Re: Un "culto dominical" de hace 1851 años
Joxan dijo:
La Cena del Señor o Eucaristía (Nota: Los primitivos cristianos griegos la llamaban Eucaristía, que significa: "reconocimiento", "agradecimiento", esto es, "Acción de Gracias")
"Después del baño
(del bautismo), llevamos al que ha venido a creer y adherirse a nosotros a los que se llaman hermanos, en el lugar donde se tiene la reunión, con el fin de hacer oraciones en común por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los demás esparcidos por todo el mundo, con todo fervor, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, mostrarnos hombres de recta conducta en nuestras obras y guardadores de lo que tenemos mandado, para conseguir así la salvación eterna. Al fin de las oraciones nos damos el beso de paz. Luego se presenta pan y un vaso de agua y vino
(Como ya hemos dicho en otras ocasiones, en este texto y otros muchos de la antigüedad cristiana se insiste en que la Santa Cena se realiza con Vino mezclado con Agua, y no con mosto -más información sobre este delicado -para algunos- tema aquí-) al que preside de los hermanos, y él, tomándolos, tributa alabanzas y gloria al Padre de todas las cosas por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, haciendo una larga acción de gracias por habernos concedido estos dones que de él nos vienen. Cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente asiente diciendo Amen, que en hebreo significa «Asi sea». Y cuando el presidente ha dado gracias y todo el pueblo ha hecho la aclamación, los que llamamos ministros o diáconos dan a cada uno de los asistentes algo del pan y del vino y agua sobre el que se ha dicho la acción de gracias, y lo llevan asimismo a los ausentes.
Esta comida se llama entre nosotros eucaristía, y a nadie le es licito participar de ella si no cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño del perdón de los pecados y de la regeneración,
(Ya hemos dicho en otro sitio que los primitivos cristianos no daban la Santa Cena a los no bautizados, y que en algunos casos ni siquiera les permitían participar de la reunión donde éste se celebraba. Más información aquí) viviendo de acuerdo con lo que Cristo nos enseñó. Porque esto no lo tomamos como pan común ni como bebida ordinaria, sino que así como nuestro salvador Jesucristo, encarnado por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así se nos ha enseñado que en virtud de la oración del Verbo que de Dios procede, el alimento sobre el que fue dicha la acción de gracias -del que se nutren nuestra sangre y nuestra carne al asimilarlo-
es el cuerpo y la sangre de aquel Jesús encarnado. Y en efecto, los apóstoles en los Recuerdos que escribieron, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así les fue mandado, cuando Jesús tomó el pan, dio gracias y dijo: «Haced esto en
memoria mía»...
(No debemos usar esta cita para pensar que los primitivos cristianos creían en la doctrina romanista de siglos posteriores de la "Transubstanciación", se ocupa Justino de dejar claro que lo que los apóstoles les enseñaron fue un "memorial". Tampoco debemos tomar la santa cena a la ligera. Más información al respecto aquí)
Y nosotros, después, hacemos memoria de esto constantemente entre nosotros, y los que tenemos algo socorremos a los que tienen necesidad, y nos ayudamos unos a otros en todo momento. En todo lo que ofrecemos bendecimos siempre al Creador de todas las cosas por medio de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu Santo. El día llamado del sol (el domingo)
(Como hemos dicho en otro sitio, el culto cristiano se celebró desde el principio el Domingo, que coincidía con el día del sol pagano, por lo que es una soberana tontería decir que Constantino -de dos siglos más adelante- impuso dicho día para oponerse a los judíos. Sería como decir que el Shabat judío tuviese relación con el día de Saturno que coincidía el sábado. Más información aquí.) se tiene una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y en ella se leen, según el tiempo lo permite, los Recuerdos de los apóstoles o las Escrituras de los profetas.
(Vemos que ponen los escritos de los apóstoles -Nuevo testamento- en igualdad con los Profetas -Antiguo testamento-) Luego, cuando el lector ha terminado, el presidente toma la palabra para exhortar e invitar a que imitemos aquellos bellos ejemplos. Seguidamente nos levantamos todos a la vez, y elevamos nuestras preces; y terminadas éstas, como ya dije, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente dirige a Dios sus oraciones y su acción de gracias de la mejor manera que puede, haciendo todo el pueblo la aclamación del Amén. Luego se hace la distribución y participación de los dones consagrados a cada uno, y se envían asimismo por medio de los diáconos a los ausentes. Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, dan lo que les parece
(Ya hemos dicho en otro sitio que los primitivos cristianos no enseñaron que fuese obligatorio diezmar, de lo cual hay abundantes citas paleocristianas. Más información aquí) , y lo que así se recoge se entrega al presidente, el cual socorre con ello a los huérfanos y viudas, a los que padecen necesidad por enfermedad o por otra causa, a los que están en las cárceles, a los forasteros y transeúntes, siendo así él simplemente provisor de todos los necesitados. Y celebramos esta reunión común de todos en el día del sol, por ser el día primero en el que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y también el día en el que nuestro salvador Jesucristo resucitó de entre los muertos..."
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Joxan, dices que Justino no habla de la transubstanciación.
Dime qué significa esto que dice Justino:
Porque esto no lo tomamos como pan común ni como bebida ordinaria, sino que así como nuestro salvador Jesucristo, encarnado por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así se nos ha enseñado que en virtud de la oración del Verbo que de Dios procede,
el alimento sobre el que fue dicha la acción de gracias -del que se nutren nuestra sangre y nuestra carne al asimilarlo- es el cuerpo y la sangre de aquel Jesús encarnado
Y además por qué Justino llama
DONES al pan y al vino "eucaristizado" si es
solo un memorial?
El siguiente texto es de Ireneo de Lyon, ojo! 202 a.C., mucho antes que apareciera Constantino.
Ireneo de Lyon
(+ hacia el 202)
1. Vanos son también, los que pretenden que Cristo haya venido en una carne que no era la nuestra (14), como si, celoso de la obra del prójimo, quisiera mostrar el hombre, cuyo autor era otro, a ese Dios que no había creado nada, sino que había visto desde el comienzo que se le quitaba el poder de crear hombres. Su venida a nosotros es inútil, si, como ellos creen se ha encarnado en una naturaleza diferente a la nuestra. Tampoco nos ha rescatado verdaderamente con su sangre, si no se ha hecho verdaderamente hombre y no nos ha rehecho con su propia sustancia, ya que como hemos recordado hace poco, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; y si finalmente, en lugar de tratar de arrebatar el bien del prójimo, no ha tomado sobre sí su propia creatura, con justicia y misericordia. Digo justicia, porque hacia falta el precio de su sangre para rescatar a las criaturas que le habían abandonado. Digo misericordia, porque pienso en nosotros mismos que hemos sido rescatados. Porque nosotros no le habíamos dado nada antes ni él nos pide nada como lo haría un pobre; sino que éramos nosotros los que teníamos necesidad de comunicarnos con él y por eso se ha incorporado a nosotros para reunirnos en el seno de su Padre.
2. Insensatos, por tanto, los que desprecian la economía de Dios con respecto al mundo, niegan la salvación de la carne, toman en broma el nuevo nacimiento y la estiman incapaz de llegar a la incorruptibilidad. ¿No puede salvarse la carne? Entonces es que el Señor no nos ha rescatado con su sangre; el cáliz de la Eucaristía no nos hace participar de su sangre, ni el pan que partimos, de su cuerpo. Porque no hay sangre que no provenga de las venas, de la carne, de la sustancia misma del hombre, que el Verbo de Dios ha asumido realmente. Nos ha rescatado con su sangre, también el apóstol da testimonio de esto: “En él tenemos la redención y el perdón de los pecados” (15).
Nosotros somos sus miembros y su creación nos alimenta. El es quien nos la da, cuando hace que su sol se levante y que su lluvia caiga, como él quiere. El declara que este cáliz que es creación suya, es su propia sangre, de la que se impregna nuestra sangre; y este pan, que es también creación suya, es su cuerpo, que hace crecer a nuestros cuerpos.
3.
Cuando el cáliz, mezclado con agua, y el pan reciben la palabra de Dios, cuando la Eucaristía se hace cuerpo de Cristo y nuestra propia naturaleza saca su fuerza y su consistencia de este cambio, los herejes se atreven a afirmar que la carne es incapaz de recibir el don de Dios, es decir, la vida eterna,
aunque sea alimentada con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor, y así haya llegado a hacerse una parte de él mismo. Como escribe el bienaventurado Pablo a los Efesios: Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (16). Y no hace aquí alusión a un hombre espiritual e invisible. Porque el Espíritu no tiene ni hueso ni carne (17).
Habla del cuerpo del hombre real, compuesto de carne, de nervios y huesos, que se alimenta del cáliz, sangre de Cristo, y se fortifica como el pan, cuerpo de Cristo. Como la cepa, plantada en la tierra, se carga de frutos a su tiempo; como el grano de trigo, enterrado en el suelo, se seca primero y luego se eleva, multiplicado por el espíritu de Dios que se ocupa de todo a la vez puestos por la sabiduría de Dios a disposición del hombre, reciben la palabra de Dios y se hacen Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Cristo-, así nuestros cuerpos, nutridos con ella y sepultados en la tierra, se disuelven en ella, pero a su tiempo, por la palabra de Dios, resucitarán para la gloria de Dios Padre, que regala al mortal la inmortalidad y dará gratuitamente la incorruptibilidad a su cuerpo corruptible: el poder de Dios se realiza en nuestra debilidad.
No detentamos la vida por nosotros mismos; no nos engriamos, pues, y no nos dirijamos contra Dios con corazón ingrato. Conozcamos por experiencia propia que sólo su longanimidad, y no nuestra naturaleza, nos procurará el descanso eterno; no nos privemos de la gloria que rodea a Dios tal como es; no nos engañemos respecto a nuestra naturaleza. Veamos lo que está dentro del poder de Dios y el beneficio de que colma al hombre. No nos equivoquemos sobre la verdadera naturaleza de las cosas, quiero decir, sobre Dios y sobre el hombre. ¿No ha tolerado Dios, como ya lo he dicho, que nos disolviéramos en la tierra, para que instruidos en todas las cosas, nos inquietásemos por toda la verdad, y no le ignorásemos más a él ni a nosotros mismos? (18)
(*) Adversus haereses, V, 2, P.G., 7, 1.123-1.128
(14) Los gnósticos distinguian diversos Cristos, entre Dios y los hombres
(15) Colosenses, 1, 14
(16) Efesios, 5, 30
(17) Lucas, 24, 39
(18) Traducción francesa de F. Queré-Jaulmes, aparecida en la Messe, Liturgias anciennes et textes patristiques, col. Ictys, vol. 9, pp. 195-198. Ver también los textos escogidos y presentados por R. Poelman, París, 1959.