Respondo a todos:
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Mensaje 16
Mi querido hermano Oso:
Introduje este epígrafe con la cita de 2Ti 3:7 pues era el texto que hallé más apropiado para la presentación del tema, pero sin pretender la exégesis del mismo. Como es fácil advertir por el contexto, si aquellas mujeres estaban mal, probablemente sus maestros estaban peor. A estos era mejor perderlos que encontrarlos, y como ya expresé en otra parte, eran piadosos apenas en la apariencia (v. 5), corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (v. 8). Aunque no me atrevo a decir que la situación general actual sea precisamente un calco de aquella, me temo que se le parezca bastante.
Como contraste, está la enseñanza de Pablo y el aprendizaje de Timoteo (vs. 10, 14).
Me parecen acertadas tus conclusiones en cuanto a los problemas con los emisores y los receptores. Los falsos maestros no podían impartir el conocimiento de la Verdad, pues ellos mismos no estaban “en el verdadero, en su Hijo Jesucristo” (1Jn 5:20), y ellas tampoco podían conocer la doctrina de Dios porque tampoco querían hacer su voluntad ( ).
Es como siempre un gusto reencontrarnos.
El Señor te bendiga.
Ricardo.
A Mensaje tuyo 17
Mi estimado Israel:
Ha sido un disfrute leerte y comprobar que proseguimos en una misma línea de pensamiento.
Quisiera contestar a una pregunta que haces al final, si no me excomulgas por irreverente:
“¿cómo es que hemos sobrevivido nosotros con tan “buen juicio” entre tantos maestros tan superficiales?”.
Te cuento: Estuve durante un tiempo en un lugar donde los que predicaban o enseñaban lo hacían porque tenían boca, porque de don, mejor ni hablemos. Prestarles atención, arriesgaba a perder ese “buen juicio” cuya sobrevivencia entre nosotros te intriga. En tales circunstancias, y ante el loqueo a escuchar, no era posible inspirarse para encarar un estudio bíblico enlazando ideas y versículos. Advertí el peligro, así que empleé un recurso con el que pudiera salvaguardar mi mente de recibir mayor daño: traía ocultos entre las tapas de mi Biblia recortes de los diarios con problemas de ajedrez con jaque mate en dos o tres movidas.
Así que mirando de reojo la posición de los trebejos sobre el tablero, me mantenía viendo al predicador pero activando mis neuronas tratando de hallar la solución. Finalmente, alguien desde atrás lo advirtió y fue con el cuento que durante el sermón yo jugaba al ajedrez, trascendiendo luego como que lo hacía con algún otro, ¡con piezas y tablero!
Dices al final que: “solo trato de encontrar el mal delante o detrás del pulpito”.
Me has dado una buena pista, sólo que siendo quizás más radical, no lo vea solamente al mal delante o detrás del púlpito, bajo o sobre él, sino hasta en el mismo púlpito. Es que tan acostumbrado estamos al mismo, que ni se nos ocurre preguntar: -¿Qué falta nos hace?
¿No podríamos invitar a la congregación a una buena parrillada usando las brasas del viejo y apolillado púlpito? ¿Cuándo se empezó a usar en la iglesia cristiana? En la descripción que hace Pablo de una reunión de iglesia en 1Co 14 el púlpito brilla por su ausencia. Probablemente fue un artefacto introducido bastante tiempo después de los tiempos apostólicos.
Nos consta que en la historia del cristianismo hubieron hombres de Dios que supieron darle particular brillo al púlpito, caso de Wesley, Spurgeon y Moody.
Pero al día de hoy el orden de los factores se ha invertido y son muchos los hombres que pugnan por treparse al púlpito para que éste dé brillo a su prestigio.
A Mensaje tuyo 22:
– Concéntrate bien Israel: nuestro punto no es que alguien ya no tenga nada que aprender en la iglesia, sino que no hay como lograrlo caso que hubiera algún interesado. Todos tenemos necesidad de aprender, y la iglesia es el mejor lugar para ello (¡ni comparación con los Seminarios e Institutos Bíblicos!). Pero algo ha ocurrido que lleva a que se entretenga a la gente pero sin dar una enseñanza efectiva, ni siquiera en lo elemental ¡que hasta lo enseñan mal! La necesidad de aprender sí existe, pero acostumbrados a tomar como enseñanza el repaso continuo de lo bien sabido, los maestros se conforman con su pobre repertorio y los oyentes con su ejercicio de aprobar lo que siempre tuvieron por cierto. Si de golpe y porrazo se diera en las iglesias una enseñanza auténtica capaz de generar un genuino aprendizaje, se sobresaltarían los tenidos hasta entonces por maestros y se escandalizarían los oyentes. En los más, los ganaría el escepticismo, y en los menos el rechazo frontal por lo sospechoso de lo novedoso. Cuando Dios pegue en el cielo el grito que dices, entonces es posible que unos cuantos se despierten. Mientras tanto, van a la iglesia a echarse su siesta. Para eso están sus pastores, para que los arrullen.
En cuanto a lo que sigue en tu mensaje, por supuesto que comparto, pues son realidades. Por lo demás, no sólo te muestras acertado, sino que también eres ocurrente con cierto toque de humor.
El Señor sea contigo.
Ricardo.
Mensaje 18
Apreciado Oscar Capi:
¡Ni modo que pudiera yo no permitirte mechar el aceite de las vírgenes en mi tema!
Pero como sugieres, alguna relación es posible encontrarle.
Aunque siempre comparto casi todo lo que dices, no podría aceptar la idea de que las insensatas lo fueran al grado de creer que sus lámparas pudieran alumbrar sin combustible. Del v. 4 aprendemos que cinco de ellas tomaron junto con sus lámparas las vasijas de aceite de repuesto, pues su prudencia les aconsejaba que el esposo quizás pudiera demorarse más de lo que duraría el aceite de sus lámparas.
Las insensatas, por el contrario, no vieron necesario tal recaudo, calculando que la espera no se les haría tan larga.
Algo así me pasa a mí cuando al salir mi esposa me avisa que lleve el paraguas. Yo calculo la porción de cielo descubierto y cielo nublado, y si la primera es mayor que la segunda, prescindo del molesto adminículo, candidato a que lo olvide en cualquier parte. Cuando regreso, trato que mi esposa no me vea llegar como pollito mojado.
Pero lo que creo que deja sin probabilidad alguna de que las insensatas creyeran que sus lámparas pudieran alumbrar sin aceite, es precisamente el pedido que les hacen a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan” (v. 8). No dicen: “porque no tenemos como encenderlas” porque todavía ardían; no estaban apagadas. Si fuera como tú sugieres, habrían dicho: -Ahora, cuando se nos acabe el aceite, ¡ya veréis vosotras el brillo de nuestras mechas!
Lo que yo veo en las cinco vírgenes prudentes es que se toman en serio el mandato “sed llenos del Espíritu” (Ef 5:18), cotidiana y permanentemente.
Y respecto a las insensatas, veo que se contentan con su experiencia inicial cuando por el Espíritu fueron bautizadas en el cuerpo de Cristo (1Co 12:13) y selladas, desde que creyeron (Ef 1:13). Hay cristianos que viven de sus recuerdos, y apenas dan otro testimonio que el de su conversión, como si desde hace diez, veinte o cincuenta años a esta parte, no hubieran tenido otra experiencia con Dios. No extraña entonces que no amen la venida del Señor ni velen creyéndola próxima.
Gracias por tu aporte.
Ricardo.
Estimado Rer:
Dices:
“Cuando en la iglesia ya no se aprende nada...es hora que te conviertas en un líder...en un trabajador...un diacono..un maestro...un ujier...un apóstol...un sacerdote...”.
Te respondo: Aunque tu propuesta pareciera práctica, en verdad no lo es.
1 – Sacerdote: el Señor Jesucristo nos ha hecho sacerdotes (Ap 1:6; 5:10 ); no nos convertimos en tales por decisión propia.
2 – Líder: el Señor Jesucristo prohibió a sus discípulos dar y recibir tal tratamiento, porque únicamente Él lo es (Mt 23:10 Texto griego y versiones modernas en inglés).
3 – Los demás oficios, cargos, funciones y trabajos: cualquiera que asuma responsabilidades en la iglesia sin esperar a ser designado por quien o quienes detentan la autoridad, se expone a ser defenestrado por presuntuoso y arribista, aunque tenga el don y la capacidad para ello, y lo avale su sana doctrina y buen testimonio. De todos modos, pasar a ser activo y eficaz en cualquier área de servicio a los santos, no garantiza que con ello comience en la iglesia una enseñanza y aprendizaje efectivos.
Estimado Ernesto Torres:
La iglesia que tú imaginas en tu comentario, es una iglesia cristiana normal en la que el factor enseñanza/aprendizaje no padece de carencias o deficiencias -por lo menos notorias-, y el incompetente aprendiz es enteramente responsable –si no culpable-, de su inapetencia espiritual, pues no pasa de ser un mero asistente cuya comparecencia allí no tiene razón lógica, a menos que busque un campo propicio para sus ambiciones personales de constituirse en maestro de los demás. La película que pasas también la hemos visto, y está entre las nominadas al próximo festival de extravagancias eclesiásticas. Pero el caso que nos ocupa no es el de las iglesias normales –que nadie sabe dónde están pero confesamos que deben estar-, sino las que descubrimos a cada paso, caminando por las calles de nuestras ciudades.
Saludos cordiales
Ricardo
Vayikra:
Dices bien cuanto dices.
En semejanza al caso anterior que propone Ernesto Torres, si se diera en nuestro medio una iglesia local con la doctrina de los apóstoles y las prácticas neotestamentarias, bien podría caberle la responsabilidad a las ovejas engordadas, que se hinchan por la falta de ejercicio al no compartir su abundancia de conocimientos con los más nuevos que vienen tan ávidos de aprender. Pese a que nuestros lectores pastores agitarán sus manos protestando que su iglesia tiene tales características, a poco de visitarlas se hace evidente que con poner un gran cartel lleno de premisas tan espirituales como escriturales, no basta.
Cuando la iglesia está al cuidado de su Cabeza, que es Cristo, Él se encarga de cuidarla y lo hace muy bien, pues a su infinita sabiduría se añade una experiencia casi bimilenaria. Pero cuando ese cuidado ha sido asumido por sus representantes terrenales con credenciales oficiales, puede suceder cualquier cosa.
Gracias por tu aporte.
Ricardo.
Estimado Dagoberto Juan:
Como siempre, disfruto al leerte y admirar nuestras coincidencias.
Sin embargo, entre tantas frases que concordamos, creo que es necesario hacer algunas precisiones para bien de todos.
Reitero que el tema del epígrafe tiene que ver con la enseñanza y el aprendizaje en las iglesias, y de ningún modo con el gratuito desprestigio del elenco pastoral. Como a mí siempre me cupo fungir como pastor pero comportarme ante ellos como oveja (una travesura con motivación didáctica), ni me doy por aludido cuando se ataca a los pastores ni me regodeo cuando se les adula y lisonjea.
Comprendo que quieras ver en la generalidad de los pastores a los íntegros siervos de Dios que todos queremos ver, y que apenas nos entristezcamos de vez en cuando por el fracaso de alguno. Pero aunque en número puedan ser muchos estos fieles y santos siervos, lamentablemente, tal como están las cosas hoy día, parecería que la verdad se da al revés de lo que quisieras, por lo menos en aquellas partes del mundo que nos son más conocidas.
La situación general en el mundo actual para las iglesias y sus pastores es de apostasía, negociado y manipulación. Más bien excepcionalmente hallemos hombres como tú y otros en este Foro, que por su forma de escribir nos inspiran total confianza. Tenemos también que creer que las iglesias en las que sirven reflejan la bondad de su ministerio. Pero repito, a través de una experiencia que excede ya al medio siglo de servir entre las iglesias, las excepciones no son los chicos malos sino los buenos. Lo que ocurre es que entre los malos no todos son demasiado malos como para ser perseguidos por la justicia y aparecer en las noticias. Los hay que disfrutan de impunidad mientras no lleguen a hechos groseros que susciten escándalos públicos. Ahora acaba de aparecer en Holanda un pastor evangélico que se confiesa ateo pero que no renuncia al pastorado ni la iglesia hace nada al respecto. Parece que ya tiene algunos émulos por Europa y Norteamérica.
Dices tú: “Los pastores o ministros, están puestos por Dios”. A ti que no te gusta que se generalice con los pastores, tampoco deberías de hacerlo de ese modo. Más ajustado a la realidad que todos conocemos, mejor tendríamos que decir: “Los pastores o ministros puestos por Dios están puestos por Él”. Lo que no es redundancia sino conforme a verdad, ya que no basta con ser pastor o ministro para asegurar que haya sido puesto por Dios. Generalmente son los hombres los que los ponen, y en ocasiones hasta el mismo Diablo. En la iglesia primitiva en Éfeso, los supervisores (ancianos, obispos, presbíteros, pastores, guías) eran puestos por el Espíritu Santo (Hch 20: 17, 28).
Citas también Juan 10:16 Jesús dijo: "Habrá un rebaño, y habrá un pastor"... cuando es obvia allí la referencia al pastorado único de Jesús sobre su iglesia. En todo el Nuevo Testamento no se da un solo caso de una iglesia con un pastor. Pastor en singular siempre es referente al Señor Jesús, y usado el término griego “poimën” como sinónimo de ancianos, guías, y sobreveedores, la única y sola vez que aparece es en plural (Ef 4: 11). En cada iglesia neotestamentaria había un grupo de ancianos, jamás un pastor (Hch 14:23; Tito 1:5, etc.). El único caso de un solo hombre pretendiendo ser el principal entre sus iguales es el de Diótrefes (3Jn 9,10), pero es reprochado por el apóstol.
Estas observaciones mías en nada desmerecen la calidad de tus aportes, antes bien, las mismas son exigidas por la agudeza de tus cuestionamientos.
Que el Señor te siga dotando de la clara percepción que te distingue.
Ricardo.