Re: LA FARSANTE white DEL adventismo SE EQUIVOCÒ, CON LAS "SEÑALES DEL FIN".
Re: LA FARSANTE white DEL adventismo SE EQUIVOCÒ, CON LAS "SEÑALES DEL FIN".
Estimado escudriñador. Saludos cordiales.
Tú dices:
Respondo: El tiempo del fin, es un concepto 100% bíblico. Por supuesto que tiene un inicio, y no es difícil entenderlo cuando todas las características que menciona la Palabra de Dios al respecto se cumplen en su totalidad.
"Muchos de los sucesos referidos por el profeta en sus profecías están ligados a períodos de tiempos específicos (Dan. 8:13,14; 12:11,12). Algunos de esos hechos son reseñados en ocasiones como extendiéndose hasta el tiempo previo del fin de la historia humana (Dan. 8:17,19,26). Por lo tanto, podemos concluir (sin temor a equivocarnos) que los períodos de tiempo señalados por la profecía deben ser entendidos como símbolos de tiempos mayores. Así, los 42 meses serían 1,260 días, pero al mismo tiempo estos “días” constituyen una referencia simbólica a 1,260 años literales.
La noción “día por año” no es un asunto nuevo, puede ser probado con la Biblia misma. Aunque no se puede señalar el origen del mismo (por ejemplo, de dónde Moisés y Ezequiel pudieron tomar esa idea, Núm. 14:34 y Eze. 4:5,6), se cree que se originó “en la idea de la repetición de los días individuales de cada año el siguiente año, así que los ‘días (del año)’ podrían representar al año mismo”.
Algunos pasajes donde se usa este principio son los siguientes (Gén. 6:3; Lev. 25:2; 1 Sam. 27:9; 29:3). Se observa que el Antiguo Testamento “usa el término ‘días’ como una equivalencia de ‘año’ más de 850 veces [...] La mente hebrea empleaba los términos ‘días’ y ‘año’ intercambiablemente”. Desde esta perspectiva, estamos en terreno firme cuando interpretamos los 1,260 días proféticos como 1,260 años literales. Es un periodo importante y con gran significado histórico, pues nos permite identificar el tiempo de dominación de la bestia que surge del mar, el símbolo apocalíptico del Sistema Papal.
Pero ahora, ¿cómo podemos establecer el comienzo de esta fecha? No es difícil porque ya hemos estado probando con datos históricos el proceso gradual por el cual el Papado heredó el poder de la Roma imperial. El 538 ha sido el año señalado por los estudiosos de la profecía. Si bien se reconoce que no se puede señalar un año específico para la aparición de la apostasía, ya que esta fue apareciendo gradualmente, es posible ver en esta fecha un suceso determinante:
“En dicho año (el 538), Belisario, general encargado de los ejércitos del emperador Justiniano, ganó una victoria decisiva sobre los ostrogodos y los hizo alejarse definitivamente de la ciudad de Roma. Cinco años antes, en el 533, Justiniano había escrito una carta dotando al obispo romano de autoridad tanto religiosa como secular y política, pero dicha carta no pudo tener efecto debido a que en ese año, o sea en el 533, la ciudad de Roma y la mayor parte de Italia estaban en poder de los ostrogodos y de otros pueblos germánicos que habían invadido desde el norte. Estos invasores eran cristianos, pero de la secta de los arrianos, y de ninguna manera estaban dispuestos a reconocer que el dirigente de la iglesia tuviera derecho o autoridad para administrar los asuntos del gobierno civil, ni tampoco consideraban a Justiniano, escribiendo desde su capital oriental de Constantinopla, pudiera otorgarle al papa semejante autoridad. De modo, pues, que la autoridad política conferida al Papa por Justiniano no se hizo efectiva sino hasta el momento cuando fueron derrotados los ostrogodos y esto ocurrió en el 538.
Con esto, principió el período de 1,260 años de dominación política del Papado, que llegó a su fin el año de 1798”.
La herida de muerte y su curación
Es interesante notar que el tiempo de hegemonía del Imperio Romano en su fase pagana no estaba determinado en la profecía por una fecha específica, aunque se predijo con asombrosa precisión cómo terminaría, pero su segunda fase, la Papal, sí lo estaba. La Providencia divina fue más específica en este punto porque era necesario que sus hijos entendieran las señales de los tiempos y los hechos señalados en las profecías.
Con la conclusión de este período entramos al fin del tiempo y nos movemos rápidamente al tiempo del fin. Una serie de señales terrestres y celestes adornaron la fecha de 1798, tales como el gran terremoto de Lisboa en 1755, el oscurecimiento del sol de 1780 (en Norteamérica), el enrojecimiento de la luna como sangre aquella misma noche, y la sorprendente caída de meteoritos de 1833. Todos estos acontecimientos en forma conjunta y simultanea (sumado el derrocamiento papal en 1798) advirtieron a los estudiosos de las profecías que el fin del tiempo profético había llegado y que nos moveríamos rápidamente al tiempo del fin. No fue casualidad que hombres de fe (de diferentes denominaciones) experimentaran un despertar en el estudio de los libros de Daniel y el Apocalipsis, y que desde entonces ha estado brillando gran luz en la comprensión de las profecías referentes al fin de la historia humana. Este despertar se hizo realidad en el gran movimiento Millerita de 1844. Sólo en este contexto se puede comprender su error histórico de esperar que ocurriera el segundo advenimiento en el otoño de 1844. Ante todas estas señales abrumadoras, ¿Qué habría pensado usted también que estaba por ocurrir?
A estas alturas es bueno considerar brevemente en qué consistió la “herida como de muerte” que recibió el Sistema Papal. ¿Qué fue lo que perdió con aquella “herida de espada”, y qué es lo que recuperará con la curación de la misma? Durante siglos el Sistema Papal había dominado a su antojo el poder político de las naciones europeas, siendo Francia la principal de ellas. Esta última había prestado su “espada” al servicio de la iglesia romana por siglos hasta el punto de protagonizar las más crueles masacres en nombre de Dios. Si bien el Protestantismo al institucionalizarse cometió errores similares, nunca fueron de la magnitud y la extensión que los del Sistema Papal. Al leer los registros existentes sobre las Guerras de Religiones, el investigador tiene la impresión de que una religión procuraba desplazar la otra, pero no fue así. Sencillamente, los perseguidos eran hombres que querían vivir de acuerdo a los dictados de su consciencia, pero la iglesia oficial no les permitía ni siquiera la libertad de pensamiento. Hastiados y desesperados, cedieron a la tentación de usar las armas.
Al leer obras tales como Los Hugonotes, un camino de lágrimas y sangre, y El Libro de los Mártires, no se puede menos que ser impresionado profundamente al identificarse con aquellas pobres almas. Bien ha sido llamado aquel tiempo “el reinado del terror”, o “la edad oscura”. Pero, ¿No pertenecen estos hechos al pasado? ¿No se evita en la actualidad, en el contexto del dialogo ecuménico, sacar a relucir esta fea realidad? ¿No se han superado los temores de un posible retroceso a una época así? Si bien el Sistema Papal en la actualidad no mantiene una actitud hostil como en el pasado, eso no quiere decir que su naturaleza y teología han cambiado. Las mismas doctrinas que dividieron al cristianismo en los tiempos de la Reforma Protestante, se siguen sosteniendo en la actualidad. Un cambio se ha producido, pero no en el Papado (que ha dado giros sorprendentes desde el Concilio Vaticano II), el cambio se ha producido en el Protestantismo. Hace más de cien años una reconocida escritora norteamericana dijo: “No sin razón se ha asegurado que en los países protestantes el catolicismo no difiere ya tanto del protestantismo como antes. Se ha verificado un cambio; pero no es el Papado el que ha cambiado. El catolicismo se parece mucho en verdad al protestantismo de hoy día debido a lo mucho que éste ha degenerado desde los días de los reformadores.
“Mientras las iglesias protestantes han estado buscando el favor del mundo, una falsa caridad las ha cegado. Se figuran que es justo pensar bien de todo mal; y el resultado inevitable será que al fin pensarán mal de todo bien. En lugar de salir en defensa de la fe que fue dada antiguamente a los santos, no parecen sino disculparse ante Roma por haberla juzgado con tan poca caridad y pedirle perdón por la estrechez de miras que manifestaron”.
Cuando el Papado perdió el apoyo de Francia y esta usó en su contra la “espada” que durante siglos estuvo a su servicio, se acertó la herida de muerte. Pero esta herida no consiste en la pérdida temporal de un aliado, representa el detrimento del poder temporal para castigar a los disidentes. Y más aun, significó la disolución de catorce siglos de unión entre la Iglesia y el Estado. Hasta el 1798 (y ya un poco antes) el Papado se erigía como el dueño de Europa y de las conciencias de los pueblos, pero con el surgimiento de la Revolución Francesa la amalgama Iglesia/Estado llegó a su final. La historia vería ahora el comienzo de una nueva era, si bien caracterizada por el escepticismo, marcada por la libertad del pensamiento y la libertad de culto. La ideología papal sería desplazada por la ideología de los estados laicos.
Lo sorprendente de este hecho histórico radica en que, lo que la iglesia oficial (autoproclamada la única iglesia verdadera) le negara al pueblo, fue precisamente lo que un estado laico agnóstico le dio: Libertad Religiosa. Esto no significa que el concepto de Libertad Religiosa no tenga su origen en el verdadero cristianismo, lo que queremos decir es que un principio que debió emanar de la religión cristiana al pueblo, fue otorgado por un gobierno secular, como fue el caso de Francia y otras naciones en la actualidad.
En este contexto histórico el principio de Libertad Religiosa, en una forma única en la larga y accidentada historia humana, vería su nacimiento en el Nuevo Mundo. EEUU, independientemente de sus debilidades, sería la nación líder mundial en el desarrollo de esta nueva forma de gobierno. Sin embargo, la libertad de conciencia y de cultos no fue una realidad dorada en Norteamérica desde sus mismos orígenes, ya que el grupo religioso mayoritario (los puritanos) usaba la misma política intolerante del Papado para imponer sus criterios religiosos a los demás por medio de las autoridades seculares. No fue sino hasta que Rogelio Williams (quien tuvo que huir para no ser apresado y juzgado por sus ideas) fundó el estado de Rodhe Island. Fue allí donde por primera vez en la historia de la humanidad se dio plena libertad para todos los ciudadanos independientemente sus creencias religiosas.
No deja de ser admirable el giro de casi 180 grados que ha dado el Papado en el contexto de la libertad de cultos (que antes condenaba). Pero si bien son admirables los cambios que ha experimentado, sus comentarios llegaron tarde. Con todo, debemos valorar sus esfuerzos en esta dirección, y creo, que como cristianos no debemos juzgar la sinceridad de estos esfuerzos. Y es que la libertad de cultos para todos, significa libertad para todos.
¿Cómo entender entonces, la predicción de la curación de la herida de muerte? ¿Significa que el Papado volverá a sus antiguas andadas? Efectivamente, por más inverosímil que parezca a la mente moderna acostumbrada a las actuales libertades. Para muchos estudiosos, es precisamente aquí donde se torna increíble nuestra interpretación sobre esta profecía apocalíptica. Sin embargo, decir esto cien años atrás resultaba más inverosímil aun, pero la mente reflexiva debe detenerse y considerar los cambios dramáticos que se han producido y están ocurriendo en el mundo ante nuestros ojos. Nadie negará que el Papado haya salido triunfante de su inactividad política mundial, ya que posee una fuerza y una influencia moral inigualable en el planeta. Sus incursiones se hacen sentir en todos los campos que afectan la vida humana. Nadie, excepto que haya sido guiado por “la Palabra profética más segura” podía predecir más de 150 años antes que esto ocurriría. Y esto es precisamente lo que los adventistas han hecho en forma sorprendente.
La siguiente cita nos permite entender mejor lo que venimos diciendo: “El siglo XIX se había vanagloriado de excluir a la iglesia de los asuntos de este mundo: le parecía que la religión, hecha para las cosas del cielo, nada tenía que hacer en las cosas de la tierra […]; y he aquí que esta vieja madre, considerada chocheante por la irreverencia de tantos de sus hijos, se pone a hablar a los hombres de lo que tanto les apasiona y les divide […]. Parece que asistimos a la entrada de nuevo en la escena de uno de los mas grandes actores de la historia: el Papado”.
Para que el Papado sane de su herida y recupere la supremacía en el mundo, debe conquistar de alguna manera las modernas ideologías que promueven la separación de la Iglesia y el Estado. Y en esta guerra ideológica está un punto muy alto. Y más aun, según la profecía que estamos estudiando, el Papado podrá sanar su herida de muerte, sólo por medio de la ayuda que le provee otro poder político (la ultima potencia política). Sin esta ayuda la fuerza papal quedaría limitada y sus sueños de supremacía nunca se cumplirían (Hector A. Delgado, Una Mirada al Futuro como está Revelado en Apocalipsis 12 y 13, [HAD Publicaciones, New York, 2009], pp. 45-54).
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.
Re: LA FARSANTE white DEL adventismo SE EQUIVOCÒ, CON LAS "SEÑALES DEL FIN".
Estimado escudriñador. Saludos cordiales.
Tú dices:
¿ Ves que la Biblia no le pone fecha al tiempo del fin ?
Respondo: El tiempo del fin, es un concepto 100% bíblico. Por supuesto que tiene un inicio, y no es difícil entenderlo cuando todas las características que menciona la Palabra de Dios al respecto se cumplen en su totalidad.
"Muchos de los sucesos referidos por el profeta en sus profecías están ligados a períodos de tiempos específicos (Dan. 8:13,14; 12:11,12). Algunos de esos hechos son reseñados en ocasiones como extendiéndose hasta el tiempo previo del fin de la historia humana (Dan. 8:17,19,26). Por lo tanto, podemos concluir (sin temor a equivocarnos) que los períodos de tiempo señalados por la profecía deben ser entendidos como símbolos de tiempos mayores. Así, los 42 meses serían 1,260 días, pero al mismo tiempo estos “días” constituyen una referencia simbólica a 1,260 años literales.
La noción “día por año” no es un asunto nuevo, puede ser probado con la Biblia misma. Aunque no se puede señalar el origen del mismo (por ejemplo, de dónde Moisés y Ezequiel pudieron tomar esa idea, Núm. 14:34 y Eze. 4:5,6), se cree que se originó “en la idea de la repetición de los días individuales de cada año el siguiente año, así que los ‘días (del año)’ podrían representar al año mismo”.
Algunos pasajes donde se usa este principio son los siguientes (Gén. 6:3; Lev. 25:2; 1 Sam. 27:9; 29:3). Se observa que el Antiguo Testamento “usa el término ‘días’ como una equivalencia de ‘año’ más de 850 veces [...] La mente hebrea empleaba los términos ‘días’ y ‘año’ intercambiablemente”. Desde esta perspectiva, estamos en terreno firme cuando interpretamos los 1,260 días proféticos como 1,260 años literales. Es un periodo importante y con gran significado histórico, pues nos permite identificar el tiempo de dominación de la bestia que surge del mar, el símbolo apocalíptico del Sistema Papal.
Pero ahora, ¿cómo podemos establecer el comienzo de esta fecha? No es difícil porque ya hemos estado probando con datos históricos el proceso gradual por el cual el Papado heredó el poder de la Roma imperial. El 538 ha sido el año señalado por los estudiosos de la profecía. Si bien se reconoce que no se puede señalar un año específico para la aparición de la apostasía, ya que esta fue apareciendo gradualmente, es posible ver en esta fecha un suceso determinante:
“En dicho año (el 538), Belisario, general encargado de los ejércitos del emperador Justiniano, ganó una victoria decisiva sobre los ostrogodos y los hizo alejarse definitivamente de la ciudad de Roma. Cinco años antes, en el 533, Justiniano había escrito una carta dotando al obispo romano de autoridad tanto religiosa como secular y política, pero dicha carta no pudo tener efecto debido a que en ese año, o sea en el 533, la ciudad de Roma y la mayor parte de Italia estaban en poder de los ostrogodos y de otros pueblos germánicos que habían invadido desde el norte. Estos invasores eran cristianos, pero de la secta de los arrianos, y de ninguna manera estaban dispuestos a reconocer que el dirigente de la iglesia tuviera derecho o autoridad para administrar los asuntos del gobierno civil, ni tampoco consideraban a Justiniano, escribiendo desde su capital oriental de Constantinopla, pudiera otorgarle al papa semejante autoridad. De modo, pues, que la autoridad política conferida al Papa por Justiniano no se hizo efectiva sino hasta el momento cuando fueron derrotados los ostrogodos y esto ocurrió en el 538.
Con esto, principió el período de 1,260 años de dominación política del Papado, que llegó a su fin el año de 1798”.
La herida de muerte y su curación
Es interesante notar que el tiempo de hegemonía del Imperio Romano en su fase pagana no estaba determinado en la profecía por una fecha específica, aunque se predijo con asombrosa precisión cómo terminaría, pero su segunda fase, la Papal, sí lo estaba. La Providencia divina fue más específica en este punto porque era necesario que sus hijos entendieran las señales de los tiempos y los hechos señalados en las profecías.
Con la conclusión de este período entramos al fin del tiempo y nos movemos rápidamente al tiempo del fin. Una serie de señales terrestres y celestes adornaron la fecha de 1798, tales como el gran terremoto de Lisboa en 1755, el oscurecimiento del sol de 1780 (en Norteamérica), el enrojecimiento de la luna como sangre aquella misma noche, y la sorprendente caída de meteoritos de 1833. Todos estos acontecimientos en forma conjunta y simultanea (sumado el derrocamiento papal en 1798) advirtieron a los estudiosos de las profecías que el fin del tiempo profético había llegado y que nos moveríamos rápidamente al tiempo del fin. No fue casualidad que hombres de fe (de diferentes denominaciones) experimentaran un despertar en el estudio de los libros de Daniel y el Apocalipsis, y que desde entonces ha estado brillando gran luz en la comprensión de las profecías referentes al fin de la historia humana. Este despertar se hizo realidad en el gran movimiento Millerita de 1844. Sólo en este contexto se puede comprender su error histórico de esperar que ocurriera el segundo advenimiento en el otoño de 1844. Ante todas estas señales abrumadoras, ¿Qué habría pensado usted también que estaba por ocurrir?
A estas alturas es bueno considerar brevemente en qué consistió la “herida como de muerte” que recibió el Sistema Papal. ¿Qué fue lo que perdió con aquella “herida de espada”, y qué es lo que recuperará con la curación de la misma? Durante siglos el Sistema Papal había dominado a su antojo el poder político de las naciones europeas, siendo Francia la principal de ellas. Esta última había prestado su “espada” al servicio de la iglesia romana por siglos hasta el punto de protagonizar las más crueles masacres en nombre de Dios. Si bien el Protestantismo al institucionalizarse cometió errores similares, nunca fueron de la magnitud y la extensión que los del Sistema Papal. Al leer los registros existentes sobre las Guerras de Religiones, el investigador tiene la impresión de que una religión procuraba desplazar la otra, pero no fue así. Sencillamente, los perseguidos eran hombres que querían vivir de acuerdo a los dictados de su consciencia, pero la iglesia oficial no les permitía ni siquiera la libertad de pensamiento. Hastiados y desesperados, cedieron a la tentación de usar las armas.
Al leer obras tales como Los Hugonotes, un camino de lágrimas y sangre, y El Libro de los Mártires, no se puede menos que ser impresionado profundamente al identificarse con aquellas pobres almas. Bien ha sido llamado aquel tiempo “el reinado del terror”, o “la edad oscura”. Pero, ¿No pertenecen estos hechos al pasado? ¿No se evita en la actualidad, en el contexto del dialogo ecuménico, sacar a relucir esta fea realidad? ¿No se han superado los temores de un posible retroceso a una época así? Si bien el Sistema Papal en la actualidad no mantiene una actitud hostil como en el pasado, eso no quiere decir que su naturaleza y teología han cambiado. Las mismas doctrinas que dividieron al cristianismo en los tiempos de la Reforma Protestante, se siguen sosteniendo en la actualidad. Un cambio se ha producido, pero no en el Papado (que ha dado giros sorprendentes desde el Concilio Vaticano II), el cambio se ha producido en el Protestantismo. Hace más de cien años una reconocida escritora norteamericana dijo: “No sin razón se ha asegurado que en los países protestantes el catolicismo no difiere ya tanto del protestantismo como antes. Se ha verificado un cambio; pero no es el Papado el que ha cambiado. El catolicismo se parece mucho en verdad al protestantismo de hoy día debido a lo mucho que éste ha degenerado desde los días de los reformadores.
“Mientras las iglesias protestantes han estado buscando el favor del mundo, una falsa caridad las ha cegado. Se figuran que es justo pensar bien de todo mal; y el resultado inevitable será que al fin pensarán mal de todo bien. En lugar de salir en defensa de la fe que fue dada antiguamente a los santos, no parecen sino disculparse ante Roma por haberla juzgado con tan poca caridad y pedirle perdón por la estrechez de miras que manifestaron”.
Cuando el Papado perdió el apoyo de Francia y esta usó en su contra la “espada” que durante siglos estuvo a su servicio, se acertó la herida de muerte. Pero esta herida no consiste en la pérdida temporal de un aliado, representa el detrimento del poder temporal para castigar a los disidentes. Y más aun, significó la disolución de catorce siglos de unión entre la Iglesia y el Estado. Hasta el 1798 (y ya un poco antes) el Papado se erigía como el dueño de Europa y de las conciencias de los pueblos, pero con el surgimiento de la Revolución Francesa la amalgama Iglesia/Estado llegó a su final. La historia vería ahora el comienzo de una nueva era, si bien caracterizada por el escepticismo, marcada por la libertad del pensamiento y la libertad de culto. La ideología papal sería desplazada por la ideología de los estados laicos.
Lo sorprendente de este hecho histórico radica en que, lo que la iglesia oficial (autoproclamada la única iglesia verdadera) le negara al pueblo, fue precisamente lo que un estado laico agnóstico le dio: Libertad Religiosa. Esto no significa que el concepto de Libertad Religiosa no tenga su origen en el verdadero cristianismo, lo que queremos decir es que un principio que debió emanar de la religión cristiana al pueblo, fue otorgado por un gobierno secular, como fue el caso de Francia y otras naciones en la actualidad.
En este contexto histórico el principio de Libertad Religiosa, en una forma única en la larga y accidentada historia humana, vería su nacimiento en el Nuevo Mundo. EEUU, independientemente de sus debilidades, sería la nación líder mundial en el desarrollo de esta nueva forma de gobierno. Sin embargo, la libertad de conciencia y de cultos no fue una realidad dorada en Norteamérica desde sus mismos orígenes, ya que el grupo religioso mayoritario (los puritanos) usaba la misma política intolerante del Papado para imponer sus criterios religiosos a los demás por medio de las autoridades seculares. No fue sino hasta que Rogelio Williams (quien tuvo que huir para no ser apresado y juzgado por sus ideas) fundó el estado de Rodhe Island. Fue allí donde por primera vez en la historia de la humanidad se dio plena libertad para todos los ciudadanos independientemente sus creencias religiosas.
No deja de ser admirable el giro de casi 180 grados que ha dado el Papado en el contexto de la libertad de cultos (que antes condenaba). Pero si bien son admirables los cambios que ha experimentado, sus comentarios llegaron tarde. Con todo, debemos valorar sus esfuerzos en esta dirección, y creo, que como cristianos no debemos juzgar la sinceridad de estos esfuerzos. Y es que la libertad de cultos para todos, significa libertad para todos.
¿Cómo entender entonces, la predicción de la curación de la herida de muerte? ¿Significa que el Papado volverá a sus antiguas andadas? Efectivamente, por más inverosímil que parezca a la mente moderna acostumbrada a las actuales libertades. Para muchos estudiosos, es precisamente aquí donde se torna increíble nuestra interpretación sobre esta profecía apocalíptica. Sin embargo, decir esto cien años atrás resultaba más inverosímil aun, pero la mente reflexiva debe detenerse y considerar los cambios dramáticos que se han producido y están ocurriendo en el mundo ante nuestros ojos. Nadie negará que el Papado haya salido triunfante de su inactividad política mundial, ya que posee una fuerza y una influencia moral inigualable en el planeta. Sus incursiones se hacen sentir en todos los campos que afectan la vida humana. Nadie, excepto que haya sido guiado por “la Palabra profética más segura” podía predecir más de 150 años antes que esto ocurriría. Y esto es precisamente lo que los adventistas han hecho en forma sorprendente.
La siguiente cita nos permite entender mejor lo que venimos diciendo: “El siglo XIX se había vanagloriado de excluir a la iglesia de los asuntos de este mundo: le parecía que la religión, hecha para las cosas del cielo, nada tenía que hacer en las cosas de la tierra […]; y he aquí que esta vieja madre, considerada chocheante por la irreverencia de tantos de sus hijos, se pone a hablar a los hombres de lo que tanto les apasiona y les divide […]. Parece que asistimos a la entrada de nuevo en la escena de uno de los mas grandes actores de la historia: el Papado”.
Para que el Papado sane de su herida y recupere la supremacía en el mundo, debe conquistar de alguna manera las modernas ideologías que promueven la separación de la Iglesia y el Estado. Y en esta guerra ideológica está un punto muy alto. Y más aun, según la profecía que estamos estudiando, el Papado podrá sanar su herida de muerte, sólo por medio de la ayuda que le provee otro poder político (la ultima potencia política). Sin esta ayuda la fuerza papal quedaría limitada y sus sueños de supremacía nunca se cumplirían (Hector A. Delgado, Una Mirada al Futuro como está Revelado en Apocalipsis 12 y 13, [HAD Publicaciones, New York, 2009], pp. 45-54).
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.