el lado oscuro de calvino

No tires piedras al techo de otros, cuando tú techo es de cristal

Ya no pertenezco a ninguna denominación. Por eso me permito el lujo de ser crítico.
 
-Como dice el refrán: "Zapatero ¡a tus zapatos! De haber seguido dedicado a lo suyo -la medicina- habría sido probablemente un benefactor de la humanidad, pero se puso a teólogo y ahí la pifió. No tenía carácter para persuadir sino un temperamento díscolo que le acarreaba enemigos por todas partes.
Cordiales saludos
Ah...
¿O sea que se merecía que lo quemaran?
La culpa no fue de Caín sino de Abel que no pudo persuadir a Caín de que no lo matara... Jajajaja
Interesante filosofía.
 
Ah...
¿O sea que se merecía que lo quemaran?
La culpa no fue de Caín sino de Abel que no pudo persuadir a Caín de que no lo matara... Jajajaja
Interesante filosofía.

-¡Ay Salmo! Sos capaz de elucubrar cosas como para vos mismo reventar de risa.

-En la Europa del Siglo XVI en que Servet se movía, bien sabía cuánto arriesgaba.

-La hoguera no sorprendió a Servet como tampoco la expulsión del Foro a tantos conocidos nuestros.


Cordiales saludos
 
Esto escribió el forista: hectorlugo, cuando inició este tema:

El hecho más triste de la Ginebra de Calvino fue sin duda el caso Servet. La prisión, condena y muerte del español supuso un duro golpe para un sector reformado, que se sentía en una posición moral superior a la iglesia de Roma.
Miguel Servet se equivocó de camino, pensaba que la tolerancia y el respeto al hombre estarían por encima de cualquier otra consideración en la ciudad de Ginebra, pero se equivocaba.

El español había oído de los avances sociales en la ciudad, el cuidado de los pobres, huérfanos y desvalidos, pero no podía imaginar que el celo religioso de Calvino podría llevarla hasta la muerte.

El doctor y teólogo español estaba de paso en la ciudad, simplemente quería conocer en persona, aunque fuese de lejos, a uno de los grandes hombres de la Reforma. Ambos habían comenzado una relación epistolario que había terminado en insultos y descalificaciones. Server había escrito un libro contra la obra de Calvino, pero lo peor de todo es que Miguel negaba algunas doctrinas fundamentales del cristianismo, como la Trinidad y muchos de los hechos sobrenaturales de las Escrituras.

Aquel día, como otros muchos, Calvino subió al púlpito a predicar, pero mientras examinaba los rostros de la congregación, se fijó en un forastero. Seguramente no podía imaginar que Servet se atreviera a pasar por la ciudad, después de lo que había dicho de él, pero allí estaba, en su propia ciudad.

Uno de los problemas entre los dos era que mientras Calvino era muy estricto en lo que a la teología se refiere, para Servet la teología era pura especulación filosófica.

Calvino no iba a consentir que Servet llegara con sus ideas a Ginebra, por eso ordenó que capturaran al hereje antes de salir de la iglesia.

Desde un primer momento, el bando de los libertinos buscó en el caso y juicio de Servet, una manera de desacreditar a Calvino. En el juicio, se juzgaba mucho más que a un hombre, más bien dos formas de entender la religión. Una liberal, que buscaba explicaciones filosóficas, escéptica y con grades dosis de relativismo; la otra centrada en la ortodoxia, la intransigencia y una actitud paternalista. Estos dos puntos contrapuestos siguen presentes en la actualidad en el protestantismo.

Juan Calvino no actuó como acusación directa sobre Servet, pero lo hizo a través de uno de sus alumnos. Quería dar una lección a todos los que se atrevían a especular con las doctrinas cristianas.

Cuando el juez condenó a Servet y el Consejo aprobó la condena, Calvino salió reforzado políticamente, pero sin darse cuenta, su actitud cambiaría la visión que muchos tenían de la Reforma, que se basaba fundamentalmente en la libertad religiosa y en el respeto del hombre. Los enemigos de Calvino y en especial el catolicismo, usaría la condena de Servet para mostrar al mundo la cara más intolerante del protestantismo.

La condena en la hoguera era el más duro de todos los castigos que se imponían en la época. Servet pidió una reunión con Calvino y este se la concedió. El español le rogó que le impusieran otra condena más leve, pero cuando Calvino le pidió que adjurara de sus ideas, Servet soltó una carcajada.

Juan Calvino si pidió un cambio en la sentencia, pero no fue la absolución o condena de cárcel, se limitó a pedir la decapitación, que consideraba una forma de ejecución más humana para el reo.

El Consejo denegó la petición de Calvino y Miguel Servet murió en la hoguera el 27 de octubre de 1553.

A partir de ese momento, las críticas sobre Calvino vinieron tanto desde dentro, como fuera del protestantismo. Se abrió un debate cuyo mayor exponente fue el pastor protestante Castellio. El italiano en su libro Contra Libelum Calvinum (Contra el Libelo de Calvino), escribió una de las más bellas defensas a favor de la tolerancia y la libertad religiosa.


Sus palabras aún ahora son emocionantes y con ellas les dejo: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre. Y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe”.


Cito un artículo que encontré acerca de los hechos históricos relacionados con la muerte de Servet:

https://protestantedigital.com/magacin/12818/Relacion_de_Calvino_con_la_muerte_de_Server


Relación de Calvino con la muerte de Server

Después de haber sido condenado por la Inquisición, y quemado en efigie en Viena (Francia) donde actuaba como médico, Servet se presenta en Ginebra.

No importa cuántas veces se reconozca que Miguel Servet no debió nunca ser juzgado y condenado a morir en la hoguera, ni cuántas, con todo dolor, afirmemos que Calvino debió actuar de otro modo. Se exige como “obligación ética”, aunque en contra de los hechos, que despreciemos a Calvino como un dictador intransigente. Pues no. Los hechos previos muestran que Calvino no tenía dictadura alguna sobre Ginebra. Es tal su situación de debilidad ante la acción del Consejo de la ciudad [el Pequeño Consejo, responsable del juicio y condena de Servet], que incluso su amigo Farel se prestaba ya a acudir en su ayuda, y las cartas que escribe Calvino en esos momentos, reflejan su percepción de la situación como insostenible, con la consiguiente preocupación de otros reformadores. En esa fecha, verano de 1553, le llegan a Calvino noticias de acontecimientos que le agobian en extremo. Sus pastores enviados a Francia, están para ser quemados en Lyon. Los extravíos de algunos visionarios dentro del campo de la Reforma le producen graves quebraderos de cabeza. Se le ha informado de que, especialmente en Italia, las ideas antitrinitarias de Servet están afectando a las iglesias. Ya hacía 7 años en que escribió con gran enfado por las injurias e insolencias vertidas por Servet contra quien más amaba, por quien estaba dispuesto a dar su vida, a quien solo quería servir y honrar (= Cristo el Redentor), que si éste venía por Ginebra, no escaparía con vida. (Como es fácil dejarlo solo en esta ocasión, yo me quedo a su lado.) Eso lo escribió a su amigo y colega de toda confianza, Farel. ¿Qué diríamos contra quien se burla, escupe e insulta, por ejemplo, a un hijo al que acaban de asesinar, despreciando su persona y sus ilusiones? Que cada uno ponga el ejemplo que mejor vea. Luego está la realidad del tiempo, que demuestra que no se trataba de una venganza personal. No es una “búsqueda” para matarlo, con todo tipo de métodos, aun los más infames, como era común en la acción inquisitorial. Pudo descubrir fácilmente a Servet cuando estaba clandestino, y no lo hizo. Su aportación en deshacer la ocultación en Viena es totalmente indirecta. Y llegamos a este momento. La tensión con el Consejo es evidente. Calvino había logrado con gran esfuerzo algunos avances en la autonomía de la Iglesia frente al Estado. La realidad, así y todo, se dibujaba con un gran control del Estado sobre la Iglesia. Los pastores tenían que ser aceptados por el Estado, que era quien les pagaba; las iglesias solo podían proponer al candidato. Las actividades propias eclesiásticas estaban gobernadas por el Consistorio, que no tuvo más de seis pastores (incluido Calvino), donde se sentaban doce representantes del Estado. De tal modo que las leyes de orden moral de la “iglesia” eran dictadas por una mayoría de “ancianos” que eran funcionarios civiles. Con esto, es evidente, nunca estuvo Calvino de acuerdo, pero le fue necesario aceptarlo por el bien de la Reforma y su adelanto. Con ello se mostraría, si alguien quiere leer los hechos, que no “pudo” ser dictador. Incluso, solo al final, “logró” que el Consistorio no lo presidiera un funcionario civil (un síndico) con bastón de mando, es decir, lo seguía presidiendo (Calvino no podía presidirlo nunca), pero sin el símbolo de dominación “civil” sobre la iglesia. (¿Se imaginan algo semejante hoy? Pues esa era la situación donde tenía que actuar el “dictador” Calvino.) Entre los logros alcanzados se incluía la jurisdicción de la Iglesia para dictar una excomunión. Eso es algo que hoy veríamos como evidente, pero en esos momentos fue un logro con gran esfuerzo. Pues ni siquiera ese espacio de libertad se le reconoció a la Iglesia en el caso Servet. Un tal F. Berthelier, que había sido excomulgado unos meses atrás, pidió amparo al Consejo para que actuara en su defensa y pudiera acceder a la comunión que se iba a celebrar en breve. Con toda la oposición, en este caso, de la mayoría del Consistorio, el Consejo le concedió su petición, es decir, se arrogaba el derecho a excomulgar, quedando la Iglesia como simple instrumento del orden civil. Calvino se negó totalmente a aceptar esa situación, y prometió no dar la comunión. La cosa no fue a mayores porque Berthelier parece que al final no se presentó. Esto ocurría paralelo al inicio del juicio contra Servet. En esas, después de haber sido condenado por la Inquisición, y quemado en efigie en Viena (Francia) donde actuaba como médico, Servet se presenta en Ginebra. Se hospeda con nombre falso, aunque no parece que con mucha seguridad, y luego se presentó al sermón de Calvino. Fue reconocido (13 de agosto) y retenido. (Calvino no bajó del púlpito para echarle mano y llevarlo al calabozo; tampoco puso leña verde para que tardara más en arder; pero si alguien quiere afirmarlo, pues qué le vamos a hacer.) El primer paso, dentro de lo que podemos saber, era ponerlo bajo juicio del Consistorio. Sin embargo, en el contexto del caso Berthelier, las cosas no eran sencillas. ¿Quiso Calvino proponer un pulso al Consejo con este caso, claramente de más enjundia, para mostrar la jurisdicción de la Iglesia en asuntos religiosos? Si no salen nuevos documentos, nunca lo sabremos aquí, pero lo cierto es que el Consejo tomó a Servet bajo su jurisdicción y redactó su propia acusación. Al final, en medio de una gran contradicción, no solo colaboró en el proceso, sino que Calvino tendrá que escribir un tratado para justificar la actuación del Consejo. (Me quedo con él en medio de esta trágica actuación; su tratado es endeble, se nota que no puede mostrar energía, lo tiene que “extender y formalizar” Beza; su alma debía estar partida, compartimos la miseria de nuestro andar.) Luego el Consejo requiere la actuación de Calvino como referente acusador y como el teólogo que dispone de las herramientas necesarias en la discusión, pues se trata de dos personas y sus doctrinas que tienen que ser contrastadas. El Consejo, el Estado,” muestra” que tiene a la Iglesia a su servicio. También escribió el Consejo a Viena, el 21 de agosto, para recabar datos de Servet (había sido juzgado no hacía mucho); contestan que no disponen de esos datos, y reclaman su extradición. Ni Ginebra, ni Servet, quieren tal cosa. Al final será juzgado en Ginebra (el Consejo tenía que “afirmar” su posición, inclusive, de nuevo, frente a Calvino). El juicio termina como seguramente ninguno había previsto. Desde luego, Servet seguro que no. Pero su final no debe ocultar su actuación durante el mismo, en la que parece que al principio vio la posibilidad de liquidar al enemigo de sus doctrinas. (¿Se imaginan la Historia, con un Calvino condenado por sus doctrinas, a instancia de Servet? Pues eso es lo que propuso Servet.) Incluso sus acérrimos defensores tienen que reconocer que su proceder era todo menos adecuado, con todo tipo de insultos contra Calvino y las doctrinas que, a fin de cuentas, también el propio Consejo tenía que defender. Con la condena a Servet, Calvino tiene que apoyar a un Consejo con el que, en ese momento, no le une nada. Pero, por su carácter, se plantea la mirada más en la situación global en ese instante en el campo Reformado, con los peligros ciertos de grupos sectarios que negaban la necesidad del gobierno civil, incluso considerando que su aceptación era signo de apostasía. El Consejo, con mayoría de sus enemigos, tiene que confirmar la doctrina de Calvino y condenar a quien, sin conocer sus ideas y conducta mostradas en el proceso, les parecía, al menos, más favorable que Calvino. El mundo de la Reforma vive este episodio con la misma contradicción que Calvino, pero solo él se ha llevado la culpa. Las iglesias y magistrados del entorno fueron consultados. El mismo Servet tuvo contacto, entre otros, con Ecolampadio, Capito y Bucero, todos rechazando sus doctrinas y exhortándoles a que no las publicase ni las propagara. Lo que en muchos casos, también en Ginebra, hubiera podido terminar con una simple expulsión de la ciudad y un aviso a las iglesias sobre el peligro del personaje, ya sabemos cómo acabó. El juicio y la condena a morir en la hoguera están llenos de contradicciones. Jurídicas, lo primero, pues no se sabe muy bien ni siquiera qué código se aplica. Es verdad que se suele aceptar la posición justinianea sobre la condena a los herejes, pero eso no está claro en el caso de Ginebra. Se podría decir que tuvo por todas partes defectos de forma. Ya no importa, ahora nos queda la repulsa de la muerte de Miguel Servet. Y con esa repulsa, quiero indicar también la situación contradictoria de alguien que, por mucho que deseara (cosa que está por ver) la muerte de Servet, no tenía medios específicos para llevarla a cabo. Tan poca influencia tenía en el Consejo, que ni siquiera aceptan su petición de mitigar el modo de su ejecución, cambiando la hoguera por la espada. Sin embargo, se embarca en una defensa de lo ocurrido. Esa defensa traslada el campo que ya está desarrollando la Reforma, de ámbitos locales, con su peculiar aplicación de la legalidad a la Iglesia y al Estado, y lo coloca en el antiguo espacio de la “Cristiandad”, como entidad concreta. Este concepto es premoderno, con resultados muy destructivos para la fe cristiana y para la libertad social. En el caso de Servet, se acude a ese espacio como lugar apropiado para condenar su “blasfemia”. Es decir, se traslada la concreción doctrinal “local” (aunque sea un Estado) a la amplia, y ya desdibujada noción de Cristiandad, que recoge el Sacro Imperio Romano Germánico. (El concepto de Sacro Imperio es fundamental en Lutero, y un referente continuo en sus argumentos; Calvino, sin embargo, ni lo menciona en sus escritos; le importan otros asuntos, no ése que ya es caduco y antiguo, que no forma parte del futuro.) La compleja situación del juicio contra Servet coloca a Calvino en la posición de defender un espacio que él, con sus enseñanzas, está ya derribando y creando otro modelo religioso y social en su lugar. La modernidad, con sus libertades religiosas y sociales, que tanto puede vincularse con el pensamiento calvinista, es aquí olvidada, y se argumenta en base a una premodernidad que Calvino (aunque a veces su lenguaje no tenga otro referente y aparezca con el significante de premodernidad) ya está señalando como el pasado de donde hay que salir para llegar a la “nueva tierra” de las libertades. Se podría decir que Calvino se vio atrapado no en las formas de “su” tiempo, sino en lo que en su tiempo y en su espacio concreto queda como residuo de la cosmovisión anterior, “casi” derribada por completo en sus enseñanzas. Por eso la Iglesia, y cada cristiano, están siempre reformándose.
 
Última edición:
No tengo del todo claro la diferencia.

Un asunto es que Dios sea omnipresentem acorde al cristianismo y otra que "dios" sea parte del universo, de la naturaleza y esté presente en cada objeto acorde al panteismo
 
Última edición:
Un asunto es que Dios sea omnipresentem acorde al cristianismo y otra que "dios" sea parte del universo, de la naturaleza y esté presente en cada objeto acirde al panteismo
A ver, si Dios está o no dentro de su creación es algo delicado. Según Pablo, la Creación es la “prueba” de la existencia de Dios.

Por otro lado y de vez en cuando leo: Dios está fuera del Tiempo.

Bueno, en fin. No lo tengo claro
 
-Tú mismo podrás demostrártelo informándote bien de todo lo ocurrido como yo he hecho. Servet, incluso, como se les escapó a los católicos, ellos lo quemaron en efigie (hicieron un muñeco de él).


Insisto. Por favor demuéstrame con pruebas sólidas eso de que "el asesinato de Miguel Servetus es una leyenda negra". El hecho aparece documentado en muchas fuentes de literatura respetable y sólo los calvinistas son los que afirman que eso no ocurrió.
 
Insisto. Por favor demuéstrame con pruebas sólidas eso de que "el asesinato de Miguel Servetus es una leyenda negra". El hecho aparece documentado en muchas fuentes de literatura respetable y sólo los calvinistas son los que afirman que eso no ocurrió.

-No negamos el triste fin de Servet, solo decimos que fue responsabilidad exclusiva del gobierno de Ginebra.
 
Ricardo...
¿Que diferencia hay entre vos y tu Calvino con un adventista y Elena de White o un católico y Bergoglio?
 
¿No negamos?
¿En serio seguís a hombres?

-No negamos los calvinistas. Católicos y arminianos se aprovechan para hacer recaer toda la culpa sobre Calvino, pero me consta que hasta él intercedió por Servet. El médico español provocaba a sus contrarios y sublevaba los ánimos. En aquellos años, pronunciada una sentencia no se volvía atrás.
 
Un asunto es que Dios sea omnipresentem acorde al cristianismo y otra que "dios" sea parte del universo, de la naturaleza y esté presente en cada objeto acorde al panteismo
Dios no es parte del universo pero el universo es parte de Dios.
 
  • Like
Reacciones: OSO
-De decirlo así, se inferiría también, que teniendo Dios partes, estaría finalmente limitado por la totalidad de las partes de su composición.

-Eso no es correcto.
Yo ya no puedo confiar mucho en el testimonio de un hombre que pone a Calvino por encima de Cristo.
 
  • Like
Reacciones: Robespengler
-De decirlo así, se inferiría también, que teniendo Dios partes, estaría finalmente limitado por la totalidad de las partes de su composición.

-Eso no es correcto.
Velo así.
Nada puede existir sin Dios o fuera de él porque entonces estaría tomando su sustancia de si mismo y no de Dios.
Y estaríamos enfrente de otro Dios.
Nada puede sustentarse de otra fuente que no sea Dios.
Nada puede existir fuera de Dios porque en la línea del tiempo Dios es eterno y va de punta a punta si estás existieran y en la linea del espacio es igual, Dios lo abarca todo.
 
... Dios es eterno y va de punta a punta si estás existieran y en la linea del espacio es igual, Dios lo abarca todo.

-Como sabemos que no existen los puntos extremos, mejor es dejar a Dios tal como es sin reducirlo a nuestra limitada comprensión.
 
-Como sabemos que no existen los puntos extremos, mejor es dejar a Dios tal como es sin reducirlo a nuestra limitada comprensión.
No lo reduzcas vos a tu limitada comprensión, porque "mí Dios" es imposible de reducir y por eso todo lo creado tiene que estar en él.

Pero limitar la biblia a la interpretación de un varón del siglo XVI si que reducirla a su limitada comprensión.