De las perfumadas corrientes de tu eternidad dame de beber, oh mi Dios, y de los frutos del árbol de tu Ser permíteme gustar, oh mi esperanza. De los manantiales cristalinos de tu amor déjame tomar, oh mi gloria, y bajo la sombra de tu eterna providencia permíteme habitar, oh mi luz. Dentro de las praderas de tu proximidad, ante tu presencia, haz posible que pueda vagar, oh mi amado, y a la diestra del trono de tu merced hazme sentar, oh mi deseo. De las fragantes brisas de tu alegría deja que un soplo llegue hasta mí, oh mi objetivo, y en las alturas del paraíso de tu realidad permíteme entrar, oh mi adorado. Las melodías de la paloma de tu unidad permíteme escuchar, oh Tú el Resplandeciente, y mediante el espíritu de tu fuerza y tu poder vivifícame, oh mi proveedor. En el espíritu de tu amor mantenme firme, oh mi auxiliador, y en el sendero de tu complacencia afirma mis pasos, oh mi hacedor. Dentro del jardín de tu inmortalidad, ante tu semblante, permíteme eternamente habitar, oh Tú que eres misericordioso conmigo, y sobre la sede de tu gloria establéceme, oh Tú que eres mi poseedor. Hacia el cielo de tu cariñosa bondad elévame, oh mi vivificador, y hacia el sol de tu guía condúceme, oh Tú mi atraedor. Ante las revelaciones de tu invisible espíritu llámame a estar presente, Tú que eres mi origen y mi elevadísimo deseo, y hacia la esencia de la fragancia de tu belleza que Tú has de manifestar hazme volver, oh Tú que eres mi Dios.
Potente eres Tú para hacer lo que te place. Tú eres en verdad el Más Exaltado, el Todo Glorioso, el Altísimo.
¡Qué hermosa oración, lofripa! ¡Allá'u'abhá!
Qué suerte tenemos en esta dispensación con contar con tan numerosas oraciones, reveladas por Dios mismo a través de su Siervo, de su Manifestación, de ese Punto de Luz por el que amanece el Sol de Justicia sobre el horizonte de la Tierra.