2 de diciembre de 2012 Voto de tolerancia ,en busca de la paz,
El sacerdote jesuita JUAN JOSÉ SANTIAGO apuesta a la apertura de pensamiento
Por Ileana Delgado Castro / [email protected]
Desde muy niño, el hoy sacerdote jesuita Juan José Santiago Asenjo aprendió la importancia de respetar las ideas y creencias de los demás. No podía ser de otra forma. Su padre era espiritista y masón, mientras que su madre era católica practicante.
“Ellos tenían una relación de mucho respeto. Y eso ha sido un ejemplo que me ha acompañado toda la vida. A través de ambos aprendí, desde muy pequeño, lo que es la tolerancia”, agrega el sacerdote, mientras se pregunta retóricamente de qué vale ser católico, si no se es una buena persona o si eres un irresponsable.
Recuerda, por ejemplo, que cuando le dijo a su padre que quería ser sacerdote, a él le costó mucho aceptarlo. “Pero me dijo que si era lo que quería, podía irme con su bendición”, cuenta el religioso, en cuyo discurso también discurren constantemente palabras como comprensión y aceptación.
Fue así como, a los 17 años, emprendió un largo periplo de estudios que lo llevaron, entre otros países, a Cuba, Barcelona, Ecuador, Estados Unidos y Europa. Con los años también comenzó a interesarse en el estudio y la práctica del yoga, los temas esotéricos, el budismo y el espiritismo. Un interés que también lo llevó a hacer un doctorado en religiones comparadas con una tesis sobre el espiritismo de Allan Kardec.
“Desde tiempos inmemoriales ha habido el deseo de comunicarse con los muertos. Kardec, quien vivía en una época de gran materialismo, quería buscar una prueba de que existe la supervivencia del alma”, dice el padre Santiago, quien reconoce que desde la niñez sus intereses han sido algo inusuales. En su vida como sacerdote el panorama tampoco cambió.
Precisamente, esa apertura de pensamiento lo llevó a convertirse en maestro de yoga en los años 70. El estudio de la disciplina, afirma, fue una recomendación de un monje cisterciense en un monasterio de West Virginia, en el 1961, a quien le consultó las dificultades que tenía al momento de orar. “Encontraba que mi cuerpo era un obstáculo para la oración. El yoga me enseñó a orar a través de mi cuerpo”, explica, padre Santiago, autor de los libros Frutos de soledad y Un cristiano ante la muerte.
Hoy, a los 81 años, 64 de ellos como jesuita, el padre Santiago se mantiene como un férreo defensor del diálogo sobre las distintas religiones, así como promotor incansable del respeto, la comprensión y la tolerancia.
“Tenemos que aprender a compartir. La intransigencia y la intolerancia no conduce a ningún lado”, advierte el sacerdote, quien en marzo de este año fue distinguido con un doctorado Honoris Causa en comportamiento humano, otorgado por la Universidad Carlos Albizu.
Riqueza espiritual
Si se parte de la premisa de que Dios se comunica con todos los seres humanos a través de las distintas religiones, no deberían haber tantos problemas de intolerancia religiosa, resalta el padre Santiago, quien cree que se debe tratar de ver qué se puede encontrar de positivo en ellas para enriquecerse espiritualmente.
“Eso no me hace menos católico. Al contrario, me ayuda a reafirmar mi fe”, afirma.
Precisamente, conocer sobre las diversas enseñanzas y doctrinas de otras religiones puede ser uno de los caminos para ampliar horizontes, enriquecer las creencias religiosas personales y, a su vez, propiciar la paz, la espiritualidad y la sana convivencia que tanto se necesita en estos días, abunda el sacerdote.
La idea de Dios
De hablar pausado y mirada franca, el padre Santiago luce como un hombre apacible y sosegado. Pero sorprende a quien no lo conoce por sus ideas y convicciones.
Sin embargo, él no ve contradicción entre ser sacerdote católico y su interés por estudiar otras religiones. Una de ellas, por ejemplo, el budismo.
“Todo depende de la idea que uno tenga de Dios. Si uno cree que Dios se comunica a todos los seres humanos de diversas formas, uno puede descubrir la voz de Dios en las enseñanzas de Buda. Pero si uno cree que uno tiene el monopolio de la verdad, puede ser que uno caiga en el fanatismo religioso”, puntualiza el sacerdote.
““
El sacerdote jesuita JUAN JOSÉ SANTIAGO apuesta a la apertura de pensamiento
Por Ileana Delgado Castro / [email protected]
Desde muy niño, el hoy sacerdote jesuita Juan José Santiago Asenjo aprendió la importancia de respetar las ideas y creencias de los demás. No podía ser de otra forma. Su padre era espiritista y masón, mientras que su madre era católica practicante.
“Ellos tenían una relación de mucho respeto. Y eso ha sido un ejemplo que me ha acompañado toda la vida. A través de ambos aprendí, desde muy pequeño, lo que es la tolerancia”, agrega el sacerdote, mientras se pregunta retóricamente de qué vale ser católico, si no se es una buena persona o si eres un irresponsable.
Recuerda, por ejemplo, que cuando le dijo a su padre que quería ser sacerdote, a él le costó mucho aceptarlo. “Pero me dijo que si era lo que quería, podía irme con su bendición”, cuenta el religioso, en cuyo discurso también discurren constantemente palabras como comprensión y aceptación.
Fue así como, a los 17 años, emprendió un largo periplo de estudios que lo llevaron, entre otros países, a Cuba, Barcelona, Ecuador, Estados Unidos y Europa. Con los años también comenzó a interesarse en el estudio y la práctica del yoga, los temas esotéricos, el budismo y el espiritismo. Un interés que también lo llevó a hacer un doctorado en religiones comparadas con una tesis sobre el espiritismo de Allan Kardec.
“Desde tiempos inmemoriales ha habido el deseo de comunicarse con los muertos. Kardec, quien vivía en una época de gran materialismo, quería buscar una prueba de que existe la supervivencia del alma”, dice el padre Santiago, quien reconoce que desde la niñez sus intereses han sido algo inusuales. En su vida como sacerdote el panorama tampoco cambió.
Precisamente, esa apertura de pensamiento lo llevó a convertirse en maestro de yoga en los años 70. El estudio de la disciplina, afirma, fue una recomendación de un monje cisterciense en un monasterio de West Virginia, en el 1961, a quien le consultó las dificultades que tenía al momento de orar. “Encontraba que mi cuerpo era un obstáculo para la oración. El yoga me enseñó a orar a través de mi cuerpo”, explica, padre Santiago, autor de los libros Frutos de soledad y Un cristiano ante la muerte.
Hoy, a los 81 años, 64 de ellos como jesuita, el padre Santiago se mantiene como un férreo defensor del diálogo sobre las distintas religiones, así como promotor incansable del respeto, la comprensión y la tolerancia.
“Tenemos que aprender a compartir. La intransigencia y la intolerancia no conduce a ningún lado”, advierte el sacerdote, quien en marzo de este año fue distinguido con un doctorado Honoris Causa en comportamiento humano, otorgado por la Universidad Carlos Albizu.
Riqueza espiritual
Si se parte de la premisa de que Dios se comunica con todos los seres humanos a través de las distintas religiones, no deberían haber tantos problemas de intolerancia religiosa, resalta el padre Santiago, quien cree que se debe tratar de ver qué se puede encontrar de positivo en ellas para enriquecerse espiritualmente.
“Eso no me hace menos católico. Al contrario, me ayuda a reafirmar mi fe”, afirma.
Precisamente, conocer sobre las diversas enseñanzas y doctrinas de otras religiones puede ser uno de los caminos para ampliar horizontes, enriquecer las creencias religiosas personales y, a su vez, propiciar la paz, la espiritualidad y la sana convivencia que tanto se necesita en estos días, abunda el sacerdote.
La idea de Dios
De hablar pausado y mirada franca, el padre Santiago luce como un hombre apacible y sosegado. Pero sorprende a quien no lo conoce por sus ideas y convicciones.
Sin embargo, él no ve contradicción entre ser sacerdote católico y su interés por estudiar otras religiones. Una de ellas, por ejemplo, el budismo.
“Todo depende de la idea que uno tenga de Dios. Si uno cree que Dios se comunica a todos los seres humanos de diversas formas, uno puede descubrir la voz de Dios en las enseñanzas de Buda. Pero si uno cree que uno tiene el monopolio de la verdad, puede ser que uno caiga en el fanatismo religioso”, puntualiza el sacerdote.
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