Para ver el desarrollo de una típica conversación con un testigo de Jehová, imaginémonos que un señor llamado Juan recibe en su casa a un Testigo de nombre Carlos.
¿Qué es el espíritu santo?
Juan: He oído que los testigos de Jehová no son cristianos porque no creen en el espíritu santo. ¿Es cierto eso?
Carlos: No, eso no es cierto. Nosotros somos cristianos. De hecho, mi fe en Cristo fue lo que me impulso´ a visitarlo esta mañana, pues él ha dado a sus discípulos la comisión de enseñar las buenas nuevas a la gente. Pero permítame preguntarle algo. ¿Qué idea tiene usted del espíritu santo?
Juan: Yo lo veo como la tercera persona de la Trinidad, el consolador que Jesús prometió enviar para ayudarnos. Para mí, el espíritu santo es tan importante que no quisiera dejar de sentir su presencia en mi vida.
Carlos: Esa es la idea que muchas personas tienen del espíritu santo. Hace poco tuve la oportunidad de analizar lo que la Biblia enseña sobre este asunto. Si tiene tiempo, me gustaría mostrarle lo que aprendí.
Juan: Esta bien, pero solo unos minutos.
Carlos: Primero que nada, mi nombre es
Carlos. ¿Cómo se llama usted?
Juan: Me llamo Juan, mucho gusto.
Carlos: El gusto es mío, Juan. En vista de que dispone de poco tiempo, me concentrar en un solo punto. Hace un momento dijo que el espíritu santo es el ayudante que Jesús nos prometió, y concuerdo con usted. Pero ¿piensa que el espíritu santo es una persona, un ser igual a Dios?
Juan: Por supuesto, eso fue lo que me inculcaron.
¿Es el espíritu santo una persona?
Carlos: Veamos un pasaje bíblico que nos ayudara a entender si el espíritu santo es una persona o no. Tal vez recuerde el relato registrado en Hechos 2:1-4. Allí leemos: “Ahora bien, mientras estaba en progreso el día de la fiesta del Pentecostés, todos se hallaban juntos en el mismo lugar, y de repente ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte, y llenó toda la casa en la cual estaban sentados. Y lenguas como de fuego se les hicieron visibles y fueron distribuidas en derredor, y una se asentó sobre cada uno de ellos, y todos se llenaron de espíritu santo y comenzaron a hablar en lenguas diferentes, así como el espíritu les concedía expresarse”.
Juan: Sí, recuerdo muy bien este relato.
Carlos: Pues bien, ¿puede una persona llenarse de otra persona?
Juan: No.
Carlos: Vayamos un poco más adelante, al versículo 17, donde en la primera parte leemos: “Y en los últimos días —dice Dios—derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne”. ¿Podría Dios derramar una porción de un ser igual a él?
Juan: Pues no.
Carlos: Juan el Bautista también habló sobre la acción de llenarse de espíritu santo, pero en otros términos. Busquemos Mateo 3:11. ¿Podría leer este versículo?
Juan: “Yo, por mi parte, los bautizo con agua a causa de su arrepentimiento; pero el que viene después de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de quitarle las sandalias. Ese los bautizar á con espíritu santo y con fuego.”
Carlos: Gracias. ¿Se dio cuenta de lo que dijo Juan el Bautista? ¿Qué se haría con el espíritu santo?
Juan: Él dijo que habría un bautismo con espíritu santo.
Carlos: Exacto. Pero fíjese en que también mencionó el bautismo con fuego. Está claro que el fuego no es una persona, ¿verdad? ¿Podríamos afirmar, entonces, que el espíritu santo sí es una persona?
Juan: Lo cierto es que no.
Carlos: Así que de acuerdo con los textos que hemos analizado, el espíritu santo no es una persona.
Juan: Por lo visto, parece que no.