Re: ¿Sábado o Domingo?
2010
EL DÍA SANTO DEL SEÑOR
INTRODUCCIÓN
El tema del Día de Reposo es uno de los más complejos de la doctrina, no sólo cristiana sino también judía. Bien argumentan los judíos (en la actualidad) que el Día de Reposo fue dado como señal del pacto que Dios hizo con ellos por medio del profeta Moisés, veamos:
“En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; PORQUE ES SEÑAL ENTRE MÍ Y VOSOTROS por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo.” (Éxodo 31:13-14)
Si el mandamiento de guardar el Día de Reposo fue dado como señal entre Dios y los Judíos, gran parte de los cuales ahora vive en Israel, ¿Por qué los cristianos guardan un día sagrado?.
La interrogante anterior se constituye en una pregunta legítima que podría lanzar cualquier judío a un cristiano en la actualidad.
¿Existe algún pasaje en el Nuevo Testamento que establezca el Séptimo Día como señal del convenio que Dios hace con los que aceptan el evangelio (ya sean estos judíos o gentiles)?, la respuesta es un rotundo “NO”.
¿Por que entonces guardan los cristianos un Día de Reposo?, más aun; ¿por qué millones de cristianos guardan el primer día de la semana (domingo), como Día Santo, en lugar del séptimo?
¿Es posible que el Señor mismo estableciera el cambio del Día de Culto para los cristianos? Y si así fuera, ¿Cuál de todas las iglesias que defienden este principio es la que el Señor reconoce como suya?
En este Blog, se darán respuestas a todas estás preguntas y se desarrolla este apasionante tema de un modo bastante claro y bien documentado. El lector tiene la libertad plena de acudir a todas las fuentes que se citarán.
Es importante aclarar que no es nuestro propósito contender en modo alguno con creencias o doctrinas que defienden la observancia de cualquiera de estos dos días (sábado o domingo) como sagrado, sino sólo presentar los hechos relacionados con el día de reposo de un modo amplio, claro y rigurosamente exacto.
LA CREACIÓN Y EL DÍA DE REPOSO
Luego de haber acabado la obra de la creación, el Señor descansó el día séptimo y lo santificó:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y BENDIJO DIOS AL DÍA SÉPTIMO, Y LO SANTIFICÓ, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Génesis 2:2-3)
La historia del día de reposo empieza aquí, inmediatamente después de haber terminado la creación de la tierra. Dios bendijo al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho.
Es importante notar aquí que el día de reposo es también una creación de Dios que está sujeta a él.
Existe una eternidad hacia atrás, antes de la creación de la tierra, en la que el séptimo día (como día santificado) no existió. El Día de Reposo no se guardó ni se santificó antes de que existieran las estrellas, los ángeles, etc.
En el Nuevo Testamento se nos da a conocer que el Hijo de Dios es el creador del universo (Hebreos 1:2). Es decir, bajo la dirección de su Padre, Cristo creó la tierra y todo lo que hay sobre ella. Veamos otros pasajes de las escrituras que respaldan plenamente esta doctrina:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. El era en el principio con Dios. TODAS LAS COSAS POR ÉL FUERON HECHAS, Y SIN ÉL NO FUE HECHO NADA DE LO QUE HA SIDO HECHO.” (Juan 1:1-3).
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. PORQUE EN ÉL FUERON CREADAS TODAS LAS COSAS, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; TODO FUE CREADO POR MEDIO DE ÉL Y PARA ÉL.” (Colosenses 1:15).
Es por esta razón que Jesús es el dueño del día de reposo:
“porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.” (Mateo 12:8).
Jesucristo estableció también que, aun cuando él y su Padre descansaron el séptimo día de su obra creadora, ambos seguían trabajando incluso el sábado:
“Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en SÁBADO. Pero Jesús les respondió: MI PADRE HASTA AHORA TRABAJA; TAMBIÉN YO TRABAJO” (Juan 5:16-17).
Con estas palabras, Jesús colocaba intrínsecamente en sus manos el fundamento mismo del cuarto mandamiento. Es decir, al no haber concluido su trabajo, Jesús (el dueño del día de reposo) podía establecer como Día Santo otro día que no fuera el séptimo.
La resurrección de Cristo, el primer día de la semana, es el evento que culminante de la Misión del Salvador en la tierra. A partir de ese momento todo se renueva. En otras palabras, aun cuando la creación de la tierra fue una obra sumamente importante dentro del plan de salvación, la resurrección de Cristo es la parte más importante de ese mismo plan:
“Y SI CRISTO NO HA RESUCITADO, vana es nuestra predicación; VANA TAMBIÉN ES VUESTRA FE” (1 Corintios 15:14).
“y SI CRISTO NO HA RESUCITADO, VUESTRA FE ES INÚTIL; todavía estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:17).
En la resurrección de Cristo todo lo antiguo caduca y se origina una Nueva Creación:
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino UNA NUEVA CREACIÓN.” (Gálatas 6:15).
Por tanto, todas las cosas antiguas pasan y todo se renueva:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; LAS COSAS VIEJAS PASARON; HE AQUÍ TODAS SON HECHAS NUEVAS” (2 Corintios 5:17).
Lo anterior es de suma importancia, pues debemos recordar que la observancia del Septimo Día era una señal del pacto que el Señor había hecho con los Israelitas. Ese pacto antiguo caducaba con la puesta en vigor del Evangelio de Jesucristo (el Nuevo Pacto).
Esto implicaba necesariamente el establecimiento de una nueva legislación; una legislación que ratificase o modificase la observancia del Séptimo Día como día de reposo.
Los escritos de los apóstoles dan testimonio de que la observancia de los días sagrados judíos (entre ellos el séptimo día) cesó con la entrada en vigor de la Ley del Evangelio:
"Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? GUARDÁIS LOS DÍAS, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros." (Gálatas 4:9-10).
EL SABATH ANTES DE MOISÉS
Luego de la santificación del día de séptimo, registrada en el capítulo dos de Génesis, no se vuelve a mencionar al “séptimo día” (como un día apartado para el descanso y la adoración) sino hasta el episodio del “mana” registrado en el capítulo 16 de éxodo:
“Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.” (Éxodo 16:23).
No hay registro alguno de que Adán, Set, Enoc, Noe, Abraham, Isaac o cualquiera de los profetas (hasta el tiempo del éxodo) hayan descansado el séptimo día. Tampoco existe indicio alguno de que los primeros profetas o patriarcas hayan recibido instrucciones precisas sobre que hacer (o que no hacer) el séptimo día.
Sin embargo, aunque no se menciona expresamente, se puede deducir que efectivamente los patriarcas sí observaron el día séptimo como un día de descanso, y que sí existía una legislación (que, de hecho, ya no se encuentra en la Biblia) respecto de ese día.
Esto último es extremadamente importante puesto que si concluimos que Enoc, Noe, Abraham, etc. guardaron el día de reposo, aun cuando no existe ningún pasaje de la Biblia que expresamente apoye esta afirmación, entonces se debe admitir que hay cosas que ahora no están en las escrituras pero que, sin duda, estuvieron allí en el pasado.
EL DÍA DE REPOSO EN LA LEY DE MOISÉS
El cuarto mandamiento de los diez que el Señor escribió con su propio dedo (éxodo 31:18) dice lo siguiente:
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20:8-11).
En primer lugar, se deja en claro que esto no era algo nuevo (“acuérdate”), luego se enfatiza que todo trabajo debe cesar ese día, finalmente, se recuerda a los israelitas la razón de que sea el séptimo día de la semana (el descanso del Señor al final de la creación).
Ahora bien, es importante aclarar que el cuarto mandamiento, registrado en el capítulo veinte de éxodo, llegó con un añadido a los israelitas, pues Moisés rompió las primeras tablas:
“Aconteció que cuando llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, la ira de Moisés se encendió, y ARROJÓ LAS TABLAS DE SUS MANOS Y LAS ROMPIÓ AL PIE DEL MONTE” (éxodo 32:19).
Las nuevas tablas, que recibiera Moisés a cambio de las primeras, establecerían la observancia del Día de Reposo como un convenio entre el Señor y los israelitas. La observancia del Sabath estaría relacionada con la liberación de los israelitas del yugo egipcio, veamos:
“Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu dios… ACUÉRDATE QUE FUISTE SIERVO EN TIERRA DE EGIPTO, Y QUE JEHOVÁ TU DIOS TE SACÓ DE ALLÁ CON MANO FUERTE Y BRAZO EXTENDIDO; POR LO CUAL JEHOVÁ TU DIOS TE HA MANDADO QUE GUARDES EL DÍA DE REPOSO” (Deuteronomio 5:12-15).
El mandamiento dado a los israelitas acerca del día de reposo, contenido en el segundo par de tablas, era diferente del que habían observado los patriarcas antes de Moisés. El Señor había hecho con Moisés un Pacto distinto al que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.
En otras palabras, lalegislación del día de reposo, contenido en el decálogo, no era la que habían observado Jacob, Isaac o Abraham. Este pacto que Dios hizo con los israelitas luego de su salida de Egipto era una legislación nueva, que llegaría a formar parte de lo que se conocería, más adelante, como la Ley de Moisés. Esto se puede ver fácilmente en la introducción al Decálogo del capítulo cinco de Deuteronomio:
“Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. NO CON NUESTROS PADRES HIZO JEHOVÁ ESTE PACTO, SINO CON NOSOTROS TODOS LOS QUE ESTAMOS AQUÍ HOY VIVOS” (Deuteronomio 5:1-3).
Luego, en los versos 12, 13, 14 y 15 aparece el mandamiento referente a la observancia del séptimo día como Día de Reposo. Éste sería como “recordatorio” de un acontecimiento relacionado con su historia reciente:
“…acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5:15).
¿Qué evidencia hay de que los Diez Mandamientos (contenidos en el capítulo cinco de Deuteronomio) formaban parte del antiguo pacto conocido como la Ley de Moisés?
Veamos algunos pasajes que claramente señalan que los diez mandamientos SÍ formaban parte de este pacto que hizo Dios con el antiguo Israel:
"Y él contestó: He aquí, YO HAGO PACTO…Guarda lo que yo te mando hoy…SEIS DÍAS TRABAJARÁS, MAS EN EL SÉPTIMO DÍA DESCANSARÁS; aun en la arada y en la siega, descansarás” (Éxodo 34:10-11, 21).
"Y escribió en tablas LAS PALABRAS DEL PACTO, LOS DIEZ MANDAMIENTOS." (Éxodo 34:28).
"Y el os anunció SU PACTO, el cual os mandó poner por obra; LOS DIEZ MANDAMIENTOS." (Deuteronomio 4:13).
Toda la ley conocida como la Ley de Moisés fue dada por Dios. Técnicamente hablando, el nombre de esta ley debería ser “La Ley dada por el Señor a través de Moisés”.
En segundo lugar, es importante señalar que, de acuerdo con la información contenida en el Antiguo Testamento, el día de reposo formaba parte de las fiestas solemnes, veamos:
“Habla a los hijos de Israel y diles: las FIESTAS SOLEMNES de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas: SEIS DÍAS SE TRABAJARÁ, MAS EL SÉPTIMO DÍA SERÁ DE REPOSO, SANTA CONVOCACIÓN; NINGÚN TRABAJO HARÉIS; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis…” (Levítico 23:1-8).
Todas estas fiestas solemnes eran consideradas "días de reposo”: La Pascua (Éxodo 12:1-20 y Levítico 23:5), Las Fiestas de lo primeros frutos (Levítico 23:9-14), La Fiesta de las Semanas (Levítico 23:15-21), La Fiesta de Trompetas (Levítico 23-25), El Día de Expiación (Levítico 16 y Levítico-23:26-32), La Fiesta de Tabernáculos (Levítico 23:33-36).
La Ley de Moisés se había dado de tal manera que aquel que no cumplía con observar alguno de estos días quebrantaba toda la ley. No se podía escoger entre este día si pero éste no. O se cumplía todo o no se cumplía nada, porque las consecuencias eran las mismas. A esto se refiere el apóstol Pablo cuando dice:
"Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición; pues escrito esta: ‘maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas… y que por la ley ninguno se justifica." (Gálatas 3:10-12).
LAS “FIESTAS SOLEMNES” Y EL EVAMGELIO DE CRISTO
Las fiestas solemnes que observaba el antiguo Israel caducan con la entrada en vigor de la Ley del Evangelio. El apóstol Pablo enseña, de manera categórica, este principio, veamos:
"Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? GUARDÁIS LOS DÍAS, LOS MESES, LOS TIEMPOS Y LOS AÑOS. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros." (Gálatas 4:9-10).
Se puede ver con claridad que Pablo considera a las fiestas solemnes (Séptimo Día, Día de Pentecostés, Pascua, Año del Jubileo, etc.) como festividades que los cristianos ya no tenían que observar.
El apóstol dice que las personas que observaban estas festividades eran "esclavos” de la ley antigua. En otras palabras, los cristianos que seguían guardando el día séptimo no habían comprendido que el evangelio reemplazaba a la ley antigua.
El propósito de aquella ley ya caduca fue preparar a los Israelitas para la venida de Cristo, el Mesías prometido:
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? fue añadida a causa de las transgresiones, HASTA QUE VINIESE LA SIMIENTE A QUIEN FUE HECHA LA PROMESA; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador” (Gálatas 3:19).
“De manera que LA LEY HA SIDO NUESTRO AYO, PARA LLEVARNOS A CRISTO, a fin de que fuésemos justificados por la fe. PERO VENIDA LA FE, YA NO ESTAMOS BAJO AYO” (Gálatas 3:24-25).
Por lo tanto, La ley de Moisés es semejante al tutor de un niño. En otras palabras, la Ley de Moisés sería una especie de guía que conduciría a Israel hacia Cristo. Esto, por supuesto, implica que todas las ordenanzas y fiestas solemnes contenidas en la Ley de Moisés no tenían el poder para salvar a nadie (Hebreos 10:4-9), pues sólo fueron parte de una ley que los conduciría al Cristo. Esto permite comprender algunos pasajes de las escrituras que, de otro modo, podrían resultar confusos:
“No traigáis más ofrendas vanas. El incienso me es una abominación; también las lunas nuevas, LOS SÁBADOS, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades. Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras festividades. Me son una carga; estoy cansado de soportarlas” (Isaías 13:14).
Por lo tanto, si Israel caía en apostasía, el Señor podría hacer cambios en la observancia de estas fiestas solemnes. De hecho, Oseas profetizó que la observancia del Día de Reposo cesaría en el futuro:
“Y haré CESAR todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y SUS DÍAS DE REPOSO, y todas sus festividades.” (Oseas 2:11).
Ahora bien, de acuerdo con la Ley de Moisés, cualquiera que hiciera obra alguna el día de reposo era castigado con la muerte. La pena capital estaba claramente estipulada, veamos:
“Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; CUALQUIERA QUE TRABAJE EN EL DÍA DE REPOSO, CIERTAMENTE MORIRÁ” (Éxodo 31:15-16).
En el Pentateuco se registraba la muerte de un hombre cuyo delito había consistido en “juntar leña el sábado”, veamos:
“Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Jehová dijo a Moisés: IRREMISIBLEMENTE MUERA AQUEL HOMBRE; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.” (Números 15:32-36)
Puesto que Jesucristo era judío, él estaba sujeto a la ley y sabía que la realización de cualquier trabajo en ese día era quebrantar el mandamiento (“no harás en el obra alguna”) y, sin embargo, no sólo él sino también sus discípulos hacían cosas que aparentemente no eran lícitas según la ley, veamos:
“Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?” (Lucas 6:1-2).
La ley de Moisés era muy estricta, y para el tiempo de Jesús estaba absolutamente vigente. ¿Por qué entonces los apóstoles del Señor hacían lo que no era lícito en ese día?
Examinemos la respuesta de Jesús a los fariseos:
“Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lucas 6:3-5).
En otras palabras, Jesucristo presenta como defensa de su “proceder”, el hecho de que él era el dueño del día de reposo.
EL “SÉPTIMO DÍA” HASTA LA RESURRECCIÓN
Respecto de la caducidad de la ley antigua, y la entrada en vigencia de la ley del evangelio, el apóstol Pablo declaró lo siguiente:
“Al decir "Nuevo Pacto", ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está próximo a desaparecer” (Hebreos 8:13).
La ley de Moisés es la ley de la Letra, la cual ha sido reemplazada por el evangelio de Jesucristo. Así lo enseña el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios, veamos:
"sino que nuestra competencia proviene de Dios, EL CUAL ASIMISMO NOS HIZO MINISTROS COMPETENTES DE UN NUEVO PACTO, NO DE LA LETRA SINO DEL ESPÍRITU." (2 Corintios 3:5-6).
Ahora bien, cuando Cristo ejerció su ministerio en la tierra, la ley de Moisés estaba vigente. Por lo tanto, Cristo y sus discípulos observaron el día de reposo. Esto fue así hasta el día previo a la resurrección de Cristo:
“Y vueltas, aparejaron especias aromáticas y ungüentos; y REPOSARON EL SÁBADO, conforme al mandamiento.” (Lucas 23:56).
Ahora bien, es importante notar que, aun cuando observaba el “Día de Reposo”, Cristo dejaba en claro que él era dueño de ese día, veamos:
“El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por lo tanto, EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR AUN DEL DÍA DE REPOSO” (Marcos 2:27, 28).
“Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en DÍA DE REPOSO hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ELLOS SE LLENARON DE FUROR, Y HABLABAN ENTRE SÍ QUÉ PODRÍAN HACER CONTRA JESÚS” (Lucas 6:9-11).
UNA “PREGUNTA CLAVE” Y UNA “RESPUESTA CLAVE”
¿Puede el Señor, que es dueño del día de reposo, designar otro día para la adoración en lugar del séptimo día?
La respuesta es un rotundo SÍ. Ahora explicaremos el fundamento de esta respuesta.
Para empezar, examinaremos el siguiente pasaje:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: TODA POTESTAD ME ES DADA EN EL CIELO Y EN LA TIERRA” (Mateo 28:18).
Si Jesucristo no pudiera cambiar el día de reposo a voluntad entonces su poder estaría limitado. Él no podría tener “toda potestad en el cielo y en la tierra”:
En segundo lugar, se debe aclarar que los mandamientos del Señor son perfectos sólo en el sentido de que portan una huella de la perfección de su autor. Si así no fuera (y Cristo no pudiera cambiarlas) serían ellos mismos dioses. El apóstol Pablo enseñó esto cuando dijo:
“Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, SERVISTEIS A LOS QUE POR NATURALEZA NO SON DIOSES” (Gálatas 4:10).
El apóstol aquí se refiere a los días sagrados (el sábado, el día de Pentecostés, etc.). Esto se puede verificar fácilmente en el párrafo que sigue:
“En cambio, ahora que habéis conocido a Dios… ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? ¡Guardáis los DÍAS, los MESES, las ESTACIONES y los AÑOS! Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor.” (Gálatas 4:11).
La Ley de Moisés (con su precepto sobre el séptimo día) es imperfecta. Si la Ley antigua hubiera sido perfecta, no habría sido necesario el Evangelio de Jesucristo. Esta nueva ley, la Ley del Evangelio, es la ley perfecta, la ley de la libertad, en la cual hay que perseverar:
“Mas el que mira atentamente en LA PERFECTA LEY, LA DE LA LIBERTAD, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25).
La Ley de Moisés era administrada por la autoridad del Sacerdocio según el orden de Aarón. Cristo trajo el Sacerdocio de Melquisedec y con él la Ley cambió:
“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:11-12)
Un Poder Ilimitado
Es evidente que el poder del Señor es ilimitado. El Señor es “Todopoderoso” y, por lo tanto, hace las cosas según su voluntad:
“Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo: Yo hago morir, y yo hago vivir: Yo hiero, y yo sano: Y no hay quien pueda librar de mi mano.” (Deuteronomio 32:39).
El poder del Señor es tal que puede incluso revocar “pactos perpetuos”. Veamos el caso de Elí, el juez de Israel, a quién el Señor le hizo una promesa y luego, por medio de su Profeta, la Revocó:
“Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: YO HABÍA DICHO QUE TU CASA Y LA CASA DE TU PADRE ANDARÍAN DELANTE DE MÍ PERPETUAMENTE; MAS AHORA HA DICHO JEHOVÁ: NUNCA YO TAL HAGA, porque yo honraré a los que me honran, y los que me tuvieren en poco, serán viles. He aquí vienen días, en que cortaré tu brazo, y el brazo de la casa de tu padre, que no haya viejo en tu casa.” (1 Samuel 2:30-31).
El Señor también puede hacer cambios en lapsos de tiempo relativamente cortos. Veamos el caso de Ezequías a quien se le dijo que indefectiblemente moriría:
“En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a él y le dijo: -Así ha dicho Jehová: "Pon en orden tu casa, porque MORIRÁS Y NO VIVIRÁS." (2 Reyes 20:1).
Momentos después, sin embargo, el Señor indica que Ezequías ya no morirá sino que vivirá quince años más:
“Así ha dicho Jehová, Dios de tu padre David: ’He oído tu oración y he visto tus lágrimas. HE AQUÍ QUE YO TE SANO; al tercer día subirás a la casa de Jehová. AÑADIRÉ QUINCE AÑOS A TUS DÍAS, y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David." (2 Reyes 20:5-6).
La conclusión es simple: Dios puede hacer cambios según su parecer. Este es el caso del día de reposo. Así como el Señor tuvo el poder para mandarle al pueblo de Israel que observara el séptimo día como “Día de Reposo”, de la misma forma, él mismo Señor puede designar (por una razón específica) otro día como día de adoración.
ESTAMOS LIBRES DE LA LEY
El apóstol Pablo utilizó la analogía del matrimonio para explicar como es que el Evangelio reemplaza a la Ley de Moisés como legislación para la Iglesia de Jesucristo, veamos:
“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive: pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido… ASÍ TAMBIÉN VOSOTROS, HERMANOS MÍOS, HABÉIS MUERTO A LA LEY MEDIANTE EL CUERPO DE CRISTO, PARA QUE SEÁIS DE OTRO, DEL QUE RESUCITÓ DE LOS MUERTOS, a fin de que llevemos fruto para Dios” (Romanos 7:1-4).
El apóstol Pablo, en este pasaje, está usando la relación matrimonial, y la ley que gobierna esa unión, para enseñar que la Ley Antigua había cesado y que había entrado en vigor una Ley Nueva. Pablo enfatiza aún más esta doctrina cuando añade:
“Pero ahora ESTAMOS LIBRES DE LA LEY, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo EL RÉGIMEN NUEVO DEL ESPÍRITU y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
Es importante resaltar que la Ley de Moisés, a la que se refiere Pablo en este pasaje, incluía los Diez Mandamientos. Esto se puede ver claramente en el versículo siguiente, donde dice:
“Yo no conocí el pecado sino por la ley; PORQUE TAMPOCO CONOCIERA LA CODICIA, SI LA LEY NO DIJERA: NO CODICIARÁS” (Romanos 7:7).
Esto demuestra que la Ley de Moisés incluía los Diez Mandamientos pues el décimo de estos es “No Codiciarás”. Por consiguiente, Pablo dice que aquella ley, que incluía la observancia del séptimo día como Día de Reposo (cuarto mandamiento del decálogo) ha cesado.
Luego de la resurrección del Señor la ley de Moisés caduca, es decir se cumple en Jesucristo o tiene su fin en él, y entra en vigencia la Nueva Ley, el Evangelio de Jesucristo. Por lo tanto, la Vieja Ley cesa y todo se renueva.
Un análisis cuidadoso de los evangelios nos ayuda a comprender que, en sus enseñanzas, Jesucristo estaba preparando la gente para la eliminación de la observancia del día séptimo (véase Juan 7:22-24; Lucas 13:10-16; 14:1-6 y Mateo 12:5-8).
De hecho, Jesús afirmaba que él trabajaba el séptimo día porque Dios, su propio padre, también trabajaba en ese día:
“Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, PORQUE HACÍA ESTAS COSAS EN SÁBADO. Pero Jesús les respondió: MI PADRE HASTA AHORA TRABAJA; TAMBIÉN YO TRABAJO. Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo QUEBRANTABA EL SÁBADO, sino que también LLAMABA A DIOS SU PROPIO PADRE, haciéndose igual a Dios.” (Juan 5:16-18)
Aunque esta declaración pude no tener mucho significado para un cristiano en la actualidad, para los escuchas de Cristo era extremadamente relevante.
Como dueño del día de reposo Jesús no estaba sujeto al séptimo día; era el sábado el que estaba sujeto a él. Nadie tenía el derecho de Juzgar las acciones de Cristo en el sabath porque él era el dueño de ese día:
“PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR DEL SÁBADO.” (Mateo 12:8).
El Día de Reposo se origina en el descanso del Señor, el séptimo día, luego de terminar su obra creadora (Génesis 2:2). La observancia del Día del Señor (el primer día de la semana) se origina en la resurrección del Señor.
Tal como lo dijera el erudito judío Edersheim, en su obra “Bible History: Old Testament”, el cambio del día séptimo (“Sabath”) al primero (“el Día del Señor”) se fundamenta en la resurrección de Jesucristo:
“Todo lo que procedió de la mano de Dios fue "bueno en gran manera", es decir, perfecto para responder al propósito para el que habían sido destinados. "Y el séptimo día Dios terminó la obra que había hecho, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho, y bendijo Dios el día séptimo, y lo santificó: porque en él descansó de toda la obra que había creado y hecho”, es sobre esta institución original, del sábado como un día santo de descanso, que finalmente se basa nuestra observancia del Día del Señor. El cambio en el preciso día - del séptimo al primero de la semana – habiéndose originado en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, por quien no sólo la primera, sino también la nueva creación fue finalmente completada [Véase Isaías 65:17].” (Bible History: Old Testament, [Historia Biblica: Antiguo Testamento] 1876-1880, Edersheim)
Es importante saber que si en esta vida sólo esperamos en Cristo, sin creer en la resurrección, somos los más dignos de piedad de todos los hombres:
“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, SOMOS LOS MÁS DIGNOS DE CONMISERACIÓN DE TODOS LOS HOMBRES.” (1 Corintios 15:19)
Recordemos:
“Mas ahora, CRISTO HA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, primicia de los que durmieron es hecho. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre la resurrección de los muertos. PORQUE ASÍ COMO EN ADÁN TODOS MUEREN, ASÍ TAMBIÉN EN CRISTO TODOS SERÁN VIVIFICADOS” (1 Corintios 15:20-22).
EL “DÍA DE REPOSO” DESPUÉS DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
La resurrección del Señor el “primer día de la semana”, es uno de los hechos más ampliamente atestiguados en el Nuevo Testamento. El apóstol Juan, por ejemplo, relata los acontecimientos que tuvieron lugar la noche de aquel mismo día:
“La noche de aquel mismo día, EL PRIMERO DE LA SEMANA, estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y puesto en medio de ellos les dijo: Paz a vosotros. Y como hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.” (Juan 20:19-20).
Luego de que Cristo muriera en la Cruz, José de Arimatea solicitó a Pilato que le entregase el cuerpo del Señor para colocarlo en un sepulcro:
“Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo… de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual también esperaba el Reino de Dios. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitado, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro que era labrado de piedra, en el cual ninguno había aún sido puesto.” (Lucas 23:50-53).
Lucas informa con bastante claridad que el día en que el Señor fue puesto en la tumba era el día de la preparación de la pascua que es el equivalente al día que hoy llamamos “viernes”:
“Y era DÍA DE LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA; Y ESTABA PARA RAYAR EL SÁBADO. Y viniendo también las mujeres que le habían seguido de Galilea, vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.” (Lucas 23:54-55).
Lucas explica además que estas mujeres descansaron el día sábado, el séptimo día, conforme al mandamiento:
“Y vueltas, aparejaron especias aromáticas y ungüentos; y REPOSARON EL SÁBADO, conforme al mandamiento.” (Lucas 23:56).
Al día siguiente, muy temprano, María Magdalena y otras mujeres, llegaron al sepulcro trayendo las especies aromáticas:
“Y EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especies aromáticas que habían aparejado, y algunas otras mujeres con ellas.” (Lucas 24:1).
Sin embargo, al llegar estas mujeres al sepulcro lo encontraron vacío:
“Y hallaron la piedra revuelta de la puerta del sepulcro. Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció, que estando ellas espantadas de esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuviesen ellas temor, y bajasen el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado…” (Lucas 24:2-6)
El Señor resucitó entonces el Primer día de la Semana, es decir el día que hoy llamamos domingo.
A partir de ese momento tanto los apóstoles como los miembros fieles de la iglesia primitiva empezaron a reunirse el primer día de la semana:
“OCHO DÍAS DESPUÉS, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: ¡Paz a vosotros!” (Juan 20:26).
Este primer día de la semana se convirtió el día de culto para los primeros cristianos. en este día se participaba de la Cena del Señor:
“EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente…” (Hechos 20:7).
Además, puesto que los miembros de la iglesia se reunían en este día, los líderes aprovechaban estas reuniones para recolectar las ofrendas:
“Cada PRIMER DÍA DE LA SEMANA cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” (1 Corintios 16:2).
El séptimo día de la semana fue observado como día de adoración por los discípulos de Jesús hasta el día en que él resucitó de entre los muertos. Luego de ello el Día de Culto pasó a ser el primer día de la semana. No se eliminó el día de culto. Pero ya no iba a ser el séptimo día sino el primero.
Esto, por supuesto, trajo algunos problemas puesto que los líderes judíos tuvieron un argumento más para atacar y perseguir a los primeros cristianos. Es precisamente por ello que el apóstol Pablo dice en su epístola a los colosenses:
“Por tanto, NADIE OS JUZGUE en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o DÍAS DE REPOSO.” (Colosenses 2,16).
¿Qué sentido podría tener esta instrucción si no se hubiese producido un cambio en el Día de Reposo?
CRISTO DIO FIN A LA LEY ANTIGUA
En Mateo 5:17-19 Jesús dice que no ha venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. A continuación, haciendo uso de su autoridad, “perfecciona” o "cambia" seis preceptos de la Ley mosaica. Veamos sólo un ejemplo de esos cambios:
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: NO PERJURARÁS, SINO CUMPLIRÁS AL SEÑOR TUS JURAMENTOS. Pero yo os digo: NO JURÉIS EN NINGUNA MANERA; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” (Mateo 5:33-37)
De acuerdo con la Ley dada por el Señor a Moisés, los israelitas no podían tomar el nombre de Dios “en vano”:
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios EN VANO; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre EN VANO” (Éxodo 20:7).
Esto permitía el uso del nombre de Dios siempre que no fuese “en vano”. Es decir, siempre que el juramento se cumpliese. Es por ello que los israelitas del antiguo testamento juraban casi continuamente, veamos:
“Porque VIVE JEHOVÁ DIOS DE ISRAEL que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón” (1 Samuel 25:34).
“Y DAVID VOLVIÓ A JURAR DICIENDO: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: No sepa esto Jonatán, para que no se entristezca; Y CIERTAMENTE, VIVE JEHOVÁ Y VIVE TU ALMA, que apenas hay un paso entre mí y la muerte. Y Jonatán dijo a David: Lo que deseare tu alma, haré por ti" (1 Samuel 20:3-4).
Por si el lector no se ha dado cuenta Jesús cambió el tercer mandamiento que decía: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios EN VANO” por un nuevo mandamiento “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios DE NINGUNA MANERA”.
Si Jesús no vino a cambiar “ni una jota ni una tilde” de la Ley ¿cómo se explica esta inconsistencia?
Si Jesucristo vino a sujetarse y a obedecer la ley sin cambiar un ápice lo que estaba escrito ¿por qué entonces dice: “Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo…”?
En realidad Jesús no quiso decir que él vino a sujetarse a la Ley. Lo que en realidad Cristo estaba enseñando era que él había venido a “dar fin a la ley”. La palabra “cumplir” no fue usada por Jesucristo en el sentido de “sujetarse a la Ley” sino en él sentido de “dar fin a ella”. Veamos algunos usos de esta connotación de la palabra “cumplir” en la misma Biblia:
“Y CUMPLIDOS (completados o finalizados) los días de su ministerio, se fue a su casa” (Lucas 1:23).
“Cuando a Elizabet se le CUMPLIÓ (se completó o finalizó) el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo" (Lucas 1:57).
“Y aconteció que estando ellos allí, se CUMPLIERON (se completaron o finalizaron) los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón" (Lucas 2:6-7).
“Cuando los mil años se CUMPLAN (se completen o finalicen), Satanás será suelto de su prisión” (Apocalipsis 20:7).
En estos versículos la palabra “cumplir” en ningún caso se refiere a obedecer sino a dar fin o completar. Es decir, en Cristo se cumplió el propósito de la Ley, la misma que había sido sólo “un ayo para llevarnos a Cristo” (Gálatas 3:24).
En otras palabras en cristo murió la ley antigua, por lo cual los hombres quedan libres de la Ley de Moisés:
“Pero ahora ESTAMOS LIBRES DE LA LEY, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
LA PREDICACIÓN Y LA ADORACIÓN
Después de la resurrección de Cristo los apóstoles empezaron a predicar el evangelio.
En toda ciudad, donde había judíos, los apóstoles les predicaban primero a ellos. Los judíos se congregaban en sábado en sus sinagogas para el culto, y los apóstoles aprovechaban la oportunidad para predicarles:
“Pasando de Perge, ellos llegaron a Antioquía de Pisidia. Y EN EL DÍA SÁBADO, HABIENDO ENTRADO EN LA SINAGOGA, SE SENTARON. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.” (Hechos 13:14-15; véase también Hechos 13: 42, 44; 16:13).
Esto demuestra que los apóstoles no adoraban el séptimo día, sino que aprovechaban el sábado para enseñar a los judíos. Las reuniones en las sinagogas no las dirigían los apóstoles, sino los líderes judíos (“los principales de la sinagoga”).
Sin embargo, los apóstoles SÏ se reunían el Primer Día de la Semana para adorar. Los líderes de la Iglesia eran quienes dirigían las reuniones en ese día, a la vez que se participaba de la Cena del Señor y se entregaban las ofrendas (Hechos 20:7, 1 Corintios 16:2).
Es importante señalar, sin embargo, que el sábado judío se había institucionalizado de manera sólida en la nación judía. Por lo tanto, los primeros cristianos (sujetándose a la ley que regía para toda la nación judía) cesaban sus labores el sábado pero se reunían para adorar el primer día de la semana (el Nuevo Día Santo).
Puesto que la legislación judía no contemplaba el primer día de la semana como un día de descanso, los primeros cristianos se veían obligados a reunirse de noche:
“El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso HASTA LA MEDIANOCHE” (Hechos 29:7).
Es evidente que para “alargar el discurso hasta la media noche la reunión tuvo que haber comenzado al “empezar la noche”.
Como acabamos de ver, de acuerdo con la ley judía, no se podía trabajar el sábado. Por lo tanto hubiera sido extremadamente problemático para los primeros miembros de la iglesia que los apóstoles hubiesen ordenado trabajar en ese día y adorar el primer día de la semana.
Puesto que la institucionalización del sábado habría de permanecer inalterable (dentro de la legislación judía) hasta la destrucción de Jerusalén el año 70 d.C., el día de reposo seguiría constituyendo una fecha difícil en caso de guerra o desastre. Esto por motivo de la limitada capacidad de movimiento y maniobra que resultaban de las restricciones extremas que la ley judía imponía en ese día.
Es por ello que Jesucristo expresa su deseo de que la huida de los cristianos durante el futuro sitio de Jerusalén no se produjera en día de reposo:
“¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado; porque entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás.” (Mateo 24:19-21).
OTROS ACONTECIMIENTOS EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA
Uno de los hechos más importantes de la historia del cristianismo, la venida del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés, también se produjo el Primer Día de la Semana:
“Cuando llegó el DÍA DE PENTECOSTÉS, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:1-4).
La mención de este acontecimiento es extremadamente relevante puesto que el Día de Pentecostés caía el día primero de la semana (véase Levítico 23:15, 16; Deuteronomio 16:9).
Teniendo en cuenta que los cristianos ya no tenían que observar las fiestas judías (Gálatas 4:10, Colosenses 2:16-17) ¿por qué razón estaban reunidos ese día?
El hecho evidente e indiscutible es que los apóstoles y los miembros de la iglesia estaban reunidos un primer día de la semana, y que ese día vino el Espíritu Santo.
“EL PESO DE LA EVIDENCIA”
EL DÍA DEL SEÑOR Y LA ETIMOLOGÍA
Otra de las evidencias de que efectivamente el primer día de la semana se convirtió en el “Día del Señor” surje al analizar etimologicamente el nombre dado al primer día de la semana en distintos idiomas arcáicos.
La etimología es la ciencia que estudia el origen de las palabras (la razón de su existencia, de su significación y de su forma). La palabra "etimología" viene del griego ἐτυμολογία, un compuesto de étymos (‘verdadero’), y logos (‘estudio’). Por consiguiente, la etimología estudia el verdadero significado de las palabras.
Por medio de la Etimología aprendemos que la expresión “el Día del Señor” aplicada al domingo, es la traducción al español de la frase griega “kuriake Hemera”. Ésta expresión aparece por primera vez en la literatura cristiana en la segunda mitad del primer siglo. En pocas décadas, sin embargo, el término “kuriake Hemera” se convierte en omnipresente en el cristianismo, de modo que se elide (omite) la palabra “Hemera”. Así, cuando un escritor cristiano mencionaba la palabra kuriake, sus lectores entendían que se refería al domingo.
Aunque una elisión de este tipo es imposible en español, en el idioma griego sí es posible gracias a las terminaciones. A fin de que nuestros lectores de habla-hispana entiendan esto, pondremos un ejemplo:
κυριακον - δειπνον
Del Señor - Cena
κυριακη - ημερα
Del Señor - Día
Aunque en ambas frases aparece la expresión "del Señor", las terminaciones son distintas.
La expresión "del Señor", en la frase "la Cena del Señor", se escribe así: κυριακον
La expresión "del Señor", en la frase "El Día del Señor", se escribe así: κυριακη
La elisión, por tanto, era perfectamente posible.
La etimología también nos da a conocer que el nombre propio dado al “primer día de la semana”, en los arcáicos idiomás griego, armenio y latín, significa literalmente "El Día del Señor". En el caso de la lengua rusa (es decir del idioma ruso) el nombre del primer día de la semana significa literalmente “Resurrección”, veamos:
DOMINICA (DÍA DEL SEÑOR) …………………. LATÍN
KURIAKE (DÍA DEL SEÑOR) ……………………GRIEGO
GIRAGI (DÍA DEL SEÑOR) ………………………ARMENIO
VOSKRESENIE (RESURRECCIÓN)…………….. RUSO
Estos nombres se originaron durante la expansión del cristianismo a finales del primer siglo y comienzos del segundo siglo de la era cristiana.
Ahora bien, la frase “el Día del Señor”, como nombre propio del primer día de la semana, aparece por primera vez, en nuestra Biblia, en el verso diez del primer capítulo del Apocalipsis (libro que se escribió el año 96 d.C.), veamos:
“Yo estaba en el Espíritu en EL DÍA DEL SEÑOR (dominica [Latin]; giragi [armenio]; kuriake [griego]), y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta” (Apocalipsis 1:10).
El "Día del Señor", en el que Juan tuvo sus visiones, es un día de la semana. Un día de la semana al que él llama “el Día del Señor”. Este día no es el séptimo día porque en aquel tiempo a ese día se le llamaba sábado (σαββατων en griego) no el día del Señor (kuriake en griego). Si Juan se hubiese estado refiriendo al séptimo día simplemente le hubiera llamado sábado.
Este “Día del Señor” tampoco es el "Día de la Ira del Señor". Es incorrecto relacionar el “Día de la Ira del Señor” con el día en el cual Juan vio al Cristo resucitado. El “Día de la Ira del Señor”, en el lenguaje bíblico, siempre se refiere a un día de castigo divino. Un ejemplo de esto lo encontramos en Romanos 2:5, veamos:
"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.” (Romanos 2:5).
Juan no estaba "en el Espíritu" en un día de castigo divino. A través de las revelaciones apocalípticas se menciona repetidas veces el acercamiento inevitable del “día de la ira”, pero ese día está pautado (de forma particular) para los momentos finales de la historia de la humanidad antes del “Gran Juicio”.
Además de ello, tanto en la Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento) como en los textos originales griegos del Nuevo Testamento, cuando se utiliza la frase “el Día del Señor” refiriéndose al “Día de la Ira del Señor” la combinación griega es “hemera kuriou”, nunca “kuriake hemera”. Veamos, como ejemplo de esto último, el siguiente pasaje:
“Pero el Día del Señor (“hemera kuriou” en griego) vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:10)
Por otra parte, cualquiera que viaje a Grecia en estos días encontrará que el término griego kuriake (Día del Señor) es el nombre del primer día de la semana en esa nación.
En lo que se refiere al ruso, el hecho que en esa lengua el nombre dado al primer día de la semana (“Voskresenie”) signifique literalmente “Resurrección” es otra prueba más de que su origen está ligado a la Resurrección de nuestro Señor.
En lo que se refiere al español, la palabra “Domingo” (que es el nombre del primer día de la semana en todos los paises de habla hispana) es la castellanización de la expresión latina “dominica” que, como ya vimos, significa “el Día del Señor”.
Otras lenguas que también llaman “Día del Señor” al primer día de la semana son:
ITALIANO……………………………..….DOMENICA
RUMANO…………………………………DUMINICA
PORTUGUÉS……………………………..DOMINGO
GALÉS……………………………………..DI-DOMHNUICH
FRANCÉS………………………………….DIMANCHE
CATALÁN…………………………………DIUMENGE
En el capítulo siguiente examinaremos las fuentes históricas (compañeras inseparables de la etimología) que fundamentan la afirmación de que la frase “el Día del Señor” fue el nombre que recibió el primer día de la semana en memoria de la resurrección de Cristo. Así pues, examinaremos toda la información que tanto los primeros cronistas cristianos como historiadores de gran renombre dan respecto de este tema.
LAS FUENTES HISTÓRICAS Y EL DÍA DEL SEÑOR
Al comienzo de este tercer capítulo (bajo el subtítulo “el Sabath antes de Moisés”) habíamos visto como, a pesar de no existir un solo versículo que lo sustentara, existían indicios para concluir que los patriarcas (antes de Moisés) guardaban un día de reposo. Ahora veremos como se aplica este mismo principio en lo referente al “Día del Señor”.
Dentro de lo que conocemos como “el método científico de investigación” se encuentra “el método histórico” que es la rama del método científico que se utiliza para encontrar la verdad respecto de un hecho que ocurrió en un pasado lejano. Este Método histórico está vinculado al conocimiento de las distintas etapas de un hecho en su sucesión cronológica. Para conocer la evolución y desarrollo de un hecho, o fenómeno de investigación, se hace necesario revelar su historia, las etapas principales de su desenvolvimiento y las conexiones históricas fundamentales.
Siguiendo esta línea de razonamiento, resulta evidente que cualquier estudio relacionado con el cristianismo primitivo, quedaría incompleto si no se acudieran a las fuentes históricas del primer y segundo siglo de nuestra era.
Estas fuentes están constituidas principalmente por las cartas de los primeros obispos de la Iglesia de Jesucristo. Además de ellas tenemos los escritos de miembros de la iglesia que, aun cuando no fueron obispos, testificaron de la observancia del “Día del Señor” en aquella época. Finalmente, tenemos el testimonio escrito de prestigiosos historiadores protestantes (como Johann Lorenz Von Mosheim) respecto de este tema.
Ignacio, el obispo de Antioquia, vivió durante el reinado del emperador Trajano (98-117 d.C.). Este gran hombre fue ordenado como obispo por los mismos apóstoles, y se mantuvo como tal durante 40 años. En el camino a Roma, donde recibiría la corona del martirio, Ignacio escribió siete cartas (a los Magnesios, Tralianos, Romanos, Filipenses, Esmírneos y una epístola al obispo Policarpo) que constituyen un valiosísimo testimonio, tanto por su antigüedad como por su contenido. Respecto del “Día del Señor” Ignacio escribió lo siguiente:
“Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya los sábados, sino viviendo de acuerdo con EL DÍA DEL SEÑOR, en el que nuestra vida surge de él y de su muerte” – (Carta de Ignacio a los Magnesios, 101 d.C., capítulo 9,1).
A continuación mostraremos tanto la versión griega original como la traducción del párrafo completo, del cual se extrajo el pasaje que se citó anteriormente:
Versión griega original de la Epístola de Ignacio a los Magnesios, capítulo 9,1:
Εί οὖν οί ἐν παλαιοῖς πράγμασιν ἀναστρα. φέντες είς καινότητα ἐλπίδος ἦλθον, μηκέτι σαββατίζοντες, ἀλλὰ κατὰ κυριακὴν ζῶντες, ἐν ᾗ καί ἡ ζωὴ ἡμῶν ἀνέτειλεν δι’ αὐτοῦ καί τοῦ θανάτου αὐτοῦ, ὅν τινες ἀρνοῦνται, δι’ οὗ μυστηρίου ἐλάβομεν τὸ πιστεύειν, καί διὰ τοῦτο ὑπομένομεν, ἵνα εὑρεθῶμεν μαθηταί Ἰησοῦ Χριστοῦ τοῦ μόνου διδασκάλου ἡμῶν·
Traducción al español de la Carta de Ignacio a los Magnesios, capítulo 9.1 (101 d.C.):
“Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino viviendo de acuerdo con EL DÍA DEL SEÑOR, en el que nuestra vida surge de él y de su muerte, la cual algunos hombres niegan, un misterio en el cual basamos nuestra esperanza, y por esta causa sufrimos pacientemente, de que podamos ser considerados discípulos de Jesucristo nuestro único maestro.”
Las cartas de Ignacio no son escrituras canónicas (es decir Ignacio no era ni apóstol ni profeta). Sin embargo, se debe admitir que para examinar el tema de la observancia del día de Reposo entre los cristianos antes del siglo tres, no existe otra fuente de más peso que estos escritos. Por tanto, deben considerarse como evidencia no canónica, admitiéndose a la vez su valor histórico puesto que fueron escritos por personas contemporáneas de los apóstoles y que a su vez eran líderes menores (obispos) dentro de la iglesia primitiva de Jesucristo.
Justino Martir
Ahora bien, es importante indicar que entre las iglesias cristianas de nuestros días existe una confusión absoluta respecto de la relación que, para los cristianos, existía entre el “Día del Sol” (frase de origen pagano) y el “Día del Señor” (de origen cristiano). Rogaremos al lector que lea con detenimiento la información que daremos a continuación.
Empezaremos citando a un escritor cristiano (un gentíl convertido al cristianismo) del primer siglo de nuestra era, Justino Martir. Este escritor, que vivió aproximadamente entre los años 100 al 165 d.C., describe en su primera apología la costumbre respecto del “día de culto” entre los cristianos del segundo siglo:
“Y en el día que se llama “DÍA DEL SOL” (HEMERA HELIOU [griego]), todos los que viven en ciudades o en el campo, se reúnen en un lugar, y leen las memorias de los apóstoles o las enseñanzas de los profetas, según su tiempo disponible; luego, cuando el lector finaliza, el presidente instruye verbalmente, y exhorta a que se imiten esas buenas cosas. Entonces todos juntos nos levantamos y oramos, y como dijimos antes, cuando terminamos la oración, SE TRAE PAN, VINO Y AGUA, Y EL PRESIDENTE, de la misma forma que antes, HACE ORACIONES Y DA GRACIAS, SEGÚN SU EXPERIENCIA, Y LA GENTE DA SU CONSENTIMIENTO, DICIENDO AMÉN; Y SE DISTRIBUYE A CADA UNO, Y SE PARTICIPA DE AQUELLO POR LO QUE SE HA DADO GRACIAS, Y SE ENVÍA UNA PORCIÓN DE ELLO A QUIENES ESTÁN AUSENTES, POR MEDIO DE LOS DIÁCONOS. Y quienes están en posición de hacerlo, y quieren, dan lo que consideran que es apropiado; y lo que se recoge es depositado en donde el presidente, que socorre a los huérfanos y a las viudas, y a quienes, por enfermedad o alguna otra causa, están en necesidad, y a quienes están esclavizados, y a los extranjeros que están de visita entre nosotros, y, en definitiva, cuida a todos los que están en necesidad. Pero el “DÍA DEL SOL” (HEMERA HELIOU [griego]) es el día en el que todos nosotros hacemos nuestra común reunión, porque es el primer día, el día en que Dios, habiendo forjado un cambio en la oscuridad y las cosas, hizo el mundo; y el mismo día en que nuestro Salvador Cristo Jesús se levantó de la muerte.” (La Primera Apología de Justino Mártir, Cap. 67, pág. 354, 355.)
En el Mundo Griego y Latino de la época de Cristo los días de la semana se relacionaban con los astros del sistema solar quienes a su vez representaban dioses paganos, veamos:
GRIEGO
hemera selenes (día de la Luna)
hemera Areos
hemera Hermu
hemera Dios (día de Zeus)
hemera Aphrodites
hemera Khronu
hemera heliou (día del Sol)
LATIN
dies lunae (día de la Luna)
dies marti
dies mercuri
dies iovis (día de Jupiter)
dies veneris
dies saturni
dies solis (día del Sol)
ESPAÑOL
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Domingo
Lo que hace Justino Mártir en su carta es indicar cual de los días de la semana, que él conocía (hemera selenes, hemera Areos, etc.), era el día de culto de los primeros cristianos. De acuerdo con sus palabras, el día que adoraban los cristianos (es decir, el día en que participaban de la Cena del Señor, etc.) no era el “Sábado Judío” sino el “primer día de la semana” que en griego era “hemera heliou”.
Justino no dice que los cristianos adoraban al dios sol (esto es a Apolo) en este día. Lo que Justino dice es que el primer día de la semana, al que los griegos llamaban “el Día del Sol”, era el día de culto de los primeros cristianos. Los primeros obispos (que, de hecho, hablaban griego) ya no le llamaban “hemera heliou” (“Día del Sol”) sino “Kuriake” (“el Día del Señor”).
Justino no era obispo por lo tanto, cuando se refería al día de adoración, usaba el nombre "Día del Sol" con el que estaba familiarizado. Hoy en día ocurre lo mismo; muchos cristianos en el mundo de habla inglesa se refieren al primer día de la semana como “Sunday” (literalmente “Día del Sol”). Sólo algunos le llaman “Lord’s Day” (“Día del Señor").
Ahora veremos que dice, respecto de la observancia del día de reposo cristiano durante el primer siglo de nuestra era, uno de los historiadores más prestigiosos de todos los tiempos; Johann Lorenz Von Mosheim:
“Los cristianos de este siglo se reunían piadosamente para adorar a Dios y para su propio desarrollo el PRIMER DÍA DE LA SEMANA, el día en que Cristo reasumió su vida, porque los apóstoles mismos apartaron este día para la adoración religiosa, y tenemos testimonio incontrovertible de que se observaba generalmente, siguiendo el ejemplo de la iglesia de Jerusalén.” (Mosheim’s Church History, Tomo 1, Siglo 1, Parte 2, capítulo 4:4).
Mosheim fue un historiador luterano que nació en 1693. Ingresó a la Universidad de Kiel (1716) donde alcanzó su maestría. En 1723 fue nombrado professor erdinarius de la Universidad de Helmstedt, y en 1747 fue nombrado canciller de la Universidad de Göttingen. Este erudito alemán es considerado el padre de la Escuela de Historia Pragmática, y es citado por escritores e historiadores de distintas denominaciones religiosas (católicos, bautistas, adventistas, etc.).
La Didaché:
Este libro es probablemente el más antiguo de los escritos cristianos no canónicos de la iglesia primitiva. Algunos eruditos lo hacen remontar a los últimos años del primer siglo; otros, sin embargo, consideran que fue escrito a principios del segundo siglo.
En años recientes B.L. Mack situó el texto en Galilea, aproximadamente en el año 100 d.C. (Who wrote the New Testament? The Making of the Christian Myth, Harper - San Francisco, 1995).
Tanto el énfasis en la inminencia del retorno de Jesucristo como la fuerte influencia judía evidencian que la Didache era parte de la primera etapa del desarrollo del cristianismo (mediados del siglo I), que al parecer se estableció muy rápidamente después de que Jesús murió. El énfasis judío sugiere Galilea como lugar de origen.
Para el erudito J. B. Lightfoot, sin embargo, la antigüedad de este documento se remonta a finales del siglo I, pero no antes de la destrucción del segundo templo (70 d.C.). Lightfoot llega a esta conclusión basándose en que en su contenido no se hace mención de muchos elementos claves en la doctrina católica de siglos posteriores. De hecho la Didache no menciona dogmas tales como “la Asunción de María” o la “Transustanciación”. En la Didache también destaca la absoluta ausen¬cia del ceremonialismo y sacramentalismo que aparecerían en la Iglesia romana en siglos posteriores. Otro de los datos interesantes de este antiguo documento es la información respecto de la igualdad de los pastores, quienes estaban subordinados a los apóstoles. Esto demuestra que la jerarquía episcopal, que posteriormente daría origen al Papado, no existía en la iglesia primitiva.
La Didache era conocida por los primeros obispos y cronistas cristianos. Entre los primeros obispos, que basaron en la Didaché la doctrina que desarrollaron en sus cartas, se pueden mencionar a Hermas, Ireneo, Clemente de Alejandría y Orígenes. También hay ecos de ella en los escritos de Justino, Tatiano, Teófilo, Cipriano y otros.
Este importante documento fue redescubierto por un sacerdote griego (Filoteo Bryenniosen) el año 1873, en la Biblioteca Patriarcal de Constantinopla. Este monje ortodoxo la halló dentro de un legajo que tenía escritos del Nuevo Testamento, y al final venía la Didaché. Filoteo arrancó el texto y lo lleva a Jerusalén, donde se publicaría diez años después (1883). Desde entonces se han hecho varias ediciones en el original, y traducciones al alemán, al inglés y al francés (de allí la palabra “Didaché” que significa “enseñanza” en francés).
Pero ¿qué dice la Didaché respecto del día de reposo cristiano? A continuación presentaremos un cuadro con la versión interlinear del capítulo 14 de la Didaché así como su traducción:
La Didache [Resumen de las Enseñanzas de los Apóstoles].
Versión Interlinear griego-español:
Kata - kuriakn - de kuriou
En - el día del Señor - del Señor
sunacqentev - klasate - arton - kai
Reuníos, - partid - el pan - y
eucaristhsate, - proexomologhsamenoi
dad gracias, - confesando
ta - paraptwmata - umwn
las - faltas - de ustedes
La Didache [Resumen de las Enseñanzas de los Apóstoles],
traducido por J. B. Lightfoot:
“Y en el propio Día del Señor reuníos y partid el pan y dad las gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.” (Capítulo 14:1).
Respecto de la traducción del capítulo 14, que acabamos de presentar, cabe mencionar que no es la única que existe. Sin embargo, la traducción hecha por J. B. Lightfoot es la que, de acuerdo con la mayoría de los eruditos, refleja con mayor precisión el sentido original (en griego) del documento. Como un ejemplo simple de esto veamos la traducción hecha por Kirsopp Lago:
“En el día del Señor del Señor reuníos y partid el pan y haced la eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro.” (Capítulo 14:1" por [5]. (La Didaché, ).
Es evidente que esta traducción es rigurosamente literal y (hay que admitirlo) bastante grotesca. Aunque la frase “kuriakn de kuriou” signifique literalmente “el día del Señor del Señor” es claro que la intención original del escritor fue expresar algo como esto: “el día del Señor que le pertenece al Señor”. Sin embargo, en este último caso todavía persiste la “repetición” pues la palabra “Señor” se repite dos veces. Es por esta razón que algunos eruditos, como Isaac Hall y John Napier, han optado por omitir el énfasis redundante del original, veamos:
“Pero cada día del Señor reúnanse y partan el pan y hagan la eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro.” (The Didaché. Traducida por Isaac Hall y John Napier. Revisada por K. Knight. Editada by Alexander Roberts y James Donaldson. Edición Americana, 1886).
El problema con esta traducción es que no respeta fielmente el sentido del original griego, pues omite por completo el énfasis dado en el manuscrito a la primera frase.
Es por ello que la traducción de J. B. Lightfoot (“el propio Día del Señor”) resulta adecuada pues elimina así todo rastro de redundancia, a la vez que respeta el sentido de la frase en el idioma original.
Es importante señalar que aun cuando la Didachè no ha sido incluido en las escrituras canónicas, su valor histórico como documento no canónico es innegable. Debemos recordar que no fue sino hasta el Concilio de Trento (1545-1563) que se pudo tener la Biblia tal como la conocemos ahora.
TESTIMONIOS CONVERGENTES DEL SIGLO II:
Los registros y documentos cristianos no canónicos de los siglos II brindan testimonios convergentes respecto de la observancia del primer día de la semana como el “Día del Señor”.
A continuación presentaremos los escritos de otros cronistas cristianos que nos dicen que el primer día de la semana, el día en que el Señor se levantó de la tumba, era el que los cristianos tenían por sagrado y en el que solían adorar:
“Un día, el primero de la semana, nos reuníamos.” (Barderaven, año 180 de Cristo.)
“Él, en cumplimiento del precepto que concuerda con el evangelio observa el día del Señor.” (Clemente de Alejandría, Tomo 7, capítulo 12, año 198 de Cristo.)
“No concordamos con los judíos ni en sus peculiaridades concernientes a la comida, ni en sus días sagrados.” (Apologías, Sección 21, año 200 de Cristo.)
“Nosotros estamos acostumbrados a observar ciertos días, como por ejemplo, el día del Señor.” (Orígenes, Libro 8, capítulo 23, año 201 de Cristo.)
“Pero preguntáis, ¿Por qué es que nos reunimos el día del Señor para celebrar nuestras solemnidades? Porque así era como los Apóstoles también lo hacían.” (De Fuga, XIV:ii, 141, año 200 de Cristo.)
Respecto de otros líderes cristianos que también mencionaron este tema en sus escritos, diremos que Dionisio, Obispo de Corinto, quien escribió alrededor del año 170 d.C., dijo:
“Hoy hemos guardado el santo DÍA DEL SEÑOR (kuriake hagia hemera), en el que hemos leído vuestra epístola.” (Dionisio, Carta a los Romanos, 170 d.C.).
Citaremos también a Tertuliano, escritor cristiano que nació en el año 160 d.C. y murio en el 220 d.C., quien testificó: "Solemnizamos el día después del Sabbath en contradicción a aquellos quienes llaman este día su Día de Reposo” (Apología de Tertuliano, capítulo 16), y “Otros... suponen que el sol es el Dios de los Cristianos, porque es bien sabido que ellos consideran el Domingo como un día de regocijo”. (A Las Naciones 1: 133)
DOCUMENTOS DEL SIGLO III:
Los documentos del siglo III deben ser examinados con cautela, pues se escribieron pocos años antes de la llegada al poder de Constantino el Grande. Sin embargo, puesto que la figura de Constantino (a quien erróneamente se le responsabiliza de la creación del “Día del Señor”) recién aparece en el cuarto siglo, estos documentos resultan relevantes. Entre estos escritos destaca la mención que hace, sobre este tema en particular, el escritor Anatólio.
Anatolio, quien fue obispo de Alejandría el 270 d.C, compuso innumerables obras (algunas de ellas sobre física, geometría y gramática). De todas ellas, sin embargo, sólo nos ha llegado su Tratado sobre la Pascua. Veamos un extracto de este tratado relacionado con el “Día del Señor”:
“La fiesta, de hecho, observaba el día de la pascua en el decimocuarto día del primer mes, de acuerdo con el Evangelio, según su creencia, no añadiendo nada extraño, sino mantenimiento en todas las cosas la regla de fe. Y la otra fiesta, pasando el día de la Pasión del Señor como uno lleno de tristeza y dolor, sostienen que no debería ser lícito celebrar el misterio del Señor de la Pascua en cualquier otro momento, sino EN EL DÍA DEL SEÑOR, EN EL QUE LA RESURRECCIÓN (DEL SEÑOR) DE LA MUERTE SE LLEVÓ A CABO, y en el que también surge para nosotros la causa del gozo eterno.” (El Canon Pascual, cap. 10 [Anatolio, obispo de Alejandría, 270 d.C] )
Es evidente que, aun cuando Anatolio no describe el culto en el día del Señor (pues el tema de la carta es “La Pascua”), si designa con la frase “el Día del Señor” al día en que Jesucristo resucitó de entre los muertos.
EL DÍA DEL SEÑOR EN LOS APÓCRIFOS:
Los libros apócrifos (del griego apokryphos, «oculto») a aquellos libros atribuidos a autores sagrados cuya pertenencia al canon de la Biblia ha estado o continúa estando en discusión. Es importante saber, sin embargo, que algunos libros que hoy forman parte de la Biblia, fueron en un tiempo considerados como apócrifos. Un ejemplo de esto lo constituye el Apocalipsis de Juan, el cual fue considerado apócrifo por Dionisio, obispo de Alejandría, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén y Cayo de Roma. De hecho, Martín Lutero consideraba que el Apocalipsis "no es ni apostólico ni profético", y decía que "Cristo no se enseña ni se sabe de él aquí" (Tratado de Lutero de libros discutidos del Nuevo Testamento). No obstante, y a pesar de todo lo anterior, el concilio católico de Trento lo aprobó en 1536 y hoy forma parte de la Biblia y lo consideramos como sagrado. Por tanto, aun cuando los libros apócrifos no se acepten como canónicos, no debe desestimarse la información contenida en ellos.
La primera referencia importante (dentro de los libros apócrifos) que establece que la frase el Día del Señor se refería al primer día de la semana, se encuentra en el Evangelio apócrifo de Pedro. Algunos eruditos consideran que fue el mismo apóstol el que redactó este evangelio poco antes de su muerte; sin embargo, estos mismos eruditos concuerdan que las copias que siguieron al original fueron corrompidas.
Los versos 35 y 50 del Evangelio de Pedro usan el término kuriake como el nombre del día en el que Jesús resucitó. Que el autor mencione el Día del Señor en un evangelio apócrifo supuestamente escrito por el apóstol Pedro indica que el término kuriake estaba muy extendido en aquella época. A continuación reproduciremos los versículos del Evangelio de Pedro en donde se menciona el Día del Señor:
“Ahora, al amanecer del DÍA DEL SEÑOR, conforme los soldados se turnaban en la guardia de dos en dos en cada vigilia, vino un gran sonido en el cielo, y vieron los cielos abiertos y dos hombres descender desde allí, con una gran luz, y se acercaron hasta el sepulcro” (El Evangelio de Pedro 35, 36)
“Ahora, temprano en el DÍA DEL SEÑOR María Magdalena, una discípula del Señor (que, por temor de los Judíos, ya que estos estaban inflamados de ira, no había realizado en el sepulcro del Señor esas cosas que las mujeres están acostumbradas a hacer a aquellos que mueren y son amados de ellas) tomo consigo a las mujeres que eran sus amigas y vinieron hasta la tumba donde había sido colocado.” (El Evangelio de Pedro 50-52)
Aunque este evangelio fue redescubierto en 1886 en la tumba de un monje en Akhmin, en el Alto Egipto, los eruditos ya conocían de su existencia por las referencias que de él daban algunos escritores cristianos del segundo siglo. Orígenes es el primero que lo menciona en su Comentario sobre Mateo (10, 17).
Es indudable que, en su condición de escritura apócrifa, el Evangelio de Pedro no puede formar parte del canon. Sin embargo, su valor como documento histórico de referencia es incuestionable.
En la segunda mitad del segundo siglo, otro libro apócrifo conocido como “Los Hechos de Pedro” identifica la frase dies Dominica ("el Día del Señor” en latín) como "el día siguiente después del sábado". Del mismo período de tiempo, los “Hechos de Pablo” presentan a Pablo orando "el Sábado conforme se acercaba el Día del Señor (kuriake)".
Podemos afirmar entonces que, desde principios del siglo II hasta comienzos del siglo IV, el uso cristiano del término "el Día del Señor” (para identificar al primer día de la semana como día de adoración) está ampliamente documentado.
EL DÍA SANTO Y LA APOSTASÍA
INTRODUCCIÓN:
Como acabamos de ver en el capítulo anterior, la frase el “Día del Señor", como designación del primer día de la semana, se usaba dentro de la iglesia primitiva (fundamentalmente entre sus líderes) durante los siglos II y III.
En el mundo griego y romano, a este día se le llamaba oficialmente "el Día del Sol". Tanto el "Día del Sol" como el "Día del Señor" convergían el primer día de la semana. Al adoptarse el cristianismo, el primer día de la semana llegó a ser conocido como "el Día del Señor" entre los conversos cristianos, quienes usaban indistintamente ambas frases (“Día del Sol” o "Día del Señor”) para referirse a su día de común reunión.
Es importante notar que en el idioma hebreo el nombre del primer día de la semana es: יוֹם רִאשׁוֹן que literalmente significa “Primer Día”. En el hebreo el nombre del primer día de la semana no evolucionó (cambió) hacia la frase “el día del señor”. Esto es absolutamente comprensible, pues los líderes judíos jamás aceptaron a Jesucristo como su redentor. De hecho, estos líderes pusieron en tela de juicio la resurrección del Señor:
“Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.” (Mateo 28:11-15).
Es precisamente por ello que, desde la época de Cristo, el hebreo (a diferencia del griego, armenio, ruso y latín) no ha reportado cambio alguno en el nombre del primer día de la semana.
En lo que al día séptimo se refiere, en concordancia con la ley de Moisés, la palabra hebrea es שבת (Shabbat).
EL VERDADERO ROL DE CONSTANTINO:
El emperador Constantino, señalado por muchos como el causante del cambio de la adoración del Sábado al Domingo, nació el 27 de febrero del año 272 d.C. (más de 100 años después de la muerte de Ignacio, clemente, Justino, etc.), fue proclamado “Augusto” por sus tropas el año 306 d.C., y legalizó la religión cristiana a través del edicto de Milán el 313 d.C. Por consiguiente, es imposible que él haya sido el “creador” de la frase “el Día del Señor” como nombre para el primer día de la semana, el día en que Cristo resucitó.
Consideremos el comentario que hace, en este respecto, el historiador Philip Scharff en su obra History of the Christian Church:
“La observancia universal y sin oposición del Domingo en el siglo segundo sólo se puede explicar por el hecho de que tiene sus raíces en las prácticas apostólicas. Tal observancia es la que más se debería considerar ya que no tenía respaldo de la legislación civil antes de la época de Constantino, y que debió haber tenido muchas inconveniencias, por la baja situación social de la mayoría de los cristianos y su dependencia a los empleadores y amos incrédulos.” (Philip Schaff, History of the Christian Church [Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1995], Vol. 1, pág. 478, 479 y Vol. 2, pág. 202).
Ahora veamos el aporte del historiador Mosheim respecto de este mismo tema:
“Es muy cierto que la vida de Constantino no fue lo que exigían los preceptos del cristianismo; y también es cierto que permaneció o fue catecúmeno (cristiano sin bautizar) toda su vida, y fue recibido como miembro de la Iglesia por el bautismo unos pocos días antes de su muerte.
Nota 25: Es casi seguro que Constantino, mucho antes de su muerte en el año 824 de nuestra era, se declaró cristiano y así era reconocido por las iglesias. También es cierto que por mucho tiempo había cumplido con los actos religiosos de un cristiano sin bautizar, es decir, de un catecúmeno; porque asistía a los actos de adoración pública, ayunaba, oraba y observaba EL DÍA DE REPOSO CRISTIANO y los aniversarios de los mártires, y velaba las vigilias de la Pascua, etc.” (Mosheim’s Church History, Tomo 2, Siglo 4, Parte 1, capítulo 1:8.)
Lo que en verdad hizo Constantino fue legalizar el primer día de la semana como día de descanso y adoración para todos, aun cuando los Domingos ya se habían considerado como un día separado para la adoración desde el tiempo de los apóstoles.
En realidad, la creencia de que Constantino cambió el día de reposo al primer día de al semana, es un error que tiene su origen en la mala interpretación del decreto de Constantino del año 321 d.C. Este decreto literalmente decía:
“En el venerable ‘Día del Sol’ se dejará a los magistrados y al pueblo de las ciudades descansar y se cerrarán todos los talleres. En el campo las personas ligadas a la agricultura podrán voluntaria y legítimamente continuar sus labores, pues con frecuencia sucede que el día siguiente no es el adecuado para sembrar o plantar viñas, pues se teme que por dejar pasar el momento propicio para tales operaciones se perderá el favor del cielo.” (Decreto de Constantino, 7 de marzo del año 321 d.C.).
Constantino no establece la Fiesta de Adoración del Sol en este día. La fiesta de adoración del Sol en Roma (tanto antes como después del edicto) se celebraba el 7 de cada més. Constantino no cambió en nada esta tradición. Lo que Constantino si hizo fue establecer en todo el imperio una costumbre que él había aprendido de su entorno cristiano (el cual incluía a su madre); la de descansar el primer día de la semana.
Conciente de la coincidencia del "día del sol” (primer día de la semana) con “el Día del Señor” (también primer día de la semana), Constantino decidió aplicar en todo el imperio el descanso que observaban los cristianos.
Sin embargo, en la época de Constantino también se creía que, de alguna manera, el "Sol” (Dios pagano) podría simbolizar a Jesucristo, pues algunos pasajes de las escrituras simbolizaban a Cristo con el sol (“Nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación” [Malaquías 4:2]).
El verdadero error de Constantino no consistió en “cambiar" el día de adoración, del sábado al domingo, sino en “permitir que se mezclaran ideas, y filosofías ocultistas, con la Sana Doctrina” de la iglesia de Jesucristo.
Aunque es cierto que en Malaquías 4:2 se menciona al Sol como un simbolo del Salvador, lo que el clero apóstata de la época de Constantino no consideró fue que también existían pasajes en las escrituras que señalaban la adoración del Sol como un acto idólatra:
“Cuando se halle en medio de ti, en alguna de las ciudades que Jehová tu Dios te da, un hombre o una mujer que hace lo malo ante los ojos de Jehová tu Dios, traspasando su pacto; SI SE HA IDO A SERVIR A OTROS DIOSES, INCLINÁNDOSE A ELLOS, O AL SOL, A LA LUNA O A TODO EL EJÉRCITO DE LOS CIELOS (LO CUAL YO NO HE MANDADO); cuando te avisen, después de que lo oigas, entonces lo averiguarás bien. Y he aquí que si resulta ser verdad… entonces sacarás a las puertas de la ciudad a aquel hombre o a aquella mujer que ha hecho esta cosa mala y los apedrearás. Así morirán. POR EL TESTIMONIO DE DOS O TRES TESTIGOS MORIRÁ EL QUE DEBA MORIR.” (Deuteronomio 17:2-6; véase también 2 crónicas 33:1-4).
Un muy buen ejemplo que ilustra el error de Constantino es el simbolismo que emplea Cristo en Juan 10
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos" (Juan 10:9).
En este pasaje Jesús se compara con una “puerta” y dice además que el que “entrare por esa puerta será salvo”. Eso no significa que alguien pueda cambiar la ceremonia iniciatoria del bautismo por inmersión por un nuevo ritual que implique atravesar una puerta de madera.
Cualquier cambio en las ordenanzas tiene que ser dictado por el Señor mismo a través de sus profetas o apóstoles. Al no comprender este principio, Constantino permitió que se introdujeran muchas filosofías ocultistas en la Doctrina de Cristo. En años posteriores, los elementos ocultistas en las ordenanzas y ritos católicos aumentaron considerablemente. A continuación examinaremos algunos de ellos.
LA TRANSUSTANCIACIÓN:
La Transustanciación es una doctrina de la Iglesia Católica, la cual se define en la sección 1376 del catecismo de esta manera:
“El Concilio de Trento resume la fe católica declarando: “Puesto que Cristo nuestro Redentor dijo que era verdaderamente su sangre la que se ofrecía bajo las especies del pan, ésta siempre ha sido la convicción de la Iglesia de Dios, y este santo Concilio lo declara nuevamente ahora, que por la consagración del pan y el vino, SE EFECTÚA UN CAMBIO DE TODA LA SUSTANCIA DEL PAN EN LA SUSTANCIA DEL CUERPO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR Y TODA LA SUSTANCIA DEL VINO EN LA SUSTANCIA DE SU SANGRE. A este cambio, la santa Iglesia Católica le ha llamado justa y apropiadamente la transustanciación.”
Dicho de un modo más simple, esta doctrina establece que una vez que un sacerdote ordenado, bendice el pan en la Cena del Señor, éste se transforma en la misma carne de Cristo (aunque retiene su apariencia, olor y sabor de pan); y cuando él bendice el vino, éste es transformado en la misma sangre de Cristo (aunque retiene la apariencia, olor y sabor del vino).
Cuando Jesús, ofreció el pan y el vino como si fuesen su cuerpo y su sangre derramada, los apóstoles de ninguna manera pudieron haber tomado esas palabras literalmente. ¿Por qué? Pues simplemente porque Jesús seguía ahí, vivo, junto a ellos, con todo su cuerpo completo.
Pero ¿por qué entonces dice Jesús; éste es mi cuerpo (refiriéndose al pan) y ésta es mi sangre (refiriéndose al vino)?
A fin de responder de manera clara esta pregunta nos remitiremos al texto en Lucas:
“Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado: HACED ESTO EN MEMORIA DE MÍ. Asimismo también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” (Lucas 22:19-20).
Por consiguiente, Jesús presentó toda la ordenanza de la Cena del Señor como un acto de conmemoración o recuerdo de su muerte inminente, y no como la transformación química (absolutamente incomprensible) llamada transustanciación.
Un analisis cuidadoso, y detallado, de doctrina de la Transustanciación nos hace concluir que la misa es básicamente una "parodia de Sacrificio Humano" llevada a cabo por un "sacerdote". El satánismo oculto en esta ordenanza de la ICAR se pone de manifiesto en las siguientes declaraciones:
“Si alguno dice que en la misa no se ofrece un sacrificio real y verdadero (…) sea anatema. [Sea maldito o excomulgado] Si alguno dice que por las palabras “Haced esto en memoria mía” Cristo no instituyó a los apóstoles como sacerdotes, ni ordenó que los apóstoles y otros sacerdotes ofreciesen su propio cuerpo y su propia sangre, sea anatema. Si alguno dice que el sacrificio de la misa es sólo de alabanza y acción de gracias, o que es meramente una conmemoración del sacrificio consumado en la cruz pero no es propiciatorio, SEA MALDITO.” (Concilio de Trento; cánones 1-3).
"Si alguien dijere que en el sacramento de la eucaristía permanece la sustancia de pan y vino junto con el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y negare la conversión de toda la sustancia del pan en cuerpo y toda la sustancia del vino en sangre, que la iglesia católica llama transubstanciación: SEA MALDITO” (Concilio de Trento; canon 24).
En su encíclica Ad Catholici Sacerdotii de 1935, Pío XI reforzó la doctrina de que la misa era un “sacrificio real” y afirmó que el sacerdote “tiene poder sobre el cuerpo mismo de Jesucristo”, al que “hace presente en nuestros altares” y luego “ofrece como víctima infinitamente agradable a la Divina Majestad”.
Esto entra directamente en contradicción con el Evangelio de Jesucristo y es, por lo tanto, una apostasía. Pues como dicen los apóstoles; “Jesús murió una sola vez y no necesita ser sacrificado nuevamente” (Hebreos 10:10; 1 Pedro 3:18).
Pablo expresamente declara, “que (Jesús) no tiene necesidad cada día como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo UNA VEZ para siempre, ofreciéndose a Sí mismo.” (Hebreos 7:27).
EXTRAÑOS SÍMBOLOS
EL OSTENSORIO
Uno de los símbolos extraños, que fueron introducidos en años posteriores en la misa católica, es el Ostensorio o Monstrance. Este artefacto es una pieza de oro o de otro metal precioso, donde se coloca la hostia, después de consagrada, para la adoración.
Los ostensorios tienen su origen a mediados del siglo XIII. Al principio tenía una forma de torrecilla o templete ojival erizado de pináculos y sostenido por una base artística quedando en el medio una lúnula de plata u oro (en forma de luna creciente) para colocar en ella visiblemente la hostia. Desde fines del siglo XVI se empiezan a dar en forma de sol radiante, las cuales en el siglo XVIII llevan círculos de cabecitas de ángeles rodeando al viril central.
¿Qué tiene de particular este artefacto? Para contestar esta pregunta nos remitiremos a lo que los representantes de la misma Iglesia Católica Romana dicen al respecto:
«Durante el período barroco, esto [el ostensorio] tenia una forma con rayos, ERA UNA MONSTRANCE DEDICADA AL SOL, con una ventana circular rodeada por un marco de plata o de oro con rayos.» ["The Dictionary of the Liturgy", por Jovian P. Lang, OFM., derechos reservados © 1989 por Catholic Book Publishing Co., New York, ISBN 0-89942-273-X, página 436.]
Nótese que la Monstrance católica romana lleva una luna creciente para sostener la hostia, duplicando, por tanto, la imagen pagana del disco solar en una luna creciente, el antiguo símbolo pagano de la concepción cósmica.
EL SOL EN LA ICONOGRAFÍA CRISTIANA
Es importante notar que en la iconografía cristiana (del Nuevo Testamento) sí aparece el sol, pero no como objeto a ser adorado sino básicamente como un símbolo del reino celestial:
“Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. UNA ES LA GLORIA DEL SOL, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.” (1 Corintios 15:40-41).
Respecto de la idolatría solar que conoció el pueblo de Israel (y en la cual cayó muchas veces), destaca la información contenida en Ezequiel 8:16-18, en donde el Señor, por medio de su profeta, condena esta práctica:
“Entonces me llevó al atrio interior de la casa de Jehová. Y he allí, en la entrada del templo de Jehová, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres con sus espaldas vueltas hacia el templo de Jehová y sus caras hacia el oriente, POSTRÁNDOSE ANTE EL SOL, HACIA EL ORIENTE. Y me dijo: "¿Has visto, oh hijo de hombre? ¿ES COSA LIVIANA PARA LOS DE LA CASA DE JUDÁ HACER ESTAS ABOMINACIONES QUE HACEN AQUÍ? Después que han llenado la tierra de maldad, y se tornaron á irritarme, he aquí que ponen hedor á mis narices. Pues yo también actuaré en mi ira: mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Gritarán a mis oídos a gran voz, pero no los escucharé” (Ezequiel 8:16-18).
En el capítulo 23 del segundo libro de reyes se lee que el rey Josías destruyó todo aquello que tenía que ver con el culto idólatra (que incluía la adoración al sol), con el cual se había profanado el templo del Señor:
“Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Asera y PARA TODO EL EJÉRCITO DE LOS CIELOS; y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el. Quitó a los sacerdotes idólatras que los reyes de Judá habían puesto para que quemasen incienso en los lugares altos de las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; también a los que quemaban incienso a Baal, AL SOL, a la luna, a los signos del zodíaco y a todo el ejército de los cielos.” (2 Reyes 23:5).
El culto al sol siempre fue relacionado con la idolatría en el antiguo Israel. Una idolatría que resultaba bastante tentadora, pues el sol es una de las grandes creaciones del Señor:
“SI HE MIRADO AL SOL CUANDO RESPLANDECE y a la luna desplazándose en su esplendor, si en secreto fue seducido mi corazón y mi boca les envió un beso con la mano, ESTO TAMBIÉN HABRÍA SIDO UN DELITO DIGNO DE CASTIGO; PORQUE HABRÍA NEGADO AL DIOS DE LO ALTO.” (Job 31: 26-28).
Conociendo todos estos antecedentes, resulta verdaderamente sorprendente que este elemento (la adoración al sol), absolutamente ocultista, se haya podido introducir en las ordenanzas de la iglesia católica.
Pero basta conocer algunos datos históricos (rigurosamente exactos) de la vida de algunos Papas, para entender la estrecha relación que existe, y que siempre ha existido, entre la jerarquía católica y la adoración del sol.
Urbano VIII, quien vivió entre los años 1623-1644, uso al Dominico ocultista Fray Tommaso Campanella durante el eclipse solar del 10 de junio de 1630 para crear un universo artificial de cristales y velas en los aposentos papales donde se manipuló para representar una configuración de las estrellas y los planetas favorable al horóscopo de Urbano. El eclipse se movió por el norte de Italia sin pasar por Roma. Ésta fue probablemente la razón de la oposición contra la creencia de Galileo de que la tierra se movía alrededor del sol. Esto afectaba sus creencias astrológicas y, por supuesto, su horóscopo. En el pontificado de Urbano VIII, Galileo fue condenado por segunda vez (1633).
El nombre real de este Papa (Urbano VIII) era Maffeo Barberini. Maffeo comisionó a Agostino Tassi para que pintara un mural del sol en el techo de sus aposentos para que siempre pudiera despertar a luz del sol sin importar el clima.
Comentando sobre la existencia del culto solar en el catolicismo, el escritor masón Henry Olcott escribe:
"…De lo anterior, que trata sólo de los más importantes festivales solares, está claro que estos productos del paganismo están absolutamente vigentes en la actualidad... como nunca antes, y que el cristianismo ha permitido, y en muchos casos realmente adoptado, y practica ritos cuyo significado pagano está escondido porque no se llama la atención a la fuente de donde estos ritos han surgido. En resumen, el culto al sol, simbólicamente hablando, se encuentra en el corazón de los grandes festivales que la iglesia cristiana celebra el día de hoy, y estas reliquias de la religión pagana, a través de sus ritos sagrados, se mezclan con prácticas y creencias totalmente antagónicos al espíritu que los originó.”
Por lo tanto, aun cuando el paganismo murió y fue enterrado: Sin embargo, después de un breve intervalo surgió de nuevo desde la tumba. No obstante, a diferencia del vampiro, su atuendo ha cambiado por lo que no ha sido reconocido. Se ha movido a través de la cristiandad en un seductor vestido, y la ha envuelto en una ceguera espiritual sin precedentes en la historia de la humanidad.
“EN EL FANGO DE LA APOSTASÍA”
REFORMAS Y CONFLICTOS
Cuando se produjo el período de la historia universal conocido como “La Reforma”, la mayoría de los protestantes no realizó cambio alguno respecto del día de adoración (domingo, el “Día del Señor”) que se observaba. Los líderes reformadores entendían que existía evidencia que demostraba que los cristianos, luego de la muerte de Cristo, adoraban en ese día.
El gran problema que enfrentaban los protestantes, era que, de hecho, no existía ninguna legislación clara en el Nuevo Testamento respecto de este “nuevo día santo”. Los mismos obispos de los siglos I y II, no mencionan cuando ni como los apóstoles establecieron que se observaría el “Día del Señor” (domingo), en lugar del “Sábado”. Los llamados “padres apostólicos” simplemente decían, en sus escritos, que se debía observar porque así lo habían enseñado los apóstoles.
Esta ambigüedad hizo que algunos decidieran guardar sábado, y que otros decidieran guardar tanto el sábado (Día de Reposo) como el domingo (Día del Señor). Está confusión, sin embargo, no era novedosa. Tal como vimos anteriormente, aun en los tiempos de Pablo el asunto de seguir o no observando el Sabbath era un tema no resuelto para algunos judíos conversos recalcitrantes (Gálatas 4:9-10).
Algunas congregaciones llegaron incluso a establecer, de manera oficial para ellos, la observancia de ambos días. Veamos en este respecto la siguiente cita de Sidonius respecto de la situación en el año 526 de nuestra era:
“Es una realidad que era anteriormente la costumbre en el Este GUARDAR EL SÁBADO EN LA MISMA MANERA COMO EL DÍA DEL SEÑOR” (Epístola de Apollinarius Sidonius, lib. 1,2; Migne, 57).
Esto facilitó la aparición de Iglesias sabatistas, como la Iglesia Bautista del Séptimo Día, fundada en Inglaterra en 1611, así como el surgimiento de figuras peculiares como Ellen G. White. De esta señora ya hemos hablado en el Blog: "EL OCULTISMO DE LAIGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA":
http://ocultismo-adventista.blogspot.com/
Rogamos al lector que lea la información contenida en el Blog de arriba, respecto de Ellen G. White y la Iglesia Adventista, antes de continuar con los siguientes párrafos.
En 1845 leyó un artículo escrito por Thomas M. Preble (quien había sido influenciado por una joven Bautista del Séptimo Día, Rachel Oakes Preston) acerca del “Sabbath”, publicado en New Hampshire. Bates viajó hasta allí para estudiar por si mismo el asunto. A su regreso en Fairhaven, se encontró con un amigo, el capitán Hall. Hall le preguntó, “¿Qué nuevas hay, Capitán Bates?” Él respondió, “La nueva es que el día séptimo es el Sabbath”.
Bates escribiría más tarde su propio tratado acerca del Sabbath bíblico. Este artículo no hubiese llamado la atención, de James y Ellen G. White, de no ser por el hecho de que el señor Bates poseía una gran fortuna.
Luego de "ganarse la confianza" del señor Bates, gracias a la tristemente célebre "visión de Júpiter y Saturo" de la señora White, tanto Ellen como James aceptaron los postulados del señor James.
En su tratado Bates afirmaba que el Sabbath debería comenzar a las 6 p.m. del viernes, y muchos sabatistas, incluyendo los White, lo hicieron así por cerca de diez años.
Sin embargo, no había consenso respecto de este punto entre todos los sabatistas, pues algunos consideraban que la observancia debía comenzar después del ocaso.
En 1855 James White pidió a J. N. Andrews que hiciera un estudio de la Biblia sobre el tema. En una reunión en Battle Creek en noviembre Andrews presentó su trabajo, el cual apoyaba la hipótesis del “ocaso” como punto de inicio del Sabbath. Después de la reunión, Ellen G. White tuvo una visión confirmando el resultado de este estudio Biblico.
Bates estuvo de acuerdo con el resultado del estudio de Andrews y siguió apoyando a Ellen y a su movimiento. Este señor murió a los 80 años de edad y fue sepultado en Monterrey, Michigan.
Por lo tanto, la doctrina de la santificación del séptimo día, pilar y fundamento de la iglesia Adventista del Séptimo Día, es el resultado de discusiones y arreglos de un grupo de milleristas fanáticos que no eran ni apóstoles ni profetas de Dios.
2010
EL DÍA SANTO DEL SEÑOR
INTRODUCCIÓN
El tema del Día de Reposo es uno de los más complejos de la doctrina, no sólo cristiana sino también judía. Bien argumentan los judíos (en la actualidad) que el Día de Reposo fue dado como señal del pacto que Dios hizo con ellos por medio del profeta Moisés, veamos:
“En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; PORQUE ES SEÑAL ENTRE MÍ Y VOSOTROS por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo.” (Éxodo 31:13-14)
Si el mandamiento de guardar el Día de Reposo fue dado como señal entre Dios y los Judíos, gran parte de los cuales ahora vive en Israel, ¿Por qué los cristianos guardan un día sagrado?.
La interrogante anterior se constituye en una pregunta legítima que podría lanzar cualquier judío a un cristiano en la actualidad.
¿Existe algún pasaje en el Nuevo Testamento que establezca el Séptimo Día como señal del convenio que Dios hace con los que aceptan el evangelio (ya sean estos judíos o gentiles)?, la respuesta es un rotundo “NO”.
¿Por que entonces guardan los cristianos un Día de Reposo?, más aun; ¿por qué millones de cristianos guardan el primer día de la semana (domingo), como Día Santo, en lugar del séptimo?
¿Es posible que el Señor mismo estableciera el cambio del Día de Culto para los cristianos? Y si así fuera, ¿Cuál de todas las iglesias que defienden este principio es la que el Señor reconoce como suya?
En este Blog, se darán respuestas a todas estás preguntas y se desarrolla este apasionante tema de un modo bastante claro y bien documentado. El lector tiene la libertad plena de acudir a todas las fuentes que se citarán.
Es importante aclarar que no es nuestro propósito contender en modo alguno con creencias o doctrinas que defienden la observancia de cualquiera de estos dos días (sábado o domingo) como sagrado, sino sólo presentar los hechos relacionados con el día de reposo de un modo amplio, claro y rigurosamente exacto.
LA CREACIÓN Y EL DÍA DE REPOSO
Luego de haber acabado la obra de la creación, el Señor descansó el día séptimo y lo santificó:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y BENDIJO DIOS AL DÍA SÉPTIMO, Y LO SANTIFICÓ, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.” (Génesis 2:2-3)
La historia del día de reposo empieza aquí, inmediatamente después de haber terminado la creación de la tierra. Dios bendijo al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho.
Es importante notar aquí que el día de reposo es también una creación de Dios que está sujeta a él.
Existe una eternidad hacia atrás, antes de la creación de la tierra, en la que el séptimo día (como día santificado) no existió. El Día de Reposo no se guardó ni se santificó antes de que existieran las estrellas, los ángeles, etc.
En el Nuevo Testamento se nos da a conocer que el Hijo de Dios es el creador del universo (Hebreos 1:2). Es decir, bajo la dirección de su Padre, Cristo creó la tierra y todo lo que hay sobre ella. Veamos otros pasajes de las escrituras que respaldan plenamente esta doctrina:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. El era en el principio con Dios. TODAS LAS COSAS POR ÉL FUERON HECHAS, Y SIN ÉL NO FUE HECHO NADA DE LO QUE HA SIDO HECHO.” (Juan 1:1-3).
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. PORQUE EN ÉL FUERON CREADAS TODAS LAS COSAS, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; TODO FUE CREADO POR MEDIO DE ÉL Y PARA ÉL.” (Colosenses 1:15).
Es por esta razón que Jesús es el dueño del día de reposo:
“porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.” (Mateo 12:8).
Jesucristo estableció también que, aun cuando él y su Padre descansaron el séptimo día de su obra creadora, ambos seguían trabajando incluso el sábado:
“Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en SÁBADO. Pero Jesús les respondió: MI PADRE HASTA AHORA TRABAJA; TAMBIÉN YO TRABAJO” (Juan 5:16-17).
Con estas palabras, Jesús colocaba intrínsecamente en sus manos el fundamento mismo del cuarto mandamiento. Es decir, al no haber concluido su trabajo, Jesús (el dueño del día de reposo) podía establecer como Día Santo otro día que no fuera el séptimo.
La resurrección de Cristo, el primer día de la semana, es el evento que culminante de la Misión del Salvador en la tierra. A partir de ese momento todo se renueva. En otras palabras, aun cuando la creación de la tierra fue una obra sumamente importante dentro del plan de salvación, la resurrección de Cristo es la parte más importante de ese mismo plan:
“Y SI CRISTO NO HA RESUCITADO, vana es nuestra predicación; VANA TAMBIÉN ES VUESTRA FE” (1 Corintios 15:14).
“y SI CRISTO NO HA RESUCITADO, VUESTRA FE ES INÚTIL; todavía estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:17).
En la resurrección de Cristo todo lo antiguo caduca y se origina una Nueva Creación:
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino UNA NUEVA CREACIÓN.” (Gálatas 6:15).
Por tanto, todas las cosas antiguas pasan y todo se renueva:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; LAS COSAS VIEJAS PASARON; HE AQUÍ TODAS SON HECHAS NUEVAS” (2 Corintios 5:17).
Lo anterior es de suma importancia, pues debemos recordar que la observancia del Septimo Día era una señal del pacto que el Señor había hecho con los Israelitas. Ese pacto antiguo caducaba con la puesta en vigor del Evangelio de Jesucristo (el Nuevo Pacto).
Esto implicaba necesariamente el establecimiento de una nueva legislación; una legislación que ratificase o modificase la observancia del Séptimo Día como día de reposo.
Los escritos de los apóstoles dan testimonio de que la observancia de los días sagrados judíos (entre ellos el séptimo día) cesó con la entrada en vigor de la Ley del Evangelio:
"Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? GUARDÁIS LOS DÍAS, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros." (Gálatas 4:9-10).
EL SABATH ANTES DE MOISÉS
Luego de la santificación del día de séptimo, registrada en el capítulo dos de Génesis, no se vuelve a mencionar al “séptimo día” (como un día apartado para el descanso y la adoración) sino hasta el episodio del “mana” registrado en el capítulo 16 de éxodo:
“Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.” (Éxodo 16:23).
No hay registro alguno de que Adán, Set, Enoc, Noe, Abraham, Isaac o cualquiera de los profetas (hasta el tiempo del éxodo) hayan descansado el séptimo día. Tampoco existe indicio alguno de que los primeros profetas o patriarcas hayan recibido instrucciones precisas sobre que hacer (o que no hacer) el séptimo día.
Sin embargo, aunque no se menciona expresamente, se puede deducir que efectivamente los patriarcas sí observaron el día séptimo como un día de descanso, y que sí existía una legislación (que, de hecho, ya no se encuentra en la Biblia) respecto de ese día.
Esto último es extremadamente importante puesto que si concluimos que Enoc, Noe, Abraham, etc. guardaron el día de reposo, aun cuando no existe ningún pasaje de la Biblia que expresamente apoye esta afirmación, entonces se debe admitir que hay cosas que ahora no están en las escrituras pero que, sin duda, estuvieron allí en el pasado.
EL DÍA DE REPOSO EN LA LEY DE MOISÉS
El cuarto mandamiento de los diez que el Señor escribió con su propio dedo (éxodo 31:18) dice lo siguiente:
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20:8-11).
En primer lugar, se deja en claro que esto no era algo nuevo (“acuérdate”), luego se enfatiza que todo trabajo debe cesar ese día, finalmente, se recuerda a los israelitas la razón de que sea el séptimo día de la semana (el descanso del Señor al final de la creación).
Ahora bien, es importante aclarar que el cuarto mandamiento, registrado en el capítulo veinte de éxodo, llegó con un añadido a los israelitas, pues Moisés rompió las primeras tablas:
“Aconteció que cuando llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, la ira de Moisés se encendió, y ARROJÓ LAS TABLAS DE SUS MANOS Y LAS ROMPIÓ AL PIE DEL MONTE” (éxodo 32:19).
Las nuevas tablas, que recibiera Moisés a cambio de las primeras, establecerían la observancia del Día de Reposo como un convenio entre el Señor y los israelitas. La observancia del Sabath estaría relacionada con la liberación de los israelitas del yugo egipcio, veamos:
“Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu dios… ACUÉRDATE QUE FUISTE SIERVO EN TIERRA DE EGIPTO, Y QUE JEHOVÁ TU DIOS TE SACÓ DE ALLÁ CON MANO FUERTE Y BRAZO EXTENDIDO; POR LO CUAL JEHOVÁ TU DIOS TE HA MANDADO QUE GUARDES EL DÍA DE REPOSO” (Deuteronomio 5:12-15).
El mandamiento dado a los israelitas acerca del día de reposo, contenido en el segundo par de tablas, era diferente del que habían observado los patriarcas antes de Moisés. El Señor había hecho con Moisés un Pacto distinto al que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.
En otras palabras, lalegislación del día de reposo, contenido en el decálogo, no era la que habían observado Jacob, Isaac o Abraham. Este pacto que Dios hizo con los israelitas luego de su salida de Egipto era una legislación nueva, que llegaría a formar parte de lo que se conocería, más adelante, como la Ley de Moisés. Esto se puede ver fácilmente en la introducción al Decálogo del capítulo cinco de Deuteronomio:
“Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. NO CON NUESTROS PADRES HIZO JEHOVÁ ESTE PACTO, SINO CON NOSOTROS TODOS LOS QUE ESTAMOS AQUÍ HOY VIVOS” (Deuteronomio 5:1-3).
Luego, en los versos 12, 13, 14 y 15 aparece el mandamiento referente a la observancia del séptimo día como Día de Reposo. Éste sería como “recordatorio” de un acontecimiento relacionado con su historia reciente:
“…acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5:15).
¿Qué evidencia hay de que los Diez Mandamientos (contenidos en el capítulo cinco de Deuteronomio) formaban parte del antiguo pacto conocido como la Ley de Moisés?
Veamos algunos pasajes que claramente señalan que los diez mandamientos SÍ formaban parte de este pacto que hizo Dios con el antiguo Israel:
"Y él contestó: He aquí, YO HAGO PACTO…Guarda lo que yo te mando hoy…SEIS DÍAS TRABAJARÁS, MAS EN EL SÉPTIMO DÍA DESCANSARÁS; aun en la arada y en la siega, descansarás” (Éxodo 34:10-11, 21).
"Y escribió en tablas LAS PALABRAS DEL PACTO, LOS DIEZ MANDAMIENTOS." (Éxodo 34:28).
"Y el os anunció SU PACTO, el cual os mandó poner por obra; LOS DIEZ MANDAMIENTOS." (Deuteronomio 4:13).
Toda la ley conocida como la Ley de Moisés fue dada por Dios. Técnicamente hablando, el nombre de esta ley debería ser “La Ley dada por el Señor a través de Moisés”.
En segundo lugar, es importante señalar que, de acuerdo con la información contenida en el Antiguo Testamento, el día de reposo formaba parte de las fiestas solemnes, veamos:
“Habla a los hijos de Israel y diles: las FIESTAS SOLEMNES de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas: SEIS DÍAS SE TRABAJARÁ, MAS EL SÉPTIMO DÍA SERÁ DE REPOSO, SANTA CONVOCACIÓN; NINGÚN TRABAJO HARÉIS; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis…” (Levítico 23:1-8).
Todas estas fiestas solemnes eran consideradas "días de reposo”: La Pascua (Éxodo 12:1-20 y Levítico 23:5), Las Fiestas de lo primeros frutos (Levítico 23:9-14), La Fiesta de las Semanas (Levítico 23:15-21), La Fiesta de Trompetas (Levítico 23-25), El Día de Expiación (Levítico 16 y Levítico-23:26-32), La Fiesta de Tabernáculos (Levítico 23:33-36).
La Ley de Moisés se había dado de tal manera que aquel que no cumplía con observar alguno de estos días quebrantaba toda la ley. No se podía escoger entre este día si pero éste no. O se cumplía todo o no se cumplía nada, porque las consecuencias eran las mismas. A esto se refiere el apóstol Pablo cuando dice:
"Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición; pues escrito esta: ‘maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas… y que por la ley ninguno se justifica." (Gálatas 3:10-12).
LAS “FIESTAS SOLEMNES” Y EL EVAMGELIO DE CRISTO
Las fiestas solemnes que observaba el antiguo Israel caducan con la entrada en vigor de la Ley del Evangelio. El apóstol Pablo enseña, de manera categórica, este principio, veamos:
"Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? GUARDÁIS LOS DÍAS, LOS MESES, LOS TIEMPOS Y LOS AÑOS. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros." (Gálatas 4:9-10).
Se puede ver con claridad que Pablo considera a las fiestas solemnes (Séptimo Día, Día de Pentecostés, Pascua, Año del Jubileo, etc.) como festividades que los cristianos ya no tenían que observar.
El apóstol dice que las personas que observaban estas festividades eran "esclavos” de la ley antigua. En otras palabras, los cristianos que seguían guardando el día séptimo no habían comprendido que el evangelio reemplazaba a la ley antigua.
El propósito de aquella ley ya caduca fue preparar a los Israelitas para la venida de Cristo, el Mesías prometido:
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? fue añadida a causa de las transgresiones, HASTA QUE VINIESE LA SIMIENTE A QUIEN FUE HECHA LA PROMESA; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador” (Gálatas 3:19).
“De manera que LA LEY HA SIDO NUESTRO AYO, PARA LLEVARNOS A CRISTO, a fin de que fuésemos justificados por la fe. PERO VENIDA LA FE, YA NO ESTAMOS BAJO AYO” (Gálatas 3:24-25).
Por lo tanto, La ley de Moisés es semejante al tutor de un niño. En otras palabras, la Ley de Moisés sería una especie de guía que conduciría a Israel hacia Cristo. Esto, por supuesto, implica que todas las ordenanzas y fiestas solemnes contenidas en la Ley de Moisés no tenían el poder para salvar a nadie (Hebreos 10:4-9), pues sólo fueron parte de una ley que los conduciría al Cristo. Esto permite comprender algunos pasajes de las escrituras que, de otro modo, podrían resultar confusos:
“No traigáis más ofrendas vanas. El incienso me es una abominación; también las lunas nuevas, LOS SÁBADOS, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades. Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras festividades. Me son una carga; estoy cansado de soportarlas” (Isaías 13:14).
Por lo tanto, si Israel caía en apostasía, el Señor podría hacer cambios en la observancia de estas fiestas solemnes. De hecho, Oseas profetizó que la observancia del Día de Reposo cesaría en el futuro:
“Y haré CESAR todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y SUS DÍAS DE REPOSO, y todas sus festividades.” (Oseas 2:11).
Ahora bien, de acuerdo con la Ley de Moisés, cualquiera que hiciera obra alguna el día de reposo era castigado con la muerte. La pena capital estaba claramente estipulada, veamos:
“Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; CUALQUIERA QUE TRABAJE EN EL DÍA DE REPOSO, CIERTAMENTE MORIRÁ” (Éxodo 31:15-16).
En el Pentateuco se registraba la muerte de un hombre cuyo delito había consistido en “juntar leña el sábado”, veamos:
“Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Jehová dijo a Moisés: IRREMISIBLEMENTE MUERA AQUEL HOMBRE; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.” (Números 15:32-36)
Puesto que Jesucristo era judío, él estaba sujeto a la ley y sabía que la realización de cualquier trabajo en ese día era quebrantar el mandamiento (“no harás en el obra alguna”) y, sin embargo, no sólo él sino también sus discípulos hacían cosas que aparentemente no eran lícitas según la ley, veamos:
“Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?” (Lucas 6:1-2).
La ley de Moisés era muy estricta, y para el tiempo de Jesús estaba absolutamente vigente. ¿Por qué entonces los apóstoles del Señor hacían lo que no era lícito en ese día?
Examinemos la respuesta de Jesús a los fariseos:
“Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lucas 6:3-5).
En otras palabras, Jesucristo presenta como defensa de su “proceder”, el hecho de que él era el dueño del día de reposo.
EL “SÉPTIMO DÍA” HASTA LA RESURRECCIÓN
Respecto de la caducidad de la ley antigua, y la entrada en vigencia de la ley del evangelio, el apóstol Pablo declaró lo siguiente:
“Al decir "Nuevo Pacto", ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está próximo a desaparecer” (Hebreos 8:13).
La ley de Moisés es la ley de la Letra, la cual ha sido reemplazada por el evangelio de Jesucristo. Así lo enseña el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios, veamos:
"sino que nuestra competencia proviene de Dios, EL CUAL ASIMISMO NOS HIZO MINISTROS COMPETENTES DE UN NUEVO PACTO, NO DE LA LETRA SINO DEL ESPÍRITU." (2 Corintios 3:5-6).
Ahora bien, cuando Cristo ejerció su ministerio en la tierra, la ley de Moisés estaba vigente. Por lo tanto, Cristo y sus discípulos observaron el día de reposo. Esto fue así hasta el día previo a la resurrección de Cristo:
“Y vueltas, aparejaron especias aromáticas y ungüentos; y REPOSARON EL SÁBADO, conforme al mandamiento.” (Lucas 23:56).
Ahora bien, es importante notar que, aun cuando observaba el “Día de Reposo”, Cristo dejaba en claro que él era dueño de ese día, veamos:
“El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por lo tanto, EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR AUN DEL DÍA DE REPOSO” (Marcos 2:27, 28).
“Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en DÍA DE REPOSO hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ELLOS SE LLENARON DE FUROR, Y HABLABAN ENTRE SÍ QUÉ PODRÍAN HACER CONTRA JESÚS” (Lucas 6:9-11).
UNA “PREGUNTA CLAVE” Y UNA “RESPUESTA CLAVE”
¿Puede el Señor, que es dueño del día de reposo, designar otro día para la adoración en lugar del séptimo día?
La respuesta es un rotundo SÍ. Ahora explicaremos el fundamento de esta respuesta.
Para empezar, examinaremos el siguiente pasaje:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: TODA POTESTAD ME ES DADA EN EL CIELO Y EN LA TIERRA” (Mateo 28:18).
Si Jesucristo no pudiera cambiar el día de reposo a voluntad entonces su poder estaría limitado. Él no podría tener “toda potestad en el cielo y en la tierra”:
En segundo lugar, se debe aclarar que los mandamientos del Señor son perfectos sólo en el sentido de que portan una huella de la perfección de su autor. Si así no fuera (y Cristo no pudiera cambiarlas) serían ellos mismos dioses. El apóstol Pablo enseñó esto cuando dijo:
“Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, SERVISTEIS A LOS QUE POR NATURALEZA NO SON DIOSES” (Gálatas 4:10).
El apóstol aquí se refiere a los días sagrados (el sábado, el día de Pentecostés, etc.). Esto se puede verificar fácilmente en el párrafo que sigue:
“En cambio, ahora que habéis conocido a Dios… ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? ¡Guardáis los DÍAS, los MESES, las ESTACIONES y los AÑOS! Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor.” (Gálatas 4:11).
La Ley de Moisés (con su precepto sobre el séptimo día) es imperfecta. Si la Ley antigua hubiera sido perfecta, no habría sido necesario el Evangelio de Jesucristo. Esta nueva ley, la Ley del Evangelio, es la ley perfecta, la ley de la libertad, en la cual hay que perseverar:
“Mas el que mira atentamente en LA PERFECTA LEY, LA DE LA LIBERTAD, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25).
La Ley de Moisés era administrada por la autoridad del Sacerdocio según el orden de Aarón. Cristo trajo el Sacerdocio de Melquisedec y con él la Ley cambió:
“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:11-12)
Un Poder Ilimitado
Es evidente que el poder del Señor es ilimitado. El Señor es “Todopoderoso” y, por lo tanto, hace las cosas según su voluntad:
“Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo: Yo hago morir, y yo hago vivir: Yo hiero, y yo sano: Y no hay quien pueda librar de mi mano.” (Deuteronomio 32:39).
El poder del Señor es tal que puede incluso revocar “pactos perpetuos”. Veamos el caso de Elí, el juez de Israel, a quién el Señor le hizo una promesa y luego, por medio de su Profeta, la Revocó:
“Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: YO HABÍA DICHO QUE TU CASA Y LA CASA DE TU PADRE ANDARÍAN DELANTE DE MÍ PERPETUAMENTE; MAS AHORA HA DICHO JEHOVÁ: NUNCA YO TAL HAGA, porque yo honraré a los que me honran, y los que me tuvieren en poco, serán viles. He aquí vienen días, en que cortaré tu brazo, y el brazo de la casa de tu padre, que no haya viejo en tu casa.” (1 Samuel 2:30-31).
El Señor también puede hacer cambios en lapsos de tiempo relativamente cortos. Veamos el caso de Ezequías a quien se le dijo que indefectiblemente moriría:
“En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a él y le dijo: -Así ha dicho Jehová: "Pon en orden tu casa, porque MORIRÁS Y NO VIVIRÁS." (2 Reyes 20:1).
Momentos después, sin embargo, el Señor indica que Ezequías ya no morirá sino que vivirá quince años más:
“Así ha dicho Jehová, Dios de tu padre David: ’He oído tu oración y he visto tus lágrimas. HE AQUÍ QUE YO TE SANO; al tercer día subirás a la casa de Jehová. AÑADIRÉ QUINCE AÑOS A TUS DÍAS, y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David." (2 Reyes 20:5-6).
La conclusión es simple: Dios puede hacer cambios según su parecer. Este es el caso del día de reposo. Así como el Señor tuvo el poder para mandarle al pueblo de Israel que observara el séptimo día como “Día de Reposo”, de la misma forma, él mismo Señor puede designar (por una razón específica) otro día como día de adoración.
ESTAMOS LIBRES DE LA LEY
El apóstol Pablo utilizó la analogía del matrimonio para explicar como es que el Evangelio reemplaza a la Ley de Moisés como legislación para la Iglesia de Jesucristo, veamos:
“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive: pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido… ASÍ TAMBIÉN VOSOTROS, HERMANOS MÍOS, HABÉIS MUERTO A LA LEY MEDIANTE EL CUERPO DE CRISTO, PARA QUE SEÁIS DE OTRO, DEL QUE RESUCITÓ DE LOS MUERTOS, a fin de que llevemos fruto para Dios” (Romanos 7:1-4).
El apóstol Pablo, en este pasaje, está usando la relación matrimonial, y la ley que gobierna esa unión, para enseñar que la Ley Antigua había cesado y que había entrado en vigor una Ley Nueva. Pablo enfatiza aún más esta doctrina cuando añade:
“Pero ahora ESTAMOS LIBRES DE LA LEY, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo EL RÉGIMEN NUEVO DEL ESPÍRITU y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
Es importante resaltar que la Ley de Moisés, a la que se refiere Pablo en este pasaje, incluía los Diez Mandamientos. Esto se puede ver claramente en el versículo siguiente, donde dice:
“Yo no conocí el pecado sino por la ley; PORQUE TAMPOCO CONOCIERA LA CODICIA, SI LA LEY NO DIJERA: NO CODICIARÁS” (Romanos 7:7).
Esto demuestra que la Ley de Moisés incluía los Diez Mandamientos pues el décimo de estos es “No Codiciarás”. Por consiguiente, Pablo dice que aquella ley, que incluía la observancia del séptimo día como Día de Reposo (cuarto mandamiento del decálogo) ha cesado.
Luego de la resurrección del Señor la ley de Moisés caduca, es decir se cumple en Jesucristo o tiene su fin en él, y entra en vigencia la Nueva Ley, el Evangelio de Jesucristo. Por lo tanto, la Vieja Ley cesa y todo se renueva.
Un análisis cuidadoso de los evangelios nos ayuda a comprender que, en sus enseñanzas, Jesucristo estaba preparando la gente para la eliminación de la observancia del día séptimo (véase Juan 7:22-24; Lucas 13:10-16; 14:1-6 y Mateo 12:5-8).
De hecho, Jesús afirmaba que él trabajaba el séptimo día porque Dios, su propio padre, también trabajaba en ese día:
“Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, PORQUE HACÍA ESTAS COSAS EN SÁBADO. Pero Jesús les respondió: MI PADRE HASTA AHORA TRABAJA; TAMBIÉN YO TRABAJO. Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo QUEBRANTABA EL SÁBADO, sino que también LLAMABA A DIOS SU PROPIO PADRE, haciéndose igual a Dios.” (Juan 5:16-18)
Aunque esta declaración pude no tener mucho significado para un cristiano en la actualidad, para los escuchas de Cristo era extremadamente relevante.
Como dueño del día de reposo Jesús no estaba sujeto al séptimo día; era el sábado el que estaba sujeto a él. Nadie tenía el derecho de Juzgar las acciones de Cristo en el sabath porque él era el dueño de ese día:
“PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR DEL SÁBADO.” (Mateo 12:8).
El Día de Reposo se origina en el descanso del Señor, el séptimo día, luego de terminar su obra creadora (Génesis 2:2). La observancia del Día del Señor (el primer día de la semana) se origina en la resurrección del Señor.
Tal como lo dijera el erudito judío Edersheim, en su obra “Bible History: Old Testament”, el cambio del día séptimo (“Sabath”) al primero (“el Día del Señor”) se fundamenta en la resurrección de Jesucristo:
“Todo lo que procedió de la mano de Dios fue "bueno en gran manera", es decir, perfecto para responder al propósito para el que habían sido destinados. "Y el séptimo día Dios terminó la obra que había hecho, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho, y bendijo Dios el día séptimo, y lo santificó: porque en él descansó de toda la obra que había creado y hecho”, es sobre esta institución original, del sábado como un día santo de descanso, que finalmente se basa nuestra observancia del Día del Señor. El cambio en el preciso día - del séptimo al primero de la semana – habiéndose originado en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, por quien no sólo la primera, sino también la nueva creación fue finalmente completada [Véase Isaías 65:17].” (Bible History: Old Testament, [Historia Biblica: Antiguo Testamento] 1876-1880, Edersheim)
Es importante saber que si en esta vida sólo esperamos en Cristo, sin creer en la resurrección, somos los más dignos de piedad de todos los hombres:
“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, SOMOS LOS MÁS DIGNOS DE CONMISERACIÓN DE TODOS LOS HOMBRES.” (1 Corintios 15:19)
Recordemos:
“Mas ahora, CRISTO HA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, primicia de los que durmieron es hecho. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre la resurrección de los muertos. PORQUE ASÍ COMO EN ADÁN TODOS MUEREN, ASÍ TAMBIÉN EN CRISTO TODOS SERÁN VIVIFICADOS” (1 Corintios 15:20-22).
EL “DÍA DE REPOSO” DESPUÉS DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
La resurrección del Señor el “primer día de la semana”, es uno de los hechos más ampliamente atestiguados en el Nuevo Testamento. El apóstol Juan, por ejemplo, relata los acontecimientos que tuvieron lugar la noche de aquel mismo día:
“La noche de aquel mismo día, EL PRIMERO DE LA SEMANA, estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y puesto en medio de ellos les dijo: Paz a vosotros. Y como hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.” (Juan 20:19-20).
Luego de que Cristo muriera en la Cruz, José de Arimatea solicitó a Pilato que le entregase el cuerpo del Señor para colocarlo en un sepulcro:
“Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo… de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual también esperaba el Reino de Dios. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitado, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro que era labrado de piedra, en el cual ninguno había aún sido puesto.” (Lucas 23:50-53).
Lucas informa con bastante claridad que el día en que el Señor fue puesto en la tumba era el día de la preparación de la pascua que es el equivalente al día que hoy llamamos “viernes”:
“Y era DÍA DE LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA; Y ESTABA PARA RAYAR EL SÁBADO. Y viniendo también las mujeres que le habían seguido de Galilea, vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.” (Lucas 23:54-55).
Lucas explica además que estas mujeres descansaron el día sábado, el séptimo día, conforme al mandamiento:
“Y vueltas, aparejaron especias aromáticas y ungüentos; y REPOSARON EL SÁBADO, conforme al mandamiento.” (Lucas 23:56).
Al día siguiente, muy temprano, María Magdalena y otras mujeres, llegaron al sepulcro trayendo las especies aromáticas:
“Y EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especies aromáticas que habían aparejado, y algunas otras mujeres con ellas.” (Lucas 24:1).
Sin embargo, al llegar estas mujeres al sepulcro lo encontraron vacío:
“Y hallaron la piedra revuelta de la puerta del sepulcro. Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció, que estando ellas espantadas de esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuviesen ellas temor, y bajasen el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado…” (Lucas 24:2-6)
El Señor resucitó entonces el Primer día de la Semana, es decir el día que hoy llamamos domingo.
A partir de ese momento tanto los apóstoles como los miembros fieles de la iglesia primitiva empezaron a reunirse el primer día de la semana:
“OCHO DÍAS DESPUÉS, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: ¡Paz a vosotros!” (Juan 20:26).
Este primer día de la semana se convirtió el día de culto para los primeros cristianos. en este día se participaba de la Cena del Señor:
“EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente…” (Hechos 20:7).
Además, puesto que los miembros de la iglesia se reunían en este día, los líderes aprovechaban estas reuniones para recolectar las ofrendas:
“Cada PRIMER DÍA DE LA SEMANA cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” (1 Corintios 16:2).
El séptimo día de la semana fue observado como día de adoración por los discípulos de Jesús hasta el día en que él resucitó de entre los muertos. Luego de ello el Día de Culto pasó a ser el primer día de la semana. No se eliminó el día de culto. Pero ya no iba a ser el séptimo día sino el primero.
Esto, por supuesto, trajo algunos problemas puesto que los líderes judíos tuvieron un argumento más para atacar y perseguir a los primeros cristianos. Es precisamente por ello que el apóstol Pablo dice en su epístola a los colosenses:
“Por tanto, NADIE OS JUZGUE en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o DÍAS DE REPOSO.” (Colosenses 2,16).
¿Qué sentido podría tener esta instrucción si no se hubiese producido un cambio en el Día de Reposo?
CRISTO DIO FIN A LA LEY ANTIGUA
En Mateo 5:17-19 Jesús dice que no ha venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. A continuación, haciendo uso de su autoridad, “perfecciona” o "cambia" seis preceptos de la Ley mosaica. Veamos sólo un ejemplo de esos cambios:
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: NO PERJURARÁS, SINO CUMPLIRÁS AL SEÑOR TUS JURAMENTOS. Pero yo os digo: NO JURÉIS EN NINGUNA MANERA; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” (Mateo 5:33-37)
De acuerdo con la Ley dada por el Señor a Moisés, los israelitas no podían tomar el nombre de Dios “en vano”:
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios EN VANO; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre EN VANO” (Éxodo 20:7).
Esto permitía el uso del nombre de Dios siempre que no fuese “en vano”. Es decir, siempre que el juramento se cumpliese. Es por ello que los israelitas del antiguo testamento juraban casi continuamente, veamos:
“Porque VIVE JEHOVÁ DIOS DE ISRAEL que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón” (1 Samuel 25:34).
“Y DAVID VOLVIÓ A JURAR DICIENDO: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: No sepa esto Jonatán, para que no se entristezca; Y CIERTAMENTE, VIVE JEHOVÁ Y VIVE TU ALMA, que apenas hay un paso entre mí y la muerte. Y Jonatán dijo a David: Lo que deseare tu alma, haré por ti" (1 Samuel 20:3-4).
Por si el lector no se ha dado cuenta Jesús cambió el tercer mandamiento que decía: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios EN VANO” por un nuevo mandamiento “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios DE NINGUNA MANERA”.
Si Jesús no vino a cambiar “ni una jota ni una tilde” de la Ley ¿cómo se explica esta inconsistencia?
Si Jesucristo vino a sujetarse y a obedecer la ley sin cambiar un ápice lo que estaba escrito ¿por qué entonces dice: “Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo…”?
En realidad Jesús no quiso decir que él vino a sujetarse a la Ley. Lo que en realidad Cristo estaba enseñando era que él había venido a “dar fin a la ley”. La palabra “cumplir” no fue usada por Jesucristo en el sentido de “sujetarse a la Ley” sino en él sentido de “dar fin a ella”. Veamos algunos usos de esta connotación de la palabra “cumplir” en la misma Biblia:
“Y CUMPLIDOS (completados o finalizados) los días de su ministerio, se fue a su casa” (Lucas 1:23).
“Cuando a Elizabet se le CUMPLIÓ (se completó o finalizó) el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo" (Lucas 1:57).
“Y aconteció que estando ellos allí, se CUMPLIERON (se completaron o finalizaron) los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón" (Lucas 2:6-7).
“Cuando los mil años se CUMPLAN (se completen o finalicen), Satanás será suelto de su prisión” (Apocalipsis 20:7).
En estos versículos la palabra “cumplir” en ningún caso se refiere a obedecer sino a dar fin o completar. Es decir, en Cristo se cumplió el propósito de la Ley, la misma que había sido sólo “un ayo para llevarnos a Cristo” (Gálatas 3:24).
En otras palabras en cristo murió la ley antigua, por lo cual los hombres quedan libres de la Ley de Moisés:
“Pero ahora ESTAMOS LIBRES DE LA LEY, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
LA PREDICACIÓN Y LA ADORACIÓN
Después de la resurrección de Cristo los apóstoles empezaron a predicar el evangelio.
En toda ciudad, donde había judíos, los apóstoles les predicaban primero a ellos. Los judíos se congregaban en sábado en sus sinagogas para el culto, y los apóstoles aprovechaban la oportunidad para predicarles:
“Pasando de Perge, ellos llegaron a Antioquía de Pisidia. Y EN EL DÍA SÁBADO, HABIENDO ENTRADO EN LA SINAGOGA, SE SENTARON. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.” (Hechos 13:14-15; véase también Hechos 13: 42, 44; 16:13).
Esto demuestra que los apóstoles no adoraban el séptimo día, sino que aprovechaban el sábado para enseñar a los judíos. Las reuniones en las sinagogas no las dirigían los apóstoles, sino los líderes judíos (“los principales de la sinagoga”).
Sin embargo, los apóstoles SÏ se reunían el Primer Día de la Semana para adorar. Los líderes de la Iglesia eran quienes dirigían las reuniones en ese día, a la vez que se participaba de la Cena del Señor y se entregaban las ofrendas (Hechos 20:7, 1 Corintios 16:2).
Es importante señalar, sin embargo, que el sábado judío se había institucionalizado de manera sólida en la nación judía. Por lo tanto, los primeros cristianos (sujetándose a la ley que regía para toda la nación judía) cesaban sus labores el sábado pero se reunían para adorar el primer día de la semana (el Nuevo Día Santo).
Puesto que la legislación judía no contemplaba el primer día de la semana como un día de descanso, los primeros cristianos se veían obligados a reunirse de noche:
“El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso HASTA LA MEDIANOCHE” (Hechos 29:7).
Es evidente que para “alargar el discurso hasta la media noche la reunión tuvo que haber comenzado al “empezar la noche”.
Como acabamos de ver, de acuerdo con la ley judía, no se podía trabajar el sábado. Por lo tanto hubiera sido extremadamente problemático para los primeros miembros de la iglesia que los apóstoles hubiesen ordenado trabajar en ese día y adorar el primer día de la semana.
Puesto que la institucionalización del sábado habría de permanecer inalterable (dentro de la legislación judía) hasta la destrucción de Jerusalén el año 70 d.C., el día de reposo seguiría constituyendo una fecha difícil en caso de guerra o desastre. Esto por motivo de la limitada capacidad de movimiento y maniobra que resultaban de las restricciones extremas que la ley judía imponía en ese día.
Es por ello que Jesucristo expresa su deseo de que la huida de los cristianos durante el futuro sitio de Jerusalén no se produjera en día de reposo:
“¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado; porque entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás.” (Mateo 24:19-21).
OTROS ACONTECIMIENTOS EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA
Uno de los hechos más importantes de la historia del cristianismo, la venida del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés, también se produjo el Primer Día de la Semana:
“Cuando llegó el DÍA DE PENTECOSTÉS, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:1-4).
La mención de este acontecimiento es extremadamente relevante puesto que el Día de Pentecostés caía el día primero de la semana (véase Levítico 23:15, 16; Deuteronomio 16:9).
Teniendo en cuenta que los cristianos ya no tenían que observar las fiestas judías (Gálatas 4:10, Colosenses 2:16-17) ¿por qué razón estaban reunidos ese día?
El hecho evidente e indiscutible es que los apóstoles y los miembros de la iglesia estaban reunidos un primer día de la semana, y que ese día vino el Espíritu Santo.
“EL PESO DE LA EVIDENCIA”
EL DÍA DEL SEÑOR Y LA ETIMOLOGÍA
Otra de las evidencias de que efectivamente el primer día de la semana se convirtió en el “Día del Señor” surje al analizar etimologicamente el nombre dado al primer día de la semana en distintos idiomas arcáicos.
La etimología es la ciencia que estudia el origen de las palabras (la razón de su existencia, de su significación y de su forma). La palabra "etimología" viene del griego ἐτυμολογία, un compuesto de étymos (‘verdadero’), y logos (‘estudio’). Por consiguiente, la etimología estudia el verdadero significado de las palabras.
Por medio de la Etimología aprendemos que la expresión “el Día del Señor” aplicada al domingo, es la traducción al español de la frase griega “kuriake Hemera”. Ésta expresión aparece por primera vez en la literatura cristiana en la segunda mitad del primer siglo. En pocas décadas, sin embargo, el término “kuriake Hemera” se convierte en omnipresente en el cristianismo, de modo que se elide (omite) la palabra “Hemera”. Así, cuando un escritor cristiano mencionaba la palabra kuriake, sus lectores entendían que se refería al domingo.
Aunque una elisión de este tipo es imposible en español, en el idioma griego sí es posible gracias a las terminaciones. A fin de que nuestros lectores de habla-hispana entiendan esto, pondremos un ejemplo:
κυριακον - δειπνον
Del Señor - Cena
κυριακη - ημερα
Del Señor - Día
Aunque en ambas frases aparece la expresión "del Señor", las terminaciones son distintas.
La expresión "del Señor", en la frase "la Cena del Señor", se escribe así: κυριακον
La expresión "del Señor", en la frase "El Día del Señor", se escribe así: κυριακη
La elisión, por tanto, era perfectamente posible.
La etimología también nos da a conocer que el nombre propio dado al “primer día de la semana”, en los arcáicos idiomás griego, armenio y latín, significa literalmente "El Día del Señor". En el caso de la lengua rusa (es decir del idioma ruso) el nombre del primer día de la semana significa literalmente “Resurrección”, veamos:
DOMINICA (DÍA DEL SEÑOR) …………………. LATÍN
KURIAKE (DÍA DEL SEÑOR) ……………………GRIEGO
GIRAGI (DÍA DEL SEÑOR) ………………………ARMENIO
VOSKRESENIE (RESURRECCIÓN)…………….. RUSO
Estos nombres se originaron durante la expansión del cristianismo a finales del primer siglo y comienzos del segundo siglo de la era cristiana.
Ahora bien, la frase “el Día del Señor”, como nombre propio del primer día de la semana, aparece por primera vez, en nuestra Biblia, en el verso diez del primer capítulo del Apocalipsis (libro que se escribió el año 96 d.C.), veamos:
“Yo estaba en el Espíritu en EL DÍA DEL SEÑOR (dominica [Latin]; giragi [armenio]; kuriake [griego]), y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta” (Apocalipsis 1:10).
El "Día del Señor", en el que Juan tuvo sus visiones, es un día de la semana. Un día de la semana al que él llama “el Día del Señor”. Este día no es el séptimo día porque en aquel tiempo a ese día se le llamaba sábado (σαββατων en griego) no el día del Señor (kuriake en griego). Si Juan se hubiese estado refiriendo al séptimo día simplemente le hubiera llamado sábado.
Este “Día del Señor” tampoco es el "Día de la Ira del Señor". Es incorrecto relacionar el “Día de la Ira del Señor” con el día en el cual Juan vio al Cristo resucitado. El “Día de la Ira del Señor”, en el lenguaje bíblico, siempre se refiere a un día de castigo divino. Un ejemplo de esto lo encontramos en Romanos 2:5, veamos:
"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.” (Romanos 2:5).
Juan no estaba "en el Espíritu" en un día de castigo divino. A través de las revelaciones apocalípticas se menciona repetidas veces el acercamiento inevitable del “día de la ira”, pero ese día está pautado (de forma particular) para los momentos finales de la historia de la humanidad antes del “Gran Juicio”.
Además de ello, tanto en la Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento) como en los textos originales griegos del Nuevo Testamento, cuando se utiliza la frase “el Día del Señor” refiriéndose al “Día de la Ira del Señor” la combinación griega es “hemera kuriou”, nunca “kuriake hemera”. Veamos, como ejemplo de esto último, el siguiente pasaje:
“Pero el Día del Señor (“hemera kuriou” en griego) vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:10)
Por otra parte, cualquiera que viaje a Grecia en estos días encontrará que el término griego kuriake (Día del Señor) es el nombre del primer día de la semana en esa nación.
En lo que se refiere al ruso, el hecho que en esa lengua el nombre dado al primer día de la semana (“Voskresenie”) signifique literalmente “Resurrección” es otra prueba más de que su origen está ligado a la Resurrección de nuestro Señor.
En lo que se refiere al español, la palabra “Domingo” (que es el nombre del primer día de la semana en todos los paises de habla hispana) es la castellanización de la expresión latina “dominica” que, como ya vimos, significa “el Día del Señor”.
Otras lenguas que también llaman “Día del Señor” al primer día de la semana son:
ITALIANO……………………………..….DOMENICA
RUMANO…………………………………DUMINICA
PORTUGUÉS……………………………..DOMINGO
GALÉS……………………………………..DI-DOMHNUICH
FRANCÉS………………………………….DIMANCHE
CATALÁN…………………………………DIUMENGE
En el capítulo siguiente examinaremos las fuentes históricas (compañeras inseparables de la etimología) que fundamentan la afirmación de que la frase “el Día del Señor” fue el nombre que recibió el primer día de la semana en memoria de la resurrección de Cristo. Así pues, examinaremos toda la información que tanto los primeros cronistas cristianos como historiadores de gran renombre dan respecto de este tema.
LAS FUENTES HISTÓRICAS Y EL DÍA DEL SEÑOR
Al comienzo de este tercer capítulo (bajo el subtítulo “el Sabath antes de Moisés”) habíamos visto como, a pesar de no existir un solo versículo que lo sustentara, existían indicios para concluir que los patriarcas (antes de Moisés) guardaban un día de reposo. Ahora veremos como se aplica este mismo principio en lo referente al “Día del Señor”.
Dentro de lo que conocemos como “el método científico de investigación” se encuentra “el método histórico” que es la rama del método científico que se utiliza para encontrar la verdad respecto de un hecho que ocurrió en un pasado lejano. Este Método histórico está vinculado al conocimiento de las distintas etapas de un hecho en su sucesión cronológica. Para conocer la evolución y desarrollo de un hecho, o fenómeno de investigación, se hace necesario revelar su historia, las etapas principales de su desenvolvimiento y las conexiones históricas fundamentales.
Siguiendo esta línea de razonamiento, resulta evidente que cualquier estudio relacionado con el cristianismo primitivo, quedaría incompleto si no se acudieran a las fuentes históricas del primer y segundo siglo de nuestra era.
Estas fuentes están constituidas principalmente por las cartas de los primeros obispos de la Iglesia de Jesucristo. Además de ellas tenemos los escritos de miembros de la iglesia que, aun cuando no fueron obispos, testificaron de la observancia del “Día del Señor” en aquella época. Finalmente, tenemos el testimonio escrito de prestigiosos historiadores protestantes (como Johann Lorenz Von Mosheim) respecto de este tema.
Ignacio, el obispo de Antioquia, vivió durante el reinado del emperador Trajano (98-117 d.C.). Este gran hombre fue ordenado como obispo por los mismos apóstoles, y se mantuvo como tal durante 40 años. En el camino a Roma, donde recibiría la corona del martirio, Ignacio escribió siete cartas (a los Magnesios, Tralianos, Romanos, Filipenses, Esmírneos y una epístola al obispo Policarpo) que constituyen un valiosísimo testimonio, tanto por su antigüedad como por su contenido. Respecto del “Día del Señor” Ignacio escribió lo siguiente:
“Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya los sábados, sino viviendo de acuerdo con EL DÍA DEL SEÑOR, en el que nuestra vida surge de él y de su muerte” – (Carta de Ignacio a los Magnesios, 101 d.C., capítulo 9,1).
A continuación mostraremos tanto la versión griega original como la traducción del párrafo completo, del cual se extrajo el pasaje que se citó anteriormente:
Versión griega original de la Epístola de Ignacio a los Magnesios, capítulo 9,1:
Εί οὖν οί ἐν παλαιοῖς πράγμασιν ἀναστρα. φέντες είς καινότητα ἐλπίδος ἦλθον, μηκέτι σαββατίζοντες, ἀλλὰ κατὰ κυριακὴν ζῶντες, ἐν ᾗ καί ἡ ζωὴ ἡμῶν ἀνέτειλεν δι’ αὐτοῦ καί τοῦ θανάτου αὐτοῦ, ὅν τινες ἀρνοῦνται, δι’ οὗ μυστηρίου ἐλάβομεν τὸ πιστεύειν, καί διὰ τοῦτο ὑπομένομεν, ἵνα εὑρεθῶμεν μαθηταί Ἰησοῦ Χριστοῦ τοῦ μόνου διδασκάλου ἡμῶν·
Traducción al español de la Carta de Ignacio a los Magnesios, capítulo 9.1 (101 d.C.):
“Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino viviendo de acuerdo con EL DÍA DEL SEÑOR, en el que nuestra vida surge de él y de su muerte, la cual algunos hombres niegan, un misterio en el cual basamos nuestra esperanza, y por esta causa sufrimos pacientemente, de que podamos ser considerados discípulos de Jesucristo nuestro único maestro.”
Las cartas de Ignacio no son escrituras canónicas (es decir Ignacio no era ni apóstol ni profeta). Sin embargo, se debe admitir que para examinar el tema de la observancia del día de Reposo entre los cristianos antes del siglo tres, no existe otra fuente de más peso que estos escritos. Por tanto, deben considerarse como evidencia no canónica, admitiéndose a la vez su valor histórico puesto que fueron escritos por personas contemporáneas de los apóstoles y que a su vez eran líderes menores (obispos) dentro de la iglesia primitiva de Jesucristo.
Justino Martir
Ahora bien, es importante indicar que entre las iglesias cristianas de nuestros días existe una confusión absoluta respecto de la relación que, para los cristianos, existía entre el “Día del Sol” (frase de origen pagano) y el “Día del Señor” (de origen cristiano). Rogaremos al lector que lea con detenimiento la información que daremos a continuación.
Empezaremos citando a un escritor cristiano (un gentíl convertido al cristianismo) del primer siglo de nuestra era, Justino Martir. Este escritor, que vivió aproximadamente entre los años 100 al 165 d.C., describe en su primera apología la costumbre respecto del “día de culto” entre los cristianos del segundo siglo:
“Y en el día que se llama “DÍA DEL SOL” (HEMERA HELIOU [griego]), todos los que viven en ciudades o en el campo, se reúnen en un lugar, y leen las memorias de los apóstoles o las enseñanzas de los profetas, según su tiempo disponible; luego, cuando el lector finaliza, el presidente instruye verbalmente, y exhorta a que se imiten esas buenas cosas. Entonces todos juntos nos levantamos y oramos, y como dijimos antes, cuando terminamos la oración, SE TRAE PAN, VINO Y AGUA, Y EL PRESIDENTE, de la misma forma que antes, HACE ORACIONES Y DA GRACIAS, SEGÚN SU EXPERIENCIA, Y LA GENTE DA SU CONSENTIMIENTO, DICIENDO AMÉN; Y SE DISTRIBUYE A CADA UNO, Y SE PARTICIPA DE AQUELLO POR LO QUE SE HA DADO GRACIAS, Y SE ENVÍA UNA PORCIÓN DE ELLO A QUIENES ESTÁN AUSENTES, POR MEDIO DE LOS DIÁCONOS. Y quienes están en posición de hacerlo, y quieren, dan lo que consideran que es apropiado; y lo que se recoge es depositado en donde el presidente, que socorre a los huérfanos y a las viudas, y a quienes, por enfermedad o alguna otra causa, están en necesidad, y a quienes están esclavizados, y a los extranjeros que están de visita entre nosotros, y, en definitiva, cuida a todos los que están en necesidad. Pero el “DÍA DEL SOL” (HEMERA HELIOU [griego]) es el día en el que todos nosotros hacemos nuestra común reunión, porque es el primer día, el día en que Dios, habiendo forjado un cambio en la oscuridad y las cosas, hizo el mundo; y el mismo día en que nuestro Salvador Cristo Jesús se levantó de la muerte.” (La Primera Apología de Justino Mártir, Cap. 67, pág. 354, 355.)
En el Mundo Griego y Latino de la época de Cristo los días de la semana se relacionaban con los astros del sistema solar quienes a su vez representaban dioses paganos, veamos:
GRIEGO
hemera selenes (día de la Luna)
hemera Areos
hemera Hermu
hemera Dios (día de Zeus)
hemera Aphrodites
hemera Khronu
hemera heliou (día del Sol)
LATIN
dies lunae (día de la Luna)
dies marti
dies mercuri
dies iovis (día de Jupiter)
dies veneris
dies saturni
dies solis (día del Sol)
ESPAÑOL
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Domingo
Lo que hace Justino Mártir en su carta es indicar cual de los días de la semana, que él conocía (hemera selenes, hemera Areos, etc.), era el día de culto de los primeros cristianos. De acuerdo con sus palabras, el día que adoraban los cristianos (es decir, el día en que participaban de la Cena del Señor, etc.) no era el “Sábado Judío” sino el “primer día de la semana” que en griego era “hemera heliou”.
Justino no dice que los cristianos adoraban al dios sol (esto es a Apolo) en este día. Lo que Justino dice es que el primer día de la semana, al que los griegos llamaban “el Día del Sol”, era el día de culto de los primeros cristianos. Los primeros obispos (que, de hecho, hablaban griego) ya no le llamaban “hemera heliou” (“Día del Sol”) sino “Kuriake” (“el Día del Señor”).
Justino no era obispo por lo tanto, cuando se refería al día de adoración, usaba el nombre "Día del Sol" con el que estaba familiarizado. Hoy en día ocurre lo mismo; muchos cristianos en el mundo de habla inglesa se refieren al primer día de la semana como “Sunday” (literalmente “Día del Sol”). Sólo algunos le llaman “Lord’s Day” (“Día del Señor").
Ahora veremos que dice, respecto de la observancia del día de reposo cristiano durante el primer siglo de nuestra era, uno de los historiadores más prestigiosos de todos los tiempos; Johann Lorenz Von Mosheim:
“Los cristianos de este siglo se reunían piadosamente para adorar a Dios y para su propio desarrollo el PRIMER DÍA DE LA SEMANA, el día en que Cristo reasumió su vida, porque los apóstoles mismos apartaron este día para la adoración religiosa, y tenemos testimonio incontrovertible de que se observaba generalmente, siguiendo el ejemplo de la iglesia de Jerusalén.” (Mosheim’s Church History, Tomo 1, Siglo 1, Parte 2, capítulo 4:4).
Mosheim fue un historiador luterano que nació en 1693. Ingresó a la Universidad de Kiel (1716) donde alcanzó su maestría. En 1723 fue nombrado professor erdinarius de la Universidad de Helmstedt, y en 1747 fue nombrado canciller de la Universidad de Göttingen. Este erudito alemán es considerado el padre de la Escuela de Historia Pragmática, y es citado por escritores e historiadores de distintas denominaciones religiosas (católicos, bautistas, adventistas, etc.).
La Didaché:
Este libro es probablemente el más antiguo de los escritos cristianos no canónicos de la iglesia primitiva. Algunos eruditos lo hacen remontar a los últimos años del primer siglo; otros, sin embargo, consideran que fue escrito a principios del segundo siglo.
En años recientes B.L. Mack situó el texto en Galilea, aproximadamente en el año 100 d.C. (Who wrote the New Testament? The Making of the Christian Myth, Harper - San Francisco, 1995).
Tanto el énfasis en la inminencia del retorno de Jesucristo como la fuerte influencia judía evidencian que la Didache era parte de la primera etapa del desarrollo del cristianismo (mediados del siglo I), que al parecer se estableció muy rápidamente después de que Jesús murió. El énfasis judío sugiere Galilea como lugar de origen.
Para el erudito J. B. Lightfoot, sin embargo, la antigüedad de este documento se remonta a finales del siglo I, pero no antes de la destrucción del segundo templo (70 d.C.). Lightfoot llega a esta conclusión basándose en que en su contenido no se hace mención de muchos elementos claves en la doctrina católica de siglos posteriores. De hecho la Didache no menciona dogmas tales como “la Asunción de María” o la “Transustanciación”. En la Didache también destaca la absoluta ausen¬cia del ceremonialismo y sacramentalismo que aparecerían en la Iglesia romana en siglos posteriores. Otro de los datos interesantes de este antiguo documento es la información respecto de la igualdad de los pastores, quienes estaban subordinados a los apóstoles. Esto demuestra que la jerarquía episcopal, que posteriormente daría origen al Papado, no existía en la iglesia primitiva.
La Didache era conocida por los primeros obispos y cronistas cristianos. Entre los primeros obispos, que basaron en la Didaché la doctrina que desarrollaron en sus cartas, se pueden mencionar a Hermas, Ireneo, Clemente de Alejandría y Orígenes. También hay ecos de ella en los escritos de Justino, Tatiano, Teófilo, Cipriano y otros.
Este importante documento fue redescubierto por un sacerdote griego (Filoteo Bryenniosen) el año 1873, en la Biblioteca Patriarcal de Constantinopla. Este monje ortodoxo la halló dentro de un legajo que tenía escritos del Nuevo Testamento, y al final venía la Didaché. Filoteo arrancó el texto y lo lleva a Jerusalén, donde se publicaría diez años después (1883). Desde entonces se han hecho varias ediciones en el original, y traducciones al alemán, al inglés y al francés (de allí la palabra “Didaché” que significa “enseñanza” en francés).
Pero ¿qué dice la Didaché respecto del día de reposo cristiano? A continuación presentaremos un cuadro con la versión interlinear del capítulo 14 de la Didaché así como su traducción:
La Didache [Resumen de las Enseñanzas de los Apóstoles].
Versión Interlinear griego-español:
Kata - kuriakn - de kuriou
En - el día del Señor - del Señor
sunacqentev - klasate - arton - kai
Reuníos, - partid - el pan - y
eucaristhsate, - proexomologhsamenoi
dad gracias, - confesando
ta - paraptwmata - umwn
las - faltas - de ustedes
La Didache [Resumen de las Enseñanzas de los Apóstoles],
traducido por J. B. Lightfoot:
“Y en el propio Día del Señor reuníos y partid el pan y dad las gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.” (Capítulo 14:1).
Respecto de la traducción del capítulo 14, que acabamos de presentar, cabe mencionar que no es la única que existe. Sin embargo, la traducción hecha por J. B. Lightfoot es la que, de acuerdo con la mayoría de los eruditos, refleja con mayor precisión el sentido original (en griego) del documento. Como un ejemplo simple de esto veamos la traducción hecha por Kirsopp Lago:
“En el día del Señor del Señor reuníos y partid el pan y haced la eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro.” (Capítulo 14:1" por [5]. (La Didaché, ).
Es evidente que esta traducción es rigurosamente literal y (hay que admitirlo) bastante grotesca. Aunque la frase “kuriakn de kuriou” signifique literalmente “el día del Señor del Señor” es claro que la intención original del escritor fue expresar algo como esto: “el día del Señor que le pertenece al Señor”. Sin embargo, en este último caso todavía persiste la “repetición” pues la palabra “Señor” se repite dos veces. Es por esta razón que algunos eruditos, como Isaac Hall y John Napier, han optado por omitir el énfasis redundante del original, veamos:
“Pero cada día del Señor reúnanse y partan el pan y hagan la eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro.” (The Didaché. Traducida por Isaac Hall y John Napier. Revisada por K. Knight. Editada by Alexander Roberts y James Donaldson. Edición Americana, 1886).
El problema con esta traducción es que no respeta fielmente el sentido del original griego, pues omite por completo el énfasis dado en el manuscrito a la primera frase.
Es por ello que la traducción de J. B. Lightfoot (“el propio Día del Señor”) resulta adecuada pues elimina así todo rastro de redundancia, a la vez que respeta el sentido de la frase en el idioma original.
Es importante señalar que aun cuando la Didachè no ha sido incluido en las escrituras canónicas, su valor histórico como documento no canónico es innegable. Debemos recordar que no fue sino hasta el Concilio de Trento (1545-1563) que se pudo tener la Biblia tal como la conocemos ahora.
TESTIMONIOS CONVERGENTES DEL SIGLO II:
Los registros y documentos cristianos no canónicos de los siglos II brindan testimonios convergentes respecto de la observancia del primer día de la semana como el “Día del Señor”.
A continuación presentaremos los escritos de otros cronistas cristianos que nos dicen que el primer día de la semana, el día en que el Señor se levantó de la tumba, era el que los cristianos tenían por sagrado y en el que solían adorar:
“Un día, el primero de la semana, nos reuníamos.” (Barderaven, año 180 de Cristo.)
“Él, en cumplimiento del precepto que concuerda con el evangelio observa el día del Señor.” (Clemente de Alejandría, Tomo 7, capítulo 12, año 198 de Cristo.)
“No concordamos con los judíos ni en sus peculiaridades concernientes a la comida, ni en sus días sagrados.” (Apologías, Sección 21, año 200 de Cristo.)
“Nosotros estamos acostumbrados a observar ciertos días, como por ejemplo, el día del Señor.” (Orígenes, Libro 8, capítulo 23, año 201 de Cristo.)
“Pero preguntáis, ¿Por qué es que nos reunimos el día del Señor para celebrar nuestras solemnidades? Porque así era como los Apóstoles también lo hacían.” (De Fuga, XIV:ii, 141, año 200 de Cristo.)
Respecto de otros líderes cristianos que también mencionaron este tema en sus escritos, diremos que Dionisio, Obispo de Corinto, quien escribió alrededor del año 170 d.C., dijo:
“Hoy hemos guardado el santo DÍA DEL SEÑOR (kuriake hagia hemera), en el que hemos leído vuestra epístola.” (Dionisio, Carta a los Romanos, 170 d.C.).
Citaremos también a Tertuliano, escritor cristiano que nació en el año 160 d.C. y murio en el 220 d.C., quien testificó: "Solemnizamos el día después del Sabbath en contradicción a aquellos quienes llaman este día su Día de Reposo” (Apología de Tertuliano, capítulo 16), y “Otros... suponen que el sol es el Dios de los Cristianos, porque es bien sabido que ellos consideran el Domingo como un día de regocijo”. (A Las Naciones 1: 133)
DOCUMENTOS DEL SIGLO III:
Los documentos del siglo III deben ser examinados con cautela, pues se escribieron pocos años antes de la llegada al poder de Constantino el Grande. Sin embargo, puesto que la figura de Constantino (a quien erróneamente se le responsabiliza de la creación del “Día del Señor”) recién aparece en el cuarto siglo, estos documentos resultan relevantes. Entre estos escritos destaca la mención que hace, sobre este tema en particular, el escritor Anatólio.
Anatolio, quien fue obispo de Alejandría el 270 d.C, compuso innumerables obras (algunas de ellas sobre física, geometría y gramática). De todas ellas, sin embargo, sólo nos ha llegado su Tratado sobre la Pascua. Veamos un extracto de este tratado relacionado con el “Día del Señor”:
“La fiesta, de hecho, observaba el día de la pascua en el decimocuarto día del primer mes, de acuerdo con el Evangelio, según su creencia, no añadiendo nada extraño, sino mantenimiento en todas las cosas la regla de fe. Y la otra fiesta, pasando el día de la Pasión del Señor como uno lleno de tristeza y dolor, sostienen que no debería ser lícito celebrar el misterio del Señor de la Pascua en cualquier otro momento, sino EN EL DÍA DEL SEÑOR, EN EL QUE LA RESURRECCIÓN (DEL SEÑOR) DE LA MUERTE SE LLEVÓ A CABO, y en el que también surge para nosotros la causa del gozo eterno.” (El Canon Pascual, cap. 10 [Anatolio, obispo de Alejandría, 270 d.C] )
Es evidente que, aun cuando Anatolio no describe el culto en el día del Señor (pues el tema de la carta es “La Pascua”), si designa con la frase “el Día del Señor” al día en que Jesucristo resucitó de entre los muertos.
EL DÍA DEL SEÑOR EN LOS APÓCRIFOS:
Los libros apócrifos (del griego apokryphos, «oculto») a aquellos libros atribuidos a autores sagrados cuya pertenencia al canon de la Biblia ha estado o continúa estando en discusión. Es importante saber, sin embargo, que algunos libros que hoy forman parte de la Biblia, fueron en un tiempo considerados como apócrifos. Un ejemplo de esto lo constituye el Apocalipsis de Juan, el cual fue considerado apócrifo por Dionisio, obispo de Alejandría, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén y Cayo de Roma. De hecho, Martín Lutero consideraba que el Apocalipsis "no es ni apostólico ni profético", y decía que "Cristo no se enseña ni se sabe de él aquí" (Tratado de Lutero de libros discutidos del Nuevo Testamento). No obstante, y a pesar de todo lo anterior, el concilio católico de Trento lo aprobó en 1536 y hoy forma parte de la Biblia y lo consideramos como sagrado. Por tanto, aun cuando los libros apócrifos no se acepten como canónicos, no debe desestimarse la información contenida en ellos.
La primera referencia importante (dentro de los libros apócrifos) que establece que la frase el Día del Señor se refería al primer día de la semana, se encuentra en el Evangelio apócrifo de Pedro. Algunos eruditos consideran que fue el mismo apóstol el que redactó este evangelio poco antes de su muerte; sin embargo, estos mismos eruditos concuerdan que las copias que siguieron al original fueron corrompidas.
Los versos 35 y 50 del Evangelio de Pedro usan el término kuriake como el nombre del día en el que Jesús resucitó. Que el autor mencione el Día del Señor en un evangelio apócrifo supuestamente escrito por el apóstol Pedro indica que el término kuriake estaba muy extendido en aquella época. A continuación reproduciremos los versículos del Evangelio de Pedro en donde se menciona el Día del Señor:
“Ahora, al amanecer del DÍA DEL SEÑOR, conforme los soldados se turnaban en la guardia de dos en dos en cada vigilia, vino un gran sonido en el cielo, y vieron los cielos abiertos y dos hombres descender desde allí, con una gran luz, y se acercaron hasta el sepulcro” (El Evangelio de Pedro 35, 36)
“Ahora, temprano en el DÍA DEL SEÑOR María Magdalena, una discípula del Señor (que, por temor de los Judíos, ya que estos estaban inflamados de ira, no había realizado en el sepulcro del Señor esas cosas que las mujeres están acostumbradas a hacer a aquellos que mueren y son amados de ellas) tomo consigo a las mujeres que eran sus amigas y vinieron hasta la tumba donde había sido colocado.” (El Evangelio de Pedro 50-52)
Aunque este evangelio fue redescubierto en 1886 en la tumba de un monje en Akhmin, en el Alto Egipto, los eruditos ya conocían de su existencia por las referencias que de él daban algunos escritores cristianos del segundo siglo. Orígenes es el primero que lo menciona en su Comentario sobre Mateo (10, 17).
Es indudable que, en su condición de escritura apócrifa, el Evangelio de Pedro no puede formar parte del canon. Sin embargo, su valor como documento histórico de referencia es incuestionable.
En la segunda mitad del segundo siglo, otro libro apócrifo conocido como “Los Hechos de Pedro” identifica la frase dies Dominica ("el Día del Señor” en latín) como "el día siguiente después del sábado". Del mismo período de tiempo, los “Hechos de Pablo” presentan a Pablo orando "el Sábado conforme se acercaba el Día del Señor (kuriake)".
Podemos afirmar entonces que, desde principios del siglo II hasta comienzos del siglo IV, el uso cristiano del término "el Día del Señor” (para identificar al primer día de la semana como día de adoración) está ampliamente documentado.
EL DÍA SANTO Y LA APOSTASÍA
INTRODUCCIÓN:
Como acabamos de ver en el capítulo anterior, la frase el “Día del Señor", como designación del primer día de la semana, se usaba dentro de la iglesia primitiva (fundamentalmente entre sus líderes) durante los siglos II y III.
En el mundo griego y romano, a este día se le llamaba oficialmente "el Día del Sol". Tanto el "Día del Sol" como el "Día del Señor" convergían el primer día de la semana. Al adoptarse el cristianismo, el primer día de la semana llegó a ser conocido como "el Día del Señor" entre los conversos cristianos, quienes usaban indistintamente ambas frases (“Día del Sol” o "Día del Señor”) para referirse a su día de común reunión.
Es importante notar que en el idioma hebreo el nombre del primer día de la semana es: יוֹם רִאשׁוֹן que literalmente significa “Primer Día”. En el hebreo el nombre del primer día de la semana no evolucionó (cambió) hacia la frase “el día del señor”. Esto es absolutamente comprensible, pues los líderes judíos jamás aceptaron a Jesucristo como su redentor. De hecho, estos líderes pusieron en tela de juicio la resurrección del Señor:
“Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.” (Mateo 28:11-15).
Es precisamente por ello que, desde la época de Cristo, el hebreo (a diferencia del griego, armenio, ruso y latín) no ha reportado cambio alguno en el nombre del primer día de la semana.
En lo que al día séptimo se refiere, en concordancia con la ley de Moisés, la palabra hebrea es שבת (Shabbat).
EL VERDADERO ROL DE CONSTANTINO:
El emperador Constantino, señalado por muchos como el causante del cambio de la adoración del Sábado al Domingo, nació el 27 de febrero del año 272 d.C. (más de 100 años después de la muerte de Ignacio, clemente, Justino, etc.), fue proclamado “Augusto” por sus tropas el año 306 d.C., y legalizó la religión cristiana a través del edicto de Milán el 313 d.C. Por consiguiente, es imposible que él haya sido el “creador” de la frase “el Día del Señor” como nombre para el primer día de la semana, el día en que Cristo resucitó.
Consideremos el comentario que hace, en este respecto, el historiador Philip Scharff en su obra History of the Christian Church:
“La observancia universal y sin oposición del Domingo en el siglo segundo sólo se puede explicar por el hecho de que tiene sus raíces en las prácticas apostólicas. Tal observancia es la que más se debería considerar ya que no tenía respaldo de la legislación civil antes de la época de Constantino, y que debió haber tenido muchas inconveniencias, por la baja situación social de la mayoría de los cristianos y su dependencia a los empleadores y amos incrédulos.” (Philip Schaff, History of the Christian Church [Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1995], Vol. 1, pág. 478, 479 y Vol. 2, pág. 202).
Ahora veamos el aporte del historiador Mosheim respecto de este mismo tema:
“Es muy cierto que la vida de Constantino no fue lo que exigían los preceptos del cristianismo; y también es cierto que permaneció o fue catecúmeno (cristiano sin bautizar) toda su vida, y fue recibido como miembro de la Iglesia por el bautismo unos pocos días antes de su muerte.
Nota 25: Es casi seguro que Constantino, mucho antes de su muerte en el año 824 de nuestra era, se declaró cristiano y así era reconocido por las iglesias. También es cierto que por mucho tiempo había cumplido con los actos religiosos de un cristiano sin bautizar, es decir, de un catecúmeno; porque asistía a los actos de adoración pública, ayunaba, oraba y observaba EL DÍA DE REPOSO CRISTIANO y los aniversarios de los mártires, y velaba las vigilias de la Pascua, etc.” (Mosheim’s Church History, Tomo 2, Siglo 4, Parte 1, capítulo 1:8.)
Lo que en verdad hizo Constantino fue legalizar el primer día de la semana como día de descanso y adoración para todos, aun cuando los Domingos ya se habían considerado como un día separado para la adoración desde el tiempo de los apóstoles.
En realidad, la creencia de que Constantino cambió el día de reposo al primer día de al semana, es un error que tiene su origen en la mala interpretación del decreto de Constantino del año 321 d.C. Este decreto literalmente decía:
“En el venerable ‘Día del Sol’ se dejará a los magistrados y al pueblo de las ciudades descansar y se cerrarán todos los talleres. En el campo las personas ligadas a la agricultura podrán voluntaria y legítimamente continuar sus labores, pues con frecuencia sucede que el día siguiente no es el adecuado para sembrar o plantar viñas, pues se teme que por dejar pasar el momento propicio para tales operaciones se perderá el favor del cielo.” (Decreto de Constantino, 7 de marzo del año 321 d.C.).
Constantino no establece la Fiesta de Adoración del Sol en este día. La fiesta de adoración del Sol en Roma (tanto antes como después del edicto) se celebraba el 7 de cada més. Constantino no cambió en nada esta tradición. Lo que Constantino si hizo fue establecer en todo el imperio una costumbre que él había aprendido de su entorno cristiano (el cual incluía a su madre); la de descansar el primer día de la semana.
Conciente de la coincidencia del "día del sol” (primer día de la semana) con “el Día del Señor” (también primer día de la semana), Constantino decidió aplicar en todo el imperio el descanso que observaban los cristianos.
Sin embargo, en la época de Constantino también se creía que, de alguna manera, el "Sol” (Dios pagano) podría simbolizar a Jesucristo, pues algunos pasajes de las escrituras simbolizaban a Cristo con el sol (“Nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación” [Malaquías 4:2]).
El verdadero error de Constantino no consistió en “cambiar" el día de adoración, del sábado al domingo, sino en “permitir que se mezclaran ideas, y filosofías ocultistas, con la Sana Doctrina” de la iglesia de Jesucristo.
Aunque es cierto que en Malaquías 4:2 se menciona al Sol como un simbolo del Salvador, lo que el clero apóstata de la época de Constantino no consideró fue que también existían pasajes en las escrituras que señalaban la adoración del Sol como un acto idólatra:
“Cuando se halle en medio de ti, en alguna de las ciudades que Jehová tu Dios te da, un hombre o una mujer que hace lo malo ante los ojos de Jehová tu Dios, traspasando su pacto; SI SE HA IDO A SERVIR A OTROS DIOSES, INCLINÁNDOSE A ELLOS, O AL SOL, A LA LUNA O A TODO EL EJÉRCITO DE LOS CIELOS (LO CUAL YO NO HE MANDADO); cuando te avisen, después de que lo oigas, entonces lo averiguarás bien. Y he aquí que si resulta ser verdad… entonces sacarás a las puertas de la ciudad a aquel hombre o a aquella mujer que ha hecho esta cosa mala y los apedrearás. Así morirán. POR EL TESTIMONIO DE DOS O TRES TESTIGOS MORIRÁ EL QUE DEBA MORIR.” (Deuteronomio 17:2-6; véase también 2 crónicas 33:1-4).
Un muy buen ejemplo que ilustra el error de Constantino es el simbolismo que emplea Cristo en Juan 10

“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos" (Juan 10:9).
En este pasaje Jesús se compara con una “puerta” y dice además que el que “entrare por esa puerta será salvo”. Eso no significa que alguien pueda cambiar la ceremonia iniciatoria del bautismo por inmersión por un nuevo ritual que implique atravesar una puerta de madera.
Cualquier cambio en las ordenanzas tiene que ser dictado por el Señor mismo a través de sus profetas o apóstoles. Al no comprender este principio, Constantino permitió que se introdujeran muchas filosofías ocultistas en la Doctrina de Cristo. En años posteriores, los elementos ocultistas en las ordenanzas y ritos católicos aumentaron considerablemente. A continuación examinaremos algunos de ellos.
LA TRANSUSTANCIACIÓN:
La Transustanciación es una doctrina de la Iglesia Católica, la cual se define en la sección 1376 del catecismo de esta manera:
“El Concilio de Trento resume la fe católica declarando: “Puesto que Cristo nuestro Redentor dijo que era verdaderamente su sangre la que se ofrecía bajo las especies del pan, ésta siempre ha sido la convicción de la Iglesia de Dios, y este santo Concilio lo declara nuevamente ahora, que por la consagración del pan y el vino, SE EFECTÚA UN CAMBIO DE TODA LA SUSTANCIA DEL PAN EN LA SUSTANCIA DEL CUERPO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR Y TODA LA SUSTANCIA DEL VINO EN LA SUSTANCIA DE SU SANGRE. A este cambio, la santa Iglesia Católica le ha llamado justa y apropiadamente la transustanciación.”
Dicho de un modo más simple, esta doctrina establece que una vez que un sacerdote ordenado, bendice el pan en la Cena del Señor, éste se transforma en la misma carne de Cristo (aunque retiene su apariencia, olor y sabor de pan); y cuando él bendice el vino, éste es transformado en la misma sangre de Cristo (aunque retiene la apariencia, olor y sabor del vino).
Cuando Jesús, ofreció el pan y el vino como si fuesen su cuerpo y su sangre derramada, los apóstoles de ninguna manera pudieron haber tomado esas palabras literalmente. ¿Por qué? Pues simplemente porque Jesús seguía ahí, vivo, junto a ellos, con todo su cuerpo completo.
Pero ¿por qué entonces dice Jesús; éste es mi cuerpo (refiriéndose al pan) y ésta es mi sangre (refiriéndose al vino)?
A fin de responder de manera clara esta pregunta nos remitiremos al texto en Lucas:
“Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado: HACED ESTO EN MEMORIA DE MÍ. Asimismo también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” (Lucas 22:19-20).
Por consiguiente, Jesús presentó toda la ordenanza de la Cena del Señor como un acto de conmemoración o recuerdo de su muerte inminente, y no como la transformación química (absolutamente incomprensible) llamada transustanciación.
Un analisis cuidadoso, y detallado, de doctrina de la Transustanciación nos hace concluir que la misa es básicamente una "parodia de Sacrificio Humano" llevada a cabo por un "sacerdote". El satánismo oculto en esta ordenanza de la ICAR se pone de manifiesto en las siguientes declaraciones:
“Si alguno dice que en la misa no se ofrece un sacrificio real y verdadero (…) sea anatema. [Sea maldito o excomulgado] Si alguno dice que por las palabras “Haced esto en memoria mía” Cristo no instituyó a los apóstoles como sacerdotes, ni ordenó que los apóstoles y otros sacerdotes ofreciesen su propio cuerpo y su propia sangre, sea anatema. Si alguno dice que el sacrificio de la misa es sólo de alabanza y acción de gracias, o que es meramente una conmemoración del sacrificio consumado en la cruz pero no es propiciatorio, SEA MALDITO.” (Concilio de Trento; cánones 1-3).
"Si alguien dijere que en el sacramento de la eucaristía permanece la sustancia de pan y vino junto con el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y negare la conversión de toda la sustancia del pan en cuerpo y toda la sustancia del vino en sangre, que la iglesia católica llama transubstanciación: SEA MALDITO” (Concilio de Trento; canon 24).
En su encíclica Ad Catholici Sacerdotii de 1935, Pío XI reforzó la doctrina de que la misa era un “sacrificio real” y afirmó que el sacerdote “tiene poder sobre el cuerpo mismo de Jesucristo”, al que “hace presente en nuestros altares” y luego “ofrece como víctima infinitamente agradable a la Divina Majestad”.
Esto entra directamente en contradicción con el Evangelio de Jesucristo y es, por lo tanto, una apostasía. Pues como dicen los apóstoles; “Jesús murió una sola vez y no necesita ser sacrificado nuevamente” (Hebreos 10:10; 1 Pedro 3:18).
Pablo expresamente declara, “que (Jesús) no tiene necesidad cada día como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo UNA VEZ para siempre, ofreciéndose a Sí mismo.” (Hebreos 7:27).
EXTRAÑOS SÍMBOLOS
EL OSTENSORIO
Uno de los símbolos extraños, que fueron introducidos en años posteriores en la misa católica, es el Ostensorio o Monstrance. Este artefacto es una pieza de oro o de otro metal precioso, donde se coloca la hostia, después de consagrada, para la adoración.
Los ostensorios tienen su origen a mediados del siglo XIII. Al principio tenía una forma de torrecilla o templete ojival erizado de pináculos y sostenido por una base artística quedando en el medio una lúnula de plata u oro (en forma de luna creciente) para colocar en ella visiblemente la hostia. Desde fines del siglo XVI se empiezan a dar en forma de sol radiante, las cuales en el siglo XVIII llevan círculos de cabecitas de ángeles rodeando al viril central.
¿Qué tiene de particular este artefacto? Para contestar esta pregunta nos remitiremos a lo que los representantes de la misma Iglesia Católica Romana dicen al respecto:
«Durante el período barroco, esto [el ostensorio] tenia una forma con rayos, ERA UNA MONSTRANCE DEDICADA AL SOL, con una ventana circular rodeada por un marco de plata o de oro con rayos.» ["The Dictionary of the Liturgy", por Jovian P. Lang, OFM., derechos reservados © 1989 por Catholic Book Publishing Co., New York, ISBN 0-89942-273-X, página 436.]
Nótese que la Monstrance católica romana lleva una luna creciente para sostener la hostia, duplicando, por tanto, la imagen pagana del disco solar en una luna creciente, el antiguo símbolo pagano de la concepción cósmica.
EL SOL EN LA ICONOGRAFÍA CRISTIANA
Es importante notar que en la iconografía cristiana (del Nuevo Testamento) sí aparece el sol, pero no como objeto a ser adorado sino básicamente como un símbolo del reino celestial:
“Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. UNA ES LA GLORIA DEL SOL, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria.” (1 Corintios 15:40-41).
Respecto de la idolatría solar que conoció el pueblo de Israel (y en la cual cayó muchas veces), destaca la información contenida en Ezequiel 8:16-18, en donde el Señor, por medio de su profeta, condena esta práctica:
“Entonces me llevó al atrio interior de la casa de Jehová. Y he allí, en la entrada del templo de Jehová, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres con sus espaldas vueltas hacia el templo de Jehová y sus caras hacia el oriente, POSTRÁNDOSE ANTE EL SOL, HACIA EL ORIENTE. Y me dijo: "¿Has visto, oh hijo de hombre? ¿ES COSA LIVIANA PARA LOS DE LA CASA DE JUDÁ HACER ESTAS ABOMINACIONES QUE HACEN AQUÍ? Después que han llenado la tierra de maldad, y se tornaron á irritarme, he aquí que ponen hedor á mis narices. Pues yo también actuaré en mi ira: mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Gritarán a mis oídos a gran voz, pero no los escucharé” (Ezequiel 8:16-18).
En el capítulo 23 del segundo libro de reyes se lee que el rey Josías destruyó todo aquello que tenía que ver con el culto idólatra (que incluía la adoración al sol), con el cual se había profanado el templo del Señor:
“Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Asera y PARA TODO EL EJÉRCITO DE LOS CIELOS; y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el. Quitó a los sacerdotes idólatras que los reyes de Judá habían puesto para que quemasen incienso en los lugares altos de las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; también a los que quemaban incienso a Baal, AL SOL, a la luna, a los signos del zodíaco y a todo el ejército de los cielos.” (2 Reyes 23:5).
El culto al sol siempre fue relacionado con la idolatría en el antiguo Israel. Una idolatría que resultaba bastante tentadora, pues el sol es una de las grandes creaciones del Señor:
“SI HE MIRADO AL SOL CUANDO RESPLANDECE y a la luna desplazándose en su esplendor, si en secreto fue seducido mi corazón y mi boca les envió un beso con la mano, ESTO TAMBIÉN HABRÍA SIDO UN DELITO DIGNO DE CASTIGO; PORQUE HABRÍA NEGADO AL DIOS DE LO ALTO.” (Job 31: 26-28).
Conociendo todos estos antecedentes, resulta verdaderamente sorprendente que este elemento (la adoración al sol), absolutamente ocultista, se haya podido introducir en las ordenanzas de la iglesia católica.
Pero basta conocer algunos datos históricos (rigurosamente exactos) de la vida de algunos Papas, para entender la estrecha relación que existe, y que siempre ha existido, entre la jerarquía católica y la adoración del sol.
Urbano VIII, quien vivió entre los años 1623-1644, uso al Dominico ocultista Fray Tommaso Campanella durante el eclipse solar del 10 de junio de 1630 para crear un universo artificial de cristales y velas en los aposentos papales donde se manipuló para representar una configuración de las estrellas y los planetas favorable al horóscopo de Urbano. El eclipse se movió por el norte de Italia sin pasar por Roma. Ésta fue probablemente la razón de la oposición contra la creencia de Galileo de que la tierra se movía alrededor del sol. Esto afectaba sus creencias astrológicas y, por supuesto, su horóscopo. En el pontificado de Urbano VIII, Galileo fue condenado por segunda vez (1633).
El nombre real de este Papa (Urbano VIII) era Maffeo Barberini. Maffeo comisionó a Agostino Tassi para que pintara un mural del sol en el techo de sus aposentos para que siempre pudiera despertar a luz del sol sin importar el clima.
Comentando sobre la existencia del culto solar en el catolicismo, el escritor masón Henry Olcott escribe:
"…De lo anterior, que trata sólo de los más importantes festivales solares, está claro que estos productos del paganismo están absolutamente vigentes en la actualidad... como nunca antes, y que el cristianismo ha permitido, y en muchos casos realmente adoptado, y practica ritos cuyo significado pagano está escondido porque no se llama la atención a la fuente de donde estos ritos han surgido. En resumen, el culto al sol, simbólicamente hablando, se encuentra en el corazón de los grandes festivales que la iglesia cristiana celebra el día de hoy, y estas reliquias de la religión pagana, a través de sus ritos sagrados, se mezclan con prácticas y creencias totalmente antagónicos al espíritu que los originó.”
Por lo tanto, aun cuando el paganismo murió y fue enterrado: Sin embargo, después de un breve intervalo surgió de nuevo desde la tumba. No obstante, a diferencia del vampiro, su atuendo ha cambiado por lo que no ha sido reconocido. Se ha movido a través de la cristiandad en un seductor vestido, y la ha envuelto en una ceguera espiritual sin precedentes en la historia de la humanidad.
“EN EL FANGO DE LA APOSTASÍA”
REFORMAS Y CONFLICTOS
Cuando se produjo el período de la historia universal conocido como “La Reforma”, la mayoría de los protestantes no realizó cambio alguno respecto del día de adoración (domingo, el “Día del Señor”) que se observaba. Los líderes reformadores entendían que existía evidencia que demostraba que los cristianos, luego de la muerte de Cristo, adoraban en ese día.
El gran problema que enfrentaban los protestantes, era que, de hecho, no existía ninguna legislación clara en el Nuevo Testamento respecto de este “nuevo día santo”. Los mismos obispos de los siglos I y II, no mencionan cuando ni como los apóstoles establecieron que se observaría el “Día del Señor” (domingo), en lugar del “Sábado”. Los llamados “padres apostólicos” simplemente decían, en sus escritos, que se debía observar porque así lo habían enseñado los apóstoles.
Esta ambigüedad hizo que algunos decidieran guardar sábado, y que otros decidieran guardar tanto el sábado (Día de Reposo) como el domingo (Día del Señor). Está confusión, sin embargo, no era novedosa. Tal como vimos anteriormente, aun en los tiempos de Pablo el asunto de seguir o no observando el Sabbath era un tema no resuelto para algunos judíos conversos recalcitrantes (Gálatas 4:9-10).
Algunas congregaciones llegaron incluso a establecer, de manera oficial para ellos, la observancia de ambos días. Veamos en este respecto la siguiente cita de Sidonius respecto de la situación en el año 526 de nuestra era:
“Es una realidad que era anteriormente la costumbre en el Este GUARDAR EL SÁBADO EN LA MISMA MANERA COMO EL DÍA DEL SEÑOR” (Epístola de Apollinarius Sidonius, lib. 1,2; Migne, 57).
Esto facilitó la aparición de Iglesias sabatistas, como la Iglesia Bautista del Séptimo Día, fundada en Inglaterra en 1611, así como el surgimiento de figuras peculiares como Ellen G. White. De esta señora ya hemos hablado en el Blog: "EL OCULTISMO DE LAIGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA":
http://ocultismo-adventista.blogspot.com/
Rogamos al lector que lea la información contenida en el Blog de arriba, respecto de Ellen G. White y la Iglesia Adventista, antes de continuar con los siguientes párrafos.
En 1845 leyó un artículo escrito por Thomas M. Preble (quien había sido influenciado por una joven Bautista del Séptimo Día, Rachel Oakes Preston) acerca del “Sabbath”, publicado en New Hampshire. Bates viajó hasta allí para estudiar por si mismo el asunto. A su regreso en Fairhaven, se encontró con un amigo, el capitán Hall. Hall le preguntó, “¿Qué nuevas hay, Capitán Bates?” Él respondió, “La nueva es que el día séptimo es el Sabbath”.
Bates escribiría más tarde su propio tratado acerca del Sabbath bíblico. Este artículo no hubiese llamado la atención, de James y Ellen G. White, de no ser por el hecho de que el señor Bates poseía una gran fortuna.
Luego de "ganarse la confianza" del señor Bates, gracias a la tristemente célebre "visión de Júpiter y Saturo" de la señora White, tanto Ellen como James aceptaron los postulados del señor James.
En su tratado Bates afirmaba que el Sabbath debería comenzar a las 6 p.m. del viernes, y muchos sabatistas, incluyendo los White, lo hicieron así por cerca de diez años.
Sin embargo, no había consenso respecto de este punto entre todos los sabatistas, pues algunos consideraban que la observancia debía comenzar después del ocaso.
En 1855 James White pidió a J. N. Andrews que hiciera un estudio de la Biblia sobre el tema. En una reunión en Battle Creek en noviembre Andrews presentó su trabajo, el cual apoyaba la hipótesis del “ocaso” como punto de inicio del Sabbath. Después de la reunión, Ellen G. White tuvo una visión confirmando el resultado de este estudio Biblico.
Bates estuvo de acuerdo con el resultado del estudio de Andrews y siguió apoyando a Ellen y a su movimiento. Este señor murió a los 80 años de edad y fue sepultado en Monterrey, Michigan.
Por lo tanto, la doctrina de la santificación del séptimo día, pilar y fundamento de la iglesia Adventista del Séptimo Día, es el resultado de discusiones y arreglos de un grupo de milleristas fanáticos que no eran ni apóstoles ni profetas de Dios.