Re: La "Santa" Madre Iglesia; y la "Santa" Inquisición.
:lol:
Maquinaria del infierno???...............jajajajajajajajajajaja
Burlate, pero recuerda que Dos no puede ser burlado; la inquisición fue una maquinaria del infierno.
Pero tu lo seguiras aplaudiendo, desde luego.
Lo que a ti te da risa, a mi me da nauseaS
por cierto ante tu insensibilidad a lo sucesos d ela noche de Bartolomé y la matanzsa de hugonotes, Vladenses y demas por parte de tuinstitucion religiosa, podemos leer lo siguiente:
La paz de 1570 prometía ser duradera. Catalina de Médicis se mostraba dispuesta a volver a hacer las paces con los protestantes, quizá siempre con la esperanza de que la ayudaran a limitar el poder de los de Guisa. En 1571 Cóligny se presentó en la corte, y pronto hizo fuerte impresión en el joven rey, quien llegó a llamarlo "padre mío". Además, se hicieron planes para casar a Margarita, hermana del Rey y por tanto hija de Catalina, con Enrique de Borbón, hijo de Antonio de Borbón, quien era uno de los principales jefes del partido protestante.
Todo parecía marchar bien para los hugonotes, que tras largos sufrimientos podían por fin presentarse libremente en la corte y demás lugares públicos. Pero bajo las dulces apariencias se escondían otras intenciones. El nuevo duque de Guisa, Enrique, estaba convencido de que su padre había sido asesinado por orden de Coligny, y quería vengar su muerte. Catalina comenzaba a sentir celos de¡ noble protestante cuya recia hidalguía había conquistado la admiración del Rey. Se tramó así una conspiración para deshacerse de quien era sin lugar a dudas la figura más limpia y respetable de esos tiempos turbulentos.
Los principales jefes hugonotes se encontraban en París para las bodas de Enrique de Borbón, rey de Navarra, con Margarita Valois, hermana de¡ Rey de Francia. Las nupcias se celebraron con toda pompa el 18 de agosto, y los protestantes se gozaban de verse, no sólo tolerados, sino hasta respetados, cuando ocurrió el atentado alevoso. El almirante de Coligny iba hacia su casa, de regreso del Louvre, cuando desde un edificio que era propiedad de los de Guisa le dispararon, llevándole el Indice de la mano derecha e hiriéndolo en el brazo izquierdo.
Coligny no murió, pero los airados hugonotes clamaron pidiendo justicia. El Rey tomó la investigación en serio. Se decía que el arcabuz que se había utilizado para el atentado pertenecía al duque de Guisa, y que el asesino había huido en un caballo proporcionado por la Reina Madre. Algunos añadían que el hermano del Rey, Enrique de Anjou, era parte de la conspiración. El Rey, indignado, despidió a los de Guisa de la corte.
En tales circunstancias era necesario para los conspiradores tomar medidas 4ticas. De acuerdo con los de Guisa, Catalina de Médicis convenció a Carlos IX de que existía una vasta conspiración hugonote, encabezada por Coligny, para apoderarse del trono. El Rey, que nunca había mostrado independencia de criterio, ó, y así quedó listo el escenario para la horrible matanza.
La noche del día de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, con la anuencia Rey, y siguiendo instrucciones de Catalina de Médicis, el duque de Guisa reunió a los encargados de guardar el orden en la ciudad, y les dio sus instrucciones, indicándole a cada uno qué casas debía asaltar y quiénes serían sus víctimas. El mismo se encargó personalmente del almirante de Coligny, que convalecía todavía.
Coligny fue sorprendido en su cámara, donde fue herido repetidamente. Todavía vivo, lo arrojaron por la ventana a la calle, donde esperaba el duque, quien lo pateó y le dio muerte. Después mutilaron horriblemente su cuerpo, y colgaron lo que quedaba en el patíbulo de Montfaucon.
Mientras tanto, unos dos mil hugonotes eran muertos de igual manera. En el propio palacio real del Louvre, la sangre corría por las escaleras. Los dos príncipes de la sangre protestantes, Luis de Condé y Enrique de Borbón, rey de Navarra y cuñado del Rey, fueron llevados ante éste, donde se salvaron abjurando de su fe.
La matanza de París fue la señal para que se produjeran hechos semejantes en las provincias. Los de Guisa habían enviado órdenes en ese sentido y, aunque varios magistrados se negaron a cumplirlas, diciendo que no eran verdugos ni asesinos, los muertos se contaron en decenas de millares.
La noticia conmovió al resto de, Europa. Como hemos dicho, Guillermo el Taciturno, que a la sazón marchaba sobre Bruselas (y que después se casó con una de las hijas de Coligny) se vio obligado a suspender su campaña. Isabel de Inglaterra se vistió de luto. El emperador Maximiliano II, con todo y ser buen católico, expresó su horror. Pero en Roma y en Madrid los sentimientos fueron muy distintos. El papa Gregorio XIII, al principio conmovido, cuando creyó que el protestantismo había sido aplastado en Francia ordenó que se cantara un Te Deum en celebración de la noche de San Bartolomé, y que se hiciera lo mismo todos los años para conmemorar el supuestamente glorioso acontecimiento. En cuanto a Felipe 11, se dice que al enterarse de lo sucedido rió en público por primera vez, y que ordenó también un Te Deum y otras celebraciones.
(Transcripción de "Historia del Cristianismo", tomo 2, por Justo L. Gonzalez, Editorial Unilit)
El anterior relato está suave en comparación con la realidad y las narraciones de otros autores históricos.
Igual sevicia que tuvieron con el almirante Coligny, la tuvieron con todos, descuartizándolos y masacrádolos a mansalva.
Lo copio por la curiosidad sobre este episodio sucedido en París de la masacre o matanza alevosa de más de 2.000 hugonotes (protestantes) en esa ciudad y decenas de millares en toda Francia, por manos de los católico-romanos, la noche del día de San Bartolomé.
Esta horrible matanza, provocó sendos Te-Deums con carcajadas gozosas del papa Gregorio XIII y del rey Felipe II.
Esto no es periodismo amarillo, es historia.
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