𝐑𝐄𝐅𝐋𝐄𝐗𝐈𝐎́𝐍 𝐄𝐒𝐏𝐈𝐑𝐈𝐓𝐔𝐀𝐋
La fe cristiana no depende de cuatro paredes, ni de una casta religiosa, sino de una comunión viva con Cristo.
El llamado es a volver al ejemplo del Maestro, volver al Libro.
¿Cómo se reunía la Iglesia antes que el hombre la encapsulara dentro de una burbuja institucional?
Jesús no vino a establecer una organización eclesiástica en templos de piedra y mucho menos a fundar una institución religiosa.
Su ministerio estuvo centrado en la formación de discípulos en los caminos, a orillas del mar, por las ciudades y las plazas, su interés son sus discípulos, no asistentes (Mt.28:19).
Luego de su retorno a la Casa de su Padre en el cielo, envió el Espíritu Santo, a sus discípulos el cual, glorifica a Cristo y enseña a cada creyente que todo lo que tiene el Padre es del Hijo.
De modo que no hay necesidad de depender de un sacerdote o líder para conocer la verdad (1 Juan 2:27, Juan 16:14–15, Juan 3:34).
Tenemos la verdad revelada de forma completa en la Biblia y estamos advertidos de no añadir ni quitar nada de ella (Ap.22:18-19).
La iglesia primitiva se reunía en las casas con sencillez y alegría de corazón (Hch.2:42-47).
La fe viva y práctica no depende de un sistema religioso, se vive en el cuarto, en la calle, en el trabajo, la palabra de Dios no está presa en las cuatro paredes de una institución religiosa, ni administrada y controlada por un líder religioso.
La casa personal de cada creyente (Heb.3:5-6) se convierte en altar y templo vivo (1Cor.6:19).
Dependemos de Cristo para que su Padre, y Padre nuestro, nos escuche y conforme a su voluntad actúe, o no.
Jesús oraba en silencio, en lo secreto, no en templos religiosos (Mat. 6:6, Luc. 6:12–13; 1 Tes. 5:17).
La oración genuina, la que vale, no necesita micrófono ni títulos lisonjeros, porque Dios escucha y discierne el corazón sincero en cualquier lugar.
Las nuevas criaturas, nacen de la comunión verdadera con Cristo, las profesiones de fe, de las campañas programadas, cuando se invita a pasar al altar o a alzar la mano son de corta duración.
Jesus evangelizaba en las calles, fiestas, casas, no formaba parte de una organización religiosa ni trabajaba para ella.
El cuerpo de Cristo es un organismo vivo, no una organización jerárquica para controlar a sus miembros.
Conclusión:
Volver al Libro es volver a Cristo.
Es quitar todo lo que se interpone entre tú y Él — costumbres, jerarquías, formatos religiosos — y recuperar la comunión directa que transforma vidas.
La iglesia vive donde hay obediencia, donde hay amor, donde el Espíritu guía… aunque sea bajo un techo humilde o en medio del camino.
Selah.
La fe cristiana no depende de cuatro paredes, ni de una casta religiosa, sino de una comunión viva con Cristo.
El llamado es a volver al ejemplo del Maestro, volver al Libro.
¿Cómo se reunía la Iglesia antes que el hombre la encapsulara dentro de una burbuja institucional?
Jesús no vino a establecer una organización eclesiástica en templos de piedra y mucho menos a fundar una institución religiosa.
Su ministerio estuvo centrado en la formación de discípulos en los caminos, a orillas del mar, por las ciudades y las plazas, su interés son sus discípulos, no asistentes (Mt.28:19).
Luego de su retorno a la Casa de su Padre en el cielo, envió el Espíritu Santo, a sus discípulos el cual, glorifica a Cristo y enseña a cada creyente que todo lo que tiene el Padre es del Hijo.
De modo que no hay necesidad de depender de un sacerdote o líder para conocer la verdad (1 Juan 2:27, Juan 16:14–15, Juan 3:34).
Tenemos la verdad revelada de forma completa en la Biblia y estamos advertidos de no añadir ni quitar nada de ella (Ap.22:18-19).
La iglesia primitiva se reunía en las casas con sencillez y alegría de corazón (Hch.2:42-47).
La fe viva y práctica no depende de un sistema religioso, se vive en el cuarto, en la calle, en el trabajo, la palabra de Dios no está presa en las cuatro paredes de una institución religiosa, ni administrada y controlada por un líder religioso.
La casa personal de cada creyente (Heb.3:5-6) se convierte en altar y templo vivo (1Cor.6:19).
Dependemos de Cristo para que su Padre, y Padre nuestro, nos escuche y conforme a su voluntad actúe, o no.
Jesús oraba en silencio, en lo secreto, no en templos religiosos (Mat. 6:6, Luc. 6:12–13; 1 Tes. 5:17).
La oración genuina, la que vale, no necesita micrófono ni títulos lisonjeros, porque Dios escucha y discierne el corazón sincero en cualquier lugar.
Las nuevas criaturas, nacen de la comunión verdadera con Cristo, las profesiones de fe, de las campañas programadas, cuando se invita a pasar al altar o a alzar la mano son de corta duración.
Jesus evangelizaba en las calles, fiestas, casas, no formaba parte de una organización religiosa ni trabajaba para ella.
El cuerpo de Cristo es un organismo vivo, no una organización jerárquica para controlar a sus miembros.
Conclusión:
Volver al Libro es volver a Cristo.
Es quitar todo lo que se interpone entre tú y Él — costumbres, jerarquías, formatos religiosos — y recuperar la comunión directa que transforma vidas.
La iglesia vive donde hay obediencia, donde hay amor, donde el Espíritu guía… aunque sea bajo un techo humilde o en medio del camino.
Selah.