Ritos de Sacrificio
Los sacrificios cruentos se realizaban según ritos prescritos. Después de que el oferente llevaba el animal destinado para el sacrificio al santuario, debía imponer sus manos sobre la cabeza de la víctima. Con esto la dedicaba en sacrificio, ofrecido como una expresión simbólica de su propia entrega y sometimiento a Dios, de su gratitud, arrepentimiento y oración.
Seguía la inmolación del animal, la cual ejecutaba el oferente si se trataba de un sacrificio individual, o el sacerdote ayudado por un levita, si era sacrificio por la congregación. En tal acto de inmolación, el ofrecimiento de la sangre pura (en que aún estaba el alma de la víctima) expresaba que el oferente renunciaba a su propiedad para entregarla totalmente a Dios. La inmolación era el medio de obtener la sangre que era presentada como ofrenda más preciosa para Dios, como medio de expiación y para cubrir la vida manchada del oferente.
Había diferentes usos de la carne de los sacrificios. En el caso de los holocaustos, los sacerdotes quemaban toda la carne; pero si se trataba de otros sacrificios solo se quemaban ciertas porciones de la grosura (la que estaba sobre los intestinos o sobre los ijares, los riñones, la cola, etc.), y el resto de la carne la comían los sacerdotes. En otros sacrificios Dios concedía que se tomara la carne para celebrar una comida sacrificial o de comunión, con la cual se expresaba la relación de paz entre Dios y el oferente. En el día del perdón, la carne se quemaba fuera del santuario. El sacrificio incruento o vegetal servía generalmente como aditamento en los sacrificios de animales. En tal caso el sacerdote tomaba una parte de las espigas, la harina, los panes o tortas ofrecidas y la quemaba sobre el incensario juntamente con el incienso.
Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.