Respuesta a Mensaje # 38:
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
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Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
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Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.
Respuesta a Mensaje # 38:
Estimado smm:
1 - En tiempos de Jesús los que le perseguían tenían "buenas" razones para ellos; pero no para nosotros que tenemos luz y entendimiento. Sacerdotes, escribas y fariseos tenían las mismas razones de todos los profesionales de la religión de todas las épocas. Ellos podían reglamentar la fe, el culto y las obligaciones que debía cumplir el pueblo, pues de eso vivían. Jesús les representaba un peligro. Ridiculizó a los diezmeros fieles, y para pagar el impuesto del templo ¡tuvo que hacer un milagro! El Señor tuvo que reprocharles "erráis ignorando las Escrituras", pues las "buenas razones" de ellos quedaban desvirtuadas a la luz de la Palabra de Dios. Para no abundar demasiado, los judíos creyeron haber encontrado una buena razón para desacreditar el pretendido mesianismo, cuando los fariseos que maldecían a la gente por no saber la Ley, le increparon a Nicodemo: "Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta" (Jn 8:49, 52). Cometieron un error más grande que una ballena, ¡pues el profeta Jonás era de Galilea! (2Re 14:25).
2 - Los cristianos no nos hacemos ilusión alguna, pues nuestra esperanza es firme y segura apoyándose en la promesa del Señor que volvería por nosotros. ¡Falta poco!
3 - Tú fuiste quien iniciaste el "juego reprospectivo" preguntándome al efecto; yo simplemente te seguí. Ahora me sigues preguntando por cual sería mi reacción si oyera de Jesús alguna sentencia contradictoria a mi conocimiento de la Torá. Pues procuraría llegar junto a Él para pedirle aclaración, tal como sigo haciendo ahora cuando hay algo que no entiendo. Pero sería también probable que mientras pugnara por acercarme al Maestro, me topase, por ejemplo, con algún erudito de la época, como Gamaliel, y así él mismo me aclararía: -No te preocupes, eso es un hebraísmo; una figura de lenguaje a la que los griegos llaman hipérbole. Simplemente, a través de una exageración evidente quiere significar que Él reclama tal amor hacia su persona, que los más grandes afectos humanos a los que nos obliga el propio Decálogo, comparativamente y por efecto de contraste parecería aborrecimiento.
Las siete cartas a las iglesias en Asia (la provincia romana no el Lejano Oriente), finalizan todas con una promesa a los que vencieren (Ap 2 y 3). Todos los cristianos podemos hacernos acreedores si por nuestra fidelidad al Señor guardamos su Palabra y no negamos Su nombre. Precisamente, la expresión "Al que venciere" hace extensiva la promesa a todos los vencedores. Ninguna de esas promesas lleva nombre y apellido como si alguno de los mortales pudiera arrogarse la exclusividad de la recompensa.
4 - Un auténtico maestro debe ser lo suficientemente solvente como para despejar toda duda que le planteen sus discípulos. El problema se da cuando los discípulos no le exponen sus dudas sino que siguen aprendiendo pese a ellas. Si el maestro intuye que las dudas reprimidas de sus discípulos pueden multiplicarse hasta acabar por negar la enseñanza recibida, quizás es el momento de recurrir a otro más sabio y experimentado que los pueda ayudar eficazmente. Creo que es lo que hizo Juan con Jesús. Ni Juan le pidió a Herodes una "salida transitoria" para ir personalmente con sus discípulos al encuentro con Jesús, ni tampoco mandó pedir al Señor que lo viniera a visitar a la cárcel para celebrar una conferencia.
5 - ¿Cómo puedo acreditar un mínimo de posibilidad a la tesis tuya de que Juan fracasó al no unir su ministerio al de Jesús, cuando sacas debajo de tu sombrero no un conejo sino nada menos que un caballo para poner bajo el trasero de Saulo? En este mismo Foro hay un epígrafe creo que con el título "¿De cuál caballo cayó San Pablo" donde se debate y refuta esa tradición católica romana.
6 - Creo que fui suficientemente claro en este punto.
8 - a) Bastante tenía ya Herodes con Juan, a quien tenía cerca, en Judea, para ocuparse de otro predicador que recorría la lejana Galilea. La indiferencia de entonces de Herodes hacia Jesús no hay por qué achacarla a un defectuoso testimonio del Bautista ante el Tetrarca, pues siendo que lo escuchaba con gusto y se quedaba muy perplejo, la tal perplejidad de Herodes no podría mejor atribuirse que al anuncio que le haría Juan de que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Mr 6:20). Después de haber matado a Juan, y cuando la fama de Jesús resonó en sus oídos, recién Herodes repara en Él, aunque sin poder olvidar lo que había hecho con Juan. La incredulidad de un empedernido pecador como Herodes era su propia culpa, y no por un deficiente testimonio del precursor.
b) Que Juan cumpliera fielmente el cometido que le fue asignado de preparar el camino del Señor, y manifestarlo al pueblo como el Cordero de Dios, el Mesías, el Cristo. el Hijo de Dios, no exige necesariamente que la gente respondiera masivamente al ver y oír a Jesús que efectivamente era tal cual Juan lo había pintado, ¡pero muchos sí lo hicieron! ¡Cuán fácilmente te olvidas de los versículos que no convienen a tu posición! "Muchos acudían a él, y decían: -...todo lo que Juan dijo de este era verdad" (Jn 10:41). Y lo que Juan les había dicho era lo que todavía leemos en Jn 1:26-36. ¿Qué te parece?
c) Este episodio en el Templo no muestra lo que tú quisieras sino la realidad vivida entre todos los comparecientes. Aunque los fariseos pudieran convenir entre ellos de contentar a Jesús respondiendo que el bautismo de Juan era del cielo, sin exponerse a incurrir en herejía, no lo podían hacer precaviendo que entonces Jesús les recriminaría diciéndoles "¿Por qué, pues, no le creísteis?". El problema no estaba en un testimonio incompleto del precursor sino en la misma incredulidad de la gente. Es probable que hasta algunos de los que ahora se enfrentaban a Jesús en el Templo, estuvieran entre los enviados a interrogar al Bautista y escucharon el testimonio completo que Juan dio acerca de Jesús (Jn 1:19-34). Juan había venido para dar testimonio, "a fin de que todos creyeran por medio de él" (Jn 1:7). Sabemos que como nación, Israel rechazó a su Mesías. Empero, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (v.12). La general apostasía del pueblo y sus dirigentes religiosos no puede atribuirse a fallas en el precursor o a la incompetencia del propio Cristo, pero una buena explicación se halla en los sermones de Pedro y Pablo en el libro de Los Hechos enrostrando al pueblo y sus gobernantes que negaran al Santo y al Justo, matando al Autor de la vida. La responsabilidad del hombre -que en tus aportes sueles reiterar-, trae aparejada su culpabilidad. Son culpables por haber rechazado a su Mesías; no porque Juan hubiera omitido algunas cosas, no se juntara a Jesús o provocara su muerte prematura. Los cristianos modernos que todos los domingos ocupan sus bancas en las iglesias, también escuchan muchas verdades que les entra por un oído y les sale por el otro. Pueden repetirlas de memoria; pero no inciden sobre sus vidas. En tal caso, no es el predicador el culpable sino los oyentes.
Recibe mis amables saludos.
Ricardo.