Re: Elena White tenía razón: el vino es un veneno
Estimado eduardo martínez r. Saludos cordiales.
Tú dices:
Je, je, je. Veamos lo que dice el relato del cuarto evangelista, al que mutilas citando únicamente Juan 19:29:
Lo dicho, el "puro jugo de uva" de Pascua, ese excelente "mosto", se hacía con pasas pisadas por asnos (como ciertos sectarios que no saben lo que dicen, ni saben cuándo es la vendimia), y el "líquido" resultante de tal prensado lo bebían los topos.
Respondo: "Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó." Marcos 15: 23.
"le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo." Mateo 27:34.
"Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber." Mateo 27: 48.
En base de una comparación de Mateo 27: 34 y 48, es evidente que a Jesús le ofrecieron bebida en dos ocasiones mientras que estaba en la cruz. En la primera ocasión no quiso recibir el vino mezclado con narcóticos amargos, cuyo efecto era el embotar sus sentidos. Después le dieron a probar esta bebida exenta de drogas.
"Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu." Juan 19:29,30.
Vinagre se le llamaba a un vino agrio y delgado que usaban los Soldados Romanos. Era una bebida común en la milicia romana.
La palabra traducida "vinagre" significa, según Grotius, Robinson, Davidson, y otros, simplemente
un vino barato o malo, como el que empleaban las clases más pobres.
La palabra traducida "hiel" denota secundariamente cualquier cosa amarga: ajenjo, mirra, adormidera, etc.
Tomando en cuenta el contexto de la escritura no debemos de inferir que Jesús bebió del vinagre. Aunque sabemos que en este evento se cumplió lo dicho por el Rey David en el Salmo 69:21 que dice:
" Me pusieron además hiel por comida,
Y en mi sed me dieron a beber vinagre."
¿Por lo tanto bebió a no bebió el vinagre?
Recordemos lo que Jesús dijo cuando celebró la pascua con sus discípulos, Él hizo la siguiente promesa:
En Mateo 26:26-29
"Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. "
El ha prometido que no bebería del fruto de la vid con sus discípulos hasta aquel día Ese evento no se ha efectuado por lo tanto Jesús no iba beber del fruto de la vid porque Jesús lo prometió a sus discípulos. Por lo tanto es correcto entender que Jesús solamente “recibió” el vinagre para que se cumpliera la escritura pero no bebió de ella solo lo probo.
Por lo tanto hay dos verdades principales:
1. La primera verdad es que al rechazar el vinagre demuestra su completa voluntad de someterse al sacrificio total mandado por su padre. El acto del soldado romano era un acto de misericordia, ya que la mezcla de vinagre con hiel producía en el crucificado un cierto adormecimiento.
Jesús No bebió por que nada iba a mitigar su sacrificio de los pecados de la humanidad, como escribiera el Apóstol Pablo a los Filipenses 2:6-8
"Uno de los soldados romanos, movido a compasión al mirar sus labios
resecos, colocó una esponja en un tallo de hisopo y, sumergiéndola en un
vaso de vinagre, se la ofreció a Jesús. Pero los sacerdotes se burlaron
de su agonía. Cuando las tinieblas cubrieron la tierra, se habían
llenado de temor; pero al disiparse su terror volvieron a temer que
Jesús se les escapase todavía. Interpretaron mal sus palabras: "Eloi,
Eloi, ¿lama sabachthani?" Con amargo desprecio y escarnio dijeron: "A
Elías llama éste." Rechazaron la última oportunidad de aliviar sus
sufrimientos. "Deja --dijeron,-- veamos si viene Elías a librarle."
El inmaculado hijo de Dios pendía de la cruz: su carne estaba lacerada
por los azotes; aquellas manos que tantas veces se habían extendido para
bendecir, estaban clavadas en el madero; aquellos pies tan incansables
en los ministerios de amor estaban también clavados a la cruz; esa
cabeza real estaba herida por la corona de espinas; aquellos labios
temblorosos formulaban clamores de dolor. Y todo lo que sufrió: las
gotas de sangre que cayeron de su cabeza, sus manos y sus pies, la
agonía que torturó su cuerpo y la inefable angustia que llenó su alma al
ocultarse el rostro de su Padre, habla a cada hijo de la humanidad y
declara: Por ti consiente el Hijo de Dios en llevar esta carga de
culpabilidad; por ti saquea el dominio de la muerte y abre las puertas
del Paraíso. El que calmó las airadas ondas y anduvo sobre la cresta
espumosa de las olas, el que hizo temblar a los demonios y huir a la
enfermedad, el que abrió los ojos de los ciegos y devolvió la vida a los
muertos, se ofrece como sacrificio en la cruz, y esto por amor a
ti. El, el Expiador del pecado, soporta la ira de la justicia divina y
por causa tuya se hizo pecado.
En silencio, los espectadores miraron el fin de la terrible escena. El
sol resplandecía; pero la cruz estaba todavía rodeada de tinieblas. Los
sacerdotes y príncipes miraban hacia Jerusalén; y he aquí, la nube densa
se había asentado sobre la ciudad y las llanuras de Judea. El sol de
justicia, la luz del mundo, retiraba sus rayos de Jerusalén, la que una
vez fuera la ciudad favorecida. Los fieros rayos de la ira de Dios iban
dirigidos contra la ciudad condenada.
De repente, la lobreguez se apartó de la cruz, y en tonos claros, como
de trompeta, que parecían repercutir por toda la creación, Jesús
exclamó: "Consumado es." "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."
Una luz circuyó la cruz y el rostro del Salvador brilló con una gloria
como la del sol. Inclinó entonces la cabeza sobre el pecho y murió
Entre las terribles tinieblas, aparentemente abandonado de Dios, Cristo
había apurado las últimas heces de la copa de la desgracia humana. En
esas terribles horas había confiado en la evidencia que antes recibiera
de que era aceptado de su Padre. Conocía el carácter de su Padre;
comprendía su justicia, su misericordia y su gran amor. Por la fe,
confió en Aquel a quien había sido siempre su placer obedecer. Y
mientras, sumiso, se confiaba a Dios, desapareció la sensación de haber
perdido el favor de su Padre. Por la fe, Cristo venció.
Nunca antes había presenciado la tierra una escena tal. La multitud
permanecía paralizada, y con aliento en suspenso miraba al Salvador.
Otra vez descendieron tinieblas sobre la tierra y se oyó un ronco rumor,
como de un fuerte trueno. Se produjo un violento terremoto que hizo
caer a la gente en racimos. Siguió la más frenética confusión y
consternación. En las montañas circundantes se partieron rocas que
bajaron con fragor a las llanuras. Se abrieron sepulcros y los muertos
fueron arrojados de sus tumbas. La creación parecía estremecerse hasta
los átomos. Príncipes, soldados, verdugos y pueblo yacían postrados en
el suelo.
Cuando los labios de Cristo exhalaron el fuerte clamor: "Consumado es,"
los sacerdotes estaban oficiando en el templo. Era la hora del
sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que
representaba a Cristo. Ataviado con vestiduras significativas y
hermosas, el sacerdote estaba con cuchillo levantado, como Abrahán a
punto de matar a su hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba
mirando. Pero la tierra tembló y se agitó; porque el Señor mismo se
acercaba. Con ruido desgarrador, el velo interior del templo fue
rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que dejó expuesto a la
mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por la
presencia de Dios. En este lugar, había morado la shekinah . Allí Dios
había manifestado su gloria sobre el propiciatorio. Nadie sino el sumo
sacerdote había alzado jamás el velo que separaba este departamento del
resto del templo. Allí entra una vez al año para hacer expiación por
los pecados del pueblo. Pero he aquí, este velo se había desgarrado en
dos. Ya no era más sagrado el lugar santísimo del santuario terrenal.
Todo era terror y confusión. El sacerdote estaba por matar la víctima;
pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El
símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que
prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho. Estaba abierto el
camino que llevaba al santísimo. Había sido preparado para todos un
camino nuevo y viviente. Ya no necesitaría la humanidad pecaminosa y
entristecida esperar la salida del sumo sacerdote. Desde entonces, el
Salvador iba a oficiar como sacerdote y abogado en el cielo de los
cielos. Era como si una voz viva hubiese dicho a los adoradores: Ahora
terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de
Dios ha venido conforme a su Palabra: "Heme aquí (en la cabecera del
libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad." "Por su
propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido
eterna redención"
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.