Para Jabob777
Amigo Jacob, te envío la exégis de los tiempos, hecha por un
católico: Luis Eduardo López Padilla, es un hombre casado, abogado
mexicano que tiene una página en internet.
lo hago por si te pudiera servir.
He aquí la copia:
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Los “Tiempos” desde la Creación
El Final de los Tiempos no hace referencia necesariamente al fin del segundo milenio o inicio del tercer milenio en el que nos encontramos, sino más bien a un período sucesivo de la Gracia que está marcado por las diferentes etapas de la Revelación.
Así, se puede decir que la historia bien podría dividirse en sucesivos Tiempos que se han ido cumpliendo desde la Creación y que concluirán hasta el Fin del Mundo. Así entonces, entendemos estos Tiempos de la siguiente manera:
· Tiempos Paradisíacos
· Tiempos de los Patriarcas
· Tiempos de Israel
· Plenitud de los Tiempos
· Tiempos de las Naciones o de los Gentiles
· Final de Los Tiempos (de estas Naciones o Gentiles)
· Tiempos Mesiánicos (que están aún por venir)
· Tiempos del Fin del Mundo.
Dentro del Final de los Tiempos de las Naciones o de los Gentiles, haremos una subdivisión de la siguiente manera:
· Oscuridad de los Tiempos (Apoc. VII, 14; Mt. XXIV, 21)
· Tiempos del Gran silencio (Apoc. VI, 12)
· Tiempos de la Gran Tribulación. (Apoc. VIII, 1)
Tiempos Paradisíacos
Los Tiempos Paradisíacos son aquellos en los que nuestros primeros padres vivían en el estado de inocencia original y en una íntima familiaridad con Dios, que “se paseaba toda las tardes en el Jardín de la Creación” (Gen. III, 8). Allí reinaba la paz entre todas las criaturas, el orden y la armonía entre toda la creación. Había una paz eterna y un amor perfecto. Sin embargo, este tiempo maravilloso terminó con la falta original que fue una verdadera catástrofe moral. El hombre rompió su comunión de amistad con su Creador y se sintió abandonado en medio de un mundo donde ya no era el amo ni rey. En adelante, el hombre conocerá el miedo, la angustia y la tentación de la desesperación, porque su conciencia, oscurecida por el pecado, ya no podía “ver” a Dios, y su voluntad quedó frágil y débil. Así entonces, la humanidad, a través de nuestros primeros padres engañados por la serpiente, se había convertido en su esclava. La serpiente comenzó así su reino, construyéndose un imperio del que quiere ser príncipe.
Esto es lo que se llamará en adelante “mundo”, no en cuanto obra que salió de las manos de Dios, sino en cuanto a esa realidad profana, (porque ha sido profanada por el pecado original del hombre) atea y opuesta al reino de Dios. Era pues necesario salvar a la humanidad “perdida” y que Dios volviera a tomar las riendas de su obra, por la venida de su Hijo a este mundo pecador, su Hijo quien es Cristo, el Unigénito del Padre, el Dios y Hombre verdadero. Esta obra de Salvación se llevará a cabo progresivamente en las siguientes etapas de la Gracia.
Tiempos de los Patriarcas
Comienza entonces el Tiempo de los antiguos Patriarcas en donde se enfrentarán constantemente las fuerzas malignas del demonio y de todos sus secuaces contra los poderes angélicos, los precursores del Cristo que vendrá a la tierra. La única luz de la fe que ilumina a los hombres de este tiempo es el anuncio misterioso de una Mujer que, por medio de su Hijo, aplastará la cabeza de la serpiente antigua, y cuyo texto nos lo confirma el Génesis (III, 15), llamado también protoevangelio, o inicio del Evangelio.
Este Tiempo de los Patriarcas es pues el tiempo del Dios Desconocido que se va a desarrollar en varias épocas, marcada por episodios dramáticos como el asesinato de Abel, el Diluvio Universal, la Torre de Babel, etc. Pero al mismo tiempo surgirán hombres profundamente religiosos y de gran estatura espiritual que van guiando al hombre hacia la salvación y al bien; como ejemplo de estos héroes místicos de los que nos habla la Biblia, que por su fe, piedad, sabiduría y temor de Dios fueron muy conocidos, tenemos a:
Abel, el primer mártir de la inocencia que derramó su sangre por Dios (Lc. XI, 50-51).
Enos, el primero que dio un nombre a Dios para invocarlo (Gen. IV, 26)
Henoc, “que anduvo con Dios” (Gen. V, 22) todo el tiempo de su vida, es decir, un año solar (365 años), hasta que fue “arrebatado” misteriosamente hacia Dios.
Noé, el único justo entre su generación (Gen. VI, 9), que construyó un Arca para salvar a la humanidad del Diluvio del agua y de la corrupción, con el cual Dios (desconocido, inaccesible e invisible) hizo una alianza trazando en las nubes del cielo para las futuras generaciones, el signo del Arco iris.
Melquisedec, “Sacerdote del Altísimo” (Gen. XIV, 18), que le ofreció por anticipado el sacrificio del pan y del vino, de los cuales Jesús, el único Sacerdote Eterno iba ser el signo de su propio sacrificio para la salvación de todos.
Abraham (antes Abram), que fue nuestro Padre en la Fe, el “padre de todos los creyentes” y al cual Dios le dio un nombre nuevo revelándosele como el Dios Vivo y Eterno (Gen. XV, 7).
Tiempos de Israel
Así pues, la fe ha nacido ya en el corazón de este hombre, de Abraham. Es ya la fe revelada y no la fe oscura de las generaciones precedentes. Dios ya no es un ser misterioso y lejano, el Dios Desconocido de los antiguos Patriarcas; ahora llega a ser Alguien que habla al corazón del hombre, ya directamente o más tarde por medio de los Profetas.
Este Dios Vivo irá moldeando el corazón de todo un pueblo en la descendencia de Abraham, que llegará a ser Su Pueblo, el Pueblo Elegido, el Pueblo de Israel, donde Dios Padre escribirá Su Voluntad en las tablas que le entrega a Moisés con los Diez Mandamientos. Pueblo de múltiples historias, llena de rechazos, arrepentimientos, caídas, infidelidades y conversiones.
Es el Tiempo de la Revelación, es decir, el ¡Tiempo de Israel! o también el ¡Tiempo de la Promesa!, porque durante estos siglos se esperará el cumplimiento de la Promesa centrada en el nacimiento misterioso y virginal de un niño, el llamado Mesías y cuyo destino será vencer al Enemigo del hombre. Es decir, no es otra cosa sino el desarrollo primordial de la profecía que había iluminado y sostenido durante milenios la fe de los Patriarcas anteriores a Abraham, la profecía de la Mujer que da a luz para vencer a la serpiente.
Plenitud de los Tiempos
Y es así entonces que el Verbo se hace Hombre y habita entre nosotros; este es el Tiempo del Verbo de Dios hecho hombre, el del Mesías (Jn. I, 41), el de Jesucristo Señor y Dios nuestro, “por quien todo fue hecho”. Es el tiempo del cumplimiento de la Promesa en este Jesús que viene al mundo por medio de María (Lc. I, 31) y que trae la Buena Nueva. No viene a abolir la Ley, sino a darle pleno cumplimiento (Mt. V, 17). Funda Su Única y Verdadera Iglesia. (Mt. XVI, 18-19).
Tiempos de las Naciones o de los Gentiles
Sin embargo, como parte del Misterio del Mal que obra desde el principio de los Tiempos, producto de la caída de los primeros padres por el ataque de la serpiente, el Pueblo Elegido, es decir, el Pueblo de Israel, rechaza al mismo Mesías, no lo acepta y lo entrega a los romanos para que lo crucifiquen. Es así que al ser este Cristo Mesías rechazado por Israel, la heredad de la Promesa pasa a todos los otros Pueblos o Naciones, es decir, a todos los gentiles, los no judíos. Primero a los contemporáneos de Israel, a los del Imperio Romano, luego a todas las tribus tenidas por bárbaras que residían en lo que llegaría a ser Europa, comenzando por el Reino de los Francos a través del bautizo de su jefe Clodoveo en la Navidad del año 496 de la Era Cristiana; y de Europa, la Fe en Cristo se propagó a todas las Naciones, al mundo entero. Es el Tiempo de las Naciones o Gentiles.
Final de los Tiempos
Es el caso, que este Tiempo de las Naciones o de los Gentiles está llegando a su fin, tal y como fue profetizado en su momento, la fe decae rápidamente. Las Naciones, como en su tiempo Israel, después de haber recibido la luz de la fe, “se han vuelto contra Dios y contra su Cristo” (Salmo II y CX), permitiendo que el Adversario, la antigua serpiente que ya ahora se ha convertido en Dragón, extienda todo su imperio y todo su poder, sometiendo a los hombres a toda clase de esclavitudes e idolatrías, penetrando esta degeneración hasta el interior mismo de la Iglesia mediante el espíritu de impugnación, de división, de confusión y duda, incluso por herejías y sacrilegios.
Este combate de Cristo en contra del Anticristo, no ha llegado a su máximo paroxismo, sin embargo, estamos muy próximo a ello, y cuando llegue, está profetizado que Cristo derrotará a su Adversario, al Anticristo, arrojándole a las tinieblas exteriores. Entonces llegarán los Tiempos Mesiánicos.
Pero antes de que vengan los Tiempos Mesiánicos, en este comienzo del Final de los Tiempos que ya hemos entrado, debe venir primero la Oscuridad de los Tiempos actuales, luego el Silencio de los Tiempos y el Tiempo de la Gran Tribulación.
Oscuridad de los Tiempos
El hombre camina de espaldas a la luz. Se adentra tanto en la oscuridad y se acostumbra tanto a ella que es incapaz de reconocer ninguna Luz, por lo que hoy estamos viviendo una escalada aparentemente irresistible y vertiginosa del Misterio del Mal en el mundo. Es tan grande y tan encarnecida la forma en que el mal ha ido tomando forma que ya no podemos esperar sino una intervención directa de Dios, porque de lo contrario no veríamos por ningún lado la posibilidad de salvación para este mundo. Por tanto debe venir, en esta Oscuridad de los Tiempos, una Gran Luz de la que nadie podrá escapar, una gracia profunda que Dios dará al hombre de purificación y arrepentimiento con miras a su propia conversión. Esta Luz vendrá a todos, pues tan lejos se está de ella que sólo con esta iluminación algunos recordarán y otros conocerán lo que es la verdadera vida en la Luz de Dios. Será el Gran Aviso de Dios. Este evento ocurrirá hasta después de la muerte de Benedicto XVI y el posterior cisma de la Iglesia.
Tiempos del Gran Silencio
En el corazón mismo de esta Oscuridad de los Tiempos tendrá lugar el Tiempo del Gran Silencio (Apoc. VIII, 1), que se traducirá en la suspensión temporal de todos los signos, visiones, apariciones y mensajes auténticos y, por tanto, de origen sobrenatural, y que actualmente son tan numerosos y tan poco escuchados. Ya no habrá pues más apariciones y las almas privilegiadas no tendrán ya más locuciones, porque los mensajes del cielo habrán cesado y ya no habrá más signos.
Será la hora en que la luz se oscurecerá y Dios guardará silencio análogamente al momento en que el Padre guardó Silencio ante su Hijo en la cruz y que le llevó a decir a Jesucristo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. XXVII, 46). Será la hora de la potestad de las tinieblas.
Así entraremos de lleno al Tiempo de la Gran Tribulación.
Tiempos de la Gran Tribulación
Deberá de producirse el Tiempo de la Gran Tribulación (Apoc. VII, 14) que el profeta Daniel menciona también como el Tiempo de la Cólera. Es un Tiempo de grandes desdichas donde tendrán curso natural todas las calamidades y desastres y habrá libertad sin fin a todos los instintos de las pasiones que degenerarán en corrupción... hasta la Abominación de la Desolación que deberá introducirse en el Templo Santo de Dios (Daniel IX, 27). Entonces el Misterio de la Iniquidad del que habla San Pablo (2 Tesalonicenses II, 3) alcanzará su Plenitud Maléfica, cuyos golpes mortales se estarán ya percibiendo al comienzo del Final de los Tiempos, es decir, desde ahora mismo.
En este Tiempo de la Gran Tribulación “cual no la ha habido desde el principio del universo que Dios creó hasta ahora ni la habrá” (Mt. XXIV, 21), el Anticristo reinará con su Falso Profeta, por “un Tiempo, Tiempos y medio Tiempo” (Dn. VII, 25). Será en este combate dramático - en un nivel escatológico, –donde se enfrentarán todos los poderes angélicos contra las fuerzas maléficas así como un combate entre los hombres, – en el plano histórico – o sea, los que sigan al Cordero Inmolado y los que lo rechacen y este combate arrastrará en sus diversas fases al universo entero, es decir, tanto las realidades espirituales como los elementos materiales. Será pues un tiempo de desdicha y de maldición.
Tiempos Mesiánicos
Vendrá así entonces la última etapa de la historia de la salvación, la de los Tiempos Mesiánicos anunciados con tanta frecuencia y amplitud por los antiguos profetas y bajo diferentes nombres:
· Un solo Rebaño y un solo Pastor
· La Nueva Jerusalén
· Una Nueva Evangelización
· La Civilización del Amor
· Cielos Nuevos y Tierra Nueva
· El Reino de Cristo en la Tierra
· El Triunfo del Corazón Inmaculado de María
· El Reino de la Divina Voluntad
· El Reinado de los Sagrados Corazones
· Parusía
Será un Tiempo de Gracia jamás conocido desde el principio del mundo hasta ahora, porque la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo y el Mundo que nos sumerge, no formarán sino una sola realidad. Porque Cristo reinará no sólo en los corazones sino en la misma sociedad en su totalidad.
Es decir, el “Mundo”, en cuanto a realidad profana y opuesta a Dios, ya no existirá. Su “espíritu”, el espíritu del Mundo, rebelde a las leyes divinas, el que está sometido a la esclavitud de las pasiones, será vencido y se dejará sitio al Espíritu Santo que sacralizará de nueva cuenta todas las cosas; es decir, serán sagrados el hombre, la familia, sus relaciones sociales, las obras de sus manos y todos los acontecimientos de su nacimiento, vida y muerte. Entendamos claramente que Dios ha creado al mundo perfecto, con una perfección moral y material. “Dios vio que el mundo era bueno” (Gen. I, 31). Pero por la envidia de Satanás el pecado entró en el mundo y por el pecado del primer hombre entró la muerte y el sufrimiento, y toda la secuela de males, enfermedades y desdichas que hoy día vivimos.
Por tanto, el Mal no estuvo en el comienzo, sino que apareció después, aunque muy pronto en la Historia y en el Tiempo. A diferencia del Bien, el Mal es espectacular y destructor y de momento supera al Bien. Sin embargo, Cristo vino a vencer el Mal, la Muerte y el Pecado y aunque esta Victoria será evidente en la eternidad, es muy importante que también se manifieste en el transcurso de la Historia, antes de que se acabe el Tiempo, a fin de que se cumpla la petición que Jesús nos enseñó a rezar: “Venga a nosotros tu Reino”. Y esto es así porque Satanás, el Adversario de Cristo, ha llevado este combate al terreno donde se desenvuelve toda la existencia humana, que, por lo demás, está en juego. Y así, es también en este terreno humano, y antes del Fin del Mundo, donde Cristo debe establecer Su Reino de Paz y de Santidad y manifestar la Victoria de su Cruz.
Tiempos del Fin del Mundo
Al final de esta largísimo tiempo de prosperidad y bonanza espiritual y material, vendrá entonces el fin de todo tiempo humano, es decir, el Fin del Mundo y el inicio de la vida eterna.
Luis Eduardo López Padilla
30 de Abril del 2008.
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Espero que esto haya sido de tu ayuda
Bendiciones.