Además después que te contesté me quedé pensando. Me quedé pensando en el segundo mandamiento. El primero (de los mandamientos que dio Jesucristo, que fueron dos) es amar a Dios, y el segundo es semejante, dijo (claro, semejante porque se trata de amar): amarás a tu prójimo como a ti mismo.
¿Pero cómo se puede amar al prójimo, quien sea que fuere ese prójimo entonces si uno no se ama primero a sí mismo?
Uno antes de siquiera estar en condición de poder amar a algún prójimo, antes que todo debe amarse a sí mismo, sino ¿cómo lo va a amar? Bueno, como a sí mismo, es decir: poco. Si uno se ama más a sí mismo (amor propio, no hablo de vanagloria, egocentrismo ni nada de eso), va a poder amar más al prójimo.
Soportar una situación de desprecio y violencia pasivamente no es amarse a sí mismo, es rendirse ante algo que le hace daño a uno, y socava su vida, socava su amor propio, un círculo vicioso porque así cada vez se ama menos a sí mismo y puede amar también menos al otro (o a las otras personas).
Lo que pasa es que los que les dijeron esas cosas apelaron a su temor, es decir, le dijeron algo que a ella le causó temor. Porque claro, para alguien que cree en Dios y busca respetarlo y hacer su voluntad, tiene miedo de equivocarse, de no hacerlo bien.
Pero Dios nunca nos busca condicionar nuestras acciones y desiciones basándose en temor, sino en amor, que es muy diferente.
En otras Palabras: Dios no te dice "mira, hace esto así porque yo lo ordeno (capichosamente y sin ningún sentido), y si no lo haces me desagradas y te mando al infierno".
Nada de eso, primero que si ella creyó en Jesucristo ya es salva y no se puede "dessalvar" o perder la salvación, y segundo que cuando Dios dice algo es por el bien, ya sea de uno o de otro, o más seguro por el bien de todos, pero no caprichosamente.
Uno tendría que basar sus decisiones en amor y no en temor, en libertad y no condicionado y "amenazado".
Que no tenga miedo de equivocarse, que vaya de todo corazón a Dios que la va a escuchar.