Una mirada dentro del corazón de David
"Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo" (Salmo 3)
En esa huida compuso David el Salmo tres y con ello nos permite echar una mirada dentro de su corazón. Imagínate a David, después de esa lamentable situación, acostado dentro de su oscura tienda. Hará todo los posible por reconciliar el sueño, pero no lo conseguirá.... Eso pensaríamos nosotros... Escucha lo que David nos deja saber. Mientras nosotros esperábamos que la angustia y el miedo, las humillaciones que él ha tenido que sufrir, le quitasen el sueño, dice David: "Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Yavé me sustentaba" (v.6). No tiene ninguna pesadilla, ni le atormenta su conciencia, la maldición de Simei ya había pasado, y duerme seguro en el Señor.
¿Cuál es el misterio, pues, del apacible dormir de David? Qué largas se hacen las noches cuando las preocupaciones nos mantienen despiertos. Noches de esas en las que la angustia te quita el sueño, también las conocía David. Pero aquí no es así. Además, el hecho de que David se acueste, mientras está huyendo, es ya extraordinario. Ya que si él hubiese sentido miedo, sería imposible que se acostara, pues hubiese continuado caminando toda la noche con el temor de que el enemigo le pudiera alcanzar. Sin embargo, David se acostó: "yo me acosté y dormí...". ¿Pero, como puede uno dormir en tales circunstancias? Hay también un sueño de temeridad o de sorda resignación.
David duerme con una confianza sincera en el Señor dentro de su corazón. Qué bendición cuando podemos cerrar nuestros ojos sabiendo que el Señor gobierna y es fiel. Así dormía David. Y así despertaba. Aunque sabe que muchos acechaban su vida, se sabe seguro en las manos de Dios. Él disfruta de un sueño sosegado bajo las alas protectoras de la providencia de Dios. Nos revela su secreto cuando dice: "Yavé me sustentaba" (v.6). No, no es el valor de David lo que le hace dormir sosegadamente. Es la acción misericordiosa del Espíritu Santo de Dios, que le hace superar el miedo y le regala ese feliz descanso. Aquí la gloria es para Dios.
David obtuvo ese descanso en la oración: "Con mi voz clamé a Yavé, y Él me oyó desde su monte santo" (v.5). No fue solamente una oración en silencio, no, él clamó. Su necesidad era grande. Su clamar también. Muy alto, David llamó al Señor en alta voz. El Señor le escuchó desde Su monte santo. Allí estaba el arca de la alianza. De encima del propiciatorio, que cubría el arca, venía la respuesta.
Nos indica a Cristo. Sólo Él es la propiciación por nuestros pecados. Sólo por medio de Cristo tenemos entrada al lugar santísimo de Dios. A causa de nuestra culpa y pecado perdimos toda dignidad y mérito. Tampoco David tenía en sí mismo nada que alegar. Todo es por gracia, por los méritos del Hijo de David. Él tuvo que soportar la oscura noche de Getsemaní y el Gólgota, Su clamar no tuvo respuesta alguna. Así el reposo ha sido adquirido a un alto precio. Por lo tanto este canto matutino, en el que David narra la ayuda del Señor de la noche anterior, tiene que acabar afirmando: "La salvación es de Yavé" (v.9).
¿Estamos de acuerdo con la afirmación de David? Quienes escudriñen las Escrituras van a llegar a la conclusión de que la salvación viene del Señor. ¿Si ahora pudiésemos abrir nuestro corazón, encontraríamos dentro esa confesión? Entonces habríamos aprendido que la salvación no es por nuestros méritos, ni por nuestras oraciones, ni por nuestras lágrimas. La salvación tiene que venir del monte santo de Dios.
W. Harinck
http://www.epos.nl/ecr/
"Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo" (Salmo 3)
En esa huida compuso David el Salmo tres y con ello nos permite echar una mirada dentro de su corazón. Imagínate a David, después de esa lamentable situación, acostado dentro de su oscura tienda. Hará todo los posible por reconciliar el sueño, pero no lo conseguirá.... Eso pensaríamos nosotros... Escucha lo que David nos deja saber. Mientras nosotros esperábamos que la angustia y el miedo, las humillaciones que él ha tenido que sufrir, le quitasen el sueño, dice David: "Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Yavé me sustentaba" (v.6). No tiene ninguna pesadilla, ni le atormenta su conciencia, la maldición de Simei ya había pasado, y duerme seguro en el Señor.
¿Cuál es el misterio, pues, del apacible dormir de David? Qué largas se hacen las noches cuando las preocupaciones nos mantienen despiertos. Noches de esas en las que la angustia te quita el sueño, también las conocía David. Pero aquí no es así. Además, el hecho de que David se acueste, mientras está huyendo, es ya extraordinario. Ya que si él hubiese sentido miedo, sería imposible que se acostara, pues hubiese continuado caminando toda la noche con el temor de que el enemigo le pudiera alcanzar. Sin embargo, David se acostó: "yo me acosté y dormí...". ¿Pero, como puede uno dormir en tales circunstancias? Hay también un sueño de temeridad o de sorda resignación.
David duerme con una confianza sincera en el Señor dentro de su corazón. Qué bendición cuando podemos cerrar nuestros ojos sabiendo que el Señor gobierna y es fiel. Así dormía David. Y así despertaba. Aunque sabe que muchos acechaban su vida, se sabe seguro en las manos de Dios. Él disfruta de un sueño sosegado bajo las alas protectoras de la providencia de Dios. Nos revela su secreto cuando dice: "Yavé me sustentaba" (v.6). No, no es el valor de David lo que le hace dormir sosegadamente. Es la acción misericordiosa del Espíritu Santo de Dios, que le hace superar el miedo y le regala ese feliz descanso. Aquí la gloria es para Dios.
David obtuvo ese descanso en la oración: "Con mi voz clamé a Yavé, y Él me oyó desde su monte santo" (v.5). No fue solamente una oración en silencio, no, él clamó. Su necesidad era grande. Su clamar también. Muy alto, David llamó al Señor en alta voz. El Señor le escuchó desde Su monte santo. Allí estaba el arca de la alianza. De encima del propiciatorio, que cubría el arca, venía la respuesta.
Nos indica a Cristo. Sólo Él es la propiciación por nuestros pecados. Sólo por medio de Cristo tenemos entrada al lugar santísimo de Dios. A causa de nuestra culpa y pecado perdimos toda dignidad y mérito. Tampoco David tenía en sí mismo nada que alegar. Todo es por gracia, por los méritos del Hijo de David. Él tuvo que soportar la oscura noche de Getsemaní y el Gólgota, Su clamar no tuvo respuesta alguna. Así el reposo ha sido adquirido a un alto precio. Por lo tanto este canto matutino, en el que David narra la ayuda del Señor de la noche anterior, tiene que acabar afirmando: "La salvación es de Yavé" (v.9).
¿Estamos de acuerdo con la afirmación de David? Quienes escudriñen las Escrituras van a llegar a la conclusión de que la salvación viene del Señor. ¿Si ahora pudiésemos abrir nuestro corazón, encontraríamos dentro esa confesión? Entonces habríamos aprendido que la salvación no es por nuestros méritos, ni por nuestras oraciones, ni por nuestras lágrimas. La salvación tiene que venir del monte santo de Dios.
W. Harinck
http://www.epos.nl/ecr/