedoras:
‘Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!»
La República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo.'
Y efectivamente, el tiempo, en lapso más breve incluso que el que el propio Ortega intuyera, le vino a dar la razón porque la República se degradó rápidamente, convirtiéndose en otra cosa diferente a lo que fuera en los primeros días de su alumbramiento convirtiéndose en banco de pruebas donde todo tipo de visionarios exaltados y aventureros iluminados pretendieron hacer funcionar sus alocadas teorías extremistas y totalitarias de uno y otro signo. Con tales valedores el experimento acabó como no podía ser de otra manera: en una conflagración civil cuyas heridas todavía no están en España totalmente cicatrizadas y eso que han pasado más de 60 años desde la misma. Así, la República saltó por los aires incluso antes de que Franco se alzara en armas contra ella.
Pues bien, me parece que ese orteguiano ¡No es esto, no es esto! podríamos aplicarlo perfectamente a los tiempos que nos ha tocado vivir a nosotros, contemporáneos de esta primera parte del siglo XXI. La confusión actual reinante en torno a los derechos humanos, piedra fundacional de las democracias, sería un ejemplo de cómo algo que originalmente es bueno se degrada y pervierte hasta convertirse en una cosa casi irreconocible.
El día 2 de octubre de 2004 la Vicepresidenta del Gobierno español anunciaba el anteproyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros por el que se autorizaban las uniones entre personas del mismo sexo, de manera que así se acababa con ‘siglos de discriminación' . Supongo que en aquel momento debieron estremecerse en sus tumbas los huesos de los Padres de la Carta de los Derechos Humanos, quienes nunca supieron estar discriminando a nadie hasta que la Vicepresidenta del Gobierno español les hizo ver su error. Pero esos mismos huesos debieron retemblar con más virulencia todavía cuando, dos meses después, la misma portavoz anunciaba que mediante esa ley se ‘elimina una discriminación injustificada en la que a una parte de la población se venía restringiendo un derecho fundamental.' Ahí es nada, ni siquiera liberales anticlericales como Rousseau o Voltaire supieron nunca que existiera tal ‘derecho fundamental' hasta que vino la Vicepresidenta a anunciarlo. Que en aquel momento la tierra no se abriera y se la tragara viva sólo se puede atribuir, no a falta de ganas de la propia tierra, sino a la paciencia de Dios.
Si la característica fundamental que distingue a las democracias de las dictaduras es que las primeras son Estados de Derecho y las segundas de cohecho, resulta una contradicción que algunos Estados de Derecho, donde se supone que la ley es el producto de la razón, legislen irracionalmente equiparando un sucedáneo de matrimonio con el verdadero matrimonio. En el Siglo de las Luces, tan alabado por los propulsores de semejantes despropósitos, a nadie se le ocurrió tal disparate a pesar de que iban a por todas para acabar de una vez y para siempre con el Antiguo Régimen. Y aunque se inventaron otro calendario y hasta otra religión, jamás se les pasó por la cabeza inventarse otro matrimonio. Pero se ve que no tenían las suficientes Luces que ahora sí tienen estos adelantados del post-modernismo, como nuestra Vicepresidenta.
Pero hablando de Estado de Derecho quiero reflexionar en uno mencionado en el texto bíblico citado al final de este artículo. Allí se especifica un Reino que tiene las siguientes características:
1. Un Reino de Derecho: ‘Del Señor es la tierra y su plenitud.' En razón de los derechos legítimos y razonables que tiene todo autor sobre su obra. Por lo tanto, todas las criaturas, racionales e irracionales, sensibles e insensibles son suyas y sujetas a su dominio.
2. Un Reino de Derecho que ha sido totalmente rechazado. A lo sumo las criaturas más elevadas de ese Reino, los seres humanos, tal vez estaríamos dispuestos a reconocer los derechos de ese Rey siempre y cuando éstos quedaran circunscritos a las esferas celestes, pero jamás aceptaremos que sus derechos se extiendan a esta Tierra donde vivimos. De manera que éste es un mundo en rebelión contra la idea más elemental del Derecho que pueda concebirse. No obstante, y a pesar de esta rebelión, el Rey no ha abdicado ni cedido sus derechos. Al contrario, toda esta negación va a ser el telón de fondo sobre la cual él va a realizar su propósito.
3. Un Reino de Derecho que ha comenzado a ser interiorizado: ‘Tal es la generación de los que le buscan'. En medio de la rebelión generalizada hay una generación, una clase de gente, que se ha rebelado contra el orden, desorden habría que decir, falsamente establecido y que desea vivir de acuerdo a los principios y pautas del Reino de Derecho: santidad, limpieza, veracidad y fidelidad.
4. Un Reino de Derecho que será externa e internamente establecido: ‘alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.' Un Reino que el mismo Rey se encarga de establecer universalmente tras la derrota de todos sus enemigos puesto que él es el poderoso en batalla.
Yendo más allá del sentido que Ortega y Gasset diera a su frase, los cristianos podemos decir ¡No es esto, no es esto! de todos los sistemas de convivencia de este mundo, incluidas las democracias que pueden llegar a corromperse. La diferencia es que nosotros sí conocemos el verdadero Estado de Derecho y esperamos su manifestación total.
‘Del Señor es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.
Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón;
el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.
Él recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de salvación.
Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro,
oh Dios de Jacob. Selah
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? El Señor el fuerte
y valiente, el Señor el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria? El Señor de los ejércitos, él es el Rey de la gloria.' (Salmo 24.)
Wenceslao Calvo es conferenciante, predicador y pastor en una iglesia de Madrid.
© W. Calvo, 2005, ProtestanteDigital.com, Madrid, España
Fuente: http://www.protestantedigital.com
Algunos énfasis míos.
Saludos
Bart
Wenceslao Calvo
<CENTER>¡No es esto, no es esto!</CENTER>
Uno de los pensadores españoles más grandes de todos los tiempos fue José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista, quien escribió en el periódico Crisol uno de sus artículos más conocidos al ser toda una premonición de lo que apenas cinco años después ocurriría en España. Aunque el autor de La rebelión de las masas se había pronunciado a favor de la República proclamada el 14 de abril de 1931, saliendo elegido diputado a Cortes por la misma e incluso llegara a fundar un pequeño partido político denominado Agrupación al Servicio de la República, solamente tuvieron que pasar unos pocos meses para que Ortega se diera cuenta de que la República por él y por tantos deseada estaba tomando un sesgo que la desvirtuaba y que no auguraba nada bueno.
Con tal motivo, el 9 de septiembre de 1931 (esto es, apenas cinco meses desde su proclamación) escribiría el mencionado artículo en el que denunciaba el extremismo que los partidos políticos estaban imprimiendo a sus programas y a su acción. Las últimas palabras del artículo son bien esclarecedoras:
‘Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!»
La República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo.'
Y efectivamente, el tiempo, en lapso más breve incluso que el que el propio Ortega intuyera, le vino a dar la razón porque la República se degradó rápidamente, convirtiéndose en otra cosa diferente a lo que fuera en los primeros días de su alumbramiento convirtiéndose en banco de pruebas donde todo tipo de visionarios exaltados y aventureros iluminados pretendieron hacer funcionar sus alocadas teorías extremistas y totalitarias de uno y otro signo. Con tales valedores el experimento acabó como no podía ser de otra manera: en una conflagración civil cuyas heridas todavía no están en España totalmente cicatrizadas y eso que han pasado más de 60 años desde la misma. Así, la República saltó por los aires incluso antes de que Franco se alzara en armas contra ella.
Pues bien, me parece que ese orteguiano ¡No es esto, no es esto! podríamos aplicarlo perfectamente a los tiempos que nos ha tocado vivir a nosotros, contemporáneos de esta primera parte del siglo XXI. La confusión actual reinante en torno a los derechos humanos, piedra fundacional de las democracias, sería un ejemplo de cómo algo que originalmente es bueno se degrada y pervierte hasta convertirse en una cosa casi irreconocible.
El día 2 de octubre de 2004 la Vicepresidenta del Gobierno español anunciaba el anteproyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros por el que se autorizaban las uniones entre personas del mismo sexo, de manera que así se acababa con ‘siglos de discriminación' . Supongo que en aquel momento debieron estremecerse en sus tumbas los huesos de los Padres de la Carta de los Derechos Humanos, quienes nunca supieron estar discriminando a nadie hasta que la Vicepresidenta del Gobierno español les hizo ver su error. Pero esos mismos huesos debieron retemblar con más virulencia todavía cuando, dos meses después, la misma portavoz anunciaba que mediante esa ley se ‘elimina una discriminación injustificada en la que a una parte de la población se venía restringiendo un derecho fundamental.' Ahí es nada, ni siquiera liberales anticlericales como Rousseau o Voltaire supieron nunca que existiera tal ‘derecho fundamental' hasta que vino la Vicepresidenta a anunciarlo. Que en aquel momento la tierra no se abriera y se la tragara viva sólo se puede atribuir, no a falta de ganas de la propia tierra, sino a la paciencia de Dios.
Si la característica fundamental que distingue a las democracias de las dictaduras es que las primeras son Estados de Derecho y las segundas de cohecho, resulta una contradicción que algunos Estados de Derecho, donde se supone que la ley es el producto de la razón, legislen irracionalmente equiparando un sucedáneo de matrimonio con el verdadero matrimonio. En el Siglo de las Luces, tan alabado por los propulsores de semejantes despropósitos, a nadie se le ocurrió tal disparate a pesar de que iban a por todas para acabar de una vez y para siempre con el Antiguo Régimen. Y aunque se inventaron otro calendario y hasta otra religión, jamás se les pasó por la cabeza inventarse otro matrimonio. Pero se ve que no tenían las suficientes Luces que ahora sí tienen estos adelantados del post-modernismo, como nuestra Vicepresidenta.
Pero hablando de Estado de Derecho quiero reflexionar en uno mencionado en el texto bíblico citado al final de este artículo. Allí se especifica un Reino que tiene las siguientes características:
1. Un Reino de Derecho: ‘Del Señor es la tierra y su plenitud.' En razón de los derechos legítimos y razonables que tiene todo autor sobre su obra. Por lo tanto, todas las criaturas, racionales e irracionales, sensibles e insensibles son suyas y sujetas a su dominio.
2. Un Reino de Derecho que ha sido totalmente rechazado. A lo sumo las criaturas más elevadas de ese Reino, los seres humanos, tal vez estaríamos dispuestos a reconocer los derechos de ese Rey siempre y cuando éstos quedaran circunscritos a las esferas celestes, pero jamás aceptaremos que sus derechos se extiendan a esta Tierra donde vivimos. De manera que éste es un mundo en rebelión contra la idea más elemental del Derecho que pueda concebirse. No obstante, y a pesar de esta rebelión, el Rey no ha abdicado ni cedido sus derechos. Al contrario, toda esta negación va a ser el telón de fondo sobre la cual él va a realizar su propósito.
3. Un Reino de Derecho que ha comenzado a ser interiorizado: ‘Tal es la generación de los que le buscan'. En medio de la rebelión generalizada hay una generación, una clase de gente, que se ha rebelado contra el orden, desorden habría que decir, falsamente establecido y que desea vivir de acuerdo a los principios y pautas del Reino de Derecho: santidad, limpieza, veracidad y fidelidad.
4. Un Reino de Derecho que será externa e internamente establecido: ‘alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.' Un Reino que el mismo Rey se encarga de establecer universalmente tras la derrota de todos sus enemigos puesto que él es el poderoso en batalla.
Yendo más allá del sentido que Ortega y Gasset diera a su frase, los cristianos podemos decir ¡No es esto, no es esto! de todos los sistemas de convivencia de este mundo, incluidas las democracias que pueden llegar a corromperse. La diferencia es que nosotros sí conocemos el verdadero Estado de Derecho y esperamos su manifestación total.
‘Del Señor es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.
Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón;
el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.
Él recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de salvación.
Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro,
oh Dios de Jacob. Selah
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas,
y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? El Señor el fuerte
y valiente, el Señor el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras
cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria? El Señor de los ejércitos, él es el Rey de la gloria.' (Salmo 24.)
Wenceslao Calvo es conferenciante, predicador y pastor en una iglesia de Madrid.
© W. Calvo, 2005, ProtestanteDigital.com, Madrid, España
Fuente: http://www.protestantedigital.com
Algunos énfasis míos.
Saludos
Bart