Manuel, un saludo
Infierno es el lugar donde son enterrados los difuntos, en los lugares inferiores, Infierno = inferior = bajo tierra, allí fue Jesús cuando murió como dice el credo "descendió a los infiernos" de donde salió al tercer día, pues resucitó = volvió a vivir. por eso dijo a María Magdalena cuando salió de la tumba: "No me toques que aún no he subido a mi Padre".
En cuanto al fuego eterno escribí un articulo en una revista local que tengo a bien compartir con todos los foristas que lo deseen leer:
“EL FUEGO ETERNO”
Para cualquier persona libre de prejuicios, las palabras que se traducen por “eterno” y “para siempre” no significan necesariamente que nunca tendrán fin.
En el N. Testamento, vienen del griego aion, o del adjetivo aionios. Es imposible forzar ese radical griego para significar siempre un período que no tiene fin. Cuando se aplica a cosas terrenas tiene sentido limitado de duración de la cosa de que se habla; cuando se refiere a Dios o cosas relacionadas con Dios, entonces, sí significa duración sin fin.
En el caso de los textos que nos ocupan, las palabras “fuego” y “castigo” son temporales y el adjetivo aionios ahí tiene sentido limitado de tiempo. En cuanto al fuego, durará mientras haya materia para quemar. Tenemos ejemplo de ello en S. Judas 7 donde dice: “Sodoma y Gomorra (…) sufrieron el castigo del fuego eterno [pyros aionioy]. Pero, ese fuego “eterno” se apagó pues fueron “reducidas a cenizas” (2 Pedro 2: 6), así será el fuego eterno [aionios] destinado a destruir a los impíos. Se quemarán en cuanto haya algo para ser quemado. Es una duración indeterminada pero no eterna
En Filemón 15, leemos “para que lo recuperes para siempre [aionion].”
El erudito H. G. Moule, comentando el texto, dice: “El adjetivo aionios tiende a marcar la duración en cuanto la naturaleza de la materia lo permite. Y en el uso general tiene íntima relación con las cosas espirituales. ‘Para siempre’ En este texto significa, permanencia de restauración tanto natural como espiritual.” En conexión con Dios significa eterno, para siempre. También cuando se refiere a la “vida” que proviene de Dios, significa una vida de duración sin fin.
La obra clásica de Liddel & Scott da los siguientes significados de aion: “1. Un espacio o periodo de tiempo, especialmente toda la vida. Vida. También la vida de una persona. Edad: la edad del hombre… 2. Un largo periodo de tiempo. Eternidad… 3. Más tarde, un espacio de tiempo claramente definido… una era. La vida presente. Este mundo.”
A. Cruden, en su conocida Concordancia (en inglés), anota así la palabra “eterno”: “Las palabras ‘eterno,’ ‘perpetuo,’ ‘para siempre’ son algunas veces tomadas en el sentido de un largo espacio de tiempo, pero no deben tener siempre rigurosamente ese sentido.” (Citado por A. B. Christianini en Subtilezas do Êrro).
(También en castellano “siempre”, aplicado a Dios significa eterno; aplicado al hombre está limita por la vida del mismo).
Por tanto, las consecuencias del castigo son eternas, definitivas; pero no su duración. Y se aplicará después del juicio final: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: '¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (…) "Entonces dirá a los de la izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles (…)”. "Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna". (Mateo 25: 31, 34, 41, 46).
Porque todavía no había llegado la hora del castigo los demonios dijeron a Jesús:
“¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mat. 8: 29). Ellos sabían que aún no había llegado su hora, porque Dios los castigaría en el día establecido siendo que hay un “fuego” preparado para “el diablo y sus ángeles” (Mat. 25: 41).
En la muerte, –ausencia de vida- no puede haber ni premio ni castigo. Por eso, la expectativa está puesta en la resurrección: “El mar dio los muertos que estaban en él, y la muerte y el sepulcro dieron los muertos que estaban en ellos. Y cada uno fue juzgado según sus obras. Y la muerte y el sepulcro fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la segunda muerte.
El que no fue hallado escrito en el Libro de la Vida, fue lanzado en el lago de fuego”. (Apoc. 20: 13- 15).
Entonces los impíos serán destruidos: “Y los cielos y la tierra de ahora son conservados por la misma Palabra, guardados para el fuego del día del juicio, y de la destrucción de los hombres impíos” (2 Pedro 3: 7). “De aquí a poco el malo no existirá más” (Salmo 37:10).
La paga del pecado es muerte (Rom. 6: 23); pecado es trasgresión de la ley (1 Juan 3: 4); la ley de Dios está basada en el amor (Romanos 13: 10), que es el principio de la vida (S. Judas 21), por lo tanto quien no ama no puede heredar la vida. Pues el pecado se perpetuaría para siempre, y Dios enseña en su Palabra que no permitirá tal cosa ver Génesis 3: 22; por eso, Juan dice: “Todo el que aborrece a su hermano es homicida. Y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”. (1 Juan 3: 15). Aquí no dice: sólo el que mata es homicida, sino el que ‘aborrece’ es decir el que no ama.
Los salvos, aunque estén muertos, para Dios es como si estuvieran vivos, por eso se dice de los difuntos que “duermen” pues al fin y al cabo ellos resucitarán para vida eterna cuando Cristo vuelva. Ese es el sentido de este pasaje: "Y que los muertos resuciten, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: 'Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob'. "Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven". (Lucas 20: 37, 38);
Pues dice de Abrahán: "Te he puesto por padre de muchas naciones (…) el Dios que da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si existieran”. (Romanos 4: 17).
Efectivamente Dios es Dios de vivos y aunque estén muertos para Él viven como en un estado de letargo. Es decir, “duermen” -según la Escritura-, para ser despertados: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión eterna. (Daniel 12: 2).
Sin embargo, se da la paradoja de que para Dios muchos de los que viven “están muertos”:
Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús respondió: "¡Sígueme! Y deja que los muertos entierren a sus muertos". (Mateo 8: 21, 22).
Este pasaje suele ser mal entendido pues la expresión “ir a enterrar a mi padre” en el lenguaje de la época significaba: “déjame que me quede en casa hasta que muera mi padre” lógicamente podrían pasar años y Jesús le necesitaba de inmediato para llevar la Palabra de Vida. Este texto se podría parafrasear así: “Deja que los que ‘pasan’ del evangelio, ‘los muertos’ entierren a sus muertos”.
“Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: "El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas (Cristo), dice: Conozco tus obras, que tienes nombre que vives, pero estás muerto. Sé vigilante, y reanima lo que queda y está por morir; porque no hallé tus obras perfectas ante Dios”. (Apocalipsis 3: 1, 2). Aquí Jesús describe el estado espiritual de la iglesia de Sardis: la falta de obras es señal de que la fe está en un estado lamentable, pues la fe debe obrar; sino, está muerta: “Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta”. (Santiago 2: 26).
No obstante hay esperanza si hacemos caso a Jesús: ‘reanima lo que queda y está por morir’. Pues el estado de ánimo de la iglesia de Sardis es muy similar al cristianismo actual. El hijo pródigo volvió sobre sus pasos y no fue rechazado por el Padre: “Porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado'. Lucas (15: 24). Y también: “Aun cuando estábamos muertos en pecados, nos dio vida junto con Cristo. Por gracia habéis sido salvos”. (Efesios 2: 5).
Así pues la vida eterna está reservada a los justos –pecadores arrepentidos que aceptan a Cristo y les es atribuida su justicia-, a estos aunque estén muertos Dios los considera vivos. Por otro lado están los impíos a quienes Dios los considera muertos aun estando vivos pues no heredarán la vida eterna sino que serán destruidos pues: “sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Juan 3: 15); “Y ese día que está por llegar los abrasará, y no quedará de ellos ni raíz ni rama –dice el Eterno Todopoderoso. (Malaquías 4: 1).
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