Todos los predicadores nos exhortan a confiar ¡y hacen bien!
Pero es preciso preguntarse: -¿Confiar para qué?
-Pues para que el virus no me toque, ni entre a casa ni enferme a mi familia.
-¿Y luego?
-Luego que la pandemia pase ¡pues volver a la buena vida!
Todos buscan inmunidad; y en el peor de los caso, de ser contagiados, una molestia leve, convalecencia confortable y pronta recuperación.
Sin embargo, no es esta la expectativa de nosotros los creyentes. Sea cual sea el rigor de esta experiencia por la que nos toque pasar, se agudiza en nosotros la sensación de acercarnos a Dios y vivir en su presencia. Quizás se nos despierte un hambre por Dios de la que sabíamos pero no sentíamos, tantas eran las cosas del mundo que nos satisfacían.
Además, el llenarnos de Dios; experimentar su amor; rumiar su Palabra; el gozo de su Espíritu en nosotros; todo ello nos incentiva a prodigarnos el amor fraternal, y a compartir en la medida que podamos, el Evangelio de salvación entre los que todavía vagan perdidos, sin Cristo, sin Dios y sin esperanza.
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom 13:11).
Cordiales saludos
Pero es preciso preguntarse: -¿Confiar para qué?
-Pues para que el virus no me toque, ni entre a casa ni enferme a mi familia.
-¿Y luego?
-Luego que la pandemia pase ¡pues volver a la buena vida!
Todos buscan inmunidad; y en el peor de los caso, de ser contagiados, una molestia leve, convalecencia confortable y pronta recuperación.
Sin embargo, no es esta la expectativa de nosotros los creyentes. Sea cual sea el rigor de esta experiencia por la que nos toque pasar, se agudiza en nosotros la sensación de acercarnos a Dios y vivir en su presencia. Quizás se nos despierte un hambre por Dios de la que sabíamos pero no sentíamos, tantas eran las cosas del mundo que nos satisfacían.
Además, el llenarnos de Dios; experimentar su amor; rumiar su Palabra; el gozo de su Espíritu en nosotros; todo ello nos incentiva a prodigarnos el amor fraternal, y a compartir en la medida que podamos, el Evangelio de salvación entre los que todavía vagan perdidos, sin Cristo, sin Dios y sin esperanza.
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom 13:11).
Cordiales saludos