El Dios de la Biblia no dijo "ve a misa los domingos" sino "descansa los sábados"
Allí donde el Decálogo bíblico ordena: "Guarda el sábado, para santificarlo, como te lo ha mandado Yavé, tu Dios. Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo es sábado de Yavé, tu Dios. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno (...) y por eso Yavé, tu Dios, te manda guardar el sábado" (Dt 5,12-15), la Iglesia católica fijó: "Santificarás las fiestas." ¿Son equivalentes ambos mandamientos, tal como la Iglesia fuerza a creer? Obviamente no; ni lo son en su forma, ni es su espíritu doctrinal, ni mucho menos en sus consecuencias prácticas y rituales.
En la Biblia se hace aparecer a Dios ordenando que el sábado fuese un día de descanso, de no trabajo, para santificarlo, eso es una jornada en la que no debía hacerse nada productivo bajo ninguna excusa. La implantación del descanso sabatino entre los hebreos fue un proceso histórico gradual que contó con diferentes hitos importantes. El profeta Ezequiel, que comenzó su labor hacia el año 593 a.C., cuando los hebreos ya llevaban cinco años de cautiverio, fue el primero que habló de la celebración del sábado mediante sacrificios especiales (Ez 46,1-5) y, en opinión de los historiadores, tal cosa "revela la importancia adquirida por la práctica del descanso semanal en la comunidad exiliada, que debió de encontrar en esta institución un medio de afirmar su originalidad entre los paganos".
Unos pocos años más tarde, acabado el exilio, Nehemías, gobernador de Judea, al emprender su reforma religiosa (c. 430 a.C.) prohibió la realización de transacciones comerciales los sábados. La importancia de esta institución -muy fortalecida durante el exilio- queda clara ante el hecho de que las infracciones al descanso semanal eran castigadas con la muerte. Esta norma de guardar el sábado y la legislación veterotestamentaria que se le añadió, fueron finalmente recogidos en el texto Sabat de la Mishná judía.
A pesar de la ambigüedad con la que Jesús, según algunos pasajes de los Evangelios, se expresó respecto al descanso del sábado, las repetidas profesiones de fe judía hechas por el nazareno en los mismos textos, y el hecho de que sus discípulos sí aparezcan guardando claramente este precepto, indicarían que Jesús fue un fiel cumplidor del descanso obligado por la Ley, aunque seguramente lo hizo obviando el formalismo vacuo y rigorista de los fariseos.
La propia Iglesia católica, en su Catecismo actualmente vigente, proclama que: "Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara como signo de la alianza inquebrantable (cf Éx 31,16). El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel. (...) El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día (cfr. Mc 1,21; Jn 9,16), sino que con autoridad da la interpretación auténtica de esta ley: 'El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado' (Mc 2,27). Con compasión, Cristo proclama que 'es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla' (Mc 3,4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios (cfr. Mt 12,5; Jn 7,23). 'El HIjo del hombre es Señor del sábado' (Mc 2,28)."
Si la Iglesia católica cree de verdad esto que afirma, ¿por qué eliminó el descanso semanal del sábado trasladándolo sin más al domingo? ¿Con qué autoridad puede violar el mandato de guardar el sábado -"signo de la alianza inquebrantable"- y faltar a la santidad de este día cuando Jesús, al que dice seguir, no lo hizo jamás?
Durante los cuatro primeros siglos de cristianismo no se santificó más descanso semanal que el del sábado, tal como había ordenado el Dios del Antiguo Testamenteo; pensar tan siquiera en celebrar este descanso en domingo hubiese significado un sacrilegio, una gravísima violación de la Ley divina.
El domingo era el día pagano por excelencia ya que era el día del Sol, dedicado al divino Sol Invictus, pero la situación cambió cuando el emperador Constantino, en el año 320-321, a principios de su estrategia política para cristianizar el Imperio según sus intereses, decretó que el domingo se convirtiese en día festivo, especialmente para los tribunales. De este modo, el domingo pasó a convertirse en del día de descanso y de celebración de la resurrección de Jesús.
Según el párrafo 2.190 del Catecismo actual de la Iglesia católica, "el sábado, que representaba la coronación de la primera creación, es sustituido por el domingo que recuerda la nueva creación, inaugurada por la resurrección de Cristo". El primitivo mandato de Dios -"descansa los sábados"- emprendió así el camino para convertirse en "ve a mis los domingos", una obligación carente de base y absolutamente antievangélica que finalmente quedó apuntalada al sacarse de la manga los famosos Mandamientos de la Santa Madre Iglesia que, en la práctica, fueron objeto de una demanda de cumplimiento más imperiosa y estricta que la que se hacía de los del Decálogo. De nuevo la Iglesia católica se había puesto por encima de Dios.
Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Ediciones B. Páginas 343-347