Conocemos el dicho: "El mismo perro con otro collar".
Cuando a algo se le cambia el nombre pero sigue siendo lo mismo, es de desconfiar. Es natural que todos se pregunten ¿cuál es la razón del cambio?
A veces tal cambio puede ser positivo, como cuando "a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía" (Hch 11:26b). Actualmente es al revés; a todo se le suele aplicar lo de "cristiano", y cada vez que el adjetivo aparece con nuevo socio surge la duda y hasta es motivo de consulta en los foros.
A quienes les pareció chocante el título del tema propuesto, quisiera llevarles a meditar un poco en la razón que pueda haber aconsejado a que en muchos lados se evite usar los distintivos de Iglesia y Pastor.
En mi país, ya es bastante frecuente que en los carteles que lucen en las fachadas de lo que tradicionalmente se conocía como iglesia evangélica, se haya cambiado por la palabra "Centro". Así tenemos, por ejemplo: Centro Familiar Cristiano, Centro Cristiano Misionero, Centro Bíblico, Centro Misionero Mundial, etc. También se ha substituido la palabra Iglesia por la de "Comunidad", "Confraternidad", "Encuentro Cristiano","Peña Evangélica" y otras variantes más y que seguramente son de conocimiento de nuestros lectores. Salvo las grandes denominaciones históricas que por nada del mundo se desprenderían del gran nombre que heredaron, son muchas las que hacen gala de su exhuberante imaginación para obviar de cualquier modo la palabra "iglesia". Por supuesto que todos vamos a coincidir con que jamás fue feliz la idea de poner "Iglesia" en la fachada del edificio, cuando sabido es que iglesia es la congregación de hermanos reunidos como una asamblea cristiana, y nunca el lugar donde se reúnen. Cuando hemos indagado por el origen de aquella modalidad, se nos ha propuestos dos razones:
1 - Es más probable que la gente se acerque si ya de entrada no se los asusta con nombres religiosos, pues se les quiere mostrar que en ese lugar no se está únicamente para darles Dios, Evangelio y Biblia, sino que insertos en el barrio, se procura establecer un contacto social con el vecindario en áreas de la familia, educación, deportes, artes, manualidades, etc.
2 - El término "Iglesia" está también bastante devaluado, porque muchos aventureros lo venían usando para atraer feligreses de "otras iglesias", siempre con la expectativa de lograr "aquí" lo que "allí" no habían conseguido. El mal testimonio que algunas habían alcanzado desaconsejaba insistir con lo de Iglesia.
Otro tanto está pasando con lo de Pastor. Ahora prefieren presentarse y que se les dé el tratamiento de: Siervo,
Doctor, Profesor, Licenciado, etc.
Cuando yo era niño y estaba comprando en un comercio, al momento que entraba el misionero o el pastor evangélico todos los rostros expresaban el respeto y simpatía que le profesaban. Algunas clientas hasta cuchicheaban entre sí:
-Estos no son como los curas. Ellos se casan y suelen tener una familia con muchos hijos.
Actualmente suele pasar al revés: en cuanto diga que es Pastor, todos darán un paso atrás o al costado.
Podrá ser la persona más digna y honorable del barrio, pero sus colegas en el ministerio han mostrado tal avidez por el dinero y las chicas bonitas, que la gente acostumbra recelar de ellos.
Así no es de extrañar, que aun cuando no se renuncie a un tratamiento distintivo y destacado de entre los demás hermanos, se prefiera optar por títulos universitarios (si se los tiene) u otros compatibles cuando no se los tiene.
No necesariamente ha de alcanzarse soluciones para tantos males que nos afligen, pues cuando se ha pecado deliberadamente, tras haber aprendido y enseñado la verdad, para seguidamente actuar según el capricho personal, el juicio de Dios puede tardarse pero indefectiblemente ha de llegar, y para quedarse.
No podemos jugar con Dios, ni a la iglesia ni a las misiones. Las almas que hasta ahora continúan perdidas no lo están para que lucremos con su salvación. Si a Dios se le ocurriera salvar en un abrir y cerrar de ojos a todos los habitantes del planeta, ¡cuántos ministerios desaparecerían y se acabaría el negocio para tantos evangelistas!
¡Cómo recordarán sus buenos tiempos aquellos que eternamente en la Nueva Jerusalem ya no tengan auditorio que los escuche ni ofrendas que levantar! Me temo que se van a sentir raros.
Reciban todos mis amables saludos.
Ricardo.