Trento, la justificación y el Sola Fide

18 Noviembre 1998
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Fuente: Detzinger

Concilio de Trento
SESION VI (13 de enero de 1547)

Decreto sobre la justificación

Proemio

Como quiera que en este tiempo, no sin quebranto de muchas almas y grave daño de la unidad eclesiástica, se ha diseminado cierta doctrina errónea acerca de la justificación; para alabanza y gloria de Dios omnipotente, para tranquilidad de la Iglesia y salvación de las almas.................... se propone exponer a todos los fieles de Cristo la verdadera y sana doctrina acerca de la misma justificación que el sol de justicia [Mal. 4, 2] Cristo Jesús, autor y consumador de nuestra fe [Hebr. 12, 2], enseñó, los Apóstoles transmitieron y la Iglesia Católica, con la inspiración del Espíritu Santo, perpetuamente mantuvo; prohibiendo con todo rigor que nadie en adelante se atreva a creer, predicar o enseñar de otro modo que como por el presente decreto se establece y declara.

Cap. 1. De la impotencia de la naturaleza y de la ley para justificar a los hombres

En primer lugar declara el santo Concilio que, para entender recta y sinceramente la doctrina de la justificación es menester que cada uno reconozca y confiese que, habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán [Rom. 5, 12; 1 Cor. 15, 22; v. 130], hechos inmundos [Is. 64, 4] y (como dice el Apóstol) hijos de ira por naturaleza [Eph. 2, 3], según expuso en el decreto sobre el pecado original, hasta tal punto eran esclavos del pecado [Rom. 6, 20] y estaban bajo el poder del diablo y de la muerte, que no sólo las naciones por la fuerza de la naturaleza [Can. 1], mas ni siquiera los judíos por la letra misma de la Ley de Moisés podían librarse o levantarse de ella, aun cuando en ellos de ningún modo estuviera extinguido el libre albedrío [Can. 5], aunque sí atenuado en sus fuerzas e inclinado [v. 181]

Cap. 2. De la dispensación y misterio del advenimiento de Cristo

De ahí resultó que el Padre celestial, Padre de la misericordia y Dios de toda consolación [2 Cor. 1, 3], cuando llegó aquella bienaventurada plenitud de los tiempos [Eph. 1, 10; Gal. 4, 4] envió a los hombres a su Hijo Cristo Jesús [Can. 1], el que antes de la Ley y en el tiempo de la Ley fue declarado y prometido a muchos santos Padres [cf. Gen. 49, 10 y 18], tanto para redimir a los judíos que estaban bajo la Ley como para que las naciones que no seguían la justicia, aprehendieran la justicia [Rom. 9, 30] y todos recibieran la adopción de hijos de Dios [Gal. 4, 5]. A Éste propuso Dios como propiciador por la fe en su sangre por nuestros pecados [Rom. 3, 25], y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo [1 Ioh. 2, 2].

Cap. 3. Quiénes son justificados por Cristo

Mas, aun cuando Él murió por todos [2 Cor. 5, 15], no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión. En efecto, al modo que realmente si los hombres no nacieran propagados de la semilla de Adán, no nacerían injustos, como quiera que por esa propagación por aquél contraen, al ser concebidos, su propia injusticia; así, si no renacieran en Cristo, nunca serían justificados [Can. 2 y 10], como quiera que, con ese renacer se les da, por el mérito de la pasión de Aquél, la gracia que los hace justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a que demos siempre gracias al Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de los Santos en la luz [Col. 1, 12], y nos sacó del poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el que tenemos redención y remisión de los pecados [Col. 1, 13 s].

Cap. 4. Se insinúa la descripción de la justificación del impío y su modo en el estado de gracia

Por las cuales palabras se insinúa la descripción de la justificación del impío, de suerte que sea el paso de aquel estado en que el hombre nace hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de hijos de Dios [Rom. 8, 15] por el segundo Adán, Jesucristo Salvador nuestro; paso, ciertamente, que después de la promulgación del Evangelio, no puede darse sin el lavatorio de la regeneración [Can. 5 sobre el baut.] o su deseo, conforme está escrito: Si uno no hubiere renacido del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios [Ioh. 3, 5].

Cap. 5. De la necesidad de preparación para la justificación en los adultos, y de donde procede

Declara además [el sacrosanto Concilio] que el principio de la justificación misma en los adultos ha de tomarse de la gracia de Dios preveniente por medio de Cristo Jesús, esto es, de la vocación, por la que son llamados sin que exista mérito alguno en ellos, para que quienes se apartaron de Dios por los pecados, por la gracia de Él que los excita y ayuda a convertirse, se dispongan a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente [Can. 4 y 5] a la misma gracia, de suerte que, al tocar Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni puede decirse que el hombre mismo no hace nada en absoluto al recibir aquella inspiración, puesto que puede también rechazarla; ni tampoco, sin la gracia de Dios, puede moverse, por su libre voluntad, a ser justo delante de Él [Can. 3]. De ahí que, cuando en las Sagradas Letras se dice: Convertíos a mí y yo me convertiré a vosotros [Zach. 1, 3], somos advertidos de nuestra libertad; cuando respondemos: Conviértenos, Señor, a ti, y nos convertiremos [Thren. 5, 21], confesamos que somos prevenidos de la gracia de Dios.

Cap. 6. Modo de preparación

Ahora bien, se disponen para la justicia misma [Can. 7 v 9] al tiempo que, excitados y ayudados de la divina gracia, concibiendo la fe por el oído [Rom. 10, 17], se mueven libremente hacia Dios, creyendo que es verdad lo que ha sido divinamente revelado y prometido [Can. 12-14] y, en primer lugar, que Dios, por medio de su gracia, justifica al impío, por medio de la redención, que está en Cristo Jesús [Rom. 3, 24]; al tiempo que entendiendo que son pecadores, del temor de la divina justicia, del que son provechosamente sacudidos [Can. 8], pasan a la consideración de la divina misericordia, renacen a la esperanza, confiando que Dios ha de serles propicio por causa de Cristo, y empiezan a amarle como fuente de toda justicia y, por ende, se mueven contra los pecados por algún odio y detestación [Can. 9], esto es, por aquel arrepentimiento que es necesario tener antes del bautismo [Act. 2, 38]; al tiempo, en fin, que se proponen recibir el bautismo, empezar nueva vida y guardar los divinos mandamientos. De esta disposición está escrito: Al que se acerca a Dios, es menester que crea que existe y que es remunerador de los que le buscan [Hebr. 11, 6], y: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados [Mt. 9 2; Mc. 2, 5], y: El temor de Dios expele al pecado [EccIi. 1, 27] y: Haced penitencia y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo [Act. 2, 88], y también: Id, pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado [Mt. 28, 19], y en fin: Enderezad vuestros corazones al Señor [1 Reg 7, 8].

Cap. 7. Qué es la justificación del impío y cuáles sus causas

A esta disposición o preparación, síguese la justificación misma que no es sólo remisión de los pecados [Can. 11], sino también santificación y renovación del hombre interior, por la voluntaria recepción de la gracia y los dones, de donde el hombre se convierte de injusto en justo y de enemigo en amigo, para ser heredero según la esperanza de la vida eterna [Tit. 3, 7]. Las causas de esta justificación son: la final, la gloria de Dios y de Cristo y la vida eterna; la eficiente, Dios misericordioso, que gratuitamente lava y santifica [1 Cor. 6, 11], sellando y ungiendo con el Espíritu Santo de su promesa, que es prenda de nuestra herencia [Eph. 1, 18 s]; la meritoria, su Unigénito muy amado, nuestro Señor Jesucristo, el cual, cuando éramos enemigos [cf. Rom. 6, 10], por la excesiva caridad con que nos amó [Eph. 2, 4], nos mereció la justificación por su pasión santísima en el leño de la cruz [Can. 10] y satisfizo por nosotros a Dios Padre; también la instrumental, el sacramento del bautismo, que es el "sacramento de la fe", sin la cual jamás a nadie se le concedió la justificación. Finalmente, la única causa formal es la justicia de Dios no aquella con que Él es justo, sino aquella con que nos hace a nosotros justos [Can. 10 y 11], es decir, aquella por la que, dotados por Él, somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo somos reputados, sino que verdaderamente nos llamamos y somos justos, al recibir en nosotros cada uno su propia justicia, según la medida en que el Espíritu Santo la reparte a cada uno como quiere [1 Cor. 12, 11] y según la propia disposición y cooperación de cada uno.
Porque, si bien nadie puede ser justo sino aquel a quien se comunican los méritos de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo; esto, sin embargo, en esta justificación del impío, se hace al tiempo que, por el mérito de la misma santísima pasión, la caridad de Dios se derrama por medio del Espíritu Santo en los corazones [Rom. 5, 5] de aquellos que son justificados y queda en ellos inherente [Can. 11]. De ahí que, en la justificación misma, juntamente con la remisión de los pecados, recibe el hombre las siguientes cosas que a la vez se le infunden, por Jesucristo, en quien es injertado: la fe, la esperanza y la caridad. Porque la fe, si no se le añade la esperanza y la caridad, ni une perfectamente con Cristo, ni hace miembro vivo de su Cuerpo. Por cuya razón se dice con toda verdad que la fe sin las obras está muerta [Iac. 2, 17 ss] y ociosa [Can. 19] y que en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada ni el prepucio, sino la fe que obra por la caridad [Gal. 5, 6; 6, 15]. Esta fe, por tradición apostólica, la piden los catecúmenos a la Iglesia antes del bautismo al pedir la fe que da la vida eterna, la cual no puede dar la fe sin la esperanza y la caridad. De ahí que inmediatamente oyen la palabra de Cristo: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos [Mt. 19, 17; Can. 18-20]. Así, pues, al recibir la verdadera y cristiana justicia, se les manda, apenas renacidos, conservarla blanca y sin mancha, como aquella primera vestidura [Lc. 15, 22], que les ha sido dada por Jesucristo, en lugar de la que, por su inobediencia, perdió Adán para sí y para nosotros, a fin de que la lleven hasta el tribunal de Nuestro Señor Jesucristo y tengan la vida eterna.

Cap. 8. Cómo se entiende que el impío es justificado por la fe y gratuitamente

Mas cuando el Apóstol dice que el hombre se justifica por la fe [Can. 9] y gratuitamente [Rom. 3, 22-24], esas palabras han de ser entendidas en aquel sentido que mantuvo y expresó el sentir unánime y perpetuo de la Iglesia Católica, a saber, que se dice somos justificados por la fe, porque "la fe es el principio de la humana salvación", el fundamento y raíz de toda justificación; sin ella es imposible agradar a Dios [Hebr. 11, 6] y llegar al consorcio de sus hijos; y se dice que somos justificados gratuitamente, porque nada de aquello que precede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación; porque si es gracia, ya no es por las obras; de otro modo (como dice el mismo Apóstol) la gracia ya no es gracia [Rom. 11, 16].

Cap. 9. Contra la vana confianza de los herejes

Pero, aun cuando sea necesario creer que los pecados no se remiten ni fueron jamás remitidos sino gratuitamente por la misericordia divina a causa de Cristo; no debe, sin embargo, decirse que se remiten o han sido remitidos los pecados a nadie que se jacte de la confianza y certeza de la remisión de sus pecados y que en ella sola descanse, como quiera que esa confianza vana y alejada de toda piedad, puede darse entre los herejes y cismáticos, es más, en nuestro tiempo se da y se predica con grande ahínco en contra de la Iglesia Católica [Can. 12]. Mas tampoco debe afirmarse aquello de que es necesario que quienes están verdaderamente justificados establezcan en si mismos sin duda alguna que están justificados, y que nadie es absuelto de sus pecados y justificado, sino el que cree con certeza que está absuelto y justificado, y que por esta sola fe se realiza la absolución y justificación [Can. 14], como si el que esto no cree dudara de las promesas de Dios y de la eficacia de la muerte y resurrección de Cristo. Pues, como ningún hombre piadoso puede dudar de la misericordia de Dios, del merecimiento de Cristo y de la virtud y eficacia de los sacramentos; así cualquiera, al mirarse a sí mismo y a su propia flaqueza e indisposición, puede temblar y temer por su gracia [Can. 13], como quiera que nadie puede saber con certeza de fe, en la que no puede caber error, que ha conseguido la gracia de Dios.

Can. 10. Del acrecentamiento de la justificación recibida

Justificados, pues, de esta manera y hechos amigos y domésticos de Dios [Ioh. 15, 15; Eph. 2, 19], caminando de virtud en virtud [Ps. 83, 8], se renuevan (como dice el Apóstol) de día en día [2 Cor. 4, 16]; esto es, mortificando los miembros de su carne [Col. 3, 5] y presentándolos como armas de la justicia [Rom. 6, 13-19] para la santificación por medio de la observancia de los mandamientos de Dios y de la Iglesia: crecen en la misma justicia, recibida por la gracia de Cristo, cooperando la fe, con las buenas obras [Iac. 2, 22], y se justifican más [Can. 24 y 32], conforme está escrito: El que es justo, justifíquese todavía [Apoc. 22, 11], y otra vez: No te avergüences de justificarte hasta la muerte [Eccli. 18, 22], y de nuevo: Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe [Iac. 2, 24]. Y este acrecentamiento de la justicia pide la Santa Iglesia, cuando ora: Danos, Señor, aumento de fe, esperanza y caridad [Dom. 13 después de Pentecostés] .

Cap. 11. De la observancia de los mandamientos y de su necesidad y posibilidad

Nadie, empero, por más que esté justificado, debe considerarse libre de la observancia de los mandamientos [Can. 20]; nadie debe usar de aquella voz temeraria y por los Padres prohibida bajo anatema, que los mandamientos de Dios son imposibles de guardar para el hombre justificado [Can. 18 y 22; cf. n. 200].
Porque Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar avisa que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas y ayuda para que puedas; sus mandamientos no son pesados [1 Ioh. 5, 3], su yugo es suave y su carga ligera [Mt. 11, 30]. Porque los que son hijos de Dios aman a Cristo y los que le aman, como Él mismo atestigua, guardan sus palabras [Ioh. 14, 23]; cosa que, con el auxilio divino, pueden ciertamente hacer. Pues, por más que en esta vida mortal, aun los santos y justos, caigan alguna vez en pecados, por lo menos, leves y cotidianos, que se llaman también veniales [can. 23], no por eso dejan de ser justos. Porque de justos es aquella voz humilde y verdadera: Perdónanos nuestras deudas [Mt. 6, 12; cf. n. 107]. Por lo que resulta que los justos mismos deben sentirse tanto más obligados a andar por el camino de la justicia, cuanto que, liberados ya del pecado y hechos siervos de Dios [Rom. 6, 22], viviendo sobria, justa y piadosamente [Tit. 2, 12], pueden adelantar por obra de Cristo Jesús, por el que tuvieron acceso a esta gracia [Rom. 5, 2]. Porque Dios, a los que una vez justificó por su gracia no los abandona, si antes no es por ellos abandonado. Así, pues, nadie debe lisonjearse a sí mismo en la sola fe [Can. 9, 19 y 20], pensando que por la sola fe ha sido constituído heredero y ha de conseguir la herencia, aun cuando no padezca juntamente con Cristo, para ser juntamente con El glorificado [Rom. 8, 17]. Porque aun Cristo mismo, como dice el Apóstol, siendo hijo de Dios, aprendió, por las cosas que padeció, la obediencia y, consumado, fue hecho para todos los que le obedecen, causa de salvación eterna [Hebr. 5, 8 s]. Por eso, el Apóstol mismo amonesta a los justificados diciendo: ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos por cierto corren, pero sólo uno recibe el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. Yo, pues, así corro, no como a la ventura; así lucho. no como quien azota el aire; sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que, después de haber predicado a otros, me haga yo mismo réprobo [1 Cor. 9, 24 ss]. Igualmente el principe de los Apóstoles Pedro: Andad solícitos, para que por las buenas obras hagáis cierta vuestra vocación y elección; porque, haciendo esto, no pecaréis jamás [2 Petr. 1, 10]. De donde consta que se oponen a la doctrina ortodoxa de la religión los que dicen que el justo peca por lo menos venialmente en toda obra buena [Can. 25] o, lo que es más intolerable, que merece las penas eternas; y también aquellos que asientan que los justos pecan en todas sus obras, si para excitar su cobardía y exhortarse a correr en el estadio, miran en primer lugar a que sea Dios glorificado y miran también a la recompensa eterna [Can. 26 y 31], como quiera que está escrito: Incliné mi corazón a cumplir tus justificaciones por causa de la retribución [Ps. 118, 112] y de Moisés dice el Apóstol que miraba a la remuneración [Hebr. 11, 26].

Cap. 12. Debe evitarse la presunción temeraria de predestinación

Nadie, tampoco, mientras vive en esta mortalidad, debe hasta tal punto presumir del oculto misterio de la divina predestinación, que asiente como cierto hallarse indudablemente en el número de los predestinados [Can. 15], como si fuera verdad que el justificado o no puede pecar más [Can. 28], o, si pecare, debe prometerse arrepentimiento cierto. En efecto, a no ser por revelación especial, no puede saberse a quiénes haya Dios elegido para si [Can. 16].

Cap. 13. Del don de la perseverancia

Igualmente, acerca del don de la perseverancia [Can. 16], del que está escrito: El que perseverare hasta el fin, ése se salvará [Mt. 10, 22 ¡ 24, 13] —lo que no de otro puede tenerse sino de Aquel que es poderoso para afianzar al que está firme [Rom. 14, 4], a fin de que lo esté perseverantemente, y para restablecer al que cae— nadie se prometa nada cierto con absoluta certeza, aunque todos deben colocar y poner en el auxilio de Dios la más firme esperanza. Porque Dios, si ellos no faltan a su gracia, como empezó la obra buena, así la acabará, obrando el querer y el acabar [Phil. 2, 18; can. 22] l. Sin embargo, los que creen que están firmes, cuiden de no caer [1 Cor. 10, 12] y con temor y temblor obren su salvación [Phil. 2, 12], en trabajos, en vigilias, en limosnas, en oraciones y oblaciones, en ayunos y castidad [cf. 2 Cor. 6, 3 ss]. En efecto, sabiendo que han renacido a la esperanza [cf. 1 Petr. 1, 3] de la gloria y no todavía a la gloria, deben temer por razón de la lucha que aún les aguarda con la carne, con el mundo, y con el diablo, de la que no pueden salir victoriosos, si no obedecen con la gracia de Dios, a las palabras del Apóstol: Somos deudores no de la carne, para vivir según la carne; porque si según la carne viviereis, moriréis; mas si por el espíritu mortificareis los hechos de la carne, viviréis [Rom. 8, 12 s].

Cap. 14. De los caídos y su reparación

Mas los que por el pecado cayeron de la gracia ya recibida de la justificación, nuevamente podrán ser justificados [Can. 29], si, movidos por Dios, procuraren, por medio del sacramento de la penitencia, recuperar, por los méritos de Cristo, la gracia perdida. Porque este modo de justificación es la reparación del caído, a la que los Santos Padres llaman con propiedad "la segunda tabla después del naufragio de la gracia perdida". Y en efecto, para aquellos que después del bautismo caen en pecado, Cristo Jesús instituyó el sacramento de la penitencia cuando dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les son perdonados y a quienes se los retuviereis, les son retenidos [Ioh. 20, 22-23]. De donde debe enseñarse que la penitencia del cristiano después de la caída, es muy diferente de la bautismal y que en ella se contiene no sólo el abstenerse de los pecados y el detestarlos, o sea, el corazón contrito y humillado [Ps. 50, 19], sino también la confesión sacramental de los mismos, por lo menos en el deseo y que a su tiempo deberá realizarse, la absolución sacerdotal e igualmente la satisfacción por el ayuno, limosnas, oraciones y otros piadosos ejercicios, no ciertamente por la pena eterna, que por el sacramento o por el deseo del sacramento se perdona a par de la culpa, sino por la pena temporal [Can. 30], que, como enseñan las Sagradas Letras, no siempre se perdona toda, como sucede en el bautismo, a quienes, ingratos a la gracia de Dios que recibieron, contristaron al Espíritu Santo [cf. Eph. 4, 30] y no temieron violar el templo de Dios [1 Cor. 3, 17]. De esa penitencia está escrito: Acuérdate de dónde has caído, haz penitencia y practica tus obras primeras [Apoc. 2, 5], y otra vez: La tristeza que es según Dios, obra penitencia en orden a la salud estable [2 Cor. 7, 10], y de nuevo: Haced penitencia [Mt. 3, 2; 4, 17], y: Haced frutos dignos de penitencia [Mt. 3, 8].

Cap. 15. Por cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe

Hay que afirmar también contra los sutiles ingenios de ciertos hombres que por medio de dulces palabras y lisonjas seducen los corazones de los hombres [Rom. 16, 18], que no sólo por la infidelidad [Can. 27], por la que también se pierde la fe, sino por cualquier otro pecado mortal, se pierde la gracia recibida de la justificación, aunque no se pierda la fe [Can. 28]; defendiendo la doctrina de la divina ley que no sólo excluye del reino de los cielos a los infieles, sino también a los fieles que sean fornicarios, adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes, rapaces [1 Cor. 6, 9 s], y a todos los demás que cometen pecados mortales, de los que pueden abstenerse con la ayuda de la divina gracia y por los que se separan de la gracia de Cristo [Can. 27].

Cap. 16. Del fruto de la justificación, es decir, del mérito de las buenas obras y de la razón del mérito mismo

Así, pues, a los hombres de este modo justificados, ora conserven perpetuamente la gracia recibida, ora hayan recuperado la que perdieron, hay que ponerles delante las palabras del Apóstol: Abundad en toda obra buena, sabiendo que vuestro trabajo no es vano en el Señor [1 Cor. 15, 58]; porque no es Dios injusto, para que se olvide de vuestra obra y del amor que mostrasteis en su nombre [Hebr. 6, 10]; y: No perdáis vuestra confianza, que tiene grande recompensa [Hebr. 10, 35]. Y por tanto, a los que obran bien hasta el fin [Mt. 10, 22] y que esperan en Dios, ha de proponérseles la vida eterna, no sólo como gracia misericordiosamente prometida por medio de Jesucristo a los hijos de Dios, sino también "como retribución" que por la promesa de Dios ha de darse fielmente a sus buenas obras y méritos [Can. 26 y 32]. Ésta es, en efecto, la corona de justicia que el Apóstol decía tener reservada para sí después de su combate y su carrera, que había de serle dada por el justo juez y no sólo a él, sino a todos los que aman su advenimiento [2 Tim. 4, 7 s]. Porque, como quiera que el mismo Cristo Jesús, como cabeza sobre los miembros [Eph. 4 15] y como vid sobre los sarmientos [Ioh. 15, 5], constantemente comunica su virtud sobre los justificados mismos, virtud que antecede siempre a sus buenas obras, las acompaña y sigue, y sin la cual en modo alguno pudieran ser gratas a Dios ni meritorias [Can. 2]; no debe creerse falte nada más a los mismos justificados para que se considere que con aquellas obras que han sido hechas en Dios han satisfecho plenamente, según la condición de esta vida, a la divina ley y han merecido en verdad la vida eterna, la cual, a su debido tiempo han de alcanzar también, caso de que murieren en gracia [Apoc. 14, 13; Can. 32], puesto que Cristo Salvador nuestro dice: Si alguno bebiere de esta agua que yo le daré, no tendrá sed eternamente, sino que brotará en él una fuente de agua que salta hasta la vida eterna [Ioh. 4, 14]. Así, ni se establece que nuestra propia justicia nos es propia, como si procediera de nosotros, ni se ignora o repudia la justicia de Dios [Rom. 10, 3]; ya que aquella justicia que se dice nuestra, porque de tenerla en nosotros nos justificamos [Can. 10 y 11], es también de Dios, porque nos es por Dios infundida por merecimiento de Cristo.
Mas tampoco ha de omitirse otro punto, que, si bien tanto se concede en las Sagradas Letras a las buenas obras, que Cristo promete que quien diere un vaso de agua fría a uno de sus más pequeños, no ha de carecer de su recompensa [Mt. 10, 42], y el Apóstol atestigua que lo que ahora nos es una tribulación momentánea y leve, obra en nosotros un eterno peso de gloria incalculable [2 Cor. 4, 17]; lejos, sin embargo, del hombre cristiano el confiar o el gloriarse en sí mismo y no en el Señor [cf. 1 Cor. 1, 31; 2 Cor. 10, 17], cuya bondad para con todos los hombres es tan grande, que quiere sean merecimientos de ellos [Can. 32] lo que son dones de Él [v. 141]. Y porque en muchas cosas tropezamos todos [Iac. 3, 2; Can. 23], cada uno, a par de la misericordia y la bondad, debe tener también ante los ojos la severidad y el juicio [de Dios], y nadie, aunque de nada tuviere conciencia, debe juzgarse a sí mismo, puesto que toda la vida de los hombres ha de ser examinada y juzgada no por el juicio humano, sino por el de Dios, quien iluminará lo escondido de las tinieblas y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones, y entonces cada uno recibirá alabanza de Dios [Cor. 4, 4 s], el cual, como está escrito, retribuirá a cada uno según sus obras [Rom. 2, 6].
 
Canones sobre la justificación
Can. 1. Si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema [cf. 793 s].

Can. 2. Si alguno dijere que la gracia divina se da por medio de Cristo Jesús sólo a fin de que el hombre pueda más fácilmente vivir justamente y merecer la vida eterna, como si una y otra cosa las pudiera por medio del libre albedrío, sin la gracia, si bien con trabajo y dificultad, sea anatema (cf. 795 y 809).

Can. 3. Si alguno dijere que, sin la inspiración previniente del Espíritu Santo y sin su ayuda, puede el hombre creer, esperar y amar o arrepentirse, como conviene para que se le confiera la gracia de la justificación, sea anatema [cf. 797].

Can. 4. Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre, movido y excitado por Dios, no coopera en nada asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare para obtener la gracia de la justificación, y que no puede disentir, si quiere, sino que, como un ser inánime, nada absolutamente hace y se comporta de modo meramente pasivo, sea anatema [cf. 797].

Can. 5. Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre se perdió y extinguió después del pecado de Adán, o que es cosa de sólo título o más bien título sin cosa, invención, en fin, introducida por Satanás en la Iglesia, sea anatema [793 y 797].

Can. 6. Si alguno dijere que no es facultad del hombre hacer malos sus propios caminos, sino que es Dios el que obra así las malas como las buenas obras, no sólo permisivamente, sino propiamente y por si, hasta el punto de ser propia obra suya no menos la traición de Judas, que la vocación de Pablo, sea anatema.

Can. 7. Si alguno dijere que las obras que se hacen antes de la justificación, por cualquier razón que se hagan, son verdaderos pecados o que merecen el odio de Dios; o que cuanto con mayor vehemencia se esfuerza el hombre en prepararse para la gracia, tanto más gravemente peca, sea anatema [cf. 798].

Can. 8. Si alguno dijere que el miedo del infierno por el que, doliéndonos de los pecados, nos refugiamos en la misericordia de Dios, o nos abstenemos de pecar, es pecado o hace peores a los pecadores, sea anatema [cf. 798].

Can. 9. Si alguno dijere que el impío se justifica por la sola fe, de modo que entienda no requerirse nada más con que coopere a conseguir la gracia de la justificación y que por parte alguna es necesario que se prepare y disponga por el movimiento de su voluntad, sea anatema [cf. 798, 801 y 804].

Can. 10. Si alguno dijere que los hombres se justifican sin la justicia de Cristo, por la que nos mereció justificarnos, o que por ella misma formalmente son justos, sea anatema [cf. 795 y 799].

Can. 11. Si alguno dijere que los hombres se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados, excluída la gracia y la caridad que se difunde en sus corazones por el Espíritu Santo y les queda inherente; o también que la gracia, por la que nos justificamos, es sólo el favor de Dios, sea anatema [cf. 799 s y 809].

Can. 12. Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza de la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema [cf. 798 y 802].

Can. 13. Si alguno dijere que, para conseguir el perdón de los pecados es necesario a todo hombre que crea ciertamente y sin vacilación alguna de su propia flaqueza e indisposición, que los pecados le son perdonados, sea anatema [cf. 802].

Can. 14. Si alguno dijere que el hombre es absuelto de sus pecados y justificado por el hecho de creer con certeza que está absuelto y justificado, o que nadie está verdaderamente justificado sino el que cree que está justificado, y que por esta sola fe se realiza la absolución y justificación, sea anatema [cf. 802].

Can. 15. Si alguno dijere que el hombre renacido y justificado está obligado a creer de fe que está ciertamente en el número de los predestinados, sea anatema [cf. 805].

Can. 16. Si alguno dijere con absoluta e infalible certeza que tendrá ciertamente aquel grande don de la perseverancia hasta el fin, a no ser que lo hubiera sabido por especial revelación, sea anatema [cf. 805 s].

Can. 17. Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder divino, sea anatema [cf. 800].

Can. 18. Si alguno dijere que los mandamientos de Dios son imposibles de guardar, aun para el hombre justificado y constituído bajo la gracia, sea anatema [cf. 804].

Can. 19. Si alguno dijere que nada está mandado en el Evangelio fuera de la fe, y que lo demás es indiferente, ni mandado, ni prohibido, sino libre; o que los diez mandamientos nada tienen que ver con los cristianos, sea anatema [cf. 800].

Can. 20. Si alguno dijere que el hombre justificado y cuan perfecto se quiera, no está obligado a la guarda de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino solamente a creer, como si verdaderamente el Evangelio fuera simple y absoluta promesa de la vida eterna, sin la condición de observar los mandamientos, sea anatema [cf. 804].

Can. 21. Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan, sea anatema.

Can 22. Si alguno dijere que el justificado puede perseverar sin especial auxilio de Dios en la justicia recibida o que con este auxilio no puede, sea anatema [cf. 804 Y 806].

Can. 23. Si alguno dijere que el hombre una vez justificado no puede pecar en adelante ni perder la gracia y, por ende, el que cae y peca, no fue nunca verdaderamente justificado; o, al contrario, que puede en su vida entera evitar todos los pecados, aun los veniales; si no es ello por privilegio especial de Dios, como de la bienaventurada Virgen lo enseña la Iglesia, sea anatema [cf. 805 Y 810].

Can. 24. Si alguno dijere que la justicia recibida no se conserva y también que no se aumenta delante de Dios por medio de las buenas obras, sino que las obras mismas son solamente fruto y señales de la justificación alcanzada, no causa también de aumentarla, sea anatema [cf. 803].

Can. 25. Si alguno dijere que el justo peca en toda obra buena por lo menos venialmente, o, lo que es más intolerable, mortalmente, y que por tanto merece las penas eternas, y que sólo no es condenado, porque Dios no le imputa esas obras a condenación, sea anatema [cf. 804].

Can. 26. Si alguno dijere que los justos no deben aguardar y esperar la eterna retribución de parte de Dios por su misericordia y por el mérito de Jesucristo como recompensa de las buenas obras que fueron hechas en Dios, si perseveraren hasta el fin obrando bien y guardando los divinos mandamientos, sea anatema [cf. 809].

Can. 27. Si alguno dijere que no hay más pecado mortal que el de la infidelidad, o que por ningún otro, por grave y enorme que sea fuera del pecado de infidelidad, se pierde la gracia una vez recibida, sea anatema [cf. 808].

Can. 28. Si alguno dijere que, perdida por el pecado la gracia, se pierde también siempre juntamente la fe, o que la fe que permanece, no es verdadera fe —aun cuando ésta no sea viva—, o que quien tiene la fe sin la caridad no es cristiano, sea anatema [cf. 808].

Can. 29. Si alguno dijere que aquel que ha caído después del bautismo, no puede por la gracia de Dios levantarse; o que sí puede, pero por sola la fe, recuperar la justicia perdida, sin el sacramento de la penitencia, tal como la Santa, Romana y universal Iglesia, enseñada por Cristo Señor y sus Apóstoles, hasta el presente ha profesado, guardado y enseñado, sea anatema [cf. 807].

Can. 30. Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato de la pena eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno de pena temporal que haya de pagarse o en este mundo o en el otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el reino de los cielos, sea anatema [cf. 807}.

Can. 81. Si alguno dijere que el justificado peca al obrar bien con miras a la eterna recompensa, sea anatema [cf. 804].

Can. 32. Si alguno dijere que las buenas obras del hombre justificado de tal manera son dones de Dios, que no son también buenos merecimientos del mismo justificado, o que éste, por las buenas obras que se hacen en Dios y el mérito de Jesucristo, de quien es miembro vivo, no merece verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna (a condición, sin embargo, de que muriere en gracia), y también el aumento de la gloria, sea anatema [cf. 803 y 809 s].

Can. 33. Si alguno dijere que por esta doctrina católica sobre la justificación expresada por el santo Concilio en el presente decreto, se rebaja en alguna parte la gloria de Dios o los méritos de Jesucristo Señor Nuestro, y no más bien que se ilustra la verdad de nuestra fe y, en fin, la gloria de Dios y de Cristo Jesús, sea anatema [cf. 810].
 
Extracto de un debate sobre la cuestión de la justificación, la salvación, Trento y el Sola Fide protestante. He quitado todo aquello que pueda llevar a enfrentamientos personales con miembros de este foro que participaron en ese debate

Luis Fernando:
Santiago 2,14
¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: "Yo tengo fe" si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe?

Evidentemente NO. La fe sola no salva

Santiago 2,24
Ved, pues, cómo POR LAS OBRAS Y NO POR LA FE SOLAMENTE se justifica el hombre

Y por si acaso no quedara claro con la cita de Santiago, veamos al propio Pablo decir algo "muy curioso" acerca de las obras

Romanos 2,6-11
Que dará (Dios) a cada uno según SUS OBRAS; a los que CON PERSEVERANCIA EN EL BIEN OBRAR buscan la gloria, el honor y la incorrupción, LA VIDA ETERNA; pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedecen a la injusticia, ira e indignación. Tribulación y angustia sobre todo el que hace el mal, primero el judío, luego sobre el gentil; pero GLORIA, HONOR Y PAZ PARA TODO EL QUE HACE EL BIEN, primero para el judío, luego para el gentil, pues en Dios no hay acepción de personas.

O sea, que Pablo también sabía que eso de perseverar en el bien obrar traía como consecuencia la vida eterna.

La Iglesia Católica enseña el Sola Gratia pero no el Sola Fide. El Sola Gratia es verdad bíblica ya que es por gracia que creemos y podemos obrar conforme a la voluntad de Dios. El Sola Fide es una error doctrinal por el protestantismo.

Estoy dispuesto a debatir con todo aquel que esté dispuesto sobre este tema. Creo que la doctrina del concilio de Trento sobre este asunto es más bíblica y verdadera que cualquiera de las diferentes variantes que el protestantismo ha desarrollado sobre el Sola Fide

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Gold Matrix:
"Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado"
(Lucas 18:42)

"Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá"
(Rom 1:17)
"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre....
¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley"

(Rom 3:21-25.27-28)

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Carlos Perdomo (evangélico):

Luis, ya Matrix te citó buenos ejemplos bíblicos.
Lo que sucede es esto. Ambos, Santiago y Pablo dicen lo mismo, pero lo dicen desde diferente ángulo perceptivo.

Si tengo fe; fe salvadora, se demuestra por medio de frutos; obras, pero si digo que tengo fe, pero no la pongo en práctica; obras, entonces es fe muerta.

Ahora, si hago muchas obras, pero no creo que Jesucristo es el Hijo de Dios, mis obras no me salvarán.

Ahora, si creo que Jesucristo es el Hijo de Dios, aunque no sea un hombre de obras, soy salvo.

Dios tenga misericordia de nosotros
CPerdomo
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Luis Fernando:
Carlos, veamos si somos capaces de ponernos de acuerdo tú y yo sobre este tema.
Somos salvos por gracia
La fe sin obras no salva
Las obras sin fe tampoco salvan
Por gracia es que tenemos fe y realizamos buenas obras
Por tanto, ni la fe sola ni las obras solas salvan

¿hasta ahí de acuerdo?
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Elisa:

Luis . Las obras son logicas consecuencias de la fe . No puedes obrar para conseguir fe . Por lo tanto , si lo que salva es la fe y no las obras , no obres por tu cuenta , y deja que estas lleguen como SUBPRODUCTO . Las obras son parte de las añadiduras . Pide fe .
PAZ

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Luis Fernando


Elisa:
Las obras son logicas consecuencias de la fe.
Luis:
¿Dónde dice eso la Biblia?
Yo lo que veo es que la Biblia dice que las obras HAN DE seguir a la fe, pero no como si fueran una consecuencia automática de dicha fe.
El hombre recibe la gracia de Dios para tener fe y también recibe esa misma gracia para poder obrar. De la misma manera que el hombre puede rechazar la gracia de Dios y no creer, puede rechazar la gracia que le capacita para obrar. Y podría darse el caso, de hecho se da, de personas que sí han aceptado la gracia de Dios para creer pero luego se niegan a aceptar y colaborar con esa gracia para obrar en consecuencia. A esas personas la FE NO LAS SALVA. Y no se puede decir que la fe que tienen sea falsa en el sentido de que creen en alguien diferente de Cristo o creen "mal". Lo que sí se debe de decir es que su fe es muerta porque si rechazas la gracia para obrar, la fe que obtuviste por gracia muere y no te trae salvación.
Y tanto la fe como las obras justifican al hombre, no cada una de ellas por separado, sino ambas actuando conjuntamente, ya que tanto la fe sin obras como las obras sin fe no justifican y no salvan.

Elisa:
No puedes obrar para conseguir fe.

Luis:
Bueno, es que yo no he dicho eso. La fe llega por gracia. Y si podemos hacer las obras que Dios nos ha preparado de antemano para que andemos en ellas, es sólo por gracia y no porque seamos muy buenos y tengamos una capacidad natural para hacerlas. Como dice la Palabra "Dios es el que produce en nosotros tanto el querer como el hacer" (Fil 2,13), de manera que no podemos gloriarnos en las obras que hagamos ya que realmente es Dios quien actúa en nosotros. Dicho eso, si nosotros no obramos o no dejamos a Dios obrar en nosotros, nuestra fe se hace vana y nos situamos en peligro de condenación ya que el que no acepta la obra del Espíritu Santo para obrar no puede pretender que la obra que hizo el Espíritu Santo para creer le salve.
Por otra parte, debemos de ser muy cuidadosos a la hora de hablar sobre las obras que hacen aquellos que todavía no han conocido el evangelio de Cristo pero se esfuerzan en agradar a Dios. Tenemos el ejemplo de Cornelio, de quien un ángel de Dios dijo "tus oraciones y tus limosnas han subido delante de Dios" (Hechos 10,4). ¿Quién es el que puede negar que las obras de ese hombre no sirvieron de preparación para su salvación en Cristo Jesús? ¿Podrá alguien negar que sus obras eran aceptas para Dios?
Por tanto, seamos cautos a la hora de hablar de la importancia de las obras en el camino de la salvación.

Elisa:
Por lo tanto , si lo que salva es la fe y no las obras , no obres por tu cuenta , y deja que estas lleguen como SUBPRODUCTO . Las obras son parte de las añadiduras . Pide fe .

Luis:
No, yo lo que pido es gracia y más gracia. La fe no me lleva a obrar bien sino a creer bien. La gracia es la que me lleva tanto a tener fe como a obrar en consecuencia. Muy necesaria me es la fe para no desfallecer ante las dificultades, pero más necesaria me es la gracia que me capacita para ser un buen hijo de Dios.

Es por todas estas cosas que la Iglesia Católica puede decir y dice "sola gratia" pero nunca "sola fide" ya que el "sola fide" no salva.
Y el decreto sobre la justificación de Trento que he puesto en este foro así lo afirma. El que tenga ojos para ver y leer que vea y lea.

Bendiciones
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Matrix

Luis Fernando ha declarado equivocada y falsa a la Palabra de Dios escrita.
Los anteriores textos bìblicos que transcribo han sido anulados por èl:

"Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado"
(Lucas 18:42)

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe"
(Efesios 2:8).

"Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá"
(Rom 1:17)

"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.
¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley"

(Rom 3:21-28)

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No señor, yo no he declarado que la fe no sea necesaria para la salvación. Lo que he afirmado es que la FE SOLA NO SALVA. Y no lo afirmo porque me apetezca afirmarlo sino porque así lo dice la BIBLIA.
Afirmo y afirmaré cien mil veces si es necesario que el hombre no es justificado solamente por la fe sino también por las obras. Y a menos que Matrix quiera hacer como Lutero y aconseje quitar el libro de Santiago de la Escritura, entonces tendrá que aceptar que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe (Stg 2,24). Lo cual no es decir que el hombre puede ser justificado SIN la fe.
El catolicismo no opone la fe a las obras como si uno tuviera que ser salvo o por fe o por obras. El catolicismo enseña correctamente que somos salvos por gracia, justificados por la fe y por las obras. Y que tanto la fe sin obras como las obras sin fe, no salvan.
Ante esa enseñanza bíblica, el protestantismo ha promulgado la falsa doctrina de la Sola Fide, cuando da la casualidad de que la única vez que aparece el término de Sola Fide en la Biblia es para negar su veracidad.
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Matrix:
¿Què obras hizo el maleante que estaba crucificado al lado de Jesùs, para recibir la salvaciòn eterna?

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Luis Fernando

Hizo la mayor obra de justicia que se hubiera hecho hasta entonces: reconocer que Cristo era inocente.
Fíjese que shock más grande

Ahora le pregunto:
En caso de que el ladrón no hubiera muerto, ¿habría sido salvo si después de creer en Jesucristo hubiera seguido siendo ladrón?

¿fue Rahab justificada por sus obras?

¿Qué quiere decir Pablo en Romanos 2,6-10?

¿Qué quiso decir el ángel de Dios en Hechos 10,4?

¿Porqué Cristo, en las cartas a las iglesias en Apocalipsis, se pasa todo el rato hablando de "Yo conozco tus obras"?

¿Porqué la Biblia afirma una y otra vez que seremos juzgados por nuestras obras? (ver Ap 20,12-13)
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Matrix:

Dice usted:
"Hizo la mayor obra de justicia que se hubiera hecho hasta entonces: reconocer que Cristo era"

Pero, RECONOCER es lo mismo que CREER !!!!

Dice (Rom 2:6) citado por usted:

"Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras"

Pero, mas adelante, dice (Rom 3:9-12):

"¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que TODOS ESTÀN BAJO PECADO.
Como está escrito:
NO HAY JUSTO, NI AUN UNO;
No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno"

Y remata diciendo en (Rom 3:20):

"Ya que por las obras de la ley NINGÙN SER HUMANO será justificado delante de él"

(Ni siquiera Marìa, porque ella tambièn es humana).

Entonces, por el conocimiento de esta Ley, sabemos que ningùn ser humano puede alcanzar la salvaciòn por esa anterior oferta de Dios: mediante el propio esfuerzo de hacer las buenas obras que exige la Ley.
Como nadie puede, ni pudo, alcanzar la salvaciòn mediante la Ley de hacer buenas obras, Dios en su misericordia cambiò el Pacto (Aleluyah!) para que recibamos la Salvaciòn POR GRACIA, mediante la Fe en su hijo Jesucristo!

Aùn antes de Cristo, los que alcanzaron la salvaciòn del pueblo de Israel fue mediante su fe en la Palabra de Dios, que los mantuvo obedientes a la esperanza del Salvador Mesìas, tal como lo explica en (Hebreos 11).

El que hace buenas obras con su esfuerzo, puede jactarse y exigirle a Dios la salvaciòn en pago de ellas.

Mientras, a los que creemos, nos es contada la fe por justicia.
Y vivimos agradecidos con Dios por las obras que èl hace a travès de nuestra obediencia de la fe.
Como dice (Fil 2:13):

"porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como EL HACER, por su buena voluntad"

En (Hechos 10:4), no fueron las oraciones y las limosnas las que le dieron la salvaciòn a Cornelio, sino LA FE EN LA PALABRA DEL EVANGELIO PREDICADA POR PEDRO.

Si hubieran bastado a Cornelio para salvarse, las limosnas y las oraciones, no hubiera Dios mandado a Pedro para predicarles el Evangelio de la salvaciòn por la fe en Jesùs. Tal como lo explica (Hechos 15:7.9):

"Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y CREYESEN....

y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, PURIFICANDO POR LA FE SUS CORAZONES"

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Carlos Devetac (pastor evangélico):

Luis.. las obras todos los seres humanos estan en la capacidad de producirlas; pero el hombre no puede producir fe, DIos la da y el hombre la recibe, .
El hombre no puede salvarse obrando, pero se salva creyendo; y continua demostrando la fe salvadora obrando.
Carlos Devetac

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Luis Fernando


Matrix:
Pero, RECONOCER es lo mismo que CREER !!!!

Luis:
¿eh? ¿en qué diccionario ha leído usted tal cosa?

Matrix:
Dice (Rom 2:6) citado por usted:
"Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras"
Pero, mas adelante, dice (Rom 3:9-12):
"¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que TODOS ESTÀN BAJO PECADO.
Como está escrito:
NO HAY JUSTO, NI AUN UNO;
No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno"
Y remata diciendo en (Rom 3:20):
"Ya que por las obras de la ley NINGÙN SER HUMANO será justificado delante de él"
(Ni siquiera Marìa, porque ella tambièn es humana).

Luis:
Veamos. Usted cita sólo parcialmente los versículos de Romanos 2. Mejor los pongo acá para que nadie pueda dudar de la claridad del texto paulino:
"el cual pagará a cada uno conforme a sus obras; VIDA ETERNA a los que, PERSEVERANDO EN EL BIEN HACER, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero GLORIA Y HONRA, Y PAZ a todo el que HACE LO BUENO, al judío primeramente y también al griego"

Según la literalidad de esos versículos, ¿puede alguien negar que Pablo está afirmando que el que persevera en el bien hacer tiene como premio la VIDA ETERNA, la gloria, la honra y la paz?

Matrix, usted me cita luego unos versículos en los que se dice que no hay ningún justo, pero se olvida que tras el sacrificio de Cristo somos justificados por su gracia, de forma que la fe y las obras nos justifican. Pero usted no responde a la pregunta clave que se desprende de la lectura de Romanos 2: ¿dice el apóstol Pablo que Dios premia con vida eterna a quienes perseveran en el bien hacer? ¿sí o no?
La respuesta es muy sencilla: Sí

Matrix:
Entonces, por el conocimiento de esta Ley, sabemos que ningùn ser humano puede alcanzar la salvaciòn por esa anterior oferta de Dios: mediante el propio esfuerzo de hacer las buenas obras que exige la Ley. Como nadie puede, ni pudo, alcanzar la salvaciòn mediante la Ley de hacer buenas obras, Dios en su misericordia cambiò el Pacto (Aleluyah!) para que recibamos la Salvaciòn POR GRACIA, mediante la Fe en su hijo Jesucristo!

Luis:
Usted confunde las OBRAS DE LA LEY con las obras en general y con un concepto al que llama la Ley de las obras. Y no es lo mismo. Pero es que además, me cuenta que somos salvos por gracia cuando eso no está en discusión acá. Ya he repetido varias veces que la Iglesia Católica niega con igual rotundidad el que somos salvos sólo por obras que el que lo seamos solo por fe. Las obras sin fe NO SALVAN. Mire cuál es el primer canon de Trento sobre la justificación:

Can. 1. Si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema

Y lea el canon 10:

Can. 10. Si alguno dijere que los hombres se justifican sin la justicia de Cristo, por la que nos mereció justificarnos, o que por ella misma formalmente son justos, sea anatema

Por tanto, no van ustedes ahora a darnos clases a los católicos sobre la doctrina del Sola Gratia o sobre la imposibilidad de ser salvos sólo por obras. El problema, al menos para ustedes, es que la FE SIN OBRAS TAMPOCO SALVA.

Matrix:
Aùn antes de Cristo, los que alcanzaron la salvaciòn del pueblo de Israel fue mediante su fe en la Palabra de Dios, que los mantuvo obedientes a la esperanza del Salvador Mesìas, tal como lo explica en (Hebreos 11).

Luis:
Je je je, ¿acaso no ve usted que prácticamente todos los ejemplos que se dan en Hebreos 11, la fe iba acompañada de obras muy concretas de aquellos que creían? Lea por ejemplo Heb 11,33-34

Matrix:
El que hace buenas obras con su esfuerzo, puede jactarse y exigirle a Dios la salvaciòn en pago de ellas.

Luis:
Ni mucho menos. El que pretenda ser salvo sólo por sus obras lo lleva claro. Le repito de nuevo el canon 1 de Trento:
Si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema.

Matrix:
En (Hechos 10:4), no fueron las oraciones y las limosnas las que le dieron la salvaciòn a Cornelio, sino LA FE EN LA PALABRA DEL EVANGELIO PREDICADA POR PEDRO.

Si hubieran bastado a Cornelio para salvarse, las limosnas y las oraciones, no hubiera Dios mandado a Pedro para predicarles el Evangelio de la salvaciòn por la fe en Jesùs.

Luis:
Y DALE QUE DALE QUE DALE. A ver Matrix, ¿me entiende usted cuando digo que las obras solas no salvan? ¿necesito repetirlo ciento cincuenta mil veces?
¿he dicho yo acaso que Cornelio se habría salvado si no hubiera creído en Jesucristo?
Ahora bien, ¿me puede decir qué significa para usted el que el ángel de Dios le dijera a Cornelio que sus limosnas y oraciones habían subido delante de Dios? ¿me va a decir que el hecho de que Cornelio hiciera buenas obras y fuera temeroso de Dios NO TUVO NADA QUE VER con el hecho de que Dios le mandara a Pedro a que le predicara el evangelio?

Matrix:
Tal como lo explica (Hechos 15:7.9):

"Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y CREYESEN....

y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, PURIFICANDO POR LA FE SUS CORAZONES"

Luis:
Ciertamente la fe nos purifica y nos justifica. ¿Quién puede negar tal cosa?
Lo que acá discutimos es si la fe sin obras salva. No si la fe es componente fundamental para nuestra salvación.
Cuando el católico dice que no somos salvos solo por fe no está diciendo que la fe no es necesaria para que seamos salvos. Está diciendo que la fe sin obras no salva. Y eso es lo que enseña la Escritura, lo que enseña la Iglesia y lo que Dios quiere que todos los cristianos entiendan. Porque, ¿de qué vale creer en Cristo si no se obedece a Cristo?:

Canon 18
Si alguno dijere que los mandamientos de Dios son imposibles de guardar, aun para el hombre justificado y constituído bajo la gracia, sea anatema

Canon 21
Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan, sea anatema.

Trento sigue siendo hoy la respuesta, basada en la Biblia y en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, a los errores sobre la justificación introducidos en el protestantismo por Lutero y Calvino. Esos mismos errores que hoy sigue creyendo aquellos que dicen ser evangélicos. Eso sí, buena parte de los luteranos ya se han dado cuenta de que Trento tenía razón, :)

Sola Gratia
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Luis Fernando

Carlos:
Luis.. las obras todos los seres humanos estan en la capacidad de producirlas; pero el hombre no puede producir fe, DIos la da y el hombre la recibe,
Luis:
Me remito al canon 1 de Trento
Si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema

El que pretenda justificarse o salvarse SÓLO POR SUS OBRAS, se condena. No estoy de acuerdo en que el hombre pueda producir buenas obras por sí mismo. Toda "buena obra" que el hombre produce sin la asistencia de la gracia de Dios es una obra inmunda a los ojos de ese mismo Dios. Sin duda, para que el hombre pueda producir las obras que Dios quiere, necesita la gracia de Dios. Eso enseña la Iglesia Católica

Carlos:
El hombre no puede salvarse obrando, pero se salva creyendo; y continua demostrando la fe salvadora obrando.

Luis:
¿sa puede el hombre salvar solo creyendo si luego no obra conforme a lo que ha creído?
Me remito al canon 21 de Trento
Si alguno dijere que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan, sea anatema.

¿Podrá la fe salvar al que cree y no tiene obras?
No, por supuesto que no
¿Podemos ser salvos en Cristo si no obedecemos a Cristo?
No, por supuesto que no
¿Es el Sola Fide una verdad bíblica?
No, por supuesto que no

Trento da la verdadera enseñanza bíblica acerca de la justificación del hombre

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Matrix:
Sin tanta habladurìa y sin Biblias apòcrifas versiòn Trento, le explico:
La Fe sin obras NO EXISTE.

La Palabra de Dios dice que està muerta, quiere decir que ya no existe ni actùa.

En cambio las obras sin Fe abundan: nada mas observe una procesiòn del catolicismo! o la peregrinaciòn a la famosa puerta de madera del Vaticano! o las peregrinaciones a Fàtima! Etc. (no sigo para que no me aparezca el tìtulo en inglès de "mensaje truncado")

Matrix.
 
Luis Fernando

Matrix:
Sin tanta habladurìa y sin Biblias apòcrifas versiòn Trento, le explico:
La Fe sin obras NO EXISTE.
Luis:
Aaaaah, ¿y dónde dice tal cosa la Biblia?

Matrix:
La Palabra de Dios dice que està muerta, quiere decir que ya no existe ni actùa.

Luis:
Le recuerdo a usted que el estar muerto no significa dejar de existir o actuar. Por tanto, su argumentación no vale.

Matrix:
En cambio las obras sin Fe abundan: nada mas observe una procesiòn del catolicismo! o la peregrinaciòn a la famosa puerta de madera del Vaticano! o las peregrinaciones a Fàtima! Etc.

Luis:
Ya, claro. Usted es Dios y sabe que en esas procesiones o peregrinaciones la gente no tiene fe.

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Carlos Devetac
¿Luis que es primero, las obras o la fe? ya se me vas a referir al concilio de Trento; pero tu contestame ¿que viene primero al hombre que desea salvacion?
Carlos Devetac

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Luis Fernando:

Lo primero que llega es la gracia
En el caso de Cornelio creo que la gracia le llevó a hacer obras por las que el Señor acabó por premiarle con la fe en Jesucristo. De hecho, dudo mucho que esas limosnas y oraciones las hubiera podido hacerde motu propio sin la gracia de Dios ayudándole.
Pero, ciertamente, si hablamos de fe y obras, lo que primero suele darse cronológicamente es la fe

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Elisa:
Eso es cierto , sin gracia no hay fe.
Si la fe nos lleva ademas al amor , entonces obraremos .
¿Ves?
es un camino que comienza en la gracia, con un ramal que se llama fe, este conduce a otro que se llama, amor, y este nos lleva al ultimo de ellos, conocido como obra o hechos, y de alli, el salto al infinito.
Es un proceso.
Paz

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Luis Fernando

Y si falla cualquiera de los dos ramales, la salvación es imposible
Esa es la doctrina católica sobre este asunto, Elisa

Bendiciones
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Matrix:

Dice usted: "el que cree sin obrar"
Pero, eso es falso y no existe. Porque todo el que cree, obra en consecuencia.

Por eso no es cierto cuando dicen que en el catolicismo romano hay algunos que creen. Porque si creyeran a (2 Corintios 6:14-18) saldrìan de allì inmediatamente obedeciendo al Señor.

"¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente EL OBEDECER ES MEJOR QUE LOS SACRIFICIOS, y el prestar atención que la grosura de los carneros.

Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la Palabra de Jehová, él también te ha desechado"

(1 Samuel 15:22-23)

EL OBEDECER ES MEJOR QUE LOS SACRIFICIOS: Es decir, el obedecer es mejor que las "buenas" obras.

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Luis Fernando

Matrix:
Dice usted: "el que cree sin obrar"
Pero, eso es falso y no existe. Porque todo el que cree, obra en consecuencia.
Luis:
Así que no existe ¿eh?
Santiago 2,19
Tu crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan

Matrix:
Por eso no es cierto cuando dicen que en el catolicismo romano hay algunos que creen. Porque si creyeran a (2 Corintios 6:14-18) saldrìan de allì inmediatamente obedeciendo al Señor.

Luis:
Sí, hay algunos que salen del catolicismo y se convierten en Matrix. De ellos dice la Palabra:
"Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros"

y también

"Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: el perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno"

Matrix:
EL OBEDECER ES MEJOR QUE LOS SACRIFICIOS: Es decir, el obedecer es mejor que las "buenas" obras.

Luis:
Es usted genial. Así que el obedecer a Dios no tiene nada que ver con las buenas obras, ¿eh?
Por lo visto Dios no manda que obremos bien sino que nos dediquemos a a la contemplación de nuestros ombligos

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Luis Fernando

Carlos:
En acuerdo Luis! ahora si la fe cronologicamente llega primero debemos razonar que las obras son una consecuencia de esa fe genuina recibida de Dios y que nos abre las puertas del cielo.
Luis:
No, las obras no son una consecuencia de la fe sino de la gracia por la que hemos recibido esa misma fe. Es la gracia, no la fe, la que nos capacita para hacer buenas obras.

Carlos:
Entonces como dice el apostol Pablo, la salvacion es por gracia (recibida por fe) y no por obras para que nadie se glorie.

Luis:
Carlos, siempre que los protestantes citáis ese versículo, no citáis el que viene justo después, es decir, aquel en el que dice lo de las obras preparadas por Dios de antemano para que anduviésemos en ellas. Y yo te digo que si no hacemos dichas obras, no podemos ser salvos, ya que la fe se muere sin obras.

Carlos:
Obrar bien.. todo el mundo lo puede hacer, es mas ¡TODO EL MUNDO LO DEBERIA HACER! es la responsabilidad de cada ser humano!

Luis:
No, no todo el mundo lo puede hacer. Sólo pueden obrar bien aquellos que responden a la gracia de Dios. O, por decirlo de otra manera, para Dios sólo son buenas obras las que hace el hombre por su gracia y no por una supuesta capacidad natural de ese hombre sin necesidad de dicha gracia, tal y como se proponía en el pelagianismo.

Carlos:
Nunca deberiamos haber pecado, pero lo hicimos pues somos parte de la raza caida, y por ende estamos condenados por la eternidad, "Por cuanto TODOS pecaron.."

Luis:
Hasta que llegó Cristo y cambió todo.

Carlos:
Pero en su soberana misericordia Dios nos salvo! dandonos ese don maravilloso de la FE.

Luis:
De la fe, la esperanza y la caridad. Pero el mayor de esos tres es la caridad, no la fe

Carlos:
Nadie puede justificarse por sus obras, pues como dije anteriormente era lo que siempre debiamos haber hecho.

Luis:
Nadie puede justificarse SÓLO por sus obras, pero por supuesto que las obras nos justifican junto con la fe, tal y como la Biblia enseña.

Carlos:
Y por lo tanto nadie puede salvarse haciendo obras, pues es lo que debe hace cada dia hasta su muerte.

Luis:
Si la persona no cree, no puede salvarse sólo por sus obras. Pero si cree y no tiene obras, tampoco se salva. Esa es toda nuestra discusión y creo que la Biblia es muy clara al respecto.

Carlos:
El asunto es... ¿como pago mis pecados pasados.. aunque desde hoy dia hasta mi muerte dejo de pecar "cosa que dudo"?

Luis:
Yo no puedo pagar por ellos. Ya lo hizo Cristo por mí

Carlos:
No puedo pagar con obras! pues ellas son solo mi responsabilidad, no ameritan como parte de pago, solo la FE resuelve el problema!
Cree y seras salvo!!

Luis:
Los demonios también creen y tiemblan. Desde luego que HEMOS de creer para ser salvos. Pero también hemos de obrar.

Carlos:
Tu dices los diablos creen y tiemblan, es verdad... pero ellos no creen con la FE que salva, estan caidos por la eternidad y fuera de la misericordia divina, porque Dios es soberano. Aunque quisieran ser salvos no pueden, pues no le es dado el creer con la fe que salva.

Luis:
La "fe que salva" es la fe con obras. No hay otra fe salvadora. Fe sin obras es fe muerta. Por tanto, la cosa está muy clara

Carlos:
De esto tenemos que deducir que la salvacion tiene un solo origen y causa: LA FE

Luis:
No. El origen es la GRACIA

Bendiciones

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¿Alguno de los que participáis en este foro quiere añadir o continuar con el debate?

Luis Fernando
 
Luis Fernando:

Me gustaría debatir con Ud. acerca de este tema.

Todavía no he concluido de leer todo lo que Ud. ha pegado en este epígrafe, pero de lo que he leído me surge mi primera pregunta:

Ud. que cree:
¿Cuando el creyente es justificado, es salvo?
 
Sí, lo es, aunque debe perseverar, por la gracia de Dios, para ser salvo al final de su vida
 
Luis, me parece perfecto que esté usted de acuerdo con la doctrina de Trento sobre la justificación.
Respecto a las preguntas que me hace, ¿le importaría planteármelas en otro epígrafe?

Es para no mezclar las temáticas de dichas preguntas con el asunto que se trata en este epígrafe

Gracias y bendiciones
 
Amigo Luis Fernando:

Todo lo que ha escrito, que es larguísimo, está muy bien redactado, aunque el canon 10 de Trento hay que revisarlo.

Lo otro sobre la justificación está bastante claro, pero... Este es el pero: ¿cuántos católicos lo siguen? Si lo siguen, ¿por qué la tanto culto a María y a los santos? ¿Por qué esa insistencia en el rosario? ¿Por qué las novenas y las festividades?

Los escritos que presenta hacen hincapié en la observancia de los mandamientos de parte de los justificados. Le pregunto: ¿Qué mandamientos? ¿Los forzados, adulterados y falseados del catecismo? ¿O los que están tan claramente expuestos en Éxodo 20?

Contésteme, amigo, ¿puede María escuchar a millones que le recen en un mismo instante? ¿Es ella omnipresente? ¿En cuál de las epístolas de Pablo, Pedro, Santiago, Juan y Judas aparece María y su pretendido culto?

Sé que usted está muy bien documentado en la fe católica, pero es vital que responda a estas prguntas que le he formulado.
 
Como Lusi Fernando me citò en medio de otras citas y pudo distorsionarse el sentido, repito algunas de mis citas y opiniones:

"Porque por gracia SOIS SALVOS POR MEDIO DE LA FE; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
NO POR OBRAS, para que nadie se gloríe"
(Efesios 2:8-9).

"Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado"
(Lucas 18:42)

"Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá"
(Rom 1:17)

"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre....
¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley"
(Rom 3:21-25.27-28)

El pontìfice forìstico Luis Fernando, hijo del pontìfice romano, hijo este a su vez del pontìfice pagano babilònico, ha declarado equivocada y falsa a la Palabra de Dios escrita.

Los anteriores textos bìblicos que transcribì, han sido anulados por èl (LFP).

Señor pontìfice forìstico:
¿Què obras hizo el maleante que estaba crucificado al lado de Jesùs, para recibir la salvaciòn eterna?

Y remata diciendo en (Rom 3:20):

"Ya que por las obras de la ley NINGÙN SER HUMANO será justificado delante de él"

(Ni siquiera Marìa, porque ella tambièn es humana).

¿Entonces, la verdadera Iglesia es el Club Rotario?

Porque ellos se la pasan haciendo buenas obras sociales......

Matrix.
 
"Can. 4. Si alguno dijere.....BLA, BLA, BLA......sea anatema [cf. 797]"

¿Otra Biblia romana, paralela y sustituta de la original?
 
¿Usted a quien prefiere creerle, a Trento o a las Escrituras bìblicas?

¿No dice acaso la sagrada Escritura todo lo suficiente para obedecer a Dios y recibir la salvaciòn?

¿Escribe en un idioma mas claro y entendible Trento que la sagrada Escritura?

¿Està escrita la Biblia solo para teòlogos y doctores de la Ley o para todos los hombres?
 
Luis Fernando:

Por ahora sólo sigo preguntando.
Quiero saber bien que es lo que cree Ud. para poder responderle:

1) ¿Que entiende Ud. por justificación? ¿Es un acto único o un proceso? ¿Cómo la define?
2) ¿Que entiende Ud. por salvación? ¿Es un acto único o un proceso? ¿Como la define?
3) ¿Que entiende Ud. por gracia?
4) ¿Que entiende Ud. por fe?
5) Si el creyente no persevera por la gracia de Dios, ¿debe ser justificado otra vez? ¿Pierde el creyente su justificación si no persevera por la gracia de Dios?
6) Si la justificación se pierde ¿Cómo se recupera? ¿Siempre es posible recuperarla?
7) ¿El creyente sólo puede ser salvo al final de su vida?
8) Yo se que Ud. cree que la salvación se pierde. ¿Cómo se pierde? ¿Cómo se recupera? ¿Siempre es posible recuperarla?

Por favor, justifique sus respuestas bíblicamente.
 
Román, enseguida le contesto a sus preguntas.
De momento voy a poner más material del Magisterio de la Iglesia Católica sobre este asunto


II CONCILIO MILEVI, 416 Y XVI CONCILIO DE CARTAGO, 418
aprobados respectivamente por Inocencio I y por Zósimo
[Contra los pelagianos]

Can. 5. Igualmente plugo: Quienquiera dijere que la gracia de la justificación se nos da a fin de que más fácilmente podamos cumplir por la gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedrío, como si, aun sin dársenos la gracia, pudiéramos, no ciertamente con facilidad, pero pudiéramos al menos cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los frutos de los mandamientos hablaba, en efecto, el Señor, cuando no dijo: "Sin mí, más dificilmente podéis obrar", sino que dijo: Sin mí, nada podéis hacer [Ioh. 15, 5].

SAN FELIX m, 526-530
II CONCILIO DE ORANGE, 529 (en la Galia)
Confirmado por Bonifacio II (contra los semipelagianos)

[II. Sobre la gracia.] Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, l].
Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].
Can. 5. Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe y hasta el afecto de credulidad por el que creemos en Aquel que justifica al impío y que llegamos a la regeneración del sagrado bautismo, no por don de la gracia —es decir, por inspiración del Espíritu Santo, que corrige nuestra voluntad de la infidelidad a la fe, de la impiedad a la piedad—, se muestra enemigo de los dogmas apostólicos, como quiera que el bienaventurado Pablo dice: Confiamos que quien empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de Cristo Jesús [Phil. 1, 6]; y aquello: A vosotros se os ha concedido por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que por Él padezcáis [Phil. 1, 29]; y: De gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios [Eph. 2, 8]. Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios.
Can 6. Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas y no consiente en que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]; y: Por la gracia de Dios soy lo que soy [1 Cor. 15, 10].
Can. 7. Si alguno afirma que por la fuerza de la naturaleza se puede pensar, como conviene, o elegir algún bien que toca a la salud de la vida eterna, o consentir a la saludable es decir, evangélica predicación, sin la iluminación o inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en el consentir y creer a la verdad, es engañado de espíritu herético, por no entender la voz de Dios que dice en el Evangelio: Sin mí nada podéis hacer [Ioh. 15, 5]; y aquello del Apóstol: No que seamos capaces de pensar nada por nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia viene de Dios [2 Cor. 3, 5] 3.
Can. 8. Si alguno porfía que pueden venir a la gracia del bautismo unos por misericordia, otros en cambio por el libre albedrío que consta estar viciado en todos los que han nacido de la prevaricación del primer hombre, se muestra ajeno a la recta fe. Porque ése no afirma que el libre albedrío de todos quedó debilitado por el pecado del primer hombre o, ciertamente, piensa que quedó herido de modo que algunos, no obstante, pueden sin la revelación de Dios conquistar por sí mismos el misterio de la eterna salvación. Cuán contrario sea ello, el Señor mismo lo prueba, al atestiguar que no algunos, sino ninguno puede venir a Él, Sino aquel a quien el Padre atrajere [Ioh. 6, 44]; así como al bienaventurado Pedro le dice: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Joná, porque ni la carne ni la sangre te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos [Mt. 16, 17]; y el Apóstol: Nadie puede decir Señor a Jesús, sino en el Espíritu Santo [1 Cor. 12, 3] 4.
Can. 9. "Sobre la ayuda de Dios. Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces bien obramos, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros".
Can. 10. Sobre la ayuda de Dios. La ayuda de Dios ha de ser implorada siempre aun por los renacidos y sanados, para que puedan llegar a buen fin o perseverar en la buena obra.
Can. 11. "Sobre la obligación de los votos. Nadie haría rectamente ningún voto al Señor, si no hubiera recibido del mismo lo que ha ofrecido en voto", según se lee: Y lo que de tu mano hemos recibido, eso te damos [1 Par. 29, 14].
Can. 12. "Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro".
Can. 18. De la reparación del libre albedrío. El albedrío de la voluntad, debilitado en el primer hombre, no puede repararse sino por la gracia del bautismo; lo perdido no puede ser devuelto, sino por el que pudo darlo. De ahí que la verdad misma diga: Si el Hijo os liberare, entonces seréis verdaderamente libres [Ioh. 8, 36] .

Can. 14. "Ningún miserable se ve libre de miseria alguna, sino el que es prevenido de la misericordia de Dios" como dice el salmista: Prontamente se nos anticipe, Señor, tu misericordia [Ps. 78, 8]; y aquello: Dios mío, su misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11].
Can. 15. "Adán se mudó de aquello que Dios le formó, pero se mudó en peor por su iniquidad; el fiel se muda de lo que obró la iniquidad, pero se muda en mejor por la gracia de Dios. Aquel cambio, pues, fue del prevaricador primero; éste, según el salmista, es cambio de la diestra del Excelso [Ps. 76, 11].
Can. 16. "Nadie se gloríe de lo que parece tener, como si no lo hubiera recibido, o piense que lo recibió porque la letra por fuera apareció para ser leída o sonó para ser oída. Porque, como dice el Apóstol: Si por medio de la ley es la justicia, luego de balde murió Cristo [Gal. 2, 21]; subiendo a lo alto, cautivó la cautividad, dio dones a los hombres [Eph. 4, 8; cf. Ps. 67, 19]. De ahí tiene, todo el que tiene; y quienquiera niega tener de ahí, o es que verdaderamente no tiene, o lo que tiene, se le quita [Mt. 25, 29].
Can. 17. "Sobre la fortaleza cristiana. La fortaleza de los gentiles la hace la mundana codicia; mas la fortaleza de los cristianos viene de la caridad de Dios que se ha derramado en nuestros corazones, no por el albedrío de la voluntad, que es nuestro, sino por el Espíritu Santo que nos ha sido dado [Rom. 5, 5]".
Can. 18. "Que por ningún merecimiento se previene a la gracia. Se debe recompensa a las buenas obras, si se hacen; pero la gracia, que no se debe, precede para que se hagan".
Can. 19. "Que nadie se salva, sino por la misericordia de Dios. La naturaleza humana, aun cuando hubiera permanecido en aquella integridad en que fue creada, en modo alguno se hubiera ella conservado a sí misma, si su Creador no la ayudara; de ahí que, si sin la gracia de Dios, no hubiera podido guardar la salud que recibió, ¿cómo podrá, sin la gracia de Dios, reparar la que perdió?
Can. 20. "Que el hombre no puede nada bueno sin Dios. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; ningún bien, empero, hace el hombre que no otorgue Dios que lo haga el hombre".
Can. 21. "De la naturaleza y de la gracia. A la manera como a quienes queriendo justificarse en la ley, cayeron también de la gracia, con toda verdad les dice el Apóstol: Si la justicia viene de la ley, luego en vano ha muerto Cristo [Gal. 2, 21]; así a aquellos que piensan que es naturaleza la gracia que recomienda y percibe la fe de Cristo, con toda verdad se les dice: Si por medio de la naturaleza es la justicia, luego en vano ha muerto Cristo. Porque ya estaba aquí la ley y no justificaba; ya estaba aquí también la naturaleza, y tampoco justificaba. Por tanto, Cristo no ha muerto en vano, sino para que la ley fuera cumplida por Aquel que dijo: No he venido a destruir la ley, sino a darle cumplimiento [Mt. 5, 17]; y la naturaleza, perdida por Adán, fuera reparada por Aquel que dijo haber venido a buscar y salvar lo que se había perdido" [Lc. 19, 10] .
Can. 22. "De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo, sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino".
Can. 23. "De la voluntad de Dios y del hombre. Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen; la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren".
Can. 24. "De los sarmientos de la vid. De tal modo están los sarmientos en la vid que a la vid nada le dan, sino que de ella reciben de qué vivir; porque de tal modo está la vid en los sarmientos que les suministra el alimento vital, pero no lo toma de ellos. Y, por esto, tanto el tener en si a Cristo permanente como el permanecer en Cristo, son cosas que aprovechan ambas a los discípulos, no a Cristo. Porque cortado el sarmiento, puede brotar otro de la raíz viva; mas el que ha sido cortado, no puede vivir sin la raíz [cf. Ioh. 15, 5 ss]".
Can 25. "Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. Él mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos. Desagradándole fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le agradáramos. En efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, a quien con el Padre y el Hijo amamos, derrama en nuestros corazones la caridad" [Rom. 5, 5].
Y así, conforme a las sentencias de las Santas Escrituras arriba escritas o las definiciones de los antiguos Padres, debemos por bondad de Dios predicar y creer que por el pecado del primer hombre, de tal manera quedó inclinado y debilitado el libre albedrío que, en adelante, nadie puede amar a Dios, como se debe, o creer en Dios u obrar por Dios lo que es bueno, sino aquel a quien previniere la gracia de la divina misericordia. De ahí que aun aquella preclara fe que el Apóstol Pablo [Hebr. 11] proclama en alabanza del justo Abel, de Noé, Abraham, Isaac y Jacob, y de toda la muchedumbre de los antiguos santos, creemos que les fue conferida no por el bien de la naturaleza que primero fue dado en Adán sino por la gracia de Dios. Esta misma gracia, aun después del advenimiento del Señor, a todos los que desean bautizarse sabemos y creemos juntamente que no se les confiere por su libre albedrío, sino por la largueza de Cristo, conforme a lo que muchas veces hemos dicho ya y lo predica el Apóstol Pablo: A vosotros se os ha dado, por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él [Phil. 1, 29]; y aquello: Dios que empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de nuestro Señor [Phil. 1, 6]; y lo otro: De gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no de vosotros: porque don es de Dios [Eph. 2, 8]; y lo que de sí mismo dice el Apóstol: He alcanzado misericordia para ser fiel [1 Cor. 7, 25; 1 Tim. 1, 13]; no dijo: "porque era", sino "para ser". Y aquello: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]. Y aquello: Toda dádiva buena y todo don perfecto, de arriba es, y baja del Padre de las luces [Iac. 1, 17]. Y aquello: Nadie tiene nada, si no le fuere dado de arriba [Ioh. 3, 27]. Innumerables son los testimonios que podrían alegarse de las Sagradas Escrituras para probar la gracia; pero se han omitido por amor a la brevedad, porque realmente a quien los pocos no bastan, no aprovecharán los muchos.

[III. De la predestinación.] También creemos según la fe católica que, después de recibida por el bautismo la gracia, todos los bautizados pueden y deben, con el auxilio y cooperación de Cristo con tal que quieran fielmente trabajar, cumplir lo que pertenece a la salud del alma. Que algunos, empero, hayan sido predestinados por el poder divino para el mal, no sólo no lo creemos, sino que si hubiere quienes tamaño mal se atrevan a creer, con toda detestación pronunciamos anatema contra ellos. También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que Él nos inspira primero —sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte— la fe y el amor a Él, para que busquemos fielmente el sacramento del bautismo, y para que después del bautismo, con ayuda suya, podamos cumplir lo que a Él agrada. De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la patria del paraíso [Lc. 23, 43], y la del centurión Cornelio, a quien fue enviado un ángel [Act. 10, 3] y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo [Lc. 19, 6], no les vino de la naturaleza, sino que fue don de la liberalidad divina.

Concilio Vaticano I
Cap. 3. De la fe
[De la definición de la fe]. Dependiendo el hombre totalmente de Dios como de su creador y señor, y estando la razón humana enteramente sujeta a la Verdad increada; cuando Dios revela, estamos obligados a prestarle por la fe plena obediencia de entendimiento y de voluutad [Can. 1]. Ahora bien, esta fe que "es el principio de la humana salvación" [cf. 801], la Iglesia Católica profesa que es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado, no por la intrlnseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos [Can. 2]. Es, en efecto, la fe, en testimonio del Apóstol, sustancia de las cosas que se esperan, argumento de lo que no aparece [Hebr. 11, 1].
[La fe es conforme a la razón]. Sin embargo, para que el obsequio de nuestra fe fuera conforme a la razón [cf. Rom. 12, 1], quiso Dios que a los auxilios internos del Espiritu Santo se juntaran argumentos externos de su revelación, a saber, hechos divinos y, ante todo, los milagros y las profecias que, mostrando de consuno luminosamente la omnipotencia y ciencia infinita de Dios, son signos certísimos y acomodados a la inteligencia de todos, de la revelación divina [Can. 3 y 4]. Por eso, tanto Moisés y los profetas, como sobre todo el mismo Cristo Señor, hicieron y pronunciaron muchos y clarísimos milagros y profecias ¡ y de los Apóstoles leemos: Y ellos marcharon y predicaron por todas partes, cooperando el Señor y confirmando su palabra con los signos que se seguían [Mc. 16, 20]. Y nuevamente está escrito: Tenemos palabra profética más firme, a la que hacéis bien en atender como a una antorcha que brilla en un lugar tenebroso [2 Petr. 1, 19).
[La fe es en sí misma un don de Dios]. Mas aun cuando el asentimiento de la fe no sea en modo alguno un movimiento ciego del alma; nadie, sin embargo, "puede consentir a la predicación evangélica", como es menester para conseguir la salvación, "sin la iluminación e inspiración del Espiritu Santo, que da a todos suavidad en consentir y creer a la verdad" [Conc. de Orange, v. 178 ss]. Por eso, la fe, aun cuando no obre por la caridad [cf. Gal. 5, 6], es en sí misma un don de Dios, y su acto es obra que pertenece a la salvación; obra por la que el hombre presta a Dios mismo libre obediencia, consintiendo y cooperando a su gracia, a la que podria resistir [cf. 797 s ¡ Can. 5].

[De la necesidad de abrazar y conservar la fe]. Mas porque sin la fe... es imposible agradar a Dios [Hebr. 11, 6] y llegar al consorcio de los hijos de Dios; de ahi que nadie obtuvo jamás la justificación sin ella, y nadie alcanzará la salvación eterna, si no perseverare en ella hasta el fin [Mt. 10, 22; 24, 13]. Ahora bien, para que pudiéramos cumplir el deber de abrazar la fe verdadera y perseverar constantemente en ella, instituyó Dios la Iglesia por medio de su Hijo unigénito y la proveyó de notas claras de su institución, a fin de que pudiera ser reconocida por todos como guardiana y maestra de la palabra revelada.

.........

3, De la fe
1. [Contra la autonomía de la razón.] Si alguno dijere que la razón humana es de tal modo independiente que no puede serle imperada la fe por Dios, sea anatema [cf. 1789].
2. [Deben tenerse por verdad algunas cosas que la razón no alcanza por si misma.] Si alguno dijere que la fe divina no se distingue de la ciencia natural sobre Dios y las cosas morales y que, por tanto, no se requiere para la fe divina que la verdad revelada sea creída por la autoridad de Dios que revela, sea anatema [cf. 1789].
3. [Deben guardarse en la fe misma los derechos de la razón.] Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos externos y que, por lo tanto, deben los hombres moverse a la fe por sola la experiencia interna de cada uno y por la inspiración privada, sea anatema [cf. 1790].
4. [De la demostrabilidad de la revelación.] Si alguno dijere que no puede darse ningún milagro y que, por ende, todas las narraciones sobre ellos, aun las contenidas en la Sagrada Escritura, hay que relegarlas entre las fábulas o mitos, o que los milagros no pueden nunca ser conocidos con certeza y que con ellos no se prueba legítimamente el origen divino de la religión cristiana, sea anatema [cf. 1790].
5. [Libertad de la fe y necesidad de la gracia: contra Hermes; v. 1618 ss.] Si alguno dijere que el asentimiento a la fe cristiana no es libre, sino que se produce necesariamente por los argumentos de la razón; o que la gracia de Dios sólo es necesaria para la fe viva que obra por la caridad [Ga]. 5, 6], sea anatema [cf. 1791].
6. [Contra la duda positiva de Hermes; v. 1619.] Si alguno dijere que es igual la condición de los fieles y la de aquellos que todavía uo han llegado a la única fe verdadera, de suerte que los católicos pueden tener causa justa de poner en duda, suspendido el asentimiento, la fe que ya han recibido bajo el magisterio de la Iglesia, hasta que terminen la demostración científica de la credibilidad y verdad de su fe, sea anatema [cf. 1794].


4. De la fe y la razón
[Contra los pseudofilósofos y pseudoteólogos, sobre los que se habla ('en 1679 ss]
1. Si alguno dijere que en la revelación divina no se contiene ningún verdadero y propiamente dicho misterio, sino que todos los dogmas de la fe pueden ser entendidos y demostrados por medio de la razón debidamente cultivada partiendo de sus principios naturales, sea anatema [cf. 1795 s].
2. Si alguno dijere que las disciplinas humanas han de ser tratadas con tal libertad, que sus afirmaciones han de tenerse por verdaderas, aunque se opongan a la doctrina revelada, y que no pueden ser proscritas por la Iglesia, sea anatema [cf. 1797-1799].
 
Luis Fernando:

A mi me interesa saber lo que Ud. y que me lo diga con sus palabras, para luego poder repreguntar y debatir.
 
Luis Fernando

¿Cuál es el propósito de este epígrafe? ¿Demostrar que necesitas de obras para ser salvo? ¿Qué son primero, las obras o la fe? ¿El ladrón de la cruz, tuvo obras para ser salvo?

Mizpa
Daniel Ortega
 
Roman
Por ahora sólo sigo preguntando.
Quiero saber bien que es lo que cree Ud. para poder responderle

Luis:
Me parece perfecto. Creo que es muy necesario el concer en detalle lo que opina el otro antes de opinar sobre ello.

Antes de pasar a contestar a sus preguntas, quiero reconocer que mis argumentos son deudores a las enseñanzas del P. Luis F Ladaira SJ, profesor de teología de la Universidad Pontificia Gregoriana, tal y como viene recogidas en su libro "Teología del pecado original y la gracia" (Colección Sapientia Fidei, B.A.C). Uso para las citas bíblicas la versión Nacar-Colunga.

Román:
1) ¿Que entiende Ud. por justificación? ¿Es un acto único o un proceso? ¿Cómo la define?

Romanos 1,16-17
Pues no me averguenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego, porque en él se revela la justicia de Dios, pasando de una fe a otra fe, según está escrito "el justo vive de la fe"

Romanos 3,21-26
Mas ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas; la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, sin distinción; pues todos pecaron y todos serán destituidos de la gloria de Dios, y ahora son justificados gratuitamente por su gracia, por la redención de Cristo Jesús, a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tolerancia de los pecados pasados, en la paciencia de Dios para manifestar su justicia en el tiempo presente y para probar que es justo y que justifica a todo el que creen en Jesús.

Dado que es en Cristo en quien se manifiesta la justicia de Dios, fuente de nuestra justificación, vamos primero a hacer un breve estudio de en qué consiste esa justicia de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Para empezar, advierto que este estudio sobre la justicia de Dios está dentro del contexto del pacto de Dios con su pueblo. Ese pueblo es Israel en el AT pero luego se abre a todas las naciones.
La primera característica de la justicia de Dios en dicho contexto es su naturaleza salvadora que se manifiesta en los favores de Dios para con los suyos (Jue 5,11; 1 Sam 12,7; Sal 103,6; 40,11; 43,1-2; 71,2.15-19.24).
Dicha justicia tiene un componente escatológico por el que se conecta directamente con la salvación que trae Yavé a su pueblo (Is 51,1.5-8; 45,8.13.21.24) –véase también acción salvadora de la justicia de Dios en el Mesías (Jer 23,5-6; Is 9,6-7)
La respuesta del hombre a la justicia de Dios ha de ser doble:
- De alabanza y reconocimiento de la justicia de Dios (Dt 32,4; Miq 6,5; 7,9; Sal 22,32; 119,137; etc)
- De práctica de la justicia (Sal 1;15; 24,3-6) que da paso a la acción benéfica del Señor (Prov 10,3 y ss)


Veamos ahora cómo se manifiesta la justicia de Dios en el Nuevo Testamento.
Tenemos primeramente ciertos aspectos que pueden ser considerados como poco importantes pero que no pueden dejarse en el tintero. Por ejemplo, la relación entre el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33) o los obstáculos que el hombre pone para que se dé la práctica de la justicia de Dios (Stg 1,20)
Pero, yendo al grano, lo que vemos en el NT es que Cristo es nuestra justicia (1 Cor 1,30) ¿Cómo?:
2 Cor 5,21
A quien no conoció el pecado, le hizo pecado por nosotros para que en Él fuésemos justicia de Dios
Sin duda queda clara de nuevo la relación entre la justicia de Dios y su salvación. Y por eso Cristo es nuestras justicia y nuestra salvación. Nadie pues, pues, ser salvo ni justificarse fuera de Cristo. Es más, la incapacidad natural del hombre para ser justo, realza la justicia de Dios (Rom 3,5 y ss), ya que a pesar de la infedilidad de su pueblo, Él se muestra justo, precisamente, no podemos cansarnos de repetirlo, en la persona de Cristo (Rom 3,21-31). Y esa justicia de Dios en Cristo, de la que llegamos a ser partícipes primeramente por la fe (Rom 3,22) y, necesariamente, por las obras (Stg 2,24) de la gracia –y digo de la gracia porque sin ella no podemos hacer esas obras-, es la causante de nuestra justificación.
La justificación es un proceso que empieza cuando, por gracia a través de la fe, aceptamos la justicia de Dios en Cristo y que continua cuando, por gracia, hacemos las obras que Dios nos ha preparado de antemano y que, de hecho, Él hace en nosotros, ya que, como dice la Escritura, es Él quien produce en nosotros tanto el querer como el hacer. Eso, en otras palabras, es la santificación. Dios nos justifica a la vez que empieza a santificarnos, de manera que el verdadero justo es el que está en proceso de santificación. Y de la misma manera que sin justificación no puede haber santificación, tampoco puede haber una justificación perdurable sin la santificación del que es hecho justo por los méritos de Cristo. La justificación no es pues un mero decreto legal por el que quien es injusto es hecho justo, sino el poder de la gracia de Dios que transforma las vidas de aquellos que eran injustos en justos, en santos. Y por eso Dios puede pedirnos,“sed santos porque yo soy santo”. Porque en Cristo nos capacita para ello.
Esa es la doctrina católica

Bendiciones

PD: Luego le preparo la respuesta a la siguiente pregunta
 
Daniel, ya me preguntó lo mismo Matrix, así que te remito a la respuesta que le di.

El motivo de este epígrafe es presentar la doctrina católica sobre la justificación y cuáles son las diferencias con el protestantismo, especialmente con su doctrina del Sola Fide.

Bendiciones