Vivir habitualmente en la presencia del Señor

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5 Septiembre 2001
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Practicando los libros de 1 y 2 de Tesalonicenses
Semana 23 --- Parousía
Viernes --- Leer con oración: 2 Co 3:17; 1 Co 15:45; 6:17
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap 3:8)
VIVIR HABITUALMENTE EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR PARA SER ARREBATADOS
En la vida de la iglesia invocamos el nombre del Señor, pues ésta es una excelente manera de estar en el Espíritu, así como el leer la Palabra en la presencia del Señor. Invocamos Su nombre porque en el Espíritu tenemos la presencia del Señor. Tenemos al Señor en nuestro espíritu (cfr. 2 Ti 4:22). El Espíritu de realidad puede estar siempre con nosotros, pero nosotros no siempre estamos con Él; frecuentemente, vivimos en la mente y no en el espíritu, y así no estamos en Su presencia.
Primera Tesalonicenses 4:16-17a dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire”. Esto se refiere a Su parousía. El versículo 17b dice: “y así estaremos siempre con el Señor”. Aquí ya no es sólo la parousía, que será solamente en los tres años y medio de la gran tribulación, pero se refiere a después de pasar por el tribunal en los aires, cuando estaremos para siempre con el Señor en el reino y no nos separaremos más de Él.
En Efesios 5:31, cuando Pablo habla sobre la unión entre el hombre y la mujer, añade aun más: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (v. 32). Es decir, Cristo y la iglesia serán un sólo cuerpo, una sola entidad, inseparable. El problema de hoy, no es que Cristo quiere separarse de la iglesia; pero la iglesia insiste en vivir separada de Cristo.
Nosotros queremos la presencia de Dios, por eso invocamos Su nombre. Es imposible para el hombre estar en la presencia del Señor sólo en el pensamiento; es necesario ejercitar el espíritu, y para eso, invocamos Su nombre en todo tiempo. Esa es la práctica de la iglesia en Filadelfia: guardar Su palabra y no negar Su nombre (Ap 3:8). En la vida de la iglesia estamos en la presencia de Cristo, somos uno con Él y no podemos separarnos de Él, ya que fuera de Cristo no tenemos nada.
Cuando hablamos que Cristo y la iglesia son uno, nos referimos a estar unidos a Cristo en la vida práctica. Cristo ya se hizo el Espíritu (2 Co 3:17; 1 Co 15:45) y hoy habita en nuestro espíritu con el cual se mezcló (1 Co 6:17). Cuando estamos en el espíritu mezclado, estamos en la presencia de Cristo, y no sólo eso, sino también tendremos la presencia del Señor en los tres años y medio de la gran tribulación.
La parousía del Señor nos muestra Su deseo de estar con aquellos que fueron salvos. Él quiere estar en la presencia de los hijos de Dios, es decir, en la presencia de Sus hermanos, por eso Él estará en los aires. Pero la pregunta es: “¿Cuántas personas viven habitualmente en la presencia del Señor?”. Poco antes de Su parousía, solamente los que viven constantemente en la presencia del Señor hoy serán arrebatados. Los que no sean arrebatados necesitarán de la presencia del Señor para ser sustentados, porque serán tres años y medio de mucho sufrimiento, aunque las grandes catástrofes no los alcancen directamente. Es cierto que el Señor cuidará de los que permanecerán en la gran tribulación, pero nosotros, que anhelamos ser arrebatados antes, debemos vivir habitualmente en la presencia del Señor.
Punto Clave: Vivir constantemente en la presencia del Señor
Pregunta: Con relación a estar en la presencia del Señor, ¿cuál es el gran problema hoy?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el señor!