Aqui la salvacion para ellos, el grado mas alto es unicamente para ellos:
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El mundo de los espíritus
No obstante que Cristo conquistó la muerte física, todas las personas deben morir, ya que la muerte es parte del proceso mediante el cual somos transformados de la mortalidad a la inmortalidad. Al morir, nuestro espíritu va al mundo de los espíritus. La muerte no cambia nuestra personalidad ni nuestros deseos por lo bueno o lo malo. Aquellos que eligen obedecer a Dios en esta vida pasan al paraiso donde viven en un estado de felicidad, paz y descanso de los afanes y las preocupaciones; aquellos que eligieron no obedecer en esta vida y no se arrepintieron viven en un estado de desdicha, en la prisiones.
En el mundo de los espíritus, el Evangelio se predica a aquellos que no obedecieron el Evangelio o que no tuvieron la oportunidad de escucharlo mientras estuvieron en la tierra. Nosotros permaneceremos en el mundo de los espíritus hasta que seamos resucitados.
La resurrección, la salvación y la exaltación
Cuando nuestro cuerpo y nuestro espíritu se reúnan por medio de la resurrección, seremos llevados a la presencia de Dios para ser juzgados. Allí recordaremos perfectamente nuestra rectitud y nuestra culpa. Si nos hemos arrepentido, recibiremos misericordia. y seremos recompensados de acuerdo con nuestras obras y nuestros deseos.
Salvación
Mediante la expiación y resurrección del Salvador, todas las personas serán salvas (ganarán la salvación) de la muerte física. Resucitarán y llegarán a ser inmortales; es decir, vivirán para siempre. La inmortalidad es un don gratuito e incondicional para todas las personas, ya sean rectas o impías.
Las personas también pueden ser salvas (ganar la salvación) de la muerte espiritual personal mediante la expiación de Jesucristo, por medio de su fe en Él, al vivir en obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio, y al servirle.
La vida eterna y la exaltación no son lo mismo que la inmortalidad.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “En el plan eterno de Dios, la salvación es un asunto individual y la exaltación es un asunto familiar” (“
La salvación y la exaltación”, Liahona, mayo de 2008, pág. 10).
Exaltación
La exaltación, o la gloria celestial, se refiere al estado supremo de felicidad y gloria del Reino Celestial. La exaltación es un don condicional. El presidente Nelson ha enseñado: “Estas condiciones de acceso abarcan la fe en el Señor, el arrepentimiento, el bautismo, recibir el Espíritu Santo y permanecer fieles a las ordenanzas y a los convenios del templo” (“
La salvación y la exaltación”, págs. 8–9). Exaltación significa vivir con Dios para siempre en familias eternas; es conocer a Dios y a Jesucristo, y vivir la vida que ellos disfrutan.
El juicio y los grados de gloria
Durante nuestra vida terrenal tomamos decisiones en cuanto al bien y el mal. Dios nos recompensa de acuerdo con nuestras obras y nuestros deseos. Debido a que Dios recompensa a todos según sus deseos y las obras que hayan realizado en la tierra, hay diferentes reinos de gloria a los cuales seremos asignados después del Juicio.
Reino Celestial
Aquellos que se hayan arrepentido de sus pecados, que hayan recibido las ordenanzas del Evangelio y hayan guardado los convenios correspondientes serán limpiados mediante la expiación de Cristo, y serán salvos en el Reino Celestial (véase
Doctrina y Convenios 137:10). En las Escrituras se compara ese reino con la gloria o el resplandor del sol.
El Reino Celestial tiene tres cielos o grados (véase
Doctrina y Convenios 131:1), y solo los que tengan un matrimonio eterno, sellado por el Santo Espíritu, podrán entrar en el más alto, que es la exaltación (véase
Doctrina y Convenios 131:2); vivirán en la presencia de Dios, llegarán a ser como Él y recibirán una plenitud de gozo.
Los que estén en el Reino Celestial que no tengan un matrimonio eterno pueden entrar a otro “cielo” o “grado” del Reino Celestial, pero en ese lugar son ángeles ministrantes que “permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación… ángeles de Dios para siempre jamás” (
Doctrina y Convenios 132:17; véanse también
Doctrina y Convenios 131:4; Russell M. Nelson, “
El matrimonio celestial”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 92).
Reino Terrestre
Las personas que no acepten la plenitud del evangelio de Jesucristo en esta vida o en la venidera, pero que vivan honorablemente, recibirán un lugar en el Reino Terrestre, el cual se compara con la gloria de la luna (véase
Doctrina y Convenios 76:71–80).
Reino Telestial
Aquellas personas que continúen en sus pecados y no se arrepientan en esta vida ni acepten el Evangelio en el mundo venidero recibirán su recompensa en el reino más bajo, al que se le llama el Reino Telestial, el cual se compara con la gloria de las estrellas (véase
Doctrina y Convenios 76:81–86).