Una ola de impúdica vergüenza recorre el globo, y especialmente mi país (España). Y nosotros, como cristianos, debemos saber interpretar los tiempos; los que vivimos y los que vienen. Porque inequívocamente vivimos tiempos oscuros, aunque son, sin duda, mucho peores los que vienen.
Por la caja de basura televisiva constato, estupefacto, que alguien ha creado una aplicación de IA con la idea de que los jóvenes chateen con Dios. Pero lo más sorprendente es que parece haber un tipo anónimo de alguna asociación (católica, en este caso) que apoya tal esperpento, y todo mientras la “presentadora” y los “colaboradores” del muladar rosinegro en cuestión rebuznan a coro, sin ningún tipo de pudor, mesura o respeto, acerca de lo que es santo y sagrado. Tratándose de una simple horda de cenutrios —que presumen, precisamente, de lo opuesto—, no sé si me molesta más su ignorancia o su arrogancia.
Satanás está apretando de lo lindo en esta era de locos. Guerras, genocidios encubiertos, pobreza y miseria de muchos (por abundancia y exceso de otros), ideología de género, terremotos y catástrofes naturales, estupidez y desinformación, pornografía y sociedades hipersexualizadas e hiperfeminizadas, violencia por todas partes, hedonismo rampante, superficialidad... No digo que antes no hubiese ya de todo esto, ¡pero es que ahora...! Y no sé si es porque se aproxima la tormenta —como muchos auguran— o porque, sencillamente, veo las cosas de manera exagerada. Yo soy de los que tienden a no creer a los pájaros de mal agüero (ya sabéis que de aquel día, y de aquella hora, solo el Padre sabe) pero, ¿acaso estamos viendo ya los tan anunciados principios de dolores de parto?
Personalmente, no me considero adscrito a ninguna confesión. Pero en estas fechas, cuando veo a “supuestos” cristianos (“supuestos” hermanos míos) más preocupados de si llueve o no que de llevar a cabo, en su día a día, las profundas enseñanzas de la fe que dicen tener... me da por pensar en hasta qué punto el Tentador camina entre nosotros, los hijos de la nueva Laodicea, los tibios, los últimos de nuestro tiempo.
En fin. Al titular este post, os dije que os daría un consejo (que también me es de total aplicación a mí), y no he encontrado otro más adecuado que las propias palabras del Señor:
Por la caja de basura televisiva constato, estupefacto, que alguien ha creado una aplicación de IA con la idea de que los jóvenes chateen con Dios. Pero lo más sorprendente es que parece haber un tipo anónimo de alguna asociación (católica, en este caso) que apoya tal esperpento, y todo mientras la “presentadora” y los “colaboradores” del muladar rosinegro en cuestión rebuznan a coro, sin ningún tipo de pudor, mesura o respeto, acerca de lo que es santo y sagrado. Tratándose de una simple horda de cenutrios —que presumen, precisamente, de lo opuesto—, no sé si me molesta más su ignorancia o su arrogancia.
Satanás está apretando de lo lindo en esta era de locos. Guerras, genocidios encubiertos, pobreza y miseria de muchos (por abundancia y exceso de otros), ideología de género, terremotos y catástrofes naturales, estupidez y desinformación, pornografía y sociedades hipersexualizadas e hiperfeminizadas, violencia por todas partes, hedonismo rampante, superficialidad... No digo que antes no hubiese ya de todo esto, ¡pero es que ahora...! Y no sé si es porque se aproxima la tormenta —como muchos auguran— o porque, sencillamente, veo las cosas de manera exagerada. Yo soy de los que tienden a no creer a los pájaros de mal agüero (ya sabéis que de aquel día, y de aquella hora, solo el Padre sabe) pero, ¿acaso estamos viendo ya los tan anunciados principios de dolores de parto?
Personalmente, no me considero adscrito a ninguna confesión. Pero en estas fechas, cuando veo a “supuestos” cristianos (“supuestos” hermanos míos) más preocupados de si llueve o no que de llevar a cabo, en su día a día, las profundas enseñanzas de la fe que dicen tener... me da por pensar en hasta qué punto el Tentador camina entre nosotros, los hijos de la nueva Laodicea, los tibios, los últimos de nuestro tiempo.
En fin. Al titular este post, os dije que os daría un consejo (que también me es de total aplicación a mí), y no he encontrado otro más adecuado que las propias palabras del Señor:
Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si a la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana, para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad!