Al tratar con gente que considera que los textos del Evangelio son absolutamente fiables desde un punto de vista histórico, me han venido a la memoria estos versículos del Evangelio de Mateo que narran los catastróficos e impresionantes sucesos inmediatamente posteriores a la muerte de Jesús:
Mt 27, 51-56 “En ese mismo instante la cortina del Santuario se rasgó de arriba abajo, en dos partes. La tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y resucitaron varias personas santas que habían llegado ya al descanso. Estas salieron de las sepulturas después de la resurrección de Jesús, fueron a la Ciudad Santa y se aparecieron a mucha gente. El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el temblor y todo lo que estaba pasando, se llenaron de terror y decían: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
¿Cómo es posible que ningún historiador contemporáneo hubiera dado fe de tamaño terremoto, temblores de tierra, resucitados saliendo de sus tumbas? Muchísima gente lo hubiera advertido, los escribas hubieran dado fe inmediatamente del acontecimiento.
Es preciso ser muy crédulo y muy iluso para suponer que ese es un relato histórico y no una epopeya mitológica de un suceso contado en clave de estremecimiento cósmico.
Mt 27, 51-56 “En ese mismo instante la cortina del Santuario se rasgó de arriba abajo, en dos partes. La tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y resucitaron varias personas santas que habían llegado ya al descanso. Estas salieron de las sepulturas después de la resurrección de Jesús, fueron a la Ciudad Santa y se aparecieron a mucha gente. El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el temblor y todo lo que estaba pasando, se llenaron de terror y decían: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».
¿Cómo es posible que ningún historiador contemporáneo hubiera dado fe de tamaño terremoto, temblores de tierra, resucitados saliendo de sus tumbas? Muchísima gente lo hubiera advertido, los escribas hubieran dado fe inmediatamente del acontecimiento.
Es preciso ser muy crédulo y muy iluso para suponer que ese es un relato histórico y no una epopeya mitológica de un suceso contado en clave de estremecimiento cósmico.